Partida Rol por web

Me encontraba de regreso en el cuartel cuando, caminando por uno de los pasillos, vi a Osellë en el patio de armas revisando su arco y con su lobuno compañero a su lado. Desde que habíamos llegado a aquel mundo, no había tenido oportunidad de hablar demasiado con ella, pues durante el viaje había intentado aprender cuanto pudiese sobre este mundo y sus gentes… aunque también quería saber más sobre quienes, al igual que yo, habían sido arrastrados a aquel mundo.

Especialmente de ella- me dije, no porque fuese una mujer extremadamente hermosa, que lo era, sino porque algo en ella me daba cierta sensación de familiaridad. No era simplemente por el hecho de ser elfa y hablar mí mismo idioma, no, era sobretodo el tipo de actitud que le había visto mostrar, similar a la de la gente en mi mundo. Así pues, cambié de dirección y me dirigí al patio de armas.

Ëndaren atish'al, daloindin*- saludé a Osellë de la misma forma que hubiese saludado a cualquier guerrera elfa en mi propio mundo, sin acercarme demasiado al ser conocedor de cuan receloso podía ser el compañero animal de un guerrero élfico -¿Interrumpo?**- le pregunté al ver que en lo que me había costado llegar ya había terminado de revisar su arco y se encontraba disparando con mortífera precisión a uno de los muñecos de paja más alejados que había en aquel lugar.

El día había comenzado de una forma espléndida y sin dudas lo he tomado como si diera vuelta la página en mi libro personal donde cada recuerdo de aquel funesto pasado, dejaba de existir para siempre. Era lo bueno de todo este particular suceso, en mi caso resultó ser una liberación personal pese a extrañar mi tierra, el pesar que sentía viviendo allí ya no se encontraba conmigo y podía darme el privilegio de estar bien. 

Ahora ya decidida a tener un momento de paz con el arco y Sul a mi lado, voy probando las flechas que me dieron para completar el carcaj. No se parecían en absoluto a las que creaba en Aman, pero al menos me servirán para otro combate si se daba la ocasión. Mi atención estaba puesta en los objetivos hasta que una voz conocida logra que esboce una sonrisa mientras apunto al círculo que tenía frente a mi. - No existe batalla sin una perdida, tanto como un alma sin oscuridad. - respondo en mi lengua al tensar el arco un poco más, centrada en disparar. 

Una vez que la flecha acierta en el círculo del centro, bajo el arco para relajar la postura mientras giro sobre mi misma para encontrarme con la mirada de Mol. - Nunca interrumpes, faltaba más. -  respondo al coger otra flecha mientras voy preparándome para el siguiente intento. - ¿Qué tal la mañana? -  pregunto al tensar el arco con una precisión asombrosa, de nuevo manteniendo la mirada en el objetivo con la intención de acertar nuevamente. 

- Curiosas criaturas nos encontramos el primer día, ya no sé que puede pasar mañana. -  confieso al disparar con una suavidad cuasi maestra, donde nuevamente la flecha queda clavada en el centro. No era difícil para mi utilizar el arco, es más me distendía este tipo de prácticas. 

Una leve expresión mezcla de sorpresa y de dolor apareció en mi rostro con la inesperada respuesta de Osellë a mi saludo, pero me apresuré a ocultarla de nuevo, como si no hubiese existido.

Bueno, quitando el hecho de seguir atrapado en este mundo y sin ninguna pista de como regresar al mi… ¿bien?- le dije -Al menos de momento no han aparecido más visitantes- dije con un encogimiento de hombros.

Aunque tal y como han ido las cosas, no sé si eso se mantendrá así por mucho tiempo- añadí mentalmente.

Buen tiro- le dije, con un tono que indicaba que no creía que ese tipo de disparos le supusiesen alguna dificultad -¿Y tú, que tal lo llevas?- le pregunté.

Aún manteniendo a expresión en mi rostro impregnada por la determinación al estar concentrada en disparar con el arco,  guardo la flecha y relajo la postura ante el primer comentario. - Quizás no deseo saber el motivo o la forma, puedo asegurarte que estaré mejor aquí. En mi tierra todo estaba muy mal, no es mi intención volver. Pero si descubrir los misterios de esta ciudad. - confieso a modo de respuesta, siempre a través de un tono melodioso en mi lengua madre.  

