Partida Rol por web

Al cabo de esas dos horas, el aroma de la sal se hace notorio. Llegáis a otro extremo de la isla. Las olas bañan la costa. A la izquierda hay un acantilado de unos veinte o treinta metros, así que no podríais haber llegado andando por ese lado de la playa, sino atravesando el interior, como habéis hecho. En las rocas de abajo, las olas del pacífico mueven con cada golpe los restos de un barco. En realidad, es medio barco. La otra mitad no está. Los restos de madera están encallados y con enormes destrozos. En el lateral viene el nombre de la embarcación, pero en un alfabeto que no entendéis.

Poco a poco venzo mi poca predisposición a caminar. Rata de laboratorio como he sido siempre, las largas marchas se me resistían hasta que la obligación y la estancia en la isla rodeados de peligros no me dejaron más remedio que excederme en mis costumbres deportivas.

Asomado al acantilado de tan magna altura, me apoyo en una de las lanzas clavada en el suelo para afianzarme el equilibrio.

-Por lo que veo, calculo que ese barco en sus buenos días era capaz de transportar originalmente entre ocho y quince tripulantes. Es probable que la otra mitad se hundiese debido al impacto con las rocas. Considero que bajar está descartado, dada esta altura y nuestros pocos recursos. De querer llegar, habría que dar un rodeo deshaciendo lo andado, y llegar allí por la playa. ¿Qué opinan?

- Bishamon... - digo para mí misma, pensativa. Después señalo a la palabra en japonés escrita en el casco del barco. - Bishamon, parece que es el nombre del barco. Un dios de la felicidad y la guerra. Curiosos conceptos juntos en una sola deidad.

Miro el barco con una mezcla de lástima y curiosidad.

Pobre tripulación. Imagino que nosotros podríamos haber acabado igual, pero sobrevivimos. ¿Habrá sobrevivido algún integrante de ese barco? Parece que encalló hace demasiado tiempo...

- Estoy de acuerdo con usted, profesor. Además, es muy posible que a estas alturas no haya nada de interés en él. Nadie vivo, ni comida en buen estado. No sé si merecería la pena el esfuerzo.

-Pues si nadie tiene nada en contra, continuemos nuestra excursión entonces. Vaya, Irina.. desconocía su facilidad para los idiomas. Un dios de la felicidad y de la guerra, dice. Cierto que suena muy contradictorio, resulta curioso. ¿Japones, quizás? -digo, mirando las letras*-. Contando conque nuestro barco iba camino de Shangai, y estamos en alguna isla perdida en el océano Pacífico, no sería extraño. Quizás estemos en alguna isla del Mar de China, quién sabe.. Prosigamos, pues.

- Sí, es japonés. Pero no conozco el idioma, sólo el símbolo, por ser el nombre de un dios. Es mejor que sigamos la marcha. No quisiera que la niebla que trae esas cosas nos coja desprevenidos en un lugar como este. Podríamos tropezar y caer.

- Sólo podemos volver por donde hemos venido o caminar por la playa - explica Felix haciéndose sombra en los ojos con la mano en la frente.

- Yo voto por continuar por la playa - dice Leroy levantando la mano, parodiando a un colegial.

- Pues yo vot... - Felix interrumpe la frase e inclina la cabeza. Dirige su mirada al interior del bosque y queda a la espera.

Dirijo mis ojos, extrañado por la interrupción de la frase de Felix, en la dirección hacia donde su mirada se pierde. No alcanzo a ver ni escuchar nada extraño, así que le pregunto:

-¿Pasa algo? ¿Por qué ha parado de hablar? ¿Ha visto alguna cosa? -realmente yo no, el bosque parecía calmado, y ninguna bandada de pájaros había alzado el vuelo asustada, sirviéndonos de alerta de algo que pudiese amenazarnos.

Entre las cañas de bambú, árboles y arbustos que sirven de frontera entre el bosque y la playa aparece una silueta moviéndose a bandazos torpes. Emite un gorgoteo, como se conductos atorados con sustancias viscosas que burbujean. La figura avanza apartando cañas de bambú, y cuando sale de la sombra del bosque al abrasador sol de la arena, veis una figura humanoide de algo más de dos metros de altura. Una de las piernas parece colocada al revés, pues la rodilla se doblahacia atrás al andar. Sus brazos son extremadamente largos. La cabeza... Dios mío, la cabeza está girada 90º hacia un lado, de manera que la boca está en vertical. Una boca desgarrada, que tiene el doble de tamaño que una boca normal, llena de dientes rotos y puntiagudos. En su cabeza no hay ojos, y de la comisura de la boca nace un chorro de sangre que baja por el retorcido cuello hasta lo que sería el pecho, donde tiene incrustados los dos ojos. Sus brazos son extremadamente largos y casi tocan la arena al andar. Lleva ropa hecha jirones, pero adivináis ropa de pescador.

El Devorador se dirige claramente a vosotros. La escena es espantosa, acrecentada si cabe por lo atroz que resulta ese ser en un lugar que encaja más como escena idílica.

