Partida Rol por web

Cuando desenvainas tu arma, ha despertado algo en ella, parece como si el agua recorriera su filo.

Respecto al miedo, al ser una habilidad de un ser de tierras sombrías sumaría la técnica de Hiroaki no?

Por lo que tiraría voluntad 3g3 + vacío 3g3 + trance de la muerte 3g0 = 9g6

Menos mal que he ido a asegurar :)

La oscuridad no es ningún problema para mi, veo tan bien que no me afecta en lo absoluto la oscuridad, avanzando por ellas con paso tranquilo, incluso cuando estoy en presencia de ese enorme monstruo permanezco tranquilo, y con el wakizashi en mano...

Mi único pesar es que mi naginata no tenga las propiedades de esta arma secundaria, en mi mente esto es desafortunado ya que no me gusta pelear con espadas o "cuchillos" va totalmente en contra de mi estilo.

Esperando al león para que juntos Ataquemos a esa criatura mientras los demás abaten a los shugenjas, puedo sentir cómo mi ropa cambia una extraña sensación, no lo sé describir con exactitud, aún así no me importa demasiado ya que en el fragor de la batalla esas cosas son las que menos importan.

Me avalanzo sobre el Oni sin dudarlo, ya no voy a esperar al Akodo, me mantengo en silencio, y no grito cómo la dragón, mientras avanzo a mi objetivo. 

Mientras descendían a las catacumbas, Shiroi trataba de alejar de su mente todo lo que no era necesario. No necesitaba su historia ni su pasado, pues ésa era una carga que podría lastrar su hoja. No necesitaba su cansancio, o su tristeza, pues confundían su determinación. Ni siquiera necesitaba sus esperanzas y su futuro, pues podrían llegar a alejarla del momento presente. Y, si querían ganar esa batalla, sólo debía existir ese instante.

La luz del día dejó paso lentamente a la oscuridad de los subterráneos, y poco a poco sus ojos se acostumbraron a las sombras. Mientras lo hacían, su mano derecha descendió para acariciar lentamente su obi, en un gesto que revelaba auténtica ternura. Sea cual fuere el espíritu que había despertado en él, ya la había salvado en una ocasión, y ella se lo agradecía como a un compañero de armas. Entonando una silenciosa plegaria, rogó por su ayuda una vez más, y sintió cómo la magia del kami despertaba una vez más para entrar en su cuerpo, disipando el cansancio y otorgándole nuevas fuerzas.

Y así, finalmente, alcanzaron su destino, una enorme cámara subterránea. Frente a ellos, una criatura colosal se alzaba, una masa informe de músculos que volvió sus ojos hacia ellos. Unos ojos que rezumaban odio, malevolencia, y una oscura y terrible voluntad. El propio aire volverse en su contra a medida que el miasma de Jigoku lo saturaba, entorpeciendo sus movimientos como si tuvieran que abrirse paso a través de una telaraña invisible.

Shiroi apretó los puños, sintiendo cómo la mordedura del miedo trataba de hacer mella en su espíritu, pero sus dientes no encontraron dónde agarrarse. La voluntad de la ronin estaba hecha del mismo acero que su espada. En ese momento, sintió algo más revolverse en su interior. Un temblor, una agitación que creía haber dejado atrás hacía mucho. Con horror, trató de contenerlo. No podía caer frente a ello, no en ese momento.

Buscando ahogar esa sensación, su mano acudió a la empuñadura de su espada, y tan pronto como sus dedos la tocaron, sus ojos oscuros se abrieron de par en par por la sorpresa por un momento. Comprendió lo que había sucedido de nuevo. Con reverencia, su mano se apoyó en la espada y…

Sonrió. Sonrió con fiereza mientras la hoja abandonaba su vaina en un movimiento cegador, un arco relampagueante que agitó el viciado aire de la catacumba como si el viento helado de las montañas hubiera estado escondido en la saya. Un viento que recorrió por un segundo la estancia, alejando la corrupción de ellos, antes de arremolinarse alrededor de la hoja de Shiroi como un torbellino que abrazaba el acero. Como si los kamis de viento, enfurecidos por la traición de Isawa Uona, hubieran encontrado en su espada una forma de hacer justicia.

Todos los que habían visto luchar a la ronin sabían que era rápida. Pero en ese momento, con el viento impulsando su espada, resultaba casi sobrenatural. Fue precisamente ese viento el que arrancó la tela que habitualmente cubría la guarda de la hoja. Una guarda en la que podía verse el mon de la familia Doji, labrado en la más pura plata, brillando a la luz de las antorchas.

-¡Hijos de Isawa! –Gritó, mientras se alejaba por la derecha, cubierta por Kaori y Oni Negro, para dirigirse hacia el más anciano de los shugenjas. -¡Aún no es tarde para vosotros! ¡Abrid los ojos y ved que quien guía a esta bestia no es sino la voluntad de Fu-Leng! ¡No os dejéis engañar! ¡Escuchad la voz de vuestros ancestros y de los Kami! ¡Oíd lo que os gritan! ¡Éste no es el camino!

En esa exhortación puso todo el honor de su linaje, toda la convicción de su espíritu. Tal vez no sirviera para nada. Tal vez… en verdad, como decía Kaede, estuvieran más allá de toda redención. Pero si existía la más mínima posibilidad de que alguno de ellos dudara, aunque sólo fuera por un instante, la balanza podría cambiar completamente.

Los pasos del Cangrejo no ofrecieron duda alguna tomando la delantera del grupo hasta encontrar la sala donde el poder del Jingoku había hecho acto de presencia. Allí a una distancia prudencial se encontraban los enemigos y un enorme oni amenazante que se lanzó hacia los Truenos.

