Partida Rol por web

Yaril·la estaba de bastante buen humor a esas alturas, incluso sonreía sola a ratos, probablemente fuera gran responsable el alcohol. Cuando Mól extendió la mano, la miró un poco, y sonrió. Entonces la cogió y se levantó. Estuvieron bailando un rato, temas animados, incluso alguna tonada más cercana incluso. 

Aguantó un ratito más del esperado por Mólor, hasta que el bullicio empezó a hacerle mella y quiso salir del local un rato. Recogió la espada y el escudo y salieron a un banco de la calle junto al local. Era un banco de madera con respaldo, y el jaleo se oía de fondo, aún se podía disfrutar de la música pero con más calma. Se había estado frotando las sienes, quizá el dolor de cabeza había vuelto.

No quería ser el centro de atención, por lo que dejó la espada y el escudo detrás del banco, y ambos pasaban por una parejita cualquiera.

Me due-e caea. Sacudió la cabeza un poco. Lueo vao ota ve... Si?

Parecía algo incordiada por el dolor de cabeza, pero no parecía querer que la cosa decayera demasiado.

Varken paseaba tranquilo por el bosque, aunque parecía estar más acostumbrado a recorrerlos vigilante y atento, como si apenas se hubiera parado a contemplar su belleza por el mero placer de hacerlo.

Aquellos bosques eran antiguos, pero no vírgenes. Los campos se extendían muy lejos más allá de Velen, y más allá continuaba un camino al este con posadas ocasionales que se adentraba en la espesura. Como Varken indicó, luego de unas cuantas horas de camino se llegaba a una intersección que comunicaba con el Camino del Comercio, que iba de norte a sur, pero los dos paseantes no seguían aquél camino, si no que disfrutaban de la belleza de lo que había más allá de las líneas de árboles que lo flanqueaban.

Bueno... Uno puede acostumbrarse a cualquier tierra... supongo. He oído que a los elfos, como viven más, y a veces llevan siglos en un lugar, les cuesta décadas acostumbrarse a un lugar nuevo... pero supongo que depende de la voluntad y el interés... y lo que hubiera en el lugar que dejaste.

La miró a los ojos mientras sorteaba torpemente raíces y arbustos.

¿Se ve adaptándose fácilmente a esto? Este bosque tiene varios clanes de elfos que viven apartados de los humanos, aunque la mayoría comercian y se relacionan, -creo-... Quizá podría encontrar un lugar en este bosque, si lo que hay ahí fuera no le convence.

Sonriendo al ver que Yaril·la aceptaba mi invitación a bailar, fui con ella hasta la zona de baile, donde pude disfrutar de más bailes de los que pensaba que estaría dispuesta a dar, algunos animados, otros algo más movidos, e incluso alguno que otro algo más lento y cercano, lo cual me permitió disfrutar de otras cosas además del mero placer de bailar con una mujer hermosa.

Sin embargo, al rato, empecé a notar a Yaril·la algo… ¿incomoda? ¿fastidiada?... y no tardó mucho en hacerme un gesto para que saliésemos del local, sentándonos en un banco fuera donde empezó a masajearse la cabeza con algún que otro gesto de dolor. Al parecer, el bullicio y la música habían reavivado su dolor de cabeza, algo que no tardó en confirmarme ella misma.

Luego... ¿otra vez a bailar?- dije, respondiendo a su pregunta con otra pregunta -¿Contigo?- añadí como si me lo estuviese pensando -Las veces quieras- añadí con una sonrisa, viendo que a pesar del dolor de cabeza, no parecía que su ánimo hubiese decaído demasiado -¿Puedo?- le pregunté, ofreciéndome a masajearle un poco la cabeza para ver si la ayudaba con el dolor. Al fin y al cabo, siempre era más fácil relajarse si el masaje te lo daba otro que si te lo tenías que dar tú mismo.

Yari asintió cuando preguntó si se refería a bailar, y sonrió cuando hizo como que se lo pensaba. Al resolverse, le dio un golpecito en el hombro. 

Mólor se ofreció a masajearle la cabeza y Yaril·la lo pensó un poco. Finalmente accedió y asintió. Intentó contarle algo mientras Mólor se encargaba de sus sienes. No se la entendía mucho, estaba hablando de algún baile y borrachera en otra parte, como explicando alguna anécdota, cuando pasaron tres tipos amnianos, marineros por sus pintas, pues llevaban los colores de Amn, aunque no las armaduras ni las armas.

