Partida Rol por web

Luz en la Oscuridad [+18]

Capítulo I: Aguas Ensangrentadas

Cargando editor
26/04/2020, 20:44
Mirumoto Jakku

Jack partió en silencio con su grupo asignado, dispuesto para el sigilo o la batalla... o para ambas cosas. No era capaz de imaginar cómo iban a lograr escapar de toda la guarnición de la fortaleza una vez que se diera la alarma: eran muchísimo más numerosos que ellos, y conocían el terreno. No obstante, se guardó esta impresión para sí mismo. Después de todo, iban a darlo todo igualmente independientemente de las posibilidades que tuvieran.

Mantuvo el filo de su Tanto a la vista, atento a cualquier señal de alarma, y al volver a pensar en el peligro que afrontaban notó una leve sonrisa en su cara.

- Tiradas (6)
Cargando editor
30/04/2020, 18:38
Kaiken Matsumoto
- Tiradas (6)

Notas de juego

Ataco al cuello del pavo que no quede dormido. Si le mato a la primera, el otro ataque irá paraotro fulano que esté a mi alcance y que tampoco haya sido dormido.

A los dormidos les corto posteriormente la garganta.

Postearé después del Shujenja.

Ataque sable: 39+4= 43

Ataque katana: 34+4= 38

Cargando editor
01/05/2020, 23:21
Narrador

Sin excesivas dificultades, os librasteis de los cuatro guardias que venían por el pasillo, demostrando una gran coordinación y rapidez.
Tras aquello, proseguisteis por la dirección de la cual habían venido, y lograsteis llegar a una gran sala, desde la cual salían unos cánticos y luces.

¡El momento ha llegado! ¡Con vuestros sacrificios, se cumplirá la antigua profecía y yo seré el Señor de la nueva era! gritó una voz firme, vigorosa, en un tono solemne.
Parecía que no había tiempo para especular.

Cargando editor
01/05/2020, 23:50
Kaiken Matsumoto

Tras eliminar a los guardias y esconder sus cadáveres y cubrirnos con parte de sus kimonos sobre nuestras armaduras, bajamos a los niveles inferiores sin oposición. ¿Sería por el señuelo creado por nuestros compañeros?

 

Pronto descubrimos, al llegar a una gran sala, que probablemente estarían allí reunidos la mayoría. Unos cánticos y declaraciones revelaron que había comenzado la ceremonia y que nos las tendríamos que ver con una muchedumbre. Pero ya era tarde para planear casi nada. No obstante... 

 

-Compañeros- susurré - están todos distraídos. Aprovechemos para colarnos con el disfraz hasta la primera fila. Si no se fijan no se percatarán de que somos unos impostores.¡ Preparad vuestros mejores hechizos!

¡Vamos! 

- Tiradas (1)
Cargando editor
10/05/2020, 22:46
Narrador

La sala del trono era un lugar amplio, de unos ciento cincuenta metros cuadrados, con el suelo de piedra, un par de columnas, el trono y un par de braseros cerca que iluminaban el lugar.
Estaban Seigotsu, el Gaijin Thevus, el Isawa traidor, un antiguo Moto de armadura blanca, y una docena de guardias.
En frente estaban los secuestrados, atados y arrodillados.

El traidor Isawa se acercaba a ellos con un cuchillo dispuesto a que los sacrificios comenzaran.

Cargando editor
11/05/2020, 00:18
Yogo Naseru

Caminaba escondido en el disfraz del guardia asesinado, deslizándose en la multitud. La máscara que portaba, como tantas otras veces, cumplía el propósito adicional de esconder la inquietud y nerviosismo que de otro modo podrían haber llamado la atención sobre él; una ayuda adicional para su misión, en aquella fase del plan al menos.

- Cuando haga mi movimiento, poneos en marcha. - dijo a sus compañeros; el tiempo no era algo que les sobrase e iba a necesitar tomar cada segundo que pudiera rascar para ayudar a tomar el mejor camino en el Vacío que pudieran hallar.

*Con una breve mirada a su alrededor, moviendo sus manos en los gestos necesarios con disimulo y hablando por debajo de su aliento, comenzó a llamar a los kami a su alrededor mientras se movía, arañando cada segundo del que disponía mientras se movían todo lo posible hasta alcanzar lo más posible a la primera fila de espectadores para el macabro espectáculo. Era una de las plegarias más avanzadas que conocía y no podía permitirse apresurarla en lo más mínimo. De hecho, si podía, dedicaría segundos adicionales para suplicar la ayuda de los kami en aquella desesperada hora, aprovechando el camino que tenían frente a ellos.

** Bendijo para sus adentros la previsión que había tenido al moverse, reforzando su conexión con el Vacío para leer con más facilidad sus senderos en anticipación a lo necesario que iba a ser, eligiendo cada sílaba y cada gesto siguiendo el sendero más luminoso que encontraba en aquella vorágine caótica, buscando el que le permitiera encontrar el modo de realizar su conjuro. No sería el más letal, pero sería dañino Y disruptor, especialmente si dependía de un círculo en el suelo o alguna clase de marca que no hubiera advertido.

Con un gesto final, forzando su conexión con el Vacío tanto como osó, liberó por fin su plegaria, sus ojos destellando verdes como la hierba fresca, sus manos apuntando al suelo.*** Al mismo suelo bajo los pies de Seigetsu, Thevus, Isawa y el Moto de armadura blanca. Al mismo suelo que en 7 metros de diámetro, y esquivando a los supuestos sacrificios, se abrió como un foso profundo, de al menos otros 7 metros (20 pies + 10 por cada dos aumentos que conceda el DM), que amenazaba con tragarles. Quizás pudieran esquivarlo, quizás cayeran en él, pero el enorme agujero se interponía ahora entre ellos y sus víctimas. - Adelante. - instó a sus camaradas.

- Tiradas (5)

Notas de juego

** Siguiendo el ejemplo de lo que hice la otra ocasión, me voy a poner minutos de Alterar el Desarrollo antes de entrar en la sala del ritual.

*** Lo lanzo sin aumentos para acelerarlo, dedicando las 4 acciones complejas en total (12-24 segundos), cualquier acción compleja que me concedas durante el camino entre la multitud (hasta otras 4) para aumento gratuito para aumentar la profundidad del pozo. Pongo la NO base, pero lo anoto aquí para que lo tengas en cuenta. Aparte, he sacado un 78. xD

Cargando editor
11/05/2020, 16:57
Yogo Naseru
- Tiradas (1)
Cargando editor
13/05/2020, 23:46
Narrador

La repentina llegada de todos vosotros provocó cierta sorpresa en los individuos reunidos.
O quizás no en todos.
Lo veis, os dije que vendrían. dijo el tipo de aspecto Gaijin, en un rokuganés extraño.

Seigotsu, el hijo de Daigotsu y heredero del Imperio de los Perdidos, asintió satisfecho, observándoos.

Llegáis tarde. La esencia de los descendientes de los Kami ya ha sido extraída, ya no podéis detener lo inevitable.
Pero no os preocupéis, pues seréis los primeros a quien muestre mi nuevo poder...
dijo el Señor Oscuro.

Isawa Emori seguía recitando unos cánticos arcanos mientras los descendientes flotaban en el aire envueltos de un aura verde y malsana.
Sus facciones revelaban dolor, miedo y horror. Era como si les estuvieran arrancando a tirones el alma de su propio cuerpo.

No habíais venido a charlar, por lo que rápidamente os lanzasteis a la ofensiva.
Rápidamente un agujero apareció de la nada en medio de la sala, tras las oraciones de Naseru.
Los guardias Daigotsu que custodiaban la sala se lanzaron a por vosotros, pero un par fueron engullidos por el agujero, desapareciendo entre gritos de horror.

Matsumoto no esperó para lanzarse a por Thevus, el hombre que le había estado esquivando todo este tiempo y que había estado siempre un paso por delante. Ahora por fin lo tenía delante, y estaba convencido de que sus espadas le llevarían a la tumba.

Kouta llegó a la sala y vio a Emori, el Maestro de la Tierra que había traicionado a su Clan, absorto en el ritual que debía extraer la esencia de los descendientes y transmitirla al pergamino que flotaba ante ellos.
El Isawa comprendió que pese a las fanfarronerías de Seigotsu, el ritual no se había completado y detener a Emori era vital.
Convocó a los Kami del Fuego, que acudieron a su llamada en esa despegada hora.
Izumi a su lado estaba preparada para la carga de los guardias que tratarían de interrumpir el conjuro del Isawa.

Jack llegó acompañado por Naoko, quien sin contemplaciones se lanzó a por el enemigo al que más odiaba; el Señor Oscuro.
Tozaiken decidió que no iba a dejarla sola, pero un par de guardias con armaduras pesadas se interpusieron.

Yûki comenzó a luchar junto con Shinmeki y Asako Ayumi contra los guardias que seguían llegando.
Y finalmente Aohime encaró al Moto de la armadura blanca, cuyo rostro era el de un cadaver, probablemente devorado por la Mancha siglos atrás.

Las hostilidades no tardaron en desatarse, cuando Naseru, una vez su foso estaba haciendo efecto, decidió sacar su katana y hacer frente a uno de los Daigotsu que venían en carrera.
Se hizo a un lado con gracia y con un tajo lateral destrozó su armadura, carne y entrañas. El impío guardia cayó moribundo al foso.
El Yogo se fijó entonces en Matsumoto, percibiendo que su enemigo era un hechicero formidable al que el Kaiken difícilmente podría vencer solo.

De hecho, Matsumoto tan sólo consiguió golpear aire.
Donde creía que estaba Thevus, no había nada, y el otrora líder de la Inquisición rio de forma maquiavélica.
¿Qué ocurre Capitán Matsumoto? ¿Te das cuenta de tu debilidad? se burló en un tono jocoso.

De sus manos brotaron una serie de sombras que tomaron la forma de tentáculos. Matsumoto logró esquivarlos, pero aquello iba a dificultar aún más poder dañar al Gaijin.

Mientras tanto, Kouta lanzó una poderosa llamarada contra Emori.
El traidor, enfrascado en el ritual, apenas tuvo tiempo de contrarrestarla, y salió despedido por los aires.
Destrozó una pared y entre una gran humareda, se levantó, con los ojos brillando en rojo.
Te mataré... ¡comprueba el poder de los Chuda! gritó enfurecido.
El ritual pareció cambiar, cuando las auras que rodeaban a los descendientes perdieron intensidad y estos parecieron dejar de agonizar.

