Partida Rol por web

Alvina se elevó mientras seguía invisible. Atravesó las líneas enemigas para ver por detrás de ellas.

Nornas ordenó a su martillo que atacara al hombre-oso y luego lo señaló con el dedo. Unas siniestras campanas tocaron a muerto y el licántropo sintió cómo su vida se consumía.

La dasharii esbozó una sonrisa de aprobación ante los misiles desplegados por el elfo, al tiempo que lanzaba otra jabalina en dirección a los bandidos que trataban de escapar de la trampa.

El enemigo se desplegaba con rapidez, y lo primero que escuchó fueron las noticias del segundo puente.

–Niña, Valten, ¿podéis organizar a los aldeanos para sofocar ese fuego del que hablan? –pidió con tono imperioso.

Al escuchar la advertencia de la hechicera, Hrönn se giró hacia el sur, donde la temible oscuridad obra de su compañera opacaba toda posible visión del monstruo o los aldeanos que inconscientemente habían acudido a defender el flanco. Era evidente que la criatura se encontraba ahí por los gestos de los animales.

Rápidamente lanzó un fuerte silbido para alertar al líder perruno y a la propia jauría. Acto seguido alzó su brazo izquierdo con la palma abierta y los dedos separados antes de cerrarla con fuerza. Con ello enviaba la orden de reunirse. O eso esperaba.

Desde luego el fiel Destripador siguió las instrucciones y en seguida comenzó a dar indicaciones a los otros animales. Dando pasos adelante y atrás y con potentes ladridos pidió al equipo que vinieran a su posición. Sólo faltaba que los cánidos y la úrsida entendieran y acataran la orden.

–¡Retroceded, aldeanos! ¡Vuestras azadas no rasgarán su piel! ¡Volved a la barricada y preparaos para defenderla de los bandidos! ¡Corred hacia mi voz! –gritó luego al grupo de aldeanos enfrentados al oso, mientras corría en dirección sur y se embarazada el escudo.

Hay algo sutil que percibís en Pharan, un gesto, un algo, con el daño que le habéis causado escondió su rostro debajo de su manga, no parecía él, su piel tenía una tonalidad distinta; Hrönn no sabía lo que era a ciencia cierta, pero Lya por su propia naturaleza sabía lo que había intentado esconder aquel ser, no era más que un Dopplenganger, aquel no era el semielfo al que queríais acabar.

Las manos de Eladamri no se detuvieron, disparando sin pausa a aquel impostor, y dándole de lleno su cuerpo cayó pesadamente sobre el césped; en el transcurso de su caída su cuerpo terminó de transformarse, dejando claro que no era más que una mera ilusión.

El líder bandido ordenó algo a la arboleda mientras se lanzaba al frente, quedándose cerca del fastidiado osgo

¡Más fuego, más fuego, vamos!

Lanzó su arma al mismo tiempo que su compañero contra el hombre lagarto. Pero solamente acertó el hombre, el goblinoide seguía demasiado magullado y mareado como para poder hacer algo decente.

Al lado del molino, cerca de donde había caído el falso Pharan, una figura encapuchada con túnicas rojas surgió, poniéndose magia sobre sí mismo ymirando a la pelirroja comenzó a realizar ciertos cánticos. Una luz comienza a formarse encima de la norteña. 

El arquero viendo la situación de un nuevo integrante saliendo del bosque agarra una de sus flechas y se prepara para lanzársela.

Más al sur, del mismo sitio que había surgido el hombre oso surgió otra figura

¿Qué carajo?

Dice moviéndose, intentando evitar la oscuridad que los envolvía.

Uno de los grupos de los bandidos se mueve como bien puede en el río, acercándose al terraplén. A su lado los otros bandidos azuzan a los perros, preparándose para subir también.

Alatia lanzó su magia, pero el movimiento del oso junto con el de los aldeanos complicaba el hecho de acertar al blanco deseado, su magia fue demasiado alta como para darle a aquella aglomeración de pelos.

Dest aulló para llamar la atención de los perros mientras se lanzaba contra el hombre oso clavándole sus dientes con gran intensidad.