El primero era un repeinado con cara de capullo y de dárselas de guapo, el segundo un matón de segunda metido a marinero, y el tercero un semiorco... no demasiado grande para ser un semiorco.

El matón pasó por el lado cuando Yaril·la balbuceaba y se trababa hablando, y quizá por llevar algunas copas de más, no pudo reprimir su lengua.
¡Joder tío llévatela ya al catre, que ya la tienes bastante borracha! JuaJuaJuaJua!!

El semiorco le siguió la carcajada, y el chulito, que iba algo más adelantado, se detuvo y se giró a unirse. Viéndose apoyado, el listillo continuó hablando, aunque para entonces Mól pudo notar la tensión y la 'vibración' de Yaril·la mientras se contenía... o se pensaba si contenerse.
¿Qué le has dado macho? Tal y como está se te va a dormir y tó JuaJuaJuaJuaJua!!

Yari abrió los ojos, apartó las manos de Mól con suavidad y se levantó aguantando la respiración, mirándole a los ojos.

¡¡Anda, si se tiene en pie!! ¿Es qu'es muda o monga?

Las risas no cesaron cuando Yari, de pie frente al tipo, empezó a mover el cuello de un lado a otro, luego los hombros adelante y atrás, y después los brazos, haciendo una especie de breve calentamiento.

El semiorco espetó.
Monga, definitivamente!! Jojojojojojo!!

El guaperas se echó una mano a la cara apenas pudiendo contenerse.
¿Pero qué cojones hace??

Yari respondió como pudo cuando terminó el calentamiento, mientras descubría su medallón
Ca-caen ta-tami tami-en to.

Los tipos habían quedado de piedra al ver el medallón que sacaba, unos por la sorpresa, pero el matón por la mirada que debía estar echándole Yaril·la, ya desatada. ^{_{-Y probablemente con muchas ganas de desahogarse con alguien Tempus style-}}

El primer puñetazo no lo vio venir. El crujido probablemente tuvo más que ver don los dientes que con la nariz, pero el tipo tuvo que trastabillar para no caer al suelo.

Enseguida sus compañeros se lanzaron a por la sacerdotisa, que recibió al semiorco con un puñetazo igual de bruto, mientras comenzaba a gritar, 'aligerando' la rabia, que cargaba en sus nudillos, ésta vez contra un costado de la barbilla. El semiorco gritó y devolvió un puñetazo salvaje contra la clérigo, que interpuso el codo entre los nudillos del mestizo y su costillar o seno. 
El chulito la rodeó para atacarla por el lado, pero aún así no pudo acertarla, pues desvió el puñetazo con el otro brazo, lo que hizo que quedara descubierta contra el matón de segunda, que le dio una patada en el muslo.

El estar en medio de los Bosques y apreciar el intenso aroma de la corteza en conjunción con el sonido del viento sobre las hojas, me daba paz. Una que carecía por completo, pese a estar en el lugar que por naturaleza me queda perfecto, fue imposible apreciar tanta belleza en mi Tierra luego de que los Noldor perdieran la razón por los Silmarillis. Años de guerra, de escapar y buscar refugio con una maldición a cuesta, te llevan a sumirte en la más profunda oscuridad por mera supervivencia, olvidándote de lo que en verdad importa. 

- Me gusta este lugar, pero no iría a vivir con los elfos porque me gustaría estar cerca de ti. He vivido demasiado entre mis pares y no ha sido para nada gratificante, ahora que tengo una nueva oportunidad no quisiera desperdiciarla repitiendo la misma historia. No cuando mi interés está puesto en un edaín. -  confieso un tanto avergonzada, quizás era una locura y se consideraría como tal. Pero si Luthien encontró el amor en un humano... -¿Por qué yo no? ¿Qué tan malo sería? -  me pregunté al morder mi labio, nerviosa y quizás confundida más de la cuenta. Varken era un hombre que vivía para luchar, alguien que dedicó su vida a cada batalla donde la sangre se derramó siempre a un precio. ¿Qué haría yo con alguien así? ¿Seguir su camino? - cuestiono al contemplar su rostro, puesto que todos necesitamos un minuto de felicidad y no vivir por un destino incierto del cual no sabes si saldrás vivo en la última batalla. 

