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Luz en la Oscuridad [+18]

Relatos en la Oscuridad

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28/01/2019, 11:34
Akodo Tsuro

En el fuerte Chabudai había una pequeña guarnición de cangrejos. Los escasos efectivos que estaban establecidos allí no eran los bastantes como para haber salido a acabar con la amenaza sin haber puesto en peligro el fuerte. Quizá ni tan siquiera como para haber defendido con éxito un ataque por parte de la horda. Los perspicaces fénix se dieron cuenta de que la mayor parte de los hida estaban en la muralla o en otra parte, pues normalmente habría una guarnición cinco veces mayor en número, como mínimo.

En cuanto entró, Hida Jôtaro comenzó a impartir órdenes a unos cuantos samurai, pidiendo todo tipo de información. Cuántos samurai había en el fuerte, víveres, estado del equipo de guerra...

Mientras el imponente guerrero impartía las órdenes, tres cangrejos se acercaron a los fénix, pidiéndoles que les acompañasen.

Al cabo de unos minutos de vagar por los pasillos, llegaron a una habitación donde les dijeron que podían instalarse. También les dijeron que los heimin estaban preparando un baño para ellos en un nivel inferior, y que en cuanto estuviese listo les vendrían a buscar.

Los compañeros de viaje, cansados tras tantos días de viajar y combatir, dejaron caer sus pertenencias con cansancio al suelo.

Izumi, ya recuperada casi por completo de la terrible herida que sufrió en la primera aldea, comentó que iba a buscar a alguien que pudiese reparar su dañada armadura y. con una reverencia, salió de la habitación. Tetsuya, consciente de la preocupación que sentía Kouta, hizo una reverencia en dirección a su superior y partió a acompañar a la yojimbo.

Quedándose solo, Kouta preparó su ropa limpia, dispuesto a cambiarse nada más terminar el baño y, una vez que tuvo todo listo, aguardó a que el baño estuviese preparado. Mientras esperaba, sacó pluma, tinta y papel, y comenzó a anotar en las hojas todo lo transcurrido desde la primera aldea, pues sus vivencias de primera mano con las corruptas criaturas serían un material importante en el futuro, ampliando así los registros de su abuelo.

Mientras escribía, le interrumpieron para el baño y, tomándose un respiro, bajo a disfrutar del agua caliente.

Un buen rato después, y ya limpio, Kouta continuó su redacción hasta acabarla. Y, ya que lo tenía todo preparado, comenzó en una hoja nueva a redactar un informe para Isawa Ochiai, contándole todo lo sucedido, aunque omitiendo el terrible garrotazo que casi acaba con la vida de Izumi. Su letra, pequeña, apretada, pero clara y pulcra, iba llenando el vacío del papel con las palabras que conformaban el código de su clan.

 

Al cabo de una hora rokuganí, Kouta acabó por fin y justo a tiempo, pues un heimin le indicó que se le esperaba para cenar y que por favor tuviese la amabilidad de acompañarle.

La cena consistió en un bol de arroz y mucha carne frita. Fue servida en una sala pequeña en la que estaban solo los fénix. Tetsuya, intentando ganarse el favor de su superior, y habiendo visto lo sucedido en aquella casa de té, le cambió a Kouta la ración de carne por su ración de arroz. Gesto que Kouta le agradeció.

La cena transcurrió con calma, los tres estaban muy cansados y solo se habló de trivialidades. Tras cenar, los tres subieron a su habitación. Tetsuya, tras colocar mejor sus pertenencias, se acostó en el futón, durmiéndose rápidamente. Izumi, ajustando bien el biombo que la separaba de los hombres, también se retiró, aunque la luz de su vela estuvo un rato encendida.

Kouta en cambio, sacó un papel mas, y en el escribió: 

Ardes por siempre

Alegras el corazón

Inicio y fin.

Se acercó a un brasero que ardía en la habitación y, frente a el, encendió tres varillas de incienso y, arrojando su haiku al fuego, comenzó a agradecerle al kami de fuego por haberle permitido llegar hasta allí y haber cumplido su deber. También le agradeció su inestimable compañía. Tras haberle agradecido, elevo unas plegarias hacia sus ancestros, pidiéndole especialmente a su abuelo que no apartase la mirada de su camino, pues sus pasos recorrían la senda de la vida por esa vía gracias a él.

 

Tras acabar sus oraciones, Kouta comenzó a desvestirse. Pero antes de que comenzase una voz fuerte y dura como el pedernal se escuchó:

-Isawa-sama, se requiere vuestra presencia. Por favor, vestíos y acompañadme.

Incrédulo por la hora en la que era requerido, Kouta se resignó y, maldiciendo los modales del cangrejo por segunda vez en su misión, Kouta se colocó bien sus ropajes y salió. Afuera le aguardaba un corpulento Hida, el cual le recibió con uan profunda reverencia y le pidió que le acompañase. Kouta correspondió a la reverencia y acompañó al cangrejo por los pasillos del fuerte.

 

Tras subir un nivel, llegaron a una puerta custodiada por dos guerreros cangrejos los cuales abrieron la puerta y, una vez hubo entrado Kouta, entraron tras él.

Frente a Kouta había en seiza unos doce miembros del clan, pero fue incapaz de poner nombre a esos rostros de duras facciones.

Al entrar, todos le hicieron una reverencia, que Kouta correspondió, y fue entonces cuando el que parecía poseer el mayor rango de entre ellos, comenzó a hablar.

-Isawa-sama, mi nombre es Hida Ryojin, y soy Taisa del ejercito cangrejo. Como es tarde y el tiempo apremia, iré al grano. Los aquí presentes estamos en contra del plan de Hida Jôtaro-sama de atraer a este fuerte al enemigo. En nuestra opinión, que unos cientos de trasgos ataquen las tierras de la grulla no tiene demasiada importancia, pues la auténtica gloria nos aguarda en la muralla. Tenemos la intención de coger nuestras fuerzas, aproximadamente un cuarto de nuestras fuerzas actuales y partir esta misma noche hacia la muralla con el objetivo de ver por donde se han colado estos malnacidos y arreglar el problema de raíz. Hida Jôtaro-sama quiere aguardar a los refuerzos, pero nosotros sabemos que podemos lograr la hazaña, y lograr que nuestros nombres queden grabados por siempre en los registros del cangrejo. Os hemos visto luchar, y deseamos vuestra compañía en esta expedición. ¿Qué me respondéis?

 

Kouta sintió miedo e incredulidad, siendo consciente de los tres cangrejos que estaban a su espalda. Lo que planteaba Hida Ryojin era una traición. Aceptar la oferta supondría un duro golpe a las relaciones con el cangrejo. Daño que no podía producirse, puesto que necesitaban la ayuda de ese clan para devolver al emperador de nuevo a su posición. Pero rechazar su oferta implicaría su asesinato, pues en un complot no deben quedar cabos sueltos, y es en lo que se convertiría en caso de rechazar la envenenada invitación.

Entonces Kouta se relajó, si ese debía ser su fin, que así fuese, pues prefería estar muerto a verse deshonrado. Respirando profundamente, se despidió mentalmente de sus amigos y de sus sueños y ambiciones. Iba a responder, pero en el último momento, cuando sus labios habían comenzado a moverse, se percató de un brasero que ardía en la habitación. Al menos si iba a poder despedirse de uno de sus amigos.

Concentró su voluntad en las llamas y comenzó a agradecerle todos los años de compañía y amistad a su amigo. Y, para su sorpresa, comenzó a ver algo en las llamas. Era como si las llamas le devolviesen la mirada. Parpadeó con incredulidad, pero continuó percibiendo la misma extraña sensación. Vio como lo que intuyó que era su kami se movía, inquieto, en el brasero.

Adiós, amigo.

 

-Me niego a participar en semejante traición-respondió con la voz clara y serena-Voy a informar de inmediato a                 Hida Jôtaro-sama de vuestras desleales intenciones. 

Tras sus palabras observó como  Hida Ryojin hacia un gesto con la cabeza, y sintió el aire moverse tras él. Sintiéndose terriblemente solo en ese último momento, Kouta fijó su atención en el brasero, buscando a su amigo con la mirada.

Pero sus ojos se abrieron con sorpresa pues el brasero estaba al rojo vivo, y con un fuerte estruendo explotó, arrojando llamas y brasas con violencia. Toda la sala fue abrazada por las ardientes llamas. La sala se llenó de gritos de angustia.

Kouta fue bañado por el fuego también, pero no ardió. Se sintió a salvo, protegido, en casa.

De forma súbita, tal como había aparecido, el fuego desapareció, quedando algunas llamas lamiendo las ennegrecidas paredes, y los cuerpos de los cangrejos humeando en el suelo. Sin tiempo que perder, Kouta se levantó de un salto y observó que ningún Hida se encontraba en pie. Sacó un pergamino y tras una apresurada plegaria extinguió las llamas que quedaban en la sala. 

Entonces salió al pasillo y escuchó pasos que se encaminaban apresurádamente a su posición. No tardó en llegar una patrulla del cangrejo, la cual, al ver el panorama, arrestó a Kouta y mandó despertar a su señor.

 

Tras un buen rato de espera, un colérico Hida Jôtaro entró en tromba por la puerta, seguido de cerca por un Kuni con la cara apenas pintada, y varios de sus hombres de confianza. 

Conforme entró, exclamó enfadado.

-Espero que tengas una muy buena justificación para tus traicioneros actos, Isawa-san. Dieciséis buenos hombres muertos o tan malheridos que no se sabe si sobrevivirán. Una sala arrasada por el fuego. ¿Qué kansen te ha poseído? Kuni Masao, haz la prueba.

Sin mediar palabra, de las manos del kuni surgieron sendos haces de luz verde que atravesaron sin causar daño alguno a Kouta.

-Está limpio, Jôtaro-sama-dijo con sequedad Masao

-Y bien, explicaos, Isawa-san-dijo con un bufido Jôtaro.

Kouta concentró toda su atención en la respiración, sintiendo el aire entrar por su nariz y bajar hasta su ombligo, y del ombligo a la nariz.

Tras una profunda respiración que le tranquilizó, Kouta comenzó a hablar:

-Estaba a punto de acostarme cuando se me convocó a una reunión. Por lo tardía de la hora solo se me ocurrió que usted, Hida Jôtaro-sama, era quien me mandaba llamar. Pero para mi sorpresa, un grupo de cangrejos me recibió, todos bien pertrechados. tenía a trece delante mía y tres a mi espalda. Pero sus palabras estaban manchadas del ponzoñoso veneno de la traición. Querían salir con una cuarta parte de vuestras tropas hacia la muralla, en contr...

-¡Mentís!- Estallo Jôtaro- ¡¿Traidores entre mis filas?! ¿Semejante insulto no puede quedar sin castigo!

-Tranquilizados Jôtaro-sama, dejad que acabe de hablar y entonces comprobaremos si dice o no la verdad.

-Está bien, podéis continuar.-dijo con rabia contenida Jôtaro.

-Como iba diciendo, querían dividir las fuerzas y atacar la muralla por su cuenta para llevarse todo el mérito de está misión. Dijeron que su plan era mucho mejor que el suyo, Hida-sama. Yo me sabía muerto pues prefería estarlo a deshonrarme participando en una sedición. Tenía a tres traidores en mi espalda, y no habría salido vivo de allí sin la inestimable ayuda de los kami de fuego, los cuales me protegieron. Juro haber contado toda la verdad, Hida-sama. Y si no es así, podéis hacer lo que consideréis justicia-dijo haciendo una gran reverencia en la cual mostraba su indefenso cuello al enfadado cangrejo.

 

-Ahora mismo veremos si es verdad lo que decís.-Respondió Jôtaro mirando al kuni.

El kuni, comenzó a invocar a los kami de agua, y, una vez terminada la invocación, comenzó a mirar en un gran cuenco de agua que le habían situado delante. Tras observarlo detenidamente unos minutos, levantó la cara y se giró hacia Hida Jôtaro.

-Lo que dice aparentemente  podría ser cierto, Jôtaro-sama. Los kami me han enseñado que Kouta estuvo a punto de morir a manos de Hida Hiroyuki a sangre fría.  Y las llamas no fueron invocadas por Isawa, sino que un kami de fuego las liberó por su cuenta, así han hablado los kami. Tenéis suerte de tener a un compañero tan leal, Isawa Kouta-san.

-¿Traidores entre mis filas?-preguntó indignado Jôtaro- Quiero una investigación, Masao-san. Quiero que se interrogue a todos los amigos y soldados bajo las órdenes de ese Taisa. Y , con respecto a ti, Isawa-san. Puedes retirarte, aunque podríamos volver a requerir tu presencia para la investigación...

-!Jôtaro-sama!-exclamó un bushi que acababa de entrar con prisa por la puerta.- ¡Un grupo de unos 30 soldados acaban de salir a toda prisa del castillo! Esperamos sus órdenes.

