Partida Rol por web

Los juegos del Hambre. Vasallaje.

Distrito 8

Cargando editor
10/12/2018, 18:17
Coriolanus Snow

Cae la noche en el distrito. Los hombres y mujeres regresan, cansados a su hogar, tras despedirse de sus compañeros del trabajo. Una visita rápida al mercado (en ocasiones clandestino) les permite hacerse con algo que cocinar para la cena.

Llegan a casa, besan a sus hijos e hijas (más de los que pueden mantener) y se sientan a cenar.

Pero la paz de este momento se ve perturbada por el proyector holográfico, obligatorio en los hogares de Panem. Un anuncio del propio presidente Snow se difunde simultáneamente para todos los habitantes de la nación.

Impecablemente vestido y con una rosa blanca en la solapa, Corolianus Snow, con semblante serio y voz grave comienza a hablar:

Guerra, terrible guerra. Viudas, huérfanos, niños y madres. Esa fue la rebelión que sacudió nuestra tierra. Hace setenta años trece distritos se rebelaron contra el país que los amó, alimentó y protegió. Hermanos contra hermanos, hasta que todo se perdió.

Luego llegó la paz. Con esfuerzo y lentitud el pueblo resurgió de las cenizas y una nueva era nació. Pero la libertad tiene un precio y, cuando vencimos a los traidores juramos como nación que jamás veríamos esa traición de nuevo. Y así se decretó que, cada año, en castigo por la rebelión, cada distrito ofrecería una mujer y un hombre que se encuentren entre los 12 y 18 años de edad para una cosecha pública. Dichos tributos serían entregados a la custodia de El Capitolio y transferidos a una arena pública donde pelearían a muerte, hasta que uno sólo prevalezca ganador.  Un solo ganador, bañado en riqueza que serviría de recordatorio de nuestra generosidad y clemencia. Desde ese momento y para siempre, esta festividad sería conocida como Los Juegos del Hambre.

Se cumplen sesenta años de esta decisión, sesenta años de cosechas y tributos.  Por eso, para celebrar esta fecha tan señalada, se acordó que este año tendría lugar el Vasallaje de los Sesenta, recordando la misericordia del Capitolio que, como un madre, perdona y olvida las ofensas de sus hijos.

Por eso, en esta ocasión, sólo habrá un tributo de cada Distrito, elegido al azar como siempre.

En los próximos días, nuestros escoltas, pasarán por los Distritos para cosechar a los tributos.

Panem hoy, Panem mañana, Panem siempre.

Al acabar el discurso de Snow el proyector holográfico se apagó dejan un terrible silencio en torno a la mesa en la que en estos momentos estás cenando con tu familia.

Cargando editor
11/12/2018, 12:39
08. Tweedie Sheepard

Ya desde pequeños, los habitantes del Distrito 8 eran enviados a las fábricas luego de la escuela para ayudar en la confección de ropa. Empezaban con cosas pequeñas, como coser botones o hacer dobleces, mientras que las manos más experimentadas se encargaban de trabajos tan importantes como los uniformes de los Agentes de la Paz. Tweedie era la menor de las niñas en una familia de 4 niños, dos hermanas mayores que ella y uno más pequeño, Woolly, que recién había cumplido los 12 años. La necesidad de usar gafas a tan temprana edad se debía a que muchas veces se había quedado hasta muy tarde y con poca luz adelantando trabajo en casa, forzando su vista en la noche para poder ensartar el hilo en la aguja.

Ese día, parecido a todos los demás, había vuelto a casa con sus hermanas y su madre, y se habían sentado a la mesa a compartir lo que su padre había llegado a conseguir en el mercado de camino a casa. A pesar de la dura vida que llevaban, eran... felices. Comentaban sobre pequeñas cosas que les había sucedido en el día, ignorando lo malo. De un botón en forma de ojo que habían encontrado, o de como una rayo de sol se había filtrado y acariciado la mano de su madre unos segundos. Cottonet, la mayor, hablaba del hijo de los Neddleson, con quien se había prometido para casarse ese mismo año de ser posible. Jersella, la segunda, hablaba con Tweedie de plantas y flores, que las obsesionaba a ambas. Planeaban escaparse unas horas durante el fin de semana para ir a recolectar un ramo especial para su madre, y comprobar sobre un árbol que decían que tenía el fruto escondido en lo más alto de sus copas. De pronto, en la pantalla que mantenían encendida apareció el rostro del presidente Snow. Todos, incluso Woolly, ensombrecieron su expresión.

La noticia se dio por terminada, y por unos minutos reinó el silencio. Por primera vez, los cuatro hijos estaban en la edad para ser elegidos como tributo. -Pero al menos sólo es uno esta vez.- Se escuchó la voz del más pequeño, casi esperanzado. Aquel comentario hizo que todos sonrieran un poco y, aunque con menos animación que hacía unos momentos, volvieron pronto a sus conversaciones del día, antes de ir a dormir. Sólo un tributo. Se reducía bastante la posibilidad de ser la elegida. Después de todo, nunca los habían elegido...

Cargando editor
12/12/2018, 18:09
Effie Trinket

El lujoso tren del Capitolio cruza el Distrito a toda velocidad, deteniéndose con un estruendo en  la estación de tren. Rápidamente un numeroso grupo de agentes de la paz toman posiciones y  comienzan a escoltar a un puñado de personas. Estos hombres y mujeres, de llamativos trajes dan órdenes escuetas y precisas  a algunos obreros del Distrito que en un abrir y cerrar de ojos montan un estrado en la plaza central del Distrito.

