Partida Rol por web

Acto seguido apareció allí, con una antorcha en la mano, una mujer joven y uno de los milicianos que habían acudido a la aldea de Garganta. Los cabellos de ella eran oscuros y sus ojos tornados en blanco por completo (a la manera de un demonio o algo peor). Su vestimenta era completamente negra. El tipo a su lado parecía estar como a su servicio, pues la mujer levanto un dedo, os apuntó y el tipo corrió hacia vosotros... de forma inminente.

Aquel tipo sacó un cuchillo fino y, sujetándolo bien, corrió y corrió hacia vosotros. El cazador Cristovao y Manuela estaban al fondo de la cueva, aún sosteniendo al boticario. Los primero en enfrentarse a éste hombre serían, sin duda, Beltrán y Nicolao. La bruja taponaba la salida.

 Nicolao expreso tantos sentimientos en su rostro en ese momento, pero el más claro era de completo pánico y terror. Con la daga agarrada con ambas manos se preparó para recibir la apuñalada de aquel miliciano sin decir una palabra.

Di un respingo cuando aquella bruja apareció en la cueva. Blasfemé entre dientes nuestra mala suerte... mira que justo volver cuando nos íbamos a marchar. De súbito, el soldado cargó contra Nicolao. Ahogué un grito. Aquel hombre... no sabía que Nicolao era más sanguinario que la bruja.

Volví a acostar al boticario. Mi señor, aguarde...

Con paso decidido, avancé hasta la bruja tomando en una mano mi crucifijo, y en la otra el cuchillo, cruzado con éste haciendo una segunda cruz. Y recé. En voz bien alta. Queriendo expulsarla.

¡Vade retro, hija de Satanás!

PNJOTIZADO.

Viendo que aquel miliciano cargaba contra mi compañero Nicolao, no hubo de pensarlo más: atacaría con al espada al desdichado.

Turno 1:

El miliciano, después de correr hasta la posición de Nicolao, trató de clavarle el cuchillo sin miramientos. El alquimista interpuso su daga, logrando parar el embiste, pero debido al esfuerzo ésta se le resbaló de las manos, cayendo su filo al suelo*.

Justo después, Cristovao cargó una flecha y la lanzó, justo en el centro de la sala, pero erró y no pudo sino chocar con el muro de enfrente, cerca de la bruja.

Mientras tanto, Beltrán aprovechó para endosarle dos espadazos al miliciano. Uno dio en su brazo, pero el otro le cortó de pleno en el el vientre...

Daño1 (a Miliciano): 11 (-3 por Cueros)(/2 por brazo): 4 puntos.
Daño2 (a Miliciano): Crítico. Daño máx. e ignora armadura: 11 puntos**.

Aquel tipo tenía ahora el vientre abierto, abierto de par en par. El grandísimo daño de su brazo, justo en su muñeca, parecía nada en comparación con la tajada del vientre (cuyo cuero protector estaba rajado ya e impregnado de sangre). Sin embargo, fuera fruto del embrujo de aquella mujer del demonio, el hombre armado seguía en pie.

Fue entones cuando la bruja vio acercarse a Manuela, depués de dejar al boticario en el suelo con cuidado. Aún con la cruz por delante, nada parecía hacerle, sino que la mujer reía un instante antes de seguir el hechizo que pretendía activar. Para ello únicamente se llevó la mano al pecho, a un colgante que tenía, y lo apretó con fuerza. Después cantó una salmodia extraña e inquietante.

Acto seguido, ante vuestros ojos, la mujer desapareció.

La mujer, una bruja o algo peor, estaba allí plantada a la entrada de la cueva. Para poder salir de este horrible lugar debíamos de acabar con el soldado y después con ella. Éramos cuatro, dos para cada uno; aunque contra una bruja el número pudiera no dar ventaja. Empuñando mi arma con la diestra, arremetí contra el soldado que venía directamente hacia nosotros.

-"Por Dios, nuestro señor, que acabaré contigo, bruja." Le grité.

Los tajos fueron certeros y el soldado quedó muy herido, aunque seguía en pie. Quizás estaba hechizado, ya que con esas heridas debiera de haber caído ya. Me dispuse a atacar de nuevo, cuando vi de reojo que la bruja desaparecía de repente. La joven Manuela se estaba acercando a ella. Me quedé patidifuso ante aquello, pero no descuidé mi combate y me centré en el soldado.

Por arte de magia, la bruja desapareció. ¡Mi rezo había funcionado! ¡La desterré! ¡Dios está con nosotros! Con una amplia sonrisa, por creer haber derrotado al Maligno, volví junto al boticario. Ande, me se ponga en pié... antes que vuelva... Volví a cargar con él.

Nicolao no podía con toda esa situación de pesadilla. Tomo el cuchillo del suelo en pánico para clavárselo en el casi muerto miliciano. 

Turno 2:

Beltrán no hizo sino dar dos espadazos a aquel miliciano, justo en el vientre (de nuevo), haciendo que éste cayera, irremediablemente, al suelo, ahora inconsciente y empapado en sangre. El tipo cayó junto al caldero de negruzco líquido. Y en pocos segundos estaría muerto...