Algunos grupos de aldeanos hacen caso a las palabras de Hrönn, parecía que había fuego, tenían que ir; pese a haber un grupo de aldeanos justo al lado, no parecían capaces de controlar aquel fuego, tendrían que esforzarse más.

El virotazo de Lya le entró al cambiaformas el cual le dedicó un grito de dolor, podría resistir muchos golpes, pero la plata no sería una buena amiga, y parecía que era la primera vez que se enfrentaba a ella. El cazador escuchando aquel grito de la bestia aprovechó para dispararle igual que le dispararía a un oso; la flecha se perdió en la magia de la changelling, y un grito de confirmación salió de la misma.

Mientras los más cercanos al puente veíais como los bandidos iban hacia el terraplén algunos aldeanos se mantenían en sus posiciones

¡Esos van a subir, esperaos, aguantad!

Al lado de los aldeanos el elfo y Valten se mantenía junto a ellos, estaba vigilando a los enemigos antes de que subiesen. 

La norteña levantó una de sus jabalinas, y con gran furia acertó de pleno en uno de esos bandidos, el impactó fue con tanta fuerza y precisión que aquel desdichado que recibió el golpe se intentó agarrar a sus compañeros para frenarse, cayendo los tres inútilmente al río. El agua por su parte comenzó a llevárselos, apartándolos del combate, alejándose del mismo unos 11 pies.

El hombre lagarto levantaó su arma de nuevo cargando contra el osgo, pero los nervios o el sudor hizo que su mandoble se deslizase de su mano, cayéndose al suelo.

El cazador desde arriba disparó al osgo de nuevo, aunque su flecha se desvió bastante del enemigo, cayendo dentro del río.

La espada del guererro se lanza contra el bandido para intentar darle una bienvenida como hace falta, pero la simple imagen de ver al habilidoso hombre lagarto perder su arma hace temblar el pulso del guerrero, cuya arma es tirada por una simple parada del bandido.

Los cánticos del clérigo volvieron a sonar, pero el cuerpo de aquellos bandidos que estaban intentando subir por el terraplén parecían más que resistentes frente a su magia, realizó un chasquido con su lengua.

Los perros siguieorn los ladridos de Dest, y se lanzaron junto con su amigo contra el oso, tantos perros a la vez contra el oso hizo que a la bestia le fuese imposible evitar aquellas mordidas, mientras sus piernas eran comidas por aquellos animales cuadrúpedos.

La osa se lanzó junto con la jauría, atacando con una gran furia animal a aquella aberración que probablemente llevase parte de su sangre, una de sus zarpas de clavó en su piel mientras la otra simplemente salió de la oscuridad mágica para volver a internarse.

Rabioso como él mismo, el hombre oso lanzó golpes contra lo último que pudo ver, aquellos aldeanos. Ellos, incapaces de hacer realmente nada recibieron de lleno zarpazos y el mordisco de la bestia. El grupo parecía caer sin posible solución, el cuerpo de un aldeano con gran mordisco salió de la oscuridad, y teniendo terribles convulsiones parecía que su cuerpo comenzaba a sacar pelo igual que la bestia, pero su cuerpo dejó de moverse. No sabéis lo que ha ocurrido dentro de aquella oscuridad, pero no os ha gustado un pelo, esa bestia ha de ser erradicada, y pronto.

Otro de los arqueros desde su posición privilegiada disparó a aquel grupo de bandidos empapados, los cuales recibieron la flecha mientras intentaban subir.

El arma de Nornas voló en dirección al hombre oso, acertándole de lleno, la bestia se movía con rabia mientras los enemigos le rodeaban. La magia de Nornas sonó, y los cercanos al licántropo escucharon las campanas, pero parecía que el licántropo les prestase demasiada atención, tenía cosas más importantes que escuchar unas campanadas.

Algo se movía en el bosque cercano al puente las ramas de los árboles se movían, descubriendo una silueta enorme y amenazadora. Era un troll, el mismo troll que estaba encerrado en lo bajo de la prisión.

