Partida Rol por web

Viendo que el farol no le había funcionado ni lo más mínimo, John se marchó de la casa del Sr. Wateland, pero cuando pensó que ya no le prestarían atención, se dio la vuelta y se dispuso a seguir a Robert en su camino al cementerio. Las sombras del anochecer y su experiencia siguiendo gente le resultarían de gran ayuda para no ser descubierto.

Tras seguir a Robert, John pudo confirmar que iba trabajar con aparente normalidad.

A eso de las 23:00, ya entrada la noche, el detective, agazapado entre las lápidas, vio cómo salía de su caseta, ubicando una silla al lado de la puerta, y disponiéndose a fumarse un par de pipas de tabaco.

Poco antes de las 00:00 volvió a entrar a su caseta para salir nuevamente al poco tiempo, ésta vez cargando al hombro un saco de casi 2 metros de largo, y un voluminoso libro que sobresalía del bolsillo de su gabardina.

A John ya le estaba invadiendo el sopor de la espera, pero cuando vio salir al hombre cargado con ese voluminoso bulto recuperó la atención de repente y se puso alerta, prestando mucha atención a aquello que fuese lo que iba a hacer Robert

El detective no quiso interrumpir a Wateland en su camino acarreando el enorme saco por el cementerio.

Al poco tiempo llegó hasta una tumba situada cerca del muro norte de San Lázaro, y lo dejó caer enfrente de la misma.

Al abrir el saco, Jonh pudo comprobar que, efectivamente, lo que contenía era un cadáver humano. Apoyando el cuerpo sin vida en el suelo, se arrodilló en la tierra y empezó a emitir unos chillidos y gorgoteos rápidos e ininteligibles mientras gesticulaba de manera extraña.

Al poco rato de esto, la tumba se abrió y de su interior emergieron dos criaturas monstruosas, ni vivas ni muertas cuya carne putrefacta daba pavor. Aquéllos seres entablaron lo que parecía una conversación con Robert valiéndose de los mismos chillidos y gorgoteos.

John no podía creer lo que estaba observando. Le parecía imposible que la persona con la que había estado hablando frente a frente hace unas horas pudiese ser la misma que emitía esos extraños sonidos. Y lo que vio aparecer de la tumba le dejó completamente sin respiración. Hasta ese momento lo que había leído en el diario de James se le antojaba simplemente como los delirios de un escritor frustrado en busca de una buena historia, pero por desgracia, estaba presenciando en primera persona que no se trataba de delirios, sino de algo muy real y, sobre todo, inexplicable. 

La postura que mantenía desde hace un rato, pero sobre todo el miedo, agarrotaron su cuerpo, pero consiguió moverse un poco para ocultarse mejor y poder seguir observando lo que ocurría. También abrió la bolsa que llevaba para tener al alcance de su mano el arma que había llevado con él.

Ya fuera por miedo o precaución, John se mantuvo escondido entre las sombras observando el espectáculo que se desarrollaba ante sus ojos.

Poco después de empezada la aparente conversación Robert se acercó al cuerpo desnudo y le arrancó los brazos, los cuales estaban preparados de antemano, y se los ofreció a las criaturas, mientras cogía el resto del cadáver a la altura del torso y, pronunciando unas extrañas palabras y le dio un fuerte mordisco en un riñón, procediendo a masticar un rato.

Pasado un rato de esto los tres recogieron el cuerpo y los pedazos semimasticados y se introdujeron en el interior de la tumba por la que habían aparecido, cerrando la losa que la cubría tras ellos.

La última escena le había sumido en un estado de terror que nunca había experimentado. Pensó en salir corriendo y buscar ayuda, pero ¿Quién le creería? ¿A quién le podía contar algo así sin que le tomasen por loco? Reflexionó unos instantes y desistió de su primera idea. A pesar del miedo que le consumía, algo en su interior le instaba a seguir averiguando qué estaba ocurriendo, quiénes o qué eran esos seres, qué intenciones tenían... Se colgó la bolsa, cogió la linterna y el arma y se dispuso a seguir a tan terrorífica comitiva. Se acercó a la tumba e intentó abrir la losa.

