Partida Rol por web

Hannah cogió el pequeño monedero de su madre de dentro del bolso. Rebuscó en él y vio que tenía un billete de 10$. Tras cogerlo y volver a deja las cosas como estaban, salió del dormitorio. Fuera no hacía tanto frío, bajó la mirada y comprobó que tenía la piel de gallina, aunque poco a poco, según iba bajando las escaleras, empezó a recuperarse. 

No podía quitarse de la cabeza la fotografía que había encontrado en el bolso de su madre. Le había hecho recordar un tiempo en el que habían sido felices. Un tiempo que ya no volvería y eso la puso todavía más triste.

Al bajar, su madre la estaba esperando bastante mosca.

- ¿Se puede saber por qué has tardado tanto? - Le preguntó con el ceño arrugado. - Venga, ve a comprarme el tabaco y no tardes - .

Marvin la estaba esperando junto a la puerta de la calle, con el abrigo puesto y una sonrisa tímida. 

Al ver la expresión de su madre Hannah dudó durante un instante. ¿Debía explicarle lo de la corriente de aire? Probablemente pensaría que era tonta, o una excusa para hurgar en sus cosas, así que finalmente optó por mentir una vez más. - Oh, es que paré a peinarme. - Dijo, con la esperanza de que Allie pensara que lo hacía por coquetería al estar allí el hijo de Hellen. Eso probablemente le parecería muy cómico y la dejaría en paz. La naturalidad con la que había aprendido a mentir en tan sólo un año todavía la sorprendía a sí misma. Al principio se sentía muy culpable cuando lo hacía. Su padre decía que lo más imperdonable era una mentira. Pero suponía que incluso él comprendería que hubiera empezado a mentirle a su madre. O más bien al monstruo en el que su madre se había convertido.

Sin esperar más se dirigió rápidamente hacia la puerta. Cogió el abrigo y se lo puso antes de caminar hacia el muchacho. - ¿Vamos? - Preguntó tímidamente, metiendo la mano con el dinero en el bolsillo y estirando la otra para abrir la puerta.

Allie miró a su hija y puso los ojos en blanco, mientras negaba con la cabeza y le hacía un gesto con la mano para que se diera prisa. Hacía mucho tiempo que Hannah veía una delicada y casi transparente capa que cubría los iris de su madre. Su mirada no era limpia y, casi siempre, parecía estar perdida o envuelta entre los vahos del alcohol.

Hannah se dirigió hacia la puerta y, en cuanto la abrió, sintió el frío cortante que venía del exterior. Aún así lo prefirió a la extraña sensación que había tenido en el dormitorio de su madre.  

Marvin terminó de abrocharse el abrigo y salió detrás de la muchacha, encargándose de cerrar la puerta tras de sí. Se quedó de pie, mirándola algo cortado. 

- ¿A dónde vamos? - Le preguntó y una pequeña mueca se dibujó en sus labios. En ese momento pasaba por la calle la señorita Hewings. Una mujer que ya sobrepasaba los 40 y continuaba soltera. Había sacado a pasear a su enorme perro, que tiraba de ella, mientras su voz iba rezongando. - Quieto, Zeus. Mal perro. ¿Qué te pasa hoy? - Hannah siempre había visto que Zeus era un perro muy tranquilo y era raro que tirara de aquella manera de la pobre mujer, mientras gruñía al aire.

Hannah se estremeció al sentir de nuevo el frío cortante de la calle y dio un par de pasos hacia fuera, mirando con el ceño fruncido al perro de la señorita Hewings. - Normalmente es muy tranquilo... - Comentó hacia el muchacho mientras seguía a la señorita y a Zeus con la mirada.

Guió a Marvin hacia la puerta del jardín y una vez en la acera giró un poco hacia la izquierda y señaló con la cabeza. - Hay una gasolinera al final de esa calle, allí venden tabaco y ya nos conocen a mi madre y a mí así que no nos pondrán pegas por ser menores. - Explicó todo con timidez, hablando rápido y sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban, así que enseguida empezó a caminar para que el chico no se diese cuenta. No podía evitar sentir admiración hacia él después de conocer la historia de la botella. Ojalá ella pudiera hacer algo así a J...