Una de sus garras estaba cerrada en forma de puño, apresando a Alvina, quien había tenido la mala fortuna de toparse contra el cuerpo del trol, y la bestia la había agarrado como a una simple mosca, de momento la estaba apresando, y no parecía que la fuese a soltar.

De nuevo, una figura familiar, estaba justo al lado del pie del gigante, se quitó algo del dedo y se lo guarda en un bolsillo, era Pharan.

Bueno, veo que tenéis algo de lío, bien, seré breve amigos. Me estáis molestando y derramar sangre por derramar sangre es algo que no me gusta.

Chasquea sus dedos un poco

Ah, uno de mis mejores amigos, este en concreto.

Le da unas palmaditas en la pierna

Tiene aquí a una de vuestras amigas, un ser feérico creo, fue una visión muy fugaz, pero he visto a más de uno para saberlo diferenciar. Deponed vuestras armas, o ella será la primera sangre en correr. Y creedme, como ya os he dicho no me gusta desperdiciar sangre en vano, y mucho menos sangre feérica.

Alvina intenta escapar de las garras del troll, retorciéndose.

La nariz de la norteña se arrugó con desagrado al notar el cambio de aspecto en el charlatán líder mientras los dardos mágicos del elfo lo acribillaban. Antes de que dicho ataque terminara, Hrönn vio aparecer a otro posible brujo desde la foresta mirándola a ella directamente, y al sentir un extraño calor amenazándola desde arriba se apartó de la zona con rapidez.

Tras el exitoso impacto de su jabalina y las órdenes enviadas al can, Hrönn ya había decidido acudir al encuentro del hombre oso cuando vio que el perro se adelantaba y desaparecía entre la oscuridad.

–¡Dest! ¡¿Dónde vas?! ¡¿Qué coño haces?! –gritó mientras bajaba hasta quedarse frente a la negrura de la hechicera.

Los gritos y gemidos de los aldeanos abatidos por el licántropo la estremecieron y la apremiaron a adentrarse en la oscuridad, pero sus temores sobre la magia la hacían dudar.

–Maldita sea esta niebla oscura... –masculló al tiempo que daba inútiles manotazos hacia delante–. ¡Lya! ¿Estás bien? Guíame hasta esa bestia. ¿Aldeanos...?

Los lamentos de los aldeanos se acallaron al tiempo que los ladridos y gruñidos de los animales luchando aumentaban en intensidad. Se había decidido a entrar cuando las palabras del verdadero Pharan, que aparecía con el troll de las mazmorras, la hicieron detenerse.

Nornas gruñó al ver que había más de un Pharan y gruñó aún más al ver que el troll había agarrado a Alvina pero sabía que no podían detener la batalla sólo por ella. El clérigo confió en que se las apañara para soltarse y se giró hacia el hombre oso. Mientras se acercaba su arma espiritual descargó un golpe contra él y el mismo Nornas utilizó una vez aquellas campanas fúnebres sobre él.

Mierda

- ¡Noooo! – gritó al ver caer a los aldeanos caer ante el cambiaformas. Había confiando en que mi oscuridad le entorpeciese lo suficiente para que no cayeran como hojas en otoño…

- Nooo, no os acerquéis, Hrönn, Nornas – al verlos acercarse hasta mi posición – El terreno se va a volver muy pegajoso. Voy a tratar de contenerlo. – les advertí.

- Ese que ha caído no era Pharan. Era un impostor. El auténtico está junto al Troll. Acabad con ellos. Yo me encargo de mantenerlos a raya en esta zona. – les indiqué – ¡Y cuidado con los bandidos que vienen por el río! – les advertí por si no habían visto el nuevo grupo que iba por el agua.

Mientras se debatía entre si atravesar o no la esfera de oscuridad, Hrönn escuchó la nueva amenaza del líder esclavista. La rabia contenida se podía leer en su rostro, ira que pronto tendría que salir.

