Partida Rol por web

Domingo, 18 de Enero de 1925. 09:00

La noche transcurrió sin incidentes y con normalidad, permitiendo a los huéspedes del Franklin un merecido descanso. Si bien habían conseguido dormir sin muchos problemas, sus sueños se habían visto perturbados por imagenes del fallecido Jackson mezcladas pesadillas en las que enormes africanos con machetes y marcas en la frente los perseguían con intenciones muy claras.

La mañana llegó salvadora y les insufló nuevas energías. El sol radiante daba algo de calor a las calles nevadas anunciando un nuevo día, y probablemente sería uno ajetreado.

Se encontraron abajo en el poco elegante bar del hotel para tomar algo de desayuno, que algunos ni siquiera habían reunido fuerzas para cenar el día anterior, antes de separarse.

Desagradables ruidos provenientes del baño alertaron a todos de que el pintor ya se había levantado. El despertador biológico en el que se había convertido su estómago se encargó de levantarle puntuálmente y bastante antes que el resto de sus compañeros.

-¡BLOOOOARRGH!... coff, coff....¡AAARGHBLORRRRG!

Apoyado en el borde del retrete, Henric vaciaba sus entrañas en medio de arcadas, bilis y tropezones a medio digerir del bocadillo de la fugaz cena de la noche anterior. Un cuarto de hora mas tarde, se encontraba lavándose la cara de lágrimas y espesos mocos, enjuagándose la boca y llamando al servicio de habitaciones para que limpiaran aquel estropicio, al tiempo que se ofrecía el mismo a limpiarlo con el único fin de intentar ser lo mas educado posible.

Tras aliviar el estómago, que a pesar del delicado equilibrio en el que se encontraba, ahora había dejado de estremecerse a causa de la bebida ingerida la noche anterior, se dirigió al bar del Hotel a esperar a los demás. El estómago ya no se quejaba como antes, pero el martillo que golpeaba sus sienes desde dentro era otra cosa bien distinta. Ojeroso, pálido, despeinado y con la ropa llena de arrugas, pidió un zumo de naranja y se sentó, con la cabeza gacha, masajeandose las sienes, mirando el vaso lleno del nectarino líquido.

Ouch... espero que sea cierto lo que me digeron de que la vitamina C es buena para sobrellevar las resacas... va a ser una mañana muy larga.

Espera, hombre, dejame terminar. Nick se anudaba la corbata con eficacia militar. No es que lo hubiera sido, pero su pasado le había dejado una cierta disciplina. Pelo corto, uñas impolútamente limpias, concentración en las pequeñas tareas. Automatismos. Pequeños ritos personales a los que agarrarse cuando la mierda caia en el ventilador y todo se iba al carajo.

No, no era un soldado. su trabajo era mucho más sucio.

Tomó su sombrero en la mano y fue a reunirse con los demás, junto con su amigo. En silencio, sin reproches. Más de una vez se habían levantado con un clavo de los buenos, cuando parecía que llovía eternamente y que lo tenían todo de cara. Sabía que Henric tenía unos demonios propios aun más fuertes que los suyos, que ya era decir, y que no volvería a repetirlo. Cuando las cosas se pusiesen serias, podía confiarle la vida.

Era su amigo.

Se habían encontrado tan cansados la noche anterior que, ni Nathan ni él mismo, habían recordado correr las cortinas antes de acostarse, y fué por aquella rendija, atravesando unos cristales cubiertos con una superficie de escarcha, por donde entraron los rayos de sol hasta impactar con el rostro de Louis, irrumpiendo en sus sueños y provocando que las pesadillas se replegaran dejando paso a la consciencia.

Cuando abrió los ojos tardó unos segundos en conseguir ubicarse, pero entonces todos los recuerdos volvieron con rotundidad, dejándole sin respiración y haciéndole revivir los últimos dos días.

