Partida Rol por web

Mientras Manolito aún volaba por el aire, aquel tipo luchaba en medio del cadalso y los reos. Sin embargo estaba en el otro extremo de la posición de Fink y Ahab, por lo que no pudieron verle el rostro (tapado con la capucha e inmerso en tanto aspaviento de violencia). Un soldado del cadalso fue apuñalado en el cuello y cayó del mismo hacia el suelo (retumbando bien dicho impacto) y luego Hernando, acudiendo entre la gente que se agolpaba para huir de aquellas ratas que no dejaban de emanar, avanzó con su sable y le hendió su hoja de parte a parte a otro de ellos. El soldado, estaba junto a las escaleras del cadalso y cayó también a ún lado, por lo que el bribón subió las escaleras y desató las cuerdas de sus compañeros, quienes se estaban revolviendo de aquellas sogas...

Instantes después, liberados vosotros tres, a su vez liberásteis al capitán Barbeau y los otros varios compañeros de la Libre Parda condenados a la horca. Éstos, a su vez (junto con la inesperada ayuda del encapuchado), lográsteis reducir a los soldados que había sobre el cadalso y delante de él, (de hecho el encapuchado de la capa oscura lanzó  por los aires al último soldado francés, haciéndolo caer junto al reguero de ratas (que aún emanaban de allí, con suma fuerza y sin apenas esforzarse).

Aquella figura, entonces, gritó a Barbeau, en el otro extremo del cadalso.

¡Barbeauuuuu! ¡Navega a toda vela hacia el este! -después saltó del tablado hacia una ventana enrejada en la fachada más cercana, y escaló con suma gracilidad hasta el tejado de dicha vivienda, desapareciendo por los tejados...

Aún reinaba la confusión entre el lugar, la gente seguía gritando, los pocos soldados en los laterales de la plaza trataban de sacar al gobernador y su familia a golpe de empujones y Marigot era un hervidero de roedores en una situación totalmente insólita. El capitán se extrañó por las palabras de aquel tipo (sabía su nombre), pero enseguida reaccionó en un alarde de supervivencia.

¡Rápido! ¡Hay que volver al puerto! ¡Tomemos a Liebre y salgamos de aquí, o vendrán más soldados! -y tanto el capitán como el resto de marineros saltó del cadalso; y junto a otros que había en el público (al igual que Hernando) comenzaron a correr calle abajo, hacia el puerto de la ciudad costera...

En esos momentos Manolito volvió al hombro de Hernando. 

¡Oooh! ¡Mala cosa, amigo! ¡Mala cosa!* -repitió sobre el hombro-.

Según llegó su colega Manolito, y tras haber desatado a sus compañeros, tocaba salir corriendo de allí. -Así es Manolito, mala cosa, pero podría haber sido peor.-Y dirigiéndose a sus compañeros.-Corramos al barco, antes de que nos vuelvan a coger. ¿Quién es ese encapuchado? Gracias a el estamos vivos, algo querrá de nosotros.-

Y corrió tanto como pudo, para tratar de alcanzar el barco lo antes posible, sin dejar de ayudar a sus compañeros, que justo se habían quitado la soga del cuello.

— ¡Maldita sea, español, tu loro va a atraer la mala suerte, hablando como habla...! — se lamentó Fink haciendo el signo de la cruz varias veces sin dejar de correr. El viejo tenía un fuelle sorprendente en aquel tipo de situaciones. — Tened todos por seguro que algo querrá de nosotros el encapuchado ese. ¡Seguro que es el Diablo...! Peleaba como si estuviera endemoniado, y las ratas, ¿de dónde salieron, eh? — seguía, sin dejar de correr junto a los demás.

En cuanto tuvo las manos libres, Mark alzó los brazos y golpeó el suelo de madera con un descendente machetazo doble de puños.

 - ¡Os hundiré con vuestro maldito puerto, franceses andrajosos! -bramó cual oso enfadado. Se quedó boquiabierto cuando vio al encapuchado subir por las paredes de aquella manera- por los calzones del mismísimo van der Decken... magia negra -y escupió en el suelo moviendo las manos como si sacudiera el polvo de su viejo abrigo.

Escuchó las palabras del capitán y , aun mirando con ganas de gresca a uno de los soldados que escoltaban al gobernador, se giró y corrió junto a sus camaradas al puerto.

 - ¡Si es el Diablo, seguro ha venido a por ti, Viejo! ¡Apostaría un cargamento de ron a que le debes algo!

Mientras cruzaban las calles, Mark reconoció a un ciudadano subido a un barril huyendo de las ratas... el malnacido que le había lanzado la botella a la cabeza. Sin dejar de correr, desvió un poco el rumbo y le propinó un mazazo en la cabeza con un puño más grande que su cabeza.