No podían rendirse, tuvieran a Alvina o a cualquier otro miembro del grupo. Los esclavistas no iban a tratarlos mejor en caso de hacerlo. La fiel compañera de Alatia debía tratar de escapar por sus medios, de la misma forma que los cánidos y la osa debían luchar ahora por sus vidas.

Desde su posición la dasharii pudo apenas ver a la osa y algunos de los perros mordiendo y moviéndose para atacar y defenderse. El licántropo debía estar ahí, pero la manta de negrura no permitía a sus ojos encontrarlo.

Hrönn lanzó un último y potente silbido para tratar de atraer la atención de las bestias, seguido de la orden de turno. Sin embargo, los animales estaban tan concentrados en el combate que apenas sintió que le prestaran oídos.

En esas condiciones ella se sentiría tan inoperante como los propios aldeanos al luchar contra el hombre oso, así que finalmente cedió ante las palabras de la hechicera.

–¡Mierda! Está bien. Pero ni se te ocurra caer aquí, Lya. Cuídame a esos perros –gritó al aire, al tiempo que se daba la vuelta.

La bárbara volvió sobre sus pasos hasta llegar nuevamente a la barricada que protegía el camino del puente principal. Allí, tomó su última jabalina y la lanzó con furia hacia los bandidos que seguían luchando con la corriente.

–¡Venid a por nosotros! ¡La primera sangre ha sido derramada por vuestros guerreros de pacotilla! 

Alatia sufría por Alvina, pero sabía que no había nada que hacer. Su compañera comprendía la situación e intentaba zafarse de la garra del monstruo por su cuenta. La muchacha tenía la esperanza de que o bien conseguía escapar o al menos esperaba que fuera rápido e indoloro... Ambas estaban marcadas por la maldición y Alvina regresaría a ella después de la muerte.

Tenía que mantener la concentración. El werebear con un movimiento se había librado de los aldeanos, era un rival demasiado fuerte para ellos.

Se concentró de nuevo esperando que esta vez pudiera hacerle más daño con sus disparos.

Los perros se movieron seguidos por ladridos de Dest liderándoles, el can miró fugazmente a Hrönn, se había dejado llevar más por sus instintos caninos que por las órdenes de lo que se podría llamar ama. Los perros se metieron atravesando la oscuridad mágica siguiendo por el olfato a Dest, Lya sintió fugazmente el peso de algún que otro de los canes contra su propio cuerpo.

El bandido grandote que estaba justo al lado del Osgo gritó, y levantando ambos sus armas casi al unísono pese a la torpeza del peludo, atacaron al hombre lagarto, quien recibió el impacto de sus armas, echando un pie hacia atrás.

Las manos del cultista se movieron de nuevo, pero esta vez estaban apuntando hacia el elfo. "Él es un usuario de la magia Pharan". Una daga azulada es creada en el aire encima de las barricadas. Levita amenazante, lista para atacar.

¡Déjate de mierdas!

El arquero del pueblo con rabia agarra una de sus flechas y se la lanza a aquel mago que estaba al borde del puente roto. Pero el tiro fue demasiado rápido y desmedido, sin llegar a alcanzar a su objetivo.

Cerca del cobertizo y del hombre oso, el bandido ve a Nornas avanzando con decisión hacia el wereboar, él se lanza interceptándolo, el clérigo nota como su arma penetra dentro de él.

Ese martillo me gusta, me lo quedaré cuando mueras.

Por sus fosas nasales podía oler una pestilencia a alcohol que le golpea.

Por el río, los bandidos intentan agarrarse a algo para para la fuerza del agua, deteniendo su incesante avance por el río, ahora su siguiente objetivo era salir de allí

Por el terraplén del río, otro mojado grupo de matones suben acalorados, la trampa les atrapó sus pies.

Buf tío, pero qué asco, ¿a qué huele?

Alatia consiguió recomponerse un poco, lanzando su magia contra la gran y peligrosa bestia, acertándole. Parecía que ni la magia ni la plata

Dest se puso cerca de la norteña, le dió un ladrido y un pequeño mordisco para hacerse denotar. Estaba allí con ella, y no iba a permitir que ese hombre oso se acercase a ella.