Haciendo acopio de todas sus energías, consiguió sentarse en la cama, dándose cuenta que, pese a que el cuerpo se encontraba completamente descansado, su mente se quejaba de tal forma que le hacía dudar de haber dormido....necesitaba refrescarse.

Se levantó y se dirigió al baño, donde hundió el rostro en el agua fría, lo que le ayudó a despejar las ideas.

¡Nathan! - llamó a su amigo desde el baño, que permanecía con la puerta abierta - Es hora de levantarse. No creo que los demás tarden en bajar a comer algo, y la verdad es que estoy hambriento porque no como nada desde ayer.

Tras asearse se acercó hasta donde había dejado su ropa la noche anterior, sin ningún orden y ya bastante arrugada - Creo que necesito una muda de ropa, aunque creo que es peligroso volver a mi hotel.

No es que le diera mucha importancia a su aspecto normalmente, pero con todo lo que estaba ocurriendo no podía saberse a qué lugares tendría que ir, ni ante qué personas presentarse. Y un mal atuendo causaba una impresión nada beneficiosa ante muchas personas.

Creo que iré bajando para desayunar algo - decidió por fin....aunque dudó un instante en dejar a Nathan solo. Sin embargo, ya que por la noche no había ocurrido nada, era de suponer que a la luz del día había menos posibilidades de un ataque - Nos vemos abajo.

Louis abrió la puerta y salió al pasillo, mirando con suspicacia a ambos lados. Al comprobar que no se veía a nadie, cerró tras de sí y se dirigió a las escaleras para bajar hasta el bar del hotel.

Cuando llegó ya se encontraban allí Henric y Nick, y el primero tenía aspecto de no haber pasado buena noche, cosa nada extraña tras lo ocurrido el día anterior - Buenos días ¿habéis pedido ya? - preguntó al tiempo que alzaba una mano para llamar la atención del camarero y pedir seguidamente un desayuno bien aprovisionado.

Cuando su contemplación de la ventana le indicó que el sol se levantaba, Mina se inclinó sobre Brenda.

- Brenda...

Tras anunciarse, con inmensa suavidad, deslizó los dedos por su hombro. Era una caricia tan leve que era imposible confundirla con un ataque; Mina sabía perfectamente cómo tocar a un durmiente para que no despertara poniéndole un cuchillo en la garganta, o sumido en el pánico. Eran muchos años de despertar a su padre, desde aquella primera madrugada. Era una costumbre que se había convertido en un acto reflejo: un gesto automático. Como el niño que tras ser largamente reprendido por ruidoso, toma al costumbre de caminar por la casa siempre en puntas de pie.

Lo hizo hasta que Brenda dio muestras de conciencia. Lo primero que ella vería sería la sonrisa de Mina, tocada por los rayos de sol que se filtraban, encendiendo su cabello mojado como una antorcha. Sabiendo que ya estaba en vías de despertarse, Mina decidió dejar definitivamente atrás las tres horas que ya llevaba despierta y terminó de cambiarse de nuevo. No tenía otra ropa que la del día anterior, pero eso luego se solucionaría. A pesar de todo, luego del agua, se sentía más fresca. El sudor frío de aquella noche le había impregnado hasta los huesos.

- Te esperaré para bajar - anunció, sonriendo.

El rostro de su padre sin ojos y con la flor en la frente todavía flotaba frente a sus retinas.

Mina apareció en el bar de improvisto. Había bajado por las escaleras sin hacer el mínimo ruido: podía pasar desapercibida con toda tranquilidad. Se pasaba una de las manos por el brazo contrario, alisando la tela, distraidamente. Llevaba el pelo rojizo húmedo, suelto y aún más lacio de lo que ya parecía; generaba una curiosa ilusión óptica de una línea de fuego sobre su espalda, cuando le daban con intermitencia los rayos de sol.

