Partida Rol por web

-Cuando no me pesa eh pohque ehtah en tu boca puehta, no m'abulta el pantalón pohque no llevo tuh pantaloncitoh de maricón. Y si mi culo hase agua, el tuyo pepsi cola caga, poh probahse la talla de mi tranca.

Brandon puso cara de pssss...

-Mamonaso, eso ni pega ni rima ¿sabe lo que rima? En tu culo toa mi prima, empujando hasta las bola con tol publico aplaudiendo y hasiendo la puta ola.

El Brandon veía demasiado la tele, con tos esos gangsta negracos que salían, que se pensaba él uno de ellos y por eso quería hacer su propia banda.

 -Ira, capullo, pah mi polla tu culo. Que no hace mah que tirahte el pegote y no llegah ni a mirahme to'l cipote. Que público, si no tié ni un vello púbico, ereh un chico, un puto mico. Eja ya la miehda la jerga y vamoh a robah pa que depueh me comah toa la verga.

El Brandon sonrió complacido al ver al Kevin Jesú reculando y buscándose una salida. Quedaba cerrrar el círculo de gilipolleces.

-¡Juas chacho! Ya me estoy riendo, ya me lastás comiendo en esta fiesta, que corriendo testás yiendo... po yo digo: vete, pero llévate ÉSTA.

-¡Poh en tu boca no molehta!- le contestó al Kevin, con su sacada de dedo correspondiente. Y así podían pasarse todo el día.

Se revolvió y le amenazó con la mano. La salida final.

-¡A que te meto joputa!

La ráfaga destrozó al bicho, y menos mal, por que el arma se había quedado sin balas. La criatura resbaló por el techo de la furgoneta hasta caer a la carretera detrás de ellos. Ni ganas de pararse a mirar que coño era. Los mengues estaban ahí detrás, luchando con los soldados. O más bien, cometiendo un genocidio sobre ellos.

Hubo un silencio en la furgoneta, hasta Perico se calló. Cruzaban ya otro puente sobre el Guadalquivir. Tendrían que dar más rodeo para llegar al barrio, pero llegar llegarían.

El primo apoyó su mano en el hombro del Caye un momento. Él siempre había tenido fe en él. Sabía que no era un retarded, como otros pensaban. Simplemente un tío con un corazón que no le cabía en el pecho.

-Retiro lo disho ante, primo. Tiés los huevos bien puestecicos. Si señón.

Gofetá, patada en el culo, meterla padentro. Y entró, vamos que si entró. La puta paya de mierda. Le tiró una botella de agua dentro para que no muriera de sed. Cuando se le acaba, además tendría donde mear. Y cerró el maletero, caminando dignamente hasta su asiento del coche. Se la escuchaba detrás, patalear.

El abuelo se había encendido un cigarrillo y el primo conducía en silencio, conmocionados por la violencia de la escena. Gitanos o no, eran personas humanas con sentimientos. Aunque fuera en el fondo de su corazón. Al cabo de media hora de gritos y gilipolleces, la tía se calló. Entonces comenzó a llorar. Llora, hija, a ver si te desfogas.

Tras muchas vueltas por carreteras secundarias, llegaron a Sevilla 1, prisión a las afueras de Mairena del Aljarafe. Había movimiento ahí. De hecho habían tiros. Tres coches de la Guardia Civil y un furgón de la UIP aparcados en la entrada. Y dentro, tiros y golpes sonando por doquier. La masa rugiente de los presos amotinados que querían fugarse.

La reja estaba abierta por que los polis habían entrado, y en la garita había un chaval, funcionario de prisiones, que se salió para hablar con ellos.

-Buenas. Hoy no se puede pasar, ni están permitidas las visitas. Tendrán que regresar por donde han venido. Lo siento.

-Yo si que lo siento por ti.

Y sonó el BAM de descargar ambos cañones contra su cara. Cara que reventó, junto a parte de la cabeza, tirándolo al suelo muerto.

-Amos Boliche, aparca aquí no nos vayan a cerrar la reja, y píllate las armas.

Neibi sils del barrio en acción.

