Partida Rol por web

Cuando Oni Negro y Valkai están llegando a la orilla, el shugenja sale a la vista de todos y empieza a conjurar leyendo un pergamino, al poco dos seres creados de agua se interponen entre los dos truenos y este. Al arribar a la orilla el shugenja sin más dilación da una orden a los elementales mientras señala a ambos truenos atacarlos y acabar con ellos los elementales se dirigen hacia Oni y Valkai sin más dilación.

Mientras tanto la búsqueda de Shiroi en el islote es infructuosa, no encontrando nada más.

Al llegar a la orilla, un hombre les aguardaba. Un tipo vestido con ropas ceremoniales, un shugenja de buen seguro, el cual no se andó con rodeos e invocó a dos seres hechos de Agua que se lanzaron a por ellos.

Valkai vio como ya no había más opciones que acabar con el loco shugenja, claro que antes debían hacer algo con los elementales.

El Moto desenvainó su no-dachi y trató de correr hacia el shugenja golpeando a uno de los elementales para abrirse paso o como mínimo evitar que le privara el paso.

Los ojos del Cangrejo se entrecerraron mientras veía como los Kami se materializaban en forma de guerreros de agua a las órdenes de nuestro enemigo. Alzó las manos hacia el islote tratando de que sus camaradas le vieran y se preparasen para ayudarles en una segunda oleada. 

Valkai desenfundó su nodachi y Oni Negro no se quedó atrás y preparó su tetsubo con una amplia sonrisa en su rostro tras la máscara. -"Todavía estás a tiempo, detén a tus criaturas y entréganos lo que guardas. Y juro que te perdonaré la vida..." Dijo alzando la voz hacia el fantasma mientras afianzaba su acero Kaiu con sus grandes manos. (1)

El shugenja se mantiene impasible ante las palabras de Oni Negro, mientras este intenta bordear a los elementales.

Por su parte Valkai desenvaina y ataca a un elemental mientras se dirige sin pararse hacia el shugenja; sin embargo es golpeado con fuerza por uno de los elementales de agua dejándolo malherido y cayendo derribado al suelo por un torrente de agua que no le permite de momento levantarse.

El Cangrejo reaccionó con gran velocidad antes de que nadie pudiera hacer nada más al respecto. Empuñó su acero Kaiu con ambas manos y fintó delante de su adversario recién levantado, para correr por delante de él y acercarse lo más posible a su objetivo mientras sus sentidos entrenados durante años se ocupaban de mantener los ataques del enemigo más cercano a raya. (1)

Tras esquivar con gran soltura el torpe golpe del elemental el Oni Negro se hizo grande en frente de aquel que había ignorado su advertencia y estaba a punto de conocer el precio de su actitud obstinada de hacía unos instantes. (2)

El Cangrejo golpeó con la fuerza del Trueno que era en el torso de su adversario dejando escapar un grito ensordecedor -"¡¡Yiiiiaaaaaaaaaahhhhh!!" Mientras que su acero se encontraba con el cuerpo de su adversario, notó el crujir de los huesos de aquel traidor mientras en su mente sólo aparecían los instantes anteriores en los que Shiroi casi perdió la vida en el primer remolino.

Un golpe, solo un golpe bastó para matar al shugenja que os estaba causando tantos problemas para conseguir vuestro objetivo. Los elementales desaparecieron, y Valkai se pudo levantar aunque sus heridas aún debían de sanarse. Poco a poco los remolinos fueron desvaneciéndose y el lago quedó como si no hubiese ocurrido nada.

Oni Negro se acercó al cuerpo inerte del shugenja y lo inspeccionó, y allí estaba lo que habíais ido a buscar. Pronto estáis todos en la orilla junto al nuevo pergamino negro que habéis conseguido. Toca decidir si debéis abrirlo ya y quién en su caso.

Al llegar a la orilla y estar en esa situación decisiva, recibes un mensaje que estabas esperando, lo trae el viento y es Isawa Kaede: Hiroaki me habló de ti y tú cometido, el clan se encuentra en peligro y necesita ayuda. Reúnete conmigo en Kyuden Isawa lo antes posible. No cuentes a nadie nada sobre este mensaje a no ser que a quien se lo cuentes puedas confiar el destino de nuestro Clan y pueda ser de ayuda pues la vamos a necesitar.

El León había demorado un buen rato en comprender lo que había ocurrido. Entre jadeos desesperados, había intentado poner su cabeza en orden, mientras procuraba también expulsar de su mente ese punzante e insoportable ardor que sentía en el pecho...

Arrodillado sobre la arena, o más precisamente, casi tumbado en el mismo lugar donde sus compañeros lo habían dejado, HIDENAGA trataba de buscar un sentido a todo aquello, con la misma urgencia con la que buscaba algo de aire para sus pulmones.

Pero todo era tan confuso...

Podía recordar vivamente el dolor que había atenazado sus músculos al intentar escapar del remolino. En gran medida, pues aún podía sentirlo. Era como un fuego que abrazaba sus extremidades, hasta el punto de dejarlas atontadas y adormecidas. Pero más aún recordaba la impotencia de sentir que sus fuerzas lo abandonaban. La desesperanza que lo había abrumado al comprender que nada importaban su esfuerzo ni su determinación, pues aquella trampa mortal lo engulliría de todos modos.

Y también ese breve suspiro de conciencia, en el que tuvo la plena certeza de aquel sería el fin de su misión. Y de todo el Imperio. Pues eso era lo que ocurría cuando se intentaba desafiar a Aquel Que No Puede Ser Nombrado.

Sin embargo, de alguna forma que el Akodo todavía no alcanzaba a imaginar, en el momento más terrible de su angustia, cuando unas cuantas bocanadas de agua helada se habían abierto paso ya hacia sus pulmones y la oscuridad lo reclamaba, una mano amiga lo rescató de entre las tinieblas.

O varias manos, en verdad. Pues aunque HIDENAGA nada registró de su maravilloso paseo por el lecho del lago, tan sumido como estaba en un semi-inconsciencia solo interrumpida por vómitos, convulsiones y arcadas, la presencia de sus camaradas le había resultado tan palpable y evidente como si cada uno de ellos irradiara un aura inconfundible.

Quizás por ello, cuando por fin pudo abrir los ojos, apenas liberado a medias de la cortina de agua que todavía impregnaba su cuerpo, el León intentó echar un vistazo a su alrededor, procurando encontrar a sus camaradas.

Un capricho de las Fortunas lo llevó a posar su neblinosa mirada en la lejanía, donde creyó divisar una forma extraña que se alejaba por la orilla. Y, casi de inmediato, dos figuras que cruzaban el lago en dirección a ella...

HIDENAGA solo pudo asistir impotente al heroico combate que se desarrolló a continuación, completamente agotado por el esfuerzo e incapaz de mover un solo músculo. Todavía confundido y debilitado, su pecho se debatía entre el pesar por no poder intervenir en la refriega y la más orgullosa satisfacción ante la bravura de sus camaradas. Cuando todo terminó, simplemente se dejó caer sobre la arena, extenuado por el dolor, pero con una reconfortante sensación de paz que lo iba arropando poco a poco...

Lo habían logrado. Aquellos dos irreductibles desquiciados lo habían logrado. Tal vez había esperanza, después de todo...