Dejar atrás Aman no resultó fácil, pero estaba convencida de que esto había sido un golpe se suerte para mi y no estaba dispuesta a desperdiciarlo. - Menos mal, no nos recibieron muy bien. - comento entre risas, ahora centrando la mirada en Mol. Reflejando un poco de picardía a través de mis gestos. 

Ya cuando me pregunta como lo llevo, retomo la postura y coloco una flecha en el arco.  - Bastante bien, dentro de lo que se puede. No me gusta derramar sangre, es algo con lo que vengo lidiando hace siglos y preferiría terminar con ello, pero este lugar está tan podrido como cualquier otro. - desde Kerrigan, los piratas y todo sujeto que atentó contra nuestras vidas. Ya sea por ambición, necesidad o lo que fuese, terminaba irremediablemente en muerte. - ¿Y tú cómo lo llevas?  - pregunto al disparar y dar de nuevo al blanco. Era muy gratificante hacer esto. 

Oh, no creas, he tenido peores recibimientos- le dije, devolviéndole la mirada y acompañándola con una sonrisa mientras escuchaba su respuesta a su pregunta.

Está claro que su mundo no debe diferenciarse demasiado del mío- pensé con cierto pesar, pues al fin y al cabo, no era algo precisamente agradable.

¿Cómo lo llevo? Sinceramente, no lo sé- le dije -Incluso con todo lo que ha pasado, este mundo es un paraíso comparado con el mío. La magia y su conocimiento no han sido destruidos, los dioses aún pueden responder las plegarias de la gente y la esperanza aún existe- empecé a decir -Si de mí dependiese, me olvidaría de mi mundo… pero no puedo hacerlo cuando mi familia sigue en él, luchando en una guerra que no pueden ganar mientras yo estoy aquí sin saber siquiera si me es posible regresar con ellos- dije -Y aunque lo hiciese, tal como estoy ahora apenas supondría diferencia alguna… a menos vuelva con ayuda- añadí con un suspiro -Lo siento, no tenía intención de ser tan deprimente cuando me acerqué a hablar- le dije con una leve sonrisa para relajar el tono de la conversación.

Abro los ojos sorprendida al escuchar el primer comentario cuando bajo los brazos para tomarme un descanso. - Vaya, vienes de un lugar terrible. -  respondo a través de un melodioso tono de voz. Lo mismo podía decir, aunque el problema en mi tierra radicaba por el descontrol de Melkor y la ambición de los Noldor Sangre de mi sangre, que perdidos por el frenético deseo de poder, cayeron por la misma ley del error. 

- Puedes volver con el conocimiento necesario para cambiar ese destino, hacer la diferencia. No debes lamentarte por aquello que no puedes solucionar, pero si encontrar una forma para que el sufrimiento termine. -  aconsejo esbozando una sonrisa, era un maiar y necesitaba cultivarse de conocimientos para convertirse en un gran mago si ya no lo era. - Cuentas con mi arco Mol, lo sabes. No obstante, tenemos una ciudad que descubrir y tu mucha magia por aprender. No creo en las casualidades, pero por alguna razón aquí estamos. Mejor no desaprovechar lo que por destino se nos regaló. - termino por decir ya cruzando el arco sobre la espalda, tranquila y serena. 

-¿Caminamos un rato? -  pregunto al indicar con mi mano hacia el frente, no sabía si disponía de tiempo. Al margen de ello, mi lobo necesitaba estar en lugares más despejado de personas. Se agobia demasiado. 

No tiene sentido negarlo…- le dije -Aunque por lo que te he oído decir, creo no es mucho peor que tu propio mundo- añadí, aunque sin intención en profundizar más en ello si no era ella misma la que decidía hablar. Al fin y al cabo, si su mundo era minimamente parecido al mi, no me hubiese extrañado que prefiriese habar de él lo menos posible, especialmente si no tenía intención alguna de volver. Aunque precisamente por eso, su ofrecimiento, a pesar de no ser la primera vez que lo hacía, me sorprendió.

