Partida Rol por web

John se sentó en la mesa frente al primer montón de papeles. Eran periódicos, no había duda, contenían las típicas aburridas noticias de un pequeño pueblo, nada aparentemente interesante o de utilidad para el investigador.

- Nadie dijo que esto fuera a ser fácil - Pensaba mientras se movía junto con su silla al siguiente montón de periódicos.

Un tanto frustrado por el fiasco de no encontrar nada en su primer intento, John puso aún más ahínco en su segunda búsqueda. En este caso sus esfuerzos tuvieron recompensa.

Al leer esa noticia John se encontró más animado después de haber encontrado algo relacionado con lo que le dijo el policía, además, también tenía algo de relación con lo que estaba investigando, ya que el señor James trabajaba en el turno de noche del cementerio. -¿Se habría topado el hermano de Amanda con esa banda de perturbados que mencionaban en el periódico?-, -¿Tendría algo que ver el desaparecido con las profanaciones de tumbas?-. Cuantas más vueltas le daba más posibilidades se le ocurrían.

Llevado por el ánimo pensó que a lo mejor sería buena idea volver a revisar el primer montón de periódicos por si se le había pasado algo la primera vez.

Con ánimos renovados, el investigador privado volvió a pasar aquellas páginas una por una. El montón era considerablemente grande, ¿podía habersele pasado algo?.

Tras unos minutos que le pareciero siglos, los ojos de John volvieron a recorrer aquellas insulsas noticias, hasta que llegó a una página aparentemente más gruesa que el resto. La examinó con cuidado y se dió cuenta de que había dos hojas pegadas. Precisamente, la hoja que permanecía oculta, era la que contenía algún dato de interés.

Esta vez, el detective había hecho honor a su apellido.

-¡¡¡BINGO!!! Exclamó para sus adentros Finder al ver el nombre de James Waller escrito en el periódico. Pero aunque había encontrado algo relacionado con el caso que investigaba, la verdad es que tampoco era mucho ya que a esa misma deducción había llegado él en pensamientos anteriores.

John colocó la mesa tal y como se la había encontrado al sentarse y fue de nuevo hacia el bibliotecario para darle las gracias:

- Muchas gracias por todo, he encontrado lo que buscaba. Pero si no le importa tengo una última pregunta: No sabrá por casualidad dónde vive Robert Wateland? Me gustaría ir a hablar con él.

-De nada, ha sido un placer ayudarle. ¿Robert Wateland? No sé dónde vive, la verdad, soy un simple bibliotecario no la policía. Sé quién es aunque nunca he tratado con él, siento no poder servirle de ayuda en ése aspecto- se disculpó el anciano.

-Supongo que en cementerio podrán darle las señas-.

Cuando salió de la biblioteca reparó en la poca cantidad de gente que había en la calle. Esa observación junto con un largo y sonoro gruñido de tripas le hicieron darse cuenta de que debía de ser la hora de comer y que desde el café de la mañana no había probado bocado. Para poner fin a esa situación se dirigió a una cafetería que veía desde allí mismo donde pensaba comer algo rápido -un bocadillo quizás- y ya de paso preguntar dónde se encontraba el cementerio. Así hacia allí dirigió sus pasos.

John terminó de comer en la cafetería. Pagó su comida, 1 dólar, y pidió la indicación para llegar al cementerio.

La camarera le informó de que el camposanto local se encontraba en las afueras del pueblo, avanzando por la Main Street, hasta topar con la vieja pared plagada de yedra de la entrada principal del cementerio de San Lázaro.

Después de la frugal aunque deliciosa comida salió a la calle para seguir las indicaciones de la camarera, las cuales dirigirían sus pasos hacía el cementerio del pueblo. La tarde era agradable y el paseo le vendría bien para aclarar un poco las ideas que se iban formando en su cabeza con la poca información que había conseguido.

Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que casi sin darse cuenta se vio ante la puerta de entrada del cementerio. Algo nervioso por encontrarse en el epicentro de los últimos acontecimientos reseñables dentro del pueblo agarró la verja metálica para comprobar si estaba abierta y así buscar a alguien a quién poder preguntar.

La verja estaba cerrada. Los intentos de John por abrirla hicieron que los viejos goznes chirriaran como quejándose del trato recibido por el detective. En aquel lugar apartado y solitario, el estridente sonido hacía rechinar los dientes.

-Largo de aquí- sonó una voz a lo lejos -El cementerio está cerrado. Ordenes del sheriff Morgan-.

No podía ver de donde procedía la voz, pero era de dentro del recinto, eso seguro.
 

- Disculpe! Soy amigo de James Waller y me gustaría hablar con usted, por favor, será sólo unos minutos. John intentó dar a su voz el tono más amigable del que era capaz. Tenía que hablar con ese hombre como fuese.

-¿Amigo de James dice? ¡Maldita sea, larguese de aquí antes de que llame a la policía!- la voz sonaba a la vez cansada e iracunda.

-¿Es que no se ha enterado de lo que ha pasado aquí? El sheriff ha dicho que no entre nadie. Y si encuentra a ese tarado de James, dígale que se entregue. Estoy harto de tanto ajetreo-.

- Sí, he leído algo en la prensa. 

- Le voy a ser sincero... no conozco a James Waller, soy investigador privado y estoy intentando encontrarle para saber qué le ha ocurrido. ¿Si pudiese darme algo más de información de lo que ha pasado en este cementerio? 

Cuanto antes se solucione esto antes volverá todo a la normalidad, y la información que me de puede ser útil para que todo esto acabe.