Partida Rol por web

Advirtiendo la maniobra del caballero, que parece haber por fin salido del atolladero, Deron espolea a Nocturna, en la dirección en que la turba tendrá que retirarse, si no quieren ser arrollados por la maniobra del luchador desconocido. Sabiendo que no aguantará mucho sobre las grupas de su yegua, su única posibilidad reside en atravesar la línea de asaltantes, haciéndoles tropezar consigo mismos al tener que esquivar dos torrentes distintos de pesado músculo animal, o ser pisoteados.

Sabiendo de qué lado deberían de quedar los enajenados, Deron protege su reciente herida con su escudo, de cualquier nuevo impacto. Una punzada de dolor más podría marearlo y tirarlo por tierra.

Solo esperaba que Ayban entendiese su maniobra y pudieran aunar esfuerzos. Aun no sabía nada de aquel desconocido, que podía estar muy lejos de entender un movimiento de caballería ligera de ese estilo.

Los dos jinetes se cruzaron al galope sobre sus monturas. Los caballos golpearon en su carrera a aquellos hombres que fueron demasiado lentos como para apartarse a tiempo y en unos instanes se había formado un claro, libre de enemigos, que permitió a los dos improvisados aliados acercarse y decidir su suguiente movimiento.

Sin embargo, no había tiempo para discutir sobre ello. Los caídos comenzaban a levantarse y aquellos que se habían apartado para evitar la embestida se agrupaban ya para volver a atacar.

Había que actuar.

-Su cuerpo ya no obedece a su mente, forastero; son como perros rabiosos. Avancemos a la par y cubrámonos con los escudos el flanco.- dice Deron, poniendo su lado herido resguardado por el del caballero -Si no salimos de aquí, acabarán por tirarnos a alguno, y entonces no habrá quien nos saque.- añade con un gesto que denota formación militar.

Parece presto a espolear a su caballo hacia el frente, mientras elige el flanco que los llevará de camino al pueblo:

-Ataca hondo y al frente mientras pasas, pero preocúpate más de tu guarda. Puede que no se aparten y te interesa ponérselo tan fácil como puedas a tu caballo. Nos daremos sombra por el lado desprotegido.- dice antes de comenzar la maniobra de "cuña" con tan solo dos jinetes.

Había que salir de allí como fuese, y no tendrían otra oportunidad mejor que aquella, con el enemigo aún un poco desconcertado por el embite de ambos caballos.

Avancemos al galope - contesto asintiendo con la cabeza ante las palabras del desconocido - que no tengan tiempo ni para saber qué les arrolló.

Intentando mantenerme a la par de aquel hombre, preparo las espadas que utilizaré como ataque y defensa, ya que aquel no era el momento de intentar colocarme el escudo...perdería un tiempo precioso que no tenía...tendría que valerme con el filo de aquellas hojas que hasta el momento me habían servido bien.

Incluso inmerso en el combate, mi mente comienza a planear el siguiente paso tras la lucha....debo volver atrás y avisar al grupo que me sigue...o serán sorprendidos por alguna emboscada similar a la actual.
Olvidada queda ya la que era mi misión.

Los dos jinetes se alinearon, sus dos monturas se miraron por un instante y piafaron nerviosas. Presentían lo que se avecinaba, notaban la tensión de aquellos que menajaban las riendas.

Los dos hombres se lanzaron a una carga épica, por sus propias vidas, una carga de dos hombres. Frente a ellos, los atacantes iban cerrando filas, estrechando el cerco.

Los talones tocaron el flanco de los caballos en el mismo momento y salieron al galope sin el más mínimo atisbo de duda, a un lado el escudo, al otro las dos espadas.

El choque fue brutal, únicamente la firmeza de los jinetes evitó que los caballos eludieran el impacto y se desviaran de su camino. Varios hombres salieron despedidos, el sonido fue horrendo, huesos rotos y el entrechocar de piezas metálicas. Tan sólo duró un momento, pero de tal tensión que llegaron a pensar que no pasarían. Pero lo lograron.

Un instante antes estaban rodeados de enemigos y al siguiente, tras el duro impacto, galopaban a través de un camino abierto.

Se permitieron una rápida mirada tras de sí. Los hombres los seguían en la distancia. De improviso Deron se ladeó y a punto estuvo de caer, pero la mano presta de Ayron le sostuvo sobre la silla de Nocturna. La herida comenzaba a hacer mella en él.

