Partida Rol por web

Julio de 2222

Hoy se juega la final de la copa del mundo. España-Argentina. Y vosotros vais a verla juntos en pantalla gigante en la plaza.

El 22 de Febrero de este año la promoción de 2206 del colegio os juntasteis a festejar el fin del mundo y los 15 años de egresados. Pero el fin del mundo no ocurrió, a pesar de las múltiples señales, como el choque de las estaciones espaciales, la lluvia ácida y el crecimiento de la población zombi. Porque sí, cada vez viven más zombis en Madrid. No es algo en lo que piensen con frecuencia. A veces se ven zombis en Sol, pero si giras la cabeza y pasas rápido no ocurre nada. Aunque claro que a nadie le gustaría toparse con un zombi de noche en un callejón oscuro.

Pero hoy no es día de hablar de zombis y lluvias ácidas. Hoy vamos a salir campeones. A las 9 de la mañana la plaza ya reboza de gente y en la pantalla se ve la previa del partido en Sydney. Y de pronto irrumpe en el campo de juego un hombre desnudo con botas de cuero y una enorme bandera gris. La cámara cambió rápidamente de foco mientras la policía lo detenía, así que no pudisteis ver qué decía la bandera.

Al rato una joven de menos de 20 años pasó repartiendo unos papelitos. "Por los derechos zombis. Los zombis también son personas. Los zombis también son españoles."

—¡Bah! Guardate esos papelitos. A los zombis hay que matarlos a todos.

—Pero si ya están muertos, tarado.

—Por eso, con más razón.

—Callad, que nuestros defensas son unos zombis...

Muy cerca estuvo de armarse una bronca. Pero la salida de los jugadores interrumpió la disputa.

Me pregunto qué coño hago aquí a las 9 de la mañana, si ni siquiera me gusta el fútbol ni tengo puta idea. Para celebrar el reencuentro con esos capullos de promoción. ¿De quién fue la mierda de idea de empezar aquí?

La gilipollas soy yo por aceptar, bueno que me hacía gracia ver a esta gente después de tantos años. Eso es verdad.

Le doy una calada al cigarrillo. Menos mal que ya puedes fumar donde te salga del toto. Zombis. Puta mierda. No puedo estar más de acuerdo con este tipo. Los metería a todos dentro del campo de fútbol y les pegaría fuego. Yo misma lanzaría la cerilla, no me va a temblar el pulso. Y a la zorra esta pro-zombis con ellos, con una buena patada en su feo y gordo culo.

Si fuese animalista, vale. Pero zombista…Puta idiota subnormal. 

Doy otra calada. Ah, mira, por ahí viene un conocido. 

—Buenos días por la mañana, señores ... y señoras. —Pepe sonrió, era divertido ver, en la pantalla gigante, como la seguridad del campo de futbol intentaba controlar al individuo de la bandera.

—¡¡Mierda!! ¿por qué quieren esconder que la seguridad en Sydney es una mierda? ya lo hemos visto. Y no voy a poder pensar en lo contrario por un par de horas, hasta que otra cagada de estas me haga olvidar esas botas tan chulas.

Observó a los compis de clase, mientras que la chica de los panfletos era abucheada. Todo había cambiado mucho desde que estaban en el colegio. No podía decir que le molestara en exceso el movimiento prozombi, más bien no lo entendía. Los zombis técnicamente estaban muertos, por lo que no deberían andar por las calles, su lugar era una tumba en un bonito cementerio. Y como mucho no le importaría observar algún suceso paranormal, no había tendido la oportunidad de contactar con algún alma zombi y ni que decir tiene que estaba muy interesado.

Se dirigió a Noemí,—no debería fumar, puede que eso haga que te conviertas en uno de ellos —dijo sin darle mucha importancia.

Aquello había sido una locura de alguien y había sido una estupenda idea, rencontrarse en medio del partido de la selección, Vaya fiesta que nos vamos a pegar, pensó Jennifer nada más enterarse por su Insta de la convocatoria. Tuvo que cambiar algunos turnos del hospital para ir, pero no fue gran problema.