Varken quedó perplejo mirando a Osellë tras sus palabras. Un poco boquiabierto y sin saber qué hacer o a dónde mirar. Él mismo se ruborizó un poco y tardó unos segundos en hablar, cuando acabó de tragar saliva.

No podría sentirme más halagado aunque se me apareciese la Señora de la Estrategia y me regalase su espada, señorita... Reunió fuerzas para mirarla. Sonreía, pero estaba bastante cohibido.

Pero me pregunto qué clase de vida puedo darle yo a alguien inmortal, cuando si es que los dioses son benévolos -y han de serlo mucho con un soldado-, apenas viviré cinco décadas, y estaré marchito en tres, y mi vida me llevará a menudo lejos, a las mismas guerras de las que desea escapar. Sin duda, Varken no daba puntada sin hilo, y pensaba las consecuencias de cada cosa que hacía o veía hacer.

¿Ha... pensado bien en eso? P-porque si es así... estaría encantado...

Varken desvió la mirada, muy sonrojado a esas alturas.

Sûl no tenía ni idea de porqué los dos hablaban bajito, se habían puesto colorados y se habían parado, por lo que no dejaba de mirar a una y a otro.

Su rubor fue percibido en algún momento donde me atreví a mirarlo detenidamente, así fuese por unos breves segundos. En parte me sentía halagada no por sus palabras, sino por los gestos que reflejan quizás un sentir compartido pese a toda realidad que ensombrece un futuro difícil para los dos. - Gracias, Varken.-  manifiesto un tanto avergonzada, no estaba muy acostumbrada a ese tipo de halagos. 

- Lucharemos juntos y no me separaré de ti si fuese necesario. Siento mucho que mi inmortalidad pueda parecer una barrera entre los dos, aunque no es un obstáculo. He vivido demasiado, tanto que el sabor amargo aún no puedo quitármelo y por más que sean algunas décadas las que tengamos por delante puedo asegurarte que serán felices al menos de mi parte. -  confieso un tanto inundada por la timidez, era la primera vez que decía algo semejante a un hombre dado que jamás el amor había golpeado a mi puerta. 

Luego al escuchar que le encantaría, rápidamente se acercó hacia donde se encontraba aquel soldado con la intención de rodear sobre su cuello los brazos. - Claro que quiero. - afirmo esbozando una media sonrisa, perdiéndome en la profundidad de su mirada inundada por la felicidad del momento y las confesiones que surgieron con el paseo. 

Por su parte Sul, decide girar tras contemplar aquel acercamiento, evitando ver lo que allí acontece. 

^Musica

Varken recibió el abrazo sin saber demasiado bien cómo podía la suerte haberle sonreído tanto, y él mismo abrazó a Osellë a la altura de la cintura, acercándola a él.

Aún no sé qué cree haber visto en mi... pero no la decepcionaré

Sonrió para sí y le dio un dulce beso en los labios, breve, pero en el que se pudo notar su ansia de más, y casi oírse galopando el corazón en el pecho del caballero.
Me... siento bendito. Me aseguraré de que nada malo te suceda... y que esa felicidad podamos compartirla. Sonriente, acarició su mejilla con la diestra, mientras hacía lo propio en la espalda con la zurda.

Sûl gruñó y se perdió entre los matorrales.

¡Auch!- dije, fingiendo un exagerado gesto de dolor tras su golpe -Pensaba que ya te habías cansado de golpearme por hoy- añadí con una sonrisa, mientras me levantaba para empezar a masajearle la cabeza. Bien fuese porque el masaje estaba siendo efectivo, porque el alcohol le había soltado la lengua a pesar de su evidente limitación, o simplemente porque aún estaba bastante animada, empezó a contarme una anécdota, o algo por el estilo, pues tampoco es que la entendiese demasiado… pero bueno, mientras se divirtiese y no pensase en su situación, estaba bien. Hasta que llegó aquel trío de inútiles.

Maldita sea, ¿que en este mundo todos interrumpen a la mínima oportunidad?- me pregunté cuando el primero de ellos abrió la boca, lo cual no fue sino el comienzo de risas y burlas por su parte, todas dirigidas a Yaril·la. No necesitaba verla para saber que la tensión en ella estaba subiendo, parecía estar luchando entre contenerse o liberarse de mis manos para lanzarse sobre ellos.

Al principio intenté frenarla, bajé mis manos a sus hombros como diciéndole que no valían la pena, pero los imbéciles aquellos no supieron cuando parar, así que cuando se levantó, dejé que me apartase las manos sin intentar detenerla ya.

