Partida Rol por web

Entró un curioso hombrecillo, me encajaba totalmente en el perfil de la persona de la que me había hablado mi acompañante. Y parecía que además de estar todo listo tenía prisa por comenzar.

Sarah se encargó de las presentaciones pero al poco salió con algo que no esperaba, bueno, uno ya había pasado por mucho y tampoco iba a decir que me fuese a angustiar por ello. Mis experiencias hablaban por si solas y… lo que pensé me lo guardé para mi mismo.

- Que vaya bien – Me limité a decir y luego di otro trago a mi vaso. Ahora replantearía de nuevo todo, tal vez simplemente me quedase aquí bebiendo, veríamos.

Tras la inesperada salida de la señorita Evangelin con quien ya había entendido contaba para la expedición el Sr Jones se encontró en un gran desconcierto.

Miro extrañado la espalda de la mujer pues esta no les había dado mucho tiempo a formular respuesta alguna y se mantuvo en la misma postura hasta que Evangelin paso por las puertas batientes para desaparecer en el exterior.

Jones no era un hombre valiente y mucho menos un pistolero, solo era un simple fotógrafo con un sueño que ahora parecía volver a detenerse.

Su suspiro profundo y sentido fue el preámbulo a sus palabras:

Emm..Sr, Smith esto…es incomodo, emm, lamento la molestia…adiós.

Y luego, tras volverse sobre sus propios pasos salió también del Maripoosa con la espalda encorvada y una expresión triste en el rostro.

Para Navarro estaba claro que la, ahora, reticencia a emprender el viaje por parte de aquel regordete personaje se debía, en parte, a que quería hacerlo con la Srita Evangelin.

Jacobi – culo inquieto como pocos -, había ido dando vueltas de un lado al otro por dentro del Maripoosa como una mosca gorda, vieja y barbuda sin detenerse mucho tiempo en ningún sitio.

Es por ello que en las horas que siguieron al tiroteo el bueno de Jacobi probo la munición sobre su cuerpo, bebió, blasfemo, converso con las señoritas locales e incluso cato la mercancía, jugo a las cartas, volvió a beber, masco tabaco, lo escupió por que no le había gustado y volvió a beber para quitarse el regusto amargo de la boca.

Ahora, bastante más cansado ya, finalmente dejo caer su orondo peso en una de las bancas próximas a donde Navarro estaba y mientras se zampaba un pedazo de carne seca que el tabernero había dejado allí para “picar”, hablo para el otro único – ahora -, cliente presente en el lugar.

-Eh, mon pote, se hace tarde y estoy cansado. ¿Te apuntas con unas gamines en póker desnudo o es hora de ir a dormir la mona?

- Vale, vamos a calmarnos todos.- gritó Douglas a la multitud.

Se volvió hacia Archer. En sus manos estaba resolver como acabaría aquello. 

- Escucha hijo: vas a dejar ese rifle en el suelo y vas a acompañarme a la comisaría sin resistirte. Luego te encerraré y tendrás un juicio justo.

La mano del sheriff reposaba sobre su revolver. Era una pose, evidentemente. Suponía que si las 'maquetas' se ponían nerviosas y se abalanzaban sobre ellos pasaría algo y podrían salir de allí. Dudaba que la atracción llegase tan lejos como para causarles daño. Pero prefería no forzar las cosas.

- Y los demás: aquí yo soy la autoridad. No quiero un linchamiento. Tenemos...- miró el cuerpo despachurrado del maquinista - ... errr... pruebas. Y no somos animales. Este hombre tiene igualmente derecho a un juicio. Pudo haber sucedido algo que... joder... ¡tengo que informar al juez! Luego ya se aplicará la justicia.

¿Cómo puñetas se resolvía aquello? En las películas se cogía al forajido y se le colgaba de un árbol. ¿Se llevarían a Archer de la atracción como él deseaba y dejarían a un maniquí para ser ahorcado? Joder, aquel sitio estaba demasiado al borde de la locura. 

Por lo visto no fui el único confuso pues el hombrecillo también demostró estarlo con la reacción de la peliblanca.

- No se preocupe, lo entiendo – Le dije al hombrecillo antes de que se marchara. No sabía si habría otra oportunidad de lo mismo más adelante, pero al menos creí merecer algún tipo de explicación. Pero al diablo con todo. Debía de centrarme más en mi y menos en los demás. Que les den por culo.

El tipo curioso volvió a sentarse a mi lado – Nunca escuché el término “poker desnudo” amigo. Si te refieres a poker descubierto no estaría mal. Si te refieres al Strip Poker… pues depende la compañía ja, ja, ja - Solté unas risotadas fruto de lo que ya había bebido.

