Partida Rol por web

¿Descansar? ¿En serio, profesor...?

Comencé a decir, curiosamente sin el defecto de habla que había heredado de mi padre, como si el trago de whisky me hubiera proporcionado la dicción del mismísimo Constantino Romero, cuando el profesor Armitage, sin esperar ni como ni cuando, se alejó raudo y veloz de nosotros.

Traté de seguir sus pasos... pero una sensación de mareo volvió a inundarme... casi me caigo... pero... pero un preciso apoyo contra el costado de estribor lo impidió... (eufemismo de agarrarme como pude a un saliente de la pared)

Ahoga le alcanzo, pgofesol - dije, sonriendo y ¡oh no! de nuevo sin poder pronunciar la R

Y me mantuve agarrado a la estalactita o estalagmita (a saber) como si fuese el famoso clavo ardiendo... esperando al resto, esperando que pasara la nausea, y observando...

Paul avanzó como pudo siguiendo los pasos del profesor, Rebecca y la enana, pero tardó bastante en llegar a donde fueron. Cuando lo hizo, vio una especie de puente cochambroso hecho de maderas medio sueltas, que cruzaba por un precipicio que parecía no acabar nunca.

Pero eso no era lo peor.

Montones de bestias aladas como la que les habían atacado revoloteaban por todas partes. El profesor estaba al comienzo del puente pero Rebecca y Hailee estaban en mitad del mismo, cruzándolo e intentando esquivarlas.

Definitivamente Álex no parecía encontrarse muy bien después de los dardos narcóticos, pues le había comido la lengua el gato y mis palabras se las había llevado el viento sin recibir respuesta de su parte. Le apreté el hombro con cariño (y cierta preocupación, para qué vamos a negarlo) antes de girarme en dirección a lo que había encontrado Bernie con el profesor. "Dudo mucho que vayamos a flipar porque está el tesoro a nuestro alcance. Más bien habrá algún tipo de acertijo o trampa nuevo..." —pensé bastante convencido.

—¿Qué es lo que hay allí delante? —pregunté incorporándome de un salto e intentando ayudar a mi primo para que se levantara y caminara junto a los demás hacia la salida de la sala.

Billy y Alex avanzaron siguiendo a Gordi y a Paul. Cuando llegaron al final, vieron una especie de puente cochambroso hecho de maderas medio sueltas, que cruzaba por un precipicio que parecía no acabar nunca.

Pero eso no era lo peor.

Montones de bestias aladas como la que les habían atacado revoloteaban por todas partes. El profesor estaba al comienzo del puente pero Rebecca y Hailee estaban en mitad del mismo, cruzándolo e intentando esquivarlas.

Rebecca y Hailee lograron de alguna milagrosa manera, esquivar a las bestias y llegar al otro lado, aunque gracias a su escaso cuidado, las habían despertado y ahora, todos tendrían que ir, uno a uno, corriendo y esquivando, y saltando los enormes agujeros que se podían ver en el suelo del puente y que amenazaban con ser vuestro final.

-Rápido, chicos. Pasad de uno en uno y corriendo. No os detengáis. ¡Y por amor de dios, no miréis abajo!

Volvimos con el profesor y me di cuenta de que Rebecca y su hermana estaban ya cruzando el puente. No nos habían esperado para ver qué hacíamos. A lo que dijo el profesor, me precipité corriendo hacia allí, viendo que había decenas de criaturas voladoras pululando por encima de nosotros.

-"¿Veis, ibáis a flipar o no?"

Empecé a andar por el puente, lo más rápido que podía, mirando bien dónde pisaba. Muchos de los tablones se rompían a mi paso, de lo viejos que estaban. Parecía que no iba a aguantar mi carrera, pero sí, sí aguantó, y en un par de minutos estuve al otro lado sano y salvo.

No se muy bien como pero conseguí soltarme de ese "clavo ardiendo" al que me sujeté cuando regresaron los mareos... y avancé... y avancé... y avancé hasta encontrarme frente a... ¡¡Uau!! - exclamé...

Frente a un puente colgante... 

Un puente colgante que parecía haber conocido mejores días, sin duda, y las chicas estaban a mitad de camino... y el profesor al principio... Gordi llegó justo antes de mi (¿cómo no lo he visto en la galería que llega a este punto? A saber...) y también lo cruzó sin aparente dificultad.

