Partida Rol por web

Kumi lanzó la piedra pero le pasó rozando el hocico sin llegar a darle ni siquiera en una maldita pata. Apoyó con frustración  la frente en la superficie rugosa del árbol. Mientras estaba sí intentó no desanimarse. Alzó la mirada de nuevo  e intentó ver si podia pasar de árbol en árbol, tanteando la fuerza de las ramas, la distancia de un árbol a otro, etc...

El sonido de los pasos se aleja claramente, de tu posición perdiéndose en dirección sur. Al menos eso te parece en esta Arena en la que los sonidos están tan amplificados.

La piedra pasa rozando a uno de los zorros que, al sentir el zumbido, se altera aún más. Los dos zorros saltan intentando alcanzarte. Uno de ellos consigue morderte el talón de la bota, haciéndo un pequeño agujero en la misma. Sientes como si una aguja al rojo penetrara en la piel del talón.

Stupp notaba que los pasos se alejaban, intentaría entonces ver que era aquella estructura de cabaña sin problemas de ningún tipo y seguir después los pasos.

Hiroshi se giró al escuchar el derrumbamiento. Cuando miró detrás de él se dio cuenta de que el terreno había desaparecido y con él los mutos que el Capitolio había puesto ahí, a saber para qué.

Preocupado porque lo que acababa de suceder se repitiese siguió andando. No tenía ninguna gana de que el campo se desvaneciese bajo sus pies, pero esta vez cambió ligeramente de rumbo y se dirigió hacia el suroeste.

Ahogó el grito de dolor apretando los dientes con fuerza mientras intentaba alejarse un poco y buscar una rama gruesa donde sentarse y quitarse la bota. No sabia si aquellos animales alterados geneticamente eran venenosos y el talón le dolia demasiado como para que fuera un simple arañazo.

Si lograba su objetivo y podia exponer la herida, intentaria apretar para sacar el posible veneno. Luego usaria el calcetín para apretar la herida y cortar el sangrado, si es que había. Luego volveria a calzarse

Volvió a buscar una manera de alejarse de allí sin tener que bajar y si no era posible, valoraria cortar alguna rama de la forma más afilada posible
 

Dedicas un tiempo a intentar tapar la herida que te ha causado el zorro. Parece que no va a más y, aparte de unas pequeñas molestias al moverte, no te incomoda demasiado.

Los zorros no tienen intención de dejar de abandonar su presa por lo que hacen guardia bajo el árbol. Mirando a tu alrededor te das cuenta que las ramas de tu árbol están bastante cercanas de las de losárboles vecinos. Quizá con un poco de destreza y mucho silencio puedas despistar a los zorros...

Calzada de nuevo y más tranquila por ver que no habia sido nada de gravedad se incorporó en la rama con lentitud y se apoyó en el tronco para poder tener estabilidad y valorar el camino más adecuado. Queria llegar al norte a ser posible por el camino más corto, pero eso ya no lo decidia ella, si no el trayecto que le permitiera el bosque.

Tuvo que ascender un poco más para que el follaje la ocultara algo más, aunque al parecer su aroma todavia era percibido por ellos. Revisó las hojas y buscó las facilmente reconocibles por inocuas y tras partir por la mitad algunas se frotó detrás de las orejas y en las muñecas, que era donde más se potenciaba el olor.

Luego, se fue desplazando despacio, sin prisa. Ellos no alcanzaban, así que tenia todo el tiempo del mundo, pero si caia.... Un pie primero, afianzar, sopesar, luego otro, y siempre sujeta una mano a alguna rama. Cuando no era posible, bajaba su centro de gravedad. Su menudo cuerpo y ligeramente fibroso le confirió la capacidad para poder ir moviendose.

Cuando observaba algún pajaro descansando, paraba con él, y aprovechaba cuando se alejaba para volver a iniciar la marcha y que ambos movimientos confundieran a los zorros.

Tweedie sonrió con alivio al dar con aquel río caudaloso; no estaba segura si sería capaz de cazar algún pez en el agua pero al menos le procuraría para beber. Comenzó a bajar con cuidado, para poder ubicarse a la orilla y tomar un sorbo de agua, cuando sintió que algo ocurría a su alrededor. Como sorpresa, vio como dos sectores desaparecían muy cerca de ella. Lo miró con terror, y una extraña idea se vino a su mente, haciéndola sacar nuevamente el papel que su tutor le había dado. Iba a revisar si había algo distinto en el papel, si alguno de esos hexágonos se habrían marcado en ese... ¿mapa?

No se movió, atenta a su alrededor, cerca del río, mirando si debía comenzar a correr hacia uno de los dos sectores que no se había derrumbado aún...

Avanzas hacia el suroeste. La vegetación aumenta en esta zona por eso te llama la atención un pequeño claro con un enorme árbol en el centro del mismo. De pie, apoyada en el tronco del mismo, reposa una espada.

Parece que este año los vigilantes de los Juegos, en lugar de concentrar las armas y recursos en un solo lugar las ha diseminado por la arena. Sois menos tributos que otros años así que parece que el Capitolio prefiere evitar los baños de sangre y veros morir poco a poco.

En eso momento vuelves a oir un estruendo y compruebas que, la zona de la que venías se ha derrumbado, así como la del sureste de tu posición.

En ese instante, otro cañonazo resuena en la Arena.

Sin tiempo a reaccionar los zorros vuelven a la carga. Uno de ellos se lanza a tu pierna mientras que el otro de un ágil salto hace presa en tu garganta. Los tejidos de la misma se desgarran. Sabes a ciencia cierta que hasta aquí ha llegado tu participación en estos juegos. Has muerto.

Encaminas tus pasos hacia el suroeste, hacia el área de la que habías venido. Un fuerte estruendo te detiene. El área a la que te diriges y las que se encuentran al sur y al surdeste de tu posición se derrumban con un fuerte estruendo, quedándo en cada uno de esos límites un precipicio hacia la nada.

En ese instante, otro cañonazo resuena en la arena.

Continúas hacia el sur hasta llegar al comienzo de un puente de piedra sobre el caudaloso río. Te das cuenta de que la estructura de metal negro que hay en el centro del mismo parece un almacén de suministros.

En ese instante, otro cañonazo resuena en la Arena.

Continúas hacia el nordeste hasta llegar al comienzo de un puente de piedra sobre el caudaloso río. Te das cuenta de que la estructura de metal negro que hay en el centro del mismo parece un almacén de suministros.

En ese instante, otro cañonazo resuena en la Arena.

Además notas muy cercanos, al suroeste los pasos que llevas tanto tiempo escuchando.

Encaminas tus pasos hacia el suroeste. Un fuerte estruendo te detiene. El área que acabas de abandonar y las que se encuentran al norte y al noroeste de tu posición se derrumban con un fuerte estruendo, quedándo en cada uno de esos límites un precipicio hacia la nada.

En ese instante, otro cañonazo resuena en la Arena.

Con la respiración entre cortada te das cuenta de que, colgando de un árbol cercano, hay una mochila.

Te inclinas a beber. El agua fresca te alivia y reconforta. Sin embargo, notas que algo no va bien. Varias de las plantas del borde del río se han ido enroscando en tus tobillos impidiéndote avanzar.

En ese instante, otro cañonazo resuena en la Arena.