Partida Rol por web

El primer sitio donde fue a mirar Hannah fue en el salón. Su madre dejaba el bolso descuidado muchas veces sobre uno de los sofás. Pero allí no estaba. Sobre la mesita de centro se encontraba una botella de Johnnie Walker ya vacía. Un vaso de cristal todavía contenía restos de líquido amaderado.

Tras el salón, Hannah se dirigió hacia el comedor. Allí tampoco se encontraba el bolso de su madre. Finalmente subió las escaleras y buscó en el dormitorio de ella.

Abrió la puerta y pudo sentir la presencia de J. Allí dentro parecía estar en todas partes... En las sábanas revueltas, junto a la cómoda o de pie, delante del vestidor... Hannah podía sentir el olor de su desodorante y el del after shave que solía utilizar... Tragó saliva y recorrió con la mirada la estancia. No tardó en ver el bolso de su madre reposando sobre una silla... Pero algo que había entre las sábanas había llamado su atención... Desde donde se encontraba no llegaba a ver bien de qué se trataba, parecía ser un marco de fotos de madera tallada... 

Hannah hizo una mueca al entrar en el dormitorio de su madre. Desde que J. había llegado no parecía el mismo lugar que siempre había sido como un refugio para ella. Cuando era pequeña pensaba que la cama de sus padres tenía algo mágico, una especie de pantalla de protección que mantenía apartados todos los temores de la noche. Allí ni siquiera importaba que la luz estuviese apagada, nada malo podía pasarle.

En aquellos tiempos el aroma que invadía la habitación era muy distinto al de ahora. Olía a sus padres, era un olor acogedor, cálido y cercano, que podía evocar en su mente todavía. Ahora no le gustaba entrar allí. J. lo había invadido por completo con su repugnante presencia. Era como pisar un santuario profanado. 

Hannah caminó rápidamente hacia la silla donde se encontraba el bolso de su madre, con la intención de coger los analgésicos y salir escopetada del dormitorio, antes de que la angustia que atenazaba su pecho aumentase, pero por el camino vio algo en la cama. Durante un instante dudó. No tardaría nada en averiguar qué era eso y nadie lo notaría... Pero finalmente apartó la mirada del objeto y siguió con su objetivo inicial. No quería saber más sobre su madre y J., más bien al contrario. Ojalá pudiera perderlos de vista y no volver a tener noticias suyas. 

Con un suspiro abrió el bolso, rebuscó en él hasta encontrar los analgésicos* y tomó dos antes de salir de la habitación rápidamente. Desde la puerta volvió a echar un rápido vistazo a la cama antes de dirigirse hacia la cocina de nuevo.

Al abrir el bolso, Hannah se encontró con un caos. Estaba lleno de papeles y cosas sueltas por todas partes. Su madre siempre había llevado un pequeño estuche de maquillaje, donde guardaba el pintalabios, colorete y un poco de sombra de ojos. Siempre le había gustado ir impecable a los sitios. Aquel estuchito había desaparecido y estaba el contenido esparcido por el interior del bolso. El pintalabios se había abierto y manchado un poco el forro...

La joven revolvió las cosas y finalmente encontró la caja de analgésicos. Tras coger un par de pastillas se dirigió de nuevo hacia la puerta. Desde allí volvió a mirar hacia la cama y el marco nuevamente llamó su atención. Pero desde donde se encontraba no veía la foto que debía contener y, asqueada de lo que ahora aquel dormitorio representaba, prefirió alejarse sin averiguar por qué le llamaba tanto aquel marco.

Se dirigió nuevamente hacia la cocina. Su madre parecía no haber movido ni un centímetro de su cuerpo en todo el rato en el que Hannah estuvo buscando el bolso. Continuaba sentada en el taburete, con la cabeza entre las manos y los ojos cerrados. Los abrió al escuchar a su hija y dirigió su mirada hacia ella. 

- Cuanto has tardado... - Murmuró con un tono de voz ligeramente ácido. 

La joven arrugó la nariz al escuchar el tono en el que hablaba su madre. Encima que se ofrecía para ayudarla tenía que soportar eso. Tomó aire, haciendo un esfuerzo para seguir tratándola con amabilidad. - No encontraba el bolso. - Respondió Hannah sencillamente antes de dejar las pastillas sobre la mesa al alcance de su madre y dirigirse al armario. Allí buscó un vaso lo llenó de agua y se lo acercó también.