Pero yo... yo era otro cantar. Me aproximé al inicio. El profesor se hizo a un lado para que pudiera acceder a él sin dificultad. Estaba claro que él no cruzaría hasta que lo hubiéramos hecho todos.

Miré hacia abajo, algo que nunca hay que hacer, y maldita mi suerte, fue lo primero, y las piernas me temblaron, y las tripas revolotearon bajo mi estómago, y otras cosas más... tuve un acto reflejo... mirar hacia arriba... y por segunda vez maldije a mi suerte... sobre nuestras cabezas había montones de criaturas aladas... como murciélagos mutantes gigantes... 

Me encomendé a Mazinger Z y saqué unos espejos que, con ese invento tan genial llamado velcro, los fijé a mis hombros y cabeza, con lo que ahora parecía un androide reflectante... esperaba que con eso las criaturas se despistasen... y tanto que lo conseguí... casi pude ver como rehuían atacarme...

¡¡ESTO LAS ESPANTA, CHICOS... ES INCLEIBLE!! - Exclamé a pleno pulmón, provocando cierto revuelo, y cual grácil cervatillo, crucé el puente.

Demasiado tarde Becca comprendió su metedura de pata. Mientras cruzaba a toda leche el puente tirando de su hermana, s concentrada y centrada en el otro extremo, sin darse cuenta de que su acción en exceso ruidosa y gritando como loca había alertado a esos bicho voladores, murciélagos, vampiros o a saber qué engendros del infierno! Como en aquella película de los monstruos que nacían del abismo profundo.

Al menos no lograron detenerlas. Siguió a lo kamikaze, esquivando, apartando con manotazos, agachando la cabeza, gritándole a Hailee que corriese y que el señor Pebbles moviese el culo. -¡Ayyy!, la pillaron de los cabellos húmedos de sudor, y unas garras sucias la arañaron en el hombro.

-¡Cooooorreeeee!

Y llegó al otro lado, extasiada de placer por el éxito, y extenuada por el mal trago. Observó sus compañeros intentar cruzar el puente. Le faltaba el aire. Qué subidón! Y qué miedo.

-¡Veeeengaaaaa! ¡Deprisa, vosotros podéis! -recogió una piedras del suelo- Vamos, enana, tíraselas a los murcis, a ver si aciertas. Me juego a que les doy antes que tú. Va.

Y Becca se dedicó al lanzar pedradas a esos feos y disgustados bichajos.

Aquel puente me daba mucho miedo pero Rebecca no tenía ninguno, así que me agarré a ella lo más fuerte que pude junto con el señor Pebbles, y cerré los ojos. Sentí como nos movíamos deprisa, y también ruidos extraños que no quería saber qué eran. Pero Rebecca me protegió. Era como tener a mamá y papá juntos.

Cuando abrí los ojos de nuevo, estábamos a salvo en el otro lado del puente, sin que hubiese ocurrido nada, pero había un montón de pájaros de esos que eran tan peligrosos y en el otro lado, corriendo, empezaban a cruzar los demás.

Miré a mi alrededor en busca de piedras y empecé a arrojárselas a los pájaros.

-¡Tomad, pájaros malos!

La nueva encrucijada que se presentaba ante nosotros en forma de puente colgante, el cual estaba muy deteriorado, no me gustaba en absoluto, porque no parecía ofrecer mucha estabilidad mientras caminabas por sus tablones. "Esto cada vez se parece más a una película de Indiana Jones, sin duda" —me dije, recorriendo con la mirada la extensión del puente, que no alcanzaba a la vista su fin. Fue entonces cuando me percaté de algo mucho peor que las tablas medio sueltas: el ruido de los aleteos en las inmediaciones alrededores y encima de nuestras cabezas. Esto tenía que ser una broma o un mal sueño del que esperaba despertar ya.

—No puede ser... ¿Qué hacen aquí tantas bestias aladas? —pregunté, al aire, retórico, pues no esperaba una respuesta por parte de mis compañeros o del profesor. 

