Partida Rol por web

El portero se abrió paso tras Gregorio a la fuerza. Quien no se apartó al verlo correr, lo aparto él de un empujón.

—Vaya, mira quien se va con la chica. Parece que su labia le sigue funcionando, como en los viejos tiempos.— Comento al ver como Gregorio miraba en la dirección donde Segismundo se marchaba con la chica.

—Eso hubiera estado bien, es su momento...— Respondió ante el comentario de su compañero sobre pintarse los cuerpos, mientras se fijaba en la gente reunida a su alrededor. —Ahora se ha jodido el partido ¡Me cago en todo!

Identificando a su objetivo, sé fue flechado hacia un tipo gordito que llevaba una cazadora azul que podía quedarle bien.

—¡Tú! ¡Si tú! Necesito tu cazadora, así que ya me la estas dando si no quieres que te pegue con la mano abierta. — Bruno mostró su mano al tipo, dejando claro lo que le esperaba si no se la daba.

Luego desvío la mirada, hacia Gregorio. —No, no. Yo ahí no vuelvo. Me tomas por loco. Si me pillan estoy jodido. Como tú dices que se las arreglen por su cuenta. Solo dame un segundo que estoy hablando con este señor.

Volvió a clavar los ojos en el tipo con rostro serio y los tiendes apretados. —Es para hoy... La cazadora. — Añadió.

—Si, cómo no, faltaba más.—El hombre arrojó su cazadora azul a Bruno y salió corriendo a lo máximo que permitían sus piernas gruesas, la remera roja transpirada moviéndose de un lado a otro.

La mayoría de la gente estaba despejando la plaza saliendo por Serrano o por Recoletos, la policía se reagrupaba a ambos lados de la pantalla. ¿Qué haréis?

—Mejor nos vamos de aquí, que ya no hay nada que hacer.

Violeta se dirigió hacia Serrano, alejándose de donde estaba la policía. En realidad casi toda la gente iba saliendo por allí, una calle muy angosta para la cantidad de personas que pretendían pasar, una vez entrado allí sólo quedaba ir donde el río humano te llevara.

—Debo ir a la oficina.—dijo casi a los gritos, para que pudieras oirla.—Seguramente habrá mucha gente perdida y unos cuantos detenidos. Habrá bastante trabajo allí. ¿Tú qué harás?

Mientras subía la cremallera de la cazadora alcanzo a Gregorio gracias a su gran zancada.

—Yo he venido en metro. — Dijo esperando que su compañero, médico como era, tuviera un buen coche. Si no, les tocaría buscarse la vida.

—Menuda mierda, no puede creerlo, tío. Llevaba toda la semana esperando el partido y el vernos, se suponía que iba a ser un momento de desconexión... Me cago en todo. — Descargo su rabia contra una papelera que colgaba de una farola.

Viendo como todo el mundo le miraba, se disculpó con Gregorio. —Lo siento, a veces me dan esos puntos. — Sonrió levemente. —¿pillamos un taxi? — Añadió queriendo aportar soluciones. —No importa si no tienes pasta, yo me encargo. 

Por la manera que hacía crujir sus puños no se refería a que él pagaba la carrera.

- Vine en moto, la tengo en un parking metida, pero solo tengo un casco. Y con la que se está liando prefiero que se quede allí e ir en transporte público. De todas maneras, podemos meternos en un bar y seguir viendo el partido. Seguro que encontramos uno que no esté muy lleno. Piensa que la mayoría fuimos a la plaza de Colón a verlo. - Le dije a Bruno animándole a ver el final.

- ¡No podemos dejar ese 2-2 sin saber el final y verlo! ¿O nos vamos a dejar amedrentar por lo que ha pasado en la plaza? - Si me decía que no, pues tendría que volver a casa, cogerme una cerveza y ver el partido desde allí, lo que quedase, claro... si es que quedaba algo.

- ¿Ves como no es tarde para terminar con el pecho pintado con la bandera de España? Venga, busquemos un bar donde tenga el partido puesto antes de que se llene de gente. - Animé a Bruno por mi propio interés, claro, porque quería ver el maldito partido y no escucharlo en la radio de un apestoso taxi.

