Partida Rol por web

Las nuevas demandas de Sheldor arrancan al mercader de su embelesamiento. — ¡De uno en uno, señores! ¡Está bien, diez vendajes quería usted? ¡Discúlpeme, cinco! — Aebon va corriendo de un lado para otro, temiendo tanto el no tener género suficiente para satisfacerlos cómo el mezclar los pedidos que le han hecho. El hombre, que quizás debería haber elegido otra profesión, es un lío viviente de cuerdas, antorchas, alimentos, enseres, gasas, lienzos y otros bártulos. 

Tropezando de un lado para otro y a punto de perder la paciencia, Aebon se reconforta pensando en que posiblemente ésta sea la mejor venta del día. — ¡De acuerdo! Todo lo de la chica sumó 10 monedas con mi descuento especial incluido, y todo lo del sacerdote sumará otros 10 si le aplico el mismo favor. ¡En total son 20 monedas de oro! ¡Cuidado, cuidado! — Una desordenada montaña de bienes cae a punto de aplastarles. No parece faltar nada. — ¡Ahí tienen todas sus cosas! ¿No irán a despreciármelas ahora, con todo lo que me ha costado reunirlas!

Por cierto, ¿como has conseguido estos productos?. No son para nada fáciles de conseguir. Conseguir venenos o ungüentos verdaderamente efectivos son un lujo en este lugar. Es más probable encontrar falsificaciones como los productos que yo mismo creo.

- Digamos que la gente del pueblo se vuelve algo más amable cuando les ofreces y no les quitas - el tono de voz de Nörsil es entre aliviado y divertido aunque apenas se vea en su rostro - creo que conviene que le guarde el secreto a la persona que me los ha procurado.

El elfo entonces cambia de tema:

- ¿no tienes miedo de no volver? ¿dejar vacía de padre la casa de los niños huérfanos?

- Mucho estáis pidiendo pero no sé como vais a llevarlo ¡Mercader un petate y todas las cosas esas necesarias para cocinar! Y una manta por si hace frío, vamos rápido.

Si me preocupa no volver, pero les enseño a ser lo más autosuficientes posible y tienen al mayor para trabajar en mi ausencia. Además que aunque no ganen suficiente tienen un plato de comida garantizado de momento. Respondo con sinceridad, la vida ahora es dura en el pueblo y si no cambiamos el pueblo no tengo un futuro que legar a esos niños.

Si no hago este trabajo los críos no tendrán un futuro y si tengo suerte reúno lo suficiente como para que no vuelvan a pasar hambre.¿Porqué has elegido unirte a la misión?, el ogro puede ser peligroso.

Nörsil inclina un poco la mirada, recordando:

- El ogro apareció en la comarca hace unos años, pocos para mi, quizá casi tanto como los que tu tengas, no se me da bien contarlos. Yo solo venía de paso y oí hablar de su llegada, en aquella época pensaban que sería una amenaza pasajera, que regresaría a sus montañas o se aburriría de la zona ya que el pueblo no rinde tanto como para criar mucho ganado... cambié mis planes y decidí quedarme veces tomo decisiones... por curiosidad o por intuición.

De forma un tanto más asuente, añade casi hablando para si mi mismo:

- Hubo una época en que los ogros eran abundantes en el mundo, y asediaban las llanuras y los bosques y tenían un rey que los mandaba... - su voz estan serena como grave, la campana del templo marca la hora y a su toque el elfo regresa al presente para mirarte a los ojos - pero eso fue hace mucho tiempo.

El astro rey avanza sin detenerse ante nada, como arrastrado por los carros de una deidad, recordando la fugacidad del tiempo. Todavía se aprecia una luz clara y apacible pero el ambiente es todo menos optimista. Es como si todo el pueblo hubiese acordado salir de inmediato y resolver sus asuntos no más tarde que hoy. Las calles abarrotadas comienzan a suponer un verdadero agobio. Solo de milagro los ágiles Akka y Nörsil consiguen llegar hasta la plaza del mercado.

La plaza es un lugar mucho más amplio pero tampoco libre de entropía. Ya saturada desde hace horas, en estos momentos se encuentra al límite de su capacidad, con docenas de mercaderes de todo tipo tratando de vender sus bienes a cualquier precio, más queriendo deshacerse de ellos que cerrar un buen trato. En ella se hacen un hueco Cataria, Sheldor y Waldo.

Los tres están hablando con Aebon, el Afortunado, un hombre vago y mujeriego que ha heredado el negocio de su padre y hasta ahora ha vivido cómodamente. Muy dado a la labia y menos al trabajo, negocia frente a sí un caótico cúmulo de objetos que no cesa de aumentar. Esforzando la memoria, hasta ahora podéis contar:

Pedido de Cataria (10 monedas, regateado 1 vez)

3 x Antorchas

2 x Cuerdas

1 x Yesca/Pedernal

2 x Raciones de viaje

Pedido de Sheldor (10 monedas, regateado 1 vez)

5 x Vendas, primeros auxilios

1 x Antorcha

1 x Cuerda

1 x Yesca/Pedernal

1 x Cantimplora

Pedido de Waldo [Completado] (15 monedas, regateado 1 vez, pagado a Tundar el Herrero)

1 x Espadón afilado

1 x Abrojos

1 x Utensilios de cocina

1 x Petate

La mujer no quiso discutir. Le parecía un trato justo 10 monedas por eso así que pagó con 3 monedas que le había dado antes el elfo y las otras 7 de su propio bolsillo.