Bienvenidos a vuestro funeral- pensé mientras veía como se reían sin saber la que se les venía encima mientras Yaril·la empezaba a calentar. Claro que las risas se cortaron en seco cuando esta sacó su medallón, mostrándoselo. Antes de que pudiesen reaccionar el primer tipo ya se encontraba escupiendo sangre a consecuencia del puñetazo de Yaril·la.

Los golpes empezaron a volar entre ella y los tres inútiles, pero aunque definitivamente llevaba las de ganar, tres oponentes a la vez no eran algo con lo que se pudiese lidiar fácilmente, ni siquiera ella… aunque claro, yo no tenía intención de dejar que pelease sola.

¡Oye!- grité al ver como uno de los inútiles lograba un golpe limpio contra Yaril·la -¿Nadie te ha dicho que esa no es forma de tratar a una dama?- le dije al mismo tiempo que me acercaba por detrás y le propinaba un fuerte golpe en el costado aprovechando que no se lo esperaba y retirándome antes de que él o sus compañeros pudiesen girarse para devolvérmelo.

La sensación de sentirse cobijado entre los brazos de aquel hombre, generó un efecto hipnótico en Osellë. Posiblemente porque jamás en su vida, ni siquiera con su mejo amigo, había sentido algo semejante a lo que ahora estaba viviendo. Por esa razón, en cuanto los labios de Varken se unieron con los suyos a través de un efímero beso tan sentido y especial, la elfa sin pensarlo demasiado se aferró más al soldado con tal de regalar otro beso más profundo e intenso. 

Y cuando al fin aquellos labios se separaron para tomar un respiro, sintiendo el ligero cosquilleo del mismo contacto, una sonrisa se dibuja en Osellë. - Sólo disfrutemos de esto, ya el destino nos acomodará las cosas y podremos organizar nuestra vida juntos. Nada será fácil, pero no te preocupes dado que no estarás más solo. -  expresa al mirarlo detenidamente a los ojos y perderse en aquella mirada que quizás decía más que sus palabras. 

Hasta que el gruñido de Sul y su retiro inmediato, logra distraer a la elfa que abrazada a Varken no tenía intención de soltarse. - Ja, está celoso. -  comenta entre risas, ya hablaré con mi lobo porque tendrá que acostumbrarse a la idea de que seremos tres no dos. 

Varken disfrutó el beso recibido incluso más que el que dio antes, conteniendo la respiración y apegando a la hermosa elfa contra él incluso un poco más.

Cuando se miraron, la acarició el cabello, ordenándoselo con la mano cariñosamente.

Bueno... Ay, con lo que me gusta a mi tener las cosas previstas... Sonrió y le dio un beso en la frente. Me encantará viajar contigo... a donde nos lleve la vida. Su...pongo que tendré que pedir traslado del Castillo Asta de Dragón... Ese no es un buen lugar para tener una vida tranquila, jejeje... Quizá... Quizá de donde viene la Guardiana, allí es una tierra llena de bosques antiguos y hermosos, y hay una Abadía, y....

La miró.

Creo que ya estoy planeando demasiado... Dijo con vergüenza. Disculpa Rió un poquito, y acariciándola los hombros le dio otro suave beso. Cuando conozcas más este mundo, decidiremos juntos a dónde ir... ¿Te parece? Miró hacia donde se fue Sûl. Uno donde también Sûl esté a gusto, jejeje...

Para sorpresa de Mólor, la expresión de Yaril·la no era de pura rabia... era rabia mezclada con diversión. Seguía 'interesada' en primer lugar en el bocazas. Cubriéndose los costados, se centró en él, mientras se movía a un lado y a otro, con el medallón de plata bricando en su pecho. Cuando el tipo gruñó por el golpe de Mólor, aprovechó para descargar con un grito toda la fuerza del puño, lanzándose hacia adelante para golpearle en el ojo derecho. El tipo casi cae sobre Mólor, pero no sin antes dar una patada en la rodilla a la guerrera. 
Los otros dos tipos aprovechan bien la distracción, y el guaperas da un puñetazo en el costado derecho cuando suelta el puño contra su colega. El semiorco es aún más eficaz y pega un potente puñetazo en el pómulo izquierdo a Yaril·la, que gira inevitablemente la cabeza por la inercia del golpe.
El guaperas intenta de nuevo golpear en el mismo costado, tratando de 'doblar' a Yari para que sea una presa fácil, pero contra todo pronóstico, a pesar de la paliza que está recibiendo, la mujer reacciona como si nada y desvía el puño con el codo derecho al bajarlo. El matón le golpea de refilón bajo el pecho derecho, justo antes de llevarse un gancho que lo deja en el suelo tras levantarlo unos centímetros del pavimento.
GRAAAAAAAAA!!!!!!!!!