-¡Maldición!. Isawa-san, puedes retirarte. Masao-san, quiero los nombres de todos los traidores y quiero que se les borre del registro del clan, y mandad un mensajero que meta prisa a los refuerzos, acabamos de perder a demasiados hombres como para defender con éxito asegurado esta posición...
 

Notas de juego

Continuará...

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30/01/2019, 10:25
Isawa Kouta

Kouta, tras hacer una reverencia, salió de la sala escoltado por dos cangrejos, los cuales le condujeron directamente a sus apostentos. 

Kouta entró en silencio, pues los dos shiba dormían plácidamente. Nada más entrar, a pesar del cansancio, busco entre sus cosas hasta encontrar lo que quería. El tablero de go que su querido abuelo le había regalado cuando entró en la academia de shugenjas Isawa y con el que tanto habían jugado.

Juego en mano, se encaminó al brasero y lo depositó en las brasas. Hecho eso, y contemplando con tristeza como el tablero ardía, comenzó a agradecerle profunda  y sinceramente al kami que le acompañaba desde hacía tantos años que hubiese intercedido por él de esa manera. Le debía la vida.

Kouta se quedó junto al brasero en una especie de trance, contemplando como el tablero era rápidamente engullido por las llamas. Una vez que el tablero era solo un recuerdo, con un último pensamiento dirigido al fuego, se retiró y durmió.

 

A la mañana siguiente, Tetsuya le despertó. Aunque había dormido profundamente, seguía cansado tras haberse acostado tan tarde, y de forma automática, se vistió y salio a desayunar. Al abrir la puerta, los fénix se encontraron con 4 robustos Hida esperando al otro lado, los cuales, al ver como salían hicieron sendas reverencias. Uno de ellos hablo.

-Kouta-sama, tengo órdenes de escoltarle durante las próximas horas. Por favor,acompañarnos. 

-Hai, lo comprendo. Vayamos- respondió Kouta.

Izumi y Tetsuya miraron extrañados a Kouta, el cual, sin hacerles aclaración alguna comenzó a andar, con dos cangrejos a cada lado.

Durante el desayuno, Izumi preguntó:

-Kouta-san, hasta ahora habíamos disfrutado de bastante libertad, ¿Tendrías la amabilidad de explicarnos a que se debe este cambio?

Con un suspiro, Kouta comenzó a explicarles todo lo que sucedió la noche anterior. Izumi le escuchó con el rostro pétreo, pero Tetsuya, incapaz de contenerse, miraba boquiabierto a Kouta, entre horrorizado y perplejo.

-Entonces, ¿Hida Jôtaro-sama te a perdonado por acabar con esos traidores?- pregunto con la voz serena Izumi.

-Creo que si, pero no podemos descartar que sospechen de mi todavía, o que quieran hacerme más preguntas. Anoche la situación se descontroló y no tengo muy claro en que posición me encuentro. Anoche me perdonó la vida, si. Pero hoy tenemos una escolta que ¿Nos protege, o nos vigila? No sabría decir.

 

Tras el desayuno, los Hida que esperaban afuera les comunicaron que su señor deseaba hablar con Kouta. Caminaron por los pasillos y salieron a la muralla. Se encaminaron a una torre, a la cual subieron. Arriba, les esperaba Hida Jôtaro, el cual se encontraba oteando el horizonte. Estaba acompañado por Kuni Masao y otro de sus hombres de confianza.

Sin dejar de mirar el horizonte, Hida Jôtaro pidió a Kouta que se acercase y contemplara el paisaje con él.

Tras acercarse, Kouta no tardó en percatarse de los puntitos negros en la lejanía.

Tras unos segundos de silencio, Hida Jôtaró comenzo a hablar:

-No he olvidado todo lo sucedido ayer. Mi amigo Masao-san, tras consultar a los kami, afirma que sois inocente. La huida en masa de los traidores, también respalda vuestro testimonio, Isawa-san. Disculpad que anoche dudase de vuestra palabra, pero no creía posible una traición semejante.

Tras estas palabras hizo una  reverencia a Kouta y continuó hablando.

-Pero ya tendremos tiempo de tratar este tema en otro momento, pues eso que vemos es la horda enemiga aproximándose a nuestra posición. Rezo porque los refuerzos lleguen a tiempo, estad preparados, pues llegaran aquí al anochecer.

 

Pasaron unas horas desde la conversación con Hida Jôtaro. Shiba izumi recogió su armadura reparada, la cual quedó mejor que nueva. Y dedicó el tiempo previo a la batalla poniendo a punto sus armas y meditando. Tetsuya, una vez que hubo comprobado su equipo de guerra y afilado sus armas, se paseó inquieto por el fuerte, incapaz de concentrarse lo suficiente como para meditar.

Kouta, por su parte, estuvo ordenando sus pergaminos, tratando de recordar la posición de cada uno para luego poder sacarlos con mayor facilidad. También los estuvo repasando, pues, a pesar de conocerlos muy bien, quería tratar de recordarlos con la mayor facilidad posible. Dedico un tiempo a meditar y elevar unas oraciones a las fortunas y a sus ancestros, además de escribir unas cartas, por si acaso encontraba su fin en tierras cangrejo.

Ya había anochecido cuando se dio la alarma. Tras correr hacia la muralla, Kouta se asomó y pudo ver como un gran número de antorchas y hogueras iluminaban la noche. De los refuerzos no había ni rastro.

El ataque comenzó de inmediato, los arcos comenzaron a arrojar muerte hacia los enemigos que corrían escalas en mano. Los que trataban de derribar las puertas fueron recibidos por una lluvia de rocas arrojadas desde lo alto.

La batalla fue encarnizada, Izumi no se despegó de Kouta en ningún momento, mientras Tetsuya se afanaba por evitar que el enemigo lograse subir por las escalas que no cesaban de acoplarse a la muralla.

Kouta, por su parte iluminó la noche. Con su temible aliento de dragón, arrasaba escalas y derretía a los trasgos que se afanaban por subir. Con sus látigos de fuego, golpeaba a los trasgos, arrojándolos al vacío. Y arrojaba rayos de color verde hacia las figuras mas grandes, los cuales debían de ser los líderes ogros.

La batalla se prolongó y el enemigo acabó por retirarse.

El día siguiente fue igual de duro, y todos lucharon con valentía, pero algunas zonas comenzaban a verse comprometidas pues los cangrejos habían sido mermados y su heroica resistencia parecía a punto de acabar.

Fue entonces cuando comenzaron a escucharse gritos entre los enemigos. Habían llegado los refuerzos cangrejo, los cuales estaban arrasando la retaguardia enemiga. Con ánimos renovados, los agotados defensores comenzaron a recuperar el terreno perdido poco a poco. 

La batalla no tardó en finalizar pues al verse acorralados, los trasgos y ogros supervivientes dieron la espalda a los defensores y trataron de abrirse paso entre los refuerzos para salir de allí. Hida Jôtaro ordenó entonces abrir el portón, y los defensores cargaron, acorralando al enemigo que, teniendo dos frentes abiertos, acorradalos, no tardaron en ser exterminados.

 

Una semana después de la batalla, Kouta, acompañado por los dos Shiba, emprendió el viaje de regreso. Habían tenido el honor de ser recibidos por varios de los cangrejos más importantes, los cuales les elogiaron por su participación en la batalla de Chabudai. Les dedicaron buenas palabras, y les expresaron su agradecimiento. Les habían hecho también varios regalos. A los tres les regalaron un dedo de jade, para que les protegiese en el futuro. A Shiba Tetsuya le habían regalado además los menuki de la katana de Hida Takeo, el cual fue un reputado duelista cangrejo. A Shiba Izumi le regalaron también un arco elaborado por la maestra artesana Yasuki Shinmeki. Y a Isawa Kouta le regalaron un libro con las claves para aprender el idioma nezumi.

Pero a pesar de las bonitas palabras y los extrañamente pragmáticos regalos, el clan se negó a intervenir de momento en el Imperio, amparándose en lo que los Fénix habían podido ver con sus propios ojos. Las tierras sombrías eran una amenaza activa y no podían abandonar la muralla. 

También les entregaron unas cartas selladas, las cuales iban dirigidas al consejo elemental y a Shiba Mugen, el campeón del clan fénix.

 

Notas de juego

Editado el final, Ya no se vuelven.

Continuamos las aventuras cangrejoides Yasuki e Isawa.

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06/02/2019, 13:16
Isawa Kouta

Dedicaron el resto del día a planificar el viaje de vuelta. Mientras estaban en las dependencias que el clan del Cangrejo había tenido a bien de habilitarles, Izumi encordó el arco que le acababan de regalar y se puso a tensarlo, destensarlo y admirarlo.

-Es un buen arco, pero no me es familiar el nombre de la artesana. Además, pensaba que los Kaiu eran los mejores artesanos del clan cangrejo.-Comentó confusa.

-No conozco en exceso a los Yasuki, pero no puedes fiarte de gente que se dedica a amasar fortuna con avaricia. La filosofía de esa familia y sus primos de la grulla me parece deshonrosa.-dijo Tetsuya.

-Bueno, no soy admirador de su filosofía, pero estas hablando de nuestros aliados, y de nuestros posibles aliados. Deberías guardas esos comentarios para ti mismo, Tetsuya-san.-regañó Kouta- En cualquier caso a mi tampoco me suena de nada el nombre de esa artesana. Quizá podamos averiguar algo más antes de regresar. ¿Eso te complacería, Izumi-san?

-Hai, Kouta-sama. No desconfío de nuestros anfitriones, pero desearía averiguar algo más acerca de la artesana que creó un arco tan notable.

-Bien, voy a ver si alguien conoce a la artesana, disculpadme.

Tras hacer una reverencia, que le fue correspondida, Kouta salió de la habitación y partió a buscar a Kuni Masao.

Masao le recibió y comenzaron a hablar. Tras un fluido intercambio de conocimiento sobre las tierras sombrías, sus criaturas, los mejores métodos para combatirla, y demás, Kouta sacó a relucir el nombre de la artesana. Lo hizo con mucha delicadeza, procurando no ofender a un miembro tan importante del clan...

- Yasuki Shinmeki es una patriota.

La respuesta fue concisa en extremo aunque no hostil, el problema venía a la hora de entender qué quería decir con una palabra tan específica en un Imperio sumido en una guerra civil.

- Aunque quizás sea demasiado joven para considerarla "Maestra Artesana", sin duda tiene talento, y aunque no lo tuviera un yumi hecho por ella seguiría siendo un objeto valioso.

El Kuni continuó explicando un poco más el regalo que había recibido Izumi, pero a pesar de sus palabras, su explicación aún dejaba muchos trazos incompletos.

-No he puesto en duda en ningún momento que el yumi sea apropiado, Kuni Masao-san. Pero cuando Izumi-san llegue de vuelta a casa, a más detalles tengamos acerca del arco y de su creadora, más gloria podrá adquirir su artesano. Por eso queremos conocer más acerca de ella. 

Eso puede ser complicado.

La respuesta de Masao era honesta, justo como podía esperarse de un samurai Cangrejo.

- Según tengo entendido, su trabajo se inspira en el método Kaiu, pero la mayoría de ellos se dedica al metal y tampoco da la sensación de que lo practique fielmente. Eso significa que bien es autodidacta o que simplemente complementó su estilo con alguno de ellos.

Con eso parecía explicar el por qué lo consideraba de aquella forma, aunque más parecía hablar de oídas que por experiencia propia y haber desarrollado su conclusión a raíz de aquellos pedazos.

Muchas gracias,Kuni-san, tu información me es muy útil. Pero acabáis de decir que cualquier cosa hecha por ella sería de gran valor. ¿A qué se debe esto si no es una maestra artesana?

Al Cangrejo ya no le extrañaba el desconocimiento que demostraba el Isawa sobre las gentes de su clan, de ahí que continuara hablando como si fuera algo básico.

Es la única hija de Yasuki Hisa, daimyo de la casa Kano.

Reveló quizás con demasiada ligereza.

La sorpresa se abrió paso por la mente de Kouta, hija de un daimyo, pero ¿De la familia Kano? ¿Quienes eran?

Si la memoria no me falla, la familia Kano es una familia vasalla de los Yasuki, de hecho es la única que me suena, y sus orígenes se remontan a los albores del Imperio. También creo que son artesanos, aunque jamás he escuchado que fueran fabricantes de arcos, por lo que al margen de eso debía confiar en las palabras de Masao y asumir que habían sido muy leales al Cangrejo durante centurias.

- Kuni-san, tenía entendido que los Kano eran artesanos, pero no sabía que hiciesen arcos. Por cierto, ¿En qué región queda Shiro Kano?

El Kuni, que hasta entonces se había mostrado bastante elocuente no respondió, en lugar de dar una respuesta clavó su mirada en el Isawa. No necesitaba decirlo para que se diera cuenta de que se trataba de una advertencia y, aún así, su voz sonó clara y firme.

