Partida Rol por web

La situación es absurda. Es casi lo contrario a la psicología.

Porque la psicología consiste en hacer que la gente te de su dinero, sus secretos y su lealtad eterna sin que tu te molestes en nada.

Lo que me sorprende es lo de la niña zombi

"Esto... Violeta ¿Los zombis hablaban? Nunca he visto hablar a uno, la verdad"
"Tu que andas metida en estos berengenales, lo tienes que saber"

"De hecho, Gregorio ¿Tu has tenido que tratar con algun zombi en la consulta? Se que desde el CNP (Colegio Nacional de Psicólogos Malvados) se están preparando seminarios al respecto, pero aun no hay nada decidido"
"Respecto a cubrirte... Gregorio, por supuesto, cuenta conmigo. Yo te cubro (y tu te expones)" Lo cierto es que el entrenamiento en el CNP nos hace ser tan charlatanes que podemos venderle unos zapatos de marca a un cojito.

—Pues claro que hablan. Son personas como tú y como yo, con situaciones vitales diferentes. Por eso voy a darlo todo para sacarlos, y si tú amigo está con ellos también. Esas las pancartas son sólo armas de propaganda.—Siguio respondiendo a Bruno y Gregorio.— No digo que no sirvan, cuando llegue la prensa pueden ayudar. Pero de momento toda la prensa está con el fútbol. Así que los compañeros con pancartas sólo servirán de distracción. Alguien tiene que hacer algo. Y si no hay nadie con cojones, entonces voy yo.

Y salió al trote hacia la esquina, aparentemente intentaba rodear la casa.

Viendo a Violeta alejarse y a los otros ir hacia la puerta, la niña decidió que ella seguiría a Bruno. Por algún motivo le parecía el más centrado del grupo.

Mientras marchaban hacia la puerta miraron a Violeta doblado la esquina. El frente de la casa estaba pintado de un blanco radiante e impoluto, todas las ventanas con cortinas color beige, todo sin una sola mácula. Excepto la esquina por donde se acababa de ir Violeta. Allí había una marca pintada en una de las ventanucas que daban al sótano.

Al llegar a la puerta una policía les cortó el paso.

—¿Vosotros dónde vais? Mientras estéis allí enfrente no pasa nada. Pero si me traeis una de esas pancartas adentro de la Dirección os aseguro que no salís más.

La loca se marchó sin que ninguno pudiera detenerla. En menudo lío les iba a meter. Lo que le faltaba a Bruno es que la policía le trincara. A ver quién iba a sacarle de necesitarlo, sin familia, sin mujer, sin amigos, porque como él seguro también acabarían encerrados.
Menudo panorama...
Siguió a sus compañeros y se quedó a una distancia prudencial, cruzado de brazos y poniendo cara de pitbull a punto de saltar. Ese semblante amenazador se esfumo cuando primero la peste y luego la niña zombi se colocó a su lado.
—Niñita adorable...
Al final que fuera una niña, aunque algo deteriorada, hizo que el corazón del grandullón se derritiera y comenzará a hablarle de una forma más amable.
—Tranquila verás que todo saldrá bien.— Eso sí, procuraba no mirarla, porque corría el riesgo de que le entrara fatiga si no ponía remedio.

Camino hacia la señora. Y miro su nombre en la placa o donde sea que se lo ponga.

"Señorita Boyeras, por lo que veo. Entiendo que está usted haciendo su trabajo. Un digno trabajo y sufrido, por el que debe haber pasado muchas eventualidades y por la que se expone a grandes problemas a diario"
"Incluso ahora, se está enfrentando a una situación de gran Stress. Todo esto podría romper a un hombre débil, pero usted intenta resistir, forzando una imagen de dureza, aun cuando el instinto le dice de huir"

Entonces libero mi pleno poder de psicólogo para comerle el coco

"No tiene que proyectar una imagen falsa nunca más. Ahora está en presencia de un psicólogo. Puede descansar, y puede confiarme sus inquietudes, sus problemas"
"Tan sólo relájese, tan sólo abrame su mente. Relajese, señora Boyeras"

Mientras la mujer que opté y bien hecho, por no tirarme después de la rubia se largase y que la niña zombi se pegase a Bruno, asomó un policía el cual nos llamó la atención. -No se preocupe, señor agente. Yo entraré, pero no con esta gente... - Dije mirando a los de las pancartas. - Que ellos estén aquí no implica que yo esté con ellos.