Se moría de ganas por preguntarle si era cierto lo que le habían contado, pero igual Marvin se enfadaba o pensaba que era tan sólo una cotilla, así que se limitó a morderse el labio mientras caminaba a su lado en silencio, tratando de convencerse a sí misma para sacar el tema.

Marvin siguió la mirada de Hannah y arrugó suavemente el ceño. Él no conocía ni a la señorita Hewings, ni mucho menos a Zeus.

- Pues hoy no parece muy tranquilo - Murmuró y volvió a mirar a la joven. En ese momento una gota de lluvia cayó en la nariz de Hannah. Al levantar la mirada, sintió otra en la mejilla y una tercera en la barbilla. No tardaría en ponerse a llover y parecía que lo haría con fuerza.

- Vaya, mejor démonos prisa - . Marvin le sonrió y empezó a caminar junto a la joven. También parecía querer decirle algo, la miró un par de veces de reojo y cuando sus ojos se encontraban, los apartaba rápidamente, volviendo la mirada al frente. Finalmente carraspeó y se decidió a hablar.

- Oye, tú... ¿Qué tal te llevas con J? - Preguntó y al momento se arrepintió. - Perdona, quizás me meto donde no me llaman - Murmuró mientras sus mejillas se encendían y una mueca se formaba en sus labios.

Hannah miró hacia arriba al sentir las primeras gotas y se apresuró a seguir el paso de Marvin. - No es muy lejos. - Dijo mientras se levantaba la capucha de su abrigo y metía las manos en los bolsillos. 

Ante la pregunta del muchacho sus mejillas se sonrojaron. ¿Tanto se notaba? Pero no podía dejar escapar la oportunidad de saber más. - No, no, no te disculpes. - Se apresuró a decir. - No me ha molestado. - Añadió, con un hilo de voz. Aunque lo cierto era que no estaba segura de qué debía contarle. La verdad no la sabía ni siquiera Claudia, no se había atrevido a contárselo. Y al fin y al cabo este chico era un desconocido. - No me llevo muy bien con él. - Confesó finalmente, bajando la mirada al suelo y contemplando cómo las pequeñas gotas iban oscureciendo su color. - Él... B-bueno, no es el padrastro que me gustaría tener. A nadie, supongo.

Por algún motivo le resultaba más sencillo de lo que esperaba confesarse con Marvin. Tal vez fuese precisamente porque era un desconocido que se iría pronto a ese reformatorio y probablemente al que no volvería a ver. - Pronto ahorraré lo suficiente y me iré. - Añadió finalmente y sus mejillas se pusieron granates de nuevo. Era la primera vez que ponía en voz alta su plan y de inmediato se arrepintió. ¿Se lo contaría el chico a Hellen? Levantó la mirada y posó sus ojos en él. - Pero es un secreto. - Advirtió, escrutando su rostro, tratando de averiguar si lo contaría. Aunque bueno, ella podía negarlo fácilmente si lo hacía. Al fin y al cabo para su madre Marvin era poco más que un delincuente buscabroncas. 

Carraspeó, todavía mirándolo y se decidió a preguntar lo que le había estado dando vueltas en la cabeza. - Y tú... ¿De verdad amenazaste a Charles con una botella? - Preguntó con un cierto toque de admiración en la voz. Sin querer se acercó más a él al preguntarlo, ansiosa por escuchar la respuesta y conocer la historia por él mismo. 

Marvin escuchó a Hannah en silencio. Estaban llegando a la gasolinera y cada vez llovía más fuerte. Pero al joven parecía no importarle. Miraba a la chica, con una mezcla de curiosidad y empatía. 

