Partida Rol por web

Los Hijos del Acero.

Thiaras. Hermana de la noche.

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11/12/2016, 00:25

IV.

Había muchas formas de entrar en calor en una noche tan gélida como aquella. Las artes eróticas de las bailarinas de la ciudad quizás pudieran calentar sus pensamientos. Y allí donde no llegasen sus finos dedos nacarados, llegaría el vino especiado del desierto, o su licor destilado mezclado con leche de cabra. Ellos, no obstante, habían elegido calentar los músculos a la vieja usanza.
Los nemedios cargaron como uno solo. Igual que una ola de dorado esplendor, escudos y espadas choraron contra los cuatro visitantes.
Abysis cargó contra Brann, gesto que el antiguo soldado agradeció. Deslizándose por la arena sobre sus rodillas la mujer trató de inclinar su espalda lo suficiente para pasar entre las piernas de Brann, hiriéndole durante el proceso. Poco espacio, pensó antes del choque. Brann la golpeó con el escudo, en pleno rostro. El dorado metal nemedio aplastó sus finos pómulos y la hizo rodar por la arena levantando una estela de polvo. Aún aturdida por el impacto pudo ver la silueta de Brann, y su espada, buscando su cuerpo en la fría noche. Un cuchillo lanzado más por instinto que por raciocinio frenó el ataque de Brann, cortando su mejilla antes de que lograse echarse a un lado.
—¡Perra! ¡No sabéis luchar sin lanzar cosas!
Cuervo afrontó la carga con igual valor. Saltó hacia delante, siguiendo la trayectoria de los escudos. Se apoyó en uno de ellos y rebotó de forma bastante ágil. Sin embargo, cuando el nemedio lo sintió sobre su metal, empujó soltando un grito de rabia. El salto no fue perfecto, Cuervo aterrizó mal, rodó, trató mantener el equilibrio. Una espada silbó una tonada de muerte por encima de su cabeza. El segundo Nemedio trató de cortarle el paso por el lateral, el primero arremetió con la espada. Detuvo la estocada del primero, dobló el cuerpo y birló el golpe lateral del segundo. Escudos dorados, el rostro apretado de uno de sus rivales, el grito de otro, polvo que se levantaba, una brisa seca y gélida que cruzaba entre ellos. Cuervo se apartó de la escena.
—¡A por ese mono saltarín!
Le siguieron de cerca, desligándose de la formación. Eran perros de caza.
Geki también cargó. En apariencia. Había tratado de escabullirse de la cuña, pero su posición en el centro de la misma y el poco espacio que le separaba de sus rivales dio al traste con su idea de rodear al enemigo. Sin embargo, golpeó. Afianzado en el suelo igual que un coloso, trazó un semicírculo delante de él buscando las rodillas no solo de Heim, su rival más directo, sino de un segundo Nemedio, dada la longitud de su arma.
Heim frenó su golpe, a duras penas, bajando el escudo. Tarde. Saltaron chispas, la defensa se abolló y el grueso Heim rodó por el suelo mientras su escudo era arrancado de su firme mano, saliendo disparado hacia arriba, girando como el diabólico doblón de oro de un dios gigantesco. El arma de Geki fue repelida por un segundo nemedio, quien dejó su carga contra Nork, para frenar el mandoble con su propio escudo, inclinándose ligeramente hacia atrás para aguantar el golpe. Un gong metálico resonó en toda la calle.
Geki preparó un segundo golpe, su arma regresó por un trazado más elevado, chocando esta vez contra dos de las espadas nemedias aunadas, las de Heim y su compañero, las cuales repelieron el golpe con dureza, cortando la trazada de golpe.
—Perro del norte —gruñó Heim, escupiendo la sangre que le brotaba de la encía.

Una ancha espada atacó a Brann, el cual detuvo el golpe con su propia arma, no sin dificultad. Oggo había llegado, de súbito, con rabia en el rostro, sus músculos hinchados. Brann le reconoció, pero atacó igualmente. Era un animal rabioso, quería sangre sin importar de quien. Rechazó al gigante negro con el escudo, trató de ensartarle. Oggo demostró que muchas cosas de las que se decían de él eran ciertas. Desvió el golpe de Brann. El nemedio resultaba muy enérgico pero carecía de una técnica pulida. Oggo cargó con el hombro para golpear el escudo de su rival. El empujón a punto estuvo de derribar al jefe nemedio. Retrocedió dos pasos, ganó equilibrio y se encontró con el punzón metálico del muñón de Oggo sobre su cuello.
—¡Basta! —Brann intentó hacer algún movimiento, su sangre hervía como un caldero puesto al fuego y olvidado durante horas, pero el metal mordió su piel, le hizo sangrar y recapacitar —. He dicho que basta. ¡Basta! ¡Todos! ¡Deteneos idiotas!
Su voz, un potente trueno de ébano, llenó la noche.
Dos de los mercenarios de la puerta se habían colocado entre Geki y Heim y su compañero Nemedio, apoyando a Oggo y lo que pretendiera hacer, si bien las miradas de ambos delataban que no sabían a quién atacar. En la distancia, se escucharon más voces y pasos, también el acero deslizándose fuera de vainas de cuero. Llegaban más mercenarios y otra pareja ya corría desde la puerta principal hasta su posición.
—¡Nos han atacado! —Se quejó Heim —. ¡Trabajan para ese chacal de Benrat!
—¡Todos a callar!
—gritó Oggo, furioso, igual que si se encontrase a cargo de una guardería y no de la defensa de una ciudad —. ¡Guardad las armas! ¡Todos! —y ante la cínica mirada de Brann, apretó de nuevo su punzón contra su cuello —. Ya…

Si la presencia de Oggo había resultado un jarro de agua fría sobre la reyerta, la misma fue avivada cuando descubrieron que uno de los nemedios no iba a volver a ver un nuevo amanecer. Los primeros compases de la fuga contienda habían sido caóticos. Libre de uno de sus rivales, Nork había lanzado dos de sus cuchillos contra su rival. El primero de ellos había sido desviado por el escudo del nemedio, por poco. Su segundo lanzamiento había sido letal. La afilada punta de metal se clavó en rostro de su rival, perforando, piel, partiendo su nariz en dos, hundiéndose en su cráneo de forma seca y grotesca.
—¡Albus! —se percató uno de los nemedios.
—¡Han matado a Albus! ¡Hideputas! —gruñó Heim.
Las armas iban a cantar otra vez. Brann alzó su puño, una seña militar que indicaba que se detuvieran. Enfundó su propia espada. Sus ojos escupían muerte, su aliento era veneno.
—Ese chacal con piel de chacal ha matado a uno de mis hombres, Oggo —explicó, tan manso como un relámpago encadenado.
—Hónralo. Tienes un trabajo que hacer. En la puerta.
—Mejor las migajas que nada
—escupió. Hizo una seña a dos de sus hombres para que recogieran el cadáver del caído —. No tocaremos a estos perros porque están a sueldo de lord Knebb. Pero que sus dioses les guarden si no cumplen como deben. Bien se sabe que en Thiaras los designios de su señor son caprichosos...y cambiantes como una veleta.
Su mirada señalaba algo más;: venganza, uno que nunca olvida. Los nemedios se apartaron de ellos, sus gestos fueron sombríos, sus miradas gélidas. Habría otra oportunidad. Quizás.
Oggo estaba enfadado. Todo hombre armado en la ciudad era un mercenario que se había vendido por dinero. Conseguir que trabajasen juntos sin matarse los unos a los otros requería de mano dura por su parte. Una que no podía permitir que se pusiera en entredicho o toda Thiaras explotaría delante de sus narices igual que un barril de alcohol arrojado al ojo de un volcán en erupción.
El negro conocía a Brann, sabía que era sinónimo de problemas. No les pidió disculpas por el comportamiento del nemedio, tampoco exigió culpables por la muerte de uno de sus hombres.
—Lord Knebb os ha dado unas órdenes. Tratad de cumplirlas sin matar a ningún otro de sus hombres. Al desierto ¡Ya!

