Partida Rol por web

Los Monjes de la Nada

13 - Rumores Sombríos

Cargando editor
29/05/2009, 09:38
Director

Durante los últimos meses la vida de Nathan Rishford había cambiado considerablemente. Cada vez con más asiduidad su padre, el Conde Rishford, viajaba a Dhalion, la capital del reino, y pasaba allí largas temporadas enfrascado en lo que él llamaba "velar por nuestros intereses y asegurar el futuro del condado". Como resultado directo de ello Nathan se había visto inmerso cada vez más en las tareas diarias de gestión y gobierno del condado: mediar en disputas, dictaminar justicia, asignar órdenes a la milicia, supervisar la recaudación, asignar fondos… y un sin fin de tareas burocráticas que lo hastiaban hasta lo indecible. Cada vez disponía de menos tiempo para recorrer sus tierras, para cazar, para sentir la libertad de galopar sobre un pura sangre.

Sin embargo, en las últimas semanas varios acontecimientos insólitos se habían unido en una cadena de hechos inesperados que pasaba el límite de la casualidad. Y que habían atraído la atención de Nathan, como no podía ser de otra forma.

En primer lugar habían llegado al castillo numerosos rumores que hablaban de bandidos en los caminos. Según se decía asaltaban a los caminantes solitarios e incluso se habían atrevido a atacar un par de caravanas de comerciantes, las cuales solían contar con un buen grupo de espadas a sueldo. Nathan puso en aviso a aquellas personas del castillo que se veían obligadas a salir del mismo por su ocupación y ordenó patrullar los caminos que rodeaban el mismo, aunque sin éxito alguno.

Varios días después recibió la mala noticia de que una de las partidas de caza, formada por cuatro buenos hombres, capaces y conocedores del entorno, y que siempre suministraban al castillo piezas de calidad, había desaparecido sin dejar rastro alguno. Se daba la especial coincidencia de que Nathan conocía personalmente a uno de esos hombres, en su juventud habían compartido juegos, disputas y más de una pelea. Se organizaron partidas de búsqueda. Los hombres del conde pasaron cinco días buscándolos sin descanso por el bosque y las zonas de caza más habituales, pero no se encontró nada significativo.

Aquello facilitó a Nathan la excusa perfecta para alejarse, al menos durante unas horas, del salón de recepciones del castillo. Deseaba salir, hacer algo, y liderar una de las partidas de búsqueda era una oportunidad que no pensaba dejar escapar. Así, acompañado por ocho de sus hombres de más confianza aquel día cabalgaba por los caminos más alejados del castillo, a varias horas a caballo, con la esperanza aún de encontrar con vida a los cazadores. No los encontró, pero tuvo un encuentro de lo más extraño.

A media tarde observó a un caminante solitario avanzaba hacia él por el mismo camino por el que su grupo transitaba. Poco a poco la distancia se fue reduciendo hasta que llegó el momento en el que pudo distinguir los detalles de la figura que se aproximaba. Se trataba de un monje o, al menos, vestía como tal. Llevaba una túnica marrón que a simple vista parecía bastante pesada, y hasta se diría que incómoda, y caminaba con la capucha echada sobre la cabeza. Se apoyaba en un largo bastón de madera sin tratar, que más bien parecía una simple rama recién arrancada de cualquier árbol y que acababa en su parte superior enroscándose sobre sí mismo en una especie de espiral. Aunque parecía caminar sin levantar la mirada del suelo, lo más probable es que se hubiera percatado ya de la presencia de los soldados... u oído el sonido de los cascos de sus caballos.

¿Caballos? Acababa de darse cuenta de que había demasiado silencio.

Nathan se giró sobre su montura y los ojos se le abrieron como platos al comprobar que se encontraba completamente sólo. ¿Dónde habían ido sus hombres? ¿Cómo se habían alejado de él sin que se diera cuenta?

Notas de juego

Este encuentro tiene lugar varios días, o incluso semanas, antes de tu inicio en la partida, pero lo vamos a rolear por la relevancia que tiene. A esto me refería con los Flash-back: a situaciones que en lugar de relatártelas yo las vamos a interpretar, con idea de que las vivas en primera persona y sean más significativas una vez que alcances al resto de jugadores.

Cargando editor
01/06/2009, 09:43
Nathan Rishford

El cegador sol de media tarde baña mis ojos que, desafiantes, se habían posado en él. Su resplandeciente luz se refleja en mis rubios cabellos mecidos por la suave brisa de cara, alimentada por el ligero trote que llevamos...