Los aldeanos golpeaban al fuego, intentando detener su incesante avance, no podían permitir que el fuego se extendiese más por el poblado, aparte de los peligros ya existentes, este podría suponer un gran problema. Parecía que el fuego se había podido controlar en dirección al pueblo, aunque crecía en dirección al río.

Mientras tanto, más flechas con fuego caían, aunque esta vez cambiaron de objetivo, el tejado era en esta ocasión más llamativo para ellos. El arquero en lo alto miró el fuego aterrado, tenía que bajarse de allí

Nah, aplasta al hada, ya encontraremos otra. Ve chico, diviértete.

El gigante sonrió con gusto. El semielfo se movió hacia el puente, cerca del fanático, siempre listo para utilizarlo como escudo humano.

¿Él es un mago? De acuerdo, puede sernos de utilidad.

Las manos de aquel conjurador se comenzaron a mover con gran rapidez, a la par que conjuraba algo en un extraño idioma, los bajos de sus ropajes se elevaban poco a poco, de su boca surgió una luz purpura que tomó la velocidad de un rayo, lanzándose como una flecha hacia Eladamri. El elfo notó cierta electricidad recorriendo su cuerpo.

El virote de Lya se lanza contra la bestia, cada vez parecía más dañada, la respiración le era más pesada y angustiosa. Su magia cae pesada sobre aquella zona, todos los afectados gritaban como condenados si aún más se podía en aquel hostil ambiente.

El cazador vio el fuego a su lado, y bajándose del tejado toca tierra.

Los aldeanos discutían qué hacer mientras mantenían sus posiciones.

¿Avanzamos? Allí está el aceite, ¡no! Id preparando fuego vamos

La jabalina de la norteña acertó al bandido que estaba agachado intentando liberar la pierna de su amigo de aquella trampa, tirándolo al suelo.

Los perros del enemigo subieron sacudiéndose el cuerpo, estaban casi tan furiosos como sus amos.

El hombre lagarto volvió a cargar su arma, sin asestar un certero golpe. Se le veía preocupado, se giró sobre sí mismo y comenzó a gritar mientras levantaba su arma, sus compañeros más cercanos le miraron mientras cargaban sus armas, ¿qué diablos hacía mirando hacia atrás?

El cazador movió su cabeza por el hombre lagarto, tomó una de sus flechas y se preparó para disparar al osgo, lo tenía a tiro, justo abajo. Pero estaba más preocupado por su escamado amigo que por su propia flecha.

Los cánticos del clérigo resonaban por encima de las voces de los nerviosos aldeanos. Atrás malditos rufianes. Susurraba mientras lanzaba magia contra los bandidos. Pero ellos vieron lo que estaba intentando hacer, y lo esquivaron a tiempo.

Vuelve grandullón, te necesitamos

Zarandeaba el guerrero al hombre lagarto para que le dejase de dar la espalda a sus enemigos, otro golpe de su arma se lanzó contra aquel dúo, pero se encontraba desestabilizado debido a intentar ayudar al hombre lagarto.

El hada mordió la peluda mano de aquel ser, intentando liberarse, abrió un pequeño hueco en su gran mano, y vio la oportunidad, decidió no desaprovecharla, escapó de allí justo a tiempo. Alejándose del troll. Una sobra grande apareció encima de ella, cubriendo cualquier lugar al que escapar. De un manotazo el gigante derribó a Alvina, el cuerpo del hada yacía en el suelo sin movimiento*.

Eladamri, tengo que luchar, tengo que ayudar.

Le besa fugazmente. Berta se comenzó a transformar en hombre rata y marcha en la dirección de Nornas.

He de usar mi poder de bestia.

La osa se revuelve sobre aquella red que Lya había lanzado, lanza mordiscos y zarpados hacia su presa, pero es incapaz de quitarse el peso de encima.

Los otros canes al lado de Hrönn se pusieron a ladrar a los recién llegados perros. Se conocían a la par que odiaban.