- ¿Irte? Pero ¿a dónde? - Le preguntó, aunque enseguida se mordió el labio y su rostro se sonrojó cuando Hannah le preguntó por lo de la botella. Apartó la mirada, era un tema del que no le gustaba hablar. En ese momento se dio cuenta de que había sido él el que había dado pie a hablar de esos temas. Tan sólo quería saber cómo era J, ya que tenía la impresión de que debía ser tan cabrón como Charles.

- Yo... Bueno, no quería hacerlo - 

A los psiquiatras a los que le habían enviado les había dicho que no recordaba como habían ido las cosas. Que todo parecía estar envuelto en una espesa bruma y tan sólo le venían imágenes sueltas. Habían diagnosticado amnesia por estrés y él había preferido dejarlo así. Tenía miedo de Charles y no quería hacerle enfadar. Pero sí que recordaba perfectamente cómo habían ido las cosas. Recordaba a Charles golpeándole mientras su madre gritaba detrás e intentaba agarrarlo para que le soltara. Fue su madre quién cogió la botella y le amenazó, pero él se giró y la golpeó, tirándola al suelo. Marvin no sabía de dónde había sacado las fuerzas para recoger el casquillo del suelo y clavárselo en el hombro a Charles. Después de eso recordaba la sangre y la ira en los ojos de su padrastro. Salió corriendo de la casa, huyendo de aquel animal. No tardó en encontrarle una patrulla de la policía y tras eso, toda la versión fue modificada. 

Se mordió el labio y volvió a mirar a Hannah.

- Él estaba pegándole a mi madre y yo intenté que la dejara - . Le explicó y apartó la mirada, muchos creían que el animal era él y no quería que Hannah pensara eso.

Los ojos de Hannah se abrieron como platos al escuchar las palabras de Marvin. - Oh, vaya... - Musitó, arrepintiéndose por haberle preguntado. Se mordió el labio conteniendo todas las siguientes preguntas que se agolpaban contra sus labios mientras se preguntaba qué haría ella si J. comenzase a pegarle a su madre. - Se lo merecería. - Pensó con una pizca de crueldad hacia su madre. En cierta forma tenían suerte de que J. no fuese violento. No en ese sentido al menos. Pero por otro lado no podía dejar de pensar que lo que le había hecho a ella había sido mucho peor que si hubiera decidido darle una paliza. 

Suspiró quedamente, tragándose todas las preguntas que quería hacer y que probablemente harían que el chico se molestase con ella o se sintiese peor por darle vueltas a aquello y caminó en silencio durante varios segundos. - No sé aún adónde iré. - Dijo finalmente con voz suave, cambiando de tema para responder a su pregunta. - No quiero decidirlo para no dejar pistas sin querer. - Tal vez la joven había leído demasiados cómics. - El día que tenga dinero suficiente iré a la estación y lo decidiré allí mismo. - Explicó, encogiéndose de hombros. 

Siguió caminando envuelta en sus pensamientos. Realmente le parecía que Marvin era muy valiente y lo admiraba por haber sido capaz de enfrentarse a un tipo tan grande y peligroso como Charles para defender a su madre. Pero no quería decírselo, pues le daba la sensación de que el chico podría molestarse. Y al fin y al cabo, era prácticamente un desconocido.

Estaban llegando ya a la gasolinera, por lo que Marvin prefirió no hacer ningún comentario, al menos de momento. Había mirado a Hannah, con un pequeño brillo de preocupación en sus pupilas, pero guardó silencio hasta que volvieron a salir, ya con el tabaco en el bolsillo de la joven. 

Seguía lloviendo, y cada vez lo hacía con más fuerza. Ambos tuvieron que empezar a correr en dirección a la casa de Hannah, aunque podían sentir como el agua iba calando por dentro de su ropa y empapandoles completamente.

Al llegar a la puerta y antes de que Hannah llegara a abrirla, Marvin apoyó una mano en su brazo y la miró a los ojos.

- Lo que te propones es muy peligroso - . Le dijo y una mueca se formó en sus labios. - Si no tienes a donde ir ni quién te ayude, ve con mucho cuidado - .