A sólo 150 metros de la plaza por la calle de Jorge Juan había una calle cortada llena de bares, con cuatro o cinco televisores 3D mostrando el partido y lleno a rabiar de gente completamente indiferente al caos que se había producido a dos cuadras de allí. Vendían el sachet la bolsa plástica de cerveza a 500 shiminbis, o latas a 700 (malditos abusones, en cualquier otro lado se conseguían a 200 o 250).

Nomás entrar en la calle los sorprendió el grito de gol. Gente saltando sobre las mesas y abrazándose con desconocidos. No iban 10 minutos del segundo tiempo y España aventaja a 3 a 2.

"Vaya, me ha separado usted de los mios" digo masticando el limón "Pero será interesante ¿A donde me lleva, estimada señora? Porque supongo que me llevará a un grupo de mentes iluminadas, semejante a la suya"

Caminaban alejándose de la plaza. Unas cuadras más lejos empezó a despejarse y Violeta dobló a la derecha para cruzar el paseo Recoletos por donde marchaba mucha gente, algunos en busca de Cibeles donde había otra pantalla, otros quizá irían a Atocha para volver a sus casas. Pero Violeta cruzó la calle y siguió caminando hacia el oeste.

Apenas se estaban alejando de la muchedumbre cuando resonó un grito de gol. ¿España estaría ganando? Eso no parecía importarle a ella. Al resto de la gente en cambio parecía que e partido era lo único que les importaba, pues todos corrían en busca de algún televisor donde ver la repetición del gol, olvidándose de las corridas y los gases de hacía apenas quince minutos.

—"Mentes iluminadas", no se burle usted. Apenas somos un grupito de seres concientes de lo injusta que es la vida de nuestros hermanos zombis. Ahora hay muchos que están siendo separados de sus familias por la policía. Nos reuniremos en la oficina para recopilar información de quienes hayan desaparecido e intentar ubicarlos para exigir que los liberen. Estás invitado si quieres.

No me gustaba que me tocasen, pero cualquiera le decía a Bruno lo contrario.

No tardamos en dar con varios locales. Estaba hasta arriba, las cervezas costaban más que un cubata pero había buen ambiente, alejado del caos de Colón y eso era bueno. Además, siempre podíamos hacer un "sinpa" si nos lo motábamos bien. Solo teníamos que recordar como lo hacíamos de jóvenes cuando salíamos por lugares donde no nos conocían.

Allí sería lo mismo, solo que en versión adulta. Así pues no tardé en proponerle la idea a Bruno.

- ¿Nos quedamos y rememoramos viejos tiempos? ¿Cuándo íbamos a beber gratis por ahí? - Le sonreí con cierta malicia. - Quizás estemos oxidados, pero tenemos varios locales seguidos para probar suerte y hay suficiente gente como para colocarles la bebida a ellos.

Nunca había sido un santo, pero ahora menos aún y si no podía colarle a Bruno las cervezas, tendría que ser a otro, porque yo nunca pagaba nada cuando estaba acompañado y veía que mi colega tampoco estaba por la labor de pagar demasiado. Pegar sí, pero no era lo mismo.

Y sí, era un jodido médico adinerado y con buena reputación en cuando a la medicina se refería. Pero en lo que mi personalidad... algo malo tenía que tener... o eso decían todos, porque yo no me veía tan egoísta. Egocéntrico sí, quizás bastante caradura, sincero y directo... pero ¿egoísta? ¡Si compartía mis conocimientos sin cobrar por ellos! - ¿Vamos o no hay pelotas?

Tras ponerse en ventaja el equipo español se echó atrás a mantener el resultado. Tocaba esperar 35 angustiantes minutos en los cuales Argentina controlaba el balón pero no lograba plantear un serio riesgo de gol. Incluso un par de contraataques amenazaron con ampliar la ventaja, pero no hubo suerte.

Gregorio y Bruno compartieron mesa con dos viejos que parecían más alemanes que españoles y mandaron que les pusieran cerveza a los cuatro. Ya alguien se ocuparía de pagar por ellas.