- Gracias Aebon. - Escuchó a Waldo preguntar por bolsas, a ella le gustaba viajar ligera pero era cierto que empezaban a ser muchas cosas.- ¿Cuánto por una mochila? Toma, te doy 3 y me das todo esto con una mochila de viaje. 

No quería que pasara mas el día, ansiaba salir ya a por ese ogro así que ofreció las tres monedas para salir cuanto antes del Dundraville.

Al margen de Aebon y sus tratos con los demás, el fornido Tundar abandona su herrería y se adelanta hacia ellos, propinando empujones y codazos a aquellos que osan estorbar su paso. 

— Ciertamente tenéis agallas. ¿Sabes qué? Me caen bien los tipos como tú. — Señala a Waldo, con quien antes tuvo un encontronazo poco pacífico. — Pensaba que no era más que una pose, pero esto va en serio. A juzgar por todo lo que os lleváis, en verdad pensáis que podéis enfrentaros a un ogro. — Reconoce con una sonrisa de media boca, podría ser de orgullo o de burla. — Bueno, no es cosa mía cuestionaros, pero tengo algo por aquí puede servirte.

Con ambas manos, el herrero hace entrega a Waldo de una enorme cadena de acero. — ¡Si es demasiado pesada para ti, puedo acortarla! — Advierte a carcajadas. Los eslabones son mayormente de hierro fundido, viejo pero libre de óxido, enlazados a conciencia hasta alcanzar los cinco metros y con un extremo en forma de gancho. 

- ¿Habeis conseguido lo que necesitábais? Tomad he encontrado una herborista que me vendió ungüentos cicatrizantes - digo sacando los tarritos - conviene que cada uno lleve encima algo así... por lo que pueda pasar.

Miro a los ojos del elfo, a veces es fácil caer en la tentación de pensar que los tiempos pasados son mejores, pero podemos olvidar que cuanto mas vivamos en nuestro pasado o incluso en nuestro futuro menos vivimos nuestro presente.

Justo entonces encontramos algunos miembros del grupo, le sonrío al elfo avanzando tras mi reflexión sobre lo que parecen sus recuerdos y su nostalgia intentando ayudarle a afrontarla.

Hago un gesto gentil para agradecer las palabras de alivio del muchacho. No digo nada.

Catarina sonrió al herrero y con un gesto de cabeza agradeció el regalo que le había hecho a Waldo.

En cuanto hubo metido todo en su nueva mochila espero a sus compañeros y puso rumbo a las afueras del pueblo donde ya les esperaba el resto del grupo.

- Toma, lo que me pediste y las monedas de sobra. - dijo dando al elfo su cuerda, sus dos raciones de viaje, las 6 monedas restantes y una antorcha de regalo.  Y cogiendo el bálsamo de buena gana. - ¡Gracias!

 - Y esto para ti. - le dio otra antorcha más a Akka y la otra cuerda. Ninguno de ellos había ido al mercado así que les quería proveer a todos de luz y de herramientas para moverse por la cueva, ambos tenían aspecto de ser ágiles y lo aprovecharían mejor que ella. 

Gracias brujita, traemos cosas interesantes y me viene bien una mochila. ¿cuanto te costo?, pregunto con interés, cuando esta me responde le dedico una sonrisa y voy a comprar una.

- ¡Hare buen uso de esta cadena viejo! Puedo con ella y par más si hace falta.- enseguida llegó el elfo con un ungüento de esos de curar heridas - esto es cojonudo, si alguno recibe un golpe es fácil arreglarlo ¿entonces ya estamos todos?

Entras en el mismo establecimiento donde tus amigos estuvieron. No hay nadie. De golpe y porrazo, una puerta al fondo se abre bruscamente. Aparece Aebon, saliendo de un presunto almacén, aunque tú solo alcanzas a ver cúmulos de cosas desperdigadas. Cargado por encima de los hombros, el señor propietario no alcanza a verte; pasa por tu lado sin siquiera saludar. Conforme camina las cosas van cayéndole por los lados: ahora una cuerda de escalada, ahora un carcaj de flechas, ahora un rollo de vendas... 

Desastroso como es, Aebon ni repara en ello. Tus amigos han comprado tantas cosas que han dejado medio local vacío, y ahora se agobia intentando reponerlo, maldiciendo y agradeciendo a los dioses a la vez: primero por su desorden incorregible, segundo por la buena venta que ha hecho, algo que no ocurría desde que llegaron los problemas a Dundraville.  

Es la oportunidad perfecta de recuperar lo invertido por mis compañeros en su apestoso negocio, con sigilo y mientras el no puede pillarme porque está ocupado en si organización pillo todo lo que pueda sin hacer ruido de la tienda con especial interés en una mochila para llenar y marcharme antes de que vuelva y no pueda pillarme.

Nadie roba a mis amigos porque yo voy a devolver con gran devoción el favor al ladrón de mis amigos.