Partida Rol por web

La noche parece más agitada de lo normal: multitudes de personas se dirigen nerviosas hacia el Alcázar, y no puedes evitar pensar que el plan de tu Sire, Paulo de Cesena, para obligar a tu padre, Juan de Padilla, a sublevar a la ciudad de Toledo está poniéndose en marcha. Por eso mismo, no te sorprende encontrar luz encendida en casa de tu tío, Pedro de la Vega. Parece que la agitación ha llegado también hasta dentro de esos muros.

Por lo demás, debes detenerte un momento, pues aun en tu cuerpo yerto y frío sientes la imposibilidad de un corazón que ya no late golpear con fuerza titánica contra las paredes de tus costillas. Todo parece permanecer igual que dos años atrás: el jardín en el que jugabas con tus primas, en el que departiste con Garcilaso antes de su marcha para la corte. La ventana de tus aposentos, ahora oscurecida, pero siempre cercana al almendro que veías florecer desde niña todas las primaveras.

Sólo hay un pensamiento en tu cabeza... ¿y ahora?

Ya que me esperaba una respuesta de ese tipo no me sorprendo, pero habia que intentarlo. La situación parece cada vez mas tensa asi que me doy una vuelta por la muralla del alcazar y me fijo en especial en la  zona que se puede escalar para llegar en la ventana

Observo atentamente por si hay alguien que esta vigilando esa parte de la muralla

Cuando veo al gangrel escudriñar los alrededores con perspicacia, observo pensativo el conducto circular. Espero que esa ventana sea suficiente...

No parece que nadie se encuentre observando el lateral del edificio, así que me lanzo grácilmente sobre la pared intentando alcanzar la ventana más cercana.

Viendo que no nos vigila nadie y que mi compañero intenta subir hasta la ventana voy detras suya

Se forzó a suspirar. Era algo inútil, pues no lo precisaba, pero era un gesto ciertamente tranquilizador. Se encontraba a las puertas de un momento feliz después de largos años, o ante una desgracia. Sólo Dios sabía lo que podía pasar. Tenía miedo, ¿quién sabe si perdía el control y dañaba a sus seres más queridos? Pero ella no era como Paulo, su sire. Ella guardaba aún demasiado respeto por la vida humana como para tomársela a la ligera y servirla cual aperitivo.

Se acercó al portón de la entrada, y golpeó la puerta tres veces. Tres golpes con los nudillos, los cuales intentó hacer sonar firmes, para llenarse ella misma de la entereza que deseaba en aquel momento. Era tarde, seguramente todos dormían. Quizá pensaban que ella era algún bándalo y no abrían. Los miedos se sucedían en marañas de pensamiento pesimista, mientras esperaba, inmóvil, frente al portón a que alguien abriese.

Beatriz de la Vega, joven sobrina de Pedro de la Vega, regidor (= miembro del concejo) de la ciudad de Toledo, tiene dos problemas. Sus padres no están muertos.

Y ella sí.

Durante años, Beatriz vivió con su tío Pedro y sus primas Catalina y María, con las visitas ocasionales de sus primos lejanos Pedro Lasso de la Vega y Garcilaso de la Vega. Estos dos últimos, hermanos, han seguido caminos diferentes que en buena parte ejemplifican los caminos que muchos castellanos han seguido en estos años turbulentos de Rebelión. Por su parte, Pedro Lasso de la Vega, nombrado -como su tío- regidor de Toledo, se opone al nuevo monarca, el extranjero Carlos V. Por otra, Garcilaso, su hermano, ha jurado servicio al nuevo rey y ahora milita en las filas de su ejército.

En esta convulsa situación, Beatriz es raptada, con la falsa promesa de información acerca de sus padres, por el extraño y maquiavélico Paulo de Cesena, quien le concede la maldición de la vida eterna... Durante sus años de cautiverio, un gigantesco plan se va desplegando ante los ojos asustados de Beatriz, que aun es incapaz de entender lo que le está sucediendo a su cuerpo.

