Partida Rol por web

El gnomo sorprendido por el ataque del rey, del que solo pudo evitar parte del daño, atacó a la defensiva en esta ocasión para intentar ayudar al enano, sin embargo, el brazo le tembló en el último momento buscando una mejor protección para él con lo que no logró consegur su objetivo.
 

Ahora que el mago ya estaba a salvo, Gerald podía volver a centrarse en su problema principal: El Rey Maldito.

Parecía que sus dos compañeros estaban empeñados en no hacerle ni un rasguño. Si la situación seguía así, pronto estarían todos igual o peor que Izhan. Reuniendo toda la fe que pudo encontrar en su interior, Gerald empuñó de nuevo su símbolo sagrado, lo levantó por encima de su cabeza y señaló hacia el rey condenado.

¡Desaparece de nuestra vista, criatura del infierno! ¡Mi Señor te lo Ordena!

Pero quizás algo de miedo se había colado entre las palabras del clérigo, pues su oración tuvo un escaso efecto sobre su enemigo.

Como si quisiera confirmar sus palabras, la espada larga de energía intentó de nuevo golpear al rey, fracasó y se desvaneció en el aire.

Bueno, pues muchas gracias por tu ayuda, Caballero Rojo.

La situación era crítica, sus habilidades parecían insuficientes para dañar a aquella criatura. Con un último aliento, el enano, viendo próxima la derrota del grupo, levantó el hacha sobre su cabeza y la dejó caer con gran ferocidad sobre la espalda del enemigo.

- ¡Voy a enviarrrte de nuevo al infierrrno! ¡Porrr Morrradin!

El gran hacha atravesó la armadura del Traidor y se hundió generándole una profunda herida.

- ¡Continúa llamando su atención gnomo!

Thognar, inspirado por la valentía del gnomo, alzó su hacha. No podía ser menos que su diminuto compañero, y tenía que demostrar que podía abrirse camino a hachazos para salvar las vidas de sus aliados. El hacha cercenó primero el aire y después a su enemigo, causando una fea herida en su cuerpo ya de por sí mutilado.

Gerald invocó el poder de su dios, y aunque a primeras no pareció que su dios respondiera su llamada, el caso es que sí que notó que cusaba cierto daño en el traidor.

El enemigo se volvió para centrar sus ataques en el gnomo. El espadazo fue fácilmente esquivado por el bardo, que luchaba salvaguardando sus defensas, pero el puñetazo fue demasiado certero como para poder esquivarlo. Lo recibió en la cara, y su labio comenzó a sangrar. Y de pronto su cara pareció desfigurarse, como si se hubiera convertido en un zombie. Thognar lo vió y a punto estuvo de soltar un grito, pero al segundo siguiente todo parecía haber vuelto a la normalidad... ¿o no?

El gnomo aguantó el golpe como buenamente pudo, notando cómo se deformaba su hermoso rostro, al menos la distración había valido la pena y Thognar parecía haber conseguido herirle. De todos modos, pese a haberle alcanzado solo el puño había sido una dolorosa experiencia.

Tenía que dedicar más esfuerzos en su defensa pues de alcanzarle la espada podía darse por muerto pero también tenía también que conseguir mantener la atracción del monarca, pues si acababa con el enano estaban todos perdidos, así que recurrió a las palabras. - ¿Puede un rey llegar a ser tan insignificante como para ser olvidado? - Preguntó de manera retórica. - Aparéntemente sí, jajajajaja. - finalizó la mofa riéndose en la cara de su oponente simulando que bajaba la guardia, pero haciendo todo lo contrario.

Gerald sabía que acercase a aquella criatura significaba La Muerte para él, pues parecía tener una malsana obsesión con acabar con la vida de los clérigos que se le acercaran. Así pues, decidió seguir implorando la ayuda de su Dios, esperando que tarde o temprano su rezo fuera suficientemente fuerte como para aniquilar al Rey Olvidado.

¡DESAPARECE, VIL CRIATURA! ¡EL CABALLERO ROJO TE LO ORDENA!

Un rayo de esperanza brilló en los ojos de Gerald; en el fondo de su corazón, sentía que aquella vez el Caballero iba a escuchar sus desesperadas oraciones.

El guerrero enano volvió de nuevo a descargar su hacha contra el enemigo, pero en esta ocasión la armadura parecía haber resistido el envite del hacha.

- ¡Su arrrmadurrra es muy rrresistente!

- ¿!¿El... EL REY OLVIDADO!?! - gritó a Malickud - ¿COMO OSAS LLAMARME ASI? - El vivo en muerte o no muerto, parecía dispuesto a machacar al gnomo que le insultaba y se defendía como podía. Pero su odio no estaba concentrado en el ingenioso Malickud, sino más bien en aquel que le estaba destrozando.

- Maldito seas, tú, que traes aqui poderes divinos mal recibidos.