Eso es secreto. ¿Por qué quieres saberlo Kouta-sama?

Ya no era suficiente con los buenos deseos de saber más de la artesana, sino de confiar en un Fenix un conocimiento que jamás debería salir de las tierras del clan.

Oh, discúlpame, Masao-san. No sabía que esa información fuese reservada. Lamento si te he incomodado -digo haciendo rapidamente una reverencia ligera - No es mi intención poneros en un compromiso. 

¡Por supuesto que no!

El Cangrejo parecía haberse puesto a la defensiva.

Maldición, parece que me confunde con un Escorpión, nada mas lejos de la realidad, que poco se valora el interés académico. Tengo que conseguir que no siga enfadado conmigo, no quisiera vérmelas con un Cangrejo enfadado tan de cerca.

- Ruego que disculpes mi desconocimiento acerca de este tema, no era mi intención insultaros. Podemos continuar hablando de otra cosa si así lo deseáis.

O también podríais continuar con los preparativos de vuestro viaje.

Las contestaciones del Kuni ya no eran amables. No llegaban al punto de serhostiles pero ahora parecía estar tratando con una visita molesta que se prorrogaba más de lo deseado y que, a partir de ahora, lo único que podía conseguir iba a ser si recibirían otra escolta para "su rápido regreso" o no.

-Si, volveré con mis compañeros. Hasta la próxima Kuni-san. Que las fortunas te guarden.

Tras las últimas y cálidas palabras, quizá incapaces de calentar la frialdad del ambiente, Kouta realiza una reverencia que le es correspondida y vuelve a sus aposentos.

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13/02/2019, 02:31
Yasuki Shinmeki

Era la primera vez que navegaba, por lo que no podía permanecer tranquila ni siquiera con el mar en calma como estaba porque ¿cómo sería el mar embravecido? El pensamiento me atenazaba la mente y me hacía recorrer la barcaza del principio al final. No era miedo lo que sentía, y eso que apenas sabía chapotear, sino puro nerviosismo de sentir el bamboleo de las olas e imaginarlas alzarse por encima de nuestras cabezas. De seguro que aquella imagen bien podía asemejarse a ver por primera vez Kaiu Kabe o las montañas del Dragón y darse cuenta de lo insignificantes que éramos a su lado.

¿Y un tifón?

Me detuve de lleno al recordar el fenómeno. La comparación con respecto a las anteriores seguro que estaba a la altura de sufrir un terremoto en las montañas o enfrentar a los ejércitos corruptos. Por eso esta vez si sentí un escalofrío recorrerme la espalda, porque nadie que se enfrentaba a la muerte era capaz de hacerlo sin respetar su fuerza. Afortunadamente no era temporada de aquel desastre, de lo contrario la barcaza siquiera habría salido del puerto, ni mucho menos me habrían permitido acompañarla hasta Inazuma.

Obviamente no viajaba por placer, la barcaza iba cargada de herramientas y lingotes de acero, pero tampoco iba a encargarme de ninguna negociación. Este viaje seguía siendo parte de mi aprendizaje y se esperaba que callara, viera, escuchara y aprendiera de Yasuki Kimoto.

Kimoto era un mercader con mucha más experiencia, especialmente en el trato con la Mantis, y estaba acostumbrado a su peculiar estilo de negociación, por lo que siempre llevaba un tanto encima por si alguna bravata pasaba a mayores. Una de sus primeras recomendaciones fue que no dejara la masakari en todo el viaje, porque la principal diferencia de tratar con un Mantis a hacerlo con alguien de otro clan, era que estos si sabían usar la fuerza, así que era imperativo hacerles ver que ese camino no les llevaría a nada bueno. Ciertamente no esperaba que llegara a usarla, como se apresuró a matizar en cuanto la recomendación hubo salido de su boca, pero no estaba de más ser precavido y siempre podía aplicar sus mismos métodos contra ellos.

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20/02/2019, 10:25
Mirumoto Jakku

La trama de la Obsidiana en Kinko Toshi:

Preguntado por Isawa Kouta, Tozaiken Jack se dispone a explicarle a él y a suYojimbo Shiba Izumi todo lo que sabe en compañía de uno o más boles de arroz.

 

--

 

—¿Dos horas? Está bien; hay mucho que explicar, pero deberían bastar.

No tardaron en encontrar un local con un espacio libre de oídos indiscretos. Cuando la comida hubo sido servida, Jack inició su relato.

—Os contaré todo lo que sé sobre este asunto. Por favor, procurad dejar las preguntas para el final. Mi papel comienza hace unas semanas, justo tras llegar a Rokugan. Debéis saber que, aunque he sido educado en los principios del Bushido, me he criado en tierras Gaijin, de modo que os suplico indulgencia si en algún momento mis formas o mi conocimiento no están a la altura de las circunstancias.

»El caso es que, a los pocos días de mi llegada, fue engañado para participar en unos combates a muerte organizados por Uinari: el importante mercader cuya ejecución habéis presenciado. Tras unas cuantas victorias fáciles contra matones que buscaban fortuna y de apostadores que la habían perdido —que las almas de esos infelices encuentren su camino— me informaron de que iba a enfrentarme en pareja a los dos campeones de Uinari: Togyu [Toro]—un gigante acorazado que se complacía en destrozar a sus enemigos con su Ono— y Kuro Kamen [Máscara Negra], conocido por su celeridad. Fue así como conocí a mi compañero de liza, el Ronin Hideo. Más tarde supe que había sido enviado a investigar por el Clan del Tiburón.

Jack miró con extrañeza uno de los ingredientes de su plato, se encogió de hombros, le dio un bocado y siguió hablando.

—Cuando el combate llegó Kuro Kamen cambió repentinamente de bando, revelando estar de nuestra parte. Aproveché el instante de sorpresa para asestarle a Togyu un impacto letal... o lo habría sido, de no haberse revelado que era completamente inmune a las armas normales. Tened paciencia: después explicaré por qué.

»Aunque Kuro Kamen me proporcionó polvo de Jade para untar mi hoja, no fui rival para Togyu, que me asestó un par de cortes que casi me cuestan la vida. Yoshito, un guardia con el que había trabado cierta amistad, murió alcanzando mi cuerpo inerte a los compañeros de Hideo, que se habían camuflado entre el público esperando una oportunidad de ayudarle.

Aquí Jack hizo una pausa. Fue a beber sake —que todavía no había probado—, pero cambió de opinión y prosiguió su relato.

—En la embajada Tiburón nuestras heridas fueron atendidas por Satomi; una Shugenja al servicio del Clan. Después fuimos recibidos por el embajador en funciones, y Kuro Kamen reveló ser una conocida vuestra: Kuni Naoko-San. Al parecer, había viajado hasta Kinko Toshi atraída por rumores sobre sucesos extraños —principalmente desapariciones—, y se había infiltrado en los combates para investigar.

»Hideo, Naoko, Satomi y yo mismo acudimos a los cuarteles de la Guardia de Oro para denunciar los hechos. Pero entre los guardias habían varios conspiradores, y nos emboscaron en los sótanos, encerrándonos en una habitación y arrojando un artefacto con humo tóxico a su interior. Afortunadamente pude usar el mobiliario para derribar la puerta. Entonces uno de los traidores gritó en busca de refuerzos, y sólo la intervención del capitán Mirumoto Zenryu-Sama impidió que fuéramos atacados por ellos: El capitán sospechó al constatar que protegía su rostro con una máscara.

»Tras esto decidimos investigar a Uinari con el beneplácito del capitán. Sus negocios llevaban tiempo bajo sospecha, pero no se habían emprendido acciones contra él por miedo, pues era uno de los mercaderes más ricos de Kinko, y acusarle podía suponer la propia destrucción. Nos infiltramos en sus almacenes y averiguamos que, desde Kitamura (un pequeño puerto en las provincias Daidoji, al sur de tierras Grulla) se estaban realizando envíos periódicos de grandes cantidades decierta mercancía misteriosa, ocultada con celo nada más llegar. Muy probablemente Uinari hizo generosos... donativos a la guardia portuaria para que no metieran las narices allí.

»El puerto de Kitamura era propiedad de Daidoji Takada-San; uno de los miembros del Consejo Mercantil con el que Uinari se reunía en su casa de juego. Takada-San fue la última persona con la que se reunió el anterior embajador Tortuga antes de morir, y las autoridades sospechaban de su implicación en los atentados contra dos miembros del Consejo Mercantil.

Jack detuvo su relato para pelearse con un pedazo de comida que se le había quedado en los dientes. Cuando reparó en lo que estaba haciendo —no en vano su Sensei había mejorado su educación a base de palos—, se disculpó y prosiguió.

—Bueno, el caso es que... la mercancía en cuestión resultó ser Obsidiana. Los socios de Uinari pretendían usarla para forjar poderosas armas que corromperían a sus portadores, como había sucedido con Togyu. Zenryu-Sama nos autorizó a visitar la vivienda de Uinari al día siguiente. El perspicaz Hideo encontró una carta de un sujeto llamado “La Serpiente Alada”, que decía estar al servicio del Señor Seigotsu y del Noveno Kami. La misiva revelaba que Uinari había enviado “un último cargamento de Obsidiana” desde Kitahama a cambio de ser nombrado gobernador de la ciudad. Fue esta carta —que había sido dejada por sus aliados para ser descubierta— la que permitió condenar finalmente al mercader.

»Uinari sólo había tratado con La Serpiente a través de cartas traídas por un tal Satoru, que transportaba la Obsidiana en su kobune; el Kuronami [Ola Negra]. Aunque varios emisarios de la Serpiente Alada iban a los almacenes a recoger la Obsidiana, Uinari no sabía a donde la llevaban. Lo único útil que pudo decirnos de la Serpiente Alada es que cubre su rostro con una máscara lisa de porcelana negra.

»La investigación también reveló varias cosas sobre Togyu, que resultó ser Daigotsu Dojuro; uno de los últimos Perdidos. Él y los suyos pretendían continuar la obra de Daigotsu. Según Naoko-San, algunos exploradores Hiruma aseguran que Seigotsu es el responsable de intentar reconstruir la Ciudad de los Perdidos que Daigotsu construyó en las Tierras Sombrías.

Jack hizo una nueva pausa para hilvanar mentalmente su relato antes de proseguir. Había mucho que decir, y no quería omitir ningún detalle que pudiera acabar siendo relevante.

—Togyu había sido enviado por la Serpiente Alada para supervisar la llegada de la Obsidiana y proteger a Uinari hasta el fin de los envíos. Aunque en apariencia las peleas eran solo una manera de hacer ganar más dinero a Uinari, en realidad Togyu combatía porque le gustaba matar. Que escapáramos de él no debió gustarle nada, de modo que nos emboscó a Naoko-San y a mi en la zona de la mansión de Uinari que investigábamos. Ambos comprendimos que no podíamos vencerle luchando de manera convencional, de modo que me arrojé a su Ono para darle una oportunidad a la Kuni, que logró decapitarlo. Por supuesto, mi estrategia derivó en quedar al borde de la muerte por segunda vez en pocos días. Debo agradecer mi salvación a la rápida intervención de Satomi y a los Kamis del agua que invocó para sanarme.

»Finalmente averiguamos que Daidoji Takada había colaborado con la Serpiente Alada a cambio de erigirse en Consejero Jefe. Sus rivales del Consejo, Ikoma y Yasuki, fueron atacados para que sus negocios no tuvieran ningún impedimento. Probablemente la Serpiente prometió ayudarle a eliminar al resto de Consejeros si le dejaba usar su puerto, beneficiándose de que su condición de Consejero hacía difícil cogerle.

Jack dio a la pareja unos instantes para asimilar la información y siguió hablando.

—Logramos frustrar los planes de los conspiradores evitando que completaran su arsenal. No obstante, podían haber varias armas de Obsidiana ocultas en algún lugar de la ciudad, y los fanáticos seguidores de Seigotsu iban a estar dispuestos a usarlas. Parecían faltar entre 20 y 30 kilos de Obsidiana; suficiente para crear cinco o seis armas. Debía haber alguien en la ciudad capaz de trabajarla, de modo que Naoko-San y yo decidimos investigar las posibles forjas.

»Uno de los herreros que visitamos fue Kaiu Atsushi-San, que regenta la herrería Tsuchi no Uchi [Casa del Martillo]. Podréis imaginar que nuestras preguntas no le hicieron mucha gracia, pero entró en razón al comprender la gravedad del asunto, y colaboró aportándonos su experiencia: Pocas personas aparte de un Kaiu podían saber algo sobre la forja de Obsidiana. Según él, las especificaciones sugeridas para la forja requerían de un río como refrigerador. Esto nos llevó a investigar a Kakita Tatsuya-San; un maestro herrero del Clan Grulla que regenta una herrería junto al río llamada Pétalo de Acero. Una vez descartada su implicación, optamos por investigar en el barrio Eta.

