Partida Rol por web

A través de la reja apareció la cabeza de un anciano de larga barba y largos cabellos canos.
Su rostro estaba tranquilo, aunque cansado y algo contrariado.

-Yo sólo soy el jardinero. Los robos de cadáveres tenían lugar por las noches y yo no estaba aquí. No puedo darle más información que la que le he dado a la policía. Solamente quiero trabajar en paz, no puedo estar constantemente perdiendo el tiempo con preguntas- el discurso del jardinero sonó a repetición, como si lo hubiese tenido que repetir varias veces en esos días.

Nuevamente no es que Finder hubiese conseguido mucha información, así que le dio las gracias al jardinero y se marchó de allí en dirección al pueblo.

Iba caminando tranquilamente cuando reparó que en el bolsillo de su americana llevaba las llaves que le había dado la Srta. Waller. Pensó en volver a acercarse a la casa para ver si seguía custodiada por la policía y una vez allí tomar alguna decisión.

Cuando John llegó su cabeza bullía con mil y una escusas para convencer a la policía de que le permitieran el paso. Daba por sentado que su elocuencia sería suficiente.

Al llegar a la puerta de la casa de Waller no había ni un alma. Todo aquel esfuerzo mental había sido en vano, pero al menos le había mantenido entretenido.

No se lo podía creer... "al fin algo de buena suerte!!!" pensó mientras miraba a su alrededor por si alguien le veía aproximarse a la puerta de la vivienda. Cogió las llaves e intentó abrir con la primera de ellas, pero ni siquiera entraba en la cerradura. Probó otras dos más y nada. Finalmente, en el cuarto intento consiguió que la cerradura girase y la puerta se abriese con un 'click'. Abrió despacio la puerta echando un último vistazo a sus espaldas. Cuando había abierto lo suficiente introdujo un brazo buscando un interruptor de la luz mientras se preparaba mentalmente para lo que pudiera encontrarse.

La casa de James Waller era tan pequeña por dentro como parecía por fuera. La entrada daba paso a un acogedor salón comedor, a ambos lados de las paredes podían observarse unas estanterías con una buena colección de libros, al fondo una mesa con cuatro sillas.

Justo a los lados de la mesa dos puertas: una daba acceso a lo que parecía la cocina, la otra estaba cerrada.

Echó una ojeada a los libros de las estanterías. También se asomó a la cocina. Todo apuntaba a que se trataba de la vivienda de un hombre soltero que vivía solo. Luego se dirigió a la otra puerta, intentó abrirla y vio que estaba cerrada. Recordó las llaves con las que había intentado entrar en la casa y que no valían y probó suerte a ver si abrían la puerta cerrada

La fugaz mirada a las librerías le arrojaron poca información, reconoció un par de titulos, De la Tierra a la Luna o Los viajes de Gulliver, pero la rápida pasada no le ofreció más datos.

La cocina tenía todo el aspecto de una cocina normal, todo estaba limpio y colocado.

Buscó una cerradura donde meter las llaves, pero no la encontró. Entonces tuvo una idea, agarró el pomo, lo giró y empujó la puerta con más fuerza, está cedió de golpe haciendo que John estuviese a punto de caer de bruces en la moqueta del dormitorio.

Cuando por fin se recompuso pudo observar la minúscula habitación, bastante espartana, pues solamente contaba con una cama individual, una mesita de noche y un armario. También podía observarse en la pared de su derecha una puerta entreabierta, que parecía dar al aseo.

Como la habitación no parecía que fuese a arrojar mucha información se acercó a la puerta entreabierta que se abría a su derecha, aunque sin muchas expectativas de encontrar algo interesante.

Abrió la puerta y se encontró justo con lo que esperaba, un cuarto de baño. Pequeño, en consonancia con el resto de la casa, y tan ordenado como el resto. Una bañera, un lavabo con espejo y un pequeño mueble con un cepillo de dientes, maquinilla de afeitar, aftershave, y ese tipo de cosas.

Aparentemente ya no había más habitaciones por descubrir, si había algo en la casa tendría que haberlo pasado por alto.

Una vez inspeccionado el baño y visto que no había nada interesante regresó a la habitación con la idea de mirar más minuciosamente. Para empezar abrió el armario para buscar a fondo entre la ropa y por los cajones

Un armario sorprendentemente vacío. No parecía haber sido vaciado, simplemente, su dueño no poseía mucha ropa.

Un par de camisas para ir a misa los domingos, algo de ropa casual, un par de pantalones y un uniforme de guardia, seguramente de su trabajo en el cementerio.

Los cajones del armario contenían calcetines y ropa interior. Nada digno de mención.

Una vez inspeccionado el armario, se dirigió a la mesilla de noche para ver qué había en el cajón.

Al acercarse, John pudo observar que había dos cajones. El primero estaba abierto y contenía una serie de papeles, algún relato corto escrito por James, facturas de la luz, del agua y... una factura por la compra de un revólver del .38 con fecha del 27 de Octubre.

El segundo cajón de la mesita está cerrado con llave.

Busco en el bolsillo de su americana y volvió a sacar las llaves que le había entregado la Srta. Waller. Fue probando una a una en la cerradura del cajón.

Ninguna de las llaves que llevaba el detective valían para la pequeña cerradura de la mesita que, aunque no parecía muy resistente, tampoco cedía a los tirones de John.

Si quería abrirla debería tratar de forzarla de alguna manera.

Los ojos de John mostraban la estupefacción más profunda mientras trataba de asimilar lo que estaba ocurriendo. A lo largo de su carrera había abierto, casas, coches, cajas fuertes... hasta una caja de seguridad en un banco de Boston. ¡Y aquella minúscula cerradura de latón se le resistía!

¿Que clase de brujería era esa? La ira se encendió en el estomago del investigador.