Partida Rol por web

^{Septiembre, 2023}

El ajetreo de la ciudad le recibió como una bofetada. Los bocinazos, el malhumor neoyorkino y la sensación de que otra vez los ojos estaban puestos sobre ella. Clementine lucía la piel morena de quienes han estado mucho tiempo en la playa, de mejillas sonrojadas, las puntas de sus cabellos resecas y mucho más claras, y un vestido de volados que parecía cobrar movimiento propio ante los vaivenes de la rubia. Aún conservaba la frescura y la languidez de sus vacaciones. Había desaparecido del radar durante aquellos últimos días, algo totalmente inusual para la It Girl neoyorkina, cuyos fans seguían minuto a minuto la fabulosa vida de la adolescente.

Lllevaba pocos días de regreso a Nueva York y sus redes aún se mantenían en suspenso. La rubia había aprovechado su nuevo estátus de anonimato, sintiéndose casi una espía, para readaptarse a la acelerada vida en la ciudad. Cargaba un montón de bolsas de compras, mientras entraba al palier de su edificio. 

La ausencia de redes sociales tenía muchos beneficios además del anonimato, nadie sabía nada de ella, pero sobre todo, ella no sabía nada de nadie. Y era justo lo que Clem necesitaba mientras recorría el sitio en dirección al elevador, oprimiendo el botón repetidas veces, como si temiese encontrarse con un rostro demasiado familiar.

Metropolitan Opera House

_{Presentación del American Ballet Theatre}

Ese día estaba muy nerviosa, era la primera vez que me tocaba bailar para un evento tan importante donde figuras prestigiosas del Ballet Americano estarían presentes no solo en el escenario, sino también de público. Para cualquier bailarina esto era una fabulosa carta de presentación que ahora mismo necesitaba si quería recorrer el mundo con mi danza y por esa razón es que estuve meses para llegar a este sitio y a este grupo. 

Ser bailarina era mi vida, desde pequeña que soñaba con esto y ahora mismo era en parte cumplir un sueño. Solo que no había invitado a mis amigos, tenía vergüenza, mis miedos estaban ahí por el hecho de no estar a la altura y no quería contar con esa presión extra. Prefería ser una bailarina desconocida para ese público, pero no para quien estaba en el mundillo de la danza. A ellos quería impresionar. 

Y así fue como me tocó preparar la obra Carmen, una belleza en más de un sentido y una exigencia física que no era para cualquiera. Podía salir bien, podía salir fatal, y podía ser un antes y después para mí. ¡Moría de nervios! De todos modos allí estaba, era una de las principales y estuve haciendo ejercicio, estirando, practicando con mi compañero día y noche. Hasta que ese día llegó y aquí estoy. 

La obra fue una pasada, muchísima puesta en escena y los nervios poco a poco fueron quedándose atrás porque a medida que me dejé llevar por la música, todo fue fluyendo a un punto en dónde solo hacia lo que sentía e intenté transmitir al público mi amor por la danza, por la obra y todo lo que representaba para mí. 

Una vez terminó, momento en dónde todos hacemos el cierre final, allí con mi vestido rojo me despedí siendo aplaudida. No sabía si había estado bien, la gente estaba de pie y eso significaba que si. Pero no me lo creía. Rápido fue corriendo a los camerinos ahí entre bastidores. Podía acercarse quien quisiera, muchas veces era donde los momentos más bonitos surgían o las propuestas más jugosas para mí futuro profesional. 

Eso sí, festejé con mis compañeros, abrazados, emocionados y cuando me entregaron un ramo de rosas, me encerré en el camerino. 

