Partida Rol por web

Exhaló aire antes de tomar la palabra, aunque seguía con los ojos cerrados.

-No sois inoportuno, Shiba-san -dijo a modo de respuesta. Sin apartar las manos de sus rodillas, aún con los ojos cerrados. Notaba al samurai cerca de ella, todavía a varios pasos de distancia. Podía notar sus pisadas en el suelo, y como su figura impedía que la brisa llegara desde esa dirección.

Volvió a respirar tranquilamente tratando de dejar la mente en blanco de nuevo.

El ronin estaba relativamente tranquilo, pero el enojo volvía en momentos, cada vez más fuerte, su arteria volvía a latir con fuerza.
El León tomó un camino para rodear el lago, y ver toda la extensión de las aguas.
Pero no se dispuso a planear ni nada, ya que siempre levantaba la discordia entre sus compañeros y el, es como si se burlaran de el.

Sabia perfectamente que un samurai nunca muestra sus sentimientos, pero en este caso se le estaba dificultando mucho mantener a raya la furia que de a poco le imbadia, aún en la caminata, y por muchas razones.
Toturi-sama y su supuesta "traición", el islote y el lago, y la misión en sí,

Todo esto es una deshonra para mi, incluso Toturi-sama me deshonró cuando me apartó del clan, y me metió en este absurdo circo

Maldecir su suerte no cambiaria el hecho de que debía cumplir su misión, pero comenzaba a odiar todo esto, comenzaba a odiar a sus compañeros, pero todos sus sentimientos los mantenía ahí, en su mente.

La única manifestación de su malestar, es su sien que aún latía, y continuó caminando en silencio, con una mano dentro del kimono, aún vestido con su armadura, y la Haori sobre esta, la otra, posada sobre la empuñadura de su amada espada, descansando sobre esta.

Masticó con indolencia la rama que tenía entre los dientes, tumbada boca arriba y con las manos por detrás de la nuca. Observaba en silencio los Cielos. El paso del tiempo, en tan numerosa compañía, se hacía aburrido. No por sus compañeros Truenos, sino por el simple hecho de que era una mujer de acción. Las conversaciones como aquellas, basadas en diferentes visiones del Bushido, agotaban su paciencia

Por otro lado, era consciente de que lo que estaban haciendo era reescribir la historia. Invocar de nuevo un Segundo Día del Trueno, donde el destino del Imperio Esmeralda volvería a jugarse a una carta. Y, por mucho que apreciara el valor, las habilidades combativas y a saber cuántas virtudes más ocultas en ellos, se movían al paso de una tortuga. En cualquier caso, era Shiroi y ningún otro la propietaria del sueño, por lo que consideraría lógico aguardar su recuperación para proceder con la estrategia de las dos barcas. De otro modo, de no estar deshabitada la isla y que sus supuestos fueran ciertos, temía que el Pergamino Negro no se mostrara y permaneciera oculto

Sea como fuere, ella no decidía. Sólo decidía por sí misma, y ya era más que suficiente

El León se hiba en silencio, recorriendo la orilla del lago a una distancia prudente de el, sin demostrar nada mas, alejándose del resto de los truenos, en una caminata que aparentaba estar relajada y tranquila, bajo el sol que ganaba fuerza a medida que ascendía en el cielo azul.
Miraba a las aguas de vez en cuando, una brisa fresca agradable rodeaba su cuerpo, a medida de que avanzaba.

Toda esa maldita situación lo ponía en llamas, absorto en sus pensamientos, rememorando lo ocurrido hasta ahora.
Se había quitado el mon del clan del León cuando Toturi lo despojó de todo lo que era importante para el.
El clan lo era todo, pero ahora estaba con estas 6 personas, por las que no sentía nada, y volvía otra vez a pensar en lo necios que son, en la imprudencia de tomar sus metáforas para demostrar una opinión constructiva y acertada de mala manera, desacreditando su experiencia ganada en tantos años de servicio y entrenamiento.
Apenas ver el bello paisaje, sintió cómo sus pennsamientos se apasiguaban, y de manera gradual fue relajando su mente, hasta quedar en paz, pasó de pensar en ellos, despejando su mente, centrando la atención en la hermosura del lugar.

Tras la tensa conversación, los demás Truenos fueron abandonando la cabaña, hasta que finalmente sólo Shiroi y la ise zumi quedaron entre sus paredes. Por un momento, los ojos oscuros de la ronin escrutaron a su silente compañera, como si tratara de averiguar qué pensamientos eran los que discurrían tras aquel rostro cubierto de serenidad. Sin éxito.

-Confío en que algo de descanso temple los ánimos. -Murmuró, a medias para sí misma, a medias para la Dragón. -Resulta demasiado sencillo olvidar dónde está nuestro verdadero enemigo...