Sin dedicarle un solo segundo al gnomo, se giró sobre si mismo y corrio para atacar al clérigo.

Al verle dirigirse hacia su compañero, el enano lanzó un nuevo ataque con su hacha que no le llegó a alcanzar.
 

Un escalofrío recorrió la espalda de Gerald al ver que ni Thognar ni Malickud eran capaces de detener al Rey Olvidado. Ante la proximidad de la muerte, un solo pensamiento ocupaba su mente.

Dios mío, voy a morir, voy a morir, voy a morir... pero bueno, al menos le hemos cabreado.

El Traidor, cansado de la magia divina que le dañaba como si fuese el más doloroso de los fuegos, se lanzó a por Gerald lanzando una estocada que iba directa a su corazón. Pero el siervo del Caballero estaba protegido por su dios, y la espada erró por centímetros. A pesar de no ser un golpe mortal, Gerald sintió sus piernas tambalearse y a punto estuvo de caer al suelo víctima del dolor y la herida sufridos.

El enano al ver el gesto de dolor del clérigo quiso con rapidez intentar poner fin al combate con un poderoso golpe de su hacha. Pero sin saber cómo, tropezó y la hoja paso lejos de su enemigo golpeando el suelo de piedra.

Una vez más el sentimiento de frustración crecía dentro del guerrero.

- Moradín, ¡¿por qué me has abandonado?!

Parecía que Gerald había hecho algo para ofender a al Caballero Rojo, pues éste se resistía a mandarle a su Sagrada Presencia: en dos ocasiones había estado a un pelo de irse al Otro Mundo, pero aún seguía vivo.

Aunque a duras penas, pensó.

De nuevo, no tuvo más remedio que retirarse, rodeando el cuerpo inerte del pobre Izhan. Si la cosa seguía así, ambos terminarían allí, tumbados juntos para toda la eternidad.

Pero aún seguía respirando, o sea que tenía que seguir intentándolo. Puso sus manos sobre su fea herida, entonó una plegaria al Caballero y empezó a sentirse mejor.

Venga, al tajo.

Aunque no hubiera tenido resultado, el gnomo tenía que seguir intentando interponerse en el camino del rey olvidado, como él mismo se había denominado, sin embargo, sus cortas piernas no se lo permitían, así que tan solo pudo ponerse a su lado.

Trató de seguir con la mofa haciendo cabriolas a su lado cual bufón,  mientras mantenía la guardia elevada - ¿Y quién eres tú si puede saberse para dirigirte a mi en eso tono? ¡No, si ya sería el colmo que ni siquiera te acordases de quién eres! -

Gerald trataba de alejarse de su enemigo que no hacía más que perseguirle todo el rato. Aprovechó la distancia para sanarse, momento que también usaron Thognar y Malickud para cercar a su enemigo con intención de acabar con él de una vez por todas. Pero la armadura del traidor desviaba todos los ataques.

Enfadado, volvió a tratar de usar a Thognar para que atacara a Malickud, y justo después se giró para continuar a por su enemigo, Gerald. La espada le alcanzó en el hombro, pero el clérigo estuvo lo suficientemente rápido como para reponerse del golpe y esquivar el golpe que el no-muerto dirigia a su nuez.

Manteniendo la distancia con el Jinete No-Muerto, Gerald se desplazó ligeramente para facilitarle el trabajo a Thognar e intento de nuevo (y por última vez) pedir la ayuda de su Dios para exorcizar al Rey Olvidado.

Por el Caballero Rojo, ¡D-DESAPARECE!

Gerald trataba de sonar convencido, pero su voz salió temblorosa y dubitativa. Parecía que su Fe le estaba abandonando.

Dios, creo que pronto estaré a tu lado.

En enano volvió a escuchar la voz de aquel ser en su mente. Levanto el hacha por encima de su cabeza y con gran fuerza haciendo un giro sobre sí mismo hundió nuevamente el filo en la armadura de su enemigo.

- ¡Arrrgh! Tendrrrás que acabarrr conmigo. ¡Tu sucia magia no volverrrá a afectarrrme!

El guerrero había sentido renacer el poder de sus dioses en su interior.

- Un último esfuerrrzo camarrradas -dijo Thognar mientras extraía su hacha de los restos de un rey que pronto volvería al olvido-.

El combate se había desplazado de su lado, en un intento del Rey de acabar con el sacerdote, así que se hallaba liberado del combate, además el enano y Gerald flanqueban al enemigo, así que poco más podía ofrecerles, o quizá no, si que había algo. 

Instantes antes, el gnomo, había visto la duda en los ojos de Thognar tras las palabras del Rey, así que trató de ponerle remedio. Empleó sus propias palabras para tratar de contrarrestar cualquier posible orden dada por este a cualquiera de sus compañeros recitando su propia prosa. - Alguien que está en el olvido no tiene poder sobre los vivos, alguien cuya voz es del pasado no tiene poder sobre el presente,... -