Jack se adelantó a sus enemigos y con dos espadazos que dibujaron una X en el aire, hizo trizas al primero de sus enemigos.
Naoko esquivó al otro y se lanzó a por Seigotsu con su extraña espada doble. Antes de que llegara a impactar, salió despedida cuando el Señor Oscuro le lanzó una bola de energía negra.

Aohime se adelantó a su oponente y con un exquisito movimiento Iai, le rebanó un brazo. Sin apenas inmutarse, el Moto atacó con fiereza con su katana, obligando a la Doji a rodar lateralmente para esquivarlo.

Más guardias llegaron a socorrer a su Señor, haciendo que temierais por vuestra victoria; cada Daigotsu era un oponente a tener en cuenta.
Tomaron posiciones para rodearos, haciendo que Yûki tuviera que multiplicarse, al no ser ni Shinmeki (despojada de su yojimbo) ni Ayumi grandes combatientes.

Naseru manifestó una llamarada en su mano que lanzó contra Thevus. El brujo Gaijin no esperaba el ataque y retrocedió golpeado por la llamarada.
Ese instante no fue desaprovechado por Matsumoto, que le propinó un corte con su katana y otro con su sable, haciendo que la sangre brotara.
Gritando de dolor, Thevus dio un paso atrás, pero esta vez sus tentáculos parecieron crecer y extenderse en número.
Matsumoto fue irremediablemente apresado, al igual que Naseru.
Rápidamente notaron cómo su cuerpo era estrujado con violencia, sintiendo que si no salían de allí sus huesos iban a estallar.

Kouta encaró a Emori, repeliendo una enorme roca que el traidor le lanzó con su Magia. Kouta replicó con una llamarada que así mismo fue repelida.
Jack despachó a su segundo enemigo, preocupado por la repentina llegada de al menos diez más, y por la violenta caída de Naoko.

La Cazadora de Brujos se incorporó visiblemente dolorida y volvió a la carga. Esta vez esquivó la bola de energía que le lanzó Seigotsu, quien desenvainó rápidamente su No-dachi.

Rodeados y con Ayumi siendo la primera víctima, Yûki y Shinmeki se habían resignado a una muerte que parecía inevitable.
Justo en ese momento, un griterío considerable retumbó por el pasillo por el que habíais venido, seguido de pasos apresurados y el repiqueteo de armaduras metálicas.
Media docena de Guerreros Cangrejo cruzaron la puerta, encabezados por Hida Jotaro.
¡Perdonad el retraso! gritó.

¡Ya era hora! replicó Shinmeki, viendo una esperanza.

Naseru y Matsumoto trataron de zafarse de los tentáculos, pero parecían tener la fuerza de diez hombres.
Después de todo, morirás a mis manos... jamás deberías haberte enfrentado a mí. dijo, y apretó sus puños haciendo que la presión de los tentáculos fuera insoportable.

Kouta logró esquivar una lanza de tierra que salió justo debajo de sus pies, y contratacó con un proyectil de fuego que impactó contra Emori.
Los descendientes cayeron al suelo cuando el aura que los rodeaba dejó de funcionar.
¡¡Maldito!! Emori gritó enfurecido y el techo encima de Kouta se vino abajo. El Isawa no fue capaz de reaccionar a tiempo, pero notó como alguien lo empujaba violentamente.
Una montaña de rocas sepultaron a Izumi, que había salvado su vida.
Con los ojos abiertos por la sorpresa, pronto estalló.
Una enorme bola de fuego salió de sus manos en dirección a Emori, que simplemente, dejó de existir, reducido a cenizas.
Con los ojos llenos de lágrimas, trató de socorrer a su amada.

Mientras tanto, Jack había llegado por fin ante Seigotsu, y se unió a Naoko en el duelo de espadas.
El Señor Oscuro tenía una técnica algo brusca, pero su fuerza y velocidad eran inhumanas. Detener sus acometidas impedía que encontrara el momento idóneo para atacar, y el choque de los aceros se convirtió en una danza de muerte.

Jotaro y sus hombres aliviaron la situación de Yûki y Shinmeki, que pese a todo estaba al límite de sus fuerzas, con varias heridas que de no ser por la armadura de Kaiu Atsushi, hubieran sido letales.

Aohime anduvo esquivando a su fiero enemigo, que atacaba y atacaba sin tregua, destrozando suelo y pared con su katana.
Pero la Doji vio el momento. Envainó su filo para detener el enésimo golpe, y lo desenvainó en un parpadeo.
La hoja Kakita dibujó esta vez un trazado perfecto hacia el cuello del Moto, seccionándolo de cuajo. El corrupto guerrero cayó de rodillas y así se quedó.

Matsumoto y Naseru notaban cómo su cuerpo iba a estallar. Sus huesos se quebraban y el dolor era insoportable.
Tanto como la risa sádica de Thevus.
¡Nunca podréis vencerme! gritó entre risas lunáticas, pero su afirmación distaba mucho de la realidad.
Naseru usó sus últimas fuerzas para envolver su cuerpo de llamas. Tal y como había calculado, las llamas se extendieron por los tentáculos hacia Thevus. Gritó un instante de dolor, pero antes de que pudiera hacer nada más, el Capitán Matsumoto se abalanzó sobre él y atravesó su pecho con sus dos espadas.

Thevus bajó la mirada hacia las armas que atravesaban su pecho y le habían dado muerte. Curiosamente, lo último que hizo fue sonreír.
Era la primera vez que se enfrenaba a oponentes dignos.

Jack recibió un fuerte corte de Seigotsu que le desplazó varios metros.
Pero Naomi aprovechó ese momento para atacar. Era una táctica que ya habían puesto en práctica en el pasado, contra Togyu.
Pero el Señor Oscuro no era Togyu, y cuando Naoko atacó echó atrás su cuerpo, recibiendo un ligero corte.
¡Soy el Señor Oscuro! alzó la mano libre y del suelo emergió un Oni de casi tres metros, con el cuerpo rodeado de púas y la piel negra.

Jotaro, Shinmeki y Yûki seguían luchando, pero en cierto momento el Hida miró a la Yasuki.
Llévate de aquí a mi madre... le dijo.
Shinmeki fue a protestar pero Jotaro no aceptaba réplicas.

Ahora Matsumoto y Naseru, maltrechos, miraron al Oni que acababa de aparecer, maldiciendo al Señor Oscuro.
Pero tenían un nuevo aliado; Kouta había dejado en el suelo a Izumi, cuyo cuerpo estaba ensangrentado y destrozado.
En sus ojos se dibujaba una mezcla de tristeza y furia.
Caminó hasta quedar al lado de Naseru, y miró al Yogo, que entendió lo que pretendía.

El Oni se lanzó a la carga, pero una doble llamarada emergió de los dos Shugenja que tenía delante. Antes de que sus garras llegaran a alcanzarlos, su cuerpo se había desintegrado.

Matsumoto corrió a por Seigotsu, encontrándose con Aohime en la carrera.
Su amada asintió con determinación, sumándose al que parecía que iba a ser su último enemigo.
El Señor Oscuro parecía tener un poder insuperable, y una y otra vez repelía a todos los atacantes.
Pero la llegada de Matsumoto y Aohime hizo que fueran demasiadas espadas a las que repeler, y terminara siendo alcanzado por la precisa Doji. Enfurecido, le dio un poderoso golpe a la Grulla que la envió por los aires.

Eso activó a Matsumoto, que cargó acompañado por Jack.
Su carga se vio asistida por Naoko, malherida.
Vamos a cambiar las tornas, Jakku. le dijo, y el mestizo comprendió que esta vez ella pretendía hacer de cebo.
El No-dachi de Seigotsu impactó violentamente contra la Kuni, pero era justo lo que planeaba. Por los costados, Jack y Matsumoto clavaron sus espadas en el cuerpo de su enemigo.
El mestizo cortó su cabeza, como Naoko le había enseñado a hacer con los corruptos.

Lo... hemos conseguido... murmuró Aohime, cuando vio el cuerpo del Señor Oscuro caer.
Los guardias Daigotsu se quedaron perplejos, y aprovechasteis para rescatar a los descendientes: La Emperatriz, Bayushi Eiryu, Akodo Shigetoshi, Shiba Ningen y Hida Reiha.

Justo en ese momento, la sala comenzó a temblar, y todo parecía venirse abajo.
¡Corred! gritó Jotaro.

Él y Yûki os cubrieron la retirada, dado que tuvisteis que cargar con los descendientes, además de los cuerpos de Naoko e Izumi, quienes sólo las Fortunas sabrían si seguían con vida.
Conseguisteis salir de allí, poco antes de que el castillo se viniera abajo.
Ni Jotaro ni Yûki habían salido de dentro.

Pero no había tiempo para lamentaciones. Aún quedaban Perdidos en la ciudad, pese a que los Cangrejo que habían llegado con Jotaro los combatían, y estabais en plenas Tierras Sombrías.
Corristeis hacia la salida, comprendiendo que teníais pocas esperanzas. Los hombres de Jotaro parecían condenados a caer, y hacía tiempo que habían destrozado vuestro... ¿kobune?

En el horizonte, un kobune flotaba sobre el Río del Dedo Negro. Matsumoto lo reconoció; era el Mar del Este, el barco de su Señor Kaiken.
Corristeis hacia allí, y al llegar el Señor de los Tiburón os ayudó a subir. A su lado estaba Shinjo Sakura.
Dijo que quería venir a toda costa... explicó el Daimyō.

Sakura suspiró al ver regresar a Naseru, pero no hubo grandes recibimientos; la Unicornio traía noticias.
Los exploradores Shinjo han divisado el Gran Ejército a pocos días de Rokugan. afirmó.

Pero esa, era otra historia por contar.

Notas de juego

Cosas que quedan en el aire:
-Naoko e Izumi: Dead or Alive?
-Yûki y Jotaro: Qué es de ellos?
Creo que es un final decente. Saludos!

Cargando editor
14/05/2020, 19:22
Narrador

En la oscuridad de la noche, cuatro hombres se reunían alrededor del brasero de una gran tienda de campaña.
Uno de ellos portaba una elaborada armadura plateada con dos medallones de oro en forma de lobo.
Una espada recta y ancha reposaba en su cinto, mientras se sentaba en una silla frente a su mesa, llena de mapas de Rokugan.

Dime Iulius, ¿qué es tan urgente a estas horas? preguntó el hombre sentado.

Imperator Aurus, un explorador ha llegado desde el lugar al que los orientales conocen como Tierras Sombrías.
Parece ser que su líder ha sido asesinado, así como Thevus..
explicó el tipo, inclinándose avergonzado.