Gracias- le dije -Es más de lo que podría pedir… de veras, te lo agradezco- le dije con sincero agradecimiento. Una cosa era desear, aunque fuese de manera difusa y sin mucha esperanza, convencer de algún modo a algún rey o gobernante para que enviase armas y hombres a ayudarles… y otra era que alguien sin obligación alguna y conociendo de primera mano el tipo de situación que había en mi mundo, se ofreciese de forma desinteresada -Aunque primero tendremos que averiguar cómo volver…- dije -Ojalá sea como dices y pueda volver con ayuda y conocimientos…. aunque no puedo evitar que cada segundo que pasa sin que regrese, las esperanzas de mi mundo disminuyen aún más. Aprender por mí mismo lo suficiente para ayudar podría llevarme años- añadí con cierto pesimismo, aunque por suerte, su ofrecimiento para ir a caminar permitió que no siguiese dándole vueltas a aquello.

Pensar en lo que no puedo cambiar y deprimirme por ello no me va a ayudar- me dije.

¿Por qué no?- le dije, preguntando con un tono que dejaba claro que aceptaba su propuesta -¿Habías pensado en algún destino concreto?- le pregunté.

Negando con la cabeza respondo. - Nada que agradecer, simplemente comprendo la situación de tu tierra y sé que es necesario un buen apoyo para lograr marcar una diferencia. -  afirmo convencida de que así debe ser para terminar con una era plagada de oscuridad y destrucción. 

Al margen de ello comprendía su temor, sentía una especial empatía por este mago y lo ayudaría en todo lo que a mi alcance esté. - Bueno, pero Yaril- la puede ayudarte y quizás otras Maiar más. No puedes solo contra todos, pero si reclutar gente para la causa. Eso servirá al menos para ejercer la fuerza necesaria contra ello. -  afirmo segura de que debido a la personalidad de Mol, conseguiría personas que nobles en su actitud, ofrezcan una espada para restablecer el orden. 

- A recorrer las calles si te apetece. - sugiero al indicar la salida del cuartel con la intención de avanzar caminando hacia las afueras del mismo. 

Precisamente por eso, no todo el mundo tendría el valor para algo así cuando conoce la oscuridad que le espera si lo hace- le dije -Es por gente como tú, Calarnië* que los demás pueden seguir luchando cuando apenas queda esperanza- le dije con respeto.

Espero que tengas razón…- le dije -No sé si podré reclutar o atraer gente suficiente, y tal vez sea imposible sin la ayuda de algún gobernante en este mundo, pero no pienso rendirme. Al menos, tanto tú como Yaril·la me habeis enseñado que hay gente con valor y bondad suficiente para ayudarme, sin importar el mundo que pertenezcamos a mundos distintos- dije mientras me levantaba para seguirla.

¿Recorrer las calles de una ciudad desconocida junto a una compañía tan agradable como la tuya?- pregunté medio en broma -¿Cómo no me va a apetecer?- añadí con una sonrisa.

Aquella palabra que siendo un halago para su tierra, no hizo más que rememorar esos momentos donde la felicidad prevalecía en medio de la oscuridad. Como faroles brillantes que indican el camino a seguir cuando la devastación dejó un amargo sabor en la boca. - Gracias. -  se limitó a decir aún con la mente en Aman, fraguando recuerdos nostálgicos que la abrazaron con fuerza hasta que el avance de sucesos la llevó a la intensa amargura del destino y por último a este lugar. 

- No puedo decirte que creas en los demás cuando mi propia raza reniega de ello, cuando discrimina sin piedad y se aleja de todos. Pero si tengo en claro que tras vivir un montón de siglos a través de la vida misma, las personas aparecen en el momento justo por una razón. Es en lo que debes estar atento. -  aconseja esbozando una media sonrisa mientras la extensión de la primer callejuela los invita a sumergirse en la ciudad. 

Negando con la cabeza ante el otro halago, desvía la mirada hacia el frente. - Eres terrible, pero si puede ser divertido conocer un poco más de este lugar. -  responde en un tono ameno, se sentía muy cómoda junto a Mol. Por su parte Sul, erizando su pelaje avanza a paso seguro al costado de Osellë. Atento a lo que pueda pasar, siendo una ciudad completamente desconocido para él. 

