Partida Rol por web

Charlie escucha la historia del arqueólogo sin levantar la vista del madero en el que trabaja para intentar convertirlo en una pala. No puede evitar emitir un leve gruñido de cuando en cuando, especialmente cuando fiestas y bebidas son nombradas.

-Bien, ya nos ha dado envidia. ¿Moraleja? - refunfuña enfrascado en su tarea.

-Y encima, también me ha dado...sed. - para un momento y saca la fea petaca que guarda en su chaqueta, por llamar de alguna manera a ese harapo.

La agita levemente junto a su oido y por la cara que pone, no le gusta lo que oye.

-Como decía un ilustre borracho al que conocí... - levanta la petaca a modo de brindis - No calma la sed , no sacia el hambre y no cura las penas. Pero las engaña a todas ellas. - pronuncia ceremonioso y apura el poco licor que quedaba.

-Y ahora, vuelve la ley seca. Menuda idea del demonio. Lo único que consiguieron con ella fue enriquecer a cuatro desalmados que vendían matarratas a precio de escocés añejo. - divaga antes de guardarla y retomar el trabajo con la navaja.

Bien, intentaré cavar algo mientras acabas esa pala, Charlie.

Cojo la pala mas mala he improvisada, y me dirijo al lugar donde Charlie indicó que debíamos cavar.

Alguien se viene?

Bueno mejor será que montéis una cabaña, esta noche lloverá...

Vamos, hay que aprovechar las pocas horas de sol que nos quedan, nadie mas viene?

Habrá que conseguir mas comida también...

Sigo buscando un emplazamiento donde hacer una cabaña o un refugio, hasta que caigo en la cuenta de que seguro que alguno de nosotros sabe mejor que nadie hacer esas cosas...

¿Dónde estará ese andrajoso vagabundo?

Cuando localizo a Charlie, le digo- Señor Charlie, seguro que usted tiene más experiencia que todos nosotros juntos en hacer cabañas y chozas, o, al menos, refugios que resguarden del frío. Dígame... ¿Qué sitio le parece bien para hacer un refugio?

Por supuesto, ignoro totalmente al Doctor. Si quiere internarse de nuevo en la jungla, es problema suyo...

-Sí, cuando el crack del 29, tuve que cambiar mi mansión por unos cartones. - responde irónico, como si se hubiera herido su susceptibilidad - Allí estaremos bien. - señala hacia el final de la playa.

Tras unos instantes tallando, levanta la vista y carraspea varias veces antes de hablar, como si le costase verdaderos esfuerzos soltar lo que le ronda por la cabeza.

-Siento haberle hablado así. Es esta maldita hambre. - se disculpa a regañadientes ante el Sr. Currie - Hay cosas a las que uno nunca se llega a acostumbrar...

Tranquilo, no hace falta que se disculpe -Piojoso desagradecido... Luego querrá meterse bajo el refugio- Bien, pues iré a ver que puedo hacer por allí -digo señalando el final de la playa.

Mientras me dirijo hacia allí, busco palmeras o árboles con hojas grandes que puedan servir para hacer un refugio.

Bien... en ese caso, supongo que tendré que ir tirando para allí yo solo...

Necesitáis ayuda para la cabaña o voy a por agua?

Hay restos de las palmeras cercanas que se podrían usar para cubrir un flanco del aire y así poder dormir sin pasar mucho frío. Sin embargo es una protección más bien escasa. Por fortuna para vosotros hay un tronco de un árbol caído que podríais usar pero va a ser muy trabajoso llevarlo hasta la localización de vuestro campamento.

El Doctor, da un par de pasos entre la maleza, y se gira totalmente decaído, con la extraña pala en la mano.

Prrff.. pensándolo mejor... me temo que no sabré llegar a ningún sitio yo solo...

Lo siento, pero me temo que estoy totalmente fuera de lugar. Intentaré hacer lo que pueda...

Qué es lo que ha dicho sobre unas palmeras, Charlie? ayudaré en lo que pueda...

La cara del Doctor Brush vuelve a estar llena de tristeza, la impotencia en esta situación, le hace volver a pensar en su mas que seguro difunta esposa.

-Total, esa mierda de pala no creo que fuera a durar demasiado. - señala con la barbilla su primer y tosco diseño - Decía que donde termina la selva y empieza la playa estaremos bien. Puede ayudar a la hermana Flora si quiere, creo que iba a empezar con el refugio.

Muchas manos hacen ligero el trabajo - musita un refrán para si mismo, mientras arranca astilla tras astilla de la zona del tablón que está rebajando.

Me dirijo hacia la señora Flora,

Bien, en que puedo ayudarles.

Digo mientras me quito la americana de pana con coderas que aun tiene algo de salitre y remango la camisa.

-Podría ir limpiando de ramas y arbustos la zona, Aquí le parece bien señor Charlie?

-...

-Ah, comprendo. Aquí mejor no?

Y aparto toda piedra, rama y hojas, barro un poco la zona con una hoja de palmera o algo parecido...

Si, veamos. Ese tronco pesado de ahí, si lo movéis hasta allí -señalo la zona donde acaba la playa y empieza la jungla- seguro que nos dá un cobijo mucho más duradero y confortable -si es que se le puede llamar así a esto- que las simples hojas de palmera. Después, ya veremos que hacemos con lo demás.

Por cierto -digo mientras espero a que los demás se empiecen a mover para desplazar el tronco- ¿No pensáis que los demás tardan mucho en la jungla?

-Venga, entre los tres lo podemos hacer rodar. - propone levantándose y interrumpiendo su trabajo. - ¿Qué tardan? No sé, en nuestra caminata solo encontramos un mísero arbolillo con cuatro frutos. Imagino que estarán buscando a conciencia para traer una cantidad aceptable. ¡Joder! Mis tripas rugen como el motor de un viejo Ford-T.