Partida Rol por web

Os dirigís de nuevo a las minas de jade. En un par de días estáis allí. Oni Negro se adelanta en solitario y haciendo gala de sus habilidades de explorador consigue alimentos, agua y jade para todos.

Bajáis a la vera de la muralla Kaiu lo más al sur qué podéis para luego adentraros en las tierras sombrías en busca de la tribu de rátidos la montaña, del cual sabéis aproximadamente donde puede estar por averiguaciones anteriores que habíais hecho.

Una vez dentro de las tierras sombrías, pasáis por bosques antaño exuberantes y frondosos están ahora muertos y resecos. Sólo los árboles más fuertes permanecen en pie, y aún así están marchitos y ennegrecidos. También atravesáis vastas ciénagas en las que la tierra se inunda y las aguas fétidas cubren todo el paisaje. Oni os explica que se trata de un terreno traicionero, ya que abundan las arenas movedizas y los pozos de lodo.

A los tres días de viaje por las tierras sombrías la vuestra comida huele mal y le empiezan a salir hongos, si alguno la prueba le produce nauseas y vómitos. El agua aún es potable.

A los cinco días de viaje, en los cuales no habéis encontrado a ninguna criatura, lleváis dos días sin comer y encontráis por fin la tribu que creéis tiene el pergamino 11. La veis desde una colina, de lejos y parece que ellos no os han visto aún, confiados desde hace meses que no va nadie por allí. Tienen tiendas para dormir hechos de madera putrefacta y está formada por diez tiendas de diferentes tamaños, podrán ser en total unos 30 rátidos aproximadamente. Sin embargo lo que más os llama la atención es que el líder no es un rátido, si no un samurai enorme embutido en una armadura completa. El samurai podrá medir unos dos metros y treinta centímetros de altura y se le ve fuerte, va armado con un tetsubo y un daisho. No lleva distinciones de clan.

La técnica es comida, bebida y jade ;P

Lo sé, pero haces bien en recordarlo por si acaso. ;)

El Cangrejo se adelantó como era habitual en lo casos de rastreo y sigilo. Los Rátidos estaban acampados cerca de sus cosechas y vivían en chabolas hechas de madera oscurecida de Tierras Sombrías. Parecía que un samurái los lideraba, lo cual le haría las cosas más fáciles, puesto que los Rátidos no eran necesariamente enemigos suyos y el bushi portaba daisho, por lo que con un duelo podrían conseguir el pergamino si el don de la palabra fallaba.

-"Los Rátidos están a una hora de camino. Propongo que me acompañe Shiroi-san para obtener el pergamino sin pelear si fuera posible. Por lo que parece son cerca de una treintena y son dirigidos por un samurái sin mon alguno. El plan debe ser conseguir el pergamino mediante la diplomacia, pero si no fuera posible, otra opción sería desafiarle a un duelo del Emperador, pues nuestro grupo posee el mejor duelista del Imperio".

Oni Negro tensó su gesto antes de continuar. -"Otra opción sería que entrase en solitario, pero si me descubrieran las opciones de conseguirlo sin pelear no serían factibles. Es cierto que podría salir con vida dadas mis aptitudes actuales, pero tendríamos que destruir el poblado para conseguir el pergamino". Su voz se tornó sombría por un instante y apesadumbrada. -"Y cuando digo destruir sería a todos los habitantes sin distinción, pues los Rátidos son una raza muy vengativa y tratarían de hacer valer el ojo por ojo durante generaciones. Por lo que no puede quedar nadie si esa es nuestra única opción. Sé que no es un acto honorable, pero si no lo hacemos así mis hermanos Cangrejo lo pagaran por todos nosotros y sigo teniendo un deber que cumplir".