Al hablar con el agente vi la marca en la pared, pero, ¿para que meterme en más líos si solo quería sacar al payaso de turno? Así que saqué mi móvil y me alejé de la chusma para que no me oyensen hablar, llamando así a la directora García.

- House. No. - Fue lo primero que me dijo. Lo normal como siempre.

- Pero déjame explicarte... - Y me cortó las palabras.

- No vas a abrir a nadie al cabeza por una corazonada, no vas a parar un corazón para ver si detrás tiene algo, no te voy a dejar taladrar un cerebro para una biopsia de algo que sabes que no tiene pero que por capricho quieres hacer. - Me soltó del tirón.

- No es nada eso, no es ninguna prueba médica... más o menos... - Y guardó silencio, seguramente sorprendida. - Tú siempre dices que me relacione y que salga con amigos y eso hice, pero uno de ellos, por payaso, ha terminado en el Dir. de Estudio de Asuntos Zombis encerrado. No es un zombi, pero es tonto perdido lo que le convierte en mi paciente perfecto. - Dije animado e incluso con una sonrisa.

- Solo necesito que cuando te llamen del centro y te pregunten si Pablo Nicolás Jiménez está ingresado en ese hospital y es paciente mío, que digas que sí. Que hace algo más de media hora se notó la ausencia del paciente en la habitación y que se le estaba buscando por el hospital antes de alertar a la policía y que no sabes que estoy aquí.

La niña cogió de la mano a Bruno.

—¿Van a liberar al Cele, señor?

La mujer policía perdió su poca paciencia ante los comentarios de Segismundo.

—¡Estoy hasta las tetas de psicólogos! ¿Qué se creen? Llegan aquí y se creen dueños del edificio. Si hasta se han apropiado de medio subsuelo. Yo no vuelvo a caer en sus garras. Decidme qué necesitan o a volar.

 "Vale. No sé en qué líos andas tú con zombis. Ya lo ingreso a la computadora como si fuera paciente de internación. Pero luego me lo traes, entendido? Ah, y me debes cubrir un turno en la guardia. Ya lo hablaremos cuando estés aquí. Apúrate que está lleno de gente que se intoxicó en los festejos."

- Si cuando quieres eres la mejor, doctora García. - Le dije a la directora y me quité el teléfono de la oreja. - Voy a entrar. - Anuncié a Bruno y a Segismundo, esperando que el segundo me ayudase a convencer a los de dentro si surgía algo raro. - Te lo llevaré en cuanto le saque y... ¿no prefieres que cenemos juntos como pago? - Y cortó la llamada.

- Creo que es un no.

Ya me escaparía, como de costumbre de todo aquello y se lo endosaría a cualquier otro. Parecía que García aún no me conocía. Así que me acerqué de nuevo al agente de la puerta.

- Discúlpeme, agente. Ahora sí estoy listo para pasar sin la multitud esa a mis espaldas. No quería dejarle con la palabra en la boca pero era un urgencia médica. ¿Me permite el paso entonces? Creo que uno de mis pacientes está aquí encerrado y me gustaría volver a tenerle en su habitación conectado a sus máquinas antes de que le pase algo... peor de lo que ya tiene. Pero creo que todo esto mejor lo explico dentro... no sea que los de fuera se revolucionen por mis palabras.

La verdad es que lo había dicho a posta. Quería que se alzasen las pancartas por si teníamos que salir por patas de dentro, que al menos la entrada estuviese ocupada con los agentes parando a los activistas.

Y la niña casi me dio pena. Y digo casi, porque yo no tenía ese tipo de sentimientos dentro. Y tras mis palabras, si la agente me dejaba, accedería con calma a las instalaciones.

—¡Estoy hasta las tetas de psicólogos! ¿Qué se creen? Llegan aquí y se creen dueños del edificio. Si hasta se han apropiado de medio subsuelo. Yo no vuelvo a caer en sus garras. Decidme qué necesitan o a volar.