Los ojos de Oni Negro se posaron sobre la bestia, su eterno enemigo ancestral, el deber que Hida-Kamisama les había dejado en confianza ciega. Sus oídos escucharon los gritos de esa batalla una vez más. Flechas zumbaban a su alrededor y los aullidos de sus hermanos cargan contra las filas de los demonios en las cavernas de Tierras Sombrías. La voz de Hiruma-sama retumbaba mientras armas y caparazones se quebraban por igual. Una carnicería que su mente nunca podría olvidar. Y allí estaba el muchacho que una vez fue, con las manos ensangrentadas y empuñando un Daituschi recuperado de las manos sin vida de uno de sus camaradas. El grito del Chi No Oni se acercaban y las llamas creadas por su brutal poder dejaba un rastro de cenizas carmesíes mientras los ojos del Cangrejo buscaba algún lugar del que poder tomar algo de ventaja. La bestia se asomó a la galería donde las tropas peleaban masacrando indiscriminadamente a bestias y samuráis por e simple placer de matar. Entonces la voz de Kaiu-sama resonó en su mente. -"¡Hermanos, por aquí!".

La mirada perdida de Oni Negro regresó a su lugar viendo de nuevo a su enemigo, pero visualizando a su objetivo. Apretó con fuerza la empuñadura de su acero Kaiu y asintió a la inmensidad aceptando una vez más su destino. -"Es un Chi No Oni, es muy poderoso y resistente. Sólo el Jade o el Cristal lo dañarán, cuidado con el fuego de sus malas artes, pues puede dominar a los kami de ese elemento. Asesinará a todo lo que encuentre en su paso, así que acercadlo si podéis a los shugenjas"

Corrió con la velocidad de un rayo mientras movía su tetsubo dibujando arcos delante de su avance. Dibujó una línea recta hasta el Oni para mirarlo a los ojos para ofrecerle la mirada de la muerte que le esperaba a su enemigo. Sin embargo algo inesperado sucedió y al encontrarse tan cerca de una muerte segura, su acero estalló en llamas iluminando la sala con un destello. El bushi no dudó y se introdujo entre las piernas de su enemigo para, como un cometa dirigirse hasta el maestro del agua y poder sentir el roce de su aliento sobre su armadura negra. -"Todavía hay tiempo Isawa Tomo-sama, buscad el honor en vuestro interior y aceptad vuestro error. Sólo de esa manera podréis sobreponeros a vuestra falta. recuperad la cordura y uniros a nosotros. Fu Leng nunca os aceptará como iguales, sólo os utilizará como sus marionetas para mataros una vez crea que ya no le podéis ser de utilidad. Lo mismo hará Isawa Tsuke o el Oni que controla. Solamente un corazón honorable cumple siempre su palabra y este camino que habéis tomado sólo lleva a la deshonra, a la traición y al sufrimiento. Recapacitad o no me dejaréis opción que tomaros como mi enemigo".

La postura del Cangrejo era defensiva, pero en sus ojos se podía ver el fuego que compartía su acero en ese momento, no dudaría al cumplir con su destino, pero siempre había esperanza.

Comenzaron el descenso por aquellas catacumbas, donde la oscuridad apenas dejaba ver más que lo que permitían las antorchas apostadas en el camino.
Podía notar algo extraño en el ambiente, como si el aire pesara.
Y cuando llegaron ante los Maestros Elementales, lo vio.

Aquel demonio enorme, una masa compacta que sin duda parecía sacada de la peor de sus pesadillas.
Con toda probabilidad, él era el causante de aquel ambiente oprimido, como si su sola presencia fuera capaz de alterar la realidad.

Valkai apenas había visto ningún Oni en su vida y mucho menos de aquel tamaño.
Su racionalidad le impulsaba a huir, era una locura enfrentarse a eso.
Pero no dejó que el miedo lo invadiera. El rostro de su hermano Aswad se dibujó en su mente, apoyándolo en ese momento de duda.
No existía el miedo.

Sus ojos se fijaron en su objetivo; la Maestra del Aire Isawa Uona.
¡Va por ti, hermano! gritó, mientras espoleaba a su montura para cargar contra la Maestra.

¡Sería un desperdicio tener que matarte, bonita! ¡Deja de escuchar a Tsuke, él sólo quiere usaros para volverse más poderosos! gritó mientras cabalgaba hacia su objetivo, al tiempo que notaba cómo su No-dachi emitía un resplandor verdoso, como el del Jade.

Sonrió satisfecho.
¡El siguiente eres tú, chucho! le gritó al Oni, espoleado por ese acontecimiento.

Ya al alcance de Uona, alzó su arma dispuesto a acabar con ella si no escuchaba sus palabras y se rendía a tiempo.

Ignorando por completo vuestras palabras, los maestros elementales siguen conjurando. El primero en hacerlo es Isawa Tadaka. Tras avanzar Shiroi, Tameiki e Hidenaga los primeros, actúa el maestro elemental de la tierra que apoya su mano derecha en el suelo haciendo un muro de piedra de seis metros de altura que sella el pasillo por donde habéis venido separando os en dos. Por un lado, Shiroi, Tameiki e Hidenaga y por el otro el resto.

El muro cae, bloqueando mi camino, apartándonos de Shiori, Tameiki y el Akodo, estos traidores son muy astutos.

Para empeorar mi situación no logro escalar el muro, no se si es por cansancio o pura ineptitud para escalar, lo que causa que me enfurezca, a mi lado está Valkai-san, Kaori y el cangrejo, pero ahora tendré que rodear el derrumbe para llegar a ellos.

Si no se puede no se puede, tengo que darme prisa. 

Y sin mediar palabra comienzo a correr para rodear el bloqueo.