Aquí Jack hizo una mueca de desagrado.

—He de deciros que pocas cosas me han desagradado tanto de Rokugan como la manera en la que se le permite vivir a esa gente. Pero en fin; ¿quien soy yo para cuestionar el Orden Celestial? Por favor, disculpadme.

»El caso es que allí fuimos recibidos por un ashigaru desdentado. Según supe después, su nombre era Yohei, y había llegado a su puesto un par de meses antes procedente de fuera del barrio. Y aquí llegamos a la parte de la forja: Yohei nos condujo a una fragua situada junto al mugriento río, pero mientras la investigábamos desapareció de nuestro lado. Aunque salí en su busca nada más reparar en su ausencia, le perdí cerca del Kuchosho; el edificio de la guardia. Ya que estaba allí, decidí pedir refuerzos. Por desgracia, al entrar descubrí que los ocupantes del cuartel llevaban días muertos.

»Aparte de las sensaciones que podéis imaginar también sentí extrañeza, porque la desaparición de la guarnición no parecía haber alertado a la población. Investigué las heridas de los guardias, que parecían indicar que fueron asesinados con armas de Obsidiana. Estas producen ligeras quemaduras en contacto con la piel de quienes no tienen la Mancha. ¡Tengo unas cuantas cicatrices de Togyu que dan fe de ello!

Jack hizo otra pausa, esta vez para poder contar serenamente lo que venía a continuación.

—Unos cánticos en el piso de arriba atrajeron mi atención, y avancé hasta una puerta en la que alguien había pintado unos caracteres con sangre. Una extraña luz verde y el brillo del Jade con el que había untado mi hoja me indicaron que había una invocación en marcha. Dado que ignoraba la cantidad de sujetos a los que me enfrentaba, intenté detener el ritual provocando un incendio. Elevé una súplica a los Kami del fuego para que sólo afectaran a mis enemigos, pero esto sólo tuvo un éxito parcial, como veréis.

»Mi intento de detener la invocación fracasó, y debí enfrentarme a un colosal bicho, rojo, cornudo y lleno de dientes; un engendro bastante feo al que una voz ordenó ofrecerme en sacrificio al Noveno Kami. Posteriormente Naoko-San me informó de que se trataba de un Chi no Oni; un ser capaz de destruir patrullas enteras de Cangrejo bien entrenados. También me reprendió por enfrentarlo en solitario pero, ¿qué iba a hacer si no? Al parecer, invocar a un Oni tan poderoso requiere de una gran capacidad con el Maho, por lo que los invocadores —calculé que tres al menos— no debían ser novatos.

»El caso es que el bicho ese estaba a punto de merendarse al bueno de Jack cuando la estructura se vino abajo: se diría que los Kami sí que me escucharon después de todo. En fin, la criatura salió de entre los escombros dispuesta a acabar conmigo, pero logré escapar con el tiempo justo de evitar que el edificio se me viniera abajo. Él no tuvo tanta suerte, pero dudo mucho que aquello supusiera su fin.

Jack entrecruzando los dedos y permaneció abstraído por unos instantes.

—Como entenderéis, los recursos revelados por los conspiradores —armas de Obsidiana, varios brujos y un poderoso demonio— indican que su objetivo debe ser muy importante, y dudo que hayan renunciado a él. Tras los eventos en el Kuchosho varios soldados de la Guardia de Oro fueron enviados a investigar, y hallaron el cuerpo del forjador del barrio despedazado en una zona aislada. Uno de los sospechosos reveló que Fukian, el Jefe del Distrito, le ordenó no interferir cuando escuchó gritos una noche. Unos dos días antes, el mismo Fukian había ordenado que nadie molestara en el Kuchosho, lo que explica la falta de reacción por la desaparición de toda la guarnición.

»Poco después, Satomi-San descubrió que los Kami del Fuego de la forja habían sido corrompidos, y que alguien había usado Magia negra. Naoko-San confirmó que esta era necesaria para forjar la Obsidiana. Los restos eran antiguos; de unos tres o cuatro días el más reciente. Creemos que pudieron perpetrar la matanza del Kuchosho tanto como parte del ritual de invocación como para probar las armas contra gente adiestrada. ¡Malditos bastardos de sangre fría!

Se tomó un momento para serenarse y siguió su relato.

—Yo investigué la casa del Jefe de Distrito, y encontré en un escondite un pergamino viejo y gastado, escrito en una versión arcaica del rokuganés. Mis compañeras me revelaron que era un pergamino de Maho, y que servía para algún tipo de control o posesión, pues convocaba a los Kansen del Aire (que como sabréis son Kami corrompidos por el mal de Jigoku).

»Como los invocadores no podían haber abandonado el barrio Eta sin ser descubiertos opté por investigar la única otra opción: Hamashima, la isla habitada por una comunidad de merenitas; unos Gaijin procedentes de tierras distintas a las mías. Viajamos allí con la compañía de Naoko-San y de cuatro Samurai Hida, pues consideramos apropiado viajar con refuerzos.

»Después de una breve exhibición de bailes regionales en la taberna de la isla nos dirigimos al templo de Theus; su deidad. Allí nos aguardaban varios muertos vivientes, que son una cosa bastante desagradable de ver. Les decapitamos sin demasiados problemas, y bajo el altar encontré una trampilla hacia un sótano.

»Allí encontramos a mi viejo conocido desdentado y a un brujo que ocultaba su rostro tras una máscara de porcelana: por su voz supe que se trataba del mismo que estaba en la casa de la guardia. Ambos fueron derrotados, pero a costa de la muerte de tres de los valerosos Hida y de que Naoko-San fuera gravemente herida. Yo mismo le di la muerte al invocador enmascarado, que resultó ser, ni más ni menos, el Consejero Daidoji Takada. Lamentablemente, sus compinches habían huido por un pasadizo al puerto. Indagando averigüé que una embarcación desconocida había visitado la isla, y deduje que fueron recogidos por ella.

Jack respiró hondo tras finalizar su relato.

—Os supongo lo bastante perspicaces como para imaginar que el objetivo de los conspiradores debe ser la Corte de Invierno. Y ahora, si os queda tiempo y os parece apropiado, me gustaría saber quienes sois y el papel que pretendéis asumir en todo esto.

Notas de juego

Me alegra mucho haber ido haciendo un resumen de los eventos importantes de la partida, porque si no esto no hay quien lo explique.

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27/03/2019, 12:17
Director

Continuación

Ioda volvió a la mesa visiblemente más relajado. Ujina Katsugari, un doshin sentado junto al magistrado Nakamura, le interpeló con recelo. 

- ¿Por qué has tardado tanto?

- No sería apropiado, por mi parte, dar detalles de mi viaje a las letrinas, Katsugari-san...

El magistrado rió sonoramente.

- ¡Es verdad, Katsugari-san! ¡Deja ya de incordiar! ¡que estamos de celebración!- acusó, el magistrado a su doshin-llevas toda la noche con cara de no haber cagado en una semana ¿qué demonios te pasa?- preguntó, visiblemente borracho.

Y era verdad. El doshin había pasado la cena ensimismado y enfurruñado, observando a los invitados del magistrado con recelo, y ahora su gesto se trasformó en una furiosa mueca. 

- ¡ESTOY HARTO!- se levantó de repente y su grito calló las alegres voces a su alrededor- ¡ESTAMOS DANDO DE COMER A TRAIDORES! ¡BASTA YA!

Su mano fue directa a la empuñadura de la katana. Otros hombres del magistrado también se levantaron a imitarle. La estupefacción ensombreció al resto de comensales.

-¡BASTA YA TÚ, KATSUGARI!- gritó el magistrado, al que parecía habérsele acabado la embriaguez de golpe- ¿A qué viene todo esto? ¡Explícate!

-ESTOS RONIN, A QUIENES HEMOS TOLERADO Y AYUDADO DURANTE AÑOS EN NUESTRA PRÓSPERA CIUDAD, SE HAN VENDIDO A UN USURPADOR. ¡ Y AHORA VIENEN HACIÉNDOSE LOS DIGNOS! ¡ Y VOS LES INVITÁIS Y LES DAIS DE COMER! NO VAMOS A PERMITIR QUE ESTA ESCORIA TRAIDORA COMA DE LA MANO DE LOS UJINA! 

Y desenvainó, seguido por sus colaboradores. Ioda le miró fríamente.

- Estáis en minoría. No podéis ganar.- Constató.

- ¡No por mucho tiempo! Hemos advertido a los Ujina y Usagi de los alrededores y más de una cincuentena se nos unirán- contestó Katsugari, triunfante- En un momento llegarán y no podréis salir de aquí ¡entregaros!

- Quien debe entregarse sois vosotros, Katsugari-kun. ¡bajad las armas inmediatamente y poned fin a esta locura!- ordenó el magistrado sin obtener respuesta- El clan se ha declarado neutral, así que ésta no es decisión vuestra ¡insensatos!

Todos los comensales ya estaban de pie y con las armas prestas, en vilo. Katsugari insistió.

-¡Deponed las armas y entregaos! ¡no tenéis escapatoria, traidores!

Ioda se mantuvo en calma, pendiente de su enemigo, mientras Ahito examinaba, con contenido nerviosismo, los rostros de los presentes, preocupado por la que se les venía encima y hastiado por haber tenido razón en sus cavilaciones durante la tarde. Los samuráis leales al magistrado miraban con asombro y confusión a su entorno hasta que, finalmente, alguien dijo algo y uno de los Ujina amotinados dio el primer golpe de katana. Como si cortaran una cuerda que sostiene una red llena de piedras, comenzó una avalancha de golpes y maldiciones. Katsugari atacó sin reservas a Ioda y éste, atento, esquivó el golpe grácilmente. Ahito tuvo que detener con su katana el ataque traicionero de otro de los doshin mientras el magistrado Nakamura agarró del brazo a Katsugari.  

Un grupo de samuráis entró de repente por la entrada principal, katanas en mano, y se pusieron del lado de los rebeldes, atacando tanto a los samuráis de Shingen como a sus propios compañeros de Clan que defendían el orden oficial. En sus pechos anidaban los mon de los Ujina o de los Usagi.

-¡Por fin han llegado!- exclamó triunfante Katsugari- ¡Matemos a todos estos traidores!- y cortó el abdomen del magistrado de un salvaje tajo. Nakamura dio un grito desgarrador y cayó sobre los cojines junto a la mesa. 

-¡MAGISTRADO-SAMA!- gritó Ahito, consternado, mientras detenía un nuevo golpe de su rival, mucho más joven que él. Entonces, en un par de movimientos furiosos, desequilibró a su oponente y, desde un flanco, rajó su abdomen y luego su cabeza hasta que rodó por el suelo. 

Por su parte, Ioda intercambiaba golpes con Katsugari. Al sólo usar una mano, su fuerza se resentía frente a las acometidas de su rival y trataba de esquivar sus golpes en vez de bloquearlos. Se dio cuenta que si no se daba prisa por quitárselo de encima, pronto se le echarían encima más rivales así que, en uno de sus esquives, trabó la katana de su rival con el garfio mientras con la katana atravesaba el cuello de Katsugari. 

Las cosas se habían puesto feas. Algunos de sus hombres y de los magistrados habían caído y ahora un par de samuráis, un hombre y una mujer, se le abalanzaron. Instintivamente se puso contra la pared y trató de mantenerles a raya. Aprovechó un mal golpe de la mujer para desviar su cuerpo, aprovechando la inercia, y bloquear con ella a su compañero, zafándose de un sólo movimiento de ambos. Luego clavó su garfio en la nuca de ella mientras acometía con la katana al hombre, que esquivó el golpe con un salto acrobático de espaldas. Ioda maldijo su habilidad y recuperó su posición. El Usagi aprovechó para mirar si venía alguien nuevo en su apoyo pero no obtuvo respuesta. Ioda aprovechó para acercarse a la puerta trasera, la abrió y salió de espaldas por ella. Su rival dio un bufido y salió tras él corriendo hasta que fue frenado de golpe. Trastabilló de espaldas hasta volver adentro del edificio, ensangrentado y aseteado por tres flechas. Cinco ronin entraron por la puerta trasera, acompañados por Ioda, y atacaron a los rebeldes Liebre. 

Los rebeldes se dieron cuenta que la lucha no caía de su lado y que cada vez encontraban más brazos en su contra. Ello les causo una gran conmoción pues esperaban superar en fuerzas a sus rivales y en cambio se mantenían en inferioridad. Se reagruparon como pudieron y, en un momento en que el combate cesó, se oyeron gritos y golpes afuera. Ioda se acercó a ellos.