Respiré hondo… respiré profundo…

La mayor parte del día había ya transcurrido, y la ardua batida amenaza con ser infructuosa… con acrecentar mi avivada frustración… mi contenido genio. Había procurado que éste no fuese demasiado evidente a mis buenos hombres; sin embargo, lejos habían quedado ya las animosas palabras de primera hora de la mañana… y el diálogo entre nosotros se había reducido al máximo, dando paso al hipnótico y vibrante ajetreo de los cascos contra el terreno.

Un lugar más en dónde inspeccionar, había acordado… el último antes de regresar a la tediosa burocracia del castillo que a buen seguro me esperaba con ahínco. Tantas horas… días… semanas había tenido que dedicar a esto último, que la prolongada cabalgata se hacía ya notar en mi deshabituado cuerpo… avinagrando aun más mi circunspecto rostro.

Habían transcurrido ya cinco días, y con éste media docena, desde que había ordenado organizar unas partidas de búsqueda; varias veces se recorrieron, sin descanso, las tierras a lo largo y ancho de todo el condado, bosques frondosos y florecientes prados, zonas habituales de caza y aquellas que no lo eran… terrenos tan familiares para mí, como lo podrían ser para cualquiera de mis hombres de confianza. ¿Cómo era posible que no hubiésemos conseguido hallar aun ninguna evidencia de lo que pudo haber sucedido, ningún rastro de los desaparecidos... ninguna noticia… ni tan si quiera un grupo de bandidos de los que se rumoreaba?, simplemente parecían haberse evaporado como si nunca hubiesen existido… y eso no era posible. Algún día aparecerían, y yo estaría allí para averiguarlo y, llegado el caso, rendir la misma justicia.

Respiré hondo… respiré profundo…

Por el momento no tenía nada… nada tangible contra lo que combatir; y todos y cada uno de los pasos que había dado, habían obtenido el mismo frustrante resultado. Aquello no lo podía permitir bajo ningún concepto, no saldrían impunes: asaltos en mis caminos, cada vez más atrevidos, incluso a grupos de caravanas con una pequeña milicia armada… la desaparición de aquel grupo avezado de hombres fue la gota que colmó el vaso. No sólo el mío, sé que muchos, aunque no osen decirlo ante mí, ruegan entre susurros el pronto regreso del Conde… como si mi padre fuese a liberarlos de este mal con uno de sus convincentes sermones. Con suerte, lo que si lograría es banalizarlo hasta caer en el pozo del olvido… yo no olvidaría, mi pozo estará siempre seco.

En mi atareada mente, sin poder evitarlo, flotaban además algunos recuerdos de mi tierna juventud, recuerdos compartidos con uno de aquellos hombres desaparecidos… Zack Morrison. Se puede decir que habíamos madurado juntos, hasta que las ineludibles obligaciones de ambos separaron nuestros caminos. Esos mismos recuerdos se verían salpicados, de vez en cuando, por otro más reciente: el de una madre llorosa y suplicante por recuperar a su buen hijo con vida. Su inesperada visita, ayer al atardecer, me decidió a arrancarme definitivamente de aquel trono ostentoso, al que parecía haber sido encadenado por un sinfín de aburridos papeles… algo que, a pesar de lo trágico de aquel llanto, agradecí en lo más profundo de mi ser.

Respiré hondo… respiré profundo…

En eso, bajo el destello del sol de poniente, emerge una solitaria silueta aproximándose, cuyos difusos contornos se me antojan, cuanto menos, extraños. Quizás por eso, inconscientemente, el talón de mis pies acarició con firmeza el vientre de mi montura, un joven semental tostado al que no había permitido castrarlo, para aligerar el paso a rienda corta. Su borrosa figura se fue esclareciendo ante mis tenaces ojos, que no la habían perdido de vista.

Entonces, aminoré ligeramente la marcha con un ligero toque en las riendas acompañado de un suave movimiento de caderas.

Un monje solitario, al menos eso era lo que parecía a priori, pues su penitente indumentaria así parecía estar delatándole. Sin embargo, había algo singular en él… algo indescriptible que no era el extraño bastón que portaba. De lo que no tenía duda, a pesar de que la capucha me pudiese velar por completo sus rasgos, es de que jamás lo había visto por mis tierras… aun así, sentí el deber de advertirlo del peligro acechante.