El hombre tras la mesa reaccionó con calma, llenando su copa de plata del vino saqueado en Medinat Al Salam.
Eso demuestra que, después de todo, los orientales son débiles e indignos de confianza. replicó el Imperator, con calma. Vació su copa de un trago.

¿Qué hacemos Imperator? Ese Seigotsu y Thevus debían atacar desde el sur y desviar allí un número importante de los efectivos rokuganeses... preguntó un hombre inmenso, calvo y fornido, con una piel de oso sobre su armadura.

¿Retirada? preguntó el cuarto hombre, mayor y con una barba canosa.

El silencio se hizo de repente y todos miraron al veterano hombre que había osado decir aquello.
Aurus sonrió, y en un movimiento fugaz, lanzó una daga que atravesó el corazón del hombre mayor.

¡Alguien más desea huir? preguntó al resto, amenazante.
Ninguno osó responder.

No hemos cruzado miles de millas para volver sin demostrar nuestra supremacía.
Fue un error confiar en aliados que como se ha demostrado eran débiles.
¡El Imperium Iodotais (Yodotai) nunca ha perdido una batalla y tampoco será esta la ocasión!
se levantó y dio un golpe a la mesa.
Los dos hombres asintieron marcialmente.

Aurus se acercó hasta el cadaver del Sargento Alexandrus y recuperó su daga.
Por el norte las fortificaciones de los rokuganeses son débiles, no tendrán manera de pararnos.
Igualmente, quiero General Maximus que contéis con la Novena Legión para una misión especial.
caminó hacia la mesa y clavó la daga sobre uno de los mapas.

El cuchillo estaba clavado justo encima de Kinko Toshi.
Por lo que dijo Thevus en su último mensaje, las principales autoridades de Rokugan se encuentran reunidas en esa ciudad y no en la capital.
Golpearás allí con la Novena Legión.
dijo convencido.

El enorme guerrero miró el mapa, comprobando cómo la ciudad estaba muy al sur y además en la costa; parecía imposible llegar allí.
Imperator, vuestro plan es brillante, pero... llegar a esa ciudad llevará tiempo y esos cobardes orientales podrían reorganizarse... observó el General.

Aurus se sentó sobre la mesa y suspiró.
Supongo que después de todo será necesario confiar en nuestros aliados. dijo, y Iulius y Maximus se miraron confundidos; acababa de decir que habían caído.

Mientras atacamos por la Muralla del Norte, viajarás al este, hasta la costa de las tierras Fénix. Los seguidores de Isawa Emori os escoltarán.
Allí os esperará una flota de barcos Thranitas, comandada por un tal Capitán Cormac.
afirmó el Imperator.

Supongo que la Novena Legión podrá reunir el valor para cruzar los mares... añadió, puesto que aquello era algo que ningún Yodotai había hecho hasta la fecha.

¡Por supuesto! ¡Así se hará Imperator! afirmó el General.

Aurus sonrió satisfecho y despidió a sus hombres.
Ultar... tienes comida... dijo, y desde las sombras de detrás de su despacho se levantó un lobo de pelaje blanco como la nieve y del tamaño de un caballo.
Se acercó al cuerpo del Sargento Alexandrus y lo devoró con apetito.
Aurus lo miró con la mirada perdida; había perdido la capacidad de dividir al ejército rokuganés y eso era un gran peligro para sus planes.
Pero la victoria sería suya a cualquier precio.

Notas de juego

Primer episodio. Saludos!

Cargando editor
15/05/2020, 20:05
Narrador

Moto Kerjak caminó a toda prisa el pasillo que le separaba de la habitación de su Daimyō Valkai.
Los guardias anunciaron en voz alta la llegada del líder de la Guardia Blanca, y la tronante voz del Khan autorizó su entrada, por lo que se apresuraron a abrir las pesadas puertas de doble hoja.

Valkai observaba el horizonte.
Unas extrañas nubes se veían a lo lejos.
Kerjak se inclinó y habló rápidamente.
Señor, han llegado... dijo Kerjak en un tono angustiado.

¿Cuántos son? preguntó Valkai.

Kerjak soltó una ligera carcajada por la nariz que irritó a Valkai, quien se giró a mirarlo.
Los estáis viendo, mi Señor... dijo Kerjak.

Valkai se giró de nuevo y comprendió que no eran nubes lo que se aproximaba por el norte, si no la polvareda que levantaba un ejército de un tamaño jamás visto.
Sus ojos se abrieron de par en par al comprender lo que se avecinaba, pero no iba a dejarse vencer por el pánico.
Reúne a todas las unidades en la Muralla del Norte. Usaremos los muros todo lo que podamos.
Una vez superen los muros... Quiero a los Baraughar al este y a los Junghar al oeste. La Guardia Blanca luchareis conmigo.
ordenó rápidamente.

¡Así se hará! contestó Kerjak, quien partió para transmitir las órdenes del Khan.

—————

El sol ya se ponía cuando los ejércitos del Unicornio, reunidos encima y detrás de la Muralla del Norte, esperaban la llegada de aquella polvareda que parecía más una tormenta del desierto que un ejército desplazándose.
Pero los exploradores Shinjo habían dado informes de su composición, por tantas unidades de guerreros Yodotai que había sido imposible contarlos.

Valkai también observaba la escena sobre los muros, cuando un Shinjo Hiramachi se acercó a toda prisa.
¡Señor! llamó la atención del Khan, absorto en aquella tormenta andante. ¡Los ejércitos del León! gritó el Shinjo con alegría.

Valkai observó como efectivamente, por el bando opuesto a los Yodotai y por tanto en su lado del muro, llegaba un ejército de colosales dimensiones, con los estandartes del León y todas sus Familias ondeando bajo el sol dorado del atardecer.
Matsu Genfu, Daimyo del León, saludó al Khan cuando llegó al muro.
Valkai-san, aquí está el León para combatir codo con codo con el Unicornio. dijo en un tono solemne.

Celebro vuestra llegada. Descansad, creo que hasta mañana al mediodía no llegarán. respondió el Moto.

Genfu miró la tormenta que avanzaba hacia ellos. Sonrió.
¿Qué os alegra tanto, Matsu-san? preguntó Valkai al verlo.

El que haya tenido una vida tan digna y el honor de dirigir al León. dijo en tono orgulloso.
Valkai enarcó una ceja; Genfu estaba preparado para su muerte.

————

Tras una noche fría, típica de principios de otoño, el día amaneció con novedades. En los muros se hallaba un extraño carruaje donde sólo cabían un par de personas, tirado por una pareja de caballos.
Las dos personas que montaban el carromato eran el Imperator Aurus y una extraña mujer de piel tostada y ojos de un extraño color anaranjado.
Sus ropas eran una túnica oscura, que dejaba a la vista gran parte de sus brazos, llenos de extrañas pinturas con formas onduladas.

El imponente hombre comenzó a hablar con su tronante voz que parecía retumbar por todos los muros. Cientos, puede que miles de arqueros del Unicornio lo apuntaban en esos momentos, pero parecía lejos de estar intimidado.
Nadie supo lo que estaba diciendo, hasta que los ojos de la mujer que lo acompañaba brillaron y todos los presentes notaron una voz que invadía su mente y les hablaba con un tono sombrío, casi seductor.
Soy el Imperator Aurus Claudius, y he venido con la firme intención de llegar a una alianza con su nación. Valkai miró a Genfu, extrañado.

Todos podemos conseguir grandes beneficios de esa alianza y unir el mundo en una sola nación.
Así que, arrodillaos ante “El que lo gobernará todo” y mostradnos el camino hacia vuestro Emperador.
dijo la voz.

Valkai no tardó en responder.
¡Una alianza donde es necesario arrodillarse y dejar entrar a cientos de miles de soldados, no es es una alianza! ¡Es una invasión! replicó el Khan. Genfu asintió.

Hubo una pausa en la que parecía que Aurus asimilaba las palabras a través de la magia de su acompañante, hasta que negó con la cabeza.
Es triste que lo veáis así.
Os traemos la civilización, el desarrollo y la gloria de formar parte del Imperio más grande que ha construido jamás el hombre.
Si no sabéis valorar nuestra oferta, entonces debo sentirme ofendido por semejante descortesía.
Si no es por las buenas, será por las malas. Pero ¡ESTAS TIERRAS SERÁN MÍAS!
gritó y su voz puso los pelos de punta a más de uno.

¡Déjate de tonterías y trae a tus hombres! ¡La cruda realidad les espera! le amenazó Genfu.

Aurus sonrió y dio media vuelta. Valkai detuvo a un arquero que estaba a punto de disparar.
No. Debemos vencerles en la batalla, no a traición. Que vea y sufra la humillación de ver a sus hombres caer. dijo el Khan.

Llegado el mediodía, la tormenta llegó por fin.
Eran tantos hombres, que lo cubrían todo allá donde alcanzaba la vista.
Caminando con pasos firmes hacían incluso temblar el suelo.
Sus armaduras y escudos metálicos producían una música intimidante.
Y sus voces, mientras tomaban posiciones, retumbaron en decenas de kilómetros.

Valkai y Genfu se miraron.
Los arqueros tensaron sus flechas cuando la distancia era óptima.
¡¡¡¡Fuegooooooo!!!! gritó el Khan, con todas sus energías.

Cargando editor
16/05/2020, 22:14
Narrador

Una par de Shugenja Isawa salieron de la habitación con delicadeza, procurando no hacer ruido.
En la salida les esperaba un hombre de ropas negras con un tigre bordado en hilo dorado. Llevaba nada más y nada menos que dos katana, una a cada lado de su Obi, color dorado.
Un extraño Mon, un tigre que rugía feroz, decoraba su kimono.

Los dos Shugenja se inclinaron respetuosamente al reconocer al Shogun.
¿Cómo están? preguntó Takuya.

Uno de los Isawa contestó.
Se recuperan favorablemente. Fueron sometidos a gran pérdida de su Rei (Espíritu) y a una extenuación física que podría equipararse a varias semanas corriendo sin descanso. respondió Isawa Mizuhiko, Maestro del Agua.

Algo así mataría a cualquier hombre... está claro que la sangre de los Kami corre por sus venas. añadió la otra Shugenja, Isawa Ochiai, Maestra del Fuego.

Takuya asintió.
¿Y cuando despertarán? preguntó serio.

No podemos poner plazos... además sería un milagro que despertaran todos a la vez... replicó Mizuhiko.

Takuya suspiró.
Entonces debo pediros que continuéis con sus cuidados.
Debo partir hacia la Muralla del Norte de forma inmediata.
explicó el Shogun.