Le había tendido la mano, pero me llamó la atención que la besara, pues se la había dado para que la estrechara. Quizás en el oeste eso no se estilaba, pero vamos, mis conocimientos de historia eran generales, había muchas cosas de esta época que desconocía.

Yo también sonreí, era imposible no hacerlo cuando te sonríen de aquella manera.

- Me parece estupendo. - Respondí a lo de cenar en el restaurante.

Cuando se dio la vuelta para ir a por sus compras, miré a Lydia y la guiñé un ojo, aunque luego me di cuenta de una cosa. Me volví para ver cómo Ian estaba a punto de salir de la tienda.

- ¡Eh! ¡Vaquero! - Le llamé. - ¿A qué hora dices que cenamos? - Sonreí divertida, pues sabía que las mujeres no usarían esas palabras ni ese tono en aquella época, pero yo me estaba divirtiendo.

Me amenazó con el revolver, o al menos llevó una mano ahí. Me reí. —Bah, toma el rifle. —Se lo devolví con el cañón por delante—. Mira, antes de entrar en este sitio probé las pistolas, en mi pierna y en la de la asistente. A nosotros no hacen más que picarnos un poco, a ellos les hacen unos agujeros que parecen fuentes de sangre.  —dije en voz baja. 

—Vamos a la comisaría. Allí habrá el teléfono ese o lo que dices, o agua... no quiero quedarme aquí más de un minuto más de lo necesario.

Me ofrecí a acompañarle. Un teléfono y agua sonaban bien. Si me daba esas cosas no sería una maqueta y no acabaría como tal. El parque no era para mí, despertaba cosas en lo más profundo de mi mente. 

Douglas apenas pudo reprimir un suspiro de alivio.

- De acuerdo colega. Vamos allá.

Y así, haciendo un poco el cuento de que se lo llevaba preso, intentó alejar a Archer de la turba para reunirse a puerta cerrada en el despacho del sheriff.

El paseo había empezado bien y casi había recuperado el buen humor. En nada de tiempo estaría fuera de aquel coñazo de sitio, cogería un avión y a seguir con lo suyo. Un día perdido tontamente en algo que no le llamaba nada la atención.

Pero con el paso del tiempo el camino empezaba a parecer más largo de lo que le habían dicho y Rick temió haberse perdido. Sin embargo, también le habían dicho que no cabía perderse. Esperaba en cualquier momento encontrar algún edificio administrativo, un aparcamiento o la entrada a un discreto subterráneo. Pero nada de eso llegó. Lo que sí llegó era una vieja granja.

Decidió que por inspeccionarla no perdería nada. Era la única señal de civilización que había por allí, así que, ¿y si era el lugar? ¿Y si una falsa-vieja-granja era el escenario de la salida? A lo mejor en su interior había una puerta a la salida.

Pero no tuvo tiempo de averiguarlo. Aquellas figuras llegaron y con ellas el dolor lacerante.

– ¿Qué...? –gimió, sorprendido. Se encogió del dolor y con la mano buscó en su abdomen la sangre. Si aquello había sido un tiro en la barriga, se podía dar por muerto, pensó–.

El hombre se volvió antes de marcharse del todo y gritó a las ocho como hora fijada para la cita. La tarde no parecía haber ido ni tan mal en aquel lugar, una entraba sin saber qué hacer en aquel maldito parque y salía con un vestido nuevo y una cita para esa misma noche.

El dependiente se acercó a la joven Sophie, mirando lo bien que le quedaba el vestido y le sonrió.

-¿Es de su gusto, señorita?- dijo de forma amable. –La verdad que ese vestido le queda maravilloso, yo le recomendaría llevárselo con usted.

Me acerqué justo cuando el encargado de la tienda le decía algo a Sophie. Mi sonrisa era amplia y di por descontado que aquel hombre no decía nada importante, solo trataba de vender.

-Jo, qué suerte. El primer macizo que nos cruzamos que está decente y te lo llevas de calle- dije bromeando. –Sin duda deberías llevarte ese vestido para la cita, el color te queda bien y todo- asentí y fui a pagar la ropa que yo había cogido a la mujer tras el mostrador.

Tendría que darme una buena vuelta por aquel pueblo a ver si encontraba un príncipe vaquero así para mí. El tipo que huía a tiros me había gustado, pero no me sentía tan osada como para abandonar Sweetwater para buscarlo. Quizás el siguiente día aparecería por aquí de nuevo, mientras probaría suerte.

