Partida Rol por web

Cuando el alcalde se ha marchado con sus matones vuelvo con una sonrisa de entre la multitud dando una suave palmada a Cataria en la espalda en modo de aprobación por su acto de valentía y estupidez digna de mi. Waldo y el clérigo es mas normal que se atrevan a enfrentarse al alcalde pero ella sin embargo tiene que perder mucho mas que ellos.

Bien hecho preciosa, me has sorprendido mucho. Tras la felicitación a la maga me dirijo al resto del grupo, nos viene bien completar lo que nos falta de equipo primero antes de salir, comida tengo para dos días ya y yo por lo menos puedo permitirme dejarla para lo último.

Lo que mas me inquieta es el repentino cambio de actitud publica de ese viejo elfo que no deja de perseguirme y me regaña cuando puede, desconozco porque lo hace pero no me parece mal que lo haga mientras logre descubrir la razón algún día...

El puto cobarde del alcalde huye como una rata con el rabo entre las piernas. A Waldo le hubiera encantado partirle la cara al hinchado y su séquito.

- ¿Pero piensas comprar algo Akka o sólo cogerlo? - dice socarronamente el grandullón - aunque bien pensado no sé por que tengo que gastarme monedas para ir contra el ogro, mientras nadie ha tenido huevos para hacerlo ¡Nos tendrían que dar las cosas!

Waldo preparó sus pocas pertenencias y se dispuso ha ir de compras, aunque aún no tenía claro que haría falta para matar a un ogro.

Vamos a una cueva y vamos a necesitar suficiente iluminación como dijo Cataria, también necesitamos cuerda y yo por lo menos no tengo cuerda ni antorchas. Si nos retrasamos fuego para la noche y además de que es probable que no podamos volver al pueblo sin que nos persigan, el alcalde y sus matones no nos va dejar volver por las buenas.

En caso que volvamos necesito comprar antes unas cosillas para proteger nuestros intereses y sacar algunas monedas para situaciones extremas. Todos sabemos que cuando terminemos con el ogro el alcalde nos va esperar con sus guardias. Aclaro a Waldo tratando de exponer mi punto de vista a todos.

- Sois unos insurgentes admirables, amigos - dice enigmático, no parece haberse dolido por el comentario del alcalde - sed justos con el oro si lo devolvéis a la gente no creo que tengan problema en abastecernos, prestarnos o incluso regalarnos algún arma - el elfo llevaba décadas en aquel pueblo, sería una alegría no tener que desprenderse de una cantidad ahorrada tan importante - hace años aprendí de aquellos enanos que las mejores herramientas en una cueva son un pico y una pala. Sería prudente que llevaráis unas. ¿para cuántos días de viaje necesitamos comida?

Agradeció a Akka su felicitación con un gesto cariñoso en el hombro de su colega, la soledad de estar en la calle cada día hacía que los pocos amigos que labrabas fueran buenos amigos. 

- Voy a ir a visitar a Aebon, a ver que cosillas tiene pero cuerda, antorchas y yesca y pedernal podrían ser necesarias. Tengo buenas raciones de comida para 5 días, no creo que necesitemos más y si es así estoy segura que el arco del elfo nos puede proveer de carne fresca por el camino. - se quedó pensativa, ella podía hacer fuego pero el cansancio era el peor enemigo de un mago así que tener una buena yesca no estaría de más. 

- Akka, a lo mejor te vendría bien conseguir algo de veneno para adornar esa bonita daga. No sabemos que compañía va a tener el ogro y cualquier ayuda puede ser buena. Luego nos ocuparemos de que los pequeños se queden con buenos suministros, no me olvido de ello.- le devolvió una sonrisa para que viera que no se olvidaba de él ni de su plan para lograr unas monedillas y dicho lo cual se dirigió al puesto de Aebon, a ver que le podía sacar al hombre, si es que tenía ganas de ayudarles con su misión. 

- ¡Ah! - exclamó cuando ya se encaminaba al puesto del hombre - Tengamos por buen seguro que ese alcalde nos estará esperando a nuestro regreso. El ogro esconde demasiadas monedas en esa guarida como para que un ladrón así no este deseando ser el primero en "ir a contarlas".- Era mas un pensamiento que una advertencia, pero lo dijo en alto para que ella misma no lo olvidara a su regreso. Y de nuevo siguió su camino hacia el puesto de Aebon, no quería que se les echara la noche encima. 

- Cataria, coge algunas raciones y una cuerda también para mi - digo tendiéndole 9 monedas de oro - daré una vuelta por el pueblo mientras compráis.

- !Claro! - cogió las monedas que le daba el elfo y se quedó unos segundos esperando por si alguien más quería que le comprara algo. 