En primer lugar, su madre, Cayetana de la Vega, ha sido reducida al estado de una esclava controlada por el propio Cesena, aunque aún mantiene momentos de lucidez en los cuales reconoce a su hija. Los estados de trance también son frecuentes en ella: en el último, relató la visión de un terrible incendio que consumiría la ciudad de Toledo.

En segundo lugar, su padre, al que nunca conoció, es uno de los más importantes regidores de la ciudad, Juan de Padilla. Casado con la manipuladora María Pacheco, Padilla está siendo chantajeado por Cesena (gracias al poder que le da controlar a Beatriz como rehén) y por su propia esposa para que levante la ciudad en armas contra el rey.

¿Pero por qué desearía hacer eso?

Porque hay otra guerra, una subterránea, que se desenvuelve en el mundo de la noche. Los... seres como ella y como Paulo de Cesena se encuentran también en guerra. Uno de los bandos, al que pertenece su sire, desea a toda costa impedir que Carlos V se corone rey de Castilla, pues eso amenazaría la posición de los suyos. Por ello alienta la rebelión en las sombras.

Del otro bando, Beatriz apenas sabe nada, excepto que su sire los quiere a todos muertos. En Toledo sólo hay una pequeña cantidad de enemigos, los llamados nosferatu, monstruos horrendos que moran en las catacumbas de la Catedral. Con la ayuda de un traidor de ese clan llamado Isaac Bitlor, Paulo de Cesena diseña un plan para encontrar su refugio y exterminarlos a todos: Isaac llevará a Beatriz a la presencia del líder de los Nosferatu, Deumes, y se ganará su confianza: una vez hecho, y conociendo la posición de los Nosferatu los sirvientes de Cesena llenarán el subsuelo de aceite e incendiarán las catacumbas. Aun sabiendo que éste es su secreto objetivo, Deumes deja ir libremente a Beatriz y a su acompañante. Cuando Isaac intenta retenerla, Beatriz compone una mirada amenazadora y huye, huye, en dirección a la casa de sus tíos...

La puerta se abre lentamente. Son altas horas de la noche. No hay caballos en el establo. Un pábilo de luz oscila en las ventanas. Alrededor, Toledo gira en una espiral de revuelta y odio. Todo enloquece.

Pero la puerta se abre. Y una niña, somnolienta y dormida, -una niña que abre la puerta de noche en una casa en la que los criados deberían de ocuparse de ello- mira a la oscuridad de la calle con los ojos casi cerrados por el sueño o por el llanto. En sus manos lleva un candil, y el blanco camisón se agita con el viento que, una vez la puerta ha sido abierta, está entrando por la calle.

-Mi padre no está, buenoshombres. -La niña habla al vacío, pues es evidente que no divisa figura alguna más que sombras más allá del umbral- Marchó con sus criados al Alcázar; servíos de buscarle allá.

¡María! ¡María, soy yo, Beatriz!-sin poder evitarlo, recorre la distancia que la separa de su prima, la mira de cerca y la abraza fuerte, haciendo un enorme acopio de fuerzas para no derramar lágrimas de sangre-Oh, Dios Mio, estoy... Estoy en casa...-sintió que las palabras llenaban su boca con una extraña paz. Hundió sus dedos en los cabellos rubios de María de la Vega, acariciándolos, sintiendo al mismo tiempo cómo su calidez mortal irradiaba sobre su cuerpo... Frío.

Temió entonces y no quiso apartarse. No quería ver un rostro sorprendido y extrañado, no quería preguntas...

Esta es una historia sobre nuestro lado animal.

Es una historia de un hombre llevado al corazón de la bestia, tentado por la bestia, un hombre al que todo el mundo esperó ver sucumbir a la bestia y que, sin embargo, supo controlar el fuego que latía en sus entrañas.

Pedro Garcés, que forjó su fama como cruzado al servicio de la Camarilla en la Conquista de Granada lo debía todo a un sólo vampiro, el que le acogió cuando su propio Sire le abandonó para que muriera en mitad del campo. El príncipe de Cantabria, Álvaro Manrique de Lara.