Asintió quedamente. Sopesó las opciones, y en verdad lo más lógico era un desafío si no tenían intención de entregarlo por las buenas. En cualquier caso, y a pesar de que conocía ciertos relatos de las Tierras Sombrías, aquel no era su terreno y por tanto desconocía las costumbres de esa extraña raza. Debía fiarse de lo que el Cangrejo sabía y actuar en consecuencia
-Si esas criaturas son sensibles a la Mancha sabrán que no ha hecho mella en mí. Si así el diálogo se hace más sencillo, sea. Además hay algo que quiero preguntarles. He de ir -dio un paso al frente sin perder de vista la aldea en lontananza. Esperaba no tener que combatir con ellos, pero en última instancia y como último recurso no quedaría otra opción. Su misión era demasiado importante, y aunque generaciones de Cangrejos lo pagaran en la Muralla aun así habría valido el precio

Se sorprendió por la altura del samurái desconocido. Es cierto que había visto a muchos hombres y mujeres de buen tamaño, pues aunque no fuera lo habitual los Kami en ocasiones bendecían a sus hijos con una fuerza sobrehumana. Pero su altura era excesiva incluso para esos estándarse; o al menos los que ella misma conocía. Sólo esperaba que fuera como el Oni Negro, capaz de soportar el mal y mantenerse firme. -Probemos tu táctica, Oni Negro, en su sencillez radica su fuerza

Shiroi escuchó el plan de Oni Negro con atención, preguntándose acerca de la identidad del samurái desconocido que comandaba a los rátidos. Resultaba extraño encontrarlo allí, portando un daisho sin mon alguno., y la ronin no pudo evitar pensar en las historias que había escuchado sobre aquellos Perdidos que sucumbían a la Mancha. Pero Perdido o no, tendrían que pasar a través de él.

Eso pensaba, cuando el inesperado halago del Cangrejo hizo que una expresión algo amarga se pintara en su rostro.

-Me sobrevaloras. -Contestó finalmente, tras un largo silencio, con voz apagada. –Estoy muy lejos de poner considerarme la mejor duelista del Imperio. Mi… Kakita Toshimoko-sensei y Kakita-Satsume-sama-siempre han estado a un mundo de distancia de mis capacidades. Y dentro de no tanto, Tameiki-san también me superará. -Añadió con una ligerísima sonrisa adivinándose en la comisura de sus labios.

-Pero sí podría ser la mejor duelista aquí y ahora. -Dijo con firmeza. -Os acompañaré, entonces. Conseguiremos ese pergamino de una forma u otra. Que el resto esperen cerca. Si algo saliera mal… si todo acabase siendo una emboscada… prefiero estar unidos.

-Y si yo cayera… -Añadió con expresión sombría. -Tameiki tomará mi espada.

El antiguo León se había mantenido absorto en sus cavilaciones desde que abandonaran la tumba maldita. Y apenas si había pronunciado palabra alguna. Solo de tanto en tanto, se quejaba por lo bajo por el escozor que le provocaba el roce de sus ropas sobre la piel, pues muchas de sus heridas no habían cerrado por completo, y tampoco había tenido oportunidad de limpiar a conciencia sus prendas, que seguían impregnadas con el agua salada del mausoleo.

Sin embargo, con el correr de los días su cuerpo había ido adquiriendo renovadas energías, a medida que recuperaba la sangre y el sueño perdidos. Y aunque las sempi-ternas ojeras y sombras que habían poblado su rostro se resistían a abandonarlo del todo, al menos su espalda y sus hombros volvían a adoptar el porte firme y orgulloso de siempre.

- En verdad... - comentó con aire ausente, sin dejar de observar el poblado que se extendía en lontonanza - ...no veo motivos para separarnos de nuevo. Tanto para parlamentar, como para luchar, es mejor actuar unidos.

- Pero si ya lo habéis decidido, no pienso oponerme. Que las Fortunas los acompañen. El resto permaneceremos en las inmediaciones, listos para entrar en acción si resulta necesario.

Togashi Kaori, Shiroi y Oni Negro se acercan hacia el campamento dejando a los demás atrás. En breve están rodeados de diez rátidos y cerca del campamento donde en teoría se encuentra el pergamino 11. Los rátidos se acercan con las armas envainadas y os rodean respetando una distancia prudencial, el que habla se adelanta un poco respecto a los demás son tiempos extraños aquellos en los cuales nos visitan samurais o monjes en lugar de demonios o trasgos, vuestra presencia me da curiosidad, explicar a qué habéis venido. Nuestro estómago está vacío y sois carne fresca, pero preferiríamos no luchar contra criaturas que son sin duda honorables.