Los dos Maestros asintieron, mientras el Kaneka se marchaba con prisa.
Al salir al jardín, una figura envuelta en un kimono totalmente negro, con una luna plateada en la espalda, y una máscara de porcelana que cubría su rostro estaba sentado en los jardines.
Takuya se inclinó respetuosamente ante el Portador de la Verdad.
¿Novedades? preguntó Shingen.

Siguen inconscientes, mi Señor.
Por cierto... ¿donde está el Emperador?... me extraña que no le preocupe el estado de su mujer...
dijo Kaneka.

La máscara de porcelana se giró hacia el Shogun.
Estad convencido de que lo está. Pero más le preocupa... su Imperio. dijo, y Kaneka hizo una mueca de desagrado cuando escuchó lo de “Su”.

Partió anoche, una vez los Shugenja que examinaron a la Emperatriz le dijeron que su vida no corría peligro.
A estas horas debe andar reuniendo los ejércitos de la Grulla.
explicó Shingen.

Kaneka asintió.
Yo también debería partir, la Legión de la Verdad está lista. aseguró Takuya. Entonces pareció recordar algo.
¿Y vos, mi Señor? ¿Qué vais a hacer...? preguntó.

Mis conocimientos militares son inferiores a los vuestros. La Legión de la Verdad estará en buenas manos.
El Escorpión y la Mantis deberían estar movilizándose ya.
El Dragón pronto llegará a la Muralla del Norte.
Y los Cangrejo seguro que no tardan en avanzar, una vez Seigotsu ha muerto.
Pero... si yo tuviera un millón de hombres, no los enviaría a todos por el mismo frente.
dijo, haciendo que Takuya enarcara una ceja.

Todos los informes que tenemos sobre ellos dicen que no disponen de barcos y han avanzado de forma compacta hasta Rokugan. Supongo que confían en arrollar todo lo que tienen delante. respondió Takuya.

Es posible.
De todos modos, no tardaré. Quiero asegurarme de que todos despiertan.
explicó sobre los descendientes.

Takuya asintió y se marchó a toda prisa.
Al salir del Shihai Goten, una muchedumbre de guerreros armados con todo tipo de armas, pero especialmente arcabuces, aguardaban a su líder.

—————

Aohime terminó de aplicar el vendaje nuevo a Matsumoto, que soltó un ligero gemido de dolor.
¡Quejica! le regañó la Doji.

A ti no te estrujaron unos tentáculos con la fuerza de diez... que digo diez... ¡veinte osos! replicó El Capitán.

¡Porque yo los habría esquivado! ¡Espantapájaros! le chinchó Aohime.

Matsumoto entró en aquella pelea de enamorados pero terminó cuando se dio cuenta de que en una esquina de la sala, había alguien cabizbajo y con aspecto triste.
Tozaiken Jack sostenía en sus manos “Hisui no Fukushu” o Venganza de Jade, una extraña espada que en realidad eran como dos katana las cuales podían unirse o separarse por un mecanismo de cierre que tenían en sus empuñaduras. Una obra maestra de los Kaiu.
Una espada que había pertenecido a la difunta Kuni Naoko.

Matsumoto y Aohime se callaron, y la Doji se retiró cabizbaja.
Tozaiken ni siquiera había probado el desayuno, frío ya en la bandeja que tenía delante. Naoko había sacrificado su vida para que él pudiera eliminar a Seigotsu.

Matsumoto se acercó para tratar de animar a mestizo, pero la puerta de la sala se abrió bruscamente.
Isawa Kouta saludó con una reverencia más ligera de lo que en él era habitual; parecía con prisa.
La Emperatriz y los Daimyō que rescatamos se recuperan. Ochiai-sama dice que con suerte despertarán en dos o tres días.
Ella y el resto de Fénix partirán hacia el norte, para unirse a las fuerzas del Emperador. Eso es lo que debo hacer yo también.
informo rápidamente.

Matsumoto asintió, y cuando parecía que Kouta iba a marcharse, la voz de Jack lo interrumpió.
¿Y cómo está ella? preguntó con la mirada perdida.

Kouta bajó la mirada y contestó.
Sigue critica... Mizuhiko-sama ha usado toda su Magia pero no puede hacer más... sólo los Kami pueden ayudarla ahora. explicó sobre Izumi.

La ayudarán. respondió Jack, mirando al Isawa con convicción.

Kouta le dedicó una reverencia de agradecimiento.
Supongo que en esta batalla, deberé luchar sin yojimbo. dijo el Isawa antes de marcharse.

Cuando el Isawa se alejaba del edificio de la Embajada Tiburón en el que se encontraban sus compañeros, se cruzó con Naseru, que caminaba a toda prisa.
Naseru-san, ¿os encontráis bien? preguntó, recordando sus críticas heridas.

Sí, gracias. Vengo a despedirme; partiré hacia el norte junto con las fuerzas de mi Clan. explicó.

Veo que el Escorpión también va a movilizarse. asintió Kouta.

Por cierto Kouta-san, ¿porqué siempre os reunís en este lugar? preguntó el Yogo.

Kouta se encogió de hombros.
Supongo que... sin saberlo... nos transmite calma... respondió.

Naseru sonrió tras su máscara y se despidió del intrépido Isawa.
Tras aquello, el Yogo entró a la sala donde estaban sus compañeros de fatigas. Oichi, la joven Embajadora del Tiburón, acababa de servir té.
El Shugenja saludó a los presentes y explicó que se marchaba para acompañar a su Clan que formaría parte de las fuerzas del Shogun, en su defensa del norte.

Matsumoto y Jack asintieron; todos los Grandes Clanes se movilizaban para la guerra que podría cambiar el destino de Rokugan.
Cuando el Yogo se hubo marchado, Ochiai miró a Matsumoto.
¿Porqué leches tarda tanto Kaiken-sama en darnos órdenes? Oh... no debería decir “leches”... dijo la Embajadora.

Matsumoto sentía lo mismo. No se le podía pasar por la cabeza quedarse fuera de esa gran guerra. Pero creía comprender los motivos que estarían causando la falta de decisión de Kaiken.
El Tiburón era un Clan pequeño, minúsculo, y que se desenvolvía bien en combate naval. Mandar a sus hombres a una guerra en las estepas del Unicornio, era posiblemente condenar al Clan a su desaparición.

Sus razones tendrá. Pero estoy seguro que el Tiburón no se mantendrá al margen de la guerra. contestó finalmente Matsumoto.

Tozaiken, a quien la guerra había alterado sus planes de visitar las tierras de su madre, se sentía en una situación similar.
Sumidos en sus cavilaciones, los dos guerreros notaron como las tazas del té se sacudían ligeramente.
¡¿Otra vez el gordo de Hataki correteando?! preguntó Oichi de mal humor. Abrió a toda prisa la puerta para regañar al obeso samurai, pero no había nadie en el pasillo.

Sin embargo, al abrir la puerta, se hizo perfectamente audible un sonido que Jack y Matsumoto rápidamente identificaron; cañones.
Alertados por el sonido, corrieron al exterior, y los sonidos de los cañonazos eran ensordecedores.
Kinko estaba siendo atacada.

De forma casi instintiva, corrieron hacia el cercano puerto para ver quién era el autor de los cañonazos.
Los ojos de ambos guerreros se abrieron de par en par al ver acercarse a una flota de buques de guerra, más de cincuenta barcos. Sus cañones habían comenzado a destrozar los barcos amarrados en los muelles, así como los edificios más cercanos.

Multitud de gente corría asustada, huyendo del puerto, mientras miembros de la Guardia de Oro corrían en esa dirección.
No eran los únicos. Kaiken llegó a toda prisa, acompañado de su fiel Hatamoto.
¿Lo veis Matsumoto-san? le dijo a su súbdito, de un extraño buen humor. No hace falta que vayamos a la guerra; la guerra viene a nosotros. añadió extrañamente alegre.

Cargando editor
18/05/2020, 00:16
Narrador

Los cañonazos de los barcos Thranitas caían como una lluvia furiosa sobre el puerto de Kinko.
En pocos minutos, ya casi no quedaba rastro de los muelles ni de los barcos que allí había amarrados.
Los edificios más cercanos, eran runa humeante y decenas de personas yacían muertas por las explosiones y la metralla.

En medio de ese caso, Matsumoto y Jack trataban de hacer algo; ¿pero qué? Kaiken observaba la escena consciente de que aquella inmensa flota de gigantescos barcos era totalmente imparable para los kobune rokuganeses.
Así pues, la única solución parecía recular y forzar al enemigo a desembarcar.

Y no tardaron en hacerlo, pues los primeros buques amarraban en los destrozados muelles y de ellos descendían decenas de guerreros equipados con armaduras de metal, grandes escudos, así como espadas y lanzas. Avanzaban en perfecta formación y dieron rápidamente buena cuenta de los Guardias de Oro que fueron a hacerles frente.
Sus movimientos dejaban claro que tenían largas carreras militares a sus espaldas, y que sus líderes eran gente con excelente visión táctica.

Jack, Matsumoto, Kaiken y su Hatamoto Yuhei, se vieron perseguidos por una marabunta de aquellos soldados, y por mucho que fuera su valor y pericia, cuatro contra cien era una batalla perdida.
Sin embargo, cuando los Yodotai corrían tras ellos, un enorme agujero apareció de repente, engullendo a decenas y barrando el paso al resto.
Naseru se aproximó con pasos relajados.
¿Queríais llevaros vosotros toda la gloria? bromeó, pese a que la situación no estaba para bromas.

Aquello dio algo de tiempo a los samurai para recular y pensar en algo, justo cuando el grueso de Guardias de Oro, comandados por Mirumoto Zenryu, hacían aparición.
Eran un centenar a lo sumo, y en cada uno de aquellos barcos había un número superior al suyo.
Los guardias de los respectivos Clanes habían partido mayoritariamente hacia el norte, por lo que pocas espadas más quedaban para defender la ciudad.
El ataque había sido una maniobra maestra.

Observando impotente los cientos de guerreros Yodotai que iban desembarcando, Zenryu pensaba en las escasas opciones que tenía.
¡Guardias de Oro! ¡Si es este el último día de nuestras vidas, dediquémoslos a defender nuestra ciudad con honor y orgullo! gritó el Mirumoto, levantando su espada, dispuesto a cargar antes de que llegaran todavía más enemigos.

No tengáis tanta prisa por morir, Capitán. una voz firme, entrenada en los tempos del habla sonó a sus espaldas.
Shingen, el Portador de la Verdad se acercaba acompañado de su fiel yojimbo, el joven Ishimaru.

El objetivo principal de esos bárbaros es el Emperador, o en su defecto, yo mismo. explicó con calma.

¿No iréis a...? preguntó Zenryu, temeroso.