- Antes de venir, alerté a mi hermana de lo que pudiera pasar, por eso no ha venido a la cena- comenzó a explicar- Sin embargo, cuando he salido afuera, uno de vuestros hombres aprovechó para atentar contra mí y le quité la vida. Aproveché entonces para pedir refuerzos a mi hermana y aquí están, conteniendo a los vuestros afuera del restaurante. Por eso no nos habéis podido rodear ni superar luego en número. Todos los ronin y Shingen de la zona han acudido a nuestra llamada.

¡Rendíos o morid!

Con los ojos llenos de resignación y odio, los rebeldes Ujina y Usagi se lanzaron a un ataque final suicida y fueron ensartados por sus compañeros Liebre y los Shingen. 

Mientras Ahito socorría al magistrado Nakamura, Ioda y los demás salieron afuera, en donde se libraba una gran lucha. Aunque habían sido muchos, los rebeldes habían sido sorprendidos y rodeados por los arqueros ronin y shingen, entre los que se encontraba Shingen Tsumo, la hermana pequeña de Ioda, y su marido. Los rebeldes, al ver que sus compañeros de adentro del edificio habían fracasado y que no habían podido apoyarles, renunciaron a seguir luchando y se entregaron. Nunca más podrían sacudirse la vergüenza del rostro.

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29/05/2019, 14:32
Hisoka

Prologo Hisoka

En una fría noche de invierno algo se movía entre las sombras sin hacer el mas mínimo ruido.

El edificio, de aspecto parco y militar, tenía un solo acceso y estaba muy bien vigilado. La salida era por el mismo lugar.

Por entre las ramas de un árbol, desde allí arriba, observo y aguardo con paciencia. Cuando el cambio de guardia se dejó caer desde la altura, aterrizando sobre el suelo con gracia felina y corrió hacia una de las paredes laterales; el cambio de guardia era la ventana que necesitaba para cambiar de posición sin alertar a nadie. El momento duro un instante, de hecho, pero fue suficiente. De espalda a la pared, tomo aire por la nariz y exhalo por la boca muy despacio. Tenía que despejar su mente de toda duda para cumplir la misión con éxito. El fracaso no era una opción. La misión es absoluta, repitió en su mente las palabras de su maestro.

Lentamente comenzó a trepar el edificio aferrándose a cualquier relieve que pudiera servirle de ayuda. El trayecto no parecía muy largo, pero la importancia del asunto lo invadió de repente y resbalo con un pie, pero logro sujetarse antes de perder el equilibrio por completo. En ese momento se dio cuenta que su cuerpo sudaba por todos los poros. Y allí se quedó, inmóvil.

No era la primera vez que subía a un árbol o a una pared. Tampoco era la primera vez que se movía sin hacer ruido. Pero si era la primera vez que realizaba una misión tan importante como esta.

Tomo aire y exhalo.

Cuando miro hacia abajo se dio cuenta que, si se dejaba caer o perdía el equilibrio de nuevo, posiblemente perdería la vida en el impacto. No pudo calcular la altura de la caída con precisión. Se maldijo por la distracción y continuo el ascenso, esta vez con mayor velocidad y fluidez.

Llego al techo.

Aferrándose a una saliente de madera, trepo el último tramo siendo Onnotangu el único testigo.

El cuartel tenía la misma forma que un cuadrado, y en medio de este había un gran patio donde los samuráis entrenaban. Pero no esa noche. Allí abajo, apenas visibles, había dos figuras atadas de pies y manos y de rodillas sobre el suelo, con los ojos vendados. Restregó los ojos y pudo corroborar su temor.

Los cautivos no eran otros que sus padres; Kioshi y Shizu habían sido capturados y llevados hacia ese cuartel para ser entregados a su señor al día siguiente. Hisoka les había seguido el rastro día y noche evitando ser descubierto en todo momento, hasta llegar allí.  

Descendió al patio como un rayo, liberándolos de ataduras en el acto.

¿Eres tú?  - pregunto la madre, muy mal herida a juzgar por el aspecto - Si, madre. Soy yo. - su voz un susurro en la oscuridad - ¿Que has hecho hijo mío, porque has venido? Debes salvarte. Huye, huye por favor. Aun con los ojos vendados, ella podía verlo con total claridad.

Los padres de Hioska habían gozado de una vida saludable y no alcanzaban la vejez aun, pero el estado en el que se encontraban los hacia aparentar muchos años más. Habían sido golpeados y negados de comida y bebida y sus cuerpos temblaban ligeramente a causa del frio y la poca ropa que llevaban encima.

Ya es tarde para nosotros, hijo. - dijo su padre, Hisoka supo que hablaba con mucho dolor a pesar de luchar por disimularlo - Estamos muy orgullosos… - miro en dirección hacia donde creyó que podía estar el- Muy orgullosos de ti. - repitió.
Vamos. No se darán cuenta. Huyamos de aquí ahora mismo. - e intento quitarles las vendas de los ojos - No. – le ordeno Shizu - No lo hagas. - Él se detuvo.

A lo lejos se oyeron voces.

Si te descubren se acabó. Vete ahora mismo. – Dijo Kioshi – Pero antes… - hizo una pausa – Antes debes quitarnos la vida. - dijo su madre. – ¿¡Qué!? – pregunto, sus ojos como platos – ¿Qué crees que sucederá con nosotros, hijo mío? Querrán saber el propósito de Sadao y la naturaleza de nuestra relación con él. Hisoka-kun, debes hacerlo por nosotros. Por favor, hijo. Te lo suplico.

Con Onnotangu de testigo, Hisoka tuvo que tomar una decisión, posiblemente la más dura y cruel de su vida. Una decisión imperdonable y con la que tendría que vivir por el resto de sus días y sin remordimientos. Para eso, entre otras cosas, había entrenado. Y para esto, sin embargo, nadie estaba preparado.

Hisoka yacía de rodillas sobre el húmedo suelo de tierra y con las manos apoyadas sobre los muslos, mirando a un lado y al otro lado. Mirando a su padre y a su madre por última vez. Shizu tenía razón. Eso era indiscutible, y en su mente surgieron todo tipo de imágenes horribles y desgarradoras. Dejarlos allí no podía ser una opción.

Se acercó a ellos y los tomo por detrás de la nuca, acercando sus rostros hacia el suyo. Una ligera llovizna caía sobre ellos.

- Mi amor por ustedes es tan puro, incondicional y fuerte que lo hare. - y les dio un beso en la frente en ademan de despedida. Las lágrimas de los tres se mimetizaron con la lluvia.

Hisoka introdujo su mano entre los pliegues de su ropa y extrajo un pequeño recipiente de vidrio con un líquido transparente en su interior.

- Lo traje conmigo por si lograban capturarme. Pero tengo solo uno. - sujeto el envase con un dolor incontenible y se lo entrego a su madre. – Sera inmediato y no sentirás dolor.

En un abrir y cerrar de ojos, Shizu había vaciado el contenido sin más. Hisoka se situó detrás de ella, apoyando su cuerpo sobre su regazo. – Gracias. - fue todo lo que dijo, y dejó de existir. Acompaño su cuerpo hasta tocar el suelo y luego se situó de rodillas frente a su padre con un tanto entre las manos. Kioshi envolvió la empuñadura del pequeño cuchillo con las manos de Hisoka y llevo el extremo punzante hacia su corazón. - Te amo hijo. - dicho esto, su padre le sujeto por detrás de la nuca y cintura y empujó hacia delante con fuerza.

De pronto algo silbo por los aires cayendo a escasos centímetros de él: Una flecha. Y luego otra. Y otra. Las flechas y los gritos provenian por doquier. Alguien habia dado la alarma.

Hisoka apoyo el cuerpo de su padre sobre el suelo y fue como si nunca hubiera estado allí.

 

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18/06/2019, 04:58
Yasuki Shinmeki

DISERTACIONES (1)

¿¡Cómo que no sabes disparar un arco!?

La sorpresa de Ryochi era genuina y comprensible. Si incluso los cortesanos Asahina aprendían a usar uno, era inconcebible que una Cangrejo no lo hiciera por más hija de daimyo que se tratara, más aún, su posición la obligaba a poder demostrar su habilidad en caso de tener que movilizarse para no ser la vergüenza de toda su familia. Sin embargo Shinmeki dejó el arco nuevamente en su soporte como si no se hubiera visto alarmada por la sorpresa de su yojimbo.

- Bueno... se tensarlo, colocar una flecha y dejarla volar, pero eso no es lo mismo que saber usar un arco.

Admitió relajada la Kano, lo que no hizo sino alarmar aún más a su contertulia.

¡Pero sois una samurái Cangrejo, no una mojigata cortesana! - protestaba Ryochi - ¡Es vuestro deber!

Las palabras fueron demasiado lejos a juzgar por cómo cambió la expresión de Shinmeki.

- Soy la heredera al título de Daimyo Kano. Pase lo que pase, madre no va a permitirme correr el riesgo de ser herida en combate, por lo que jamás me apostaría con los arqueros.

Conforme hablaba, Shinmeki se acercó al pedestal donde había varias armas pesadas, recogió una de las hachas, una masakari para ser más precisos, y se dirigió hacia el tronco al que instantes antes Ryochi había disparando una flecha.

- Solo hay dos oponentes que debería enfrentar. Uno lo suficientemente poderoso como para haber acabado con todo el mundo hasta alcanzarme, frente al un arco y una flecha serían inútiles.

En ese momento Shinmeki alcanza la madera y, con la suavidad del agua, levanta su arma y realizar un golpe lateral contra el tronco. Cierto que un hacha tenía el diseño a su favor para acabar cortándolo, pero el impacto hizo que el arma atravesara el tronco hasta la mitad.

- O uno tan elusivo que haya conseguido esquivaros a todos. - entonces la Yasuki recupera el arma - y que nos llevaría al mismo supuesto.

Ya libre de la madera, Shinmeki levanta ligeramente la masakari y, en lugar de repetir el movimiento, cambia para el otro lado e impacta con un golpe casi opuesto que hace saltar astillas cuando el tronco es cortado.

- Una masakari me da la oportunidad de hacer daño al primero y de destrozar al segundo.

Asegura regresando a los pedestales para devolver el arma y encontrar a Ryochi sin palabras porque si, era una samurái Cangrejo después de todo.

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21/06/2019, 00:05
Yasuki Shinmeki

DISERTACIONES (2)

- Aún así no me preocupa la remota posibilidad de entrar en combate.

Reconoció Shinmeki una vez la masakari estuvo colocada en su sitio y regresaba a por el trozo de madera que había cortado.

- Imagino que habrás oído de la llegada de un emisario de Shingen para que también lo reconozcamos como nuevo Emperador.

La yojimbo asintió, permitiendo que la cortesana continuara hablando mientras limpiaba alguna de las astillas que tenía el trozo seccionado.

- Creo que Shingen cometió un fallo inmenso al equipar a los heimin con las armas de pimienta gaijin.

La revelación iba cargada con una honestidad intolerable fuera del Cangrejo, máxime cuando ese movimiento había sido clave para la victoria del Portador de la Verdad y que ahora gobernara sobre más de medio Rokugan. Aunque mi opinión también podía considerarse totalmente subjetiva, dado que no dejaba de ser una samurái.

- Pero viendo los resultados obtenidos, eso hace que me pregunte si el Emperador acertó al declararlas anatema - la idea empezaba a andar por un terreno peligroso - quizás se equivocara, quizás actuara motivado por el miedo o quizás acertara al considerarlas ajenas a nuestro mundo. Sea lo que sea, el linaje Hantei ha muerto, las armas gaijin están aquí y el Imperio se ha dividido en dos. Quizás, en el fondo, la pimienta gaijin no sea anatema para todos, sino solo para aquellos en el liderazgo. Eso es porque propicia que aquellos que no pueden gobernar sean capaces de llegar a hacerlo.

Eso produciría la extinción de los samuráis. Así de simple. Shingen había demostrado que un señor solo necesitaba repartir armas entre los heimin para marcar la diferencia en una batalla y finalmente alzarse con la victoria, ¿entonces qué pasaría cuando los campesinos comprendieran que no necesitaban tampoco a los señores?

- Han abierto las puertas del Jigoku a este lado de la Muralla y no parece que se hayan dado cuenta, - resumo la situación actual - y por extraño que parezca, nosotros debemos dar gracia a la existencia de las Tierras Sombrías.

"No digáis eso ni en broma."

Replicó Ryochi cargada con toda la razón del mundo y Shinmeki no podía negársela.

- Me malinterpretas Ryochi-san - replica la Kano regresando con la madera - Ningún arma, por poderosa que sea, conseguiría que un heimin hiciera frente a un monstruo de sus pesadillas. Únicamente nosotros estamos preparados para ello y nuestros heimin, ashigaru o no, son conscientes de ello. Además el resto de Rokugan es consciente de ello, por lo que ni el Imperio Esmeralda ni la Nación de la Verdad, harán nada contra nosotros porque, básicamente, no pueden ocupar nuestro lugar. No importa cuántos ashigaru sitúen en Kaiu Kabe, sin el samurái adecuado para dirigirlos, no servirán de nada y además el único samurái adecuado es un Cangrejo.

