Partida Rol por web

La sensación de regreso al pasado se vio potenciada por el aumento de la temperatura al acercarse a Sotojima. Hasta el nombre de la fragata que les escoltó a la isla —la Queen Of Waves— mostraba una omnipresente resonancia con el de su antigua patria; Sea Crown. Jack se preguntó por el modo en el que el capitán Matsumoto la habría adquirido para su clan: A juzgar por su variopinta tripulación, el Kaiken parecía tener la capacidad de ir acaparando recursos allá por donde pasaba. Esto se vio confirmado una vez más cuando les presentó al ingeniero de su Clan, de ascendencia claramente merenita.

Jack no podía imaginar el modo en el que aquella mezcolanza de culturas estaría afectando a sus compañeros de misión. Para el rokuganés medio —acostumbrado a percibir la existencia humana desde su único punto de vista—, cualquier exposición a la bárbara cultura gaijin debía causar rechazo e incomprensión.

Después de la reunión, en la que no me pasó desapercibido el hacha de carpintero de la cortesana,  Antonio y yo bajamos al puerto a buscar una barcaza de pesca que entrara en nuestros parámetros. No sería muy difícil. Sabía, todo el mundo en Futaoka lo sabía, que los padres de Oichi eran pescadores, así que comencé por hacerles una visita y consultarles a ellos, para aligerar la búsqueda. Siguiendo sus recomendaciones, dimos con una barcaza de pesca a vela de unos 11 metros de eslora. Más que suficiente. Pagué tres* koku en concepto de alquiler, con la firme promesa de pagar su compra en caso de pérdida.

Una vez conseguida la barca, compramos los tablones necesarios para crear el casco externo y, junto a una cuadrilla de carpinteros bien nutrida, nos pusimos manos a la obra. Antonio ya tenía un esquema mental del asunto y nos explicó con exactitud cómo darle forma. Mientras trabajábamos la madera, fue haciendo cálculos para optimizar su tamaño y colocación. En dos días, más o menos, estaría terminado.

Gracias a la Kuni, el viaje hasta territorio Tiburón no lo pasé ocioso, aprovechando el tiempo para un exhaustivo entrenamiento que la inestabilidad del mar no hacía sino incrementar su dificultad. Subía y bajaba por las cuerdas con frecuencia, practicábamos combates en la cubierta que evidenció mi preferencia por el uso de una masakari y no una total falta de capacidad con ella, aunque si la falta de entrenamiento que no escondía y que Naoko aprovechaba para marcar golpes y crispar a Riochi. Aún así incluso nos dio tiempo a que la cazadora me explicara algunas cosas basicas de lo que nos íbamos a encontrar al otro lado, cosas que me hubieran provocado pesadillas de haberlas escuchado siendo niña.

Del mismo modo no hice mención de ocultar mi resentimiento por los miembros del clan que nos transportaba. Incluso los gaijin podian notar como podía cortarse la tensión cada vez que tenía que tratar con algún miembro del clan menor, siendo el cocinero el exponente de aquella animadversión, lo cual suponía que apenas comiera y únicamente escogiera los alimentos más tradicionales como el arroz y el pescado.

Tras llegar a Futaoka os pusisteis rápidamente manos a la obra para completar la barcaza que ibais a usar en el Río del Dedo Negro.
Los ingenieros Merenitas que estaban extrañamente afincados en la isla, ayudaron en la construcción, solventando las dudas que Matsumoto podría tener.
Claro que estaría por ver su respuesta en las Tierras Sombrías y sus impias aguas, algo a lo que los Merenitas nunca antes se habían enfrentado.

Con la barcaza prácticamente a punto y las provisiones para el viaje a bordo, estaba todo listo para partir en cuanto terminaran los últimos preparativos.

Tras completar la barcaza que ibais a montar una vez llegarais a las Tierras Sombrías, era el momento de proseguir el viaje.
Así pues navegasteis al sur donde estaba el río del Dedo Negro.

Las aguas del rio os recibieron con un tono sombrío, negro como indicaba su nombre. Un extraño olor a algo difícil de definir invadía el ambiente... el olor a muerte.
Era el momento de montar la barcaza y prepararse para la que de seguro iba a ser una dura travesía.

El vigía nos advirtió del avistamiento de la desembocadura del río y su situación exacta. Maniobramos en aquella dirección hasta ser bien visible desde el puente de proa. 

-¡Está bien! ¡Bajad velas y echad el ancla!

Entonces reuní a todos los marineros y nos pusimos, yo entre ellos, a montar la barcaza. El río era negro como la noche y podíamos oler su peste a putrefacción. Era realmente asqueroso y podía producir arcadas, pero al final te acostumbras a todo. 

