Partida Rol por web

Al caer la noche, el capitán Bertrand ordenó fijar rumbo este, aunque más allá de su posición terminaba el mar Caribe y comenzaba el océano Atlántico. Se celebró esa noche un pequeño festín a bordo para celebrar el botín de jade aparecido. Los cánticos de suerte y celebración recorrían toda la cubierta. Mientras estábais sobre ella, pudísteis ver a Barbeau apoyado en la barandilla el castillo de popa observando el medallón, como ensimismado.

Entonces el contramaestre Malayedra (quien ya hacía horas se había repuesto de su desmayo) se acercó a él, y desde la distancia pudísteis observar que ambos hablan sobre el propio objeto, pues lo señalaban (y era el objeto, nunca mejor dicho, de su conversación)

— Entonces, como el hueso no cedía, le arreé un buen martillazo. Me miró, lo miré, y, ¡ya estaba curado! — aseguraba Fink, muy animado, entre trago y trago de ron a su escasa y aburrida audiencia — Ya os digo yo que no hay cosa que una buena trepanación no cure.

Obvió la parte en que los sesos del paciente se le salieron por la nariz a los pocos minutos de golpe del mazo al afilado cincel quirúrgico. Aquel pobre diablo claramente tenía otro mal escondido que se lo iba a llevar igualmente.

Entonces reparó en el capitán y el contramaestre viendo el medallón, y se acercó a sus dos compinches. Buenos tipos eran Mark y Jernandou, que era como pronunciaba el nombre del viejo español del loro. Buenos tipos en quien podía confiar y que bien discretos eran.

— Eh — susurró dando con el dorso de la mano al uno y al otro, señalando con la cabeza a los jefes — La paga es buena, pero me huele muy mal. La tumba de La Castellana que nadie sabe dónde está, y ese dios yucateco de la lluvia... ¿Qué os parece? Si no fuera por lo que nos ha pagado y prometido, yo diría que el capitán mismo está tan endemoniado como el chamán.

La suerte le había sonreído, y se había hecho con un buen puñado de gemas. A Fink tampoco le había ido nada mal, pero el pobre Mark tenía tan solo una. Así que en cuanto tuvo ocasión se acercó hasta Mark, y le dijo: -Tranquilo amigo, que estas gemas nos darán para beber y divertirnos los tres. Ya sabéis que soy de compartir, así que por ese lado no estéis preocupados.-

Mas tarde durante la celebración, bebió algo más de la cuenta, hasta que Manolito comenzó a picotearle la calva, para que no terminase borracho. Manolito era el más listo de los dos, y a pesar del picor y dolor de los picotazos, Hernando se controlo y no acabó beodo.-Mira que eres hijoputa cuando quieres Manolito, pero vale, dejaré de beber.-

Y mientras se espabilaba un poco se fijo en como el capitán y el contramaestre hablaban acerca del objeto que le había dado el chaman al capitán. Iban hacia el este, hacia la tumba de la castellana. No entendía nada, pero aquello no tenía nada de buena pinta. Y en estas estaba, rascándose los picotazos que el cabrón de Manolito le había propinado en la cocorota, y mirando a aquellos dos hablando, seguro que de nada bueno, cuando llego el bueno de Fink.-Mala cosa la relación del capitán con ese chamán, se conocen, y seguro que de nada bueno. Mírale, allí esta como poseído por el dichoso objeto que le dio el brujo. Esta empresa no tiene buena pinta, mal ha comenzado y no se como terminará, esperemos que no acabemos todos en el infierno. A ver si por lo menos tenemos tiempo para gastarnos estas piedras en alguna buena juerga amigos.-

Y tras mirar un rato hacia el mar, añadió:-Sabe Dios, o tal vez el demonio, a donde quieren llevarnos el capitán.-

Mark bebía mucho. Su corpachón le permitía aguantar más que la mayoría de tripulantes. Y nunca desaprovechaba la oportunidad para remarcar que la ginebra destilada en su ciudad sí que era una bebida de verdad, no como ese ron caribeño que acostumbraba a poblar las bodegas del barco. Pero luego no le hace ascos a nada, hasta el agua de los floreros si se le pone delante.