Notas de juego

Cuervo. No hay problema en llevar a tus dos perseguidores a una zona donde haya “trastos”. Toneles, cajones, un puestecillo de mercado cerrado, etc. Tu habilidad de leer movimientos te servirá en cada combate, siempre que la uses, para mejorar alguna de tus tiradas más bajas y para reforzar alguna de las mejores. La dificultad para leer un movimiento siempre será la del movimiento del rival. En este caso, como era superior, puedes evitar un mayor número de ataques con cierta clase.

Drakkon, las tiradas son para enfrentamientos entre los jugadores y para casos complicados en los que no puedo daros una “victoria automática” en base a la narración por que la situación, como estaos supera en primera instancia o las fuerzas están muy igualadas.

Por supuesto podéis cortar la acción donde queráis y seguir peleando si es lo que queréis.

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11/12/2016, 12:11
Abisys

A veces se gana; a veces se pierde. Quien no arriesga no gana nada. Abysis lo sabía  y lo aplicaba a su vida. Escupió a un lado, saliva y sangre. Le palpitaba el lado izquierdo de la cara,  latidos de fuego y dolor. No era la primera vez que recibía golpes, tal vez no la última. Ungüento y maquillaje y como nueva. Necesitaba conservar su belleza y todo su atractivo sexual.

Si sobrevivía.

Observó a Brann listo para cargar de nuevo. La chica ocultaba un nuevo cuchillo en la palma de su mano. Antes de que el nemedio terminara su frase se lo metería por la boca.

No fue así. Oggo se presentó, otros mercenarios también. No bajó la guardia, preparada para lo que fuese. Al cruzar miradas con sus camaradas leyó la misma determinación en sus ojos. Y al comprobar que uno de los atacantes estaba muerto supo que no había vuelta atrás, cuando regresaran del oasis difícilmente evitarían un encuentro con estos imbéciles.

La buscavidas no era mujer de dejar para mañana lo que pudieras hacer hoy, si tenías que afrontar un problema, demorarlo solo lo aumentaba. Aunque también creía saber cuando actuar, cuando hablar y cuando callar. Se acarició el pómulo castigado, se pasó la lengua por el interior de la boca, y aprovechando la confusión con el cadáver y el parloteo, colocó de manera discreta y rápida su dedal de afilada punta en su dedo.

-Cierto. Tenemos trabajo.

Pasó cerca de Brann y Oggo. Un suspiro fugaz, un giro de sus caderas y un movimiento breve de baile apartándose veloz de ambos para terminar con su saludo anterior. Con el dedal cortó la otra mejilla del jefe nemedio.

-Ahora parecen marcas tribales de un guerrero de las selvas de Kush. Ansío, como dije antes, encontrarme contigo para terminar lo que hemos empezado. No me gusta dejar a un hombre a medias para que se consuele por sí mismo.

Soportó el dolor, se comió su ira, vomitó cinismo e ironía mezclados en un gracioso acento imitando a las mujeres de las tierras de Shem. No quería provocar al hombre, no era su estilo; lo hizo porque sabía que a Brann le quedaba menos de media hora de vida: el veneno del dedal colapsaría su corazón y en cuanto eso sucediera antes de derrumbarse sobre el suelo estaría muerto.

No le gustaba matar. En ocasiones era inevitable, una cuestión de lógica. No se sentía bien ni satisfecha. El dedal desapareció, en su mano una moneda de oro se mostró. Para el entierro del nemedio recién muerto. No, exceso de burla, no es buena idea.

Pero sí que lanzó la moneda al jefe nemedio.

-Bebe a mi salud, mi señor. Ningún rencor te guardo. El bando es el tuyo y el oro fluye de la misma fuente.

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14/12/2016, 23:50
Geki

Mientras Abisys usaba su mordaz pero sutil dialéctica para despedirse del grupo de Brann, Geki volvió a pensar que sin duda la chica estaba bendecida con el don de la palabra. Era toda una ventaja tener entre ellos a alguien que podía humillar a los enemigos sin necesidad de utilizar las armas. Como el propio Geki estaba algo frustrado por no poder zanjar aquello como le hubiese gustado, decidió intentar un discurso despedida tan refinado, elegante, e hiriente, como el de su compañera. Por tanto se dirigió tanto a Brann como a Heim, sin centrarse demasiado en ninguno de los dos, para que ambos sintiesen que se lo decía a cada uno de ellos. Puso su mejor sonrisa justo antes de espetarles...

-La próxima vez, os golpearé la boca tan fuerte que podréis masticaros vuestros propios culos-

Tal vez, pensó después, no había alcanzado su objetivo en cuanto a elegancia y mordacidad, pero se sintió bastante satisfecho por el esfuerzo. Sin lugar a dudas, a este paso, pronto se convertiría en un gran orador. O quizás no, pero entonces le bastaría con cumplir sus amenazas, algo que estaba más que dispuesto a intentar.

Oggo tenía razón. Había trabajo que hacer. Les gustase o les disgustase, no les pagaban por pelear con esos bastardos. Demonios, ni siquiera les pagaban por pelear. Les pagaban por llegar hasta el oasis para traer, tan gentilmente como pudiesen, al estratega consigo. Ya habían perdido demasiado tiempo con esos jueguecitos. Divertidos, si, pero jueguecitos igualmente. Así que prosiguió su camino instando a los demás a que hicieran lo mismo, porque de pasar unos instantes más en la ciudad iban a tener que cambiar de bando.

-Creo que será mejor no volver por esta puerta- Comentó a sus compañeros tras atravesarla. -Pero a partir de ahora, mencionémosla siempre que tengamos que referirnos a la ruta de entrada a la ciudad. Si alguien nos siguiese se encontrará con Bran y sus alegres muchachos, justo lo que no vamos a querer nosotros si volvemos con prisa.-

Con suerte tan solo les quedaba enfrentarse al desierto para llegar a un oasis en mitad de la arena. Todo bastante sencillo, o eso esperaba.

-¿Alguno de nosotros lleva un mapa?, porque no nos vendría mal en estos momentos-

Seguro que Abisys podía conseguir uno sin ningún problema. Quizás incluso se decidiese a pagar por él, aunque lo dudaba.

-Entonces seguiremos nuestro plan anterior. Abi y yo nos adentraremos en el oasis fingiendo ser una bailarina y su guardaespaldas. Yo haré el papel de guardaespaldas – añadió sonriendo. -Vosotros podéis escudriñar los alrededores mientras tanto, y estar cerca para cuando os hagamos una señal.-

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15/12/2016, 09:54
Nork

El primer cuchillo golpeó sobre el escudo, nada que no estuviera en sus planes, y cumplió con treces su función de sorprender al mercenario lo suficiente para que el segundo se clavara en su frente. Sintió la euforia de ver caer a su enemigo; pero no había tiempo para disfrutarlo. El segundo nemedio debía estar ya encima suya y tenía que esquivarlo si quería poder sacar la espada y enfrentarse a él.