No tengo tantas ganas de morir como vos.
Las fuerzas del Cangrejo están de camino y los barcos de la Mantis verán la humareda que están creando sus cañones.
Lo único que debemos hacer es resistir hasta que lleguen.
dijo Shingen.

¿Pero cómo? preguntó Zenryu.

Desde mi punto de vista, para tomar una ciudad son imprescindibles dos cosas. La primera es derrotar a toda su resistencia. Y la segunda, tomar su principal fortaleza. el rostro enmascarado del Portador de la Verdad se dirigió hacia el castillo que se alzaba imponente en la cima de la ciudad; Shiro Kaiki.

Enviad a todo el mundo hacia el castillo, es el único lugar donde podemos resistir. sentenció Shingen.

Zenryu asintió a toda prisa y movilizó a sus hombres para que llevaran a la gente hacia allí.
No obstante había que ganar tiempo para que la gente llegara a salvo.
Shingen desenvainó su katana, mirando a los samurai que tenía a su lado.
Reculemos hasta la Puerta de la Mantis, allí ganaremos tiempo. sugirió, preparándose para repeler al primer grupo de Yodotai que llegaban a la carrera.

Entre Shingen, su yojimbo Ishimaru, Matsumoto, Tozaiken, Kaiken, Yuhei y Naseru, lograron reducir la primera oleada mientras reculaban hacia la puerta. No era una muralla sólida e infranqueable, pero serviría para aguantar la embestida de los Yodotai, a simple vista desprovistos de Magia o armas de gran destrucción.

Defendiendo las puertas como podían, a punto estuvo de destrozarlas la llegada de un ariete... el cual estalló por los aires cuando una bola de fuego cayó sobre él.
Isawa Kouta se acercó recorriendo el muro a toda prisa. Había dado media vuelta a tiempo para prestar su ayuda.

La llegada del Isawa no obstante, sólo pudo retrasar lo inevitable; eran demasiados guerreros y terminaron por tumbar las puertas y escalar los muros.
¡Al castillo! ¡Al castillo! gritó Shingen.

Parecía que no iban a tener tiempo para escapar, cuando desde una de las calles llegaron un reducido grupo de samurai.
En cabeza un veterano guerrero con dos parangu que gritaba maldiciones a diestro y siniestro.
Pocos pasos detrás de él, un inmenso (tanto a lo alto como a lo ancho) samurai avanzaba con su Ono, escoltado por par Guerreros más, Keisuke y Kenjuro, así como la Embajadora Oichi.
No estaban solos, pues a su lado venían...
¡Mis Ángeles de la Muerte! gritó Matsumoto, cuando vio llegar a Aohime, Komori Harumi y Elvira Salazar.

La llegada del pequeño grupo permitió que obtuvieran unos precisos segundos para perpetrar su retirada, pero Matsumoto no iba a dejar atrás a los suyos.
Recularon hacia la última puerta antes de llegar al camino que llevaba al castillo; la Puerta del Cangrejo.

¡Matsumoto! ¡Estoy harto de que por donde pasas tú salgan Gaijin con ganas de destruirlo todo! gritó Toshiro.
El veterano guerrero se quedó parado, despidiendo con la mirada a Matsumoto y el resto de Kaiken.

Así que dejo de servirte... ¡porque me esperan en el Tengoku! gritó, y se lanzó como un poseso contra el grupo de Yodotai.
¡Nooooooo! gritó Hataki entre lágrimas, intentando ir en su ayuda.
Matsumoto lo agarró; no podía echar a perder el sacrificio de su lacayo y la vez mentor.

Aprovechando los segundos que les dio Toshiro, cerraron las puertas y consiguieron llegar al castillo tras una extenuante carrera.
La inmensa mayoría de ciudadanos habían sido puesto a salvo, y el resto huía por los campos al oeste de la ciudad.

La Guardia de Oro y la treintena de guardias del castillo, eran todo lo que había para defenderlo.
Desde la elevada posición de la fortaleza, podían verse la inmensa mayoría de buques atracando y dejando desembarcar a sus soldados.
Tozaiken, no obstante, se fijó en un barco que parecía el quedarse sobre las aguas; su velamen negro y gastado y su forma afilada le recordaron al Blood Carving... pero quiso pensar que sólo se le parecía.

Tuvieron unos minutos hasta la llegada de los primeros Yodotai, a los cuales pudieron eliminar gracias a la ventaja de los muros y la Magia de Kouta, Naseru y Harumi.
Pero la siguiente oleada no llegaba. Un enorme guerrero con la cabeza afeitada y una piel de oso sobre su armadura, parecía analizar la situación antes de lanzarse al ataque.

De hecho, no atacó.
Llegó la noche, y los ruidos de los saqueos y los incendios múltiples en Kinko eran visibles. Estaba claro, Maximus no necesitaba arriesgar a sus hombres; tarde o temprano los defensores del castillo se quedarían sin alimentos y deberían rendirse.

Shingen parecía dudar en cuales deberían ser sus siguientes pasos, mientras hubo alguna que otra discusión entre los Guardias de Oro sobre qué hacer.
La noche cayó. Ir a su encuentro era una temeridad, pero quedarse sin hacer nada... si las Fortunas lo querían, el Cangrejo llegaría antes.

Llegó un nuevo día, con los Yodotai esperando como lobos hambrientos la rendición del castillo.
¿Lo habéis visto? preguntó de repente Matsumoto a sus compañeros.

Aquel barco de allí y los que le rodean... no se han acercado al puerto. Es probable que allí esté su líder. explicó, conocedor de las tácticas Thranitas que sólo hacían bajar a su líder cuando ya se había “limpiado” la zona.

Jack suspiró al observar ESE barco.
Si pudiéramos llegar hasta él y matar a su líder... pensó.

Sin barco es imposible. le contestó Aohime.

Hay un barco. dijo Kaiken, que había escuchado la conversación.

El Mar del Este está amarrado en Sotojima. Dudo que los Gaijin lo hayan visto siquiera. explicó.

Ya... pero... ¿cincuenta barcos contra uno? preguntó Naseru.

Uno no. replicó Matsumoto, sonriente.

Por el este llegaba una flota de barcos similares a los Thranitas, pero de una construcción más sólida, mejor mantenimiento y con una bandera roja con un escudo dorado.
Eran al menos treinta barcos, pero no eran los únicos. Una flota de unos veinte barcos de menor tamaño, similares a un kobune, con una forma que recordaba a un dragón, avanzaban cerca suyo.
¡Han venido! gritó Matsumoto feliz.

Pronto los cañones de la Armada Merenita emprendieron su castigo contra los barcos piratas Thranitas, al tiempo que los barcos Nörgrund desembarcaban en el puerto y sus inmensos guerreros corrían hacia el combate.

El General Maximus no tuvo más remedio que hacer frente a los nuevos enemigos, y los hombres que bloqueaban Shiro Kaiki se redujeron drásticamente.
Era el momento esperado para ir a por el Mar del Este y terminar la batalla con un golpe definitivo; la muerte de su líder.

Esquivando las zonas de conflicto, Matsumoto, Jack, Naseru, Kouta, Los Angeles de la Muerte y el resto de Tiburón (Kaiken incluido) consiguieron llegar a la isla donde residían los Gaijin, y efectivamente, el kobune del Daimyō Tiburón estaba atracado allí y de una pieza.
No era el único barco. Un buque Merenita, el que usaban los residentes en la isla, estaba siendo embarcado por sus asustados tripulantes.

Matsumoto-san. Desde que os vi regresar con ese enorme barco, siempre he pensado en cómo sería luchar a bordo de uno.
Parece que las Fortunas han escuchado mis palabras.
sonrió Kaiken, mirando el Santa Catalina.

Yo os cubriré, vosotros debéis abatir el barco del líder. añadió Kaiken.

Pese a las protestas de Matsumoto, Kaiken y su fiel Yuhei embarcaron en el Santa Catalina y, las Fortunas saben cómo, consiguieron poner en movimiento a la tripulación Merenita.
Eso dejó a Matsumoto, Jack, Naseru, Kouta, Aohime, Elvira, Harumi, Hataki, Keisuke, Kenjuro y Oichi como tripulación del Mar del Este.

El Santa Catalina salió desde la cala que camuflaba su figura entre las rocas, y comenzó a disparar sus cañones contra todo aquel que se pusiera a su alcance.
El Mar del Este le seguía de cerca, listo para el momento en el que la distancia con el Blood Carving fuera la suficiente como para intentar el temerario asalto.

El humo de los cañones llenaba el ambiente, pero no era la pimienta Gaijin la única encargada de crear explosiones. Kouta hundió a un par de buques con su fuego, y Harumi a otro con su plaga de murciélagos.

Pero las cosas se pusieron feas cuando media docena barcos se aproximaron hacia el Mar del Este.
Sus cañones comenzaron a rugir, pero el Santa Catalina se interpuso, disparando los suyos.
Todo pasó a cámara lenta. Matsumoto pudo ver en la cubierta a su Daimyō, dando la orden de disparar mientras parecía sonreír.
Yuhei-san. Hoy es un buen día para morir. le dijo Kaiken como alegato final a su fiel escudero, antes de que los cañonazos terminaran por hundir su barco.

Comprendiendo que era ahora o nunca, Matsumoto hizo girar bruscamente el Kobune y se encaró hacia el Blood Carving.
Dos buques salieron a su encuentro, uno por cada lado, pero sus cañonazos fueron desviados... Harumi sostenía un muro de aire alrededor del barco que impidió los impactos.
Rápidamente, Kouta y Elvira los hicieron estallar con sus llamas.

El camino parecía despejado hacia el Blood Carving, pero un último buque se interpuso. La magia de Kouta llegaba a sus límites y Elvira no tenía aún tanto dominio de la suya como para poder destruirlo a esa distancia.
Cuando los cañones estaban a punto de disparar, el barco pirata comenzó a recibir impactos desde el flanco.

¡Matsumotoooooo! desde lo alto un buque de casco negro, Teodoro Cornejo gritaba como un niño feliz.
¡Me debes una cervezaaaaa! gritó mientras abordaba al barco pirata.

Eso dejó la posibilidad de abordar por fin el Blood Carving.
Una vez lograron subir a cubierta, los piratas de a bordo no parecían con intención de atacarles.
Habían hecho un coro desde el que avanzó un hombre con aspecto siniestro.

Sus ropas negras y gastadas, su barba canosa, pero sobretodo, su mirada, que era como la del mismísimo demonio, daban miedo.
Jack sintió su corazón acelerarse cuando reconoció a su abuelo.
Este también pareció reconocer a su nieto, mirándole con una sonrisa.
Después de todo, no eres tan inútil como creía; pensé que ya andarías muerto hace tiempo. le dijo con desprecio.