León había llegado también hacía poco a NY, justo de madrugada, habiendo pasado todo el verano en España. Arrastra aún un poco el tema del horario y no ha descansado bien así que casi da media vuelta cuando ve a Clem parada esperando el ascensor. Sí, son vecinos, y compañeros de clase, y el año pasado prácticamente se lo pasaron tonteando aunque no llegó a pasar nada. ¿Por qué? Básicamente porque León la rechazó. Lo que viene resumiéndose como “ser un idiota”, vamos. ¿Sus razones tendrá? Las tiene. Pero no es el momento ahora de meterse en ese jardín.

Así, con esa cara de cansado, ligeramente despeinado y con un chándal de Nike con el que había salido a correr un rato, se planta justo al lado de la rubia mientras espera el ascensor.

—Vaya, vaya… La mismísima Clementine Penhallow ha vuelto a la ciudad. Ya me parecía haber escuchado algún gritito de fan entusiasmado — le entra con una broma, que al final es con lo que más cómodo se siente cuando no se siente precisamente seguro. Es una buena manera de disimularlo.

^{Septiembre, 2023}

«Pero será...»»

La rubia, que apretaba el botón del elevador insesantemente, pronto sintió una figura demasiado familiar al lado suyo. Quizás se trataba de karma, quizás le había pensado tanto que súbitamente sus pensamientos le habían decretado. De la manera en que sea, León de la Rosa estaba a su lado luego de meses sin saber absolutamente nada de él.

— Leoncito. —  Le saluda, altanera y fingiendo casi desinterés. Por supuesto que aún estaba totalmente dolida por cómo habían terminado las cosas el año pasado. León de la Rosa había logrado lo que muchas personas en el Upper East Side han intentado y fallado: herir el ego de Clementine Penhallow.

Aún así, Clem mantenía la frente bien en alto e irguió su postura. Le observó de reojo, como si esperar el elevador fuese mucho más interesante que saludar a León como correspondía. — Veo que el jet lag no ha sido bondadoso contigo. — No desaprovechó oportunidad para tirarle cizaña, a pesar de que incluso con aquellas pintas, Clem aún se derretía un poco por aquellos ojos.

— ¿Por qué no eres un poco más caballero y me ayudas con esto? 

Y sin pedirle permiso, las bolsas de las compras y que Clem cargaba como una malabarista, fueron a parar en las manos de León. — Gracias, baby. 

El chico sujetó las bolsas, claro, qué remedio. Clem siempre conseguía lo que quería de los demás, y aunque León se oponía bastante bien a los caprichos de la rubia, en numerosas ocasiones seguía cediendo, cayendo, ante sus peticiones. Supone que también tiene que ver el hecho de que su madre le ha educado como el caballero que se supone que debe ser a la hora de tratar a una mujer. Y aunque él vaya a negarlo, lo que termina de hacerle caer es que aunque la rechazara el año pasado, Clem le gusta. 

De nuevo, no es momento de entrar en el por qué de aquel rechazo, cuando ella se mostró totalmente dispuesta ante él. Y aquello no era nada fácil hablando de Clementine Penhallow. Así que entiende totalmente que ella apenas le mire y que se meta con él por su aspecto desarreglado.

—Ese ataque ha sido muy simple para ti, Clem — sonríe de lado — Y voy hecho un trapo así que te lo he puesto fácil — le hace un gesto con la cabeza para entrar juntos en el ascensor. Una vez se cierran las puertas, vuelve a hablar — ¿Qué tal el verano? ¿Qué has hecho? — se interesa, intentando ser amable esta vez.

Se le ha hecho raro no saber nada de ella en todo el verano, pero creyó que el tomar algo de distancia después de lo ocurrido sería lo adecuado. Y aunque le costó no escribirle o llamarla, decidió ser consecuente con su decisión.