Lo estaré- le dije, agradecido por su consejo y deseando que tuviese razón, puesto que al fin y al cabo, era dolorosamente consciente de que no lograría por mí mismo conseguir la ayuda suficiente como para salvar mi mundo. Sin embargo, como pensar en ello no iba a cambiar nada, intenté no hacerlo mientras seguía a Osellë hacía las calles de la ciudad.

No es la primera vez que me lo dicen- le dije sonriendo –Al final voy a terminar pensando que es verdad…- añadí fingiendo preocupación.

 Ya caminando en las afueras del Cuartel, el paisaje cambia radicalmente al verse plagado de callejuelas que incitan a ser recorridas. No obstante, Osellë pendiente de la conversación que mantiene con el Maiar, desvía la mirada hacia cada paraje que le llame lo suficiente la atención para registrar el camino de regreso. Tal como una elfa exploradora que es. 

- Por algo será. ¿No crees? -  pregunta divertida al torcer el gesto y centrar la mirada por unos segundos en Mol, aquel mago desde la mirada de Osellë resultaba ser una ardua intriga. Muy amable con las mujeres, poseedor de un poder que no cualquiera es capaz de tener y a su vez denotaba cierto pesar en los matices de su mirada. - ¿Quién eres en verdad? -  se preguntó al desviar su atención con tal de no intimidarlo demasiado o que confunda sus gestos con otros que lejos estaban de ser. 

- De mi parte tienes un buen concepto, has sido el primero en hablarme y no sólo por mera cortesía sino en mi lengua nativa. Imagina que ese detalle es un halago para cualquier elfo que perdido en tierras extranjeras necesita un poco de su lugar para juntar fuerzas y ver más allá. -  confiesa esbozando una amable sonrisa, reflejando en la veracidad de sus palabras la primera sensación que le generó al conocerlo. 

Durante el camino, dividía mi atención entre observar las calles por las que íbamos pasando y observar a Osellë. Las primeras, con curiosidad y algo de asombro, pues resultaron ser extremadamente distintas a cualquier cosa que hubiese visto en mi mundo. La segunda, con admiración y cierta sorprendente familiaridad, pues no la observaba porque su figura fuese extremadamente agradable a la vista, que lo era, sino porque su forma de moverse y observar los alrededores me recordaba de alguna forma a aquellos con los que había vivido toda mi vida. Sin embargo, cuando su mirada se detuvo en mí por unos instantes, ese sentimiento de familiaridad se incrementó, aunque no en el buen sentido, pues me trajo a la memoria las miradas de desconfianza de aquellos en mi tierra que me juzgaban por ser lo que era.

No sé, nunca he hecho nada para merecer que me digan eso…- empecé a decirle, desviando la mirada -Bueno, claro, menos esa vez escondidos… o la vez que me colé en… o aquella que hice con... o esa otra le pusimos… o…- continué, como si estuviera recordando numerosas situaciones -¡Tienes razón! ¡Soy terrible!- exclamé con fingida sorpresa -En fin, supongo que tendré que asumirlo- añadí con una sonrisa, bromeando para escapar de la sensación anterior mientras miraba a mi alrededor para evitar mirarla a ella, al menons hasta que lograse calmarme.

Bueno, no es para tanto- le dije tras unos segundos cuando conseguí librarme de aquel recuerdo -Yo también soy un extraño aquí, y dado que he vivido toda mi vida entre elfos, también esta es mi lengua nativa- dije, restando importancia a lo que había dicho -Y como dices, todo el mundo necesita algo familiar cuando está solo, así que supongo que en ese sentido, ambos nos ayudamos el uno al otro- añadí, tras lo cual señalé una calle lateral donde se podían ver tres o cuatr letreros a lo largo de esta, seguramente de tiendas o algo similar* -¿Vamos a ver que hay por ahí?- le pregunté.

Los comentarios hicieron reír a la elfa y negar con la cabeza, siendo un reflejo de que se divertía con el humor de Mol. Sin embargo, su instinto aventurero y explorador la impulsó a mirar bien su entorno, reconocer cada detalle para guardarlo en su memoria. Era parte de su naturaleza. 