Estaba distraída, y pareció que iba a pasar de largo, pero al final descubrió a los que ya estaban sentados. Se acercó a paso tranquilo hasta la mesa, observando el único sitio vacío. Aún de pie, antes de sentarse, sonrió.

- Buenos días... ¿Qué tal todo? - dijo simplemente, y luego dirigió su mirada a un punto más concreto, hablando más suave - ¿Cómo te sientes, Henric?

Nathan se levantó en cuanto el vozarrón de su amigo lo sacó de sus sueños. Normalmente no gustaba de remolonear en la cama, era una persona muy activa y dinámica. Estaba cojo, no era un mueble. Trataba habitualmente de compensar su falta de movilidad con más energía y determinación que la mayoría. Esta mañana sin embargo, el cansancio, la fatiga y el estrés habían podido con él y se encontró aún metido en la cama cuando Louis ya se disponía a bajar a desayunar.

-Estaré con vosotros en un momento. – fue todo cuanto su agrio carácter le permitió contestar.

Se incorporó a desgana, alcanzó su bastón y fue a asearse al cuarto de baño. Ejecutaba aquellas operaciones de forma mecánica, sin estar presente en mente en aquella habitación. Repasaba lo sucedido el día anterior y pensaba en lo que aún estaba por venir. De aquella forma, semiautomática, se vistió y bajó lentamente al comedor.

Cuando se reunió con los demás su saludo fue tan sencillo como hosco.

-Buenos días

-...nos días... dijo Henric a todo el mundo a medida que se iban sentando.

El zumo de naranja seguía en el mismo nivel dentro del vaso desde que lo había pedido, aun no se encontraba con fuerzas de ingerir nada, pero pronto comenzaría la dura labor de bebérselo. Mientras, escuchaba y atendía a la llegada de todos sus compañeros, saludando con la cabeza a medida que iban apareciendo.

Cita :¿Cómo te sientes, Henric?

- Como si hubiera bebido disolvente y mi cabeza estuviera siendo usada cual tambor de una orquesta -le respondió a Mina con una mirada cargada de ojeras. La última vez que Mina vió esa expresión en una cara fué en el escaparate de una pescadería. Gracias por preguntar, intento sobrellevarlo. Pido disculpas por mi comportamiento de anoche, pero la verdad es que después de todo lo ocurrido... me parece que necesitaba desahogarme.

Todos podían darse cuenta del enorme esfuerzo que tenía que hacer para pronunciar cada palabra.

Se desabrochó los dos primeros botones de la camisa.

-Diooosss... me arde todo el cuerpo, que calor tengo. resopló y dió el primer trago al vaso. Tardó unos segundos en conseguir que el líquido llegara de la boca al estómago. Si no es mucho pedir, me gustaría que me pusieran al corriente de lo que se habló anoche y de lo que Nick y Louis descubrieron. al mencionarles recordó que había compartido habitación con su amigo del alma y le dijo a este espero no haberte dado la noche Nick, ya sabes como son mis recaidas... e intentó parecer lo mas arrepentido posible, aunque las sensaciones gástricas que estaba experimentando no le permitían expresar muchas emociones con el semblante.

Iba a sentarse en el único asiento libre. Pero, al estar aún de pie y ver acercarse a Nathan, Mina optó por ofrecerle educadamente la silla al escritor y buscar el agregar un pedazo de mesa más o buscar otra para sentarse en la cabecera. Al fin de cuentas, pronto bajarían los demás, y también querrían sentarse. Así que resolvió ese trámite como resolvía todo obstáculo administrativo de la universidad, usando la energía de quien ha dormido poco y ha pasado el umbral de su propio cansancio.

- No te preocupes por eso - dijo, mirando a Henric - A veces no tenemos control sobre nuestras reacciones... Menos en situaciones como esta.

Le sonrió. La ilusión del racionalismo se derrumbaba frente a la realidad. Iba a decirle algo más, pero decidió dejarlo allí; no quería hostigarlo. Estaba suficientemente contenido... O al menos, eso creía Mina, mirando la forma con la que Nick se dirigía a Henric. No tenía nada más que hacer allí, al menos al momento.