Fueron tres quienes se acercaron al poblado. La enorme silueta de Oni Negro, flanqueada por las dos esbeltas formas de Shiroi y la Togashi. Rápidamente, los rátidos los rodearon, expectantes pero no directamente agresivos. Instintivamente, se encontró imaginando mentalmente un posible combate, decidiendo a quién y cómo golpear, pero la intervención de una de las criaturas la sacó de sus pensamientos.

Para su sorpresa, el rátido parecía hablar cómodamente la lengua de Rokugán, y sus palabras invocaban algunas dudas sobre lo que sucedía en aquel lugar. Aunque a pesar de todo, estaba segura de que sería necesario entrevistarse con el enorme samurái desconocido, decidió intentar primero hablar con la rata que se había dirigido a ellos.

-Nosotros tampoco hemos venido con intención de pelear. -Contestó Shiroi, adelantándose a su vez hacia el portavoz de los extraños hombres-rata. A pesar de la obvia inferioridad numérica, la ronin hablaba con decisión y sin un atisbo de inquietud, segura del desenlace de cualquier posible problema. -Vuestra raza está libre de Mancha, y sólo contra los siervos de la oscuridad alzamos nuestras armas.

-Hemos llegado hasta vosotros guiados por un sueño. -Explicó, mirando los ojos rojos de la criatura desde la brillante negrura de los suyos. -El sueño de un monje que encontró un camino para derrotar al Oscuro, y nosotros somos quienes debemos recorrerlo.

-El final está próximo. -Añadió, dejando que una ligera nota de urgencia se colar en su voz. -La tormenta casi alcanza ya su apogeo, y el tiempo se nos agota. Si el sueño nos ha traído hasta vosotros, es porque poseéis al menos uno de los Pergaminos Negros que buscamos. Os ruego que nos lo entreguéis. El destino de este mundo puede depender de ello. Entregádnoslo, y nos marcharemos sin causaros perjuicio alguno.

Ya lejos de la impia Tumba de Iuchiban, quedaba el onceavo pergamino que creían que se encontraba en manos de una tribu de Rátidos.
Antes Oni había obtenido Jade de nuevo para proseguir el viaje con un mínimo de garantías.

Ya con la tribu a su alcance, se decidió que fueran a parlamentar Oni, Shiroi y Kaori.
El resto quedaron escondidos tras unas rocas, esperando por si la negociación salía mal.
Valkai aguardó encima de su montura, escuchando que por el momento todo iba bien.

La Dragón avanzó con sutil gracia flanqueando al Cangrejo. Sin embargo sus ojos no se desviaron ni hacia él ni hacia Shiroi, la ronin. Estaban clavados como agujas en el rátido. Su rostro no parecía poseer la calma habitual de otras ocasiones, sin embargo no mostraba agresividad alguna. Apretó los dientes desde el primer momento en que se encaminaron hacia los nezumi, y cerró los puños con más fuerza de lo habitual

Asintió quedamente a las palabras de Shiroi. Nada más añadiría a lo dicho, pues era la verdad, y en ellas se contenía el sentido mismo de los siete guerreros que se encontraban en tan inefable día hoyando las Tierras Sombrías. Observó con discrección a un lado y a otro, como si buscara algo, pero acabó por mantener firme su atención en la criatura que tenían ante ellos. No deseaba que su actitud causara conflicto alguno -y en verdad no tenía por qué-, y ya habría tiempo de parlamentar con quienes estaban en disposición de aportar no sólo el Pergamino Negro sino información
La paciencia, por mucho que su dinastía la abrazara, no era una de sus más practicadas virtudes

Desde que Shiroi, Oni y Kaori hubieran marchado, la cabeza de Tameiki no hacía sino plantearse mil y una dudas. Tal vez debería haber ido ella: entrar, tomar el pergamino y salir. Tantas veces atrás había hecho algo parecido... pero Oni tenía razón, al igual que Kaori: el plan era sencillo y tendría éxito. Por su fuera poco, contaban con el filo y la determinación de Shiroi, todavía mayores que la de la pelirroja.

Miraba al suelo, pensativa, tratando de sentir todo a su alrededor como le había enseñado.

En un primer momento, al antiguo León le había costado comprender la arriesgada estrategia de sus camaradas. Pues sencillamente le parecía un suicidio dividir sus fuerzas, reduciendo aún más la ya de por sí bastante limitada capacidad de combate del grupo.