-En cualquier caso, creo que voy a tratar de dormir por unas horas. Estoy segura de que me encontraré lo bastante dispuesta para continuar al despertar. Por favor, Kaori-san, informa a los demás cuando regresen. 

Tras la conversación con Tameiki, regrese a la cabaña, mas relajado... pensando cual debería ser el siguiente paso a tener en cuenta. Me preocupaba el sueño que me había enviado Hiroaki, pero prefería no comentar nada a los demás, ya tenían suficiente con sus problemas.

Al llegar a la entrada pude observar a Shiroi descansando por lo que intente no hacer demasiado ruido. Me senté contra una de las paredes esperando a que Shiroi despertase y comprobar sus vendajes. Por que se encontraba Kaori a solas con Shiroi, a donde habían ido los demás.

Se llevó un dedo a los labios, sonriente, mientras observaba la prudencia del Fénix casi con diversión
La ronin estaba durmiendo, y por mucho que en principio no sería más que un descanso del cuerpo, la Dragón la observaba con suma curiosidad. ¿Si los Kamis les otorgaban sueños premonitorios, se notaría si ella iba a tener uno? En cualquier caso necesitaba descansar también, como ella, pero de los demás. Tantas palabras huecas y altivas, como había apuntado Shiroi, eran más ponzoñosas que la fatiga

Y la misión de los Truenos era demasiado importante como para tolerar que un individuo sumiera un Imperio entero en las sombras. Todavía no se había visto forzada a intervenir o tomar una decisión, pero continuaba su vigilancia silenciosa. Se concentró en su respiración; ahora, si el Shiba se dormía -y no había motivo para no descansar dada la oportunidad- podría observar a los dos

No ves nada fuera de lo común

Tameiki e Hidenaga, ven acercarse hacia donde están Oni Negro y Moto Aswad a un bushi montado en un caballo gaijin.

Unas pisadas de caballo hicieron que Tameiki saliera de su meditación. Aquellas vibraciones podían notarse desde lejos, así que cuando vio a la figura acercarse, no le sorprendió. Vio como se acercaba aquel jinete montado en un caballo gaijin a Aswad y Oni, y presupuso que sería algún miembro del clan del Unicornio. Se mantuvo donde estaba sin querer inmiscuirse en sus asuntos; ciertamente era descortés meterse en cosa de terceros.

El antiguo León había deambulado un buen rato junto a la orilla del lago, procurando quizás que la fresca brisa cargada de humedad y la serena imagen de las aguas reflejando los destellos de Amateratsu le infundieran algo de paz a su atribulado espíritu. Y en cierta medida lo había logrado. Pero era una calma tensa, como la que suele preceder a las tormentas...

Pues el corazón del Akodo todavía latía con una furia vibrante. Oscurecida también por un odio frío y amargo, una sensación a la que Hidenaga se había desacostumbrado hacía ya mucho tiempo. Y que había esperado no volver a sentir jamás.

Pues demasiados años había pasado el orgulloso gunso sumido en la desesperación y la pena más absoluta, recriminándose a sí mismo y a sus superiores por el sacrificio y el dolor de sus hombres. Demasiado años de vergüenza. De debilidad. De odio. Demasiados como para volver a caer en aquel abismo.

Y, sin embargo, ahora aquel viejo enemigo volvía del destierro, y con renovados bríos. Como si nunca lo hubiera abandonado del todo.

Hidenaga se maldijo por su falta de templanza. Solo habían bastado unas pocas palabras para reducirlo a una mera bestia sin honor ni disciplina. ¿Cómo diablos había ocurrido? ¿Cómo podía haber sido tan necio?

A medida que su mente repasaba los funestos sucesos de las últimas horas, Hidenaga sintió que su pecho se enardecía de nuevo, arrasando con la tensa calma que le habían conseguido inspirar las plácidas aguas del lago. Amargas palabras acudían a su mente, y su vista empezaba a nublarse con una sombra sanguinolenta...

Prácticamente derrotado y al borde de la desesperación, optó por recurrir a su último recurso, y se refugió en los familiares movimientos de un viejo kata que practicaba desde pequeño. No era una maniobra destinada para el combate, ni tampoco para mejorar sus destrezas. Simplemente servía para liberar su mente de cualquier sentimiento, otorgándole claridad de pensamiento y, con suerte, algo de tranquilidad.

Algo de todo ello fue consiguiendo el atribulado samurai, aunque a costa de un terrible esfuerzo. Tanto, que bastaron unos pocos y simples desplazamientos para dejarlo completamente agotado.

Sin embargo, cuando la respiración del antiguo León volvió a normalizarse, un destello de comprensión había surgido por fin en su mente. Pues ya más sereno, Hidenaga pudo distinguir que había efectivamente un motivo para su falta de templanza. Que su debilidad tenía una explicación.