Tan rápido como empezó se acabó el combate. Oggo imponía su ley, de momento. No iba a desobedecerlo a pesar de tener claro que era mejor acabar aquel combate ahora que cuando volvieran del oasis o esperar a que les atacaran cuando estaban solos o borrachos. Abysis demostró de nuevo ser la diplomática del grupo a pesar de que ella era tan consciente como los demás de que volverían a enfrentarse. Lo que tenía claro es que él no iba a darles una moneda para que bebieran, aunque claro la que ella les daba había salido sin ninguna duda de una bolsa ajena. Sonrió al pensar que tal vez de la misma bolsa de Brann. 

Su boca se llenó de un sabor metálico que trató de eliminar limpiándolo con el dorso de la mano. En algún momento debía haberse mordido el labio y sangraba. Dio un rápido vistazo alrededor. Abysis, Cuervo, Geki, estaban bien y en estos momentos eso era lo más gratificante.

¿Qué había matado a uno de ellos? Idiotas, pues claro. Si no estaban dispuestos a abrazar la muerte mejor que volvieran con sus madres. Recogió su lanza que había dejado caer cuando se inició el combate y el cuchillo que había rebotado en el escudo. Sonrió. Tal vez aún pueda conseguir que los chacales vuelvan a desobedecer a Oggo. Fue sólo un pensamiento, un segundo en el que pensó en pedirle al tal Brenan que le devolviera el cuchillo que el muerto llevaba en la frente. Si estuviera solo no lo hubiera dudado; pero no iba a poner en peligro a sus compañeros de nuevo.

-Hagamos el trabajo para el que nos han elegido - dijo tratando de molestar a Brann por haber sido relegado del trabajo y siguió a sus compañeros fuera.

- Me parece bien lo de referirnos a la puerta, al menos hasta la próxima vez que veamos a Brann - Todo se resolvió en unos minutos por lo que era de esperar que la noticia llegara después de ellos por lo que separarse se había vuelto casi en una obligación - Me alegro que lo aclares Geki,  por un momento pensé que harías tú de bailarina - esta vez si rió abiertamente. 

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16/12/2016, 15:41
Cuervo

La cosa podría haber ido peor. Sus tres compañeros estaban vivos y sin heridas graves. Uno de ellos había caído. Bien por Nork. Si, la cosa podría haber ido mucho peor.

Cuando Oggo interrumpió la contienda Cuervo interrumpió el ataque que estaba por hacer, aquella desventaja era demasiada, y no valía la pena forzar las cosas. Les sonrió, sin embargo, con sorna, con malicia. Pero si detenían su ataque no los provocaría más. 

Abisys hizo gala de su genial sutileza e ironía, pero a Cuervo le gustó más el comentario de Geki, que festejó con una risa seca. Ante tal demostración del sentimiento del grupo, no quiso agregar nada mas, sus acciones ya habían provocado suficientes problemas.

Fue en busca de su cuchillo, el que había rebotado en el escudo. Lo guardó con un hábil movimiento de muñeca en una de las fundas que llevaba en el peto de cuero. Cuando pasó cerca de Nork palmeó su hombro. "Bien hecho", decía el gesto. No hacían falta palabras. 

Cuando Oggo habló, ensayó su mejor cara de inocencia, mostrando sus palmas desnudas. 

- Lo siento, Abi -le dijo a la chica cuando el gigante negro estuvo lejos. No se disculpaba con cualquiera, para él esa breve frase era una profunda muestra de respeto. Guardaré mis provocaciones para cuando esté solo. No dijo nada sobre la herida que había provocado el escudo de Brann, Cuervo trataba a la chica como uno mas, para bien y para mal. Y luego dijo a los tres: Esos tipos van a ser un problema, tarde o temprano tendremos que encargarnos de ellos.

Luego hubo que enfocarse en el problema. La estrategia de separarse parecía sensata. 

- Me parece bien -concedió. Iría a preguntarle a nuestro amigo Brann si sabe dónde está el Oasis, pero temo que no esté muy dispuesto a ayudarnos. Y a falta de mercaderes a los que preguntarles, creo que tendremos que valernos por nosotros mismos. 

Creo que podría intentar buscar el lugar a través de las huellas de los animales del desierto. Donde hay animales hay vida, y sus rastros posiblemente nos acerquen a un lugar con agua. Por otra parte, de los caminos que salen de la ciudad, alguno debe pasar por el bendito Oasis. No creo que sea tan difícil de encontrar. ¿Y si preguntamos a la gente? Alguien debe saber por dónde hay un Oasis cercano. He escuchado que el tal  Jebb-Sol es un lugar de marginados y rufianes, así que tendríamos que tener un plan de salida en caso de que las cosas se tuerzan. Podríamos armar algún refugio o algo cerca de allí, para ocultarnos o esconder al estratega, en caso de problemas. Y no olvidemos que el estratega va acompañado de dos hombres, y que está convocado por el enemigo de nuestro empleador, en esas 6 horas que tardaremos en llegar deberíamos pensar cómo lo vamos a convencer, de buenas maneras -miró a Abisys buscando complicidad, y atenuar un poco la hostilidad de la chica por sus acciones anteriores. 

- Tiradas (1)

Notas de juego

* tiro por supervivencia para orientarse

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16/12/2016, 19:10

V.

Una última carantoña a modo de despedida que Abysis no pudo evitar; marcar la mejilla sana de Brann. Si Oggo no hubiera estado entre ellos el acero hubiera hablado de nuevo. El oscuro contuvo el arranque de Brann, quien ardía en deseos de despellejar a la mujer. Y eso que ella no deseaba provocarle. El nemedio consideró que malgastar palabras en aquella mujer era una exigencia que no se iba a permitir, por lo que escupió en su rostro. En su mirada, una promesa de un contacto futuro.
El jefe nemedio se alejó con sus cachorros, dos de ellos cargando con su compañero caído, mientras se frotaba la mejilla herida. Abysis ya había sellado su destino. Las palabras de Geki hicieron estallar a Oggo una vez más.
—¡Dejad de comportaros como críos! —bramó —. ¡¿Queréis provocar el caos en la ciudad?! —era un látigo de ébano, tenso, dispuesto a saltar. No era como Brann, su ira medida, sus palabras consecuentes. Los nemedios desaparecieron de escena si bien sus torvas miradas prometían un futuro ya que les habían asignado la defensa de la puerta. Y tal puerta era el único acceso a Thiaras Oeste*.
—¡Abrid las puertas a estos chacales! —gruñó el negro.
Un chirrido, madera sobre arena, y la doble hoja se abrió. Los cuatro mercenarios fueron arrojados al desierto. Fue en el exterior donde acordaron sus planes y trazaron sus ideas con claridad. La fría noche les envolvió, azuzaron a sus monturas y se lanzaron a la noche.