Sin llegar a detenerse se dirigió hacia la puerta. - Voy a mi cuarto, tengo deberes que hacer antes de salir por la tarde. - Dijo mientras caminaba. Era mentira, ya había hecho toda la tarea que tenía pendiente. Pero no quería quedarse más tiempo con su madre y la excusa de los estudios solía ser la mejor. 

Allie cogió los dos analgésicos y se los llevó a la boca, tragándoselos con ayuda del agua que Hannah le acababa de acercar. Instintivamente fue a coger el paquete de tabaco y sacó un nuevo cigarrillo. Asintió con la cabeza a las palabras de la joven y justo cuando ésta salía de la cocina la retuvo con unas palabras.

- Por cierto... Con esta migraña no me veo con fuerzas de hacer la comida... Me acostaré un rato. Cuando tengas hambre mira en la nevera y coge lo que te apetezca - . 

Suerte que Lisa solía dejar alguna fiambrera con comida para el fin de semana. Mientras Hannah salía finalmente de la cocina, su madre se encendía el cigarrillo y aspiraba con fuerza el humo tóxico que poco a poco iba quemando sus pulmones.

Hannah subió a su cuarto sin darle mucha importancia a tener que comer sola. De hecho lo prefería, así al menos no tendría que fingir que le gustaba lo que ella cocinaba, cuando era poco menos que incomible. 

Una vez en su habitación, cerró la puerta y la atrancó con la silla, más por costumbre que porque realmente pensara que era necesario con J. fuera de casa. Hizo la cama, estirando bien el edredón y se tiró encima con el portátil para leer el último número de Zetman, uno de los manga que estaba siguiendo en ese momento. Desde que había empezado a ahorrar para fugarse ya no se compraba los tomos, los buscaba directamente en internet. No tardó más de unos segundos en estar enganchada a la historia después de haber estado esperando semanas por el pdf.

Cuando le entró hambre bajó a la cocina, caminando despacio para no hacer ruido. Se había acostumbrado a andar así, con un sigilo que nunca antes había sido necesario. Trataba de ser lo más invisible que podía en todo momento, para evitar las miradas de J. todo lo posible. E incluso ahora, que sabía que no estaba allí, no podía evitar pisar las escaleras por el lateral en lugar de por el centro y asomar la cabeza con cuidado antes de entrar en una habitación.

Cogió uno de los tuppers del frigorífico y tras calentarlo en el microondas, volvió a subir a su cuarto con él en la mano para comer allí. Se puso un capítulo de Umineko no naku koro ni mientras comía despacio y cuando terminó, volvió a tirarse en la cama para ver el siguiente, y otro más después. Se entretuvo viendo la serie que le había recomendado William hasta que llegó la hora de arreglarse para salir al cine. 

Cerró el portátil y lo dejó sobre la mesa, después fue al baño y se cepilló el cabello una vez más. Se pintó la raya del ojo y metió en el bolso el móvil, las llaves y la cartera. Cogió la chaqueta y una bufanda y salió de su cuarto hacia la calle. 

- ¡Me voy, mamá! - Dijo desde la planta baja mientras abría la puerta. No esperaba ninguna respuesta, probablemente su madre estaría completamente dormida. Pero se sentía de alguna forma obligada a informar de su salida. Estuvo tentada de acercarse a su cuarto para pedirle dinero para palomitas, pero probablemente si la despertaba se pondría de mal humor y no podría sacar nada bueno de ella. Hizo un mohín de fastidio con los labios. Vaya forma de perder la oportunidad de ahorrar aunque fueran unos pocos dólares más. Debería habérselo pedido mientras desayunaban.

Con este pensamiento en la cabeza salió a la calle, decidida a caminar hasta el centro comercial para ahorrarse el dinero del autobús. - Algo es algo.  - Se dijo mientras se arrebujaba en su abrigo y metía las manos en los bolsillos. Se sentía mejor en la calle. Libre de la presencia de J., de su olor impregnado en las paredes de lo que siempre había sido su hogar y de la amenaza constante que sentía sobre ella. Al menos en la calle, podía respirar con más tranquilidad, sin temor a que el ruido del aire saliendo de sus pulmones llamase la atención de nadie. 

Cuando Hannah llegó al centro comercial, William ya estaba allí, puntual como siempre. El joven estaba sentado en un banco, delante de un burger y parecía estar anotando algo en una libreta mientras escuchaba música con los auriculares. Llevaba unos tejanos, negros y ajustados y una sudadera también negra, con unas letras góticas donde se podía ver el nombre de Gorgoroth, un grupo de música que solía escuchar. Su anorak estaba junto a él, bajo una pequeña mochila oscura que siempre llevaba encima.