Minuto 43 del encuentro. Tiro de esquina. Hasta el arquero argentino va a intentar conectar de cabeza. 21 jugadores dentro del área y uno junto al banderín listo para enviar el centro. Empellones y agarrones por doquier. El árbitro amenaza con mostrar las tarjetas. Suena el silbato, la pelota vuela. El marcador central de España, de un mordisco le arranca un trozo de oreja al argentino que saltaba a cabecear.

Todos se toman la cabeza mientras por televisión repetían una y otra vez la toma desde distintos ángulos, unos primeros planos increíbles, la gota de sangre volando en cámara lenta. "Eso nos pasa por poner un zombi de defensa; será muy aguerrido pero no tiene sentido común", grita alguien. Nadie está de ánimos para responderle.

Expulsión. Penal. Gol.

Toca enfrentar el alargue con un jugador de menos. Media hora de agonía. Dos tiros argentinos en los postes. En el callejón no volaba una mosca. Todos esperando el pitazo del árbitro con la promesa de los penales. Al menos allí el número no era un factor y pesaba más la suerte. Y el pitazo llegó. Los jugadores se dirigieron al centro del campo mientras se definía la lista de ejecutantes para la ruleta de tiros desde el punto penal.

RESPUESTA:

Tú escribe cómo intentas convencerla, o sembrar la idea de que sería bueno trabajar con psicólogos, ya veré yo en qué momento lo incorporo.

"Si son como tu, seguramente sean jóvenes y con el corazón impulsivo y lleno de interés y ánimo. Aunque sinceramente... Creo que tienes algunas dudas"

¿¿De donde ha sacado Fraud la carpetita y el mini-diván??

"Todos las tenemos. Dime ¿Tanto necesitas la aprobación de todos ellos? Si, Violenta. Creo que no necesitas la aprobación de un grupo para ser tu misma, para sentirte liberada, empoderada, y liberar al mundo"
"Tan sólo necesitas creer en tí. Y para ello, la psicología puede ayudarte. Piensa en ello"

Es inexplicable, pero parece que esté haciendo psicología con la pobre señora

"Acepta mis consejos, Violenta. Acepta esta nueva forma de pensar. Tu puedes ser mucho más de lo que es la gente que te rodea"
"Acepta la psicología"

—Si, a veces es agobiante conducir al grupo. Hacer las cosas una misma termina siendo más fácil que enseñar a otros a hacerlas. Al menos te ahorra unas cuantas discusiones. Si nos oponemos a la violencia del sistema no se puede ir por ahí con ondas de paz y amor. Pero ve tú a explicárselo a los compañeros. A veces viene bien tener alguien con quién hablar de estas cosas sin temor a ser juzgada. Si me pasas el contacto de alguien que conozcas quizá le pida un turno en algún momento.

Arribaron a la oficina de DZ, un local cercano a una iglesia, que en la vitrina en lugar de las chucherías que exhibiría cualquier comercio tenía carteles pegados en completo desorden.

Adentro cuatro personas miraban en un pequeño dispositivo móvil el alargue del partido (¿cuándo habían empatado?) y un gordo de remera roja estaba en una mesita con un teléfono anotando nombres en un papel.

—¿Qué no hay pelotas? — Aquello activo algo en Bruno, no podía dejar pasar aquel reto entre machos. — Ven, aprende del maestro. El quirófano es tu elemento, pero los bares son el mío. — Dijo mezclándose entre la multitud para abrirse camino buscando un buen sitio. En ese momento le sorprendió el gol de España y acabo abrazado con un tipo que no había visto en su vida. —¡GOL!

Tras aquella celebración espontánea, con mucho trabajo y metiendo muchos codazos, consiguieron una mesa. Aquellos tipos con más pinta de Alemanas que de Españoles eran buena opción. Con suerte beberían tanto como los Ingleses y podrían dejarles ahí plantados con la cuenta.

La cosa estaba tensa, pero tras un penal se confirmó la tragedia, el empate y lo que después supuso un alivio, la tanda de penaltis.