Sin embargo, finalmente había terminado por aceptar el hecho de que la abrumadora superioridad numérica de sus enemigos no les dejaba en realidad demasiados opciones. Y que ante ello, lo más prudente era, precisamente, no representar una verdadera amenaza.

Por supuesto, tal cosa no implicaba que debían entregarse mansamente a su destino. Y mucho menos, que el antiguo Akodo debiera permanecer de brazos cruzados mientras sus camaradas arriesgaban el pellejo...

Así que, mientras los tres samurai se internaban en las laberínticas callejuelas del extraño poblado, HIDENAGA escrutaba las inmediaciones en busca de la mejor posición desde donde sorprender con un ataque a las misteriosas criaturas.

El Cangrejo no añadió nada más. Sin duda la duelista era la mujer más honorable que conocía por lo que cualquier palabra que añadiera solamente entorpecería la conversación.

Se mantuvo alerta con actitud relajada en apariencia, pero con un ojo en cada bocacalle por si la emboscada del samurái aparecía y se trataba de una treta.

Piensa un poco antes de responder nosotros también luchamos contra los siervos del innombrable y queremos derrotarlo, por eso tenemos a la Montaña de Hierro dice refiriéndose al samurai que está en su tribu lleva con nosotros desde el principio y no hay nadie que luche mejor que él contra onis, trasgos u ogros. Quizá él os pueda ayudar con eso que decís, lo avisaré. Esperar aquí y no hagáis nada extraño, soy el único de mi tribu aparte del samurai que habla vuestro idioma.

Seguís rodeados los tres por los rátidos y al poco de irse el que hablaba común aparece junto con el enorme samurai bastante más grande y fuerte que Hida Kisada (para quien lo conozca). La armadura que lleva es completa y de una calidad legendaria para un ojo experto y atento. Al acercarse se oye su andar pesado y el choque de las placas de la armadura, no es nada sigiloso pero intimida un poco a quien no esté acostumbrado a luchar como vosotros.

Su voz es grave y profunda y de tono alto y ronco cuando habla Hola dice de forma brusca y sin apenas cortesía me llaman la Montaña de Hierro, me ha dicho mi compañero que venís a pedirme algo. Algo que vale mucho y a lo que he consagrado gran parte de mi existencia a proteger. Unas simples palabras no bastarán para que os lo dé. Para ello debéis mostrarme ser dignos y aún así quizás no sea suficiente. Antes de nada ¿Sólo sois tres? Veo que no. Si queréis el supuesto pergamino venir todos a pedírmelo.

Decidís que lo mejor es hacerle caso de momento, así que hacéis un gesto a los demás para que vengan y os reunís todos junto a los rátidos y al misterioso samurai.

Una vez todos juntos continúa Como he dicho no sé si os daré lo que me pedís, pues llevo gran parte de mi vida a protegerlo, no debéis ser unos cualesquiera si habéis venido hasta aquí a por él, podría pediros a cada uno de vosotros los motivos por los que queréis el artefacto y hacer un estudio de vuestra oferta, pero nada de eso hará que os dé el pergamino. Por muy honorables que seáis, sólo una demostración de que podéis vencer al oscuro me hará que os lo entregue, las palabras no bastan. Así que, si tenéis lo que tenéis que tener, debéis enfrentarme, si conseguís matarme desde ahora digo que el pergamino os será entregado, si conseguís agradarme en vuestra forma de luchar también puede que os lo dé. Preparaos. Ahora se dirige a los rátidos vosotros apartaos y no os involucréis, esta lucha es mía, si muero entregarle el pergamino sin reparo dice sonriendo con total confianza. Da unos pasos atrás mientras coge su katana, dejando el tetsubo a un lado. Adelante, los siete contra mí.

Para tirar y daños y cosas, ¿NO? ¿O no lo sabemos a priori?

Por cierto, tirad iniciativa el resto, que me gustaría saber si actúo primero o no para escribir el post.

No sabéis la dificultad para golpear. Así que tiráis todo incluido el daño, sin guardar turno entre vosotros, luego os narro yo lo que sucede en orden.

Es decir, escribe ya el post si quieres Shiroi