- Todos en algún momento tenemos algo que asumir. -responde en un tono sincero tras mirarlo brevemente a los ojos y luego desviar su mirada a los alrededores. En parte porque le recordaba lo que en su tierra se encontraba, desde su esposo y la historia que detrás de todo ello pesaba sobre los hombros de la elfa. 

Sonriendo por lo que acaba de contar sobre los elfos, no duda en responder. - Los maiar siempre estuvieron muy cerca de los elfos, en mi tierra más aún porque fue la primer raza creada por nuestro Dios Illuvatar y por esa razón, teníamos ciertos beneficios como así también consideración. Entonces cuando llegaron los maiar con su magia, los elfos nos quedamos vislumbrados. Es más, mi querido amigo Sul me lo regalo una persona como tu. - va contando impregnada por la alegría de revivir esos momentos de su historia que no fueron malos y en parte marcaron un precedente en su vida. 

- Claro,  vamos. Me gustaría ver que tipo de arcos tienen, las flechas y armaduras. Saber que tan diferente es a mi tierra. - sugiere interesada, alzando la mirada para identificar la tienda en cuestión. 

Algunos incluso tenemos que asumir aquello de lo que no tenemos culpa- añadí mentalmente cuando Osellë dijo aquello, pero preferí guardarmelo para mi mismo... aunque eso no impidió que por un segundo, una expresión sombria asomase en mi rostro.

No sabría decir si en mi mundo hubo razas anteriores a otras, o si los dioses las crearon a todas en el comienzo, pero por lo que se, entre ellas siempre nacieron, magos, o Maiar como tú los llamas, gente que podía sentir y usar la magia… al menos eso es lo que he leído- le dije -Por desgracia, todos ellos perdieron sus poderes hace mil años, cuando La Caída- dije -Y desde entonces ninguno ha vuelto a nacer… o tal vez sí, pero sin poder usar sus poderes, serían personas como las demás- añadí. Por supuesto, eso parecía contradecirse con mi propia existencia, e incluso parecía que en parte no me considerase parte de ellos por cómo había dicho las cosas -Me alegra saber que este no es el único mundo en el que la magia sigue existiendo- le dije mientras miraba hacia las tiendas de la calle.

Eso mismo había pensado yo- le dije -Tal vez no se me dé tan bien su uso como al resto de mi gente…- dije, refiriéndome a los elfos con los que había vivido en mi mundo con lo de “mi gente” -Pero he vivido toda mi vida entre armas y armaduras, y si algo destaca entre ellas son los arcos y las flechas, por lo que estaría bien compararlas- le dije -Quien sabe… tal vez incluso haya algo que valga la pena- añadí.

Los compañeros llegan junto a una tienda que vende equipamiento de cazadores, lo que incluye arcos y ballestas. Parece que aunque la mayoría de sus artículos están orientados a la supervivencia y la caza, como buenas ropas impermeables o trampas para animales, también le hacen su 'buen hueco' a las ballestas, los arcos y sus proyectiles. A pesar de ser una tienda cuya principal clientela parecen cazadores, al menos la mitad de arcos y flechas están diseñados para la guerra, a juzgar por las puntas de los proyectiles, y la fuerza de los arcos. 
La calidad del material 'de guerra' es buena, y aunque funcional le falla la estética. Osellë echará de menos decoraciones esmeradas y detallistas en los arcos y sus fundas, aunque si los prueba, reconocerá que funcionan tal y como se espera de cualquier arco élfico de su tierra... Aunque pueda costale verbalizar esa apreciación. Las flechas están particularmente afiladas.
Mólor es mucho menos experto en tales asuntos, pero podrá reconocer más bien el estilo sobrio y funcional típico de los humanos, incluso de los enanos, que el de los elfos en las ballestas. Parecen muy sólidas y capaces de aguantar una gran tensión, y por tanto disparar con mucha fuerza.

El dependiente es una medio elfa que aparenta unos veintitantos años, por lo que debe tener unos treinta, realmente. Luce un parche en el ojo izquierdo, y una cicatriz vertical puede verse tras de él.