 - Como decía, si antes de morir vuelvo a casa y todavía esos beodos plantahierbas siguen en el negocio, os traeré el mejor destilado que hayáis probado en vuestras miserables vidas -fanfarroneaba con carcajadas sonoras.

Ante el ofrecimiento de Hernando, inclinó la cabeza con una sonrisa.

 - Confiemos que podamos usarlas, eso significará que hemos vuelto -su tono rasposo por el ron y la gravedad de natural de su voz confirió a esas palabras de un aura de sentencia, aun cuando las comisuras de la boca sonreían- Bertrand nos lleva a la isla de Cozumel, isla de náufragos -susurró respondiendo a Hernando- endemoniado no creo, confío en el kapitein, pero me preocupa que lo estén manipulando... -añadió mirando a Fink.

Se recostó un poco en el mástil y miró fijamente un rato a Manolito, analizándolo. Mark era un hombre de caza, conocedor de la naturaleza y sus criaturas, pero la magia chamánica le podía sorprender de maneras impredecibles.

 - Oye, Hernando... ¿cuánto tiempo llevas con Manolito? No se transformará ahora en un portugués con pinturas en la cara y taparrabos, ¿no? -añadió riendo.

Tras un rato debatiendo sobre cómo gastar el valor de esas cuentas verdes, de si el capitán estaba embriagado en profundidad en los extraños planes de aquel nahual o si navegábais hacia uno u otro extraño lugar*, el Contramaestre dejó a solas al capitán en el castillo de popa, y se fue a beber un poco con los marinos. Al poco rato, mientras aún seguíais charlando entre vosotros, vísteis que el capitán (aún con el medallón entre sus manos), invitó a acercaros a él (con un gesto de manos), como así hicísteis.

Amigos, sabe Dios que sois, seguramente, los marineros más listos con los que cuenta sobre la Liebre Parda -su voz mostraba un tembleque, propio de la embriaguez. Pero el Capitán Barbeau siempre era consecuente con sus palabras-. Entonces levantó en alto la joya, el medallón que el chamán le había entregado, y lo sostuvo delante de vuestras caras, bajo el brillo de las estrellas. Por eso... os pregunto...: ¿sabéis qué diantres es ésto? -Barbeau levantó las cejas, enajenado, sin tener ni la más repajolera idea de qué pista podía ser ese objeto (más allá de un bonito medallón), ya que el tal Chiczahuila no le había dado más explicación que la que vosotros habíais escuchado-. El Contramaestre Malayedra tampoco sabe su función (si es que tiene alguna) más allá de su bello aspecto...

Ante la cuestión de Mark, detrás de lo que había visto aquella tarde, le surgieron unas momentáneas dudas acerca de la naturaleza de su querido loro. Pero tan solo duraron un instante.-No, que va, Manolito es mucho más listo que yo, me adopto hace ya 10 años, y desde entonces siempre ha estado a mi lado. Gracias a el, he salvado el pellejo en más de una ocasión y he evitado más de un problema. De ser alguien reencarnado, sería mi querida difunta madre. Pero no, es Manolito, mi maravilloso y listo amigo.-

Luego les llamo el capitán, y la cosa tenía su misterio, que podía ser aquello, una brújula, que apuntase a un destino, el de la tumba de la castellana, y el que podía saber. Tomo un momento el talismán en sus manos, lo giro y miro por todos los lados. Pero no pudo aclarar cual podría ser la finalidad de aquello. -No termino de ver cual pueda ser su utilidad, tal vez pueda ayudar a encontrar la tumba de la castellana, o pueda estar relacionado con recuperar esos ojos del dios pagano. Más no veo como pueda ser de ayuda.-Y se lo tendió a sus compañeros, seguramente que Fink podría descubrir algo más que el. 

Fink se acercó, siempre fiel a su borracho capitán, y escuchó con satisfacción las palabras llenas de sabiduría de aquél. Por supuesto que eran los tres más listos de la Liebre Parda. Con el oso de Mark tenía sus dudas, pero también era astuto, a su modo.