La tarde era muy fría y el suelo de la calle estaba ligeramente helado. El cielo amenazaba nuevamente tormenta, era posible que aquella noche volviera a nevar, como la anterior.

Eso sí, en el centro comercial la calefacción estaba puesta y nada más entrar, Hannah sintió como sus mejillas se sonrosaban y como su cuerpo, poco a poco, empezaba a entrar en calor. Llegó un momento en el que el abrigo le estorbaba.

Cuando estaba llegando a la altura de William, éste levantó la mirada y al verla la saludó con un gesto de cabeza, cerró la libreta y empezó a apartar las cosas de su lado para que la joven pudiera sentarse.

Hannah se sintió aliviada al abandonar el frío de la calle y entrar en el centro comercial. Había pasado todo el camino dejando volar su imaginación y pensando en lo genial que sería que J. y Charles estuvieran asfixiados bajo una enorme capa de nieve y hielo, muertos y congelados. Sabía que era improbable que algo así sucediese, pero no podía evitar fantasear con ello.

Se quitó el abrigo y la bufanda y caminó a buen paso hasta el lugar donde William esperaba. Dedicó al muchacho una pequeña sonrisa a modo de saludo y se dejó caer a su lado en el banco antes de decir nada. - Ey, Will. ¿Cómo va todo? - Dijo finalmente, mientras dejaba el abrigo sobre sus rodillas. - ¿Llevas mucho tiempo esperando?

Era domingo por la tarde y en la calle hacía mucho frío, así que el Centro Comercial se encontraba bastante lleno. Cuando Hannah se acercó a William, dos niños de unos diez años pasaron corriendo por su lado y estuvieron a punto de chocar con ella. El primero pasó de largo y el segundo se detuvo un instante y miró a la joven... - Perdone... - Sus orejas se pusieron rojas como tomates y emprendió de nuevo la carrera, siguiendo al que debía ser su hermano.

William enarcó ligeramente una ceja y resopló al ver a los críos. Cuando Hannah estuvo a su lado se encogió ligeramente de hombros.

- Va... Como siempre... - Sus labios se torcieron en una mueca. Hannah lo conocía suficiente como para saber que debía haber vuelto a tener bronca en su casa. - Llevaré aquí unos cinco minutos... Estaba escuchando Triptykon... - Le dijo, pasándole uno de los auriculares... - Esta canción es... Bufff... Rompe... - Le dijo, llevándose una mano al corazón.

Hannah tomó el auricular que William le tendía y se lo puso en la oreja, con curiosidad por lo que estaría escuchando el muchacho. Sus recomendaciones solían gustarle bastante, así que prestó atención.

Al escuchar el principio de la canción ya le resultó totalmente envolvente y según fue avanzando cada vez se quedaba más pillada con ella. No pudo evitar pensar que escucharla en estéreo debía ser una pasada. Le resultó un poco extraño que William estuviese escuchando algo tan suave, pero lo cierto es que la canción le gustaba.

Cuando terminó le devolvió el auricular a su amigo. - Joder, pues sí que mola, sí. Luego mándame un whats con el nombre del grupo para buscar más... 

Con un suspiro la joven se recostó contra el respaldo del banco, estiró las piernas y cruzó los tobillos. No quería hablar de sus problemas, así que en una especie de acuerdo tácito, decidió no preguntar a William por los suyos y sacar un tema más banal. - Estuve viendo antes el anime ese de la bruja y la isla. Está bastante bien.

William siempre había tratado sus cosas con mucho cuidado. A veces podía desesperar a cualquiera cuando empezaba a recoger algo. Parecía que se lo tomaba con toda la calma del mundo y, sobre todo, cuando querían salir de clase y tenían que esperarle, se hacía eterno ver cómo colocaba los bolígrafos en su respectivo compartimiento, guardaba los folios, en vez de ponerlos todos en un mismo departamento de la carpeta, buscaba sus respectivos sitios e incluso numeraba las hojas. Siempre había sido muy meticuloso y aquella vez no iba a ser menos. Cogió el mp3 y empezó a doblar con cuidado los auriculares mientras escuchaba a Hannah.

Se volvió a mirarla. Durante unas décimas de segundo se quedó pensativo, sus pupilas se habían encogido mientras cavilaba en lo que la joven le estaba diciendo.