Llegaron al primer recodo del camino con bastante distancia de por medio con sus perseguidores, mas lo que encontraron les hizo refrenar brúscamente a sus caballos.

Frente a ellos, saliendo del bosque había una numerosa agrupación de hombres de todas las edades, armados con cualquier tipo de objeto que pudieron encontrar. Había jóvenes que sólo con cierta permisividad se les podía catalogar de algo más que niños y ancianos que pasaban ya con largo la edad de combatir. No obstante muchos de ellos también eran hombres fuertes y sanos. A primera vista podrían ser quizáss cuarenta o cincuenta y bloqueaban por completo el camino hacia Conira. En sus ojos podía observarse aquel brillo de odio que ya vieran en los atacantes que acababan de dejar atrás. De entre la turba destacaba por encima de todos ellos un jinete situado en el centro mismo del camino. Su caballo era bruno y de gran alzada. Vestía una cota de mallas del color de la noche y el brillo que emitía recordó a los dos jinetes vagamente el fulgor de las estrellas. Su rostro estaba cubierto por un gran yelmo completo que imposibilitaba ver ningún rasgo de quien lo portaba.

-Sea lo que sea lo que estés pensando, no podemos pasar por allí. Ven, sígueme.- dice el jinete herido, girando un cuarto de vuelta y guiando a su caballo hacia la foresta -Los perderemos en el bosque; conozco estas tierras como si las hubiera labrado yo mismo. Si conseguimos llegar al cero al menos tendremos una perspectiva de lo que ocurre y de cómo descender a Conira.- termina, antes de trotar hacia los árboles, sin olvidar un suspiro de dolor e incomodidad.

Aquello que sucedía a mi alrededor parecía un sueño...o más bien una pesadilla...era como si todo un pueblo, repleto de gente totalmente normal, se hubiese levantado en armas contra todo lo que se moviera...y en ese instante lo que se movía éramos nosotros.

Mis ojos se centraron en la única figura que destacaba precisamente por la diferencia que existía entre ella y el resto de hombres mal pertrechados que le rodeaban....aquel caballero que ocultaba su rostro bajo la tapa metálica de un yelmo podía ser la causa de lo que ocurría o simplemente una víctima más, porque a estas alturas ya me iba haciendo una idea de lo que ocurría...aunque me pareciera una locura....aquella gente parecía poseída por alguna fuerza que les llevaba a actuar como criaturas sanguinarias.

No puedo acompañarte hacia el bosque - respondí al escuchar las palabras de aquel hombre que se había convertido en compañero de armas - Es necesario que regrese por el camino que he venido, pues soy la avanzadilla de un grupo que me sigue y que debo avisar antes de que caigan en una emboscada como la nuestra.

Miré la fea herida que mostraba en su pecho y que no dejaba de sangrar - Y tú necesitas cuidados o morirás....ahora no puedes perder el tiempo entre árboles y matorrales. Acompáñame y quizá aún tengas una posibilidad.

-Lo que no puedo es volver a levantar la guarda con este brazo en otro enfrentamiento, antes de hacerme un cabestrillo. Sígueme. Daremos un rodeo y volveremos.- insiste el jinete mientras se adentra en la fronda.

Volví el rostro en dirección al lugar por donde encontraría a mis compañeros....qué extraño, excepto a Ónemar, al resto los acababa de conocer y sin embargo sentía una responsabilidad para con ellos....no me perdonaría que por mi retraso ellos pudieran caer en una emboscada y sufrir algún daño....pero no tenía otra opción, pues para mi resultaría bastante complicado atravesar nuevamente aquella barrera humana sin un apoyo al lado.

Está bien - accedí finalmente - vayamos a la foresta, pero si tan bien conoces estas tierras, ayúdame a interceptar a aquellos a quienes quiero avisar...ellos podrán ayudarte con tu herida.

Con una última mirada hacia el caballero que parecía comandar aquella turba de descerebrados, seguí al desconocido.

Los dos jinetes se internaron en la espesura en un intento de escapar del cerco en el que se hallaban. La ventaja que podía suponerles el ir a caballo en caso de encontrarse en un terreno llano o sobre un camino, se esfumó al instante una vez que enfilaron la pendiente de la ladera. La gran cantidad de árboles y arbustos que poblaban la zona, así como el suelo pedregoso y de gran desnivel, provocó que su avance fuera lento y trabajoso.