¿Porqué haces esto? le preguntó Jack.

Ohh... no es nada personal. Tus amigos de ojos rasgados no me caen peor que cualquier otro desgraciado. Simplemente, quiero demostrar mi superioridad una vez más. dijo en tono arrogante.

¡Tus días han terminado, Cormac! le espetó Jack.

Déjame adivinar... ¿tú pretendes hacerlo? ¡Hahaha! ¡Bastardo mestizo! le respondió Cormac al tiempo que le disparaba con su pistola de forma traicionera.

Jack cayó al suelo, y eso desató las hostilidades. Los samurai se vieron envueltos por los numerosos piratas que les superaban ampliamente en número.
Cormac se retiró, convencido de que sus hombres acabarían con esa escoria. Pero su sorpresa fue ver a su nieto levantarse e ir tras él.
Desenvainó su sable y comenzó un baile de espadas entre ambos.

La técnica de Jack era superior, no había duda, pero Cormac ya no era humano. En sus largos años de viajar por el mundo había pactado con entidades diabolicas para obtener la inmortalidad y una fuerza descomunal.

Aún así, Jack le hacía frente y logró causar un profundo corte en su torso. Su sorpresa fue cuando éste se sanó de forma inmediata.
Cayó al suelo golpeado por el sable de su abuelo, quien se acercó lentamente para dar el golpe de gracia.
Y después de todo, eres débil como tu padre... indigno de mi sangre... ahora...

¡¡Muere!! gritó Jack, alzándose de repente mientras clavaba Hisui no Fukushu en el corazón de Cormac. La espada de Naoko sesgó la vida del infame pirata, que cayó al mar de espaldas.

Superados en número, los compañeros de Jack sufrían ante los fieros piratas Thranitas.
Damas y caballeros... espero que todos sepáis nadar... dijo de repente Naseru.
Su Magia surtió efecto y el Blood Carving comenzó a llenarse de agujeros que terminaron por hundirlo.

Como pudieron, saltaron al Mar del Este para salvar sus vidas.
A su alrededor, la batalla naval seguía, pero pronto se decantó hacia el lado Merenita cuando fueron ayudados por la recién llegada flota Mantis.

Los samurai regresaron a Kinko, donde la batalla aún seguía. Los fieros Nörgrund habían causado estragos entre las filas de los Yodotai, pero estos seguían siendo muchos más y pronto usaron sus escudos para frenar las acometidas de los norteños.
Matsumoto llegó para encontrarse con Kelgar, quien lideraba a los Nörgrund.
¡Hah! ¡Míralo! ¡Cuanto tiempo! gritó el Príncipe.

¡Eh! ¡Primero se saluda a las damas! gritó no muy lejos su hermana Ingvild.

Contento por reencontrarse con sus viejos amigos, Matsumoto se unió a la carga. Pronto los Merenitas y Mantis también llegarían, por lo que la balanza parecía decantada.
Pero aún así, el General Maximus era un excelente estratega y un formidable guerrero que hasta el último momento vendió cara su piel.
Él y sus tropas de élite despistaron a sus atacantes para atacarles por una calle lateral y conseguir su flanco.

Maximus logró derribar a un buen número de Nörgrund, hasta llegar a donde estaban los samurai.
Isawa Kouta trató de hacerle frente con sus últimas energías, pero sus llamas, por alguna razón, se desviaron.

¡Maldito brujo! ¡Te mataré! corrió hacia el Isawa, pero nunca llegó ya que un Ono volador se clavó en su cabeza.
Quien vino a recoger el arma era Hida Jotaro. A su lado Togashi Yûki, que había destrozado las últimas filas de Yodotai.
Nadie toca a mi piromano favorito. dijo Jotaro cuando desclavó su arma.

Pronto, los gritos de alegría resonaron por toda la ciudad; habían vencido.

Cargando editor
18/05/2020, 13:47
Kaiken Matsumoto

A pesar de la alegría de la victoria y de los reencuentros con viejos amigos que nunca sospechó encontrarse, y menos a todos juntos, en Rokugán, Matsumoto se hallaba ensimismado y abatido, sentado sobre una montaña de cabos junto al muelle principal, en el puerto.

-Al final, el viejo se salió con la suya... - espetó, mirando al vacío, imaginando en bucle cómo el viejo gruñón se abalanzaba a sobre los Yodotai, empujándoles y reteniéndoles lo suficiente para poder cerrar las puertas. Se llevó a tres invasores por delante mientras sus hojas se clavaban en su recio cuerpo lleno de vigor, a pesar de los años.

Ya había amenazado con morir en combate, meses atrás, empeñado en que su tiempo había pasado, pero el capitán le había "prohibido" morir sin necesidad, no sólo por no perder a un amigo sino también por todo lo que podía aportar como sensei y mentor, así como navegante. Hubiera habido otra manera, Elvira o Kouta lo podrían haber hecho, pero el viejo vio su ocasión. Maldito Toshiro.

 

Pero no fue la única pérdida difícil de digerir : su daimio, Kaiken, fundador del Tiburón, había muerto también, habiéndose sacrificado junto al hatamoto trágicamente. A Matsumoto no se le escapaba el detalle de que su Señor había mostrado una actitud extraña desde el primer cañonazo. ¿Es que también había buscado la muerte? ¿Qué habría estado atenazando su corazón? ¿O fue un simple avatar del destino y la plena aceptación por parte del daimio? ¿Por qué diablos no estaba ninguno de sus dos galeones?

 

Sus amigos se acercaron y trataron de animarle. Recordó como los Norgrund cargaron contra las herméticas líneas Yodotai. Cómo sus caras enloquecían de terror cuando, tras atravesar con su acero a un Norgrund, a éste le quedaban todavía fuerzas y ánimo suficientes para llevárselo consigo al infierno y, en ocasiones, junto a otros  tantos más. Recordó también como, días atrás, casi muere por haberse dejado el anillo de Ouris en un bolsillo cuando tuvo que quitárselo para trabajar en la barcaza. Pensó en Aohime y en cómo le vio esquivar y rebanar la cabeza de aquel engendro infame que otrora fue un samurai Moto y en lo mucho que le excitó aquella danza mortal e infalible precisión y determinación.

¿Qué iban a hacer ahora? 

Cargando editor
18/05/2020, 22:57
Narrador

En la cuasi penumbra de una habitación, se reunían tres figuras, examinando el mapa de Rokugan.
Alguien debe hacerlo. afirmó Shingen.

Pero es una temeridad... contestó Yoritomo Tsuneyoshi, Daimyo de la Mantis.

Hida Jotaro suspiró, y puso su enorme dedo sobre la costa del Fénix.
Desembarcar aquí y avanzar hasta la retaguardia del Gran Ejército... puede funcionar. dijo el Cangrejo.

Es arriesgado, podemos enfrentarnos a una fuerza que nos supere ampliamente en número, pero sus esfuerzos estarán en la vanguardia, combatiendo a los ejércitos combinados bajo el mando de Takuya-Shogun.
Además, el Capitán Matsumoto dijo que los Gaijin que llegaron a socorrer Kinko, lucharán otra vez a nuestro lado.
prometió Shingen.

Tsuneyoshi suspiró resignado.
Sea pues. Y que Osano-wo asista a sus hijos. comentó, dado que tanto Cangrejo como Mantis eran descendientes del Kami del Trueno.

——————-

¡Retiradaaaa! ¡Retiradaaaa! los exploradores Shinjo cabalgaban a toda velocidad el campo de batalla, transmitiendo las órdenes de su Khan.

Los León hicieron sonar los tambores de retirada, haciendo que sus guerreros supieran la orden. Aunque seguramente hubieran preferido morir luchando.
La Muralla del Norte ya no existía, detrozada por las huestes Yodotai, sus catapultas y la Magia de los brujos Marfileños.

Por si fuera poco, aquella cosa había causado estragos... Kali Ma.
La deidad de la guerra marfileña era una criatura a la que nada ni nadie se podía enfrentar. Sencillamente, era demasiado poderosa.

El Unicornio había perdido más de la mitad de sus efectivos, sembrando las estepas de cuerpos sin vida, de hombres y caballos.
Al León no le había ido mucho mejor; la masacre de samurai Akodo y Matsu helaba la sangre.
Retirarse pues, parecía lo más sensato. Además, era parte del plan.

—————-

Takuya despidió al explorador Shinjo que le había dado las últimas.
Los restos del Unicornio y el León partían en retirada hacia Toshi Ranbo.
El Gran Ejército seguramente iría tras ellos, y si conocían los entresijos de Rokugan como parecía, era de esperar que tuvieran la capital entre sus principales objetivos.
El Dragón ha recibido el mensaje, pero como siempre, su respuesta ha sido ambigua... dijo Nakaichi, líder de la Legión de la Verdad.

Dudo que el Dragón vaya a quedarse en sus montañas incluso cuando Rokugan se juega su supervivencia. contestó Takuya.

Señor, tenéis visita... dijo uno de los guardias de la entrada.

¿Quién es? preguntó Takuya de mal humor.

Su Majestad El Emperador Joshin I... respondió el guardia algo avergonzado.

Takuya hizo una mueca de sorpresa y dejó pasar al Emperador.
Joshin I se inclinó cortésmente, siendo correspondida su reverencia por el Shogun.
Su Majestad... entonces es cierto que comandais los ejércitos de la Grulla y el Fénix. dijo Kaneka con un tono solemne.

Así es. Aún tengo mucho que aprender sobre batalla, pero si mi presencia puede ayudar a mis súbditos, es lo mínimo que podía hacer. aseguró el Emperador.
El grueso de la Grulla llegará mañana mismo aquí, y el Fénix no puede tardar mucho más.
Entonces, ¿seguís con la idea de atacar por tres frentes?
preguntó Joshin.

Es la única opción desde mi punto de vista. El Unicornio y el León reculan hacia aquí, y de buen seguro que los Yodotai les pisan los talones.
Cuando lleguen a Toshi Ranbo, la Legión Imperial y los ejércitos del Escorpión les estarán esperando, así como la Grulla y el Fénix.
El Cangrejo debería llegar para atacar desde el sur junto con la Mantis, y el Dragón desde el norte, bajando las montañas.
explicó.

El Emperador asintió.
No creo que haya ninguna otra opción que atacar todos. Por cierto, ¿dónde está Shingen? preguntó Joshin.

Se quedó en Kinko supervisando la salud de los secuestrados...
Dijo que en cuanto despertaran vendría.
explicó el Kaneka.