Las palabras de esta tiparraca me llenan de orgullo y satisfacción

Desde luego, eso significa que mis compañeros ya han llegado. Ya están aquí. Y que los planes para expandir los dominios psicológicos están avanzando

Ante lo que dice la señora, simplemente hago un ademán de cabeza al bueno de Gregorio, que ya ha dominado por completo la situación.
Grande, Gregorio. Que pena que decidieses dedicarte a una rama menor de la ciencia ¡Que gran psicólogo hemos perdido!
Juntos, podríamos diseccionar cerebros de niños, in situ, solo para ver como reaccionan a medicamentos o estímulos. Juntos podríamos forzar los gobiernos, la educación, la justicia y la cultura...
Juntos...

Ains...

"Voy con él"  le digo a la Bolleras "Y tranquila, las pancartas son ellos. Nosotros somos PROFESIONALES"

Bruno parecía que se iba a quedar solo en medio de aquel grupo de locos y en compañía de la niña mal oliente. Vio como se alejaban sus amigos.
—No tardéis mucho...— Menciono incómodo, sin querer mirar a la niña que ahora le había tomado la mano. Su tacto era desagradable, casi parecía que su carne iba a desmoronarse y quedarse en los huesos.
—Vamos pequeña, tenemos trabajo. Somos la distracción.—Camino hacia el grupo de manifestantes.— Os quiero a todos armando jaleo ¡Vamos a hacer ruido!
Se acercó al vehículo donde habían venido y dejando a la niña abajo, se subió en el capo. El dueño lo miro desaprobando su actitud, pero recibió a cambio otra mirada de Bruno. Una que decía, como abras a la boca, te arranco los dientes.
—¡Trae ese megáfono!— Primero golpeo apretó el botón y le dio unos golpecitos, produciéndose un sonido de lo más desagradable. Una vez sabia que iba a funcionar, empezó con su show.
—¡Los zombis son personas, como tú y como yo! Aunque huelan, peor que en la comunión de Peppa Pig — Lo último lo dijo en voz baja para no herir sensibilidades, pero con el megáfono pulsado, como estaba, se había escuchado y todos lo miraban. —¡Coño, dejad de mirarme y uníos a mí, seamos una voz!
—¡Los zombis son personas, como tú y como yo!Volvió a repetir.

—¿Qué? ¿Un paciente humano aquí metido? Ehh...—de pronto la policía se puso nerviosa.— No. El humano que trajo el camión no tajo ningún humano. Sólo zombis. Y el que está ahí dentro, si lo hubieran traído por error, lo habrían liberado enseguida, que nunca se cometen ese tipo de errores, y no seguiría aquí dentro, como está, digo no. Mejor pasen que voy a llamar al director. LLAMALO A DEL PINO.—gritó hacia adentro y luego salió a intentar sosefar a la muchedumbre que se estaba cabreando.

Pasando la entrada se veía un hall parecido al de una comisaría: un mostrador a la izquierda con un cuaderno azul encima, una oficina pequeña detrás del mostrador, otras dos puertas una en la pared de enfrente y otra a la derecha, un sillón muy largo, súper incómodo que mezclaba olor a mugre con desodorante de ambientes. Como únicos adornos un gran mapa de la ciudad y unos cartelitos con información sobre cómo proceder ante ataque zombis, iguales a los que había en el sector de cirugía estética del hospital y que House nunca se había molestado en leer.

Quedaron allí solos durante algo más de un minuto, la puerta de enfrente, entreabierta, dejaba ver un pasillo que probablemente conduciría a oficinas o celdas. Al final del pasillo del s hombres con guardapolvo blanco fumaban mirando hacia afuera.

La otra puerta estaba cerrada. Cuando se abrió apareció allí el oficial Del Pino

- ¿Señor del Pino? Soy el doctor House, del Hospital Universitario de Ramón y Cajal. - Le dije mostrándole mi documentación como tal. - Tengo entendido que han traído aquí a uno de mis pacientes. Se llama Pablo Nicolás Jiménez y no, no es un zombi... salvo que le hayan cosido a mordiscos aquí dentro, claro. - Le dije al superior y quien parecía ser el que mandaba en las instalaciones.

Era bueno saber que no querían humanos allí dentro, salvo a los trabajadores.