Desde un pequeño remonte despejado pudieron observar que el grupo principal no se había lanzado en su persecución, se mantenían en el camino, reunidos entorno a aquel misterioso caballero. En cambio, los seis hombres que aún resistían en pie desde el primer enfrentamiento se habían lanzado a la carrera, pendiente arriba tras de ellos. Parecía como si les fuera la vida en no dejarles escapar. Teniendo en cuenta la dureza del terreno, que incluso les obligaba por tramos a bajarse de los caballos y guiarlos a pie, y que la herida de Deron iba poco a poco minando sus fuerzas, no resultó extraño que conforme avanzaban, en lugar de ganar terreno, lo fueran perdiendo. Aún les mantenían a distancia, pero sabían que no podían continuar mucho tiempo a este ritmo ladera arriba.

Deron susurra quedamente, acosado por el cansancio y el creciente dolor en el hombro:

-Rápido, si conseguimos llegar al Cerro del Águila antes de que nos alcancen, tendremos una posición elevada y rocosa que defender. Desde allí un camino parte hacia Conira, por el que podremos cabalgar, si nos agobian, o podremos dar un rodeo al sur, en busca de tus compañeros.- explica el guerrero herido -En la cabaña del promontorio tengo gasas limpias. Si consigo sujetar esta punzada, tal vez pueda manejar el arco desde la elevación.- añade señalando al costado de su caballo, en el que hay un arma de tejo de excelente calidad y aspecto recio.

Los vaivenes del caballo eran un suplicio a ojos vista para el guerrero, cuya cota de mallas poco había podido proteger del golpe bajo del campesino. Si no la trataba pronto, caería por la pérdida de sangre. Afortunadamente la lluvia estaría limpiando la herida, que inteligentemente había dejado al aire, para evitar que se le infectara, mientras ascendían. El golpe parecía limpio; no había desgarro, pero la molestia duraría varios días, aunque podría manejar el brazo, muy posiblemente. Si en vez de una punzada hubiera sido un tajo... bueno, podía olvidarse de su siniestra entonces.

-Si puedes defender la puerta de la cabaña cuando lleguemos, no tendrás que preocuparte más que de dos a la vez. Con un buen arquero cubriéndote a la espalda, posiblemente todo acabará pronto.- anima Deron, casi para convencerse a sí mismo.

Entre tanto, se libra del escudo y lo coloca a su espalda, tratando de liberarse el brazo de toda molestia. La maniobra casi lo hace caer, pero consigue mantenerse en su sitio a duras penas.

Lanzaba miradas hacia atrás para controlar la posición de aquellos que nos perseguían...finalmente parecía que la idea de internarse entre la foresta podía convertirse en funesta, pero tampoco habían tenido muchas más opciones entre las que elegir, así que no servía de nada lamentarse, sino avanzar con la esperanza de conseguir ganar terreno como fuese.

Entonces llegaron las palabras de aquel hombre que parecía conocer aquellas tierras...y su frase lo demostró con creces...si era cierto que poseía una cabaña en las alturas, tal vez aún les quedase una oportunidad de resistira, aunque fuese por un tiempo.

Podré defender la puerta - respondí finalmente - aunque esos hombres son algo extraordinario, pues no se frenan ante las heridas e incluso sacan fuerza de ellas.

Aún no podía comprender cómo podían seguirnos a semejante velocidad con las graves heridas con que habían sido inflingidos algunos de ellos, pero al menos su número no había aunmentado, sino que seguían siendo seis.

Pero debemos darnos prisa - añadí - o no habrá puerta que defender.

Me incliné hacia el caballo de mi acompañante y tomé sus riendas, para posteriormente acercar mis labios al oído de mi propia montura, incitándole con palabras suaves a aumentar el paso en aquel ascenso del que dependía nuestra vida.