Enlentecí aun más la marcha, reduciéndola al paso…

Fue entonces cuando el inesperado abandono del trajinar de los cascos, me hizo presagiar que me hallaba sin mis buenos hombres: Argos, Travis, Baltar, Karl… y el resto de ellos. Desconcertado, volví la vista atrás, para averiguar lo que había sospechado mi instinto. ¿En qué momento había sucedido?, quizás me hubiese alejado demasiado… quizás, enfrascado en mis pensamientos, no había oído el aviso… quizás hallaron algo ineludible y se desviaron del camino. Sin embargo, por mucho que me esforzase en razonar, no dejaba de ser extraño… tan extraño como el solitario monje con el que me iba a cruzar… inmediatamente.

-. Buenas tardes, que sus días sean largos en la tierra... y sus ojos vean el doble.- Saludé cortésmente al extraño, con mi grave voz. Mis ojos, con una ligera sombra de desconcierto perdurando en sus pupilas, se habían afianzado en el hombre de humilde atuendo... intentando penetrar el oscuro velo bajo la amplia capucha. Me había detenido a su vera, a pesar del inusual inquietud que muestra el noble animal entre mis piernas. -. Debo añadir, además, que últimamente no es recomendable desplazarse en solitario por estas tierras...- Advertí en tono grave. -... pues se rumorea que, a pesar de los esfuerzos del señor de éstas, anida una banda de asaltadores.- Me aventuré a decir, basándome en la vaga información que disponía de los escasos testigos supervivientes a los asaltos y cientos de rumores*. -. No le conozco... nunca le he visto por estos lares, mi nombre es Nathan Rishford y algunos me consideran ese señor.- Me presenté con voz firme, y un cierto deje de orgullo. -. Ruego que, por seguridad, me permita acompañarle durante un tramo del camino.- Había decidido retroceder mis pasos por dónde había venido, con la idea de hallar a mis hombres. -. No es ninguna molestia, yo mismo debo retroceder por donde he venido, pues he de hallar al grupo de hombres que venían conmigo a caballo hasta no hace mucho.- Había maniobrado para adecuar al portentoso semental en dirección contraria. -. Me preguntaba si usted habría podido haber visto algo al respecto, no debían de ir muy atrás mío cuando vislumbré su figura en el horizonte... quizás abandonaron este camino poco después, sin yo percatarme.- Reconocí, aunque aquello, aun en mis labios, sonaba extraño... muy extraño. -. En caso de dar con ellos, me gustaría otorgarle una escolta ligera que lo acompañase el resto de su camino hasta tierras más seguras. Dígame entonces, ¿a dónde se dirige...?- Di paso a su palabra...

El bravo semental resopla inquieto... puedo sentirlo... y puedo decir lo mismo.

Notas de juego

*Edite la parte de los rumores (lo de información basada en rumores)

Cargando editor
08/06/2009, 10:31
Monje

El monje se detuvo frente al jinete, aunque no alzó la cabeza ni levantó la vista del suelo.

-Buenas tardes tengáis señor de estas tierras, sin duda mis días serán largos, mas mucho me temo que mis ojos jamás verán el doble - respondió como reacción al saludo del noble -. Nada se de vuestros hombres pues vengo de dirección opuesta a vos, lo lamento, así como siento igualmente tener que rechazar vuestra oferta de compañía y protección, me temo que mi viaje no permite demoras.

El misterioso monje permanecía con las manos metidas dentro de las mangas y la capucha de la pesada túnica bien calada hacia delante. Aquello, junto con el hecho de que Nathan se encontraba en posición elevada sobre su caballo impidieron que el joven pudiera percibir un solo rasgo de su rostro.

Cita:

Dígame entonces, ¿a dónde se dirige...?- Di paso a su palabra...

-Montañas inóspitas son mi destino, señor. Mi camino me conduce hacia las tierras que vos acabais de atravesar y me gustaría que me contáseis qué puedo encontrarme en ellas. Vengo de muy lejos y estoy buscando un valle. No se si lo conoceréis, le llaman el valle de Etith, es muy importante para mí llegar hasta él, mas desconozco la ruta que he de seguir. ¿Podríais quizás ayudarme?.

Seguía sin recibir señal alguna de sus hombres...