Fue combatiendo a los anarquistas junto a él en Granada donde el vínculo que habían sellado se convirtió en más fuerte aún. Allí, ante la ciudad en llamas, Pedro refrendó sus promesas de lealtad hasta más allá de donde el deber se lo imponía.

Tiempo después, una misiva de Manrique de Lara le compelía a ir a Brezales, un pueblo de Monte Saja, el bosque al que Pedro llamaba hógar. Allí, siempre según su señor, se había encontrado a un cainita. Y rastros de él había, sin duda, pues los pueblerinos estaban atemorizados y cada noche se producían misteriosos ataques. Finalmente, Pedro se enfrentó con el cainita, llamado Luis Gonzaga, en la iglesia del pueblo, saliendo victorioso por un estrecho margen. Después de atravesar con una estaca el corazón de Gonzaga, Pedro lo entierra en el bosque.

Después, desorientado ante la emboscada, y ante las palabras del vampiro, que aseguraba que Manrique de Lara estaba muerto, Garcés se dirige a Valladolid, el único feudo de la Camarilla, aparte de Santander, en Castilla. Allí le recibe el excéntrico príncipe Lope de Salazar, quien le cuenta una terrible historia: Alvaro Manrique de Lara es ahora un fugitivo de la Camarilla, al que se persigue por haber robado una reliquia de valor incalculable de Santander. El príncipe presenta a Garcés a Sura Soho, un callado asesino de la Camarilla y le obliga a acompañarle en su caza de sangre. Ahora Garcés tiene que perseguir a su padre para recuperar la reliquia y matarle.

La búsqueda de los dos vampiros les lleva, cruzando una Castilla al borde de la rebelión, hasta Segovia. Allí la rebelión contra el Rey Carlos, apoyada en secreto por el Sabbat, está a punto de alzarse. Sura y Pedro conocen a Juan Bravo, líder comunero, quien involuntariamente revela al estratega Lasombra detrás del alzamiento de Segovia: un tal abate Sforza. Los dos cazadores se dirigen hasta la catedral, donde tienen un tenso y amenazador encuentro con Sforza, quien al parecer posee un guardaespaldas formidable llamado Strigoi, al parecer un monstruo que disfruta dislocando los miembros de sus víctimas y volviéndolos a ensamblar rocambolescamente. Sorprendentemente, Sforza no sólo no ataca a los dos vampiros, sino que les dirige hasta el lugar donde se supone que debe estar Álvaro Manrique de Lara: Toledo. Además, revela que la famosa reliquia robada no es otra que un libro.

Sin más, Soho y Garcés se encaminan a Toledo, para encontrarla alzada en armas. Sus primeros pasos les llevan a las Catacumbas, donde por azar encuentran el refugio de los Nosferatu, única fuerza leal a la Camarilla en esta ciudad Sabbat. Allí, el líder de estos vampiros, Deumes, arroja más luz sobre la historia. El libro robado no es otro que el diario de Tobías, antiguo príncipe de la ciudad de Toledo, y en él se incluye la localización exacta de la antigua y desecrada capilla Tremere en Toledo, un secreto por el que muchos han muerto hasta hoy. Tras reflexionar sobre el posible paradero de Manrique de Lara, Deumes encamina a los vampiros hacia el Alcázar... que está a punto de ser tomado por los Comuneros...

Pongámos esto en claro: eres un asesino.

Y uno muy eficiente. Es lo que sabes hacer, y por eso eres apreciado. Si te dan un encargo, se espera de ti que lo cumplas con eficiencia, y por eso nunca dudas. Pero este asunto es sin duda extraño.

Primero te llamaron a Castilla, un reino alejado de tu Bohemia natal, y, más extrañamente aún, dominado por el Sabbat, los enemigos de tu secta. Por si fuera poco, es un reino en disputa, puesto que el nuevo Rey, Carlos, aunque bien visto por la Camarilla, es odiado por el Sabbat, que está intentando rebelar al pueblo en su contra.