Entiendo. Espero que eso suceda pronto, pues necesitamos de su visión táctica. dijo el Emperador.

Takuya hizo una mueca de desagrado, ya que él se consideraba como el más hábil estratega, pero no contestó.
Cuando lleguen las fuerzas de la Grulla y el Fénix, los hombres les indicarán las posiciones a tomar.
Si lo queréis, podéis descansar aquí esta noche... estaréis a salvo.
bromeó Takuya, pues seguramente ninguno de los dos había olvidado que en el pasado había intentado matar al Emperador.

——————-

¿A dónde vais, Naseru-san? preguntó Yalima.

El Yogo se giró y suspiró.
La guerra no ha terminado. Quedaos aquí, no volverán a atacar esta ciudad. respondió el Yogo.

No puedo hacer eso. Necesito vengar a mi gente. Mi padre, mis hermanos, mi ciudad... ¡no podéis prohibirme ir! se quejó la princesa de Medinat al Salam.

Lo mejor que podéis hacer por todos ellos es sobrevivir. Una vez termine esta guerra, tendréis una gran responsabilidad para reconstruir la Perla del Desierto. trató de convencerla Naseru.

Yalima apretó los puños, resignada.
¿Y Sakura-san? preguntó.

Ha partido ya, su Clan la necesita. explicó Naseru.

Yalima asintió, resignada a quedarse allí.
Cuando Naseru salió de la Embajada Escorpión, los guerreros de uno y otro Clan embarcaban en los kobune y los formidables barcos Merenitas, en dirección a su destino.

——————

Extenuados, los ejércitos del Unicornio y el León consiguieron llegar hasta la capital. Mientras huían, habían sufrido numerosas bajas más, y de no recibir ayuda pronto, su supervivencia estaba en entredicho.
Las puertas de Toshi Ranbo se abrieron de par en par para recibirles.
Takuya aguardaba en la entrada.

Matsu Genfu se acercó a grandes zancadas; su rostro mostraba un agotamiento total, y su armadura rebosaba de sangre reseca.
Genfu-san, le alegro de que hayáis llegado. dijo Takuya.

¡Maldito seáis vos y vuestro plan! ¡¿Sabéis cuantos hombres he perdido?! agarró al Shogun por su armadura negra, zarandeándolo violentamente. Takuya no se resistió.

Los sacrificios del León jamás serán olvidados. Ahora descansad, habéis hecho un esfuerzo formidable. respondió el Shogun.

Genfu lo soltó y logró calmarse.
Creo que estarán aquí al atardecer. No nos queda mucho tiempo. explicó el Matsu.

Takuya asintió en silencio.
¿Dónde está Valkai-san? preguntó Takuya.

Genfu escupió al suelo con mal humor.
Él y sus guardias de blanco cargaron contra el Emperador Yodotai...
murió sin miedo, estoy seguro.
respondió.

Takuya asintió cabizbajo; el Khan había muerto y aquello era un handicap importante para organizar a los hombres del Unicornio.

——————-

El sol ya se ponía en el horizonte cuando desde lo alto de los muros de Toshi Ranbo saltó la alarma.
El horizonte se llenó de soldados Yodotai, que hicieron empequeñecer la ciudad.

Takuya observaba la escena.
Trataremos de aguantar tras los muros hasta que lleguen los ataques por el sur y el norte.
Entonces cargaremos.
le explicó al Emperador.

Joshin asintió.
Estamos listos. dijo, mientras el Imperator Aurus se aproximaba a los muros en su carromato.

Hombres de Rokugan. Suficientes vidas se han sesgado ya.
Recapacitad y rendid las armas al Imperium Iodotais. Seré clemente.
dijo en un tono arrogante.

Takuya miró a Joshin.
De Emperador a Emperador... dijo en cierto tono jocoso, haciendo que Joshin se adelantara para hablar.
Lamento decir que no aceptamos vuestra oferta. Deberías haber estudiado más sobre Rokugan, pues de ser así sabríais que ¡sus hombres jamás se rendirán! gritó, y un enorme coro de gritos eufóricos le hizo eco.

Aurus sonrió y desenvainó su espada.
Sea. Veamos hasta cuando dura ese supuesto valor... y se retiró hasta perderse entre las filas de su ejército.

En pocos segundos, la batalla que decidiría el destino de Rokugan comenzaba.

——————

¡¿Aún no os habéis casado?! dijo Ingvild, en tono burlón.

Aohime bajó la cabeza.
Es que... mi tío... digamos que... Matsumoto la interrumpió.
Habían llegado.

Desde lo alto del monte en el que estaban podían observar una escena que ninguno olvidaría jamás.
Una marabunta incontable de guerreros Yodotai chocaba una y otra vez contra los muros cada vez más maltrechos de Toshi Ranbo.
Desde los muros se disparaba todo lo que había, desde las flechas hasta los arcabuces de la Legión Imperial y por supuesto la Magia de los Fénix.

Pero parecía una utopía que pudieran resistir aquello, más cuando una Hendedura en el cielo trajo a decenas de monstruos alados que hicieron estragos sobre los muros, y a un ser gigantesco, de piel roja, seis brazos y cuerpo femenino.

Cuando esa aberración todo el suelo, este se marchitó y con unos rayos que le salían de los ojos, hizo añicos un buen tramo de muralla.
¡Vamos! gritó Shingen, viendo que si no intervenían ahora, podría ser demasiado tarde.

Cuando descendían aquel monte, descubrieron que no estaban solos. Las fuerzas del Dragón habían llegado justo a tiempo.
Yûki sonrió al ver a su Daimyō Satsu comandar las fuerzas. Tozaiken observó con cierta fascinación las filas de Mirumoto que partían hacia la batalla.

¡Señor, allí! le gritó Nakaichi al Shogun.

Kaneka vio llegar a las fuerzas comandadas por Shingen y sonrió como si le acabaran de contar un chiste.
¡Señor! llego a toda prisa Yoshikatsu, otro de sus fieles sirvientes.

¡El Unicornio pide que abráis las puertas para poder cargar! anunció.

¡¿Cómo?! ¡¿Quién ha dado esa orden si no tienen...?! Takuya se asomó al lado interior de los muros y vio a las filas del Unicornio listas para la carga.
En cabeza iba aquella joven intrépida; Shinjo Sakura.

Takuya sonrió. Los muros estaban cayendo a trozos por culpa de esa aberración... que más daba ya.
¡Abrid las puertas! ordenó y las puertas rugieron antes de que una ola saliera de su interior, una ola formada por jinetes.

La temible carga del Unicornio causó estragos en las filas de los Yodotai, que no pudieron centrarse en los jinetes al ser atacados brutalmente desde el norte.
Shingen lideró la carga más variopinta de la historia, con Cangrejo, Mantis, Dragón, Merenitas y Nörgrund cargando bajo el mismo estandarte.

Y por supuesto, ellos; Matsumoto, Jack, Kouta y Naseru.
El Capitán vio entre la muchedumbre a un guerrero Yodotai que hacía estragos. Mataba con una facilidad insultante, y daba órdenes a sus hombres, que por primera vez en su invasión, se sentían desorientados.

Corrió hacia allí, acompañado de Tozaiken y sus Ángeles de la Muerte.
Naseru y Kouta fueron a por esa aberración.

Tras los Unicornio cargaron los Grulla y los Fénix, quedando en los muros la Legión Imperial que seguían hostigando con sus armas de fuego.
La batalla era ahora un todos contra todos, un auténtico caos desatado en el que cualquier cosa podía pasar.

Kouta y Naseru llegaron frente a Kali Ma.
La aberración había causado un reguero de cadaveres entre los Shugenja que habían tratado de detenerla.
Ahora eran Isawa Mizuhiko y Ochiai quienes trataban de neutralizarlo.

El monstruo le propinó un golpe con sus cimitarras al Maestro del Agua, mientras Ochiai lograba alzar el vuelo con unas alas de fuego y evitar ser alcanzada por sus rayos.
Kouta disparó sus llamaradas pero apenas parecía que hubieran dañado al ser. Naseru tuvo otra idea; corrió hacia él para atraerlo y en el último momento abrió un agujero en el suelo.
Kali Ma cayó sin tiempo para esquivar, y eso lo aprovecharon Kouta y Ochiai para acribillarlo a bolas de fuego.

Cuando el humo del fuego remitió, los rayos de sus ojos impactaron de lleno contra la desprevenida Ochiai, que cayó al suelo moribunda.
Kouta gritó enfurecido y trató de lanzarle otra llamarada que de nuevo careció de la potencia suficiente.

La diosa fue a atacar con sus espadas, pero un par de sus brazos habían caído al suelo sin que nadie supiera cómo.
Shingen aterrizó tras su salto, con la katana llena de sangre. Sus ojos brillaban en un tono verde Jade.
Kali Ma rugió enfurecida.
Concentrad todas vuestras energías; sólo habrá una oportunidad. dijo el Portador de la Verdad.

Cuando Kali Ma cargó, por imposible que pareciera, sus gigantescas cimitarras habían sido detenidas por la katana de Shingen.
El Portador de la Verdad, descendiente de Fu Leng, era movido hacia atrás poco a poco, su diminuta espada sosteniendo unas armas tan grandes como él; era absurdo.
¡Ahora! gritó Shingen, cuando se percató de que trabada con su katana, Kali Ma no podría esquivar.

Ayudado por el poder del Vacío de Naseru, Kouta disparó una llamarada tan potente que ni él mismo supo cómo fue capaz.
Las llamas engulleron a Kali Ma y a Shingen. Cuando tras un buen rato se apagaron, sólo quedaba la silueta medio calcinada de la diosa de la guerra.

En el frente de la batalla, Aurus mataba sin descanso, y seguía viendo posible su victoria.
Cuando la carga del Unicornio llegó hasta él, de uno de los caballos bajó un guerrero con armadura negra y una katana en cada mano.
Takuya observó al Imperator con desprecio.
¡Te enseñaré que jamás deberías haber puesto un pie en Rokugan! gritó el Shogun antes de lanzarse al ataque.

El intercambio entre los dos formidables guerreros fue posiblemente uno de los combates más épicos de la historia.
Una danza de espadas y metal; de dos hombres que cargaban con el peso de dos Imperios.

Matsumoto y Jack se aproximaron con intención de ayudar al Shogun, pero el orgulloso Takuya se lo prohibió.
El intercambio de golpes pareció detener el tiempo, casi como si en el universo sólo existieran ellos dos.
Ninguno quería perder, su orgullo guiaba sus golpes.