Cargando editor
09/06/2009, 04:03
Nathan Rishford

Mi circunspecto rostro se había torcido ligeramente contrariado... ligeramente más preocupado; cuando del oscuro interior de aquella profunda capucha, surgió la extraña voz que afirmaba no saber nada de los buenos y aguerridos hombres que me escoltaban. De inmediato, encaramado en lo alto del lozano y nervioso semental, mi vista se habían alzado hacia aquel incierto horizonte del que había procedido... al cual, seguidamente, me dirigiría...

¿Qué les había podido ocurrir?... ¿dónde se habían metido?... ¿acaso se habían evaporado?...

En mi mente, se afianzaba la certeza de que jamás me hubiesen dejado atrás... de que jamás me hubiesen abandonado por propia voluntad. Tal hecho alimentaba la creciente sensación de que algo extraño les había tenido que pasar. Sin embargo, no podía dejar de preguntarme de qué naturaleza sería el suceso para no haberme percatado en lo más mínimo.

El imponente horizonte se extendía apaciblemente ante mí, hasta dónde pudiese alcanzar la vista entornada. Nada, ni un turbio sonido... ni el traqueteo de unos cascos alejándose... ni el acero debatiéndose por la vida... sólo la voz de aquel desconocido monje que se deleitaba en palabras. Todo parecía tan calmo por fuera... todo tan removido por dentro...

-. Insisto...- Había regresado a él, con el tono firme y la mirada autoritaria... innegociable de aquel habituado a dictaminar. Ahí tenía la inflexible respuesta a su pregunta.-... le acompañaré, más ahora que ambos nos dirigimos en la misma dirección*.- No podía, bajo ningún concepto, desatender a mis hombres a sabiendas, o no, de que pudiesen estar en una aprieto. Si algo hay más valioso que la tierra, son los hombres leales dispuestos a morir por ella. -. Puede que sus ojos no vean el doble, pero los de ambos juntos estoy seguro que sí lo harán.- Afirmé con rotunda efusividad, haciendo referencia a mi anterior saludo. Aún no me podía creer que el extraño no hubiese podido ver nada teniéndonos de cara y el sol prácticamente a su espalda.

Mis labios chasquearon, a la vez que las riendas cedieron ligeramente su tirantez. Una simple caricia en el vientre del fornido semental bastó para que iniciásemos el paso... un paso lento y con garbo que fácilmente pudiese seguir mi acompañante.

-. El valle de Etith...- Murmuré, con intención de despertar el interés del extraño monje. -. Desde muy lejos decís...- Mis ojos lo habían inspeccionado con anterioridad, y salvo el extraño cayado de madera... no tuve más evidencia de ninguna de sus otros pertenencias. Quizás fuese la caridad el medio que sustentase la travesía. -. Dígame, por mera cortesía, ¿a quién debo el honor de acompañar en su periplo?...- Me mostré afable en las palabras, aunque mi rostro perdurase la máscara de sobriedad. -. ¿Y a qué lejano monasterio me habéis dicho que pertenecéis?...- Taxativo, conciso, aunque sin ánimo de que aquello fuese algo más que una simple conversación.

Mientras tanto, sin descuidar a mi acompañante, mis concienzudos ojos recorrerían el camino que no hace mucho había atravesado...

Notas de juego

*Digamos que Nathan pone rumbo a los Montes Perdidos, siendo ésta la respuesta indirecta a la petición de ayuda del monje.

Cargando editor
12/06/2009, 11:36
Monje

A pesar de las intenciones del noble y de que había girado su caballo para acompañar al Monje éste no se movió.

-Mi caminar es el de un hombre solitario, no puedo ni debo aceptar compañía. Con unas sencillas indicaciones me servirá, aunque por lo que deduzco el objeto de mi búsqueda os es desconocido. No podéis ayudarme pues... al menos no ahora ni en la forma que preciso. Quizás en el futuro me seáis útil, es posible - resultaba inconcebible el modo en el que podía haber logrado aquello, pero las palabras del monje, educadas y razonables, le sonaban a Nathan a pura amenaza.

El desconocido reanudó su caminar, levantando una mano para que el noble no le siguiera.

-Manteneos con vida joven Rishford, os visitaré en el futuro y os solicitaré la ayuda que ahora no estáis en condiciones de prestarme. Pronto, muy pronto. Vuestro padre no vivirá para siempre, ¿no es así?