Tu llegada, pues, a Valladolid, no carece de episodios extraños. Allí, el excéntrico príncipe de la ciudad, Lope de Salazar, te pone al corriente. El príncipe de Santander, Álvaro Manrique de Lara, es al parecer un ladrón que ha robado una extraña reliquia de su ciudad y se ha dado a la fuga. Se te ordena matarle. Pero para complicar más las cosas, entra en escena un sirviente del príncipe de Santander, Pedro Garcés, quien no cree que las acusaciones contra su señor sean ciertas. El príncipe, en cambio, le ordena seguirte y ayudarte a dar caza al traidor. Reluctantemente aceptas. Prefieres trabajar solo, y desconfías de los verdaderos motivos de Garcés, demasiado apegado a su maestro.

Así las cosas, ambos se ponen en marcha. La búsqueda de los dos vampiros les lleva, cruzando una Castilla al borde de la rebelión, hasta Segovia. Allí la rebelión contra el Rey Carlos, apoyada en secreto por el Sabbat, está a punto de alzarse. Sura y Pedro conocen a Juan Bravo, líder comunero, quien involuntariamente revela al estratega Lasombra detrás del alzamiento de Segovia: un tal abate Sforza. Los dos cazadores se dirigen hasta la catedral, donde tienen un tenso y amenazador encuentro con Sforza, quien al parecer posee un guardaespaldas formidable llamado Strigoi, al parecer un monstruo que disfruta dislocando los miembros de sus víctimas y volviéndolos a ensamblar rocambolescamente. Sorprendentemente, Sforza no sólo no ataca a los dos vampiros, sino que les dirige hasta el lugar donde se supone que debe estar Álvaro Manrique de Lara: Toledo. Además, revela que la famosa reliquia robada no es otra que un libro.

Sin más, Soho y Garcés se encaminan a Toledo, para encontrarla alzada en armas. Sus primeros pasos les llevan a las Catacumbas, donde por azar encuentran el refugio de los Nosferatu, única fuerza leal a la Camarilla en esta ciudad Sabbat. Allí, el líder de estos vampiros, Deumes, arroja más luz sobre la historia. El libro robado no es otro que el diario de Tobías, antiguo príncipe de la ciudad de Toledo, y en él se incluye la localización exacta de la antigua y desecrada capilla Tremere en Toledo, un secreto por el que muchos han muerto hasta hoy. Tras reflexionar sobre el posible paradero de Manrique de Lara, Deumes encamina a los vampiros hacia el Alcázar... que está a punto de ser tomado por los Comuneros...

La niña prorrumpe en sollozos. Tu piel es fría, tu abrazo, desesperado. Sus lágrimas, calientes como la lluvia en verano mojan tu rostro helado como si aún pudieran devolverle la vida.

-¡¡¡Beatriz!!! ¡¡¡Nos dijeron que habías muerto!!! ¡¡¡Papá fue a ver tu cuerpo!!! ¡¡¡Te... te enterramos!!! -Los sollozos de la niña apenas la dejan respirar. El estrépito es tal que una figura desciende de las escaleras, también en camisón.

Aun no te atreves a mostrarte a la luz, y en su lugar has llevado a María con tu abrazo hacia la oscuridad. Hacia la oscuridad.

La figura embozada da un paso hacia delante, su rostro congestionado, sus manos temblando, su piel lívida. Pronuncia un leve gritito antes de desvanecerse por completo y caer al suelo con estrépito.

Nadie va a socorrerla. Parece que en esta noche de enojos y guerra no hay más gente en casa de tu tío que tus dos primas.

¡¿Que había muerto?!-dijo, sorprendida. En los últimos tres años pensó que su familia creía que vivía con su noble "marido", Paulo de Cesena. ¿Le había dicho aquel monstruo a su tio que ella había muerto? Y lo que era peor ¿le había enseñado un cuerpo que no era el suyo? Pero tampoco tenía derecho a indignarse en exceso. Después de todo, estaba muerta, muerta y maldita.