En ese instante Shinmeki calla, optando por dejar la conversación de lado y examinar la madera en busca de deformidades. Una vez convencida de que el trozo es válido, vuelven a dirigir su atención a Ryochi.

- Únicamente debemos hacer lo que siempre han esperado de nosotros en la corte. Nada. No hagamos nada y vendrán una y otra vez en nuestra busca, idearán mil excusas para convencernos de tomar partido en favor de uno u otro bando y lo único que tendremos que hacer será dejarnos querer sin llegar a escoger. Seguro que Yasuki-dono estará encantado por ello.

Iba a ser una época de bonanza para la familia, porque al mantenernos neutrales muchos negocios pasarían invariablemente por nosotros. Y si a los Yasuki nos iba bien, el resto del clan obtendría todos los recursos que necesitara para continuar su ancestral función, así que todos saldríamos ganando.

"No disfrutéis tanto con esto Shinmeki-sama."

Reprendió la otra Yasuki, señal inequívoca de que entendía perfectamente la situación a pesar de que Shinmeki no había llegado a sonreír en ningún momento.

- Hai, hai. La Rebelión de Shingen apenas ha comenzado a revelar su rostro y, tarde o temprano, eso obligará a Shingen y Joshin a volver a unir a Rokugan bajo un mismo estandarte. Si todo estalla antes de que puedan casar a su descendencia, entonces tendremos un gran problema - en esta ocasión la Kano había unido al clan en su afirmación - Será imposible tratar con heimin exaltados y armados, llegará el punto en que centrarán su atención en nosotros y no seremos capaces de afrontar dos guerras.

Por eso la cortesana no sonreía. Intuía lo que podía desencadenar la rebelión que acababa de empezar a un nivel más profundo del que muchos imaginaban, de ahí que mantener la neutralidad del Cangrejo fuera una prioridad en su lista, ¿pero cómo podría lograrse tal meta?

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22/06/2019, 02:20
Yasuki Shinmeki

DISERTACIONES (3)

- ¿Acaso Hantei Muhaki no prohibió el uso de la pimienta gaijin?

La pregunta no era diplomática, menos tras una demostración de cómo funcionaba las armas que usaban los ejércitos de Shingen, pero era una pregunta necesaria tal y como se pudo comprobar cuando Kano Hisa no reprendió a su hija tras formularla, de hecho parecía esperar que alguien que no fuera ella la formulara y lo mismo ocurría con la emisaria de Shinjitsu no Kuni. Seguro que Bayushi Shaiwase tenía su respuesta preparada de antemano, pues ni siquiera se sorprendió al escucharla.

"El linaje Hantei ya no existe Kano-sama" - respondió contundente - "Además Shingen-Tenno ha autorizado su uso, por lo que dicha prohibición ha resultado abolida."

Era una buena respuesta por parte de la embajadora, pero el papel de Kano Shinmeki no era el de ponérselo fácil, sino más bien al contrario.

- Pero el señor de Shinjitsu no Kuni no gobernaba cuando sus tropas comenzaron a usarlas.

"Y sin embargo los Cielos lo bendijeron otorgándole la victoria."

- Es evidente que no una total, dado que Joshin-tenno todavía de declara único Emperador del Imperio Esmeralda de Rokugan.

"¡Ese exiliado únicamente sobrevive gracias a la buena voluntad del auténtico gobernante de Rokugan, nuestro señor Shingen!"

Aseguró la Bayushi cometiendo el fallo que las Cangrejo estaban esperando.

- Mi daimyo no es el dirigente de la Nación de la Verdad, sino Kano Hisa-dono aquí presente.

La aseveración de Shinmeki vino acompañada de una reverencia hacia su madre en señal de reconocimiento hacia su persona, dándole la oportunidad para hablar.

"Desgraciadamente yo me encuentro en la misma situación Bayushi-sama. Mi señor es Yasuki-dono y tengo entendido que el continúa sirviendo al Campeón del Cangrejo, el cual no se pronunciado en favor de ninguno de los dirigentes."

"Eso es cuestión de tiem..."

Interrumpió la Bayushi creyendo que la Kano había concluído, o más bien lo intentó cuando la señora del lugar la corrigió.

"No he acabado Bayushi-sama" - la aclaración hizo que la emisao callara en seco y bajara la cabeza - "Decía que jurarle lealtad a vuestro señor implicaría traicionar mi propia palabra y como mi palabra es lo único que tengo, jamás podría ser merecedora de respeto."

Era toda un manifiesto de la opinión de Hisa sobre la Rebelión y sus seguidores, de ahí que su hija recogiera el relevo.

- Os damos las gracias por habernos mostrado el funcionamiento de vuestras armas. Nos aseguraremos de que Yasuki-dono os brinde toda la cortesía que necesitéis durante vuestra estancia.

Dicho lo cual, las dos Kano se incorporaron y marcharon del patio en el que se había llevado a cabo el encuentro, dejando a la samurái Escorpión arrodillada y con la palabra en la boca, sin duda el trago más amargo de todo el encuentro.

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22/06/2019, 04:46
Yasuki Shinmeki

ARTESANÍAS (1)

La joven Cangrejo levantó el yumi en sus manos, lo examinó con ojo crítico y llegó a la conclusión de que era tosco, un trabajo pobre en el mejor de los casos, uno que cualquier artesano se avergonzaría de enseñar a nadie y que cuyo mejor destino sería alimentar el fuego. La niña había visto los suficientes para no ser capaz de negar aquella realidad y, aún así, se lo llevó a su maestro Kaiu, quién no tendría una opinión muy diferente.

Kaiu Naoki no era un artesano de un talento desbordante en cuanto a la calidad de sus trabajos, lo que provocaba que apenas requirieran de sus servicios, pero como artesano común era uno de los más rápidos trabajando, controlaba multitud de disciplinas y, por lo tanto, era uno de los mejores maestros que podían disponer para adiestrar a las nuevas generaciones. Sin embargo su carácter no era agradable, tanto que podría ganar el primer puesto si hubiera un torneo en el que se midiera al más osco y maleducado de todo el imperio, según la opinión de sus alumnos, hecho que no era tan mal visto en el Cangrejo dado que ayudaba a forjar el carácter de los críos. En cualquier caso, Naoki era el sensei de aquella niña y una vez se hubo presentado con aquel yumi, no podía hacer otra cosa que cogerlo y examinarlo.

De ese modo, lo primero que hizo fue medirlo, examinó la tensión de las maderas, luego lo encordó y comprobó su curvado, se aseguró de que la cuerda estaba con la tensión suficiente y finalmente pasó a examinar los detalles en cuerpo del yumi. La chica sabía que si hubiera encontrado algún fallo en el arma, podría habérselo partido en ese instante, pero para su sorpresa se fue en busca de un kōhai que aún se limitaba a hacer flechas y le quitó una del barril donde las echaba. La niña nunca había visto a su nadie llegar a usar una creación suya y sin embargo el Kaiu lo estaba haciendo en ese mismo instante, consiguiendo que sintiera una mezcla de orgullo y nervios difícil de manejar, sentimientos que no se esfumaron cuando el maestro disparo la flecha contra la pared y el arco no se rompió.

"Envíalo a Kano Mura. Que se lo entreguen a la daimyo Kano."

La voz del Kaiu sonó tan áspera como siempre cuando le entregó el yumi al flechero con las indicaciones de qué hacer con el arma. Obviamente el chico salió disparado para cumplir con la ordenanza, lo que no dejaba de ser algo llamativo teniendo en cuenta el tamaño del arco y el del propio niño, pero la chica no estaba en condiciones de permitirse un momento de relajación, porque ahora estaba sola con aquel hombre y tenía toda su atención.

"¿Se puede saber a qué esperas? ¡Vuelve a empezar o te tiro desde la muralla!"

Ni que decir que la pequeña voló para salir de allí y no verle cumplir su promesa, aunque algo en su interior le hacía sentirse verdaderamente bien. Eso se debía a que aquel yumi era el primero que hacía totalmente sola.

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21/05/2020, 01:21
Yogo Naseru

Epílogo de Naseru: De lágrimas y lealtad.

Naseru no respondió en absoluto a las palabras de Ninsuke, limitándose a inclinarse ante él antes de abandonar la escena.

Tampoco dijo nada en ningún momento mientras se movía como un automáta de regreso a las habitaciones que ocupaba aquella fastuosa noche; todo un contraste con la algarabía del exterior y, dentro de lo que era habitual para el Imperio y la casta samurai, la fiesta que había precedido a todo aquello. Hacía tan poco tiempo y en aquel momento, le parecía tan lejano como si hubiera ocurrido en una vida anterior.

En más de un sentido, así había sido.

Se envolvía en un tenue escudo de silencio mientras cada paso le alejaba de la pesadilla que acababa de vivir; era la única manera que tenía de mantener un retazo de control sobre sus acciones, de conseguir dar un paso después de otro, de detener el temblor que amenazaba con dominar todo su cuerpo. Ya había conseguido reclamar sus manos; convertirlas en puños lo había contenido por el momento.

Pero cada paso corroía tan endeble defensa, y sus habitaciones parecían estar cada vez más lejos. Pronto, sus brazos empezaron a temblar, y el único modo que tenía de disimularlo era cruzarlos dentro de las anchas mangas de su kimono. Pronto, su manera de andar empezó a recordar a la de alguien severamente intoxicado por el sake.

Pronto se derrumbaría, y el shugenja era dolorosamente consciente de ello.

Por algún milagro de las Fortunas, consiguió aguantar lo suficiente. Consiguió llegar a aquel aposento que le había parecido ubicado en el otro extremo del Imperio. Apresuradamente, abrió la puerta corredera y la cruzó, cerrándola a su espalda. Todo su cuerpo temblaba ya. Su campo de visión estaba invadido de colores que hablaban de la violencia con la que su sangre golpeaba sus vasos sanguíneos, su corazón desbocado golpeaba contra sus costillas, amenazando con salirse por su boca.

Su mente estaba completamente bloqueada. Ya no recordaba nada más de la noche anterior. Ya no recordaba nada salvo el significado de sus actos. Con una impropia falta de cuidado, se arrancó la máscara de su rostro, y por una vez, su cara real resultaba tan aterradora o más que la falsa que acababa de volar por la habitación.

Finalmente, Yogo Naseru se doblegó, y el contenido de su estómago salió deshonrosa y ruidosamente desde su boca al suelo, su resistencia vencida al fin.

Podía preguntarse cómo había acabado allí, pero lo cierto era que sabía cómo. Siempre lo había sabido, que era algo que le esperaba en su futuro... Solamente entonces se percató de que lo había percibido siempre como una amenaza distante; más preciso aún, un obstáculo más que un peligro para él y para los suyos.

Nunca había estado realmente preparado para ello. No se le ocurría modo alguno en el que nadie pudiera estarlo. Súbitamente, la realización del verdadero significado de milenio y medio de tragedia de su familia se había estrellado sobre él... Y se había dado cuenta de lo estúpido que siempre había sido mientras era arrastrado por la corriente.

Recordó una vez más, vívidamente, tanto como si de nuevo estuviera sucediendo, los eventos en aquella habitación. Sin embargo, terrible como era, no había sido lo peor de la noche. Tampoco el que su katana, hasta entonces su mayor orgullo y logro en el campo de la herrería al que había decidido dedicarse, ahora estuviera manchada para siempre con la sangre del que había sido su legítimo señor; posiblemente aquella mancha infectando cada aspecto de lo que hasta entonces había simbolizado su libertad y ahora lo hacía de forma más macabra... No, ojalá aquello hubiera sido lo peor.

No, lo peor era que... Naseru lo había sabido. Desde el momento en que su mano cerró la puerta de la habitación de Bayushi Eiryu, su Maldición le regaló una detallada visión de lo que estaba por suceder, con completo detalle. Incapaz de hacer nada o decir nada para cambiarlo, hizo su papel en aquella tragedia. Cuando su katana le dio muerte, en algún sentido, era la segunda vez que lo hacía.

Había sido como tener la más horrenda de las pesadillas sólo para despertar y verla suceder paso a paso frente a sí.

Aquel golpe, sin importar lo justificado, entendible y sensato que hubiera podido resultar, había rasgado su propio corazón con tanta crudeza como lo había hecho con su víctima. Eiryu, al menos, tenía la fortuna de estar muerto.

Con su visión aún dando vueltas sobre lo que en algún momento de la noche fue una deliciosa y festiva cena, Naseru se sentía no poco tentado a seguirle al juicio de Emma-O. Era preferible a la alternativa de acabar con su nombre clavado a un árbol. El brillo de la luna sobre la saya de su daisho aún en su cintura destelló en su campo de visión, llamándole...