Ahora sí, libre de las bolsas, Clem acomodó un poco su rubio cabello, que caía en ondas sobre sus hombros, y entró primero al elevador cuando éste llegó. Se posiciona al costado de León, casi hombro con hombro, y marca su piso en el tablero. — ¿No he sido lo suficientemente ingeniosa para tí, Leoncito? — Se mofa del chico. Puede ser mucho más cruel si se lo propone, y vaya que se lo ha propuesto. Luego de la negación, vino le venganza, y Clementine ideó millares de planes para humillar y hacerle probar un poco de su propia bocanada a León. Planes en los que la buena de Mena, amiga de ambos, tuvo que intervenir y sacárselos de la cabeza a Clementine. — Supongo que este año me siento un poco más... indulgente.

Se acomodó mejor en el espejo del elevador, asegurándose de verse tan perfecta como siempre. Tomó una de las tiras de su vestido de volados, y tiró de éste para deshacer el nudo que cerraba el escote de su vestido y dejó sus volumptuosas curvas a la vista para el deleite de León. — Buf, lo que es el calor de Nueva York... — Se abanicó con la mano, en fingida inocencia. Clem estaba montando un espectáculo y su mensaje era claro: "Esto es lo que te estás perdiendo". 

— Mi verano, normal, he ido a la Costa Oeste para ver a unos amigos, y luego mi padre quiso que pasemos unos días en Italia. Ha estado muy bonito. ¿Tú que has hecho?

Aquel día se había librado de sus responsabilidades, por fin se podría dar un gusto de aquellos que todos en su familia le cuestionaban por no ser algo "serio", como odiaba cuando le decían ello. Un amigo que le presentó su primo Facundo Carballar: Gregory Secada se presentaba ese día como parte de los bailarines en la puesta en escena de Carmen en el American Ballet Theatre, le había dejado un pequeño afiche publicitario con una ilustración que había captado la atención de Aaron, el pasional rojo, la tipografía a mano alzada y el movimiento enérgico de la figura femenina le compelió a tener que asistir.

Con aquella invitación habían dos entradas por lo que Aaron iría con su primo aunque este no pareciera del todo convencido. No importaba si tendría que llevarlo a rastras pero ahí estaría sentado en una modesta fila trasera pero centra desde donde podía apreciar toda la puesta en escena de manera panorámica.

Durante los 5 actos estuvo cautivado por los movimientos ágiles y gráciles de los artistas, era una maravillosa expresión del espíritu humano. Ver a una chica tan joven y bella siendo parte principal de tan bella obra llama su atención. Ella parecía casi de su edad, le haría reaccionar de otra manera. Inquietud o ansias ¿Él debería estar haciendo lo mismo con esas ganas que tiene de expresar algo de su interior? ¿Cuánto tiempo ha perdido ya? esos pensamientos le compelieron a seguirla con la vista y tener curiosidad por saber que tipo de persona sería. Cautivado aplaude junto al resto del público con entusiasmo siendo de los primeros en ponerse en pie. 

Por supuesto que Facundo había cambiado de gesto, quizá de una manera similar como Aaron quedó fascinado con la presentación de Fia, él lo hizo con la de Gregory. Ambos decidieron acercarse tras bastidores, claro que cualquiera no podía pasar pero la fortuna parecía favorecer la curiosidad de Aaron, Gregory pasaba cerca y les hizo pasar tras bastidores.

Estando rodeado del elenco no la encuentra, intenta mantenerse atento a las conversaciones que surgen pero su espíritu seguía anhelando a esa joven bailarina. No tendría otra opción que esperar a que apareciera fugazmente si quiera, con verla de cerca podría darle satisfecho, conocer su nombre o hablar con ella podría ser demasiado ambicioso para él en estos momentos.

Pasarían unos minutos más de esa espera, como estaba distraído y era grande a alguien se le ocurrió que podría ser bueno dejarle uno de los ramos de flores que enviaban y movían; como estaba perdido en aquel lugar eventualmente preguntó a donde debía dejarlo entonces alguien le señaló una de las puertas del camerino. Obediente el chico caminó hacia aquella puerta y llamó antes de intentar abrir. -Buenas, tengo estas flores...- imaginó que como no había seguro ni nadie que le impidiera no había problemas si abría la puerta y entraba para dejar las flores.