 - ¡JÁ! Ya quiero escuchar la saloma que Ghunter habrá compuesto con estos sucesos -Mark corría y reía con profundas carcajadas, con la energía de un animal recién liberado de su cadena.

Fink hizo repaso mental de los motivos que podían hacer que el diablo fuera en su busca. Ciertamente, le buscaba tanta gente y enumeró tantos motivos que prefirió no seguir por ahí, pero no pudo reprimir el escalofrío.

Volvió a hacerse el símbolo de la cruz varias veces más, sin parar de correr.

— ¡Dios me libre de tener negocios con Belcebú y su magia negra! Que a mí nadie me busca ni me persigue, ni he dado motivos siquiera al demonio. Pero yo digo que cuando apareció quise oler con mi nariz el olor del azufre... ¡Y como hombre de ciencia que soy, os digo también que bien sé cuál es su olor! Ya veremos si esa saloma que dices no la cantará Ghunter mientras descendemos al báratro... — se lamentó Fink.

Cuesta abajo corríais, teniendo en mente aquel prodigio de las ratas y su relación con el hombre encapuchado que tan rápido había saltado al estrado como habíase marchado por los tejados con la agilidad de un gato. Mientras corríais cuesta abajo en dirección al puerto, una parte de un pelotón de la guarnición de la ciudad formado por un par de soldados os disparó con sus mosquetes desde un balcón de edificio en el que están apostados a cierta altura de vuestra posición...

Mientras que uno de los soldados apuntaba a Fink, se apoyó tan fuerte en la balconera de madera que ésta quebró, y cayó su cuerpo hacia delante, no efectuando el disparo y abriéndose la crisma una vez cayó abajo (de hecho se escuchó un gran crujido en su espalda). Por contra, el otro soldado apuntó a Hernando y disparó con certeza...

 - ¡Habrá venido por Hernando entonces! -bramaba riendo mientras descendían por el empedrado suelo- ¿Algún trato hiciste con el Diablo para tener ese loro que es más listo que todos nosotros juntos, eh bribón?

Sus pesados pasos no daban la impresión de velocidad, pero con semejante zancada avanzaba lo mismo que el más piernas-ligeras. Cuando giró la cabeza para dirigirse a Hernando, vio detrás del español una balconada llena de soldados apuntando hacia ellos. 

 - ¡AGÁCHATE! -gritó mientras alargaba un brazo para agarrar a Hernando.

— ¿Que me agaqué? — preguntó Fink, y allí vio a los soldados franceses apostados en la balconada. Y en ese momento fue cuando tuvo serias dudas de que el diablo realmente no tuviera algún trato que ofrecerle que incluyera su alma, porque la suerte de que el soldado que iba a dispararle se precipitara del balcón rompiéndose el gañote no le pareció casualidad ni mucho menos. 

Fink entonces no desaprovechó la oportunidad. Desvió su carrera hacia el soldado precipitado con una agilidad juvenil para hacerse con el mosquete de aquel, que le había llegado literalmente caído del cielo -del balcón, para ser más concretos- y que el tipo no había llegado a disparar. Sin duda sería un buen recuerdo si salvaba el pellejo en aquella situación, y tal vez le sirviera para tal fin.

Cuando ya estaban a la vista del puerto, desde un balcón unos soldados abrieron fuego con sus mosquetes sobre ellos. Y el que le disparó a el, muy cerca estuvo de acabar con su vida. Tan solo sus rápidos reflejos, el empujón de Mark y un golpe de suerte, hicieron que el disparo pasase rozándole.

-Malditos franceses, a punto han estado de jodernos Manolito, hay que estar más atentos. ¡Gracias Mark! Me había confiado, y eso puede resultar mortal. Y no temas por mis relaciones con el demonio, no existen, bastante tengo con evitar que Manolito haga trastadas, como para relacionarme con más diablos.-Y continuó la carrera hacia el barco, a ver si lograban salir de aquella maldita isla atiborrada de asquerosos franceses.

Fink se percató mientras corría del soldado que se había caído y su carrera se desvió unos metros al lado para poder recoger el mosquete*, y luego siguió su carrera con sus compañeros marinos. El disparo del segundo soldado apostado en el balcón pasó justo por encima de la cabeza de Hernando, e impactó en un carro con hortalizas que había justo a su lado, haciendo una grieta en su madera, ¡por los pelos!

No obstante, detrás de vosotros aparecieron otros dos soldados franceses más, procedentes de los callejones de Marigot, quienes a pesar de llevar mosquetes en sus manos, no estaban apuntando hacia vosotros; tan sólo corrían detrás vuestro para perseguiros y evitar que huyéseis... Al menos estaba muy cerca, y ya se veían los grandes navíos atracados en sus muelles...