Un mar. Eso le parecía a Geki. Un mar seco con olas estáticas. Dunas, eternas, que ahora eran colinas, montañas, el perfil de un horizonte, pero que mañana serían barridas por el viento. Otras ocuparían su lugar dando un nuevo relieve al paisaje. Un hombre, y cuatro, podían perderse en aquel laberinto cambiante. La noche, con la media luna retorcida en una sonrisa blanca, dotaba de escasa luz al paisaje, el cual se aventuraba oscuro, de brea y cenizas. El frío, además, elevaba vahos de sus respiraciones.
No fue sencillo. El oasis era un punto de reunión, debería de haber rastros, incluso durante la noche. Tenían una idea aproximada de dónde encontrarlo, el rumbo a seguir. El desierto era engañoso, una ramera barata que es vieja y desdentada sin maquillaje. Nork no encontró ningún rastro y aunque no era infalible, pensó que era extraño, pues no lo halló huella alguna porque no había. Nadie había pasado por esas arenas en dirección al oasis. Geki, trazando una dirección siguiendo las estrellas, se perdió dos veces y Cuervo tuvo que ayudarle a encontrar un nuevo camino. Alimañas nocturnas, serpientes, poco más se movía entre las arenas. Salvo ellos.
Encontraron el oasis. No supieron cuántas horas habían perdido, el tiempo era mentiroso también. Cuando llegaron, decidieron poner en práctica su plan pero, al hacerlo, descubrieron que ya no hacía falta.

Jebb-Dol, una muesca con relieve en mitad del arenoso paisaje, una charca de aguas cristalinas tan puras que la misma luna, una sonrisa torcida y plateada, se contemplaba presuntuosa en ellas. Formidables palmeras, media vegetación de frondoso aspecto. Sombra durante el día, cobijo durante la noche. Cuervo y Nork se separaron del grupo, rodearon el lugar para tratar de leer sus secretos y anticipar el peligro. Poco sabían de lo que iban a encontrar.
Geki y Abysis, quienes repasaron mentalmente sus papales, se acercaron al oasis. El lugar debía ser un cobijo de forajidos, un refugio para mercaderes que no podían entrar en ninguna de las dos Thiaras durante la noche, y ¿Por qué no? Un pequeño hervidero de ratas ofreciendo comida, tabaco y mujeres. Si bien al acercarse al oasis no vislumbraron ninguna luz, ni antorchas ni candiles. Tampoco vieron movimiento alguno. El oasis estaba desierto y en silencio.
A veinte pasos del oasis encontraron una carreta que había perdido una rueda, la cual se encontraba semienterrada en la arena. El desierto terminaría por ocultarla en un día o dos, como mucho. Diez pasos, vieron alguna tienda, de tela. Abiertas, rasgadas, el palo central partido por la mitad o derribado, tampoco habían resistido el azote del desierto. En su interior, cojines, pequeños cofres, comida, té a medio beber…igual que si sus dueños hubieran dejado sus enseres por una apremiante misiva. Era evidente que no habían regresado y que el lugar llevaba abandonado al menos tres o cuatro días. Todo estaba cubierto de arena. El desierto reclamaba lo que era suyo.
La primera línea del follaje del oasis. La vegetación era frondosa, despedía un aroma exótico que les recordaba las exuberantes y lejanas selvas de Kush. Si bien el clima que helaba sus huesos les impidió viajar más lejos de sus pasos. En el corazón del oasis se encontraba el agua, cristalina. Allí deberían haber estado el mayor número de tiendas, y los caballos y camellos. Vieron las tiendas, éstas en mejor estado ya que la vegetación las habría protegido parcialmente de las inclemencias del desierto.
No vieron vida por ninguna parte. Por eso no había antorchas. Ni mercaderes, ni mercenarios, ni bandidos. El oasis, estaba, en apariencia, vacío. Sus habituales, así como viajeros esporádicos, habían abandonado allí sus tiendas y enseres, incluso una buena carreta de buhonero con sus sartenes y especias colgadas de una repisa.
Cerca de sus mansas aguas se alzaba una pequeña tumba subterránea. No era extraño ver una de aquellas bocas de piedra en tales paisajes, Estigia mismamente estaba plagado de aquellas tumbas que, antaño, habían dado cobijo a importantes escribas, nobles funcionarios e incluso faraones. La que veían era antigua y poseía una boca negra que seguramente descendía hasta una sala tiempo atrás saqueada. Seguramente era usada como almacén o refugio.
El ambiente estaba tan cargado de silencio que daba miedo. Cuervo y Nork se reunieron con ellos en el oasis. Rodeando el lugar no habían encontrado nada salvo restos. Pequeñas tiendas, sacos de dormir, herramientas y equipo abandonado, el juguete de un niño enterrado en la arena, una hachuela con su funda protectora, candiles rotos, todo cubierto de arena. Ni una sola alma.
Fue Nork quien primero se fijó en las huellas del lugar. Había habido alguien allí, recientemente. Puede que hace tres o cuatro horas. Varias pisadas se arremolinaban cerca de las aguas, también varias pezuñas de caballos*. Aparte de ese signo de vida, no había nadie más salvo el suyo.

Notas de juego

*La villa solo tiene una puerta.

**Tira por rastreo, una tirada elevada te dará más información.

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20/12/2016, 00:11
Geki

A Geki le gustaba el desierto, por raro que aquello pudiera parecer. Tras casi toda su vida recorriendo páramos helados, sin ver ningún otro color a parte del blanco de la nieve, el blanco de las montañas, e incluso el blanco en el pelaje de los animales, cualquier otra variedad era bien recibida por sus ojos. Los tonos rojizos durante el día, la noche clara una vez el sol desaparecía. No le asustaba perderse allí, para nada. Sabía que incluso entre aquellas dunas podía encontrarse agua y comida. Aún así estaba haciendo su mejor esfuerzo para orientarse con las estrellas. El trabajo era lo primero.

Cuando finalmente llegaron al oasis, tenía la sensación de haber tardado demasiado tiempo. Sin duda un mapa, o haber seguido la ruta habitual, les habría ayudado mucho, aunque no era lo único que había fallado. Se suponía que el oasis debía tener antorchas. También se suponía que habría música, bullicio. En mitad de una ciudad sería imposible darse cuenta de esas cosas salvo que las tuviesen realmente cerca. En mitad del desierto, donde no había un alma en varias horas de trayecto a la redonda, donde ni siquiera los animales nocturnos se molestaban en dejarse oír, el sonido de un instrumento tendría que escucharse desde cierta distancia. Los oídos podían fallar, claro, pero una simple fogata también crearía una luz bastante destacable. Por eso más de una vez había creído que debían estar avanzando en dirección contraria. Lo había comentado con cuervo mientras ambos trataban de orientarse. Creían estar siguiendo el camino correcto, solo que no había nada allí. El norteño habría llegado a dudar de la existencia de Jebb-Dol si no fuese un enclave tan conocido por los lugareños.

Finalmente llegaron a su destino para encontrar la respuesta. Una mala respuesta, pues venía acompañada de muchísimas más preguntas. Allí no había nadie desde hacía días. El hombretón miró alrededor. No tenía sentido. Daba la impresión que la gente había huido con prisa. Todos a la vez. Eso tendría que significar un ataque. Pero un ataque conllevaba muertos, incluso cuando la gente era capaz de huir con tiempo. Quizás los cadáveres se hallasen enterrados bajo la arena, y aún así debería haber manchas de sangre en las tiendas. Entonces, si no había sido un ataque, ¿qué? Una tormenta de arena habría enterrado el campamento entero.

-No tiene sentido- masculló. -La gente no abandona sin más un refugio en mitad del desierto-

Nork y Cuervo habían dado un pequeño rodeo, tal como habían decidido cuando el plan aún tenía sentido. Parecían venir con las manos tan vacías como las tenían Abisys y él mismo.