Y la explicación estaba en su propio orgullo. Pues su orgullo lo había llevado a vislumbrar aquel Primer Pergamino, condenándose para siempre. Ahora debía soportar cada día la carga del Maligno. Luchar sin respiro contra la Mancha que buscaba dominar su alma y sus acciones.

Evidentemente, aquella mañana había sido derrotado. Y el Maligno había hablado por su boca y empuñado su espada. Tal cosa no podía volver a repetirse. Y el veterano guerrero se juramentó no permitirlo. Debía estar más alerta. Y debía ser fuerte...

De repente, un golpeteo sordo en la lejanía arrancó al antiguo León de sus pensamientos, devolviéndolo bruscamente a la realidad. Al alzar la mirada, Hidenaga creyó divisar un jinete que se acercaba, y sin pensarlo dos veces, fue a su encuentro.

Aswad abrazó con fuerza a su hermano, He fallado hermano y he de lavar mi honor como todo samurai puede hacer al morir, la misión me ha superado, este no es mi lugar vió llegar al antiguo Akodo quizás deberíamos llamar a los demás para despedirme y tener una muerte digna mira a Oni Negro o quizás no, mi compañero Oni Negro me ofrece su ayuda para limpiar mi honor se dirige a su caballo y le habla en susurros mientras lo desata de su posición y lo trae junto a él mi montura debe tener mi mismo destino, Valkai por favor encárgate de matar con el menor dolor posible a mi caballo cuando yo cometa seppuku, que sea una muerte limpia.

Aswad se arrodilla coloca su daisho en posición y cuando Oni Negro se coloca en la posición adecuada comienza el ritual abriéndose la barriga con el wakizashi, antes de que cometa algún error en el protocolo Oni Negro lo remata cortándole la cabeza con su katana. Mientras Valkai a su vez hace lo propio con el caballo de su hermano.

Ves como Moto Aswad comete Seppuku asistido por Oni Negro, mientras que a su caballo lo sacrifica el nuevo samurai Unicornio que ha llegado.

Aquello no era justo. 

Su hermano Aswad había dado lo mejor de sí por el bien de la misión.

Estaba seguro de que con gusto hubiera dado su vida.

Y ahora debía quitarse la vida.

Valkai, sin embargo, sabía que no había otra solución.

Aswad había flaqueado, su voluntad se había debilitado, y no podía seguir cargando con el peso de la misión.

Y una vez se fallaba en una misión como esa, no había otro camino que la muerte.

Valkai asintió, tomando las riendas de Khulan.

Se llevó al caballo a una zona apartada del resto, acariciando al animal.

Tú sí que no tienes ninguna culpa... has hecho todo lo que se te ha pedido sin otro deseo que satisfacer a tu amo.

Estoy seguro que podrás volver a cabalgar con él en el Tengoku... 

Gracias por cuidar de mi hermano todo este tiempo, descansa en paz valiente Khulan.

Y con toda la rapidez que pudo, perforó con su katana el corazón del pobre animal, que antes de sentir siquiera el dolor, ya había muerto.

Valkai se arrodilló ante él y le dedicó una oración para que las Fortunas se apiadaran de él.

Regresó a donde su hermano yacía ya sin vida tras cometer seppuku.

Miró al Cangrejo que se había presentado con el misterioso nombre de Oni Negro y asintió aprobando su acción.

Al final pudo morir con honor... Gracias... 

Le dijo, agradeciendo su participación en algo tan sagrado como el seppuku.

Se qué no tenemos tiempo, pero debo avisar a los eta para que den un entierro digno a Aswad y Khulan.

Dijo, tras lo que se excusó, dedicando una reverencia al tipo de cabeza afeitada y perilla, así como a la joven de cabellos cobrizos.

Esperaba que comprendieran que las presentaciones podían esperar.

Observar aquella escena realmente hizo que algo se removiera dentro de ella. Por una parte, no poder haber hecho ella misma. Luego, otra espoleada por el bushido, le hacía pensar en que podría haber llevado a un hombre como él, un Trueno nada menos, a cometer tal acto. Se levantó lentamente y caminó en dirección a Oni Negro, Hidenaga y el cuerpo inerte de Aswad. ¿Qué habría pasado? Aquellas dudas atenazaban a la joven. Introdujo sus brazos en el kimono como hacía otras veces y cuando estuvo junto a ellos por fin dijo algo.

-Moto Aswad por fin tendrá su descanso en Tengoku, esperemos que su espíritu nos ayude en nuestra empresa -dijo únicamente, cerrando los ojos e inclinando la cabeza en señal de respeto y comenzó a susurrar una oración. Se le había enseñado que los otros bushi no eran más que rivales o pequeñas trivialidades en su camino, y Aswad había demostrado ser ambas, pero no por ello debía perder la humanidad que trataba de hacer que le representara; además, no podía dejar de lado el hecho de que había abandonado el mundo como el bushido exigía.