Ese ser avanzaba hacia nosotros con evidentes intenciones, y por instinto ancestral me aparté de su trayecto como si un impulso eléctrico me hubiera sorprendido, sin olvidar las armas. Una vez en distancia observé sus descolocadas facciones, dándome cuenta de lo horrible que era.

De nuevo la morfología de jugar a ser Dios había dado como resultado un pastiche de semihumano, con miembros descolocados y grotescamente retorcidos.

-No.. No puede ser.. Pero éso es.. Por dios. ¿¡qué..!? -no acertaba más que balbucear frases inconexas, mirándolo. Por suerte, la experiencia me recordó que cuanto más se acercase más problemas tendríamos.

-Atáquemosle.. ¡Si se acerca o nos atrapa, estamos perdidos!

- Pero qué demonios...

Ni siquiera era capaz de levantar la voz ante la visión de aquellas criaturas, que por su vestimenta podría decirse que alguna vez fueron humanos.

¿Lo fueron?

El grito de advertencia del profesor me saca de mi estado semiparalizado y me lleva a empuñar la rama de bambú que no sabía cómo aún tenía fuerzas de sostener. Simple instinto de protección, supongo.

En cuanto tengo oportunidad, cargo con la rama de bambú contra el devorador, intentando apuntar a la zona donde parecía tener los ojos, ya que discernir un punto vital de la criatura era complicado debido a su estructura.

Felix saca el revólver, apunta con precisión, y en décimas de segundo revienta medio "rostro" del horrible ser que arrastra los pies por la playa. Como movido por un titiritero invisible, el Devorador sigue adelante y se abalanza sobre Felix, que no le dio tiempo a retroceder a causa de las largas zancadas que da la figura deforme. Ésta le agarra del cuello y lo levanta medio metro del suelo, para a continuación, lanzarlo atrás con violencia al tiempo que abre su espantosa boca. Irina, cuando el Devorador ya no sostiene a Felix, dirige su lanza de bambú hacia él, clavándoselo en uno de los brazos. La figura gime, aunque creéis que realmente recita palabras inconexas, y violentamente, da un estirón con su brazo arrancándose un trozo de carne retorcida y liberándose de la lanza de Irina. Cuando va a dar su siguiente paso, Leroy aparece y clava su cuchillo en lo que debiera ser su garganta, y entonces es cuando se desploma hacia atrás con el cuchillo aún hundido. El cadáver comienza a oscurecerse y en pocos segundos se aprecian efectos de una extraña corrosión que deshace los amorfos tejidos hasta que finalmente sólo queda el cuchillo y los ropajes desgarrados de marinero sobre la arena de la playa.

Os quedáis en silencio unos segundos, mirando la arena en silencio, y luego, Leroy Currie recoge su cuchillo y se lo ofrece a Irina.

- Tome, puede tratar de defenderse con esto la próxima vez.

Estaba preparado para atacar a la criatura, pero el buen hacer y la suerte de mis amigos me evitó enfrentarme a esa cosa.

-¿Están todos bien? -les pregunté, dispuesto a ayudar en las heridas que pudiera haber ocasionado el monstruo-. Definitivamente, algo de otro mundo está pasando aquí. ¿Vieron cómo se arrancó la carne, cómo sobrevivió al disparo..? Esa criatura parecía del infierno. Y esos ropajes de marinero que dejó... ¿creen que pudo ser un marinero de ese barco que vimos? Quizás de algún modo transformado en esa... cosa.

Les ofrezco agua a mis acompañantes, y descansamos, pues seguro que lo necesitan. Yo vigilo los alrededores.

-Cuando estamos con fuerzas de nuevo, será mejor reemprender la marcha -sugiero. No me gustaría que otra criatura nos sorprendiese con la guardia baja.

Sobre la arena, a escasos metros de donde se ha abalanzado sobre vosotros el Devorador, la arena de la costa muestra irregularidades provocadas por pequeños animales, el viento y la lluvia. Algunas zonas son más oscuras que otras, y el calor del sol se refleja en la ardiente superficie... Excepto en un lugar. Ahí, muy cerca vuestro, hay rastros de sangre seca que no sabéis muy bien seguir. Son confusos.

Acepto el cuchillo con gesto condescendiente, como si quisiera dar a entender que tras mi primera demostración de que sabía usarlo contra esas criaturas, debería haberlo tenido yo.

Después escucho al profesor, asintiendo ante su preguntas.

- Algo me dice que esa cosa fue una persona alguna vez. Quizás la base de su estructura, aunque manipulada, o los ropajes, como usted bien dice. Sí, creo que algo está transformando a las criaturas de esta isla, y comienza a darme miedo que nosotros podamos acabar igual... Tenemos que... salir de este lugar.

Por un momento da la sensación de que voy a proponer averiguar lo que ocurre, pero la idea me parece de repente tan descabellada que en el último momento cambio la frase.

- ¿Qué es esto que hay en el suelo? ¿Es sangre?

Sientes la imperiosa necesidad de conoce qué ha ocurrido. Tu cerebro lógico se encuentra en una contradicción. Por un lado te invita a huir de allí a toda costa, y por otro, tu vena académica necesita saber qué es lo que ha sucedido. Sangre... Un barco japonés destrozado... Seres deformes... Tu Sed de conocimientos despierta.