Lo meditó un momento, y luego, volvió a hablar. Lo hizo con suavidad, y cuidando que no fuera escuchada más allá de la reunión de aquellos cinco, inclinándose levemente hacia Henric.

- Lo que encontraron nos lleva a pensar que todo lo que parecía un delirio de uno solo... No lo es. Hay descripciones sobre un sueño, muy sugestivas, y nombres. Se confirmaron bastantes de las cosas que habíamos pensado... - hizo una pausa, y miró a Henric a los ojos - Lo verás más preciso cuando lo leas - sonrió - Espero que esto te sirva por ahora.

Había dormido profundamente y, sin embargo, había tenido también profundas pesadillas. Por tanto, se levantó aliviada, renovada por darse cuenta de que, por trágicas y difíciles que estuvieran las cosas, aún estaba viva, libre, y aún podía vengar a Jackson desenredando toda aquella angustiosa trama, y encontrando a sus asesinos.

Sonrió a Mina, que la miraba con esos ojos llenos de dulzura triste, y se fué a asearse. Se lavó como pudo en la misma habitación, usando la jofaina y la jarra llena de agua dispuesta para ello. Un Hotel sencillo...

Se vistió, se peinó, tironeando sus rebeldes rizos con el pequeño peine de bolsillo. En el otro Hotel había quedado su equipaje, su neceser, su cómodo estilo de vida. Deberían recogerlo todo antes de partir al Viejo Continente...

Siguió a su amiga hasta el comedor, y allí se encontró con medio grupito ya reunido.

-Buenos días. Espero que no hayáis tenido mis sueños... Miró a Henry, que estaba hundido en una silla, la cara desencajada. Vaya, no he dicho nada. Supongo que tu noche ha sido bastante peor...

Se sentó también, deseando un café bien cargado, uno de esos que no encontrabas en América, uno de esos a los que se había acostumbrado en casa de Jackson, que traía los paquetes directamente de Italia, un expresso.

Mierda... Jackson... amigo mío...

A Ian se le habian pegado las sabanas. Estaba acostumbrado a llevar una vida recta, llena de normas y reglas, muchas veces autoimpuestas, que no acostumbraba a quebrar. Pero con todo el cansancio acumulado, y el mal sueño nocturno, hoy no se pudo resistir a darse un ratito mas de cama. Cuando por primera vez abrió los ojos, y vio que Archivald estaba todavía acostado, se dió media vuelta y volvió a cerrarlos. Un rato despues, no sabía exactamente cuánto, decidió levantarse. Habría que ponerse en marcha. Hoy sería otro día duro

Despues de asearse y vestirse, siempre con su sotana, justo antes de salir por la puerta, meneó a Archivald levemente al principio y con más brío después, tratando de despertarle

-Vamos, señor Kirkham, es hora de reunirnos con nuestros compañeros. Le veré abajo

Sin esperar respuesta, aunque cerciorándose de que se había enterado, salió cerrando la puerta tras él, y se dirigió a la cafetería, con un pequeño agujero en el estómago, que al contrario de la mayoría de la gente, adoraba. Le hacía sentirse humano, sentir la necesidad de algo, y saber que se puede aguantar. Le hacía sentirse fuerte.