Se obligó a suspirar. Sólo para darse la certeza de que podía fingir estar viva y además hacérselo creer a sus primas, María y Catalina. Por suerte no había olvidado cómo era ser mortal, cómo era sentir el calor en la piel, el corazón latir... Por lo que podía usar los poderes de su sangre para simular aquello que había perdido, al menos durante un tiempo. Aún sin separarse de María, se concentró haciendo que la vitae le devolviese parte de la vitalidad que no tenía. Sus mejillas se sonrojaron, su piel se volvió cálida y su corazón comenzó a latir, aunque de forma débil.

Entonces el miedo se hizo más llevadero, y fue capaz de mirar a su prima a los ojos, separándola de si. Secó sus lágrimas, con ternura y cuidado-No temas María, aunque estuviera muerta, ¿crees que volvería del más allá sólo para hacerte daño? Sabes que nunca lo haría-suspiró de nuevo-ayúdame a llevar a tu hermana bajo techo, creo que no es la única que pensaba que yo había dejado de estar en esta tierra y se ha llevado tremendo susto.

Las ideas se agolpaban en tu cabeza con fébril insistencia. ¿Cuándo fue la última vez que Paulo te "permitió" escribir una carta a tu familia? ¿Hace unos seis meses? El tiempo en aquella reclusión se condensaba y se estiraba de una manera que hacía imposible medirlo con exactitud y tunueva condición no te permitía apoyarte en los cambios de luz para llevar la cuenta. ¿Muerta?

Ya esaba encerrada en aquella prisión que Paulo llamaba hogar, y no dudabas que tu maquiavélico Sire habría podido convencer a tu tío de cualquier cosa con sólo usar la mínima parte de sus poderes. Era su especialidad. Entonces, ¿por qué abandonar una cómoda ficción y arriesgarse a hacerte presentar como muerta? ¿Acaso intentaba atajar presiones por parte de tu familia? ¿O le interesaba hacer saber a Toledo que estabas muerta para poder eliminarte en el futuro con impunidad...? Todas las explicaciones posibles rondaron en breves segundos por tu mente: todas eran igual de aterradoras.

Tu prima sollozaba junto a la manga de tu vestido. Recuperando el juicio momentáneamente, te acercaste hasta Catalina, caída en el suelo. La respiración entrecortada y el calor (¡el calor!) de un cuerpo joven, más o menos de tu edad, te golpearon como si hubieras sido expuesta al sol. Tu prima mayor estaba tendida cuan larga era, con su camisón blanco que dejaba nítidamente ver el cuello. Adivinabas, con una meticulosidad pasmosa que te aterraba, el reflujo de las venas, su secreta arquitectura bajo la epidermis. Sabías (¿¿pero cómo??) perfectamente dónde tendrías que morder para que tu boca se llenase al instante del fluido de la vida.

Sólo María pudo sacarte de tu ensimismamiento.

-Debemos despertarla. ¡Catalina! ¡Catalina! -Zarandea a su hermana sin mucha consideración- Inténtalo tú. Iré a cerrar la puerta, hace frío y tú estás helada. 

Los ojos de tu prima se abren poco a poco, y pasan del desmayo a la incredulidad.

-¿Be... Beatriz? No era un sueño, entonces. ¡Estás viva! ¿Pero cómo? ¿Cómo puede ser?

Catalina... Todo está lleno de mentiras. ¡Todo!-procuraba mirarla directamente a los ojos. Tenía miedo. Miedo de que la visión de que la visión de su cálido cuello estirado fuera demasiado sublime como para resistirse-vamos, entremos en casa, aquí fuera no es buen lugar para un reencuentro como este.

La noche era cerrada y, a través de sus rasgados ojos oscuros, Sura Soho observaba la ventana a la que intentaba acceder a través de la gruesa pared del muro del alcázar. Su objetivo debía de encontrarse en aquel lugar, según Deumes, el líder de los nosferatu de Toledo.
Volteó su cabeza hacia abajo, donde vio a Pedro Garcés, el gangrel servidor de su objetivo, Alvaro Manrique de Lara. Al parecer le estimaba, pese a haber robado el libro secreto y estar conspirando con el Sabbat, enemigo acérrimo.

Trepando cual arácnido, Soho alcanza el ventanuco y observa el interior. Si no había nadie procuraría entrar sigilosamente y localizar su situación actual.