Partida Rol por web

-Debí haber muerto yo... hijo, lo siento. Te juro que lo siento... Quizás el padre nos ayude. Él es un buen hombre. Ahora estará escondido en su Iglesia.

Marita se termina de secar las lágrimas y dice:

-Sé que es un buen hombre... es un hombre fuerte, un hombre de Dios.

- No se preocupe señora que usted no tiene la culpa – le dije con aún un nudo en la garganta ¿El padre? Ummm había que agotar las posibilidades y antes de ir a por aquel hombre de la radio, quizás el padre tuviese alguna idea

- Bien, no hay tiempo que perder vayamos a esa iglesia a ver al padre – si la anciana no tiene que hacer nada muy urgente me dirijo directo al coche para ir a ver al padre

Marita mira a la casa una última vez, hace una señal de la cruz con sus manos y entra en el coche. Le indica a Ben donde queda la iglesia y, aunque de vez en cuando se equivoca, al cabo de unas hora están allí. Es un edificio grande, de estilo gótico, con ventanas de vitró y una puerta enorme que está cerrada. Hay unos 20 escalones antes de subir a la puerta y también un pequeño jardín con rosas. Todo está oscuro. Marita sale del coche y comienza a subir los escalones con su bastón.

La luna ilumina todo.

Serán las 3 de la mañana o algo así, el reloj de Ben ha dejado de funcionar.

Maldiciendo porque mi reloj dejó de funcionar subo caso sin darme cuenta que maldecía justo delante de una iglesia, hacía muchos años que había perdido la fe y mucho más después de lo que pasó con la humanidad, aunque respetaba a los hombres de fe, cada uno era libre de pensar lo que quisiera.

Subí corriendo aquellos escalones de tres en tres y comencé a aporrear la puerta - ¡Padre! ¡Señor cura! ¡Abra por favor, es una emergencia, vengo con Marita! – por Dios que se despierte el hombre

De pronto se escucha que abren las puertas. Asoma una cara ruda, no parece ser la de un sacerdote. Marita exclama feliz:

-¡¡Padre José!! Alabados los ojos que os ven. Por favor déjenos entrar.

El sacerdote mira sorprendido a Ben pero se mueve y les deja pasar. Cierra la puerta tras suyo y ya están en el salón de entrada de la Iglesia, pasan por otra puerta y se hallan en donde se dá la misa. El sacerdote tiene una ametralladora en sus manos y se encuentra callado y sereno. No ha dicho palabra, simplemente mira a Ben.

Marita intercede:

-Es bueno, padre, es bueno y está en aprietos...

El sacerdote mira a Ben esperando su versión.

Por suerte el hombre no tardó mucho en abrir ¿Seguro que este tipo era un sacerdote? Tenía mis dudas.

En otras circunstancias me habría mostrado más efusivo, pero la tensión y la angustian no me lo permitían. – Me llamo Ben… - le tendí la mano aunque no sabía si me la aceptaría

- Si, yo vine a este lugar con una chica joven, se llama Erika, la han secuestrado los infectados… ¿Conoce la emisión esa de radio donde un tipo dice que tiene una vacuna o algo así para los infectados? Pues me han dicho que sólo la dejarán libre si le traigo al hombre ese… - me pase la mano por la nuca

- Necesito ayuda, no quiero entregarles a ese hombre, pero tengo que rescatar a Erika – omití que quizás podría llegar a entregarles el hombre por rescatarla, aunque ella no me lo perdonase nunca…

El padre le da una mano a Ben que se siente áspera y caliente pero no sudorosa, no está nervioso.

-Sacerdote José Emers a sus órdenes. Pierda cuidado, no necesito de muchas excusas para acabar con esos engendros de Satán. Marita, te quedas a cargo de la Iglesia... tú sabes dónde están las provisiones y demás cosas. No salgas durante el día y, tienes suficientes galletas para tu satisfacción. Conseguí en un super abandonado, iba a llevártelas pasado mañana.

