Partida Rol por web

Sarabeth miró a Briar, localizándola a pesar de la oscuridad que les envolvía.

-Estás bien, ¿verdad? ¿Nadie te ha tocado?

Casi sin esperar respuesta, gritó hacia el otro grupo.

-¡Buen trabajo, Daniel, cariño! ¡Me pido la otra espada! ¡Quitasela a Greir, que no se la lleven con el cuerpo!

Se volvió hacia la chica del distrito 5, con la lanza apoyada sobre el hombro, sonriendo.

-¿Vamos para allá? Coge algo si quieres, pero supongo que ahora volveremos...

-Mira, no me tientes, capullo. Y no se de que me hablas, no he visto nada de eso. Por mi como si has visto un mono de tres cabezas -dijo antes de mirar a Ethan, pero no distinguía bien lo que estaba haciendo en la oscuridad-. ¿Vais a dejar la Cornucopia sin vigilar? ¿Es que estamos tontos? Se debería quedar alguien vigilando, o al menos deberíais poner una trampa.

La tributo se alejó hacia el centro de la cornucopia sin bajar la espada, manteniendo las distancias, y se acercó a la nevera protrátil para buscar algo que le calmase el dolor.

Recupero una posición erguida después del ataque. Me ha pillado completamente por sorpresa la traición de Greir, pero más he flipado cuando Daniel se ha lanzado sobe ella. Ya había asumido mi muerte, ya me había despedido de mis padres. Miro al horizonte y sonrío, incapaz de creer lo que acaba de pasar.

Me giro hacia Daniel. Ha cumplido el trato. Asiento con la cabeza, agradecido.-Gracias.-Le digo simplemente. Yo jamás habría podido acabar con la chica del distrito uno por mi cuenta... No con ese poder que tiene. Bajo mi mirada hacia el cuerpo sin vida de Greir y no puedo evitar una mueca de asco. No conoces el significado del honor.

Noto la sangre bajar por mi espalda y me doy cuenta de la gravedad de la herida. -Ethan, Daniel... Alguno de los dos puede detener la hemorragia?-les pido.

Ethan suspiró, había muerto demasiada gente y no sabía si eso era bueno o malo. Estaba claro que el quería ver a los del distrito 1 muertos pero todo se había precipitado demasiado para su gusto, el habría escogido otro momento, habría sido mas paciente.

Tenía miedo de la impulsividad de los del distrito 2 y su único alivio era que en cierto modo les necesitaban o se encontrarían en desventaja. Entendía la actitud de Leah y, de hecho, de una forma mucho menos ruidosa se mantuvo alerta.

Busco unas vendas en la mochila y se acercó a Scott.- Bueno, podéis llamarme Doctor Harker a partir de ahora, que parece que es lo único que estoy haciendo.- Dijo a medio camino entre resignado y la intención de bromear, tal vez por los nervios.

Cuando vio al fondo a Leah trasteando se preocupó por ella y se preguntó a si mismo que diablos estaba haciendo él en los juegos del hambre. Ya había arrebatado una vida, pero ni siquiera recordaba su nombre, iba  a ser diferente con los que ya conocía. -¡Leah!- Exclamó.-Antes de pincharte algo dime lo que es anda, no te vayas a meter mierdas en el cuerpo.

Briar se levantó y sonrió, siguiendo la voz de Sarabeth:

-Estoy intacta -dijo con voz suave, acercándose a ella.

Aplaudió un par de veces con suavidad y aspiró con una pequeña sonrisa el olor denso de la sangre:

-Buen trabajo, no creí que fuesen a haber tantas bajas. Tal y como pensé, eres justo la persona que esperaba encontrar en la Arena. Quiero que sepas que sigo pensando hacer todo lo posible para que Daniel y tú estéis descansados, sanos y en las mejores condiciones para ganar estos Juegos... y que sigo esperando que cuando llegue mi hora nuestro trato siga en pie. Pero seguramente te preguntas por qué alguien se prestaría a morir como yo...

Sarah vio que Leah se acercaba, y probablemente los otros la seguirían, así que no había necesidad de ir a ninguna parte. En la oscuridad, oyó las palabras de Briar y se volvió hacia ella, algo confusa.

-Esto... gracias, supongo. No te preocupes, yo no rompo mis promesas mientras tu cumplas tu parte del trato y juegues limpio. Y sí... - dijo, apartándose un mechón de pelo con la mano libre -...tengo curiosidad por tu actitud. Es decir, no eres el único tributo que se resigna ante la muerte en los Juegos, pero a muy pocos parece darles tan igual como a ti. O por lo menos no se lo toman tan bien... lloriquean más y esas cosas...

Ella se echó a reír:

-No, yo no voy a lloriquear -dijo agitando una mano pequeña y pálida-. No tengo razones para llorar, porque verás, ¡llevo mucho tiempo deseando que el destino me trajese a unos Juegos! Cuando salió mi nombre no me lo podía creer. Déjame que te explique... yo siempre... siempre he tenido un problema. No sé muy bien por qué, pero... -la voz le tembló un poco, aunque no perdió la sonrisa-, me gusta ver gente morir. Lo haría yo misma, si pudiera. ¡Pero no te preocupes! Siempre he sabido contenerme. Puede que sea una asesina en potencia, pero no estoy loca -dijo con artificial alegría-. No sé cuantos años o meses más me habría sido posible contenerme, así que esto es lo mejor para todos... -murmuró y luego se volvió hacia Sarabeth, recuperando algo de su calma habitual-. ¡Y por eso eres tan importante! Soy más difícil de matar de lo que parezco, pero tú no fallarás. ¿Entiendes lo que te digo? -dijo suavemente-. Es absolutamente necesario que yo no salga viva de la Arena.