Viendo que todos empezaban a cruzar, esquivando obstáculos y a las propias criaturas, comencé a sentir de nuevo la tensión atenazar mi cuerpo. Aunque antes de darme cuenta el profesor casi me empujaba a cruzar al otro lado con celeridad. "No mires abajo, no mires abajo". Me lancé a la carrera, tratando de no apartar la vista del frente, porque mirar abajo supondría que mi cuerpo se quedaría paralizado por el miedo y el vértigo. El problema es que en mitad de mi recorrido, escuché muy cerca de mí una de esas criaturas lanzándose en picado para atraparme con sus garras y... no estuve demasiado rápido para esquivarla. Sentí que me elevaba varios metros del suelo, clavándome sus garras en la parte superior de la espalda para luego dejarme caer de nuevo sobre el puente que se tambaleó irremediablemente por el repentino impacto. 

Gimoteando por el dolor y con lágrimas en los ojos, medio arrastrándome, traté de llegar a un lugar seguro cuanto antes. Solo esperaba conseguirlo a tiempo.

Billy no tuvo demasiado tiempo para disfrutar del puente, porque otra bestia alada se abalanzó sobre él, lo agarró y lo elevó por los aires, llevándoselo lejos y mucho más alto, tanto que nadie pudo hacer nada por evitarlo. 

Desde las alturas, Billy solo podía pensar en que como le soltara, se pegaría un buen piñazo, pero por suerte, la bestia no parecía querer hacerlo. De hecho, lo que hizo fue llevárselo entre graznidos, muy lejos del puente y de las demás bestias aladas.

Sin tiempo para decir o hacer nada, el silencio, roto solo por el aleteo de la bestia, te envolvió por todas partes, hasta que conseguiste ver que la bestia parecía estar llegando a alguna parte, pero como no podías ver bien, no lo supiste con certeza hasta que las garras te soltaron y te dejaron caer... en una especie de nido.

Estabas rodeado de palitos pequeños, ramas, hojas, y cosas así, que formaban una especie de "cuenco". Arriba estaba el techo de una cueva, la cueva, sin duda, y al asomarte no viste ni rastro del puente.

"¿Dónde estoy?" —fue el primer pensamiento que cruzó mi mente al despertarme en un lugar que desconocía. Mis recuerdos estaban borrosos, pues mis fuerzas se desvanecieron en el momento en que otra de esas criaturas aladas me atrapaba y sobrevolaba el puente. Caí en un estado de semiinconsciencia durante el vuelo y ahora me encontraba en lo que parecía ser su nido. Genial, estaba en medio de su guarida, donde con total seguridad me despedazaría para alimentar a sus crías con mis restos. La espalda me dolía y escocía bastante; no sé cómo era la herida de profunda o de grave, pero dolía como mil demonios. Sin remediarlo, empezaron a brotar lágrimas de mis ojos y me puse nervioso. Yo nunca había destacado por ser el más fuerte y el más valiente en mi núcleo cercano, y ahora me encontraba en una tesitura en la que debía mostrar esos dos valores unidos a la vez. 

—Vamos, Billy. Tú puedes... —me animé mientras sorbía por la nariz y me restregaba los ojos con una manga para limpiar las lágrimas.

Gateando por el nido, me encaramé hacia un saliente del mismo para ver qué podía observar más allá y comprobar si había alguna manera de descender antes de que volviera la bestia.

Desde el otro lado vi cómo a Billy se lo llevaba volando una de esas horrendas criaturas. En un pis-pás, desapareció de nuestra vista. Me quedé quieto, alucinado por lo acontecido. ¡Billy ya no estaba con nosotros y posiblemente acabaría de alimento de esas bestias! Sería troceado, picotazo a picotazo, deglutinado y cagado después. ¡Pobre Billy! Una lágrima sudorosa cayó por mi mejilla.

-"¡Rápido! No podemos quedarnos aquí, hay que seguir avanzando."

Alex y el profesor eran los últimos y mientras tanto, las bestias continuaban sobrevolando vuestras cabezas, atacandoos incesantemente, e intentando agarraros, pero vosotros estabais bastante a salvo. Lo peor lo tenían todavía el profesor y Alex, que seguían sin atreverse a cruzar.

-Está bien, chico. Vamos a intentarlo.

El profesor se lanzó con Alex por el puente, a toda velocidad, agachándose de vez en cuando, arrancando a correr en cuanto podía, hasta que finalmente, consiguieron llegar al otro lado.