¡Alto ahí! -decía en su idioma natal-. ¡Alto a los prisioneros! ¡Que no escapen! -aún podíais ver cómo las ratas corrían, al igual que vosotros, calle abajo, en dirección al puerto...

Mark agradeció la mala puntería de los soldados del balcón, y bramó unas palabras ininteligibles palabras en holandés que seguramente fueran maldiciones e improperios cuando vio aparecer otros dos soldados tras ellos.

 - ¡Los condenados son rápidos! ¡Apurad el paso, viejas carcasas! -por el rabillo del ojo podía ver cómo uno de los soldados le pisaba los talones.

La visión de aquellos conocidos mástiles fue para Fink como ver un oasis en medio del desierto. ¡Estaban salvados! O lo estarían, si estos testarudos franceses no corrieran tras ellos como él mismo había corrido detrás de las fulanas, no muchos años atrás. Bueno, quizás no exactamente igual...

Sin embargo, el extraordinario vigor de aquellos jóvenes soldados que les perseguían acortaba las distancias entre ellos de forma alarmante. Fink resollaba, y las piernas le dolían, así que, dado que no podía seguir huyendo, plantaría cara a aquellos sinvergüenzas. Bueno, aunque el sinvergüenza en todo caso era él.

Detuvo su carrera y se giró, sacando el pecho y con el mosquete en alto como si de una porra se tratase.

— ¿Queréis pelea? ¡Pues yo os daré pelea! ¡Enculés, stupides, moules frites*! — les insultó — ¡Eh, Mark, Hernando, venid, que estos dos quieren pelea! — gritó a sus compañeros intentando que le saliera una voz potente, pero rezando en su interior para que aquellos dos miserables amigos que tenía no siguieran corriendo hacia el barco y lo dejaran en la estacada.

Por los pelos se había librado de aquel disparo, pero no había tiempo para alegrarse de su buena fortuna, en un momento aparecieron dos soldados que corrían como dos liebres, y seguro que era cosa del destino que viniesen a por ellos. Eran demasiado rápidos, no merecía la pena tratar de escapar. Había que plantarles cara, así que con su sable y rodela, se dispuso al combate. 

-Esas liebres parece que vienen a por nosotros. A ver si podemos con ellas.-

Y ataco a uno de ellos. Pero era malo y viejo, así que tan solo fallo de forma vergonzosa aquel ataque, a ver si entre el sable y el pequeño escudo lograba que no le desgraciasen aquellos cabrones de franceses.

-Vuela Manolito, ponte a salvo bonito, que me parece que me van a caer unas cuantas hostias.-No quería que su pobre loro saliese herido de la paliza que le iban a dar. 

Mark actuó sin pensar. En cuanto vio que sus camaradas se giraban encarando a los soldados, como un resorte clavó un pie en el suelo para frenar y aprovechó el impulso para embestir a los soldados. Agarró fuerte con las 2 manos un sable que había pillado en mitad de aquel revuelo en la plaza.

 - ¡Ven aquí, baguette con uniforme! -blandió el arma con fiereza.

No era ducho con la espada, no era un grácil espadachín, pero sabía que el filo corta y la punta pincha. Aunque esa empuñadura se le quedaba pequeña, acostumbrado al largo astil de su arpón.

 - Al parecer estoy más oxidado que el ancla de ese barco francés, ¡os haré lamer la quilla! -bramó enfadado tras fallar su ataque.

Viendo que Fink era alcanzado, el marino se dio la vuelta y encaró a aquellos dos jóvenes franceses, soldados de buen vigor, al parecer. Hizo lo mismo Hernando, empujando a Manolito al aire para que volara unos instantes y no resultara herido, y de la misma forma Mark se detuvo, con las mismas intenciones. Más gente corría calle abajo y entre las calles de la ciudad, con las ratas acariciando los pies de cualquier transehunte de Marigot... Los soldados, que tenían el mosquete con bayoneta en su mano, utilizaron la otra* para tratar de endosaros un puñetazo...

Tras aquel vergonzoso inicio de combate, trato de ser más útil, y preparó con sumo cuidado su siguiente ataque al mas cercano de los soldados. Que había tratado de darle un puñetazo, pero que tenía un rifle con bayoneta, listo para ser usado. Y en esta ocasión, logró un mejor ataque, que al parecer hirió al soldado francés, aunque haciéndole muy poco daño. 

-Venga, acabemos con esto y vayamos al barco, antes de que sea demasiado tarde.-Dijo para tratar de animar a sus amigos. Aunque el mismo tenía la moral por los suelos, ya que tras el desastroso primer ataque, ahora este había sido certero pero con muy pocas fuerzas.