Si dentro la veía, a Fia, de quien no sabía su nombre ni como era en realidad se sentiría realizado de alguna manera, feliz. En su rostro se comenzaría a dibujar su sonrisa de manera ineludible, no se esperaba este encuentro y ahora no sabía que esperar en respuesta a su llegada o que abriera la puerta.

Estaba súper liada dentro del camerino, es que ser bailarina era un martirio a puertas cerradas debido a mi cuerpo y lo voluptuosos que eran mis pechos. Debía usar un vendaje especial, para danzar y no aparentar tener tanto. Solo que al quitarlo, algunas marcas quedaban por el uso y llevaba un tiempo en quitarse. Todo un sacrificio para mí, uno que valía la pena. 

También me ocupé de mis pies, por suerte no sé lastimaban seguidos porque los cuidaba en demasía y de esta forma podía quitarme todo, usar unos zapatos y estar como si nada. Lo que tenía de malo mi cuerpo en un lugar, tenía de bueno en el otro. Aún así escogí un vestido rojo, manteniendo el peinado de la obra y ya corrigiendo algunos destellos del maquillaje, escuché la puerta. 

Rápido me incorporé y no dudé en abrir la puerta. Sorprendida por la presencia de aquel chico, pero más por su gesto tierno con el ramo, le saludé con una sonrisa. 

—¡Hola! ¿Son para mí? —pregunté —. Gracias, de verdad. ¿Quieres pasar? 

El camerino pese a todo estaba ordenado, solía ser una obsesiva con el orden, aunque estaban los zapatos de baile, los vendajes, pero se mantenía todo limpio. Incluso los vestidos se encontraban ya en su percha y funda. 

¿Qué se esperó encontrar? Una habitación vacía y algunas mesas donde dejar las flores ¿Qué se encontró? A la hermosa chica que le fascinó con la expresión corporal de su alma, cubierta por una escarlata capa de fina tela que dibujaba una figura arrebatadora. Era un bello vestido alrededor de una bella joven, Aaron no puede evitar pasar su vista por ella, notándose como le quitó el aliento. Notaría que sus pechos ahora destacaban mucho más, pero eso tuvo un efecto contrario a desanimarle; la chica parecía tan sensual como hermosa.

Verla tan elegante y bella como la realeza le hizo notar la discrepancia que había entre sus estilos en aquel momento. Aaron era tractivo, pero iba vestido de manera tan Casual: Chaque azul oscuro con cierres grises, camiseta negra sin estampados, vaqueros negros y zapatillas blancas, sobre su ropa se podría vislumbrar la figura fornida que tenía debajo. Pero esta diferencia de estilos al encontrarse no le desalentaba, es más de alguna manera la música que sonaba dentro estaba en comunión con ello.

Sus dedos casi dejan caer las flores, su mandíbula cae y sus labios se abren levemente, la voz de Fia llega a él pero demoraría unos instantes en responder tras que le invite a pasar. Sacude la cabeza, sus cabellos rizados café le siguen a destiempo y botan cuando deja de mover la cabeza, baja la vista ver las flores, eran algo simples si se comparan con las demás pero parece que lo bueno de esta encomienda no era el mensaje sino el mensajero. -S-sí.- respondió a ambas preguntas sin darse cuenta, entonces pasa y deja que la puerta se cierre tras él. -¿Donde las dejo?- si tuvo que hacer un esfuerzo para quitar los ojos de Fia y ver el resto de la habitación. Ni se fijó que tomaba el crédito por las flores.