— Por supuesto, por supuesto, mi capitán. — respondió con la seguridad de quién ha visto todo en la vida — Permitidme, por favor, yo os diré los secretos que encierra.

Y el viejo alargó sus codiciosos dedos hacia el medallón. Cuando estuvo a punto de tocarlo, retrocedió, tragó saliva y volvió a intentarlo. No se olvidaba de que se había meado encima horas antes. ¡Aquel objeto podría perfectamente estar maldito y todo aquel que lo tocase moriría entre terrible sufrimiento! 

A punto estuvo de volver a hacerse un ovillo allí mismo, pero se contuvo pensando que, en realidad, esa descabellada conspiración no tenía sentido. El indio parecía amigo del capitán. Leñe, si hasta los había salvado de la horca. Sería una conspiración tan retorcida que ya sería estúpida. 

Así pues, tras esta breve pero necesaria reflexión, Fink concluyó que era seguro manipular el objeto en cuestión y lo tomó muy delicadamente entre sus temblorosos dedos, de las manos del español.

Lo miró por arriba, por abajo, por un lado y por el otro, con gesto de profunda y muy seria concentración. Largos minutos pasó así, pasando su dedo por los intrincados labrados que presentaba. A veces se le escapaba un "oh, claro" o un "ah, me cuadra" como si hubiera llegado a una profunda comprensión de la utilidad del medallón.

Por fin, tras aquellos momentos de expectación, Fink ofreció el medallón a Mark con gesto solemne, ya que Hernando ya se vio incapaz de sacar nada en claro.

— Es un medallón muy interesante, y en verdad creo que esconde un importante secreto. ¿Qué... uh, qué opinas tú, Mark? No quisiera, esto... confundirte con mis teorías. — dejó que lo estudiara el gigantón, a ver si él averiguaba para qué mierda servía, porque Fink no tenía ni idea tampoco. A pesar de todo, mantuvo expresión grave, tratando de aparentar ser un experto en la materia. — Tiene, hum, tiene rayitas ahí y ahí. — señaló lo obvio.

Ni el mismo Fink pudo desentrañar el misterio de ese medallón. Mark no tenía muchas esperanzas y cogió el medallón casi a desgana.

 - ¿Teorías, dices? A mí no me engañas, viejo. No tienes ni pajolera idea -sujetó el objeto con su enorme mano. En su palma parecía de juguete- seguro que Malayedra lo ha roto al sujet...

Y de nuevo, como solía acostumbrar a hacer cuando se daba cuenta de algo raro, se quedó callado. Inmóvil y en silencio. Tras unos instantes, retomó el discurso.

 - Este cacharro... yo he visto algo como esto. Las tribus nórdicas usan algo parecido. Los símbolos son diferentes, claro, pero esos condenados paganos adoran a Dioses raros y también les gusta esconder cosas.

Hizo una pequeña pausa, y se dispuso a explicarles al resto.

 - Si no me equivoco, esto haría así y ...

De uno en uno os fuísteis pasando el medallón, delante de los ojos del capitán, que lo miraba sin decir nada. Ni Hernando ni Fink pudieron observar ningún resorte especial, ta sólo notar cómo pesaba (extrañamente como una bola de cañón que guardaba la Liebre en sus camarotes inferiores...). Mark lo sostuvo, lo miró unos instantes, y comenzó a manipularlo. Tras unos segundos los rostros de todos (Barbeau incluido), tornaron en gran sorpresa.

Mark logró abrir su mecanismo al levantar y girar una pestaña metálica mu pequeña. Acto seguido, el objeto, sujeto por el marino de la cadena, comenzó a accionar lentamente sus resortes interiores y secretos de manera automática, hasta convertirse en un.... pequeño astrolabio. Poseía ejes, guías, esferas graduadas y todo lo necesario como para apuntar direcciones...

Os quedásteis maravillados. Parecía ser un objeto bastante especial, y entonces uno de sus discos graduados emitió una potente luz que, al ser proyectada sobre una de las velas negras de la corbeta, mostró para sorpresa de todos un mapa astronómico sobre el velamen de la corbeta.