- ¿Un pico y una pala? Vamos a matar a un ogro no ha picar carbón, ese gigantón no va a esperar en su cueva a que piquemos la puerta - estos elfos tienen una manera de pensar un poco rara - pues habrá que comprar más antorchas, una buena cadena por si cogemos vivo a ese cabrón, abrojos, y quizás algo de humo por si no quiere salir de su cueva.

Cataria se ofreció para hacer las compras, pero lo mismo ella sola no se bastaba.

- Yo te acompañare, seguro que esos comerciantes se animan para timar a una muchacha, yo los pondré en su sitio.

Los críos ya están atendidos, me he ocupado de eso ya. Casi siempre tengo una opción para ellos. Pero si quiero intentar conseguir ambas cosas hasta saber si me sobra algo tenéis que cubrir mi parte de vuestra compra y vosotros ir por parejas que no os encontréis ninguna sorpresa por el camino. Nos encontramos todos en la salida del pueblo. Tras lo cual escucho lo que tengan que decir antes de salir a mis tareas.

Waldo era un tío brusco, pero le caía bien y su compañía era mas que bienvenida.

- Pues, pongamos en marcha, el sol al caer nos indicará el camino al guarida del ogro y me gustaría aprovecharlo. - con la compañía del guerrero y sin saber bien si el clérigo necesitaba también algo del tendero, se puso en camino. 

Conforme despeja el cielo y avanza el sol matinal, las calles son un tumulto mayor de gente y ruido. Los cruces abarrotados te obligan a torcer tus pasos por intersecciones que conoces cómodamente tras el paso de los años. La congestión de los caminos estrechos e improvisados exige el máximo de tu atención y agilidad, si quieres evitar chocar con los campesinos y carros que por ellos circulan. Si no tuvieras tan presente el peligro de tu misión, hoy podría ser una mañana más. 

Con inesperado sobresalto, tus firmes pasos se ven súbitamente interrumpidos. Como si hubiera salido de la tierra maldita, una silueta mugrienta y encapuchada camina - ¿O levita...? - a tu encuentro. Los harapos se tambalean de forma extraña y errante; se yerguen y curvan en patrones irregulares, impredecibles. Dudas si bajo ellos hay algo humano. La calle está vacía y el aire extremadamente cargado.

— Permíteme que te haga saber qué soy. Mi nombre es Jevic. Otros me apodan otros nombres. Pero cómo me llamo no es lo importante. — No puedes ver su boca, pero tienes la impresión de que sus labios no se mueven. - ¿Si es que los tiene...? — Para ti soy una coincidencia. Una casualidad. Una oportunidad. Considéralo así, y no hagas preguntas. — Sus palabras serpentean por tus oídos hasta alcanzar el centro de tu mente.   

— Soy una transacción. Soy un regalo de parte de alguien. Alguien lejano. Superior. Poderoso. — Una fuerza sobrenatural te oprime el pecho. Sientes miedo. — Te ofrezco un intercambio. Un regalo por otro regalo. ¿Te atreves a corresponderlo? — De una de sus mangas raídas asoman los trozos de un viejo papiro. — El poder que en esta inscripción se contiene hará caer en desgracia a quien mal desees. Su sino será maldito. Su suerte será tu voluntad.  Este precioso poder será tuyo, solo a cambio de una gota de tu sangre. Decide rápido, y no dudes. — Dicho esto, la figura se sume en absoluto silencio, oculta en su naturaleza indescifrable.

Conforme despeja el cielo y avanza el sol matinal, las calles son un tumulto mayor de gente y ruido. Los cruces abarrotados te obligan a torcer tus pasos por intersecciones que conoces cómodamente tras el paso de los años. La congestión de los caminos estrechos e improvisados exige el máximo de tu atención y agilidad, si quieres evitar chocar con los campesinos y carros que por ellos circulan. Si no tuvieras tan presente el peligro de tu misión, hoy podría ser una mañana más. 

Al estrépito faenero del pueblo se junta el vocerío habitual de sus gentes. Ocupados y ensimismados en sus tareas, parecen todos hablar y nadie escuchar, cada conversación un solitario diálogo cuyas palabras se pierden sin respuesta. De todas ellas hay una mujer que capta tu atención: tu curiosidad te empuja a escucharla.

— ¡Atended a mis remedios probados, de la mano de la mejor boticaria del pueblo! ¡No lo digo yo, lo muestran los resultados! — La voz femenina acusa grave afonía. Probablemente lleva largo rato anunciándose. — ¡Bálsamos curativos, ungüentos milagrosos, bizmas listas para su aplique, emplastos reparadores, aceites multiusos! ¡Tan baratos que los regalo! ¡Nadie se ofrece ninguno? ¡No hay dolencia sin solución! — Los ojos de la delgada Ann buscan un posible cliente entre la multitud, cuando se encuentran con los tuyos.