Comenzó a caminar dejando tras de sí sus palabras hasta superar la posición del jinete y continuó su avance unos pasos más, sin embargo se detuvo a poca distancia. Se giró hasta encararse de nuevo con Nathan y apartó la capucha que cubría su rostro, de forma que por primera vez pudo ver su cara. Sus rasgos resultaban planos, carentes de toda emoción o sentimiento. Sus ojos eran completamente blancos, sin iris ni pupila y la piel que les rodeaba estaba ennegrecida, como si hubiese sido quemada. Parecía estar ciego.

Se mantuvo mirando fijamente a Nathan durante unos segundos y éste comenzó a sentirse extraño. No sabía qué le ocurría, pero podía notar como el Monje le invadía, sentía su presencia en él, en su mente, en su interior.

-Debeis disculpadme, pero el tiempo apremia. Debo partir, si, debo seguir mi camino. Mi búsqueda... y no puedo permitir que me sigáis, Nathan Rishford – sus palabras fueron como una orden para el jinete quien a pesar de intentarlo con toda su fuerza de voluntad no conseguía mover ni un solo músculo de su cuerpo. Su montura parecía sufrir el mismo tipo de trance que él, pues permanecía completamente quieta sin piafar ni removerse sobre el camino.

El Monje se alejó despacio y sin mirar hacia atrás en ningún momento, hasta desaparecer tras un recodo del camino. En ese momento, Nathan volvió a retomar el control de su cuerpo, aunque se encontraba algo confuso.

¿Qué había ocurrido? ¿Cómo era posible que aquel monje supiera su nombre? ¿Qué le había hecho? ¿Cómo había logrado doblegar su voluntad con tanta facilidad? ¿Y sus hombres?

Cargando editor
12/06/2009, 17:03
Nathan Rishford

La extraña sensación que me despertaron sus ilustradas e inesperadas palabras no sabría muy bien cómo definirla. Si bien su reiterativa negativa... su reticencia, más por inexplicable que por ofensa, me había contrariado sobremanera. Tampoco podría negar que, por su presuntuosa naturaleza premonitoria, me habían desconcertado. Además, me sería imposible obviar el sutil intento de coacción que entrañaba el singular timbre de su voz... al que todo mi ser había reaccionado instintivamente, como si de una velada amenaza se tratase...

¿Quién eres??... ¿cómo te atreves???...-

Antes de que pudiese oponerme con firmeza, me encontré con su atrayente mano negándome el paso... embaucando mi férrea voluntad...


Cita:

-. Manteneos con vida joven Rishford, os visitaré en el futuro y os solicitaré la ayuda que ahora no estáis en condiciones de prestarme. Pronto, muy pronto. Vuestro padre no vivirá para siempre, ¿no es así? -

-. ¿A qué os referís??...- El ardiente ímpetu de mi voz exigió un rápida explicación. Aquel último comentario había excedido el umbral de lo permisible. ¿Acaso había atentado contra la vida del viejo??... -. ¡Detente y responde!!- Sería mi primera y última advertencia.

Ruega no haber querido insinuar eso, o pondré fin a la vuestra miserable en este instante!!...

Se detuvo a unos pasos de mí, merced al firme mandato... o al menos eso creí entonces. Se volvió hacia mí pausadamente, para contemplar en mi severo rostro... en mi encendida mirada... la contenida certeza del implacable acero. Algo más de lo que yo pude apreciar en el suyo, repulsivo y carente de emoción, cuando al fin me fue revelado, tras despojarse de la profunda capucha.

¿Pero qué...????

Repentinamente me sentí inundar... anegar por aquella mirada vacía... inexpresiva... hueca; invadiendo mi mente... mi alma; relegando a mi férrea voluntad al confín de mis ojos que, impotentes, lo aguijoneaban con persistencia; dejando huérfano a mi cuerpo que, apresado... dócil... indefenso, ahora parecía responder únicamente a la suya usurpadora.

¿Qué clase de brujería me has hecho maldito??... ¿qué clase de demonio eres?... aggggghhhhhh... ¡libérame!!...-

Replicaba, una y otra vez, a las melodiosas palabras de aquel que se sabe vencedor... por el momento. Obstinado... combativo... indómito, a pesar de mi impasible y falsa apariencia exterior, estaba disputando encarnizadamente recuperar el gobierno de mi cuerpo. Y no sería hasta que lo vi desaparecer, con gran impotencia, tras un recodo del camino, que lo recobré... o quizás me fuese otorgado de vuelta.