Era obvio que la gente que se había congregado no esperaba un juicio justo. No se le decía "salvaje oeste" por nada. El ojo por ojo era la ley de la zona, por eso los carteles de se busca marcaban "vivo o muerto". Daba lo mismo que el culpable de una atrocidad fuera entregado a la ley vivo o muerto, porque la culpa de una acción ya era condena de muerte.

Aunque no estuvieran contentos con la decisión del sheriff, él era la ley allí. Vieron como Douglas y Archer intercambiaban unas palabras antes de marcharse ambos para comisaría. Las miradas acusadoras seguían a Archer hasta que desaparecieron de la vista de la congregación del apeadero.

Llegaron a la oficina del sheriff, ya conocida para Douglas era un lugar nuevo para Archer. De hecho él apenas había visto nada de Sweetwater hasta ahora.

Nada más entrar había una mesa, que debía ser donde el ayudante del sheriff sentaba su culo, ocupándose de las llamadas recibidas y enviadas a altos cargos. Ahí en la pared había varios carteles de “wanted” además, junto con un mapa del sur del país.

Al cruzar la puerta y adentrarse en el pequeño edificio se podía observar la mesa del sheriff y dos celdas, una enfrente y otra a la derecha.

Tras la mesa del sheriff había un colgadero de madera, que tenía una escopeta, pues la otra se la había agenciado el sheriff.

La celda del fondo, donde antes había alguien, ahora estaba abierta y vacía. Las llaves con las que habían abierto la celda seguían en la cerradura.

Al salir detuve mis pasos y miré alrededor. La verdad es que me había ido apurada, tratando de escapar de la situación más que del lugar, y no sabía muy bien ni adónde dirigirme. Pensándolo bien podría parecer que había exagerado, pero aunque el chico fuera majo y eso la verdad es que me hacía sentir incómoda, y no parecía el tipo de persona que lo entiende cuando una se lo explica. ¿Asumirlo? Quizá. Pero si lo entendiese no habría empezado ya con eso, y cuando creía que nunca le había seguido el rollo.

La verdad es que era un asco llegar a un sitio como este y seguir teniendo los mismo problemas de siempre. Tenía que ser un lugar genial, tenía todo para serlo, y acababa de dejar pasar una oportunidad para Eva por culpa de algo que tantos veían como algo nimio.

Con un suspiro empecé a caminar despacio, pensando no sólo adónde dirigirme, sino hacia dónde iría mi personaje. Aún tenía mucho que construir sobre ella, la verdad. No había tenido tiempo de pararme a pensar en quién era, o qué esperaba conseguir a largo plazo. A lo mejor podría aprovechar para eso.

Estaba así, un poco ensoñando conmigo misma mientras valoraba acercarme adonde estaba aquel hombre —Rick—, cuando el señor Jones salió del local. Escuche su disculpa, pero de inmediato me sentí mal por él.

—No, señor, por favor, no se disculpe... —le pedí con un tono ligeramente triste—. Soy yo quien debe pedirle perdón. Le he fallado. Creo que si yo me hubiera quedado y hubiera accedido a ir con ustedes, el señor Smith no se habría echado atrás. Pero entiéndalo, me hacía sentir un poco... —No dije más, sólo me encogí de hombros. No quería darle pena, sólo que entendiera que no había querido dejarle tirado.

Se me escapó la risa cuando el vaquero me gritó que a las ocho y luego, negué con la cabeza, mientras el de la tienda se acercaba a decirme que el vestido me quedaba bien y que se lo comprara. Cada uno estaba a lo que estaba y tenía claro que el de la tienda quería ganarse unos dólares.

- Sí, me lo voy a llevar. - aunque pensaba llevarme el cinturón con el arma a la cintura aunque no pegara ni con cola. Después de haber visto cómo un tío acababa con los sesos esparcidos por el suelo, no pensaba ir desarmada ni a mear.

Sonreí divertida ante las palabras de Lydia y luego cuando dijo lo del vestido simplemente sonreí.

- La verdad es que no esperaba encontrarme a un hombre así por aquí. - Al menos ya había dejado de plantearme quiénes podían ser hombre y quiénes no podían serlo. Iba a dejarme llevar un poco porque la verdad es que sino iba a ser una estancia muy aburrida y ya que parecía que no había forma de salir de allí, iba a tener que amoldarme.

- ¿Sabes si existe la ropa interior en este siglo? - Ella ya había estado cotilleando algo más por la tienda, y quizás hubiera visto algo.