El primo apagó el coche, y se bajó para abrir el maletero. Ahí había un AK-47 con aspecto de haber estado en alguna guerra, por que era viejo de cojones. Tenía solo dos cargadores, pero es que la munición aquella era cara y difícil de conseguir. 60 balas, no estaba nada mal. Se podía dar mucha guerra con eso.

-Cógele la pipa ar muerto, prima. Aunque no la sepa usá, acojona. Ademá, tendrá bala por ahí y no vienen fetén.

Se puso el chaleco antibalas robado a un poli en una reyerta. Tenía todavía las siglas CNP impresas.

Comían como cabrones, llenándose el buche con marranás. Al estilo niños. Mucho helado y carnaza, que necesitaban aquellos cuerpos en constante crecimiento físico. Lo de mental no lo sabemos muy bien.

El caso es que Brandon seguía zampando, y Kevin fue a coger las bandejas de carne que habían dejado sobre una mesa. Y se dió cuenta que faltaban tres. Se quedó to pillao, y parpadeó. Luego se fijó en el suelo, y vió unas manchas de sangre parecidas a peñuzas. Unas manchas que formaban un rastro que se dirigía hacia el pasillo. Huellas de un animal parecido a un perro, pero que no tenía las pezuñas de un perro. Huellas manchadas de sangre.

-Ira chaicho...- señaló a su hermano las huellas. -Sa colao un bisho- de inmediato se sacó la navaja del bolsillo, fuera lo que fuera no le iba a pillar desprevenío. Lo normal era apedrear perros y gatos, pero aquí no había piedra ninguna. -Ehte me lo cargo io, que tu no sabeh, maricona.

Kevin se dispuso a seguir las huellas a prisa, con una gran sonrisa en el rostros. Esperaba que fuera un chucho d'esos de los niños pijos, un perro patá. Cuanto odiaba a esos perretes que no paraban de ladrar por to.

El Brandon soltó el resto del morcón que se estaba comiendo en ese momento y sacó su chirla mientras masticaba a bola llena con la boca abierta. La mirada atenta. Nada pone en alerta como el instinto de salir de caza.

-No, yio lo mato, que tú no sabe -respondió acercándose-. El joputa nos está chorizando la jama.

Aquella paya se revolvía en el maletero como el gatete que mi primo Cristobal metió en aquel saco y dejó colgando de la farola. Pero al final se calló y empezó al llorisqueo…¿Dónde estaban sus humos de paya pija ahora? Y no me daba lástima. Nosotros solo queríamos un poco de gasolina. Culpa del mario por anormal. Es así.

- Madre mea…Peoh que una tilinovela desah de sudakah…- digo un poco irritada, ante tanto llanto y tanto drama.

Pero allí el primo y el papa parecían conmocionaos. Pa que luego digan que las mujeres somos más blanditas. Hay de tó. En el fondo de todo hombre existe una pequeña reina del drama. Pero no es asunto ese ahora. El asunto es que acabamos llegando a la trena y allí había un pifostio montao el copón. El papa hoy está generoso de gatillo y hace una coliflor de la cabeza del payo que nos impide entrar. A tomar por culo. Parecíamos salios de una de esas series de payos del ceseís o asín.

- Voy, premo, voy…- le digo al Boliche saliendo del coche. Voy acercandome al payo y cogiéndole el arma y lo que pueda cogerle. Como un chaleco antibalas, si lleva, y to lo que sea de valor. Mayormente.

Se encaminaron hacia allí, con sus navajas preparadas. Procurando no hacer mucho ruido. Las huellas recorrían el pasillo y torcían hacia la izquierda. Hacia un pasillo sin salida, con unos comercios cerrados y una oficina que, no tenían ni puta idea, era la del guardia de seguridad. De ahí venía la sangre, pero de momento no se asomaron a mirar. No podían.

Y no podían por que había una criatura en mitad del pasillo, que se había cargado el plástico de las bandejas de carne con las garras y ahora comía las pechugas y trozos de lomo a grandes bocados. Una criatura que no era de éste mundo.

La criatura no se percató de su presencia hasta que estuvieron casi encima. El pecho les ardía de excitación. Pero no de miedo. Tenían pensamiento de matarla, no de salir corriendo ni mierdas de esas. Eran como dos homo habilis que habían descubierto el poder de tallar un palo en una lanza y querían apuñalar a los ciervos, pero no sabían muy bien cuan peligrosos eran.