- Parece ser que se escapó del hospital para ver el partido y en la carga policial le metieron en un furgón y le trajeron aquí en lugar de meterle en una ambulancia y llevarle a un hospital o más concretamente, al hospital del cual no debió escaparse. - Le dije al hombre con seriedad. - Si no me cree llame al Hospital Universitario Ramón y Cajal y hable con la directora del centro. Le confirmará quien soy yo y la veracidad de mis palabras. Y si está aquí, necesito sacarle de inmediato antes de que sea contagiado.

Afuera, los activistas, luego de dudar un segundo sobre la personalidad de Bruno, aceptaron que cualquier excusa era buena para agitarse y alzaron sus pancartas. "A los corruptos/la cárcel ya/para los zombis/la libertad." comenzaron a cantar. La policía de la puerta se acercó para ver si podía hacer algo por calmarlos.

Justo en ese momento un coche con un vinilo de una agencia de noticias en la puerta. Bajaron un hombre con un dispositivo de filmación y una mujer con un aparato similar a un móvil antiguo y auriculares. Al verlo a Bruno con el megáfono fue directamente hacia él y se ubicó interrumpiendo el paso a la policía.

—Buen día. Esto no es un festejo por el mundial. ¿Cierto?—afirmó tras echarle una ojeada a las pancartas.

A toda prisa, como intentando evitar que me filmen las cámaras -para nada es por mis crímenes contra la dignidad humana en el nombre de la psicología- intento colarme dentro

"Si, vamos a ver a A Del Pino" musito, intentando abrirme paso

Parecía que no estaban muy de acuerdo con seguir a Bruno, pero quien podía negarse cuando se tomaba aquello tan en serio. Incluso gente que pasaba por la calle se iba sumando para ver el espectáculo del fornido portero de discoteca y es que Bruno o había tarado en recordar aquellos días en los que era el alma de la fiesta, el Dj de toda fiesta.

—¡Vamos más fuerte! ¿Dónde está la música? ¡Que alguien prenda la radio de esta chatarra!— Se subió ahora al techo del coche y mientras caldeaba el ambiente su cuerpo se movía al ritmo de la música.

En medio de ese desmadre llego la prensa. Menuda se estaba liando. Bruno se agachó para responder las pregunta.

—Señorita, una cosa no quita la otra. Se puede festejar y protestar. Suba y grabe todo bien. — Después de ayudarla a subir al techo, continua con el show. —¡Que estáis esperando uníos a nosotros!

—Pasen, pasen por aquí. Tomen asiento.

La oficina tenía un escritorio alto en medio, una butaca más alta aún en la que se sentó Del Pino, y tres sillas bajas frente al escritorio donde los estaba invitando a sentarse. Tan grande era el escritorio en relación a las sillas que al sentarse que apenas la cabeza y los hombros quedaban por encima, como cuando un niño pequeño se sienta a la mesa. Parecía diseñado especialmente por los amigos de Fraud para que los visitantes supieran que estaban en inferioridad de condiciones.

Algunas fotos de Del Pino en las paredes daban cuenta de que se había reunido con muchas personalidades de la política y de la ciencia, y había conducido numerosas razias de zombis. No había libros ni archivos ni nada parecido, apenas unas tres hojas abrochadas sobre el escritorio, hojas que Del Pino cogió antes de mirar por la ventana el jaleo que Bruno estaba armando allá afuera.

—Bien. Resolvamos está rápido. Dicen que el humano ese que se mezcló con los zombis es paciente del hospital. No es que desconfíe. Pero permítame verificar su coartada. Voy a llamar. Dicen que es este Pablo Nicolás...—iba pasando el dedo por la planilla.—Ay, no. Debo irme. Ya vuelvo.

Dejó la planilla descuidadamente sobre el escritorio y salió casi corriendo por otra puerta que daba a un pasillo en penumbras. Por allí se accedía a una escalera de madera que bajaba y varias puertas, por una de las cuales desapareció Del Pino.

Afuera Bruno se estaba convirtiendo en líder de los Pro-zombis. Todos con excepción de Abel bailaban al ritmo que proponía el portero e inventaban coplas tontas. "La policía se hace pis/si no libera a los zombís" o "Dame una mano/dame la otra/si no los largas/te rompo la boca". Cinco guardias más habían venido a ayudar a Rita a proteger la entrada.

Entre la prensa corió la noticia, y a los cinco minutos ya había cuatro equipos de filmación registrando el espectáculo.

Fue entonces cuando el móvil de Bruno empezó a sonar. Era Sara.