Hannah corrió bajo la lluvia dejando que sus pies salpicasen pequeñas gotas a su paso con cada rítmico golpeteo. Y una vez a cubierto bajo el porche de su casa dio algunos saltitos, con un torpe intento de quitarse parte del agua de encima. Sacó la llave del bolsillo y empezó a girarse hacia la puerta, pero al sentir la mano de Marvin en su brazo se detuvo y lo miró, mientras sentía sus mejillas sonrojarse a toda velocidad.  

Escuchó sus palabras y una media sonrisa triste se esbozó en sus labios mientras suspiraba. - Es más peligroso estar aquí. Te lo aseguro. - Dijo entonces, manteniendo la mirada a Marvin con los ojos cargados de una seriedad grave. Y sin darle tiempo a responder metió la llave en la cerradura y la giró.

Los ojos de Marvin se ensombrecieron al escuchar la respuesta de Hannah. Pero antes de que pudiera llegar a responderla, ella abrió la puerta y entró en su casa. 

Dentro se estaba bien. La calefacción estaba puesta y el ambiente cálido le trajo recuerdos dolorosos a la joven. Unas voces venían del salón, voces que ella odiaba. Recordó una tarde de invierno de hacía ya tres o cuatro años. Una tarde lluviosa como aquella, en la que ella regresó corriendo de casa de una amiga, con la que ya no se hablaba y que vivía en la misma urbanización. La voz de su padre salía de aquel mismo salón y ella corrió a abrazarle. Todavía podía sentir su olor y aquello era lo más doloroso.

- ¿Te encuentras bien? - Marvin, que había entrado tras ella, se quedó mirándola, extrañado. El rostro de Hannah había palidecido y sus pupilas se habían humedecido. 

Hannah se quedó congelada un instante al recibir el peso de aquel recuerdo tan nítido y repentino. Contuvo la respiración y sintió cómo todo lo que la rodeaba desaparecía y sólo la calidez de aquel momento la llenaba. Sin embargo, fue fugaz y la voz de Marvin la trajo de vuelta al mundo real. Ese en el que ya no existían los momentos completa y absurdamente felices. 

Asintió rápidamente con la cabeza mientras se maldecía por la imagen que debía estar dándole al muchacho. Tomó aire rápidamente por la nariz y parpadeó varias veces, para contener las lágrimas que amenazaban con asomar a sus ojos. - S-sí, sí. D-disculpa. Me vino una cosa a la mente. Pero estoy bien. - Se forzó a dedicarle una sonrisa e hizo un gesto con la mano, quitándole importancia a lo sucedido, a pesar de que el pecho le dolía aún con aquel recuerdo. 

Se quitó el abrigo y lo colgó del perchero antes de poner una expresión resignada. - Supongo que tendremos que entrar. - Dijo, señalando el salón con la cabeza y sacando el paquete de tabaco del bolsillo del abrigo. 

Marvin no pareció muy convencido de que Hannah se encontrara bien. La había visto palidecer de repente y quedarse parada, con la mirada perdida. Pero no dijo nada, tan sólo asintió con la cabeza y empezó a sacarse la chaqueta. Acababa de conocerla y no quería agobiarla.

Hannah se dirigió hacia la puerta del comedor. De allí provenían las voces que había escuchado nada más entrar en la casa. Al abrir la puerta, comprobó que estaban todos reunidos. En el sofá grande se encontraba Charles, ligeramente inclinado hacia delante, sujetando una cerveza con la mano. J estaba en su sillón, el que una vez perteneció al padre de Hannah. Se estaba riendo de alguna gracia que su amigo debía haber soltado. Hellen, la madre de Marvin, estaba sentada también en el sofá y bebía de un vaso de agua. Y Allie se había sentado en una silla, junto al sillón de J y sostenía una copa de vino tinto. 

Al abrirse la puerta, dirigió su mirada hacia la entrada del salón, posándola en la figura de su hija. 