Un pequeño paquete cae a los pies de Briar y uno más grande a frente a Sarabet, del tamaño de una caja de embalaje que tiene una manivela al lado. En ambas hay una etiqueta. Present 4 U, XXX. 

Sarabeth escuchó la confesión de Briar con una media sonrisa insegura en los labios, entre perpleja y divertida por la situación. Las palabras de la otra tributo no hicieron que variase su postura relajada, con la lanza en el hombro, pero su mano se tensó sobre el asta del arma. No para atacar... pero sí por precaución. Sin embargo, creía entender la situación de la otra tributo... de hecho, era más que razonable.

-Vaya, menuda caja de sorpresas estás hecha. Pero oye, ¿qué te voy a decir yo, que me pelee con decenas de otras chicas de mi distrito por venir aquí a matar otros tributos? Si realmente tenías problemas para contenerte ya, está muy claro que el destino te ha querido colocar en estos Juegos. Aquí o desatas estas pasiones tuyas o alguien las reprime para siempre. Eso sí, cuál de ambas opciones es la que estás destinada a tomar, esto ya no lo sé - su sonrisa volvió a ensancharse-, pero en cualquier caso... ¿eh? ¡Oh, regalos de los patrocinadores!

Las cajas que caían distrajeron completamente la atención de Sarabeth, que a veces era así de impulsiva y si algo la llamaba se olvidaba del resto. Se arrodilló frente a la caja que le correspondía a ella y alzó las manos hacia la tapa. Le temblaban como las de una niña al abrir los regalos de su cumpleaños.

- Hay una para cada una y todo... ¡qué genial! ¡Veamos! -dijo con entusiasmo, sin apartar la vista de su caja. Procedió a abrirla, ya fuese levantando la tapa o accionando la manivela, para ver qué contenía.

A medida que gira la manivela, la música suena. cuando esta termina un extraño maniquí emerge, portando una armadura  elegante hecha de materiales sintéticos. En cuanto pasa el sobresalto inicial, todo, menos la armadura parece deshacerse rápidamente en contacto con el aire

Cuando el maniquí emerge súbitamente de la caja, en la oscuridad, Sarabeth se sobresalta y da un paso atrás a la vez que lanza un puñetazo instintivo, que solo hace que la figura se bambolee. Pasado el susto, sin embargo, la caja y su ocupante se deshacen, y la armadura cae sobre el suelo del carrusel. Sarah se acerca con precaución, lanza en mano, pero al ver que no hay más sorpresas se agacha y la recoge, levantándola para verla bien. Una enorme sonrisa se dibuja en su rostro.

- ¡Ja jajajaja! ¡Oh, qué pasada! ¿Has visto, Briar? Ayúdame a ponérmela, anda -dijo, soltando la lanza.

Armadura casi completa, lo único que queda a la vista son las articulaciones. 

Briar miró como Sarabeth abría su regalo. Estaba sorprendida. Había esperado otro tipo de reacción ante su confesión, pero sin duda aquella era mejor que todas las que había esperado. Sí, ella era la que había esperado encontrar allí dentro. Sonrió y ayudó a la tributo a ponerse la armadura obedientemente, alegrándose casi tanto como la propia Sarabeth de aquella muestra de apoyo de los patrocinadores. Una vez terminada la faena se agachó a recoger su propio regalo, abriéndolo con calma. ¿De verdad alguien había mandado algo para ella después de lo que acababa de decir? ¿Lo habían mandado antes y ahora se arrepentía?

El envoltorio se deshace como un puñado de sal en agua, dejando a la vista una tiza roja. 

Una vez con la armadura puesta, Sarabeth probó a moverse un poco, sin borrar una gran sonrisa de su rostro. Finalmente, dio un rápido vistazo a su alrededor, como buscando algo. Una cámara, concretamente. No podía estar segura de donde habían, pero supuso que en el carrusel habría más de una, para presenciar la acción de la Cornucópia en todo su esplendor. Así pues, se encaró a la estructura, ahora oscurecida, e hizo una reverencia.

-¡Agradezco a los patrocinadores este magnífico regalo! ¡Gracias, muchas gracias! ¡Sé que os gusta un buen espectáculo, y prometo seguir dándolo!

Hizo girar la lanza corta en su mano con habilidad, y luego la volvió a apoyar sobre su hombro. Se volvió hacia Briar.

-Y en cuanto a ti... ya te digo que lo que me has dicho no cambia mis planes. Tarde o temprano voy a tener que matarte, ya lo sabes. Pero hasta entonces, si estás de mi lado, no te faltarán muertes que presenciar. Y cuando tenga que acabar contigo, si te has portado bien, te dejaré elegir como lo hacemos, ¿vale? Vamos con los demás. A decidir qué hacer ahora.