Fue entonces cuando, extenuado y turbado, sentí el intenso dolor que irradian mis entumecidos dedos, que se habían agarrotado entorno a la lustrada empuñadura de mi espada.

¿Qué había ocurrido?... ¿De qué insólito suceso había sido testigo?... ¿Qué tipo de poderosa brujería había sufrido?... ¿A qué se había referido con aquellas palabras?... ¿Acaso la vida del viejo estaba en peligro?... ¿Dónde estarán mis hombres?...

Sus reverberantes palabras perduraban arraigadas en lo más profundo de mi aturdida mente. Aún así, debía ponerme en marcha de inmediato... debía priorizar mis actos, a pesar de lo que me pudiese estar gritando mi impetuoso espíritu.

Decidido, tomé con firmeza las riendas que acariciaban el pelaje del fornido semental y, espoleando con brío su voluntad, retomé el rumbo en busca de mis hombres, que habían desaparecido en extrañas circunstancias...

Cargando editor
18/06/2009, 12:55
Director

Notas de juego

Cita:

Me gustaría saber si hay algo inusual en las muertes (hablamos de los sucesos previos acontecidos en el condado de Rishford) , en las heridas inflingidas (tipo de arma: si natural, filo, flechas, etc...), si robaron o no la mercancía (desvalijaron, registraron en busca de algo), si los asaltos predominan en una área más o menos definida del condado o una ruta en particular...

Las muertes se produjeron por todo tipo de armas: de fijo, contundentes, etc... algunos incluso murieron a base de puros golpes. Quizás lo más extraño de todo en lo referente a estos ataques es que el número de víctimas era muy inferior al número de hombres que se esperaba que viajasen en dichas caravanas. O dicho de otra forma, había menos cadáveres de los que debería, lo que indica muchos desaparecidos.

Mis felicitaciones, un gran post el último.

Cargando editor
18/06/2009, 12:58
Director

Retrocedió parte del camino que había horadado con anterioridad aún con la sensación de vértigo que le había dejado el encuentro con aquel misterioso monje. El sudor se acumulaba en su frente, el sol le cegaba inmisericorde. Aquel contacto, aunque momentáneo e intangible, le había agotado.

Aún así siguió avanzando. Buscaba huellas o alguna señal de lo ocurrido a sus hombres, y ésta llegó en forma de sonido. Tras coronar una suave loma el viento le trajo el eco de un entrechocar metálico que únicamente podría ser producto de un enfrentamiento armado. A ello se unió con presteza el relincho nervioso de los caballos y los gritos, dolor y furia por igual, de los hombres.

Cargando editor
18/06/2009, 13:29
Nathan Rishford

Sea lo que fuese que me hubiese hecho aquel maldito demonio, había dejado su impío sello en mi turbada mente... en mi debilitado cuerpo que, por momentos, amagaba con ceder al vaivén del apurado y difuso traqueteo.

La visión se me enturbiaba, aún más, con cada brusco movimiento de la cabeza, a pesar del gran esfuerzo que ejercían mis entornados ojos en enfocar el borroso y cegador mundo que se ceñía opresivamente sobre mí.

El sudor de mi cuerpo se había convertido en riadas de pegajosa sal que anegaba mi piel... mis cabellos... procurando destilar, a duras penas, aquel sacrílego veneno que me había sido inoculado. Y las prendas se adherían sobre mi carne como una rígida e invencible carcasa que limitaba cada uno de mis movimientos.

Aquel zarandeo se había convertido en un auténtico suplicio. Y aún así, lejos de claudicar, perseveraba en mi obstinado empeño: que no era otro, que hallar con urgencia a mis buenos hombres... hombres leales y fieles a esta mi querida tierra.

Sequé con el dorso de la mano el acuciante sudor que perlaba mi frente, y empañaba molestamente mis afilados ojos... el turbio y claro color verdemar que, según dicen, había heredado de mi difunta madre.

En ese lamentable estado, había retomado la mayor parte del eterno camino... sin hallar rastro alguno. Y no sería hasta que coroné un suave remonte, que percibí señal alguna de su posible paradero.

Son ellos...

Había reconocido en la distancia sus combativos gritos, debatiéndose a vida o muerte, en el fragor de una encarnizada contienda. Todo mi cuerpo, cada músculo que en él habita, se tensó de inmediato ante aquella singular llamada, alimentado por el inminente clamor de la batalla... del acero... del hombre... de la bestia interior... de la lucha despiadada por la supervivencia. Y aquella familiar sensación que me embargaba se extendería, contagiando de igual forma a mi soberbia montura, el joven semental tostado: obugandi.