A Archer le daban igual las miradas acusadoras, si fuera por él, mataría a todos aquellos robots de cartón piedra. Aunque mejor perderlos de vista cuanto antes. Y al hacerlo se encontró mucho mejor. 

Pronto llegaron a la oficina del Sheriff. Era mucho más´bonita y moderna de lo que probablemente había sido ninguna en el lejano Oeste. Pero bueno, ahí estaban para jugar.  Allí como le había dicho Douglas había un teléfono, y Archer se acercó rápidamente a él.

—Dime que tienes algo de agua... —comentó a Douglas. Que él jugara si quisiera a indios y vaqueros robots, parecía un buen tipo, pero Archer sólo quería dos cosas. Agua para apagar la sed y una manera de largarse de allí.

Tomó el teléfono y trató de escuchar si había línea al otro lado —¿Hola, hay alguien ahí? ¿Pueden sacarme de este condenado lugar?

Douglas se acercó a una garrafa llena de agua que había en una esquina del local y sirvió un vaso para su acompañante.

- Espero que tengas suerte con la llamada. Creo que Rick habló con alguien al otro lado. 

La mirada del nuevo sheriff iba ahora hacia el exterior, hacia donde estaba el pueblo soliviantado. Maldición, sería mejor que alguien de mantenimiento sacara de allí a Archer con cualquier disculpa. Por ejemplo la llegada de una caravana para juzgarlo en algún sitio más grande o algo así. 

Revisó si la oficina tenía una puerta trasera. Una cosa era seguirle el juego a aquel lugar y otra muy distinta encerrar a alguien en contra de su voluntad solo porque las marionetas lo solicitasen. 

Los pequeñitos ojos del hombre, agrandados por los cristales, brillaron con comprensión. Puede que no con la comprensión que Sarah hubiera esperado, de una mujer acosada por un hombre, pero sí el entendimiento del acoso. Al señor Jones no le gustaba el saloon por eso mismo, estaba lleno de hombres rudos y bravucones que se burlaban de hombres como él.

También comprendió que había sido egoísta mandando a la joven en lugar de ir él a pedir ayuda. Tomó la mano de Sarah, con sentimiento. –Disculpadme, señorita, pero cierto es que fue culpa mía. No debí pediros venir a un sitio así sabiendo lo que podría aguardaros- acarició el dorso de su mano, perdido apenas un par de segundos en sus pensamientos. Luego la soltó. –Si aún deseáis venir, señorita, puedo pagar dos caballos y nos dirigiremos hacia el sur. Podemos probar en el próximo pueblo suerte a ver si encontramos quien nos acompañe. Sería algo arriesgado salir ya sin escoltas, pero es lo único que se me ocurre…

Luego miró alrededor, como con cierta sospecha. -La verdad es que nunca confié mucho en los hombres que vagan por Sweetwater, pero es el mejor sitio para establecer mi negocio. Usted decide si quiere acompañarme, sino partiré solo.

Asentí cuando mencionó la ropa interior y le señalé dónde. 

-Parece que sí que tienen ropa interior o algo similar al menos- hacia donde señalé había varios vestidos ligeros, corsés y medias varias. Todo con demasiada tela para este tiempo y para la época en la que vivíamos. Yo al menos al encontrarme con aquel rincón había pensado que ponerme solo alguna de esas cosas sería ropa de sobra para nuestra actualidad, aquí era ropa interior con pinta de ser más incómoda que otra cosa.

Cogí algo mientras Sophie hablaba con el tío bueno del sombrero, pero seguía pensando que prefería ir sin ropa interior a pasar aquel calor con aquellas cosas debajo del vestido.

En el rincón había de todo y de todas las tallas.

Del otro lado del teléfono, nada más descolgarlo, se oyó como una línea cargando o tratando de llegar a algún lado. Como si el teléfono tratara de conectarse e hiciera unos ruidos infernales a cambio.

Esos ruidos infernales duraron lo que le pareció una eternidad. Taladraban su cabeza resacosa, como si alguien estuviera burlándose de él y aprovechando una nueva vía para molestarle.

Y después de eso, como si comunicara o alguien hubiera colgado directamente la línea. Ninguna respuesta aparente salía de aquel teléfono. Si Rick había hablado con alguien o no, ahora parecía improbable. O él había mentido al resto.

Al menos a Archer le quedaba el consuelo del agua que Douglas le había tendido, que si estuviera fresca sería mejor. Pero el agua fresca era algo que en aquel lugar solo se conseguía recogiéndola del río.