Los marineros dejaron de comer y reír para mirar asombrados la proyección (el contramaestre Malayedra incluido), totalmente asombrados en la cual se mostraba el dibujo de algunas constelaciones conocidas, así como una estrella principal en lo alto del mapa proyectado. No indicaba datos de latitud, y tampoco de longitud

¡Mon Dieu! -Barbeau gritó, dándole una soberana palmada en la espalda, a modo de reconocimiento y alegría, a Mark, haciendo que el astrolabio y su proyección* se tambalease un instante-. ¡Ya decía yo que érais unos sabios en esta oscura la mar! ¡JA JA!

 - Por las barbas de van der Decken... -susurró con los ojos muy abiertos al observar la proyección- qué tipo de magia negra hemos metido en el barco... -Mark no daba crédito. Sí, él ya se había topado con ese tipo de objeto, pero lo que lo que había visto años atrás eran astrolabios nórdicos y ninguno dibujaba cosas en el aire.

 - Hernando, esto es real o este condenado brebaje que llamáis ron me ha derretido los sesos...

Ya fuera lo uno o lo otro, lo cierto es que reconocía claramente el mapa estelar. Como experimentado cazador no había sido pocas las veces que tuvo que depender del cielo estrellado.

 - Vaya, vaya...

Cuando Mark tocando algo que el no había visto ocasiono que aquel cacharro comenzase a cambiar saliendo un montón de pequeñas cosas con la forma de un pequeño astrolabio, Hernado se quedo de piedra, de hecho en un primer momento había temido que aquello fuese algún tipo de bomba y que saliesen todos colando por los aires.

Pero cuando luego aparecieron en las velas lo que parecían constelaciones, entonces le temblaron las piernas. Manolito salió despavorido, alejándose de allí lo más rápido posible. Y Hernando se quedo completamente pasmado, de brujos y demonios había escuchado muchas historias, que no era ningún niño. Pero aquello que era, no tenía ni idea de como estaba ocurriendo aquello y como era posible una cosa así.

-Mark no se que pueda ser eso, ni como dibuja eso en las velas. En la vida oí, ni aun menos vi cosa similar.- Y ya un poco más tranquilo, al parecer no morirían de forma inmediata. Qué hasta Manoliro volvió el muy canalla a posarse en su hombro, como si nada hubiera pasado. Pensó que aquello podría servir para llegar hasta algún lugar, tal vez la tumba de la castellana. 

-Tal vez sea algún tipo de mapa, que nos permita llegar hasta algún lugar, quien sabe, si hasta la tumba que estamos buscando.-Aquello era terrible, no olía mal, era aun peor, era como si se estuviesen dirigiendo hacia las puertas del infierno. 

— ¡Aaah! — chilló Fink, dando manotazos a las recias manazas de Mark, sin dar crédito a cómo con esos dedarros, que más bien parecían un racimo de salchichas, había conseguido activar la brujería de mecanismo que había provocado esa luz en las velas. Los golpes apenas hicieron moverse las enormes manos del antiguo ballenero.

El capitán parecía complacido, pero él estaba aterrorizado. Aún así, por no meter la pata se obligó a serenarse, y observó el mapa luminoso. Sin embargo, en su mente sólo aparecían almas torturadas, nada de mapas para ir a ninguna parte.

— Un mapa para ir al infierno... Deberías tirar eso por la borda, holandés, antes de que seamos todos malditos.​​​

¿Por la borda? Por la borda no, señor Fink... esto es lo que nos llevará a esa tumba, según el chamán... ¿No es así, lobos de mar? -le dijo a Mark y a Hernando, entendiendo que estaban contemplando el mapa proyectado en las velas con conocimiento de causa-. ¿Qué es lo que dice? ¿Dónde está esa tumba?