Marita sonríe y se retira a un lugar detrás del altar.

-Bueno, hombre. Antes que nada vamos a llevarnos unas cositas. Ésperame aquí...

José mira a Ben y luego recapacita:

-No, mejor me sigues tengo la idea de que te van a gustar mis juguetes. A menos que temas usar armas y esas cosas, pero creéme hijo... en esta guerra Dios nos respalda, sea lo que sea que tengamos que hacer.

Me sorprendió mucho y de forma grata el padre José, parecía un hombre muy organizado, incluso diría que con carisma, escuché como dejaba a Marita a salvo en este lugar y luego… ¿cositas? ¿usar armas?

Me encantó escuchar aquello – No, no temo las armas, estaré encantado de usarlas contra esos bichos - algo que se parecía a una sonrisa se formó en mi rostro – veamos que es lo que tiene, padre – seguí a aquel hombre.

Solo con esas palabras me ilusioné, comencé a albergar esperanzas de poder rescatar a Erika.

Ben desciende con el padre hasta un lugar donde están las estatuas de los santos que necesitan reparación y que, ahora, es la armería del sacerdote. Al lado de la virgen María hay un estante con 3 armas automáticas de origen ruso y de corto calibre, dos sniper rifles, 1 ametralladora de última generación (similar a la que el cura tiene en brazos) y dos cuchillos del ejército, de esos que cortan absolutamente cualquier cosa menos el metal.

Al lado de otro Santo, posiblemente San Jorge, hay un baúl lleno de municiones para las armas anteriores. Además hay arriba de doce granadas de explosión.

En otra de las paredes, donde hay una miniatura de Jesús hay una katana japonesa.

José comenta:

-A Dios no le importa tu religión siempre y cuando hagas el bien, así que no creo que le moleste el arma oriental. Bueno soldado de Dios, elige tus armas.

Solté un silbido de estar francamente impresionado, pasé mi mano por encima de aquellas armas acariciándolas – me gustan todas… - pero no iba a poder con todas y había que elegir

Dejé mi escopeta y mi cuchillo pues esas armas eran mejores, dudé un momento y al final me decidí por  la misma ametralladora que tenía el padre, 4 granadas que gradé en mis bolsillos y la katana la até a mi espalda como hacían los samuráis

Pero pensé una cosa – Padre, ¿cómo se le dan esos sniper? Ellos no esperan que esté usted… si me acerco a ellos, usted desde la distancia… ya sabe… - aunque quizás el hombre tuviese ya alguna idea - ¿O ya ha pensado en alguna forma de plantear el ataque?

-Oye chico, tienes una buena idea ahí dando vueltas. Lo que yo creo es que estas cosas han evolucionado. Cuando empezó la infección se movían como monos, ni hablar de leer aunque recordaban el idioma que tenía como humanos y todo eso. Pero ahora -el sacerdote se persigna -ahora algunos pueden manejar armas y sistemas más complejos de comunicación. Lo del sniper es una salvaguarda.

Toma uno y te lo entrega. No es tan pesado como parece.

-Lo que creo es que deberíamos hacerles creer que vas a darle al tipo ese. Pero no deben vernos juntos, tú te acercas con el regalo y yo le apunto a la distancia a la líder. Estuve en una guerra hace tiempo, y esto me ha entrenado lo poco que faltaba. Créeme, estoy listo. Pero respecto a Fordman. No sé si debemos decirle el plan, si esos hijos del demonio sospechan que no es verdad, tu novia está en un serio apuro.

Ben se sorprende de que el sacerdote sepa que la líder es una hembra. ¿Hay más en lo que el hombre dice? ¿Puede confiar en él? Ben se pregunta si decirle por qué sabe eso o no.

- Si a mi me sorprendió al ver a uno encender una vela… - le digo por lo de la evolución que parecen haber tenido.