- Cielo, ya era hora de que llegarais. ¡Oh! ¿¡Cómo os habéis puesto!? - Ambos jóvenes tenían el cabello empapado, al igual que los zapatos y un poco la ropa. - Id a secaros, no vayáis a resfriaros. Hannah, dale una toalla a Marvin - . Mientras Allie hablaba, Hannah sintió la mirada de J fija en su figura. Una sonrisa fría, que se reflejaba en sus ojos, se había formado en sus labios. - Hola, ¿no vas a saludar a tu papi? -

La mirada de Hannah se ensombreció al ver a J. instalado en el sillón de su padre. No podía soportar esa imagen, pero no se atrevió a decir nada al respecto. No quería problemas. Se acercó a Allie y le tendió el tabaco. Fue al escuchar a su madre cuando se dio cuenta de que realmente estaban empapados y sus vaqueros se pegaban a sus piernas. 

La voz de J. le produjo un escalofrío que recorrió su espalda hasta perderse en su nuca, extendiéndose por su cuero cabelludo y se obligó a mirarlo y hacer un pequeño asentimiento de cabeza. - Hola, J. - Fue todo lo que dijo antes de girarse para mirar a Charles. - Y hola Charles. Espero que se os haya dado bien la pesca. 

Sin embargo, no llegó a esperar respuesta y empezó a darse la vuelta para hacer lo que su madre le había dicho. - Vamos a secarnos. - Terminó, mirando entonces a Marvin. - Te daré una toalla y unos calcetines gordos para que te puedas quitar los zapatos hasta que se sequen.

Allie cogió el paquete de tabaco que Hannah le entregaba y asintió con un suave gesto de cabeza. - No tardéis, que la comida está casi lista - . Le dijo mientras iba abriendo el paquete y sacando un cigarrillo.

J miró a la muchacha con una sonrisa cargada de cinismo. La miró de arriba a abajo, saboreando con sus pupilas la forma en la que el tejano se pegaba a su piel, provocando que Hannah se sintiera sucia e incómoda. Charles también la había mirado, pero no de forma tan descarada y había asentido con la cabeza cuando ella le saludó. 

Hannah y Marvin salieron de la sala. Éste último parecía un poco perdido con lo que había visto dentro, pero prefirió no hacer ningún comentario, al menos de momento.

- Te estaré agradecido, tengo los pies helados - . Le confesó mientras la miraba pensativo. 

Hannah todavía sentía las mejillas ardiendo después del incómodo repaso que le había dedicado J. y guió a Marvin hacia el piso superior en silencio, demasiado avergonzada como para decir nada.

Lo llevó directamente hacia su baño y allí cogió una toalla limpia y grande para él, después lo llevó a su habitación y rebuscó en los cajones hasta encontrar unos calcetines gordos para él y otros para ella. También cogió un pantalón cómodo y negro y entonces hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta antes de hablar, sobreponiéndose a la vergüenza que había pasado abajo. - Voy al baño a cambiarme. ¿Necesitas algo más? ¿Quieres que te busque unos pantalones? Puedes poner tus zapatos junto al radiador para que se sequen. - Se quedó esperando la respuesta en la puerta antes de ir al baño a cambiarse.

Marvin sujetaba los calcetines con una mano y se mantenía quieto, en medio del dormitorio, como si moviéndose pudiera romper la intimidad de Hannah. Sus ojos castaños se dirigieron hacia la pared de pizarra, contemplando los números que habían escritos. Sentía curiosidad, pero cuando la joven le habló, la miró y sus mejillas se sonrojaron mientras negaba rápidamente con la cabeza. 

- No, estoy bien, gracias - . Le dijo, algo avergonzado. No quería molestarla, así que prefirió quedarse con los pantalones mojados, seguro que no tardarían en secarse.

Hannah entró en el baño y él aprovechó para sentarse en el suelo y sacarse las deportivas. Se puso los calcetines gruesos que ella le había dado. Se notaba que los pies de la muchacha eran más pequeños y delicados que los de él. No pudo evitar reírse, pero aquello era mejor que nada. Dejó el calzado junto al radiador, como la joven le había dicho, y cuando ésta salió del baño, él volvía a estar de pie, esperándola. 