El trol termina de mirar al enemigo abatido, le da con el pie, levantando el polvo alrededor de Alvina; ríe de alegría y se comienza a mover en dirección hacia las barricadas animado, la profundidad del río no detuvo su paso. Su macabra sonrísa estaba poniendo nerviosos a los campesinos.

El hombre oso rompe con dificultad las redes que le apresaban, y con furia ataca con dos zarpazos a la osa, quien no se amedrenta e intenta destrozar aún más esa red.

El cazador nervioso lanza una flecha al gigante, la flecha es parada en el aire por el gigante de un manotazo.

Los aldeanos más rezagados comienzan a temblar mientras agarran tierra ardiente.

Nornas marcha hacia el hombre oso, conjurando su magia, pero se ve interrumpido por un estúpido bandido; a su golpe y a su frasecilla las responde de un certero martillazo 

Dos hombres ratas se cuelan andando cuadrúpedamente por detrás del oso, parecen frescos, confiados y bien alimentados. Sus medallones brillan con el reflejo de la luz de la luna.

Comienzan a sonar diversos cuernos de batalla a lo lejos, el sonido proviene del sur.

Pharan había intentado dominarme, podía sentir su magia intentando coactar mi voluntad, por suerte mi sangre élfica combinada con la bendición recibida del enano, logró imponerse y el conjuro de Pharan fracaso.

Debía tener algo más de cuidado o la situación se complicaría, así que, decidí adaptar mi estrategia, pues mientras el trol estuviera entre Pharan y yo, muy poco podría hacer, por fortuna Sephiroth estaba sobre el tejado del molino así que tenía todas las piezas en su lugar para darle una buena sorpresa a ese desgraciado.

Sin caer en la desesperación evalúo el campo de batalla y me preparo para poner en marcha mi estrategia.

Sephiroth ya sabes que hacer, en cuanto lo veas conjurar... pues ataca a sus ojos y luego retírate para volver a repetir la estrategia.

- ¡Eh, vosotros! – gritó en élfico a los wereratas - ¡Venid aquí arriba conmigo! ¡Es hora de calmaros y descansr! ¡Calma! ¡Calma! – les gritó varias veces recordando la palabra mágica del colgante; entonces se acordó que el colgante de Nager era diferente, una versión más tosca, o más avanzada que la que descubrió después en el fuerte Orkfoll, pero tenía otras palabras – ¡Descansa! ¡Descansa!

Mientras no había que perder el tiempo, había recargado de nuevo la ballesta, apuntó al wereoso y disparó.

Nornas se enzarza con el bandido, maldiciendo porque no consigue acertarle.

Al llegar de vuelta a la barricada, Hrönn pudo observar los últimos movimientos del enemigo en el puente principal.

–Bien, ya están aquí. Vosotros, firmes. No os amedrentéis. Sois gente fuerte, y no vais a permitir que unos sucios bandidos y asquerosas criaturas arrasen vuestro pueblo –bramó a los dos grupos de aldeanos que se encontraban allí–. Esperad a que lleguen a la barricada y atacad con fiereza. Valten, agarra esa antorcha. Cuando ese maldito troll se encuentre en los charcos de aceite, tírala.

La mujer se apoyó en uno de los carros que formaban el improvisado muro de contención. Mientras se aflojaba los correajes del escudo notó la presencia del perro.

–Vaya, me sorprende que hayáis tenido la voluntad de apartados de ese combate. Yo no la habría tenido –dijo antes de soltar una pequeña carcajada.

–Vale, vamos a montar jaleo para atraer su atención y darles tiempo a esos arqueros a escapar. ¡Ladrad! ¡Grrrr! ¡Auuuuuh! –terminó gritando al tiempo que dejaba el escudo en el suelo y agarraba su fiel guja.

Destripador movió la cabeza al principio, confuso, pero al escuchar la arenga de la pelirroja en seguida comenzó a ladrar con rabia, mientras daba saltos a un lado y a otro.

–¡Eh, tú! ¡Apestoso gigantón! –bramó mientras señalaba al troll con su arma–. ¿Recuerdas mi olor, verdad? ¡Ven y enfréntate a alguien de tu tamaño!