-Está bien. No sé en donde está el otro chico, pero confío en que nos lo encontremos. Sigamos y ya veremos qué vemos.

Los goonies nunca dicen muerto, pero no sabíais qué habría sido de Billy. Podía estar vivo, pero desde allí, nada podíais hacer por él, así que os tocaba seguir adelante.

No habíais dado ni dos pasos cuando un ruido extraño os obligó a giraros. El puente sonó como la madera al romperse... y eso fue precisamente lo que sucedió. Una tabla cayó, y a esa le siguió una docena, hasta que finalmente, todo el puente se partió en dos, acabando con toda posibilidad de usarlo para regresar.

Menos mal que no había sucedido cuando estabais vosotros corriendo por él.

El profesor ni dijo nada. Encaró el camino que se alejaba de allí, un pasaje estrecho y oscuro. 

Una vez te pusiste en pie, examinaste bien el lugar en el que te encontrabas. Estabas muy lejos del suelo, lo que dejaba claro que no te podías lanzar. Además, al moverte sentiste algo bajo tus pies, unas estructuras tapadas por las ramas. Te agachaste y retiraste las que lo cubría.

Eran tres enormes huevos que por fortuna, estaban cerrados aún.

Después seguiste mirando y viste un pequeño saliente por el que quizás, solo quizás, pudieras salir de allí, pero no iba a resultarte nada fácil.

Estar tan lejos del suelo provocó que se me escapara un suspiro; no veía cómo llegar abajo sin partirme la crisma en el proceso. Pero tampoco me gustaba que hubiera varios huevos a mi lado que pudieran eclosionar de un momento a otro, porque estaría en problemas tanto si nacían las crías como si les provocaba algún daño. Bastaba haber visto algún documental de animales para saber el instinto de las madres para proteger a sus crías. Jadeé con pesadez, comprobando el saliente que sobresalía en un extremo y alargué una mano para tantear si era seguro pasar por allí.

Rebecca paró de apedrear a los murcis y se quedó con la boca muy abierta mirando hacia arriba como se alejaba aquel asqueroso bicho con su amigo Billy.

-¡Billy, Billy, Billyyyyyy!!  -agitó los brazos y casi se rompe las cuerdas vocales con sus gritos pero no consiguió nada, aparte de que Hailee se asustase todavía más. Por un momento le vino otra idea loca de dejarse pillar por uno de los voladores malvados y así acompañar a su amigo, pero se lo pensó mejor, que había visto una peli de dinosaurios y unos pajarracos se llevaban volando a un hombre y se lo comían sus crías...

Se mordió el labio por dentro. Y entonces sus amigos empezaron a llegar en tromba. Al menos la mayoría lo consiguió. Incluso el viejales loco este. Alzó la cabeza de nuevo y observó a Billy alejarse y alejarse hasta desaparecer. Qué pena. Se guardó las lágrimas para después, cuando saliesen de esta.

-Sí, profe, hay que pensar en positivo. El universo te escucha. Siempre positivo, lo digo en serio. ¿Cómo estáis los demás? ¿Álex, Paul? Oye, Gordi, ¿quieres un osito de gominola? Todavía me quedan, te animarás, que te veo muy pálido. Jajaja -Tenía tanto miedo que solo se le ocurría reírse de sus tonterías.

Se detuvo con aquel ruido del puente. No hacia falta ni mirar. Se quedó quietecita, y tras unos segundos, continuó la marcha más o menos en el centro de la expedición, sujetando la manita de su hermana y ensanchando las pupilas para vislumbrar algo en aquella oscuridad oscurísima.

El puente se había desmoronado en cuanto pasamos todos... menos Billy. Una mala señal, ya que no podríamos volver por aquí y solo valía avanzar y avanzar hasta que encontráramos una salida. Esperaba de corazón que pudiéramos encontrar a Billy vivo.

Me puse de los primeros para seguir el oscuro camino que se nos revelaba más adelante. Todo estaba silencioso y oscuro. Gracias a las chuches de Rebecca no me desmayaba del hambre que tenía, estaba desfallecido.

-"Gracias Rebecca, te debo una." Le dije mientras me comía un puñado de gominolas y masticaba con la boca abierta. "Espero que podamos encontrar a Billy más adelante. Lo mismo esas criaturas no comen niños, solo piratas malos."