Buenos días, señor y señorita, y bienvenidos. Me llamo Ardreth, ¿Puedo ayudarles en algo? Pregunta con una sonrisa. No es demasiado alta, incluso para ser una semielfa, ni parece en modo alguno curiosa, sorprendida o impresionada por vuestros atuendos o vuestro aspecto.

Asintiendo a las palabras de Mol, la elfa da un paso hacia delante con tal de adentrarse en aquella tienda y al ver que una joven muy preciosa es quien la recibe con un parche en el ojo, vislumbró un halo de sorpresa en su rostro que poco a poco se disipó al desviar la mirada hacia los arcos. - Buenos días, de momento estaremos mirando. -  responde Osellë en un tono amable mientras las yemas de sus dedos acarician la madera de los arcos. Los notaba rústicos, algo poco elaborados en cuestión de detalles y material, pero precisos al parecer. 

Saca uno del estante en donde se encontraban, no sin antes avisar a la joven. - Con su permiso, probaré la tensión. -  afirma al colocarlo en posición y tensar cada vez más, no se veía nada mal como así tampoco costaba usarlo. Ya observando al detalle, se percata de que Mol estaba con ella mientras se perdía entre aquellas armas a distancia que tanto le gustan. - Lo siento, es mucha la curiosidad que me genera la elaboración de estos arcos. -  se explica al encogerse de hombros, dejando el arco en su lugar mientras revisa las flechas con precisión desde el filo hasta la forma y el peso. 

- ¿Cual es el precio del arco y un carcaj completo de estas flechas? -  pregunta ya reflejando interés, no pensaba comprar el arco pero al menos estar al tanto de los valores. 

Ardreth asintió cuando Osellë le preguntó si podía probar los arcos, tranquila con que estaría conforme con su calidad.

A la pregunta sobre el precio, salió del mostrador para indicarla los distintos precios.

Varían mucho, pero supongo que busca un arco de guerra, o al menos uno tan bueno como el que lleva. Los más sencillos a partir de 60, y sin ser mágicos, hasta 450. Luego ya tengo un par de arcos mágicos, pero hablamos de unas 1800 monedas de oro.
En cuanto a la munición, tengo puntas de guerra normales, por 20 monedas el carcaj, y... tengo unas puntas especiales. Coge una flecha y muestra la punta, de forma aserrada y con un tono mate peculiar. Son las que habían llamado la atención antes, las afiladas. El material es una aleación de metales que la hace muy eficaz contra armaduras y pieles duras, como escamas gruesas o el pellejo de un ogro. Yo misma las he probado contra armaduras de cuero y las traspasa como si fueran pergamino. La sierra hace que sacársela provoque una herida más grave aún, y el simple movimiento con ella clavada agrave la herida.  Le da la vuelta y muestra el penacho. Como en todo lo demás, la estética queda en segundo plano frente a la funcionalidad. El penacho no es de pluma, si no de mimbre. Pesa un poco más y lleva más trabajo hacerlo, pero aunque el alcance es algo menor, el equilibrio es mejor. Estas las vendo a 5 por flecha, pero si te llevas un carcaj de 20, te regalo el carcaj y te las dejo a 90.

Al entrar en la tienda no pude evitar sorprenderme por un instante al ver a la dependienta, pues al fin y al cabo, aunque existían, los semielfos no eran nada comunes en el bosque de Erethor. Dicho esto, no quería ofender a la dueña, por lo que rápidamente desvié mi atención hacia las estanterías y paredes llenas con equipamiento variado, incluyendo arcos y ballestas de todo tipo.

Parece similar a lo que podría encontrar en mi mundo… aunque mucho menos desgastado, eso si- me dije mientras observaba las ballestas y el equipamiento de supervivencia y caza.

¿Y los precios de los virotes y las ballestas?- le pregunté a la vendedora cuando terminó de contestarle a Osellë. No es que tuviese intención de adquirir una ballesta, especialmente después que mi visita a la biblioteca prácticamente hubiese acabado con todo el dinero que nos habían dado como agradecimiento por ayudar cuando apareció la mujer-monstruo, pero nunca estaba de más conocer los precios de las cosas.