*Decidió buscar cualquier anomalía y ayudar a Nork con el rastro que había encontrado. Antes echaría un vistazo con más detenimiento a las tiendas. No solo buscaba signos de cualquier cosa, también algún mapa. Si todo el mundo huía a la vez, debían dirigirse a algún punto concreto, algún lugar conocido. Si no habían huido, tampoco estaba de más rebuscar un poco.

-Ese segundo juego de huellas, han debido encontrarse lo mismo que nosotros al llegar. Deberíamos ir con cuidado. Sin separarnos -

Para Geki, ir con cuidado significaba descolgar el escudo y la espada.

- Tiradas (1)

Notas de juego

*Usará su habilidad de sentidos agudizados. Incluyo la tirada por si hace falta.

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20/12/2016, 20:32
Cuervo

Cuervo observaba el desierto por la rendija que quedaba entre las telas con las que se había cubierto el rostro, odiaba que la maldita arena se le metiera por todos los poros, pero aquella noche su humor no era malo, estaba explorando un desierto exótico, en una aventura que de ser exitosa lo dejaría en buena posición para sacarle a Lord Knebb lo que necesitaba para pagar su deuda. Claro que sus impulsos le dificultarían lograr su objetivo, y podría llevarse algún desagradable regalo sorpresa si no los controlaba. 

Cuando llegaron al Oasis, luego de las dificultades que les suponía no conocer el lugar, que no haya indicadores y que para colmo estuviera desprovisto de antorchas, Cuervo comenzó a comunicarse con Nork a través de señales de manos, para permanecer en silencio. Rodearon el Oasis pero dominaba un silencio sepulcral, sólo interrumpido por la brisa nocturna, que rascaba con arena la superficie de los objetos que quedaban, y hacía flamear los trozos de tiendas.

Se unieron a Geki y Abisys en el centro para descubrir que habían tenido igual suerte. Nork les señaló unas huellas cerca del agua. Cuervo hincó su rodilla en tierra cerca del lugar, más para pensar que para analizar los rastros. Se quitó la tela que cubría su nariz y boca y pensó en voz alta, para compartir sus pensamientos con sus compañeros.

- A ver. Hay dos hechos prácticamente confirmados. En este Oasis ha estado (si es que no está todavía) el estratega que buscamos. Y este es un lugar donde se juntan marginados y rufianes, gente que uno supondría que no se dejarían expulsar sin una pelea, o una razón de peso. 

Miró a sus compañeros, para ver si hasta ahí coincidían. Ahora -continuó-, podemos deducir que pelea no ha habido, porque hubiesemos encontrado alguna señal de ella. No sería descabellado decir que se retiraron voluntaria, o semi voluntariamente, por una razón de peso que desconocemos. Y salvo que encontremos huellas que indiquen lo contrario, la lógica y estas huellas indican que se han retirado a ese sepulcro -señaló con el cuchillo arrojadizo que había aparecido en su mano. La razón es mas difícil de descubrir. La verdadera pregunta es, ¿qué nos espera en ese sarcófago? ¿Una emboscada? ¿Gente encerrada por otra que nos observa desde lejos? ¿Alguna artimaña del legendario estratega?

Se levantó.

- Yo digo que investiguemos ya la maldita piedra. Esto lleva abandonado unos días. Si no hay nadie dentro, los hemos perdido y probablemente ya estén entre los muslos de las doncellas de Lord Bernat.

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21/12/2016, 15:59
Abisys

Abisys se limpió delicadamente la cara con un pañuelo y luego se aplicó una crema curativa que escocía como la picadura de un escorpión, hasta el punto que se le saltaron las lágrimas. Miró a Cuervo, asintió con la cabeza a su disculpa.

-Respóndete a esto. ¿Cuántas veces te lo has propuesto antes y no has cumplido? Todos tenemos defectos y virtudes.

Apuntó para todos:

-Los hombres tenéis tendencia a pensar con la entrepierna, y comprobar quien la tiene más larga.

Se encogió de hombros una vez más. Montó en su caballo, Zanahoria, y traspasaron el enorme portón. Sonrió a las bromas de sus compañeros:

-La próxima vez te dejaré que seas tú la bailarina, Geki, y estos apuestos hombretones tocarán para ti los tambores y flautas. Desnudos, por supuesto.

Dejó escapar una risilla, aparentemente alegre. Acababa de matar a un hombre, de una manera sucia y traidora. No se sentía satisfecha. Esta era una de las armas de mujer que ella usaba de cuando en cuando.

Si era necesario.

-Hagamos este trabajo, y luego os encargáis de esa escoria mientras yo me doy un baño. Podemos ganar mucho exprimiendo a esta ciudad de oro.

...

El estado del oasis la decepcionó e intrigó a partes iguales. Permanecía en lo alto de su montura, embutida en su manto con capucha y con el velo que tan solo dejaba ver la rendija de sus ojos. Tenía frío, el desierto era un amante tórrido igual que los sueños lujuriosos de un joven adolescente, y tan helado como la cama de un viejo carcamal.

Se paseó entre las tiendas y las palmeras. Observándolo todo con detalle y preguntándose qué extraño acontecimiento hubo tenido lugar para la carencia de toda vida. Escuchó las observaciones de Geki y cuervo, y miró con atención hacia la entrada de la supuesta tumba, en busca de huellas que ya podían haber sido borradas por el viento cargado de arena.

-¿Los caballos, camellos y resto de animales también han entrado en el sepulcro? No caben. ¿Dónde están? ¿Paseando en el amable desierto? Si alguien huyó de lo que fuese, habría informado a Thiaras.

No le gustaba nada de nada esta situación. Frunció el ceño.

-Yo no pienso meterme ahí dentro, Cuervo.

Sintió más frío, se arrebujó en sus ropajes. La soledad y el silencio antinatural solo rotos por el ulular cansino del viento, teñían la noche de una inquietud agobiante. Y la fase de la luna no ayudaba a minimizar esa sensación; al contrario, la incrementaba.

-Lord Knebb ocultó sus fuentes. Lo entiendo. Sin embargo, decidme, él conocía la existencia de ese estratega, ¿y no sabía nada de lo sucedido aquí después de varios días? ¿Dónde están los viajeros que han llegado al oasis desde entonces? Me da en la nariz que nos han tomado por idiotas.

Acarició y tranquilizó a Zanahoria. Le animó a acercarse al agua, y siguió la dirección de las huellas recientes, si se dirigían al pasaje u otro sitio. Desmontó, no dejo que el caballo bebiera agua, le dio de la suya. Luego tomó un poco en el cuenco de su mano y la olió.

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21/12/2016, 19:27
Nork

Dejó atrás la puerta y con ella a Brann y a sus hombres. el desierto era aún peor que una amante celosa si tenías tu atención puesta en otro lado y a pesar de todo el aroma del desierto despertaba en él sensaciones dulces y casi olvidadas. Si de algo podía enorgullecerse el desierto era de ser indomable e incluso lo que tenía que haber sido un corto viaje se alargó más de lo que hubieran deseado.

Lo primero que le llamó la atención fue la falta de ruido. Cualquiera que haya descansado antes en uno sabe que son bulliciosos, el vino, las canciones y las mujeres corren como si fuera agua. Tampoco había luces en aquel lugar. Se separó de Abisys y Geki dejando que ellos entraran de frente. Cuervo le dio indicaciones con las manos a las que afirmó con un simple cabeceo mientras rodeaba el desierto.