Ahora se encontraba en medio de la fiesta, con su camiseta de la selección último modelo recién comprada para la ocasión y ya de paso unos vaqueros caros y rotos, lleva también una pulserita con los colores de la bandera y no podían faltar los colores rojo y amarillo decorando su rostro. Y es que para ella era una fiesta y siempre había que vivirlas a fondo y quien sabe con tanta euforia quizás también consiguiese hacer algo de negocio, así que se había guardado unas cuentas pastillas de sus ultimas adquisiciones en uno de los bolsillos.

Vio a alguno de sus antiguos compañeros y saludándoles con la mano se acerco a repartir besos efusivamente, siempre la había gustado ser cariñosa.

Joder que pesados estos prozombies, haber que no me molestan estos bichos pero están todo el día con la misma matraca suspiro aburrida, para ella era algo indiferente, bueno indiferente del todo no, había estado preguntando por el hospital si se sabia ya algo de una posible cura, ella estaba segura que terminarían encontrado algo, igual que con el Covid y joder eso si fue un buen negocio, consiguió sacar varias de las primeras dosis en medio del descontrol y se gano un buen dinero, Jennifer sonrió mientras se acordaba de los billetes y continuo repartiendo besos.

A Florencio, Floren para los amigos, como estos ex compañeros de colegio con los que había quedado, el futbol no le hacía demasiada gracia, pero ver una final del campeonato del mundo, bueno eso ya era otra cosa. No sabía que es lo que se podía esperar del partido, excepto que habría demasiada gente, como así fue desde muy pronto.

-¿Qué tal estáis? Me alegro mucho de verles, hacía mucho que no coincidíamos.- Y la verdad, es que con tanta gente, la reunión sería un tanto anómala, más si cabe cuando comenzase el partido. Tal vez no había sido una buena idea, quedar ese día y aun peor hacerlo allí. Pero eso ya no tenía solución, y había que disfrutar del encuentro.

Ver a aquella joven repartiendo panfletos a favor de los derechos de los zombis, le hizo reflexionar en el tipo de sociedad en el que vivían, tan deshumanizada y con tan poco cuidado con los ciudadanos, estaban involucionando, la cosa había comenzado hacía décadas, pero últimamente iba a toda velocidad. Y se puso a recordar, en aquellas averiguaciones que había hecho respecto al asunto de aquella extraña enfermedad. 

De todas formas, aun eran las 9 de la mañana, y ese era el principal problema, ya había demasiada gente allí, definitivamente no habían acertado con el lugar y hora de reunión. 

Pablo llegó tarde, había sido difícil hallar dónde dejar el coche. Hacía mucho que no veía a sus compañeros, ¿se acordarían de él. A la primera que vio fue a Jennifer. Suspiró aliviado al comprobar que no era el único que había pensado en llevar la camiseta roja. La sacó de su bolso y se la puso rápidamente sobre la camisa. ¿Pintarse la cara? No, eso no era para él. Aunque sabía que si le ofrecían pintura se la pondría.

¿Zombis? ¿Era verdad que existían?

Noemí recordaba haber visto más de una vez zombis solitarios caminando por el centro de la ciudad sin que nadie les prestara atención. ¿Por qué nadie hacía nada? Si había visto las grabaciones de ataques zombis, todo el mundo sabía que los zombis son peligrosos.

Pepe recordaba que había leído algo de zombis en libros de mitología, algo de más de 200 o 300 años atrás, y es sabido que los mitos, cuánto más antiguos, más cercanos a la verdad. Pero de momento no lograba recordar más, debería volver a su casa a buscar esos libros.

Jennifer había tenido que atender una vez a una mujer atacada por un zombi. El protocolo era limpiar y desinfectar las heridas y luego llevar a la víctima a un centro de medicina estética para que borren las cicatrices.

Florencio había hecho una investigación sobre el tema. Tenía una carpeta con fotografias del campamento zombi en el monte El Pardo. En las imágenes se veían zombis vagando entre tiendas improvisadas con cualquier tipo de materiales y restos cadavericos, todos o casi todos eran restos de animales.