Mientras tanto, Nicolao recogió su cuchillo, antes caído al suuelo; Manuela, por su parte, corrió hacia el boticario (cerca de Cristovao), pues éste último, precisamente, había quedado junto a la pared, en el fondo de la cueva.

Fue entonces que, Beltrán y Manuela pudieron escuchar unos pasos. No había hojarasca que resonara con una pisada, ni charco cerca con el que una pisada pudiera hacer ruido; sin embargo, notaron unos pasos delante de ellos, que iban hacia el fondo de la cueva.

¡Entonces algo extrañamente terrible ocurrió!

¡¡Aaaaaaaaaahh!! -Cristóvao gritó, llevándose la mano al cuello. El cazador pegó un sonor grito que alertó a Beltrán y Nicolao, y aterrorizó de susto y sorpresa a Manuela, justo a su lado, pegando un pequeño brinco hacia atrás.

El cazador estaba agachado, como aguantando un peso sobre él (aunque allí no había nada, al menos nada que no fuera visible). Vísteis todos salir un chorro de sangre de su cuello, mientras Cristovao trataba de desembarazarse de algo que había en su espalda (o al menos debía haber, aunque nada se veía).

Las sangre del cazador impregnó el suelo, y vísteis una grandísima dentellada en su cuello. Tras soltar el arco, una de sus manos trató de taponarse la herida, mientras daba vueltas sobre sí, tratanto de quitarse el, literalmente, peso de encima. Además, gritaba, mientras todo ello.

Beltrán y Manuela dedujeron que era la bruja, quien había acudido hasta el fondo de aquella oquedad.

 Nicolao hace una mueca de terror ante tal horror, momento en el cual suelta su cuchillo para llevar su mano derecha al anillo de su mano izquierda mientras se concentra balbuceando algunas palabras.

Viendo que el soldado caía al suelo herido de muerte, me giré al escuchar el grito de agonía de Cristovao. El perspicaz cazador había sido cazado, de verdugo a víctima. La herida mortal de su garganta, de la que manaba el preciado líquido, salpicaba todo a su alrededor y dejando su tono rojizo. ¡La bruja era invisible! Enfundé la espada y agarré el caldero que estaba a mi vera, intentándolo volcar hacia el fondo de la cueva. Si el líquido se esparcía por el suelo, veríamos con claridad las huellas de la siniestra y perversa bruja.

Cristovao empezó a bailar y moverse como poseído. Primero pensé que lo había encantado la bruja. Pero luego me fijé en el corte de su cuello. Y en una daga ensangrentada que flotaba sobre su espalda. ¡La bruja se había subido a horcajadas sobre él, y le estaba apuñalando!

Y yo que pensaba que la había desterrado...

Con determinación, intenté derribar a Cristovao de un topetazo, para que la bruja se cayese de su espalda y le liberase. Con suerte,  después la atraparía contra el suelo de la cueva. A ella no la veía, pero sí al cuchillo.

Turno 3:

Beltrán trató de empujar el calderlo hacia un lado, tomándolo por el borde y tratando de volcarlo. Sin embargo, pocas fuerzas parecía tener en esos momentos; o tal vez que el caldero con brebaje corrompido pesaba demasiado... Por su parte, Nicolato tocó con su mano el anillo que llevaba en un dedo de la otra, y balbuceó alguna pequeña canción, unas levísimas palabras. Se quedó un instante perplejo, fuera de sí, como como dándose cuenta de algo*

Mientras tanto, la curandera Manuela, que estaba justo al lado de Cristovao, dio unos pasos para tratar de derribarle**. Ésta le empujó un par de veces y consiguió vencer muy fácilmente a Cristovao. El cazador se fue al suelo, trastabillando hacia atrás, y Manuela notó la forma invisible golpeándose también en la roca.

Entonces, mientras el cazador aún estaba en el suelo, llevándose las manos al cuello y gritando en aquella caverna con eco, vísteis todos unos labios rojos levitando en el aire; labios manchados por sangre. Apretaba unos dientes, también rojos impregnados, pero no había más cuerpo allí, al menos visible.

Entendísetis todos que era la bruja, quien se había manchado el rostro tras morder al pobre cazador. Aquella mujer, entonces, pareció moverse en la cueva contra la curandera...

Gracias a tu hechizo, deduces que la mujer, ahora invisible, lleva sobre sí un hechizo activado (está claro que es alguno relacionado con invisibilidad), y ningún hechizo no activado. Eso no quiere decir que la mujer no conozca y sepa utilizar más hechizos (ya que eso es otra cosa).

Nicolao Tomo su cuchillo y se dirigió en la ayuda de la temible bruja, dándole una muerte piadosa antes de que sufra el horror de ser acuchillada por esa salvaje mujer sin escrúpulos.

—Manuela no!

El caldero pesa mucho e intento nuevamente volcarlo. Aprieto los dientes y tenso los músculos. Al no ver que este se inclina ni nada, opto por moverme hacia mi compañera, que parece estar en grave peligro. Cristovao yace en el suelo moribundo. En unos segundos estaré junto a los demás y la bruja, a la que solo se le ven unos rojizos labios por la sangre.