Gritó Yaril·la, y de inmediato se llevó un puñetazo aún más fuerte que el anterior del semiorco. Habiendo acudido a su descerebrada herencia, el tiparraco apenas se defendía, pero sus golpes empezaban a ser bastante más duros. De nuevo le dio en la cara, en la ceja izquierda esta vez.

Parece que se divierte- pensé al ver la expresión de Yaril·la, casi alegrándome por la llegada de los tres inútiles esos. Al fin y al cabo, si necesitaba dar unos cuantos golpes para relajarse, prefería darlos junto a ella antes que recibirlos… y por desgracia para el trio, dar golpes era algo que a la sacerdotisa se le daba bastante bien.

Mi golpe al costado del inútil de lengua suelta permitió que Yaril·la le propinase un buen golpe, lo cual a su vez desencadenó otra lluvia de golpes entre ella y que acabó con el bocazas “durmiendo” en el suelo, el guaperas saltando de un lado al otro, el semi-orco soltando puñetazos sin molestarse en esquivar los de Yaril·la, y esta bastante golpeada pero aun capaz de plantarles cara sin ayuda. Lo cual no quería decir que no fuese a dársela, claro está.

De verdad, deberíais mejorar vuestros modales- dije al tiempo que me acercaba por la espalda del grandullón y le daba una patada parte trasera de la rodilla para obligarle a bajar su cara a la altura de mi puño -No es de buena educación darle la espada a la gente- dije con una sonrisa mientras le soltaba un puñetazo en plena mandíbula antes de intentar alejarme de nuevo del alcance de sus puños.

La sensación de aquel beso resultó ser delicioso y en el fondo Osellë era muy consciente de que podía estar mil horas de esa forma mientras sueña un futuro junto a él. No le importaba escuchar como Varken comienza a construir los cimientos de una relación que hoy había despertado, incluso cuando ella era una extraña en esta tierra que le brindaba una nueva oportunidad. 

-Sigue... Me encanta. - responde al rozar sus labios con los suyos a modo de caricia mientras se perdía una y otra vez en el mar profundo de su mirar, completamente alegre y radiante, como nunca antes lo había estado desde que vio el mundo por primera vez. - Podemos ir a ese lugar, donde tu quieras. Más quisiera que vivamos juntos, sería bonito, pero no es mi deseo agobiarte con todo esto. - aclara en aquel melodioso tono de voz, sin despegarse del soldado cocreando en su mente una vida de a dos junto a Sul. 

Solo que el último comentario de Varken logró que Osellë suelte una pequeña carcajada, a sabiendas de que su lobo se encontraba en este preciso instante muy celoso por este encuentro. - Hay que darle tiempo, siempre fuimos dos y ahora seremos tres. Sul es muy inteligente, aún así le vendría bien un bosque o vivir en la cercanía del mismo para que pueda vagar libremente y no extrañar nuestra procedencia. -  se explica siempre con una sonrisa dibujada en su rostro, intercambiando algún que otro beso con palabras y viceversa. 

El semiorco se dobló con el golpe de Mólor, pero antes de que Yaril·la pudiera acabar con él con otro de sus puñetazos, el semiorco lo previó y le dio un salvajísimo puñetazo en el pecho izquierdo y las costillas, haciendo que gritase. El guaperas tampoco se cortó y le dio otro puñetazo en la espalda.

Lejos de amilanarse, Yaril·la volvió a preparar el golpe, y tras un breve brinco, cayó con toda la fuerza y el peso, poniendo los nudillos en las narices del semiorco, que rodó por el suelo, noqueadísimo. 

Mientras se giraba hacia el último que quedaba, el guaperas, éste la saludó con otro derechazo en la barbilla. Yari intentó un rodillazo en la entrepierna del guaperas, pero éste se apartó unos centímetros, en el último momento.

¡¡Joder con la tía esta!! Gritó al ver que aún con la vapuleada, no caía.