El plan iba cuadrando era algo así lo que había pensado al ver esos snipers, y lo de no decirle nada a Fordman tenia sentido pero… - lo que no se es con que excusa traerlo… - y cuando se enterase de que lo había utilizado se iba a cabrear pero bien, aunque por Erika lo que hiciese falta

Mi novia... La ha llamado "mi novia", me gusta como suena… - Bien, tendré que partir cuanto antes… ¿Usted se viene a por Fordman o espera aquí hasta que vuelva?

-Hijo, no tengo problema en ir contigo. Pero es tu llamada, tu decisión. Yo creo que Fordman puede confiar en nosotros si vé a un sacerdote pero... por otra parte, así tenemos el riesgo de que los infectados nos vean. Puedes pasar de camino cuando vuelvas, si quieres. Entonces te acompañaré en la última parte de la misión.

José pone sus manos sobre los hombros de Ben y lo mira a los ojos mientras le dice:

-Es tu decisión, hijo, esté para ir contigo o para quedarme aquí. De todos modos Marita se queda, es riesgoso llevarla, su edad y su salud...

José menea la cabeza.

-Marita está muy enferma, solo que aún no lo sabe...

Entendí que ya debía de haber tenido algún encuentro con ellos, pues el padre ya sabía lo mañosos que se habían vuelto y que la líder era una mujer…

- Es cierto, me habían dicho que no me atacarían, deben comunicarse de algún modo… así que mejor que no venga conmigo, cuide de la anciana y cuando vuelva cuento con su ayuda, muchas gracias padre, si esto sale bien siempre estaré en deuda con usted

Me dispuse a dirigirme hacia el coche, aun me quedaba un largo viaje, y no tenía intención de parar a dormir hasta la noche siguiente

-Esperá un segundo hijo.

El sacerdote busca en un mueble y luego saca un objeto. Es una cruz de madera, simple sin ningún adorno. Se la entrega al muchacho y le explica:

-Toma Ben, sé que en estos tiempos es díficil creer que exista algo superior cuidando de nosotros, pero te aseguro que la fé en eso me ha mantenido vivo cuando perdí toda esperanza. Y si este tío tiene una cura, nuestras súplicas no han sido en vano.

El hombre te hace la señal de la cruz y agrega:

-Que Dios te bendiga, Ben y que te señale el camino.

Luego te acompaña a la salida de la Iglesia. Marita te da un fuerte abrazo y unas pocas lágrimas se escapan de sus viejos ojos.

-Has sido como un hijo para mí, toma...

Y te entrega una bolsa de galletas de avena.

Tomé aquella cruz, el padre José desde luego creía en ella, si él creía en ella la llevaría, no me haría mal – Gracias padre

Marita se mostró muy cariñosa y agradecí su gesto aceptando su bolsa de galletas – volveré en pocos días, no se preocupe – le dije para tranquilizarla

Miré en dirección de donde vine, en dirección al último lugar en el que había visto a Erika “Resiste Erika, resiste”, guardé los nuevos objetos dejando las armas en el asiento del copiloto por si las necesitaba y me despedí con la mano de la anciana y del Padre – Hay seis días de camino, volveré en cuatro – iba a pisar el acelerador a base de bien, durmiendo 4 horas por noche como mucho, si podía quitarle a mi chica algún día de sufrimiento, por mi no iba a quedar

Después del primer día de viaje, sin parar, Ben se encuentra un poco más cerca de su destino. Sin embargo, ahora aunque es pleno día, el cansancio hace que sus músculos se entumezcan y necesita dormir. También comer algo. Tiene provisiones de sobra en el coche y agua para beber. Busca con la mirada alrededor, hay una pequeña casita que podría servir para asearse algo y comer tranquilo.

Su reloj no funciona, quizás allí también haya alguno que ande. También puede directamente comer en el coche, ir al baño en cualquier pared y no asearse, después de todo no hay nadie para mirar.

Mientras un cervatillo pastorea por lo que antes era una calle, Ben se dá cuenta de qué solo se siente, más ahora.