Partida Rol por web

No pareció pasar nada pero, aun así, no me fiaba. Había visto demasiado a lo largo de mi larga vida como para saber que nada era lo que parecía y que debía desconfiar de la magia, traicionera y enigmática, sobre todo teniendo en cuenta que el líquido parecía de la misma sustancia que lo que cubría el cuerpo de los monstruos.

Esperé unos segundos con la joya dentro de la fuente, levantando después el colgante para comprobar su estado. Ni siquiera había gotas de agua deslizándose, ni el reflejo húmedo en la superficie.

Con cuidado, metí el colgante en uno de los bolsillos, evitando que tuviera contacto directo con la piel, mientras vigilaba que Ratko hiciera lo mismo.

Ratko, que había realizado la misma operación que Earendil, sostuvo el colgante sosteniéndolo por la cadena, tal y como la señora del agua no se atrevía a que su piel rozase la misteriosa agua negra, pero sentía mucha curiosidad por saber si realmente el colgante había sido imbuido por algún tipo de poder. El demonio parecía olisquear la joya como si pudiese ver a través de ella, incluso pareció dudar durante unos segundos entre colocarse el colgante o guardarlo en uno de sus bolsillos. Fue entonces cuando miró a Earendil y recordó los seres que habían matado antes de llegar a la fuente... ¿y si la deformidad era causa del agua? aquello fue lo que lo llevó a guardar el colgante en su bolsillo.

-¿Eso es todo?- nunca había visto como se imbuía algo con poder mágico, pero esperaba algo de chispas o luces. Algo no cuadraba con eso o quizás la magia era menos impresionante de lo que creyó. Sus ojos oscuros fueron a Ratko al pensar en magia. No. La magia era interesante y divertida, eso de allí no lo era-. Quizás eso negro contaminó el manantial…

Un manantial era algo cristalino y puro, la mejor visión que podría existir. Eso parecía un charco donde algo grande murió hace tiempo. Pero bueno, hicieron lo que debían, meter esas cosas en el agua y ya.

Comienzas a sentirte intranquila, incómoda... como sí no te gustase lo que estás haciendo. Es una sensación extraña.

Comienzas a sentirte intranquilo, incómodo... como sí no te gustase lo que estás haciendo. Es una sensación extraña.

Tras esperar a que Ratko hiciera lo propio me giré dejando que la tela de la capucha hiciera un vuelo casi perfecto, caminando hacia la salida hasta que paré a un par de pasos.

Algo me estaba pasando, lo notaba en mi interior. Ascendía de forma creciente una angustia en mi interior que no podía describir pero sabía que era causa del colgante que llevaba en el bolsillo. Me llevé una mano al pecho al sentir las pulsaciones del corazón ir demasiado aceleradas, creyendo que iba a explotar en un momento a otro mientras hincaba una rodilla en el suelo.

Con la mano libre cogí el colgante y lo tiré lo más lejos que pude, pensando que así ese malestar se iría pero era demasiado tarde. Cuando vi el colgante rodar por el suelo mi visión fue apagándose por completo, cayendo inconsciente.

De repente, Ratko sintió un escalofrío, un escalofrío más intenso que el que haya sentido nunca.

Su cuerpo empezó a recubrirse de una materia negra, pegajosa, fría... ¡horripilante!

El miedo y la impotencia se apoderó del cuerpo del demonio, al igual que lentamente iba perdiendo el control, la conciencia... ¿por qué su compañera habría perdido el conocimiento pero él no?

Ratko se paró en seco con el rostro más blanco de lo normal, en la cara del demonio podía observarse toda la confusión, miedo e impotencia que estaba sintiendo, al tiempo que parecía estar teniendo un terrible escalofrío. Cuando de repente algo viscoso y negro comenzó a recubrirlo... entonces pareció comprender, al recordar las deformes criaturas que habían exterminado antes... pero era tarde... tarde para que él pudiera hacer algo, sus ojos dorados comenzaron a perderse al tiempo que el control de sí mismo.

Shany estaba por seguir los pasos de Eärendil, convencida de que allí había algo más que no sabían, pero que no lo iba a descubrir ella a menos que fuera destruyendo algo. Pero la elfa cayó de rodillas y antes de que la guerrera pudiera ir en su ayuda, Rakto corrió la misma suerte. Aun peor, Rakto comenzaba a tener los mismo síntomas que las criaturas que vieron mientras recorrían esas ruinas. Se prometió a sí misma, volver a donde estaba ese viejo plumoso y dejarle estaqueado en la puerta de su asquerosa tienda.

-Espíritus del desierto, denme fuerza- murmuró dando firmes pasos hacia Ratko. Se arrancó un trozo de su ropaje, envolviéndolo en su uno de sus brazos. Luego, calculando donde había puesto el demonio su colgante, aferró la zona para poder arrojar la maldita joya lejos de ahí.

Eärendil había tirado su amuleto, sin llegar a convertirse en eso, por lo que debía tener algo que ver con el amuleto. Si fallaba, todos estarían condenados, pero su honor le impedía dejar compañeros atrás. Se decía mucho de los Orumitas, pero la mayoría de las cosas eran por su facilidad para matar, el desconocimiento en su cultura y… si, el gusto por matar.

Ratko tras ser consumido por la materia oscura se vió a sí mismo, o más bien una versión ponzoñosa de sí mismo... Un zombie, tan irritado como impotente al ver que no podía utilizar su magia, lo que le restaba poder... Se avalanzó hacia esa cosa dándole un puñetazo, quería despedazarlo, obligarlo a salir de sí mismo... Él, él no podía terminar de aquella manera, siendo una mera marioneta en descompocisión, no... NO... ¡¡¡NOOOOOOOO!!! gritó mientras atacaba.