- Umineko - Dijo y la sombra de una sonrisa se formó en sus labios. - Yo estoy volviendo a ver Monster -. Le dijo, apartándose un poco el mechón de delante de sus ojos. - Hace años que la vi y ahora que Guillermo del Toro quiere hacer la serie, me han entrado ganas de volver a verla - .

Hannah hizo memoria, le sonaba haber leído algún tomo de ese manga, pero no recordaba nada en concreto así a bote pronto. Tampoco sabía nada de la adaptación de la que hablaba William, así que se encogió levemente de hombros. - No sabía que fuese a hacer eso. Pero viendo lo bien que le fue con Hellboy seguro que sale algo interesante. - ¿Ese era el manga del médico que salvaba a un niño y luego él se hacía asesino en serie o algo así? - Preguntó finalmente, echando una breve mirada a William antes de volver a mirarse los pies. - ¿Sabes a qué hora es la peli? Podríamos ir comprando las entradas por si Michelle llega tarde.

- Sí, es ese - . William asintió con la cabeza cuando Hannah le preguntó por el argumento de Monster. Terminó de recoger el mp3 y lo guardó en el bolsillo del pantalón. Entonces levantó la mirada, dirigiéndola hacia la multitud que había decidido hacer como ellos, pasar la fría tarde del domingo en el centro comercial. 

- Creo que empieza a las seis - . Dijo con un ligero encogimiento de hombros. - Si quieres, vale, vayamos a comprar las entradas - . Se levantó y cogió la chaqueta y la mochila. Ésta se la colgó del hombro y le hizo un gesto a Hannah para ir tirando hacia las taquillas.

- Envíale un whatsapp diciéndole que estamos allí - . William tenía la manía de estar apartándose continuamente el mechón de cabello que caía sobre su ojo izquierdo. Con un golpe seco de cabeza lo hizo, mientras empezaban a caminar hacia las taquillas del cine. - ¿Qué te está pareciendo Umineko? -

Hannah colgó su abrigo del brazo al levantarse y sacó su móvil del bolsillo de sus vaqueros para escribir el mensaje:

Hannah: Mitch, vamos comprando las entradas. te speramos en la puerta del cine.

Después caminó junto a William, sintiéndose por unos momentos despreocupada, como si durante ese rato pudiera volver al pasado y disfrutar con sus amigos de una salida, como cualquier adolescente normal. Sin embargo, no tardó en sentir una punzada en el pecho que le recordaba que nada era como entonces, que no sería su padre quien la iría a buscar al centro comercial cuando terminase la peli para tomar un batido con ella antes de volver a casa. Y que su madre no estaría esperándolos con la cena preparada, bien vestida y arreglada, sin esas ojeras perennes que ahora adornaban la piel bajo sus ojos y sin el aliento apestando a whisky. 

Tardó unos segundos en reaccionar a la pregunta de su amigo y volver al mundo real. - Eh... Umineko. - Dijo, ubicando su mente en la conversación que estaban teniendo. - Me está gustando bastante, el opening es sencillamente brutal. La canción me encanta... Y la cría esa, María, da muchísimo miedo. La verdad es que me gusta más que el del pueblo... Higurashi, aunque he oído que ambos están relacionados. No sé, aún tengo que ver más.

- Sí, te queda mucho por ver - . Quizás era la primera sonrisa que William se permitía esbozar en todo el fin de semana. Le gustaba quedar con sus amigas porque sólo ellas conseguían que dejara todos los problemas que tenía aparcados en un rinconcito de su mente. 

Llegaron a la taquilla de los cines y descorazonados vieron que había una enorme cola. El temporal parecía haber hecho que todo el mundo tuviera la misma idea. 

Mientras esperaban, el smartphone de Hannah vibró en su bolsillo. Al cogerlo vio que tenía dos whatsapps. 

Mamá: Cielo, cómprame tabaco

Michelle: Ooooookey... Voy para allá. 

La cola avanzaba muy poco a poco. Sobre todo habían muchos padres con sus hijos, emocionados por ver la película de Frozen, que se había estrenado haría una semana. 

- Tenía ganas de ver esta película. Aunque me ha sorprendido que Michelle la propusiera - . William volvió su mirada hacia Hannah y sopló hacia arriba, apartando una vez más el mechón que caía sobre sus ojos.

- Uf. - Resopló Hannah al ver la cola que había delante de la taquilla. - Parece que todo el mundo ha tenido la misma idea. 