Pablo había visto una vez un zombi trabajando de seguridad en un banco. O quizá fuera un policía muy feo, le costaba asegurarlo.

Entretiempo. 2 a 2. Un partido vibrante que puede leerse en las sonrisas de la afición. Los nervios están a flor de piel, y quien no aprieta los puños llenos de ansiedad camina en círculos saludando y alentando a cuanto desconocido encuentre alrededor.

Pero esta calma no duraría, ya que una joven con el torso desnudo se trepó al estrado de la pantalla alzando un cartel y acompañada por dos hombres con banderas grises. "Derechos zombis", eso ponían las banderas y el cartel.

—Ya bájate zorra amante de zombis.—Un tipo le arrojó un botellón de plástico vacío. ¿Era un zombi? ¿El que la insulto era un zombi? ¿O visteis mal?

De un lado y de otro volaban palabras y objetos contundentes y se armó la bronca. Y de pronto había zombis por todas partes, zombis que reivindicaban su derecho a estar allí y otros que insultaban a sus camaradas por estar donde no correspondía, y personas normales apoyando a uno y otro bando con palos y piedras en las manos.

Así llegó la anidisturbios, por La Castellana desde el norte empujando a todos. Así comenzó la batalla de Plaza Colón.

La avalancha de gente que buscaba alejarse de los disturbios os fue empujando hacia la esquina de Goya y Serrano. Pero por  otro grupo de uniformados apareció disparando unas granadas de gases. Estabais rodeados.

Pero este capullo quién era…Eh…Pepe -No es fumar, es si te tocas mucho. Lo dice la iglesia -me inventé.- Yo, por eso, fumar, sí, tocarme no. O poco.

Y expulsé el humo en su cara.

Saludé al resto, según llegaban.- Hola. Holita. Qué tal. Cómo va eso. Qué ganas de verte - mentira-. Te veo bien -más mentira. Ahí estaba la Jenni, toda pintarrajeada, aprovechando para besuquear. El Floren, que parecía recién salido de la cana. Y Pablito, otro fan de la Roja.

Pasó el tiempo. Un rollo. Bostecé. Me fumo tres cigarrillos más. Me muevo aquí y allá, rememoro viejos tiempos, en mis principios noveles, y mangué media docena de carteras, tres relojes, varios anillos, un zippo, y cuatro móviles, a zombis y no zombis. 

Así no me aburro tanto. Luego… bueno, luego ya se montó la de dios. 

-Joder, chicos, la fiesta ya la tenemos montada. A palo seco, sin cerveza. Que no os suelten una ostia, venga a moverse. A ver si nos metemos en algún bar.

Puta bofia. Jodidos zombis. 

Jennifer estaba disfrutando cada minuto, en le fondo no le gustaba el futbol pero aquella fiesta rodeada de gente y alcohol era algo que la encantaba.

¡¡¡¡España, España!!!! coreaba cerca pablo que parecía ser el mas animado con el partido y con el que se había fundido en un efusivo abrazo con el segundo gol de la selección.

Estaba comentando unas jugadas con el cuando estallo todo , no sabia como habia pasado pero se vio rodeada de gente luchando y gritando a favor y en contra de los zombis, se vio rodeada de zombis y gente.

Para gilipoyas no empujes cálmate chillaba mientras era arrastrada por la riada de gente, de gente y zombies.

Ser una mujer pequeña tenia sus ventajas, Jennifer se fue colando entre la gente y pudiéndose mover para seguir avanzando.

Si busquemos algún sitio donde meternos donde sea grito conforme con la idea de su excompañera

Las palabras de la chica se le clavaron como un puñal en el corazón, pero de donde había salido. No la recordaba con tan mala aptitud.

—¡¡Vaya!! pareces que saliste de los bajos fondos de México. Estuve allí una temporada ¿sabes ? recuerdo que era por un tema de duendes, todo lo que averigüe en ese lugar me condujo a Huasca. Un lugar peculiar. Sus bosques parecen encantados. Podrías perderte allí y seguro que no te molestaría nadie.