La palanca se introdujo entre la losa y la tumba que cubría con un sonido de arrastre metálico.

Un crujido de piedra mohosa rompió la quietud de la noche.

La lápida era demasiado pesada para John, por fortuna para él se partió por una esquina, dejando un hueco lo suficientemente ancho para permitirle el paso.

Una vez dentro, nuestro detective pudo comprobar que se encontraba en un corredor apenas iluminado que conducía a una cámara mayor, una especie de sala de rituales de la que desembocaban varios túneles más que se perdían en la oscuridad.

Desde la entrada de la cámara, Finder pudo observar a Bob y las dos criaturas dando cuenta del cadáver que habían arrastrado hasta allí.

El detective tuvo que apartar la mirada y reprimir las arcadas que le provocaba esa dantesca escena. Aunque cuando miraba lo veía todo con claridad, su cerebro se negaba a aceptar tal abominación. Ver a esas criaturas devorar un cadáver se escapaba de toda razón, pero contemplar a un ser humano con el que había compartido mesa hacer lo mismo le llevaba al límite de lo que podía soportar.

Todo lo que estaba contemplando no le ayudaba a pensar con claridad. En un primer momento pensó en ponerse a disparar como loco contra esos tres seres del infierno, pero llegó a la conclusión de que no serviría de mucho porque sería difícil abatir con un sólo cargador a esos tres engendros, y seguramente no le darían tiempo a recargar el arma antes de abalanzarse sobre él, así que decidió quedarse escondido, observando de vez en cuando, para ver qué harían a continuación.

-¡Señor Finder!- retumbó la voz en la oscuridad de la caverna -Cuánto me alegra que se una a nuestro festín-.

Wateland se incorporó y girándose hacia la entrada de la fosa abrió los brazos.

-Su olor es fácilmente distinguible, es... distinto a lo que estamos acostumbrados por aquí. Adelante, no sea tímido, aquí no nos comemos a nadie...- se giró hacia los restos humanos con una sonrisa cómica -Es una forma de hablar, ya me entiende- reía mientras agitaba la mano como quitando importancia al asunto.

-Supongo que tendrá muchas preguntas rondando por su cabeza, ¿me equivoco?-.

John casi pudo sentir como se le bajaba toda la sangre a los pies. Por un momento pensó que perdería el conocimiento pero, sin saber muy bien cómo, se recompuso un poco y consiguió que al menos pareciese que controlaba un poco la situación.

- No me negará, Sr. Wateland, que esta situación es cuanto menos atípica. ¿Podría contarme qué está ocurriendo aquí? ¿Dígame qué han hecho con James?

-Jajajaja, es usted de lo que no hay, señor Finder- rió de nuevo Bob -Atípica... Supongo que sí... Verá, mis nuevos amigos necesitan un tributo para aceptarme como uno de los suyos, me ha costado muchísimo conseguir contactar con ellos, no se crea, si no hubiese sido por esto...- dijo dando unos toquecitos al libro que llevaba en la gabardina.

Después se agachó a recoger lo que quedaba de un antebrazo y su correspondiente mano.

-En cuanto al bueno de Jim... Bueno, podríamos decir que hay algo de él dentro de nosotros...- su sonrisa se ensanchó en su cara -Saluda Jim- dijo agitando el brazo que había recogido.

- ¿Por qué todo esto Robert? ¿Por qué? -Preguntó con abatimiento el detective-

-Bueno, hago esto para convertirme en uno de ellos, no crea que comer cadáveres es una de mis preferencias culinarias, pero es parte del ritual, ya se lo he dicho- Bob miró al investigador como si fuera tonto.

De repente una chispa se encendió en sus ojos.

-¡Ah! Se refiere a por que quiero convertirme en un ghoul. ¿Por qué se hacen las mayores locuras? ¡Por una mujer claro!- continuó Wateland con tono académico.