Al ver los mensajes, respondió a su madre:

Hannah: Ok.

A Michelle no la respondió, ya debía estar a punto de llegar. Miraba a su alrededor con todo lleno de niños que gritaban y empezaba a sentirse un poco agobiada con tanto jaleo.

Las palabras de William la distrajeron un poco y asintió con una sonrisa. - Sí, yo también pensé que no le pegaba nada. Pero ey, el otro día vi un viral cojonudo promocionando la película. ¿Sabes qué hicieron? Prepararon un montaje con una cámara oculta en una cafetería y una chica movía las manos y parecía que lanzaba por los aires a uno y luego se movían las mesas y se caían los cuadros. Era una pasada... En parte por eso tengo ganas de ver la película. Y además sale Chloe Moretz que mola que te pasas. En Kick Ass estaba cojonuda.

William escuchaba las palabras de Hannah y sus ojos brillaron, imaginándose el susto que debían haberse pegado en aquella cafetería. Asintió con la cabeza. - Sí, también me gusta mucho. Aunque no me gustó en la de Déjame entrar. Tras haber visto la sueca, la versión de Moretz me pareció falsa. A veces deberían dejar de hacer sus propias versiones - .

La cola iba moviéndose poco a poco. Desde donde se encontraban, podían ver ya a las taquilleras. Habían cuatro chicas, casi idénticas y parecían autómatas, atendiendo a toda velocidad e intentando quitarse la cola de encima. 

William metió una mano en uno de los bolsillos de su chaqueta y sacó un paquete de chicles de menta. Le ofreció uno a Hannah antes de cogerse él uno. - ¿Cómo llevas el examen del martes? - Preguntó mientras miraba a lo lejos, esperando ver llegar a Michelle.

Hannah no había visto ninguna de las dos versiones de las que hablaba William, así que lo escuchó con atención, tomando nota para verlas en algún momento y siguió su mirada cuando el joven miró a lo lejos, buscando ella también a Michelle.

Tomó un chicle de los que le ofrecía y se lo metió en la boca, sintiendo el suave picor de la menta refrescar su garganta. Se encogió de hombros al volver a mirar a su amigo. - Lo llevo bien. O eso espero porque no pienso estudiarlo más. - Respondió, permitiéndose el hacer una pequeña broma aprovechando que estaba más relajada de lo que había estado en una buena temporada. - La verdad es que me resulta interesante ese tema. La guerra de Secesión siempre me ha parecido apasionante. ¿Tú cómo lo llevas? - Añadió, devolviéndole la pregunta y colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja.

William formó una mueca con los labios y se encogió ligeramente de hombros. - No he podido estudiar mucho - . Le confesó mientras continuaba masticando el chicle. - Mañana le intentaré dar un último repaso, pero no sé, ya veremos... - Con las discusiones que habían continuamente en su casa, le costaba mucho centrarse para poder estudiar. Aunque se encerrara en su cuarto y se pusiera los auriculares con la música a todo volumen, su mente no paraba de darle vueltas a toda esa mierda. Y se estaba empezando a notar en sus notas.

La cola continuaba avanzando y Michelle todavía no había llegado. De repente escucharon el llanto de un niño, y cómo éste empezó a extenderse por los demás niños que se agarraban a sus padres. Uno de ellos cogió a su pequeño en brazos e intentó calmarle diciéndole cosas, como que podían ir otro día, que podían aprovechar para ir al macdonald's. Pero el niño continuaba llorando. Cuando Hannah miró hacia las taquillas vio un enorme letrero rojo que ponía: Agotadas las entradas de Frozen. 

La gente empezó a dejar la cola y casi sin darse cuenta quedaban dos personas para que les tocara a ellos.

- Yo el lunes por la tarde estaré en la biblioteca, si quieres pasarte por allí podría echarte una mano. - Ofreció Hannah, sabiendo que realmente el problema de William era el ambiente familiar y no el tiempo. Seguramente en un entorno distinto le sería más fácil ponerse al día. 

Alzó la mirada cuando la gente empezó a revolverse, tratando de averiguar qué sucedía. Y al ver el cartel en la taquilla y cómo toda la gente con críos comenzaba a marcharse se sintió aliviada. De repente el ambiente era menos agobiante y se podía hablar con más normalidad. - Oye, cuanto tarda Michelle, ¿no? - Preguntó a William, echando un vistazo a su alrededor por si la chica se acercaba de lejos. Después sacó el móvil para revisar si les había mandado algún mensaje.