Cita:

-. Manteneos con vida joven Rishford.-

Irremediablemente, en aquel instante, aquella sibilina voz acudió a mi envenenada mente como el más hiriente de los aceros... consiguiendo únicamente alentar aún más a mi inquebrantable y apasionado espíritu.

No cedería ante aquel demonio... no cedería ante su impía voluntad...

La intensa y entornada mirada se me había acerado, desprendiendo el mismo brillo que refulgía la imponente hoja de mi espada, nada más abandonar con dulzura su plácido nido. El melodioso sonido de su roce... de su vuelo inundó mis tímpanos, eclipsando por un momento el jadeante estridor agónico de la lid.

La certeza del acero se hizo entonces muy presente, y lo acepté sin contemplaciones, para sellar mi destino junto al de mis fieles hombres... aquí... allí... dónde sea... por ésta nuestra tierra. Y con la misma vehemencia que abracé aquella certeza, con la misma determinación, aferré con vigor la empuñadura de la espada y apreté las mandíbulas con tremenda fuerza...

Al diablo con el diablo... Yo soy un Rishford; esos son mis hombres y éste mi hogar...

Espoleé con bravura... con impetuoso coraje al imponente y nervioso semental, dando rienda suelta a todo su enorme potencial, que haría retumbar la misma tierra que devorábamos a cada zancada. Ambos descendimos al galope la colina en pos de aquellos hombres... en pos de aquel irrechazable destino, levantando a nuestro paso una polvorienta estela de guijarros...

Atrás había quedado la debilidad... la flaqueza...

Notas de juego

Listo, a ver qué sucede ahora.
Ideas que me gustarían:
-. Una especie de beneficio motivacional en combate para influir en los demás(en plan bardo d&d).
-. Ser bastante ducho en combate desde una montura.
-. Tener un caballo de guerra.

Cargando editor
14/07/2009, 11:03
Director

Los sonidos se fueron concretando. Un hombre había caído gravemente herido. Los árboles se aproximaban, la batalla tenía lugar tras ellos.

Gritos que impelían a permanecer juntos, a cerrar la formación. Nathan reconoció la voz de Garsh Urie, uno de sus hombres de confianza, aquel que debía tomar el mando en su ausencia. Los árboles se aproximaban... ¡demasiado despacio!

Garsh trataba de desplazar a sus hombres, situar la espesura a sus espaldas. Entrechocar de metal. Gritos de rabia. Los árboles se aproximaban entre el temblor de la carrera de su montura.

Un nuevo hombre herido, de nuevo Nathan reconoció a quien pertenecía la voz... y cayó en la cuenta de un detalle que lo dejó perplejo: tan sólo se escuchaban los gemidos, gritos y maldiciones de sus hombres. Nada llegaba hasta él del enemigo, ningún sonido aparte del entrechocar de armas y escudos. Los árboles se aproximaban.

Por lo que podía deducir sus soldados se enfrentaban a un enemigo muy superior en número. Garsh insistía en retroceder hacia la maleza, dejando ésta a sus espaldas.

Finalmente alcanzó la arboleda y la rodeó.

Ante él se abrió una zona despejada, una loma con pendiente suave coronada por un bosquecillo de eucaliptos. Hacia él ascendían en posición defensiva sus soldados, sus compañeros. Entre ellos y su posición al menos treinta hombres avanzaban a pie cercando a los defensores, enarbolando todo tipo de armas, desde espadas hasta rastrillos de granjeros y simples palos.

Cargando editor
22/07/2009, 02:50
Nathan Rishford

Mis jadeos entrecortados se confundían con los nerviosos resoplidos y relinchos que emitía el impetuoso semental, contenido bajo mi espigado cuerpo. El retumbar de los cascos sobre el terreno había cesado, pero no en mis oídos... no en mi azotada mente…

Había bordeado apuradamente, a los lomos del portentoso Obugandi, la espesa arboleda de eucaliptos que coronaba la leve pendiente, tras la que parecía anidar el fragor de la encarnizada batalla.