Al llegar al bar y ver que casi todos sus compañero se encontraban alli, trató de disculparse, aún a sabiendas de que no era necesario, pues no debía cuentas a nadie, ni siquiera llegaba tarde a una cita, pero no podía evitar sentir algo de vergüenza por ser casi el último en despertarse. Cuestión de costumbres

Se dirigió a la barra para pedir un sencillo cafe y enseguida tomó asiento junto al resto del grupo, saludando con un escueto "buenos días"

Archivald no tuvo una buena noche. En sus sueños viajaba a través del desierto de Egipto arrastrando algo pesado duna tras duna. A lo lejos una tormenta de arena parecía perseguirle sin saber a ciencia cierta si era solo una tormenta o algo o alguien que le estaba persiguiendo.
Sin embargo se encontró con el difunto jackson en sus sueños. No llego a conocerlo en vida pero aún así él si que le reconoció. Le ayudo a cargar con el pesado bulto hasta alcanzar unas murallas a lo lejos, tal vez las murallas de una ciudad. Al volverse para decírselo a jackson este ahora era su compañero harry, quien se estaba desangrando...

Con un grito ahogado y empapado en sudores se despertó archie. Lo primero que hizo fue al baño, al salir fue cuando se percato de que estaba solo en la habitación así que se vistió con las mismas ropas sencillas que lució el día anterior. Una camisa a cuadros, unos pantalones vaqueros, sombrero, chaleco, chaqueta y unas botas camperas a las que no había tenido tiempo de sacarle brillo.

Cuando llego al restaurante sus amigos ya habían juntado otra mesa para estar todos juntos así que se limitó a acercar una silla y buscar un hueco donde sentarse a la espera de un buen café cargado que sabía que le iba a sentar muy bien

Louis apenas había ido haciendo gestos de saludo a aquellos que iban llegando, pues se encontraba completamente concentrado en el desayuno que había pedido, del cual daba cuenta con una visible avidez....muestra clara de que aquel hombre no debía llevar muy bien el pasar días en ayunas, aunque esa sería una interpretación errónea.
Simplemente consideraba que no podía dejar pasar la oportunidad de degustar una buena comida cuando había vivido tantas situaciones en las que sólo le había faltado comer la arena del desierto.

Si muchos de los que se encontraban sentados a esa mesa, se hubiese visto en la tesitura de tener que comer escorpiones para no morir de inanición, le comprenderían perfectamente.

Cuando apareció Archivald, el guía engullía ya el último bocado, tras lo cual cogió la servilleta que se encontraba a su lado y se limpió los labios de la forma más decorosa que pudo, lo que contrastaba aún más con la forma de comer que había tenido hasta hacía un minuto.

Ahora que estamos todos - dijo en cuanto dejó la servilleta donde la había encontrado - debemos decidir qué hacemos y en qué orden, porque tenemos unas cuantas cosas pendientes....alguna de ellas bastante peligrosa.

Observó atentamente a todos sus compañeros, y entonces cayó en la misma idea que había tenido nada más levantarse - Ah, y yo al menos tendría que pasarme por el hotel para recoger todas mis cosas, aunque creo que intentaré acceder por alguna puerta trasera, no sea que estén vigilando el lugar.

Yo ya recogí mi equipaje así que no tengo que hacer eso - dijo archie antes de meterse un trozo de panceta junto a un cacho de salchicha en la boca

- Yo estoy en una situación parecida... Aparte de lo que tengo encima, no tengo nada más aquí - respondió Mina, que entre que llegaban todos los demás, había ido en la búsqueda de un té y algo que pudiera comer; ahora, miraba a sus compañeros desde atrás de una columna de vapor que emergía desde su taza, recordando nítidamente a las chimeneas de un transatlántico - Lo ideal sería que pudiera volver a mi casa a buscar algunas cosas, pero dadas las circunstancias...

Sí, como muchos allí, Mina continuaba con la misma ropa del día anterior. Eran telas que habían soportado la transpiración, la adrenalina, el sudor frío, y que ahora por todos los movimientos estaban plagadas de arrugas más o menos disimulables, suciedad más o menos evidente. Y sólo contaba, como únicos accesorios, con los que tenía adentro del bolso, que había preparado para ir a una entrevista en representación de su jefe. Nadie podía decir que estaba realmente preparada para nada... Aunque quizás alguno se sorprendería de lo que encontraría allí adentro.