Nada que señalase un combate. No había muertos ni heridos, ni tan siguiera sangre manchando la arena o una flecha perdida. desenterró el juguete de la arena y lo miró fijamente como si tuviera la solución a lo que había pasado allí. Se acercó al resto del grupo imaginando que tenían las mismas preguntas y respuestas que él.

-Huellas- señaló las marcas de las pezuñas y siguió su trayectoria con la mirada -Nada encaja. La gente que iba de paso hubiese podido marcarse; pero no los mercaderes que han hecho de este lugar su hogar. Y de abandonarlo hubieran recogido sus enseres para dirigirse a Thiaras que es el lugar más cercano.- Metió la mano bajo la arena y la levantó dejando que los granos fueran cayendo entre sus dedos.

La idea de cuervo sobre que fuera una artimaña del estratega le sorprendió, si era así ¿cómo había obligado a toda esa gente a seguir su juego? Por la información que tenían sólo eran cuatro contra toda la gente del oasis. ¿Era posible? El miedo bien usado era una arma tan poderosa como una espada, de eso no tenía dudas. Llevó los dedos de su mano izquierda al amuleto de la Diosa Araña y recitó sin voz una oración.

-Creo que sólo tenemos dos opciones o entramos a la tumba o el desierto. Porque de volver con las manos vacías no creo que nos reciban con oro y mujeres.

Aseguró los cuchillos para que no se soltaran y colgó la lanza en la espalda. En aquel espacio tan estrecho eran más un estorbo que una ayuda y desenvainó la espada.

-Luma, tú te quedas aquí. Ladra si viene alguien - ordenó a su perro -Lástima, me apetecía ver bailar a Abisys.

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24/12/2016, 02:21

Abysis tomó agua del estanque con su mano, la notó fría. No la probó, la aceró a su naricilla y olisqueó, pensando en que sus fosas nasales se llenarían del olor de la traición. Solo era agua.
Nork examinó las pisadas. Ocho pares de pies, no, siete. Contaban una historia. Tres llegaron, juntas, otro les esperaba. Dos más aparecieron por detrás. Finalmente una más, proveniente de la vieja tumba, un eco de un pasado que ya nadie quería comprender. Se marcharon juntos. Eso era claro. Caballos sobre la arena y un rastro que se perdía. ¿Dirección? Thiaras. El desierto no había cubierto aún la mayoría de las huellas. Se fueron juntos, eso estaba claro.
La vieja tumba, una negra oquedad abierta en piedra vieja. Los símbolos que antaño decoraron la entrada habían sido borrados por la caricia incansable del viento, por el susurro del desierto. Abisys se quedó a fuera, no quería entrar. Puede que intuyera el problema. Geki se quedó a su lado, espada y escudo en mano. Para él todo era una amenaza, una batalla que enfrentar. El misterio era más escurridizo que algo que pudiera golpearse con un buen pedazo de acero.
Nork y Cuervo se adentraron en la tumba, cautos, inquietos. Casi podían percibir la tensión, mascarla y escupirla. Sus hombros estaban tensos, sus músculos rígidos. El corredor, ensombrecido, antiguo, era corto. Se adentraba en la tierra. Había grabados en las paredes. ¿Dioses y reinas? Figuras deformes que ya no significaban nada, el tiempo había borrado aquella época de grandeza y maravillas.
El corredor terminaba en una pequeña salita. Más adelante otro corredor aparecía bloqueado, la entrada hundida por el peso de la arena hace tiempo.
Lo que les hizo vomitar fue el resto.
Muertos, estaban todos muertos. La tumba era un refugio para los mercaderes, o lo había sido. Ahora la tumba volvía a ser lo que era, un refugio de cadáveres. Había hombres y mujeres, secos, la piel cuarteada, los músculos chupados, los vientres vaciados, niños que parecían higos arrugados, ancianos y guerreros, con sus joyas y armas, sus turbantes y ropajes. Ni una gota de sangre en sus cadáveres. Sus ojos se habían desinflado, sus rostros se habían hundido sobre el cráneo quedando si piel como un velo suave cubriendo sus cráneos pelados.
Se encontraban amontonados, unos sobre otros. Treinta, cuarenta, puede que más. Mercaderes y bandidos, también algún animal; caballos, perros, ovejas, todos desecados, sin vida. Algunos cadáveres presentaban síntomas de pelea; huesos partidos, moratones. Eran pocos. Lo que les alcanzó les había sorprendido a todos, y les había ido dando caza, uno a uno.
El olor era lo peor; agrio y dulzón, a momia, a pergamino viejo. No había una sola gota de sangre en esos cadáveres.
Nork y Cuervo salieron de la cueva para tomar aire fresco. Resultó una bendición, el hediondo olor de una muerte tan extraña se había adherido a sus ropas, a sus mentes. El aire fresco del desierto, adusto e implacable, les purificó. Borrar la fosa común de sus mentes necesitaría algo más.

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27/12/2016, 07:44
Abisys

La palidez extrema y el horror dibujados en las caras de sus dos compañeros hicieron extremecer a la ladrona. La descripción que siguió del interior de la tumba aterrorizó a Abisys. Se quedó sin palabras, no supo qué decir, no encontraba refugio en su mente ni fuerzas para consolar a sus camaradas.

Había viajado lo suficiente como para escuchar relatos de sucesos increíbles, historias que atenazaban el corazón, helaban la sangre en las venas y podían conducirte a la locura si creías en ellas. Y también había visto y leído la oscuridad malvada en las cartas y las manos de algunos hombres y mujeres.

Conocía lo suficiente del mundo como para saber cuando huír de un secreto innominable.

Después de un rato donde un silencio absoluto y ominoso reinó de nuevo en el eterno desierto, se atrevió a abrir la boca, un susurro ligero con notas no disimuladas de temor, como si le inquietara la posibilidad de que alguien o algo oculto y perverso pudiera escucharla.

-Las huellas y el contenido de ese panteón sacrílego hablan con claridad de una macabra historia de la que no quiero saber más. Lo sensato e inteligente será cabalgar en dirección contraria a Thiaras y no volver la vista atrás.

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28/12/2016, 00:11
Geki

Para Geki aquello no era un mal augurio, ni un presagio, ni una profecía de ningún tipo. Alguien había matado a esos pobres diablos de forma horrible. ¿Cómo?, no tenía ni idea. Jamás había visto a alguien morir de ese modo. No conocía ningún animal que pudiese dejar semejantes restos. Tampoco sabía de nadie que fuese a tomarse tanto tiempo con gente a la que ya había matado, o con gente a la que estaba matando. Ni siquiera esos bastardos que disfrutaban haciendo daño a los demás, y conocía unos cuantos de esos. Aquello era distinto, como si les hubiesen sorbido las entrañas.

Sin embargo había otra cosa evidente. Llegaban tarde. Tal vez la trifulca había sido demasiado larga, o tal vez les había costado demasiado orientarse en mitad del desierto. Poco importaba. Lo que hubiese matado a esa gente llevaba días sin estar allí, y el estratega ya se había ido. Al menos eso contaban las huellas que su compañero había encontrado. Tarde. Tarde para todo.