Antes de tomar aquella decisión táctica; había podido percibir, al otro lado del follaje, el clamor del acero imponerse a los reñidos gritos de mis combativos hombres, que parecían estar siendo embestidos por una misteriosa marea silenciosa. Entre ellos, la grave voz de Garsh, rugiendo órdenes sin cesar a los aguerridos hombres a su cargo, pretendía impedir cualquier tipo de fisura fatal en la formación.

Presumiblemente superados en número, estaban siendo forzados a retroceder hacia la frondosa arboleda, cada vez más cercana.

Ante aquella delicada situación que se me brindaba; me había visto obligado a sacrificar algo más que tiempo, para tomar una posición estratégicamente más ventajosa y afrontar el cruento combate con mayores garantías.

Al hacerlo, un lastimero grito de agonía a mis espaldas había atravesado mis tímpanos... acuchillando mi férrea conciencia... espoleando mi colérica determinación... tal era su filo... tal como el mío...

Uno de los míos, el joven Adam, había caído... y yo tuve que imprimir todo mi pundonor... todo mi coraje en el obstinado avance, para que la lacerante culpa no me hiciese desfallecer en aquel momento.

Y ahora, arrastrando la amargura del sacrificio conmigo, contemplaba como, ante mis azorados ojos, se abría la suave y despejada ladera en la que estaba teniendo lugar la sangrienta contienda.

¡Maldición!!.

Tal y como había supuesto, superados en número, mis aguerridos hombres estaban siendo arrinconados hacia la arboleda por el ferviente empuje de sus silenciosos atacantes. Sin embargo, más allá de lo puramente visible, mis sagaces ojos pudieron desentrañar el extraño patrón que comandaba aquellas ánimas...

¿Qué estaba sucediendo???... ¿Qué diablos ocurre??...

Las mandíbulas se tensaron en mi contraído semblante, y sentí como mi impotente mano se entumecía, cada vez más, alrededor de la empuñadura del implacable acero, cuyo fulgor teñía mi mirada.

Nada comparable con el dolor y la rabia que habían estallado en mi interior...

Seas quién seas... juro que pagarás con tu propia sangre por esto...

Aquella extraña y variopinta turba... aquella silenciosa y rabiosa marea de gente precariamente armada... era la savia misma que nutre nuestra tierra, el valioso pueblo que juré proteger, y que incomprensiblemente parecían haberse rebelado contra su propio regente. Sin embargo, instintivamente, mi rabia no iba encaminada a estos... pues el extraño comportamiento que regía sus insensibles cuerpos me resultaba, por propia experiencia, vagamente familiar...

¡Despreciable cobarde!... ¿Dónde estás maldito demonio???... ¿Dónde te escondes???...

Deduje que no debía andar muy lejos... sabía que debía estar cerca para poder volcar su impía influencia, y mofarse a su vez de mi pasiva indulgencia... viendo a mis aguerridos hombres morir a manos de mi propio pueblo, reclutado por aquel perverso veneno que anula la voluntad.

Mientras tanto... con ese único fin; mis afilados ojos, cargados de ira, recorrerían por un momento el despejado lugar... acuchillando cada recóndita sombra... desmembrando cada posible refugio, incluso barriendo los cielos, en busca de aquel sospechado diablo que había embrujado a mi pueblo.

Mi propio hogar había sido mancillado…

Notas de juego

Nathan, a pesar de la delicada situación, se deja guiar por su instinto y todo lo sucedido; desde el extraño encuentro con el monje, hasta los desconcertantes ataques en su territorio.

-. En primera instancia, busca fervientemente el origen de aquella locura. Basándose en su propia experiencia de cuando el monje "perdió" la anulación mental al perder contacto visual o alcanzar una determinada distancia. (prioritario)

-. Si encuentra algo sospechoso, cargará contra él... con el fin de liberar a su gente poniéndole fin o al menos desconcentrándolo.(pendiente de confirmar)

-. Si no topa nada, entonces no le quedará más remedio que cargar contra su propio pueblo... la extraña turba. Cargará por el centro, barriendo todo cuanto topa a su paso, con intención de dividir a la masa. Y a viva voz comandará a sus hombres, relegando a Garsh. (pendiente de confirmar)

En cualquier caso, prefiero que me des una información más o menos somera sobre el primer punto. Los otros dos son un pequeño adelanto pendiente de confirmación tras la informacion.

Por favor, podrías borrar el resto de post meramente informativos. Los tengo copiados en notas para consultar si es preciso. Gracias. (Descubrirás que soy un poco maniático para algunas cosas XD)