Conforme despeja el cielo y avanza el sol matinal, las calles son un tumulto mayor de gente y ruido. Los cruces abarrotados os obligan a torcer los pasos por intersecciones que conocéis cómodamente tras el paso de los años. La congestión de los caminos estrechos e improvisados exige el máximo de vuestra atención y agilidad, evitando chocar con los campesinos y carros que por ellos circulan. Si no tuvierais tan presente el peligro de vuestra misión, hoy podría ser una mañana más. 

La plaza del mercado es un amasijo caótico de tiendas y puestos de propietarios, toldos y alfombras para los menos agraciados. Los que no tienen ni eso se dedican a deambular con sus bienes a la espalda o cargados sobre los lomos de un viejo animal. El espacio se agota pero los que dependen de la venta para comer saben hacerse un sitio, por improvisado que sea. El influjo de personas es constante: más de curiosos que de compradores, pues en los tiempos que corren el oro es una verdadera escasez. Los vendedores compiten a verdaderos gritos para robar vuestra atención y, con ella, todas las monedas de las que queráis desprenderos.

— ¡El trabajo regenera al hombre! — Exclama repleto de ímpetu un sudoroso herrero. — ¡Y yo no puedo permanecer más tiempo quieto, la fragua está lista! — Se asoma y, sabiendo ser oportuno, llama la atención de Waldo. — ¡Eh, tú, mozo! ¿A eso llamas arma? ¡Perdona que me ría! — Simula una risa falsa entre toses. — ¡Puedo verlo desde aquí! ¡Ese filo no vale ni para cortar mantequilla! ¿Piensas talar un árbol con ese serrucho? ¡Lo llevas claro! — Su humor fácil y abusón desata las risas de algunos viandantes. 

— Mira, hoy tengo un buen día. Trae para acá ese espadón maltratado. — Hace señas con la mano. — Entre yo y mi aprendiz haremos de esa baratija un instrumento digno de guerra. ¡30 monedas, y el trabajo está listo en dos horas! ¡Ni te lo pienses! ¡Ni tú mismo la reconocerás! — El hombre se va en busca de su martillo, como dando el trato por sellado.

- Buenos días, comienzas bien de mañana a vender tus remedios... quizá los campesinos te busquen dentro de unas horas si se han herido por accidente o les ha aquejado alguna dolencia... - digo mirándola a ella tratando de reconocer algo en la mercancía por el olor.

Es el momento de hacer mi tarea, la que se supone que debo hacer yo en el grupo pero las calles están abarrotadas como de costumbre, si no fuera por la prisa que tengo no me preocuparía lo mas mínimo. La interrupción de una figura salida como de la nada y que no he podido ficharme siquiera de donde apareció parece a primera vista algún tipo de presencia mágica o divina, no soy expertos en ambos campos pero que su voz resuene en mi mente confirmando lo que parece mi teoría.

Me impacta la oferta que me hace aquella presencia, el miedo cala mis huesos de una forma extraña pero no es suficiente para que mi mente se bloquee del todo. A la vez que mi mente recibe la información de la oferta por defecto esta evalúa los riesgos y las ventajas de esta, como bien decía Derick jugar con los tratos de sangre con seres mágicos pueden suceder mil desgracias o mil bendiciones si lo haces a la entidad adecuada. Pero en este momento no puedo juzgar si es una entidad que se lleva mi alma o una que me mejore... aun así la decisión no tarda mas de unos segundos en producirse, tenemos dos enemigos simultáneos y poco tiempo para enfrentarnos a ellos y me la jugaré como otras tantas veces hice.

Sacando mi daga hago un muy ligero pinchazo para que salgan unas gotas de mi sangre arriesgándome a pactar con la figura, adelante estoy listo, afirmo plenamente convencido de mi decisión.

Tus sentidos élficos te revelan, para tu sorpresa, una combinación de ingredientes compatible y eficaz. Reconoces en las mezclas aromas de aceite, vino y romero. Seguramente contengan sal también. No pueden considerarse la obra de un genio, pero para ser trabajo de una campesina sin formación, el resultado es bueno. Aplicar la amalgama sobre una herida sangrante detendría la hemorragia y aseguraría, con el tiempo, su curación.

Tu vista te permite contar hasta cinco ungüentos de características similares. La chica no aparta la mirada de ti, agradeciendo tus palabras y esperando ansiosa una oferta.