-Yo puedo ser sensato, Abi, y tú puedes ser inteligente, pero ninguno de nosotros somos ambas cosas a la vez.- Miró a los cadáveres. -Esa no es forma de morir. Ni siquiera han tenido la ocasión de luchar. ¿No quieres averiguar lo que les ha pasado? Sigamos las huellas. Si les ha pillado la noche en el desierto, tal vez no puedan avanzar rápido, necesitarán guiarse. Nosotros solo necesitamos seguir un rastro. Vale la pena echar una ojeada.-

En realidad había mentido. Tampoco era demasiado sensato.

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28/12/2016, 10:04
Nork

Entró en la tumba manteniendo una defensa baja, no quería parecer amenazador si se encontraban con alguien; pero estaría preparado. 

Se equivocó. No estaba preparado, no para ver aquellos cadáveres, no en aquel estado. Miró a Cuervo esperando que algo en su rostro le dijera que estaba sufriendo un espejismo fruto del sol. En el fondo sabía que era real, tan real como sus pesadillas. Quería salir corriendo de allí, huir lo más lejos posible de lo que fuera que había hecho aquello; pero no podía quitar la mirada de aquellos cuerpos resecos, como momificados. Superó el asco que le daba todo aquello y tocó con suavidad la piel de uno de aquellas carcasas vacías, porque eso es lo que eran, eran como la piel que la serpiente abandona salvo que esta gente no iban a mudar la piel por haber crecido. Estaban muertos.

- Vamonos de aquí - casi suplicó a Cuervo -Nada podemos hacer ya.

Salió de la tumba y miró hacia Thiaras. -Todos muertos - dejó que fuera Cuervo quien explicara lo que habían visto. Las huellas eran claras, alguien había sobrevivido e iba a la ciudad sin dudas para convertirla en una nueva tumba. Para no variar Abisys era la voz de la razón, como casi siempre tendrían que arrepentirse de no hacerle caso. Esperaba que como siempre ella pudiera echarles en cara que no le hubieran hecho caso.

- Una araña... es como una araña... los vacía y deja la cáscara - trató de recuperar el control - si nos queda algo de sentido común nos olvidaremos de este trabajo, de esta ciudad, nos iremos - sólo eran palabras, sabía que iría a la ciudad, tenía que averiguar que era aquella criatura aunque le costara la vida.

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29/12/2016, 21:58
Abisys

Escuchó incrédula la propuesta de Geki. Se dio media vuelta y ajustó las cinchas y correajes de su caballo mientras le reiteraba su opinión:

-No. No quiero averiguar lo que les ha pasado; ya tengo una idea clara con la descripción de Cuervo y Nork.

Dio tres pasos hacia Geki, lo señaló con el dedo.

-Escucha, eso...eso es antinatural. Apesta a magia negra, a hechicería. O algo peor. En tu tierra debe haber relatos que hablan de brujos y demonios. Circulan muchas historias del pasado remoto que no comprendemos. Date una vuelta por la biblioteca de Messantia o de Ianthe.

Volvió a su montura. Acarició la cabezota de Zanahoria, se relajaba a sí misma. Nork parecía darle la razón.

-Eso es, nos largamos. No vamos a seguir a ningún bastardo capaz de provocar semejante horror.

Observó con atención la expresión y los ojos de Nork.

-¡Maldita sea! Tu boca dice una cosa, tu mirada otra. ¿De veras sois tan rematadamente locos? ¿Y tú, Cuervo?

Abisys negó con la cabeza. Se le fue la vista una vez más hacia la entrada de la que se había convertido en una tumba de verdad, aquí, ahora, no hacía milenios. Frunció los labios y afiló la mirada, con el miedo pegado a su piel.

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30/12/2016, 03:52
Cuervo

Cuervo había vomitado bilis apenas había salido de la tumba. La observó con ojos lacrimosos humedecer la arena. El resto de su cena lo había dejado ahí dentro. 

Había asentido a Nork casi sin pensarlo. Debían salir de ahí. Su cordura lo reclamaba. La grotesca imagen, sin embargo, lo acompañaría donde quiera que fuese.

Habían llegado hasta Geki y Abisys y entre jadeos les habían contado lo descubierto. Abi había sido como siempre la primera voz, la de la razón. Geki, en cambio propuso internarse en lo que seguramente serían malas noticias. Nork apoyó luego la idea de marcharse. Él había visto aquello. 

Cuervo guardaba silencio. Mientras hablaban los escuchaba con atención pero sus ojos estaban fijos en la negrura, en la entrada de la cueva. Era como si en su mente todo se iluminara y pudiera verlos desde allí, con una claridad pasmosa. Abi lo sacó de los sombríos pensamientos en los que se encontraba sumido.

- Debemos alcanzarlos -dejó que su boca exprese lo que su corazón negaba. Tenemos que seguir adelante -agregó con un poco mas de confianza. Si las huellas no se han borrado todavía podemos alcanzarlos. ¿Sería el estratega uno de ellos? -señaló a la cueva. ¿O fue él quien provocó esto? Si vamos tras las huellas, ¿encontraremos a los culpables de esta masacre o a posibles víctimas con vida? ¿O ambos?

Se perdía en demasiadas incógnitas. No importaba, nada importaba. Necesitaba la recompensa de Knebb, pero no quería arrastrar a esos compañeros que había llegado a apreciar a un destino tan macabro.

- Abi, no viste a...  los niños. ¿Que bastardo desalmado haría eso a unos niños? Yo he escuchado historias también, de magia negra, de brujería. Pero nunca la he visto. Lo que si he visto ha sido lacras que difícilmente se pudieran llamar seres humanos. Con ellos quisiera encontrarme. Intentó pensar, ordenar sus pensamientos. Había joyas allí, armas. Esto no fue un robo, no querían tomar lo que tenían. Querían dejar un mensaje. O eso, o tratamos con sádicos sin escrúpulos. 

No tenía sentido, nada de aquello. Había hablado por puro nerviosismo, para llenar el silencio de muerte. 

- Yo iré -dijo al final. Tengo que hacerlo. Se sobreentendía que lo que impulsaba a Cuervo no eran las buenas intenciones, la venganza o la sensatez. Cuervo simplemente no podía dejar pasar la posibilidad de embolsar la jugosa recompensa. Y se maldecía por no querer entrar allí a tomar las riquezas que había dejado atrás esa gente. Algo dentro de su mente temía que el autor de aquellos hechos estuviera todavía escondido en las sombras.

Habría deseado darle un cierre a aquello, a las víctimas. Enterrarlas, quemarlas. No había tiempo, ya les llevaban mucha ventaja. Había que partir.

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30/12/2016, 09:03
Nork

Escuchaba la conversación de sus compañeros como si fuera un ruido de fondo. Abi era la voz de la razón. La voz que no había escuchado de pequeño cuando se marchó del hogar, la que un millón de veces le había dicho que no hiciera lo que después hizo.

Pusó una rodilla en el suelo junto a las huellas y se quedó observándolas aunque sabía que era innecesario. Iban a Thiaras, aquello iba a la ciudad, lo del oasis sólo había sido el aperitivo.

- Si fuera sensato me hubiese quedado en la tienda de mi padre robando a los clientes, lo siento Abi - su vista estaba fija en el camino de vuelta a la ciudad -además me molestaría que fuera otro quien despelleje a los chacales.

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31/12/2016, 16:40

VI.