El soldado apenas ha llegado a él preocupado, cuando Deron acababa de vendar su herida rudimentariamente, tras desinfectarla. Parecía que el veterano sabía lo que hacía... no era la primera vez ni la segunda que colocaba un apósito. Mientras terminaba su trabajo, agitó la cabeza de un lado a otro, sin levantar la vista de lo que estaba haciendo:

-En medio de esta tormenta y a esta distancia, es imposible... Incluso de día sería una labor de titanes.- comienza negativo el lugareño -Pero puede que sí que haya una solución.- arroja una esperanza seguidamente -Corrígeme si me equivoco, pero la comitiva parecía de soldados. Si han recibido entrenamiento militar, posiblemente reconocerán un toque de retirada. Lanzaremos una bengala y usaré mi cuerno.- dice señalando a la alforja derecha de su caballo -Enciende un fuego en la chimenea para la flecha y lo haremos; hay acero y pedernal en mi montura. Si hay suerte, las llamas se les marcarán en la noche y reconocerán el toque. Si no comprenden lo que queremos decirles, al menos lo harán cuando descubran al contingente.- termina, volviendo a centrarse en la punzada.

Ayron pronto consigue avivar quedamente unas llamas, mientras Deron termina de organizarse el bendaje. Sus acosadores ya golpeaban en el portón a esas alturas, que pronto cedería. Deron se giró hacia el luchador y le señaló la puerta:

-¡RÁPIDO, VA A CEDER! Mantén la posición y déjame el resto a mí. Saldremos de esta.- anima finalmente el arquero, con voz muy "oficial"; está claro que no es la primera vez que da una orden militar, ni que alienta a un soldado.

El viento y la tormenta azotaban el refugio con la misma violencia que los brazos que golpeaban insistentemente la puerta. Tras de ella, el caballero Ayron Derkbald aguantaba con su peso y todas sus fuerzas, ofreciendo un poco de respiro a la maltratada madera que difícilmente era capaz de contener los envites del exterior.
Había conseguido encender el fuego justo antes de que llegasen sus perseguidores, quedándole el tiempo justo para situarse tras la puerta. Ahora tenía que conseguir el tiempo suficiente para que Deron pudiera lanzar la flecha incendiaria por una de las ventanas y hacer sonar su cuerno en señal de retirada.

La herida ralentizaba los movimientos del soldado que no obstante se afanaba en cumplir con su cometido en el menor tiempo posible. Éste sin embargo transcurría demasiado lentamente para el caballero Ayron, que no sabía cuanto tiempo iba a ser capaz de aguantar el empuje de los atacantes.

Finalmente la flecha surcó el aire como una solitaria estela de luz que pretendía herir las mismas nubes y penetrar en su negrura. Alcanzó su cenit y descendió luego en una caída arqueada hacia la espesura. Mientras, el cuerno del soldado comenzó su letanía de aullidos y tonos que recordaban vagamente al toque de retirada. No fue todo lo fidedigno que le hubiese gustado, pero quizás la tensión, quizás su debilidad, provocaron una más que evidente distorsión de las notas. ¿Sería suficiente?

La madera crujía por el esfuerzo encontrado entre los golpes de fuera y la tensión que mantenía aún la puerta en su sitio....no podría aguantar mucho más....si funcionaba o no el aviso de la flecha ardiente y el cuerno, no importaba ya....ahora les tocaría enfrentarse a sus enemigos, sin que la esperanza de recibir ayuda interfiriera en sus golpes.

Prepárate - le dije a mi improvisado compañero - pues no puedo aguantar más sus embites.

Manteniendo la puerta cerrada sólo con la fuerza de mis hombros, extraigo las espadas de sus vainas, intentando acompasar la respiración y buscar si por alguna casualidad, existe una cadencia en la letanía que producen los puños de los enemigos....si existiese, aprovecharía la ocasión en que hubiese un instante de descanso para apartarme y colocarme frente a ella.....el primero en entrar sería el primero en caer, ahora ya no había opción, era un combate a muerte.

Aliviado de dejar por fin descansar su siniestra brevemente, Deron agitó el brazo dormido mientras dejaba caer el cuerno en su hombro. En una zancada llegó hasta detrás de Ayron, mientras preparaba ya una flecha lista para detener al primer engendro que cruzase la puerta en el sitio. Si Deron podía mantenerlos lo suficiente en el quicio, el guerrero daría mejor cuenta de ellos:

-Ayron, los miembros cercenados no blanden armas, independientemente de las heridas que aguanten. Olvídate de sus estómagos; tienen manos sin guantelete.- indicó el veterano.