—¡¡Espaaaaña!!—empezó a unirse a la multitud, estaba claro que Noenmí no tenía ganas de congeniar con nadie.—¡¡Españaaaa!!

La palabra parecía un mantra, cada vez que se gritaba la multitud reaccionaba y se agitaba, primero los movimientos del grupo que los rodeaba eran como pequeñas olas, pero algo cambió. Los movimientos se volvieron agresivos, y todos se empujaban, humanos y zombis.

—¿Pero que mierda pasa? —se tomó unos segundos para prestar atención y asintió a las palabras de Jennifer, —larguémonos, esto se va a complicar.

La euforia del público, y sobre todo la cercanía de Jennifer, me hicieron sentir nuevamente en los 17. Creo que nunca crecemos de verdad.

Por eso cuando la policía entró tan injustamente sin diferenciar gente pacífica de revoltosos fui directamente a plantar les cara y decirles que estaban muy equivocados, que ese no era el modo de proceder, y me di de frente con una de las nubes de gas. Por suerte mi espíritu rejuvenecido me ayudó a soportar el gas sin que me afectase tanto.

Al final, ni tan mal, si que había demasiada gente y más de un empujón. Pero el partido estaba muy emocionante y el ambiente era tremendo. Así que no tardo en corear con el gentío: -¡Españaaa, Españaaa!-

Los amigos y amigas, sin grandes cambios, algo más viejos y pasados por la lavadora de la vida, que no siempre te trata del todo bien. Pero en el fondo, no distaban demasiado de los adolescentes que había conocido cuando estudiaba.

Los malditos activistas de los derechos zombis no tardaron en liarla, y dada la cantidad de gente que allí había, la maldita policía actuó rápido y con contundencia, en un momento se vieron inmersos en medio de una batalla campal. Le pillaron despistado, y una bomba de humo casi le da en la jeta, luego apenas podía ver ni respirar. Trato como pudo de alejarse del humo, los ojos le lloraban y le costaba respirar. Con un pañuelo se tapa boca y nariz y trata de abandonar el lugar.

-Menuda se ha liado, vámonos de aquí- Aunque había muchos policías y aun mas gente, no iba a ser sencillo salir de aquella ratonera. 

—Tu ven pa' acá.

Un policía con aspecto de zombi agarró a Pablo de un hombro, por hacerse el valiente.

Alguien cogió de un brazo a Florencio y le metió algo en la boca.

—Toma, muerde esto.—Era una voz femenina que fue guiandolo a paso rápido en la misma dirección que se movía la mayoría de la gente.

Noemí se subió al borde de la fuente y se coló entre los bloques del monumento al descubierto de América, que le serviría de barrera para que la policía no la alcance. Desde allí pudo guirar a Jennifer y a Pepe para que se reunieran con ella, aunque con los pies mojados por pasar por el agua.

Corrieron los tres hasta la siguiente esquina y doblaron por la calle de Jorge Juan, allí a una cuadra había un bar donde podrían refugiarse y tomar una cerveza. Aunque era temprano correr 200 metros les daba permiso para esa licencia.

Cuando bajaron la velocidad de la carrera miraron hacia la plaza y vieron que media cuadra detrás de ustedes estaba Florencio saludando a una chica.

Me quedo con la pasta, el zippo guapo, y los anillos de oro. El resto vale poco, lo uso de proyectil contra manifestantes zombies, un iphone en toda la cara de un podrido. Toma ya.

Si que está susceptible y sensible Pepito. Yo me hago la ofendida, chantaje emocional, que funciona.

-Qué cruel eres, Pepe. Malo. Yo no tomo ayahuasca, pero tú parece que le das. ¡Qué cosa más horrible me has dicho! Buahhh. Dame un pañuelo.

Le meto actuación al asunto y un par de lágrimas. Espero no haberme pasado.

Pues a correr.

-¡España, España! - voy gritando, a ver si nos abren paso. 

-Vamos, vamos, lentorros. Eh, mira, nos metemos en ese bareto. Ya invito yo. -propongo a la Jenni y a Pepito.

Alzo el brazo hacia el Floren.

-¡Floren! Aquí. Deja de ligar y mueve el culo.