Hernando y Mark, tras ojear el mapa, entendieron que la estrella más alta que proyectaba el astrolabio no era ninguna estrella conocida, y por tanto no podía localizarse o verse (si es que a alguno le diese por tales lares) en el cielo. Es más, sobre tal punto de lo alto había una especie de inscripción: "XIX". Era claramente un número romano. Tal vez la deducción más lógica era que la Liebre Parda debería seguir longitud Este, así como latitud 19 grados Norte. ¿Tal vez sería buena aquella deducción?

¡Capitán! ¿¡Qué está pasando!? -gritó desde la cubierta, a una altura menor, el contramaestre Malayedra-. ¿Qué es toda esa brujería?

Ya no había risas ni chanzas en cubierta, tan sólo expectación entre la tripulación.

 - ¿Números romanos en un mapa indígena? Quién lo hubiera imaginado, já -dijo mesándose la poblada barba- no te desmayes de nuevo con estos trucos, Malayedra -añadió con una sonora carcajada, risa jocosa pero sin malicia. Tal vez un poco.

Se volvió hacia Barbeau y señaló al cielo.

 - Kapitein, esa ''estrella'' no está en el firmamento, tal vez sea la pista -miró a Hernando- Hernando, ¿19º latitud norte tal vez? -preguntó Mark pues sabía que el español había entendido el mapa- ¿¿por la borda?? Fink, prepara los ungüentos de quemaduras, ¡parece que arderemos en el infierno! jojojo -terminó Mark riendo, con la euforia de un niño que acaba de descubrir algo nuevo.

Hernando no es que tuviese alguna duda, es que estaba superado por lo que esta viendo, un aparato infernal que hacía enormes dibujos en las velas. Pero tras tranquilizarse y acariciar un rato a Manolito, al que susurraba mientras estaba pensando.-¿Qué piensas tu amigo? ¿Qué puede eso significar? Si no es una estrella, será el destino. Puede ser.-

Y ya en voz alta, y volviéndose hacia el capitán y sus compañeros. -Desde luego una estrella no es, ahí no hay ninguna, así que lo más lógico es que nos marque el destino. El lugar al que conduce este diabólico mapa, otra cosa ya es que nos encontremos allí. Si la tumba de la castellana, o nuestra tumba.-

— Ay, ay... — se lamentaba Fink, tapándose la cara teatralmente — ¡Sigue riendo, holandés, que faltará ungüento para tantos pecadores...! En fin, pero qué otra opción nos queda, sino perseguir esa estrella que no es tal... Qué si no está allí, la tumba nuestra en otro lado estará, porque nos han salvado el gañote y ay de nosotros si faltamos a nuestra promesa de ayudar al chamán, más con estas piedras que llenan nuestros bolsillos... — negando con la cabeza fatalista observaba la proyección sin terminar de ver nada claro. Hasta que de pronto se le ocurrió algo, una idea genial que no era tal porque tarde o temprano lo confirmarían, pero pensaba que si se adelantaba parecería más despierto a ojos del capitán — Oh, pero mi capitán, ¿y si comprobamos las cartas de navegación? Tal vez podamos trazar el rumbo y comprobar qué isla o islote coincide con aquellos 19° de latitud norte que indican mis buenos compañeros.

Mark apuntaba 19º latitud norte, y Barbeau quedó mirando a lo alto de aquel punto proyectado mágicamente en la vela... 

Todo es posible... -apostilló en bajo, y luego escuchó la propuesta de Fink-. Veamos las cartas, ¡bajemos a mi camarote!

Tal que así, bajásteis los tres y luego Malayedra, al camarote del capitán. Nadie entraba allí a excepción del Contramaestre, y en contadas ocasiones como ésta. No era muy grande, pues ningun camarote o sala era amplio en la Liebre Parda, pero era lo suficientemente cómodo para generar envidias y deseos a cualquier marinero que allí entrase: una mesita escritorio con pluma y tinta, y una silla bajo ésta para sentarse; la cama bajo una ventanita con una cortinilla, y un baúl adornado con piel de carnero y algún tachón brillante para guardar útiles o beneficios, y poco más. Barbeau se acercó a él y extrajo un par de cartas enrrolladas.

Estiradlo sobre la mesa... -ordenó-. Enseguida pudísteis ver un tosco mapa...