Nork tocó uno de los cadáveres. Sus dedos atravesaron uno de los cadáveres vaciados igual que si fuera papel. La piel, de hojaldre, resultó quebradiza, se cuartó y cayó. Debajo, los músculos estaban tibios, trémulos como gelatina. Una experiencia desagradable.
Afuera, el aire helado de la noche mitigaba en parte el horror que habían presenciado en la tumba. Abysis en seguida mostró ser la más sensata. Al Arallu con Thiaras, con sus promesas de dinero, con la misión y con Lord Knebb. El lugar hedía a magia negra. Sus compañeros, menos dados a razonar, querían seguir adelante. Había en ellos el acicate del misterio, la llamada de la aventura, la pasión de un reto nuevo e inesperado, el enfrentamiento con un ser, o varios, para el que no tenían nombre. La aventura latía en sus corazones, en sus venas, pugnando por salir. ¿Huír? El desierto les esperaba y les acogería. Offir no quedaba lejos, podían cabalgar y estar lejos de aquel horror, de aquel secreto. Olvidarlo, empezar de nuevo, otro trabajo. ¿Y por qué no? Colgar las espadas, una vida de comerciantes o de danzantes, relax, rutina, cero riesgos, una vida plena y familiar. El desierto les tendía su mano. A la vez, les golpeaba con la palma abierta. Fuego en sus corazones, el deseo de algo nuevo, el placer demente que solo se consigue cuando se corteja a la muerte. Además, como Geki había señalado, solo iban a echar una ojeada.
Los Perdederos se echaron a sus caballos, cabalgando la gélida noche, en formación. Nork iba delante. De vez en cuando se detenía, bajaba de su montura, inspeccionaba la tierra. El desierto era una zorra esquiva, una bailarina que movía su obligo entre sedas y de la cual desconocías si escondía una promesa de amor o una daga cuerva entre los pliegues de su piel. La noche corrió, con ellos, el corazón bombeando dudas, la mente llena de dudas. Cuando Nork perdió el rastro, se encontraban casi una hora por detrás de su objetivo, todos supieron por dónde seguir, pues en la distancia, como una brillante joya encallada en la corona de un rey muerto, se mostraba Thiaras.
Acudir a la Thiaras de Lord Benrat hubiera sido un suicido. Los mercenarios se personaron ante la única puerta de Thiaras Oeste. Los guardias salieron a recibirles. Arriba un ceñudo Heim, y más nemedios, les contemplaron con ojos oscuros como cuentas de ébano. No vieron a Brann. Uno de los guardias les informó; nadie había entrado y salido de la ciudad salvo ellos. Sin embargo si creían haber visto movimiento en la puerta del Este. La deducción se mostró evidente. Los siete jinetes que habían perseguido habían llegado a la Thiaras de su rival, desde el oasis donde la muerte había florecido como una flor exótica y radiante, llevando consigo un mal tan antiguo como la tierra que pisaban.
Contemplaron los cielos, oscuros, llenos de mundos muertos que contemplan su destino con pasividad. Dos horas para que el sol empezase a llenar el mundo de color. Habían fallado a Lord Knebb.

Notas de juego

Lo dejo aquí, doy por hecho que tres contra uno es mayoría y que Abysis sigue con sus compañeros. Para adelantar acontecimientos, podéis narrar vuestro encuentro con Lord Knebb, esta vez en una parte más austera del palacio, informando sobre vuestra misión. Si es lo que queréis hacer, claro.

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02/01/2017, 12:20
Abisys

El abrasador desierto y Ophir como meta, en solitario. La otra opción, con su necios camaradas, Thiaras: enfrentar la ira de Lord Knebb, ponerle sobreaviso y que se tragara la historia de este horror. Ah, y si conservaban la vida y todos los miembros de sus cuerpos, terminar la disputa con los sucios nemedios. Una tercera posibilidad tan arriesgada o más que las dos anteriores, era pasarse al bando de Lord Benrat. ¿Qué más daba? Si un Mal antiguo había escapado , toda Thiaras sería devorada. Ellos incluidos.

Su pequeña figura montó en Zanahoria, y su juvenil voz sonó menos decidida de lo habitual.

-Malditos idiotas. Iré con vosotros.

"Por ahora". ¿Cómo se las iban a arreglar? Abisys tenía sus propios recursos, desde luego, era capaz de engatusar a cualquier hombre, ¿ al astuto Lord? Cagaba oro, meaba plata, y se follaba a cualquier mujer que pudiera desear. ¿Y la zorra malcriada de su hija? Suspiró, no convencida.

Fue un regreso parco en palabras. Decidió tirar el contenido de su pequeña caja, todo lo relacionado con sus venenos e ingredientes varios. Era poca cosa, y no sería difícil obtenerlos en el lugar y a la gente apropiados. Si algún avispado de Thiaras le daba por pensar, las sospechas caerían en ellos cuatro. Tal vez no debió hacerlo, se dejó llevar por el momento y la necesidad de borrar del mapa a ese perro. Limpió con cuidado y dedicación la afilada aguja de su dedal, con una sonrisa de satisfacción a medias en su boca. "Pásalo bien en el Arallu, rata nemedia".

El panorama a las puertas de Thiaras era más negro que el cielo que ni siquiera el apuntado amanecer lograba disipar. Como si una letrina a rebosar de mierda fuese a caer sobre ellos. Susurró a sus camaradas.

-Mis señores, sobra decir que estamos muy jodidos. Optaría por decir la verdad a nuestro orondo patrón, adornando la historia, haciéndole ver que toda la ciudad está en peligro mortal, y que no...no hemos fracasado. Su fuente no era fiable, nos ha hecho perder el tiempo a todos. Deberíamos haber salido ayer. Firmes con nuestra historia.¿De acuerdo?

Los miró, igual que una serpiente a su presa.

-Si se complica todavía más, salvaré mi bonito culo como sea.

Aunque tuviese que dejar al Lord meterse dentro de él.

Notas de juego

No he avanzado hasta Lord Knebb, a la espera de la decisión de todos ;)

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03/01/2017, 01:11
Cuervo

El viaje de vuelta se había vuelto sombrío, silencioso, tétrico. Las imágenes de aquella tumba parecían acechar en cada duna, el sutil silbido del viento parecía provenir de espíritus antiguos, y por sobre eso el sentimiento de derrota que parecían compartir todos, pero que por un buen rato nadie mencionaba.

Finalmente se alzó Thiaras ante ellos, implacable. Sabían a lo que iban a enfrentarse, habían concluído que sus perseguidos habían llegado sin problemas a destino. Cuervo escupió la arena cuando el guardia les corroboró lo que ya sospechaban.

Miró a sus compañeros. Esta vez las palabras de Abi lo convencían. No podía negar el impulso irrefrenable de acudir al sector Este de la ciudad y traer al dichoso estratega, en pedazos si hacía falta.

- No lo acepto -dijo a sus compañeros, finalizando en voz alta la cadena de pensamientos que venía desarrolladose en su mente. No acepto esta derrota. No me importa ahora que sucedió con aquellos pobres diablos. Quiero la recompensa, es verdad, pero también quiero terminar este trabajo. Si voy con Lord Knebb es para informarle de esto, sosteniendo el tema de los tiempos que dijo Abi, y volver al trabajo. En Thiaras del Este no nos conocen, es nuestra única ventaja. Es eso lo que hay que decirle a este bastardo para que no nos mate y la recompensa siga en pie.