Negó. Aquello le hizo recordar la situación por entero que estaban viviendo, su gravedad y sus consecuencias. Que estuviera pensando en la imposibilidad de volver a entrar en su casa, no fuera a ser cosa que le siguieran o que pudieran encontrarla desprevenida, se le antojó de pronto de una tristeza abrumadora. No podía volver al nido. Era como haberse convertido en un exiliado forzoso...

Al menos, estaba viva. Seguían vivos... Seguía viva. Al lado de eso, el no poder volver al hogar, era una anécdota.

- También tengo que ir al correo a ver si el profesor Landgrave respondió algo. Creo que eso es lo prioritario, dada la situación - sonrió y miró a su taza por un momento - Después, estoy a su disposición.

-Tenemos que comenzar a movernos, pero no sabemos si será seguro separarnos. ¿Nos estarán siguiendo aún? - la pregunta formulada en voz alta por el escritor quedó flotando en el aire durante unos instantes junto al cálido aroma del café. No pudo evitar que sus ojos lanzaran una mirada preocupada a la puerta que conducía a la calle -. Lo que sí es seguro es que nos estarán buscando. Deberíamos priorizar nuestras tareas y quizás dividirnos en dos grupos para avanzar lo más posible sin asumir demasiados riesgos.

Brenda asintió.

-Yo también he de pasar por el Hotel, allí dejé mis cosas. Por lo demás, no sé qué más puedo hacer... ¡ah! Se me olvidaba... hice reservas en el Mauritania, como quedamos.

El camarero le trajo un montón de tostadas y un platito con mantequilla salada, además de un café con leche. Empezó a untar las tostadas, y tras mordisquear la tercera, añadió una ingente cantidad de azucar a su taza. Removió con la cucharilla, echó un sorbo, arrugó la nariz, y se sirvió una segunda cantidad ingente de azúcar. Volvió a probar el jarabe de café, sacudió la cabeza con gesto de satisfacción, y levantó los ojos para volver a dirigirse al grupo de compañeros alrededor de la mesa.

-No me preguntéis por qué, no tengo ni idea, pero creo que he dejado atrás el miedo. Veréis, la rabia es más fuerte. Claro que me aterra morir, y que me hieran, pero, maldita sea, si queremos desentrañar todo este macabro asunto y vengar a Jackson, más vale que nos olvidemos del miedo y de excesivas precauciones. Las justas, vale. Pero pueden tendernos una emboscada en cada esquina, ¿vamos a estar enclaustrados por ello? No...

Pero algo la hizo frenar su entusiasmo. Miró a Mina. No, no podía dejarla ir sola, sin más. Una cosa era hablar por ella misma, exponerse ella, y otra exponer a todos al peligro. Suspiró.

-Podríamos acompañarte todos a correos. Y luego, quizá lo mejor es lo que dice Nathan, nos reunimos en dos grupos, uno los que vivís en la Ciudad, y otro lo que tenemos que ir a nuestros respectivos Hoteles. Nathan, Louis, vosotros estáis en la misma situación, y supongo que también usted, padre. Podemos ir los cuatro. Es un buen grupo. Los que sois de Nueva York podéis hacer lo mismo, juntaros, ir a las respectivas casas y recoger lo necesario.

Suena razonable, pero debemos hacerlo rápido. Cada minuto que gastamos buscándo calzoncillos es un momento más que desaparecen pistas. La señorita Carlyle y el señor N'kawe siguen teniendo piezas del puzzle que desconocemos. Y que debemos obtener como sea. Nick tomó un trago de su café, solo y amargo como chupar un zapato. Por un momento, su mirada había perdido esa chispa de ingenio que tenía, y se había clavado en la puerta, como si buscase los fantasmas de quienes les perseguían. Claro que tampoco podemos buscar asesinos sin ropa interior. Dijo, forzando una sonrisa. Aunque nadie creyó que fuese una sonrisa sincera.