Mólor se puso a su espalda y siguió castigando costillas. El guaperas intentó alcanzar la cara de Yaril·la otra vez, pero por poco consigue que le hagan una trabanqueta y acabar en el suelo. La guerrera intentó un puñetazo a las costillas, pero quizá porque tenía la cara como un mapa a esas alturas no calculó bien y se quedó corta. 

El guaperas de pacotilla dio otro golpe a Yaril·la, intentando noquearla, pues aunque no fue un golpe durísimo, le acertó de nuevo en el ojo golpeado. Mólor seguía golpeando la espalda del tipo, pero aquél no era definitivamente su terreno.

El tipo vio llegar otro golpe de Yari, dándole en el vientre pero recibiendo él mismo el puñetazo en la cara, que no pudo esquivar. Cuando el tipo intentó darle a Yari de nuevo, se montó una especie de batiburrillo en el que al final nadie acabó haciéndose daño... Que acabó cuando Mól volvió a colocarle otro golpe en las costillas, detrás.

El guaperas volvió a tocar a Yaril·la con otro golpe en el hombro que la hizo girarse. Aprovechando su propio impulso más ese, la guerrera colocó un gancho en la mandíbula al tipo insoportable. Para cuando él quiso responder de nuevo, la guerrera le agarró la cabeza y le golpeó en la nariz con la frente, con una violencia inusitada y un grito rabioso.

En cuanto los tres estuvieron en el suelo, enderezó la espalda con una mueca de dolor, mezclada con una sonrisa de satisfacción y diversión. Antes de desplomarse sentada en el banco, con los brazos apoyados en el respaldo y la cara hecha un mapa, 'pasó' por encima del bocazas, pisándole con fuerza los testículos con el talón. Mientras se tocaba la cara, sonreía al ver cómo se retorcía en el suelo en posición fetal.

Levantó el pulgar a Mólor y puso la palma de la mano en vertical, esperando que chocase esos cinco.

Ya era hora- pensé cuando finalmente el último de los inútiles acabó besando el suelo, acercándome al banco donde Yaril·la se había dejado caer… y pateando “accidentalmente” la cara del guaperas por el camino.

Lo siento, no te he visto- le dije a modo de “disculpa”… aunque era evidente que no estaba en condiciones de escucharla -Me alegro que te hayas divertido- le dije a Yaril·la mientras chocaba su mano -Espero que no te molestase que haya intentado quitarte algo de diversión… aunque tampoco es que haya hecho demasiado, la verdad- añadí mientras me inclinaba para observarla de más cerca -Eso tiene mala pinta- le dije, tocando el borde del corte que tenía en la ceja para asegurarse de que no era demasiado profundo -Me da que para esto no sirven los masajes- bromeé.

Varken sonreía acariciando la espalda de Osellë.
Creo que ese será un buen lugar... pero todo se andará. Tras contemplar sus ojos un poco más, dio un enésimo beso a la elfa, que, incluso en mitad del beso, pudo escuchar un furtivo movimiento del follaje de las hojas de los árboles, arriba en las copas.

Varken no parecía haberse percatado.

Yaril·la parecía súbitamente relajada, con los ojos cerrados y una delgada sonrisa. Se lamió un momento un corte en el labio, e hizo a Mólor un gesto para que no se preocupase y continuara donde lo habían dejado.

Nah... Ella mientras tanto se acariciaba los nudillos heridos. N-nece-n-nece-s-sit-ta-taba... Mantuvo la sonrisa a pesar de todo, y le miró de reojo un momento. 

En realidad de había llevado una buena paliza, así que probablemente se estaba haciendo la dura ante Mól. Por muy Guardiana que fuera, eso debía de doler bastante.

A pesar de su gesto de que podíamos seguir como si nada, miré con cierta desconfianza a Yaril·la, pues por acostumbrada que estuviese a las peleas, la verdad es que no se había llevado precisamente pocos golpes, y aunque no se quejase, estaba seguro de que en realidad le dolían bastante.

Claro que por otra parte, seguro que se molesta si lo menciono- pensé al ver como se hacía la fuerte.

Supongo que cada uno se relaja a su manera- le dije, encogiendome de hombros al entender que lo que había dicho era que necesitaba golpear a alguien… y alegrándome por no haber sido yo el que recibiese los golpes -Aunque yo suelo preferir otras formas...- añadí bromeando y con una sonrisa pícara.