Entonces, Takuya consiguió asestar un certero corte en el torso del Imperator, engañadole con una de sus espadas.
Aurus cayó de rodillas, y con una sonrisa quedó tendido sobre el suelo.
Extenuado, Takuya se giró para observar la batalla... algo que jamás debería haber hecho.

Matsumoto lo vio venir, pero no llegó.
Traicioneramente, Aurus se lanzó por la espalda y su gladius traspasó al Shogun.
A diferencia de ti, ¡yo haré cualquier cosa para vencer! gritó como un poseso.

Cuando el cuerpo moribundo de Takuya caía sobre el suelo, sonrió una última vez, al ver la sombra de Matsumoto dispuesta a pagar al Imperator con su propia medicina.
El grito de dolor de Aurus llenó el ambiente, y pareció detener el tiempo.

Desde el suelo, exhalando su último aliento, Takuya observó la escena; los Yodotai se habían desorganizado por completo y eran destruidos fácilmente por los samurai de uno y otro Clan.
Mientras sus ojos se cerraban, sonrió; Rokugan estaría a salvo.

Cargando editor
19/05/2020, 22:06
Narrador

Dos semanas habían pasado desde que la batalla de Toshi Ranbo terminara. Los historiadores Ikoma habían bautizado aquella guerra como La Guerra de los Emperadores, y así quedaría en los manuscritos que pasarían a las generaciones venideras.

Eran muchísimas las pérdidas que había causado el intento de invasión de los Yodotai, y Rokugan lo iba a notar.
Puesto que en los últimos veinte años, la Guerra de las Sombras, la Rebelión de Shingen y la Guerra de los Emperadores habían dejado a Rokugan en una de sus peores épocas de la historia.

En la guerra contra los Gaijin, se habían perdido cientos de miles de vidas, muchos de ellos samurai, y se habían destruido un sinfín de pueblos y ciudades. Lo que vendría a partir de ahora, sería una era de reconstrucción, de supervivencia, pero también de esperanza.

Los destrozos provocados por la guerra, habían movido temporalmente la capital a Kinko Toshi, que pese a haber sufrido también los estragos de la guerra y su puerto haber quedado reducido a runa, había mantenido la mayor parte de sus edificios emblemáticos, como Shiro Kaiki.

El Emperador Joshin I había reunido a los héroes de la Guerra de los Emperadores, y a los que rescataron a los descendientes.
Alrededor del castillo, y en la mayor parte de la ciudad, el ambiente era festivo. Podrían haber destrozado medio Rokugan, pero no su espíritu.

Matsumoto, Jack, Kouta, Naseru, Yûki, Aohime y Shinmeki se arrodillaron frente al Emperador.
Por favor, alzaos. Debería ser yo quien me arrodillara. dijo Joshin I. Sentada a su lado de encontraba su esposa, Doji Saori, ya recuperada del macabro ritual, sonrió.

Por favor, aceptad estos presentes por vuestra enorme contribución para salvar Rokugan de su época más oscura. dijo en tono solemne, y varios sirvientes trajeron encima de cojines varios objetos.
El Emperador los fue tomando uno a uno y llamando al que sería su nuevo dueño.
Matsumoto-san. Acercaos. le pidió al Kaiken.
En sus manos reposaba una katana, tras sacarle la seda que la envolvía, con la funda blanca con dibujos de oleajes en un azul oscuro.
Su mango era de un tono reluciente e y plateado, tanto que parecía el preciado Shirogane (Oro Blanco). Un fino hilo azul marino enrollaba la empuñadura.
Generaciones atrás, el herrero Daidoji Naosuke forjo esta espada para darle las gracias a Suitengu por haber salvado su embarcación de una tormenta devastadora.
La espada ha estado como ofrenda en el templo de Kaiho Jinja desde entonces, pero su Maestro Renkai cree que ha pasado demasiado tiempo ya encerrada en una estantería.
La llaman Zōkai, o Regalo de los Mares.
explicó, inclinándose para entregarle la katana al Kaiken.

Kouta-san, acercaos. y cuando el Fénix se acercó, le tendió un Juzu, una pulsera de de cuentas, de un color dorado.
Cuentan que esta pulsera perteneció a Isawa Munetada, el maestro del Emperador Hantei XXII, conocido por ser uno de los pocos Emperadores que se interesó por la Magia.
Munetada le dio esta pulsera al Emperador, pero creo ya es hora de que alguien le de un buen uso.
y le entregó la pulsera.

Naseru-san, acercaos. y le tendió un porta pergaminos de un negro elegante y profundo, con el Mon del Escorpión en la tapa.
Yogo Haruo, antiguo Daimyo de los Yogo, le entregó este pergamino al entonces Hantei XVI. En él se cree que se guardan los secretos que obtuvo de su larga investigación sobre La Mancha y métodos para contrarrestarla. Seguro que estará mejor en vuestras manos. explicó.

Luego miró a Yûki.
Acercaos, Yûki-san. y le tendió un Obi de color verde esmeralda con detalles en oro.
Este Obi fue de Togashi Genta, un legendario Isezumi que salvó la vida a Hantei XVIII. Los Agasha construyeron para él este cinto, que debía de protegerle de todo mal. Seguro que le sabréis dar un buen uso. explicó, y llamó a Jack.

Tozaiken-san, para vos será esto... le tendió unas sandalias.
Fueron construidas por los Asahina, con la intención de que cualquier hombre pudiera sobrepasar sus límites. Ahora os pertenecen. ofreció finalmente.

El resto también fueron recompensados, Aohime con un abanico y Shinmeki con una misteriosa cajita de madera.
Tras haber repartido los regalos, pidió a todos que le acompañaran en una cena para celebrar la victoria.

Las principales autoridades del Imperio se reunieron en el castillo, y se constaron varias cosas. La desaparición de Shingen durante la batalla, en teoría volatilizado por las llamas de Kouta, pero nadie había hallado rastro alguno.
La muerte de Kaneka Takuya, y la ascensión de Ishimaru, antiguo yojimbo de Shingen al puesto de Shogun.
Según parecía, el Portador de la Verdad había dejado un testamento en manos de su esposa Naomi, en la que marcaba varios pasos a seguir cuando ya no estuviera.
El primero era la desaparición de Shinjitsu no Kuni, reunificando sus tierras al Imperio Esmeralda y pasando todos sus lacayos a ser parte de este.
La abolición de la Legión de la Verdad, cuyos miembros volverían a formar la Legión Imperial.
El Emperador seguiría siendo la principal figura de Rokugan, pero el Shogun tendría la última en cuanto a leyes se refiera.
Y el joven Ishimaru, pasaba a ser ese Shogun.

La noticia de la reunificación de Rokugan fue posiblemente una noticia tan buena como la victoria contra los Yodotai, y fue una noche larga y distendida.

Una vez cada cual regresó a sus aposentos, Yogo Naseru lo hizo a la Embajada, acompañado de Yalima, quien había sido invitada a la fiesta, antes de que se marchase de regreso a Medinat Al Salam.
La joven había bebido de más y cogió desprevenido a Naseru cuando le arrebató la máscara y tras juguetear un rato con ella, terminó por besar al Yogo.
Sin embargo, no aguantó mucho más y cayó dormida dejando a Naseru sin saber qué había sido aquello... ¿amor? ¿diversión? ¿Efectos del alcohol?
Poco después, los sirvientes avisaron a Naseru de que el Campeón Bayushi Eiryu deseaba verlo en sus aposentos.

Eiryu había sido uno de los últimos en despertar tras ser víctima del ritual de Isawa Emori. Pero ya estaba recuperado, y aún así no había asistido a la fiesta organizada por el Emperador.
Cuando Naseru entró a sus aposentos, la habitación estaba apenas iluminada por una vela.
Parece ser que, en su testamento, Shingen dejó escrito que Shinjitsu debía desaparecer y reunificarse con el Imperio Esmeralda... dijo en un tono sombrío.

No puedo creer que después de todo lo conseguido, decidiera volver al viejo y obsoleto Rokugan. A ser mandados por un Emperador impostor y débil... dijo con desprecio.

Rokugan se encuentra en un momento crítico, pero en los malos momentos, siempre hay oportunidades...
El Emperador debe morir. Una vez lo haga, yo, el siervo más leal de Shingen, gobernaré para seguir con su legado. Para mantener vivo Shinjitsu. Estoy seguro de que esa sería su verdadera voluntad.
Y vos, Naseru-san, me ayudaréis. Conocéis al Emperador y no sospechará de vos... seréis el encargado de impedir que Rokugan retroceda a una era obsoleta.
¿Algún plan?
preguntó expectante Eiryu.

Naseru trató de mantener la calma y no mostrar reacción alguna.
Pero lo que estaba proponiendo su Daimyō era crear más muertes en un crítico Imperio, que podrían llevar a su destrucción si se iniciaba otra guerra. Era alargar una nación, Shinjitsu, que había existido con el único objeto de preparar Rokugan para la invasión Yodotai, dotando a decenas de miles de heimin de poderosas armas de fuego.
Extenderla, sería traer más conflictos e inestabilidad.

Aquello era una locura. Pero... ¿podía un Escorpión serle desleal a su Señor? Desde luego que no.
Tengo un plan, mi Señor. dijo finalmente Naseru, en un tono sombrío.
Eiryu se inclinó expectante.
¿Y cuál es? preguntó.

Vos debéis morir. dijo en un tono oscuro, vacío de emociones, y con un rápido movimiento, desenvainó para atravesar de lado a lado a su Campeón.

Después de todo, no había sido desleal. Había traicionado a su Señor. Tal era la maldición de los Yogo.
Envuelto en un fino sudor, Naseru fue consciente entonces de que posiblemente sería ejecutado por su vil traición. Pero valdría la pena si lograba que el Escorpión no iniciara una absurda guerra.

Sin embargo, escuchó unos pasos a su espalda, entre las sombras.
La figura del Embajador Bayushi Ninsuke se hizo nítida mientras se aproximaba a la vela.

Vaya... parece que Eiryu-sama recayó de sus terribles heridas sufridas en la Ciudad de los Perdidos... ¡qué tragedia! dijo en un tono teatral.

Se puso delante de Naseru y sonrió.
Parece que comprendes perfectamente lo que el Escorpión necesita. Tenéis el favor del Emperador, y nosotros debemos ser su mano oculta. Nunca debemos olvidarlo. dijo en un tono solemne.

Ve y descansa. Mañana será un trágico día con el funeral de Eiryu-sama...
Ah y Naseru-san, este será nuestro secreto...
añadió sonriente.
Una nueva comenzaba para el Escorpión también.

Notas de juego

FINAL DE LA PARTIDA