- ¿Naseru? - Le llamó de verdad una voz femenina, con fuerte acento gaijin, rasposa por el exceso de bebida y la somnolencia, que le sacó de su ensimismamiento y el temible matiz que estaba tomando. - ¿Estás bien?

¿Qué había estado a punto de hacer? Si se quitaba la vida entonces, él escaparía de un destino peor, pero forzaría la mano de Ninsuke. El Embajador podía explicar la muerte de Eiryu como el haber recaído de sus heridas sin alzar demasiadas cejas, pero no si a eso se le añadía el suicidio de uno de los protagonistas de la noche. No le quedaría más remedio que delatarle ante los eventos ocurridos, trayendo vergüenza a su familia... A todos sus allegados.

Siendo un traidor confeso, a efectos prácticos, todos los que se hubieran asociado con él en algún momento se verían tremendamente comprometidos, bajo tremendo escrutinio e, incluso, caídos en desgracia de inmediato. Matsumoto, Kouta, Yûki, Jack... Sakura vería posiblemente todo su esfuerzo deshecho, ahora que estaba a las puertas de regresar a su legítima posición dentro del Unicornio... Yalima tendría que despedirse de toda esperanza de que Rokugán le apoyara en su empresa de reclamar y reconstruir su destruido hogar, siendo Naseru quien había respondido por ella originalmente...

- Hai, Yalima-san. - dijo, esforzándose por componer su voz quebrada. Mentía, por supuesto. - He bebido de más, me temo. Y pago el precio. Vuelve a dormir. Limpiaré todo esto. - Hablaba en frases cortas para ocultar la angustia en su voz y, sobretodo, su sobriedad; el estado somnoliento e intoxicado de Yalima jugaba a su favor, pese a su evidente preocupación... No obstante, fue el primer atisbo del olor de lo que había salido de su estómago lo que la hizo regresar dentro, ante el temor de empeorar aún más las cosas.

Mentir a la joven gaijin le resultó incómodo, pese a su experiencia y entrenamiento. No obstante, era mucho peor decirle la verdad... Y aquello sólo considerando el peso que aquello cargaría sobre sus pequeños hombros.

Se concedió un momento más, sumergido en el caos, el terror y la angustia, de nuevo solo en la oscuridad. Era muy diferente gracias a la breve aparición de Yalima, estando ahora él poco a poco recuperando el control de sus pensamientos y movimientos. Sus emociones seguían agitadas, sin esperanza de calmarse, pero ya no le guiaban por el camino de la cobardía y la autodestrucción.

Yogo Naseru había tenido, gracias a ella, la oportunidad de recordarse a sí mismo quién era, a qué clan pertenecía.

Despacio, se sumergió en la meditación para alcanzar el estado mental y espiritual necesario para entrar en comunión con los kami; lo primero que tenía que solucionar era lo más sencillo y lo más pragmático: limpiar el desagradable resultado de su pérdida de control. No conocía la plegaria adecuada, pero sí sabía de su existencia, así que tendría que dedicar un tiempo considerable en complacer a los juguetones espíritus del aire para que le prestaran la ayuda necesaria para ello. Era la parte sencilla, y, como tal, aún no se había consumido una hora desde su llegada cuando ya no quedaba ningún rastro de suciedad u olor.

Terminado aquello, fue a buscar su máscara al rincón donde había acabado cayendo. Al alcanzarla, se sentó en el suelo, con ella entre sus manos, acariciando con sus dedos su oscuro lacado sin poder reprimir un suspiro... Debió usar más fuerza de lo que había pensado al arrojarla, puesto que estaba rota. Una telaraña de pequeñas grietas se extendía por todo su lado izquierdo, y su estructura estaba tan endeble que podría terminar de romperla con solamente apretar la mano un poco.

Justo como había estado su dueño un poco antes. En aquel momento, en cambio, tenía más perspectiva.

De nuevo, entró en comunión con los kami, sus ojos brillando entre el rojo y el negro, como las brasas de una forja en lo que canturreaba una oración para engatusar a los volátiles kami del fuego que volaban a su alrededor esperando algo para alimentarse. El shugenja les hizo ofrendas en forma de astillas y velas que encendió, antes de sostener de nuevo la máscara entre sus manos. Satisfechos con los sacrificios, los kami recrearon el calor de un horno de cerámica; poco a poco, hicieron que su siniestra máscara fuera lentamente recuperando su lustre, cerrando y reparando las grietas y los daños en su forma hasta que revertió al estado del que había salido cuando se moldeó originalmente.

Consumidas las ofrendas, los kami retomaron su camino en busca de algo más que devorar, dejando al shugenja observando la manifestación de su On regresándole la mirada entre sus manos.

- Este es el precio de la lealtad. - murmuró para sí, mientras dos solitarias lágrimas resbalaban por su rostro. Tomar su propia vida era lo apropiado y lo sabía; es más, desde la perspectiva de su alma era, sin lugar a dudas, la mejor opción para evitar la posibilidad de un tormento eterno. No obstante, no podía hacerlo. No podía traicionar también a los camaradas que había hecho durante aquellos desesperados tiempos, poniendo en peligro sus logros y posición. No podía traicionar a Shinjo Sakura, que tanto había arriesgado para salvar al hogar y clan que le había exiliado. Que tanto había confiado y creído en él. Que tanto se había preocupado por alguien como Naseru. No podía traicionar a Yalima, que tanto había perdido y que tanta ayuda necesitaba todavía para recuperarlo. Que se había aferrado a él y mostrado cariño y afecto.

Lentamente, con parsimonia, volvió a ocultar sus facciones tras su máscara, aceptando su destino.

Seguramente ellos nunca lo supieran, y nunca lo agradecieran de saberlo, pero Yogo Naseru acababa de decidir vivir con un alma cargada de dolor y vergüenza y un corazón desgarrado. Acababa de decidir vivir incluso bajo la amenaza de que su vida terminase en un tormento eterno, simplemente por la posibilidad de mantenerlos a salvo de las consecuencias de sus actos tanto tiempo como le fuera posible. Acababa de decidir negarse la oportunidad de limpiar el nombre de su familia de aquella horrenda mancha por ellos.

Tal era el precio de la lealtad de un Escorpión para con los camaradas que habían probado ser dignos de merecerla. Desde el fondo de su máscara, Naseru acababa de aceptarlo de buen grado y aquellas lágrimas habían sido las últimas que derramase por sí mismo.

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29/05/2020, 03:35
Yasuki Shinmeki

Epilogo.

No había vuelto a Kinko Toshi desde la reunión del otoño anterior, obviamente eso había significado saltarme la segunda reunión del Hasshō y a pesar de su corta vida siendo una de sus integrantes. Sin embargo a ninguno de sus miembros le resultó inaudito, siquiera al Shogun, dado que el motivo de aquella ausencia ahora tenía nombre propio e incluso me había acompañado en esta ocasión.

Kiki era una niña protestona. Lloraba con frecuencia, y bien alto, como si quisiera hacerse notar y acaparar toda la atención disponible, porque no había que engañar a nadie, bastaba con que la niña viera cómo alguien la miraba para dejar de berrear. Tal y como podía corroborar Yuriko conforme se lo explicaba.

- ¿Ves? Es toda una egocéntrica.

Aún así me divertía la actitud de la pequeña, obviamente por ser su madre, aunque también habría preferido que me dejara dormir algo más durante estos meses.

- Será general o actriz, no me cabe duda.

La broma resultó evidente para ambas y las dos mujeres se obligaron a evitar reir, puesto que el futuro de Kiki ya estaba bastante planificado. Salvo que resultara en un auténtico dolor de cabeza como lo fue su madre, aunque finalmente cumpliera con su promesa.

- ¿Y bueno? ¿Qué tal con el Unicornio?

- "Los Yodotai provocaron muchos destrozos y no solo materiales..."

Comenzó a explicar con seriedad entendiendo que la pregunta venía a cuenta de asentar el terreno para la próxima reunión, lo que podía ser cierto si no la hubiera detenido en seco.

- Me refiero a tu esposo. Es fundamental que las mujeres tengamos hijos en estos tiempos de necesidad.

Señalé dejándome llevar por mi educación, solo que a mi bien podían haberme recriminado tener a la primera tan tarde.

- Ya tendremos tiempo de hablar de política más tarde y además aún no le he dado mi regalo a vuestro hermano.

En todas mis visitas a la ciudad de Iseto, siempre le había regalado alguna figurita al joven gobernador, porque Kinko seguía siendo su gobernador por muchas personalidades que hubieran decidido asentarse en ella. Solo que esta vez el regalo que había traído conmigo era demasiado grande como para ocultarlo en una bolsa y era evidente que se trataba del cuerpo de un yumi. Naturalmente no venía con la cuerda para tensarlo, puesto que regalar un arma a un samurái de otro clan podía seguir siendo considerado un grave insulto, pero deseaba transmitirle el mensaje de que ya le consideraba con la edad y los recursos para gobernar y defender sus dominios, así como a todos aquellos que nos encontrábamos en ellos. En cualquier caso el regalo era lo de menos y Kiki había empezado a torcer el gesto reclamando atención.

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14/06/2020, 14:41
Mirumoto Jakku

Mirumoto Akira

 

Akira abandonó su meditación sin haber alcanzado la paz que buscaba. Separó las manos de su regazo y abrió los ojos lentamente. Su esperada primera visión fue la carta que adornaba la pared desde hacía más de una década, compuesta por un solitario kanji. Suspiró.

Tras una vida de esforzado servicio a su señor, la muerte sin sentido de su esposa a manos de unos forajidos le había abocado a buscar un propósito mayor. Abandonó el estilo Niten para abrazar la senda de los Espadachines Taoístas, arrastrando a sus dos jovencísimos hijos en su búsqueda de la iluminación. Cuando hubo alcanzado la maestría, solicitó la incorporación en las filas de los Maestros Sensei. Aquella misiva era su escueta respuesta:

“No”.

En teoría, la carta debía recordarle la importancia de seguir esforzándose por progresar, pero en aquellos momentos no le estaba resultando particularmente motivadora. Y menos considerado que la causa de su actual turbación era otro de sus fallos; su fracaso como maestro... y como padre. Se levantó.

Ya hacía muchos años del Gempukku de sus hijos, en el que les había enfrentado en un duelo con la intención de fortalecerles; de que fueran capaces de trascender toda emoción. Mai había vencido, quebrando a Takeshi en el proceso. Su derrotado hijo dejó caer su katana y se exilió a una vida de contemplación. Su hija emprendió un Musha Shugyō para alejarse de aquella disciplina que, le dijo, asfixiaba todo rastro de amor. Desde entonces estaba solo.

Akira no sabía nada de Mai desde su desatinada idea de abandonar Rokugan, y de Takeshi sólo conocía el emplazamiento de su retiro. El exhausto mensajero que había llegado horas antes provenía de una aldea cercana al lugar. Al parecer, años de meditación ininterrumpida habían bendecido a su hijo con misteriosos dones. Pero, lejos de emplearlos con sabiduría, los usaba para infundir oscuros delirios en la población. Akira no sabía cómo reaccionar a aquello.

Por lo que sabía, aquellos sujetos que alcanzaban precipitadamente un estado de trascendencia espiritual caían en algo conocido como “locura iluminada”, pero era incapaz de asumir que aquello le hubiera sucedido a Takeshi. En cualquier caso, su hijo era su responsabilidad. Cogió su katana y, con una punzada de dolor, fue a buscar la de su hijo.

* * *

El temor que percibió en los aldeanos había hecho experimentar a Akira una inesperada desazón, pero la larga ascensión por la montaña le ayudó a serenarse; a centrarse de nuevo. No obstante, cuando llegó a la cueva que le habían descrito, sus piernas se negaron a avanzar.

Una figura emergió de la oscura gruta. Los años habían endurecido las facciones del que fuera un muchacho, convirtiéndole en un hombre de aspecto demacrado. Pero aquel no era el único cambio: una limpia cicatriz recorría su rostro cruzando un ojo ciego. El otro relucía intensamente.

La voz de Akira abandonó su garganta sin rastro de la firmeza y autoridad con las que había procurado imbuirla.

—Hijo...

—¿Has venido a devolverme lo que me robaste, padre? —le cortó. Su único ojo pareció atravesarle.

—¿Robar? —dijo confundido—. Yo no...

—¿Acaso no me robaste mi destino al imponerme el que ansiabas para ti?

—Nunca tuve intención de... —Akira no estaba acostumbrado a sentirse a la defensiva, y menos con su hijo. Se obligó a recomponerse—. Tú siempre te mostraste dispuesto a aprender de mí.

—Como haría cualquier chiquillo sin entendimiento que busca complacer a su adorado padre —replicó con desdén—. Pero tu deber no era adoctrinarme, sino ayudarme a descubrir el camino único que debía guiar mi corazón. ¿No es eso lo que nos diferencia del resto de Clanes?