El viaje había sido agotador en más de un sentido. Viajar por mar ya era algo que, per se, resultaba cansado por algún motivo ignoto (¿quizás por el continuo trabajo del sentido del equilibrio? ¿Por la constante sensación de movimiento sin que realmente se mueva uno tanto? Había tantas posibilidades como opiniones...), pero si a eso se le sumaba el continuo trabajo empleado por el Yogo en crear y mantener guardas que protegieran el navío, sus propias investigaciones y la siempre incómoda presencia gaijin y sus bárbaras costumbres, no era de extrañar que para Naseru la idea de dejar el navío por fin una temporada le dejara un regusto de alivio en la boca.

Por supuesto, no era suficiente para combatir la bilis con la que compartía ubicación, atraída por el rancio olor a descomposición y muerte que venía de todo aquello que el reino del Kami Caído tocaba. Acentuado, además, por el hecho de que aquel era su lugar de destino.

Pero si un olor, por nefasto que fuera, era suficiente como para detenerle, el Escorpión nunca se hubiera ofrecido para aquella tarea. Con el estoicismo propio de su clan (Y un poquito de incienso machacado dentro de su máscara para ayudarle con lo peor del choque olfativo), no tardó en ubicarse cerca del Kaiken, esperando las instrucciones para la siguiente parte del trayecto.

El Monje se despidió de una manera cortés de toda la tripulación del kobune de Matusmoto. Era sabedor de que la parte más sencilla del trayecto había concluido, pero de nuevo la sombra de la duda se cernía sobre ellos. Ahora debían superar la complicada prueba del Río corruptor del que nadie nunca había regresado para contarlo.

Hacía varias jornadas que su sueño no había sido lo reparador que solía ser y no podía ser buen presagio, solamente esperaba que las Fortunas no le avisaran demasiado tarde de lo que acontecería el futuro, que solamente ellas conocían.

Tras desembarcar, se acercó a Matsumoto y le comentó realizando una profunda reverencia. -"Sencho-sama, si puedo ayudaros en alguna tarea a partir de ahora, no dudéis en encomendármela. Para mi será un honor poder aportar mi granito de arena".

Contento de dejar atrás el navío gaijin y todo lo que ello implica, miro con determinación al destino que nos aguarda. Por fin todos mis años de estudio, práctica y dedicación cobrarían sentido poniéndose a prueba. Una mezcla explosiva de miedo y excitación me quemaban por dentro, lo cual era bueno pues no se puede ser valiente sin sentir miedo.

Me uno a mis compañeros y, mirando a la tripulación que nos ha traído hasta aquí, les dedico una ligerísima reverencia y les digo con cortesía:

-Gracias por habernos traído hasta aquí con diligencia.

Tras haber tenido que hacer de tripas corazón durante todo el trayecto, se podía decir que ahora iba a venir lo peor. No solo íbamos a remontar un río famoso porque nadie había sido capaz de hacerlo, sino que de lograr acabarlo aún nos quedaba la parte más complicada del mismo y donde se nos juzgaría con toda la crudeza de esa tierra impía. Obviamente no tenía ganas de hablar de ello, lo que no dejaba de ser curioso, pero conforme más nos íbamos acercando a nuestro destino, más callada estaba, y Ryochi no era una excepción aunque por sus propios motivos mas no la culparía por ello, porque con suerte no nos cruzaríamos con ningún trasgo y, con menos suerte, éramos suficientes para que no tuviera que lidiar con ellos.

Aquel breve recordatorio de su pasado marino había sido bueno para Jack, permitiéndole aceptar que ya no era la persona que había sido, y que podía reemprender ocupaciones propias de su antiguo yo sin cuestionarse su identidad.

Y por fin, allí estaban: en la entrada acuática de un infierno al que nadie en su sano juicio querría entrar por voluntad propia. Pero sus enemigos no destacaban por su sensatez, sino por su odio insano y su insaciable anhelo de poder.

Las semanas anteriores a el viaje habían expuesto a Jack a más eventos sobrenaturales de los que había presenciado —o incluso imaginado— en toda su vida anterior. La incredulidad (y por qué no admitirlo; cierto miedo) habían dado paso a la aceptación, y finalmente a cierto grado de cotidianidad. Y así debía ser: Rodeado como estaba de amenazas desconocidas, no podía permitirse que la naturaleza de sus adversarios le causara ninguna distracción fatal.

El viaje en barcaza comenzó con más dificultades de las previstas, dado que la madera se corroía rápidamente.
Así, era difícil poder avanzar hasta llegar a la Ciudad de los Perdidos, como era el plan. Quizás Matsumoto no había aplicado bien los consejos de los ingenieros Merenitas, o simplemente estos no habían previsto una amenaza como esta.

Sea como fuera, comenzasteis a navegar el Río del Dedo Negro contemplando el desolador paisaje de las Tierras Sombrías; un páramo cambiante donde las nubes eran negras, los árboles estaban muertos, y el cielo era de un tono rojo enfermizo.
En el aire además, flotaba un olor desagradable, como a descomposición.
Seguramente acentuado al estar sobre aquel río.
Poco a poco fuisteis avanzando sin saber muy bien si estabais en la dirección correcta, pero al seguir el río todo debería ir bien.