Hannah fue al baño y se sentó sobre la tapa de la taza. Durante algunos segundos permaneció allí, con la mirada perdida y reuniendo ánimos para bajar y volver a enfrentarse a J. y sus miradas, a su madre pegada al vaso de whiskey como si no hubiese mañana y los amigos de ambos, tan repulsivos como ellos mismos. El recuerdo de su padre la había dejado tocada y sabía que no podía mostrarse débil delante de su padrastro. Eso sería lo peor que podría hacer. 

Suspiró cuando se sintió un poco más recompuesta y se quitó los zapatos, los calcetines y los pantalones. Se puso la ropa que había llevado consigo y se secó el pelo con una toalla. Le quedó un poco húmedo, pero secarlo del todo le llevaría demasiado rato, así que lo dejó así. 

Para cuando volvió a su cuarto se sentía un poco mejor. Tener a J. de vuelta era una mierda, pero al menos estaba aquel chico que se había enfrentado a Charlie. Su presencia le daba ánimos de alguna manera, como si pudiera contagiarse un poco de su valentía para afrontar la noche que les esperaba.

Al llegar a la habitación dejó sus zapatillas junto a las de él, al lado del radiador y se esforzó por dedicarle una pequeña sonrisa. - ¿Bajamos? Probablemente quieran cenar ya.

Marvin asintió con la cabeza y juntos bajaron de nuevo al comedor. 

La cena no estuvo tan mal como cabía esperar. Se notaba la mano de Hellen, ya que seguro que si Allie la hubiera hecho sola, el pescado hubiera terminado o quemado o demasiado crudo. No tenía un término medio.

Durante toda la velada, estuvieron destacando las voces de Charlie y de J. No paraban de jactarse de lo bien que les había ido aquella pesca. Aunque a veces, por el brillo de sus ojos, parecía que hablaban de otra cosa. O eso, o Hannah no podía entender qué tenía de emocionante pasarse un fin de semana en un lago, con las cañas de pescar y el aburrimiento de la tarde. Además, aquel fin de semana había hecho bastante frío. La joven no entendía mucho de pesca, pero allí había bastante pescado para el tiempo que había hecho...

Mientras cenaban, la madre de Hannah se ventiló, ella sola, una botella de vino. Cuando estaban terminando, miró a su hija, con los ojos vedados.

- Anda, recoge esto y prepara los cafés, haz algo, no te quedes allí parada, con esa cara de no haber roto un solo plato - . En ese momento, las voces de Charlie y de J se silenciaron y Hannah pudo ver una sonrisa en los ojos de él. 

Hannah apenas pronunció palabra durante la cena. Tan sólo hablaba cuando se dirigían directamente a ella y el resto del tiempo su mirada se mantenía prácticamente todo el rato en su plato en un intento por pasar desapercibida. Tal vez hacerse muy pequeña, invisible, y que J. no se fijase en ella. En algún momento sus ojos se dirigieron a Marvin con curiosidad, pero en esos casos los apartaba enseguida, antes de que el muchacho se diese cuenta.

Levantó la mirada cuando su madre le habló y asintió con la cabeza mientras sus mejillas se sonrojaban. - Claro, mamá. - Ya hago yo los cafés, porque como te encargues tú en tu estado no romperías sólo un plato. Te cargarías la vajilla entera. - Sentía la mirada de su padrastro sobre ella con esa sonrisa repugnante y se sentía asqueada. Al menos en la cocina podría estar unos minutos tranquila. Se puso en pie y empezó a recoger los platos en una pila para llevárselos después con la intención de encender la cafetera y seguir quitando la mesa. 

Sin embargo, en cuanto entró en la cocina apoyó la espalda en la puerta, todavía con los platos en las manos y suspiró, cerrando los ojos por un instante. Cada vez era más difícil aguantar en esa casa. Tan sólo la esperanza de su pequeño plan la mantenía con fuerzas.