-Bueno, en un principio no era mi idea. Hace un tiempo, rebuscando entre las pertenencias de mi difunto abuelo Andrew, encontré un viejo libro manuscrito que hablaba de los muertos, el reino de los muertos y trataba de una raza de no-muertos conocidos como ghoules. Este libro mencionaba también que bajo los montes cercanos existía una red de túneles en donde habitaba una colonia, justo aquí - hizo un ademán señalando la cueva -Estos túneles tienen salidas ocultas que dan al pueblo y otras que dan al bosque, a través de ellas realizan incursiones y robos para cazar o robar animales o cadáveres humanos cuando les es posible-.

-Dediqué algo más de un año al estudio y lectura del libro, mientras al mismo tiempo cortejaba a una chica del pueblo que aparentemente me correspondía...- el gesto de Robert se ensombreció -aparentemente... hasta que decidió casarse con otro tipo. ¡Maldita zorra!. En ese momento decidí seguir los pasos del abuelo transformándome en un ghoul como hizo él, buscando así una pseudo vida eterna en la que lo acompañaría para siempre-.

-Pero para ello debía profanar algunas tumbas para realizar ofrendas a los ghoules. Cosa que al parecer no gustó a Jim- sentenció mientras daba pataditas a los restos del pobre James.

- Pero... ¿Para qué buscar una vida eterna así? Viviendo a escondidas, sin ver la luz del sol, alimentándose de cadáveres... ¿Qué sentido tiene? ¿Qué puede tener de atractivo? No entiendo nada!!! 

-Mire...- dijo Bob con un tono de voz que indicaba que estaba empezando a cansarse de dar explicaciones de sus actos -Nada de esto tenía que haber ocurrido. Ya había contactado con los ghoules en la montaña y comenzado los rituales cuando James metió las narices en esto. Sólo un cadáver más y habría terminado, pero no... El bueno de Jim no podía dejar que lo hiciera. ¿Sabía que se presentó con un revólver en mi casa? ¡Iba a matarme, maldita sea!- intentó relajar el tono de su discurso.

-Espantó a los ghoules que había invocado y me apuntó con su arma, pero antes de que pudiera apretar el gatillo le clavé un cuchillo en el cuello-.

-Lo que trato de decirle es que Jim decidió acabar así, nadie le obligó a hacer lo que hizo y pagó con su vida- sentenció Wateland.

Después se acercó a una de las criaturas y le susurró algo al oído. Tras escucharlo salió corriendo por uno de los túneles, dejando a su compañero y a Wateland sólo ante John.

-¿Qué que es lo que me lleva a buscar ésta vida? La locura amigo. La locura...- Sonrió deformando sus facciones en una horrible mueca.

A John no le hacía falta que Robert le dijera que estaba loco ya que lo había podido comprobar por si mismo. Tampoco necesitaba escuchar más cosas y no le gustó nada la desaparición de uno de los ghoules. -Me están tendiendo una trampa- pensó, así que en décimas de segundo decidió no darles más tiempo para prepararse, sacó su arma y apuntando a Robert a la cabeza disparó 3 veces.

Quizá debido al alto nivel de estrés o a la escasa iluminación, o al miedo, por que no decirlo, el primer disparo de John pasó por encima de la cabeza de Bob.

Al verse agredidos por aquel hombre, ambos, ghoul y humano se lanzaron contra el investigador que aún apuntaba a Bob con su arma.

Templó los nervios y volvió a apretar el gatillo, consiguiendo esta vez impactar en el cuerpo de Wateland, que exhaló un alarido de dolor al sentir el mordisco del plomo en su carne, lleno de furia, sacó el cuchillo, aún manchado de la sangre de James y, empuñándolo se abalanzó contra John.

El primero en tomar contacto fue la criatura que lanzó sus garras contra el detective aunque éste, haciendo gala de unos reflejos envidiables, consiguió esquivar el ataque de la bestia a la vez que, con una ágil finta, se libraba de una puñalada dirigida a su pecho.

Con su objetivo tan cerca, disparó una tercera bala a bocajarro, pero la adrenalina le jugó una mala pasada, y el tiro salió desviado.