Por los altavoces, suena un aviso conminando a todo el Distrito a reunirse en la plaza.

Poco  a poco la plaza se va llenando de hombres y mujeres que, cabizbajos, dan presurosos besos a sus hijos e hijas que comienzan a ocupar las filas delanteras, justo delante del estrado.

¡Buenas! ¡Buenas! ¡Buenas!

La suave voz de una de las mujeres que bajó del tren resuena por toda la plaza. Desde el centro del estrado sonríe estúpidamente a todo el Distrito envuelta por una nube de tul, gasa y encaje  de color rosa.

Mi nombre es Effie Trinket y desde hoy seré vuestra escolta. Siempre y cuando salgáis elegidos como tributos, claro. Como muy bien sabéis, este año es el Vasallaje de la Misericordia. De tal manera que sólo un tributo será elegido, demostrando así lo mucho que nos ama el Capitolio.

Tras un segundo de emoción contenida, la llamativa mujer extiende una de sus manos, enguantada en rosa, la introduce en una gran copa de cristal medio llena de papeles doblados y, tras removerlos durante unos segundos, extrae uno. Con gran calma, lo desdobla y lee el nombre escrito en él:

Tweedie Sheepard

 

Cargando editor
13/12/2018, 16:39
08. Tweedie Sheepard

Como cada año, un silencio parecía reinar en todo el distrito mientras las familias desayunaban y se preparaban para salir. Algunos se daban abrazos más largos entre ellos, aunque nadie se despedía por completo, sino que hacían promesas de verse cuando todo terminara. Los hermanos se sostenían sus manos, como si temieran perderse entre las multitudes, y al llegar a la plaza pasaban uno tras otro para que tomaran la muestra de sangre, y buscaban un puesto después entre la masa de jóvenes entre 12 y 18. Tweedie tenía su mirada fija en Woolly, quien parecía más pálido de lo usual. Llegó el tren, y en él llegó la extraña dama que parecía una muñeca muy pintada, quizás la única que parecía estar disfrutando de ese extraño evento. La mano buscó dentro de la copa y cientos de respiraciones se detuvieron por un instante.

Todos, menos una familia de cuatro hermanos, volvieron a respirar.

Tweedie pudo sentir primero las miradas de sus hermanas y su hermano sobre ella, antes que el resto comenzara a mirarla. Vio el temblor en los labios de su familia, y como Jersella se cubría la boca con las manos y empezaba a sollozar. En silencio, la pequeña pelirroja empezó a caminar, viendo como el resto se iba apartando, haciendo su camino ininterrumpido en un silencio que sólo los aplausos de la mujer del Capitolio rompía. Su mente estaba en blanco, avanzaba sólo como un automatón hasta que de pronto se vio frente al estrado y se sintió guiada escalón tras escalón, hasta quedar junto a Effie. Su mirada ya no intentó buscar a su familia, sino que se fijaba en sus pequeños zapatos con un botón azul cada uno.

Cargando editor
17/12/2018, 12:21
Director

La escolta del Capitolio te recibe entre fuertes aplausos.

- He aquí un valiente, que con un noble gesto enorgullece a su distrito.

Rápidamente y sin darte tiempo a nada más te llevan al tren que parte inmediatamente para el Capitolio.

Tras un largo viaje llegas a la capital de Panem y eres alojado en el bloque de apartamentos del Centro de Entrenamiento.

Las novedades del día te han agotado por lo que rápidamente te duermes sobre la amplia y cómoda cama que han preparado para ti.

Una estridente alarma te despierta a la mañana siguiente. De unos altavoces, que no consigues descubrir, surge una voz metálica.

-Todos los tributos acudan al Gimnasio del centro de entrenamiento. Por favor, traigan en objeto que quieren llevar con ustedes a la Arena para ser examinado. Recuerden que no puede contener ningún tipo de mecanismo, motor, etc. Ni debe ser algo que pueda ser usado como arma.

Cargando editor
17/12/2018, 15:06
08. Tweedie Sheepard

Demasiado rápido. Incluso cuando cada paso había parecido de plomo, en el instante que la internaron en el tren, el Distrito que había conocido toda la vida, que había sido su hogar, se había desvanecido a su espalda. Quizás para siempre. ¿Alguna parte de ella se alegraba que no había sido ninguno de sus hermanos? Si. Pero lo cierto era que no podía pensar en eso en ese momento. Sólo pensaba en que todo lo que estaba quedando a su espalda.

Los distritos se sucedían uno tras otro a través de las ventanas del tren, cambiando los paisajes de forma sorprendente. Y entre lo que se sintió al mismo tiempo una eternidad y un segundo, fue guiada a través de las calles del Capitolio hasta donde pasaría los próximos días. Los últimos días. Para su sorpresa, el sueño la venció apenas hubo llegado a la cama, sin darle apenas un instante para llorar por su suerte.

Despertó con un grito. No había soñado, o no lo recordaba. Había sido oscuridad total; y el estruendo de aquella alarma había impedido que por unos instantes pudiera imaginar que despertaba una vez más en su propia cama. Ahogó un sollozo, pues su mente que había estado en modo automático, parecía por fin haberse dado cuenta de su nueva realidad. Con hipidos y ojos enrojecidos, se lavó, se vistió con la ropa que le habían proporcionado para los entrenamientos, y se acercó a la puerta, a la espera de ser guiada o que le indicaran a donde tenía que dirigirse.