La criatura chilló, y ellos se echaron encima. El cazador cazado.

Se acercó con sigilo a aquella cosa, estaba que no le cabía el corazón en el pesho de las ganas que tenía de rajar aquello. A ver que tenían dentro aquellos bichos. Ni miedo ni na, el miedo era pa los payos que no tenían ni puta idea de lo que era pasarlas putas. Ahora les invadían alinígenas 'ende el cielo y tos huían, como si tuvieran donde, mientras que ellos se quedaban en su casa pa defenderla de lo que fuera que para eso era suya.

Saltó encima del bicho, con la navaja así dispuesta pa clavásela en tol lomo, cuando aquello se movió no supo cómo y al final na de na. -¡Ioputa!- gritó con ganas al monstruo y al Brandon, que seguramente se lo pincharía y le echaría en cara de haberlo hecho antes. Se reincorporó para volver a rajar a aquella cosa. Sin duda era mucho mejor que apedrear un perro.

El funcionario de prisiones llevaba un chaleco antibalas, todavía razonablemente entero. Tenía algunos perdigones clavados, pero en general había sido el melonar del tipo el que se había comido todo el tiro. En el cinto llevaba una pistola, concretamente una H&K P30 de 9mm. En los bolsillos, un juego de llaves y una cartera que le identificaba como Jesús Muñiz, nacido en el 79, y 50 euros en billete y 5,65 en monedas.

Dentro de la garita encontró una botella de whisky dyc sin empezar, dos cargadores de pistola más y un ordenador con un programa abierto que rezaba "sistema de control de puertas del patio" con su tarjeta de identificación metida en la ranura. Dato útil donde los hubiere.

Quizá pudiera averiguar en que bloque estaba prisionero su Cristo, e incluso desbloquear algunas puertas para llegar allí.

Lo de seguir el rastro de sangre era curioso en un ambiente tan limpio. Una vez el Brandon había seguido en el barrio un rastro de sangre que le llevó a un agujero en la pared de un local tapiado. Dentro olía a mierda que echaba patrás, y había un yonki en sobredosis con el brazo abierto chorreando. No había nada que robar y fue frustrante, porque una vez su amigo el Miguelillo le birló a un yonki una bolsa con diez papelinas. Robar a un ladrón y to eso...

Pero el caso del centro comercial era distinto. Caminó con sigilo con el Kevin, en silencio y sin pelearse, a lo profesionales. Pequeños psicópatas. Al ver las huellas pensó que sería un perro, quizá bueno pa llevárselo al Pingüino, el que entrena perros pa pelea. Pero JODER, qué bisho más raro era ese. ¿Un perro? Y una mielda. Ni el cura del culto cuando se ponía bien histérico invocando a Jesucrilto había hablao de un demonio tan feo como ese, que él se lo imaginaba muy clásico con perilla de mago y patas de cabra.

Pero ni acojonarse ni hostias. En Las Vegas se veían mostros así to los días con la heroína. Sin dudar y sin miedo, agarró fuerte la chirla y se tiró palante chap chap chap chap chap a coser al bicho mordiéndose la lengua con rabia.

Le japiño el chaleco antibalas y pa la saca. Me lo pongo yo. La piscola también me la quedo, guardandola en la cinturilla del pantalón. Pa la saca también van el juego de llaves y la cartera, y los cargadores de dentro de la garita.

- Ay papa. Wihky dih - le anuncio al papa- Premo, mira...Una cosa dordenadoh. ¿Aonde ehtá er Crihto? Lo tíe que poneh por aquín. Sistema de control de puertas del patio - Lo último lo digo fisno, porque estoy leyendo. Miro todo, pero antes de tocar pienso. O lo intento. Que a mi el colegio no se me daba bien. Me decía el maestro que era dura de mollera, y yo le rajé las ruedas del coche. Dos veces. Luego el payo mierda del director me echó y ya no volví, ni a ese ni a ningún otro colegio.  Pero total, si poco después me casé, y el colegio hasta día de hoy no me ha servio pa na. Una cosa inutil, vamos.