—¡Como se le ocurre poner a ese, que malo es! ¡Ya que vas a morder muerte con ganas! — Protesto ante el defensor zombi de España cuando volvieron a mostrar el momento.

Bruno tenía la garganta seca a pesar de que frente a él se amontonaran las jarras vacías.

—No quiero mirar. — Tapó sus ojos. — ¿quién lo va a tirar? — Preguntó nervioso.

Si una mujer generó la guerra de Troya, ¿qué hubiese sido en aquel entonces de tener en su vocabulario nuestras dos grandes expersiones? ¿A cuantos idiotas hice casarse simplemente usando "no tienes pelotas" o "no hay huevos"? Dos frases que bien usadas, podrían conquistar el mundo y en este caso, conquistamos un pedazo de Alemania con forma de mesa.

Eso sí, aquel golazo lo celebramos con entusiasmo y con ganas. Bruno se abrazó a alguien y yo, en mi línea, no toqué a nadie.

Fuímos bebiendo con aquellos alemanes y viendo el partido, animando a España todo el tiempo y pidiendo cervezas que sabíamos que no pagaríamos. O esa era la idea.

Pero España la cagó con aquel defensa. ¿Quién demonios le había metido en la selección sabiendo además el problema que podría y que de hecho había causado? Al menos llegamos a la tanda de penaltis, donde se decidiría todo. Bruno no quería mirar y decidí burlarme de él un poco. - No me lo puedo creer... - Solté ante su pregunta. - Va a lanzar el muerde orejas... - Evidentemente era mentira, pero... ¿por qué no tomarle un poco el pelo? - Y encima ni se ha limpiado la cara y sigue con ella llena de sangre... - Y seguí mirando la pantalla, con cara de póker.

Sí, esas cosas me divertían, pero no eran más que niñerías con las cabronadas que solía hacer. Quien realmente iba a tirar era Emiliñio, el mejor central de toda la selección y gallego, evidentemente. Y mientras, por dentro, aguantaba el manojo de nervios y la tensión para soltarlo todo en el momento que el balón entrase en la red.

Porque debía entrar en esa red con semejante jugador dispuesto a ganar.

Los dos primeros penaltis de cada equipo habían acabado en la red, pero el tercer argentino en patear envió el balón bien alto hasta la tribuna del estadio.Luego el tercer disparo y gol de España para ponerse 3 a 2 con un tiro que venció la mano del argentino, y el cuarto penalti fue atajado por el arquero español con el pie derecho (el tiro fue fuerte al centro y el guardavalla había dado un paso a la izquierda, pero a último momento alcanzó a levantar la pierna para convertirse en héroe).

Emiliño se acercó al área y acomodó lentamente el balón en el punto a 12 pasos de la meta. Si convertía España sería campeón por tercera vez en casi 300 años de historia de mundiales. El toro gallego mirando a los ojos al torero sudamericano que no podía más que esperar la cornada. El balón voló a media altura bien cerca del palo derecho, al arquero fue hacia el lado contrario y GOOOOOOOOOL. España. España CAM PE ÓN.

—Vamos, no me jodas... Ese no... — Sin dar credibilidad a Gregorio se apartó las manos, solo para ver que le estaba tomando el pelo. —Serás cabrón. — Dijo soltando su mano a pasear, pero esta vez Gregorio logro evitar el contacto.

Viendo que no podía fiarse de su amigo, se levantó y se preparó para esa montaña de emociones que era una tanta de penaltis. Con cada pelota dentro, con cada atajada del portero, la cosa se fue poniendo a favor de España.

Bruno estaba que se moría de los nervios. —Nuestro tercer mundial en trescientos años. ¡Vamos España!

Cuando se consumó la victoria, Bruno se hizo uno con el mar de personas. ¿A quién le importaba que hubiera zombis entre ellos? A él no. —¡Oeoeoeoe! —Cantaba mientras reculaba hacia la salida y miraba a Gregorio. Con su cabeza le señalaba que se marcharan. Si querían salirse con la suya era el momento.