—Yo... —Por un instante, su seguridad le abandonó. No: él había hecho lo correcto—. Yo sólo intenté transmitirte una senda de virtud, honor y superación. Esas cualidades son las que nos elevan entre los hombres y nos...

—¡Palabras muertas! ¡Justificaciones de un farsante! —las venas de la sien de Takeshi se ensancharon momentáneamente, pero recuperó la calma con la misma celeridad con la que la había perdido—. Ah, pero tú, padre, eres la principal víctima de tu falsedad: Todavía ahora, sigues sin poder ver las cosas como son. En cambio, yo he sido maldito con una claridad ineludible.

Takeshi se acercó a su padre. Akira sintió una poderosa sensación de amenaza, pero se forzó a no mostrar ninguna reacción.

—¿Cómo podría la claridad ser una maldición?—, le dijo, y creyó percibir una breve expresión de tormento.

—La mente ignora lo que no puede afrontar. Y si hay algo que estamos dispuestos a eludir... a eludir a toda costa, es el reconocimiento de nuestros defectos; de nuestra propia carencia de virtud. Pero yo... yo ya no puedo hacerlo. Y ya que tú me impulsaste a buscar esta... lucidez, permite que comparta parte de ella contigo —El dedo índice de Takeshi salió disparado hasta la frente de su padre sin que tuviera tiempo de reaccionar.

Una explosión de blancura se desencadenó ante los ojos de Akira y, durante un eterno y agónico instante, todas sus faltas disfrazadas de rectitud le fueron reveladas.

No; no se había comprometido con la vía Taoísta en busca de un propósito mayor, sino para huir del lacerante dolor que seguía causándole la muerte de su esposa. Los Maestros Sensei debieron ver esto.

No; no había asumido el papel de maestro de sus hijos para educarles, sino por miedo a no estar a la altura como padre y, tras el rechazo de los Maestros Sensei, como intento de realizarse a través de ellos.

No; no es que no supiera cómo sentirse ante la situación de Takeshi, sino que se negaba a admitir la culpa que le asediaba, y a reconocer su vergonzoso resentimiento porque le hubiera superado en su búsqueda de la iluminación, aun de manera imperfecta.

Akira se retorció y apoyó una temblorosa mano en un árbol. ¿Así era él, realmente? Un nuevo brillo cegador le hizo temer una segunda acometida, pero sólo se trataba del reflejo del sol en la katana de Takeshi, que había reclamado en silencio durante su visión.

—Ah —dijo este—; veo que, ahora que te conoces, te tienes en tan poca estima como el resto del mundo —inclinó la hoja y desplazó el reflejo luminoso hacia su propio ojo, que no mostró reacción—. Pero, entonces... ¿en qué deja eso todo tu esfuerzo por ser mejor? ¿Dónde queda tu supuesta elevación moral?

Todas las lágrimas que Akira había retenido sin saberlo descendieron por sus mejillas, atestiguando su dolor, su arrepentimiento y el reconocimiento de su mezquindad. ¿Qué podía decir?

—Perdóname —dijo finalmente, y sólo su instinto le permitió desenvainar su katana a tiempo de detener el ataque de su hijo.

—El perdón no existe —le contestó con voz muerta.

Takeshi lanzó una lluvia de ataques. Los golpes y paradas se sucedieron con la sincronicidad con la que un duelista practicaría sus katas ante su sombra. Aquella manera de luchar... —se dijo Akira— ¿Acaso los años de meditación habían logrado que interiorizara sus lecciones? No; no es que Takeshi hubiera aprendido su misma técnica: es que luchaba igual que él. Como para confirmar su apreciación, un cruce de ataques produjo sendas heridas gemelas en sus caras.

—Así es —dijo Takeshi respondiendo a su pensamiento no expresado. La sangre manaba de su rostro impasible—. He compartido tu visión, y hasta que no se disipe de mi mente como los sueños lo hacen, recuerdo todo lo que has vivido... y sé todo lo que has aprendido.

Akira maldijo en silencio. ¿Qué sinsentido era aquel? ¿Acaso debían herirse el uno al otro hasta la muerte?

—¿A donde nos llevará esto? —dijo—. ¿A la aniquilación mutua? ¿Es eso lo que deseas?

—¿Y qué cambiaría eso, padre? A nuestra particular manera, los dos ya estamos muertos.

No. Akira no podía permitir que sus vidas terminaran de ese modo: Aun si no tenían sentido, debían seguir viviendo; debían luchar para dárselo. Entonces supo qué hacer. Se serenó, decidido a verter toda su alma en un único ataque. Dos gritos idénticos estremecieron a todas las criaturas de la montaña.

¡KIIIIIIAI!

Akira sintió cómo su brazo derecho se separaba de su cuerpo. Contuvo un aullido y apretó el borboteante muñón con su única mano. Frente a él, Takeshi parecía totalmente ajeno al hecho de haber perdido su propio brazo.

—Qué inesperado sacrificio, padre —le dijo con voz neutra—. Con tu brazo has renunciado a tu maestría, y con ella a tu identidad. Pero, claro: ¿qué sentido tiene seguir llevando una máscara rota?

Takeshi se agachó y cogió el cercenado brazo de su padre, que seguía aferrando su katana. Con un horror incrédulo, Akira presenció cómo lo encajaba en su propio cuerpo mutilado y ambas partes se unían, dejando de sangrar. Satisfecho, movió su nuevo brazo con naturalidad.

—Ah, sí: ahora estamos en paz. En lugar de mi brazo tengo toda tu maestría, y en lugar del tuyo tienes... todo mi vacío. Márchate, padre; nuestro karma común ha sido saldado: Ya nada nos une. —Diciendo esto, regresó al interior de la gruta.

La visión de Akira se enturbió y sintió un frío repentino. Logró improvisar un torniquete justo antes de que la pérdida de sangre y el dolor le sumieran en la inconsciencia. Ya era noche cerrada cuando despertó. Se obligó a entrar en la cueva para encarar una vez más a aquel ser que una vez fuera su hijo; para buscar algún rastro del niño amoroso que había sido. Pero ya no estaba allí.

Por segunda vez en su vida adulta, lloró.

* * *

El mar se extendía en todas las direcciones, colmando el alma de Akira de nostalgia por el recuerdo de sus amadas montañas. Había pasado los meses de convalecencia meditando sobre su pasado y su futuro; escuchando su corazón con el considerable empeño que antes había puesto en ignorarlo. Había perdido a su hijo Takeshi, pero aún podía reconciliarse con Mai. Sí: aquel era el único camino que valía la pena recorrer, si es todavía que estaba a tiempo de hacerlo. Viajar a las tierras Gaijin seguía pareciéndole un despropósito pero, en vista de todas las malas decisiones que había tomado en nombre de la sensatez y la virtud, aquello bien podía ser un cambio a mejor.

Nunca había tenido tan poco control sobre su destino. Y sin embargo, independientemente de lo que pudiera suceder, nunca había estado tan cerca de sentirse en paz.

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20/06/2020, 14:09
Mirumoto Jakku

Unos meses después del final de la guerra, en lo alto de las montañas de las tierras Dragón

 

El joven monje tatuado observaba plácidamente junto a su maestro. A unos cientos de metros, el extraño trepaba con esfuerzo la escarpada ladera que conducía al Castillo de la Escarcha Matutina. Tan sólo un movimiento en falso o un saliente que se desprendiera al agarrarlo le separaban de una caída de cientos de metros. Entonces hizo un movimiento en falso, pero logró agarrarse a un saliente que se desprendió.

—SHHHIIIIIIIIIIT!!! —el singular grito se perdió en la distancia a medida que el extraño caía.

—Se ha caído —dijo el discípulo con indiferencia.

—Hmm —contestó su maestro.

—Otra vez.

El maestro sintió la turbación no expresada del joven.

—Di lo que tengas que decir.

—Es que... ¡no me parece justo! Es evidente que alguna... brujería le protege de la muerte. Si el camino al castillo debe poner a prueba sus capacidades, no debería valerse de ninguna clase de argucia. Eso es... ¡es hacer trampa!

El maestro se tomó unos segundos para reflexionar.

—¿Acaso ser capaz de hacerse con brujerías que protegen de la muerte no es una valiosa capacidad? También el camino pone eso a prueba. Además, no le estás dando la debida importancia a lo que sucede entre caídas.

Poco satisfecho con aquella respuesta, el discípulo desvió su mirada hacia el extraño. Tras aterrizar de pie e inexplicablemente ileso, se había puesto a meditar, como hacía cada vez.

—Como ves —prosiguió el maestro—, el camino está poniendo a prueba tanto su deseo de trascendencia como su capacidad física; cualidades muy valoradas por los Maestros Sensei. No cuestiones la sabiduría de la montaña.

Algo avergonzado por su arrebato, el alumno hizo una profunda inclinación con la que esperaba mostrar humildad y ocultar su rubor. Le quedaba tanto por aprender...

* * *

Jakku —nombre con el que había empezado a pensar en sí mismo— se aferró al borde de un nuevo saliente para descubrir, entre sorprendido e incrédulo, que había alcanzado la cima. Descolgó de su espalda la bolsa que contenía sus escasas pertenencias y se tumbó boca arriba, vencido por el agotamiento y la emoción.

Una sombra oscureció el rojizo brillo que atravesaba sus párpados cerrados. Se había dormido, pero ahora estaba repentinamente alerta. A su lado, un encorvado anciano del tamaño de un niño removía frenéticamente sus posesiones, desparramándolas por el suelo. El viejo era todo arrugas y orejas, y Jakku se preguntó incongruentemente cuánto había que vivir para desarrollar aquel par de descomunales soplillos.

—¡Eh, deja eso! —El anciano sostenía el permiso de viaje de madera que Mirumoto Zenryu le había dado hacía toda una vida, que sólo conservaba por nostalgia: ahora también él era un Mirumoto. Jakku aferró el permiso con fuerza, pero el anciano no lo soltó.

—¡Noo! ¡Es mío ahora! —chilló, y golpeó a Jakku con su retorcido bastón, dándole débiles pero persistentes golpes.

—¡Está bien! —dijo Jakku, soltando su presa. El anciano procedió a mordisquear la madera con unos dientes desgastados por el tiempo—. Mira, haremos una cosa: puedes quedarte con eso si me ayudas a encontrar a la persona que busco. Me han dicho que para ser aceptado en el castillo debo ver al Maestro Yôdesu-Sama; un gran guerrero.

El anciano le dirigió una mirada que expresaba tristeza y decepción —La guerra no le hace a uno grandioso©—, dijo. Y, tras una breve pausa, dejó caer el roído permiso y continuó desperdigando alegremente las pertenencias de Jakku.

—Pero, ¿quieres parar? ¡Oye, necesito eso! —Jakku comenzó a reunir sus cosas, sintiéndose cada vez más frustrado: El viaje le había llevado al límite y, definitivamente, aquella no era la manera en la que había imaginado su final. Soltó los objetos que había reunido y se llevó las manos a la cara—. Esto es una pérdida de tiempo.

Aquellas palabras hicieron que el anciano perdiera el interés en su búsqueda. Alzó la mirada hacia Jakku e hizo un gesto de negación.

—No: no puedo enseñarte. No tienes paciencia.

La revelación golpeó a Jakku como una patada en los coj un puñetazo en el plexo solar, dejándole brevemente sin respiración.

—Tú... ¿Vos sois Yôdesu-Sama? —logró decir. Se inclinó en el suelo—. ¡Esperad! Si disculpáis mi... mi pérdida de control, prometo esforzarme por ser más paciente a partir de ahora.

—¡Bah! Eso dices, pero mientras permitas que las acciones de otros afecten a tu estado de ánimo, no serás más que un esclavo... ¡y aquí sólo adiestramos a hombres libres! —El anciano se giró y comenzó a alejarse a pasos cortos pero decididos—. No: regresa cuando estés preparado, o no regreses.

El alma de Jakku se cayó al suelo, sabiendo que discutir no tenía ningún sentido. ¿Ese iba a ser el desenlace de sus meses de viaje? Bueno; al menos no le había dado un no definitivo y, por lo que le habían dicho, eso podía considerarse un gran logro. Recogió sus dispersas pertenencias y regresó hasta el borde. Por un momento pensó en tomar impulso y descender un tramo de un salto con la ayuda de las milagrosas Sandalias Asahina; regalo del Emperador Joshin I. Pero aquello no sería precisamente una muestra de paciencia. Suspiró y comenzó el penoso descenso.

Yôdesu se giró un breve instante para observar la partida del joven y se permitió sonreír. “Tal vez”, pensó.

* * *

Sentado en una ladera de la montaña, el joven monje tatuado meditaba sobre la respuesta que le había dado su maestro, ajeno a toda posible distracción. O eso pensaba.

—SHHHIIIIIIIIIIT!!! —escuchó.

—Así no hay quien medite —bufó.