Los problemas llegaron, cómo no, y fueron en forma de algo que de pronto detuvo en seco el avance de la barcaza.
Era como si hubierais encallado con algo, si bien era prácticamente imposible ver el causante entre las negras aguas.

El constante efecto de las ácidas aguas hizo a Jack temer que la barcaza no estuviera en condiciones de afrontar el viaje de vuelta, y tal vez ni siquiera el de ida. Entonces algo les detuvo, y pudo sentir cómo una oleada casi física de tensión sacudía a tripulantes y pasajeros, que llevaban días en constante alerta. Llevó la mano a la empuñadura de su katana y escudriñó las aguas.

El Monje ocupó el lugar que le indicó Matsumoto sin mediar palabra, solamente se arrodilló en posición  loto y juntó las palmas de sus manos en busca del necesario equilibrio entre su cuerpo y su mente. 

Sintió la corrupción a su alrededor constantemente, mientras trataba de hacerse un con hueco en su concentración entrenada durante largos años, sin embargo no lo consiguió, al menos; de momento. 

Yûki podía sentir el roce de todo lo que le rodeaba con la misma claridad que podía sentir su latir del corazón y el tacto de la barcaza con sus manos. Es por ello que, cuando se detuvieron de repente; su rostro mostró una ligera perturbación mientras buscaba lo que les había detenido el avance.

El viaje en barca es toda una odisea, la tensión es casi tangible y no puedo dejar de mirar en todas las direcciones, a pesar de que solo atisbo a ver agua ponzoñosa que desprende un olor semejante a lde los huevos podridos.

Cuando la barcaza se detiene, aprieto con fuerza mi pergamino más preciado en estos lares, el golpe de jade, mientras mis ojos intentan averiguar si es una amenaza real o solo un simple escollo.

- Esa pregunta ha tenido a muchas de las mejores mentes que Rokugán ha dado en su historia muy ocupadas, Kaiken-sama. - respondió el Escorpión, más que por cualquier otra razón, por mantener la calma y distraerse del disgusto, la desazón y la rabia ancestral que corría por sus venas en aquel momento. Mil quinientos años de tragedias en su familia tenían su origen en el ilegítimo Señor de toda aquella tierra maldita. - Mi suposición es que, cuando un alma ya está saturada del mismo veneno que este lugar, la comida y el agua corrupta no pueden empeorarlo más.

Tampoco ayudaba que el movimiento de la barcaza hiciera imposible guarecerla debidamente de la corrupción que no tardaría en devorar aquella madera... Y si eso era lo peor que sucedía, debían dar gracias por su fortuna.

Su atención estaba tan puesta en sus pensamientos y lo inmediato que le rodeaba que el choque le pilló a contramano, casi haciéndole trastabillar en el navío. Su mano acudió por reflejo a sus armas, no obstante.

Esto eran las auténticas Tierras Sombrías, el lugar más asqueroso del mundo y hogar de criaturas infernales. Un sitio que sería mejor nunca visitar y en el que muchos Hiruma se veían obligados a pasar la mayor parte de su vida. Hasta ahora me había considerado afortunada de no haber tenido que entrar en ellas, pero aquella suerte se había esfumado y ahora únicamente podíamos confiar en la fortaleza de nuestro grupo. Siempre y cuando la barcaza aguantara, porque ese era otro cantar, y si no lo hacía tendríamos una incursión extremadamente corta.

Matsumoto usó la vara para tratar de descubrir con qué habían encallado.
Introdujo la vara en las aguas, pero rápidamente una fuerza descomunal le obligó a soltarla si no quería verse arrastrado al río.

Tanto él como el resto de vosotros a excepción de un demasiado concentrado Naseru, visteis emerger de las aguas unos tentáculos negros, gigantescos pues cada uno era como un árbol de ancho, con unas ventosas como cabezas de tamaño rodeadas de púas.
Rápidamente esos tentáculos fueron a golpearon el barco intentando apresaros en ellos.

Yûki incluso pudo ver a través de las negras aguas el cuerpo desde el que emergían; era como una ballena rodeada de un caparazón negro con púas y crostas con unos ojos rojos que resplandecían bajo las aguas.

Si no llego a soltar el palo a tiempo, me voy de cabeza al río. Y la verdad es que creo que hubiera sido más saludable haber sido ensartado por una flecha que darte un chapuzón ahí.

De pronto, una serie de tentáculos negros aparecieron rodeando la barca y un terrible recuerdo del pasado me horrorizó. Me lancé a una esquina de la borda para que ésta me sirviera de protección y no pudiese agarrarme. Ganaría unos segundos en ver que podía hacer.

El rápido movimiento del capitán al soltar su vara le hizo entender que algo les amenazaba desde las profundidades. Inmediatamente, unos colosales tentáculos negros emergieron de las aguas para devorar el barco entero. Mientras intentaba reaccionar, Jack recordó las historias de marinos que había escuchado desde niño, y no pudo evitar exclamar:

—What? A fucking Kraken?