Fuese donde le dijera que podría dejar las flores lo haría para luego buscar acercarse y presentarse. -Soy Aaron Carballar. Me encantó como bailaste...- "Quería conocerte tanto, pero no te esperé encontrar aquí." Su mirada café sobre busca encontrarse con esa preciosa mezcla verde y almendras que ella tiene los ojos, dejando que su cuerpo hable en otro idioma entre sus palabras. Pero también le tiende la mano para estrecharla, si la hermosa Fia le toma la mano notaría como Aaron se esforzaría por ser gentil al tocarla, rompiendo esa barrera física del tacto se podía sentir esos impulsos eléctricos e invisibles que le forzarían a Aaron mostrar su amplia sonrisa perlada.

-Yo tengo muchas preguntas, pero no sé si tengas tiempo ahora...- mira su vestido nuevamente, le cuesta alzar la vista pero lo logra pues aquel rostro era tan llamativo como su cuerpo. Fia podía imaginar que iba a decir, la iba a invitar a salir, se podía adelantar a él mostrándole interés o iniciativa propia o dejar que él lo diga.

Sorprendida por sus gestos, es que me parecían muy tiernos, lo invité a pasar mientras me di cuenta de que había algunas cosas propias de una bailarina: vendajes, zapatillas, muchísimo maquillaje y claro pese al orden que había, no quería generar una mala impresión. Así que le dije de dejar las flores en el florero que estaba junto al enorme ramo de rosas. 

—Encantada, soy Fía—dije al entregarle mi mano—. Oh, estaba súper nerviosa. Creí que no iba a poder salir al escenario. ¿Se vio bien?

Preocupada como estaba por hacer un buen espectáculo, nerviosa por todos los que miraban e iban a juzgar su rendimiento, hizo que ese halago se perdiera un poco. Más que nada por el temor a un fracaso rotundo y por defecto, bajar de popularidad en el cuerpo de baile. Era muy cruel el mundo de la danza y había trabajado mucho para estar ahí. 

—Ponte cómodo, si quieres. Yo ordeno esto y estoy esperando un mensaje importante... Después de eso me libero— comenté y al segundo sonó el móvil —. A esto me refiero, ains... Gracias por venir, y perdón de normal no soy así. Pero ahora mismo, lo que sea que diga ese mensaje lo será todo para mí. 

Me mordí el labio inferior y lo miré. El gesto de alegría fue enorme y no me di cuenta, pero terminé abrazada a Aarón que estaba allí. 

—¡Fue un éxito! Me mueroooooo. 

Lo estrujé con todo mi cuerpo, no consciente era, pero estaba feliz. Incluso le mostré el mensaje, era el Director de la obra dónde me felicitaba y claro, me invitaba a la fiesta de celebración. 

—¿Vienes conmigo?—pregunté —. Te lo debo. 

"Fia es su nombre."

Ella confiesa haber estado muy nerviosa, le resulta adorable y cautivante, parecía un espíritu humilde para todo el talento que tiene consigo; solo veía cosas buenas por ahora. -No dar esa presentación hubiera sido un pecado.- responde intentando animarla, cuando ella comenta que hasta dudó que pudiera haber salido al escenario. Sintiéndose muy astuto con esas palabras pues no suele ser tan audaz al esgrimirlas.

"Estoy donde quiero..." se muerde la lengua para no soltar sin pensar las palabras; pero sin responder o buscar donde sentarse sería que luego sería premiado. Ladeó la cabeza intentando entender a que se refiere, no estaba muy enterado "¿Será de su novio?" se pregunta imaginando lo peor para él, pero entonces ella brinca y celebra. Verla tan eufórica le hace sonreír incluso sin saber de que se trataba. Apenas alcanza a decir -¿Lo dudabas? ¡si estuvo genial!- Ella en instantes fue a abrazarle, Aaron había alzado los brazos a los lados sorprendido, entonces Fia pudo rodearle con sus brazos y estrujarlo restregándose conta su cuerpo.

Por la emoción de la chica no se daría cuenta de lo que hacía, pero ya luego podría hacer memoria y sentir como de firme y cachas estaba este simpático desconocido: Aaron. Sus cuerpos jóvenes e idóneos frotándose quedarían en el subconsciente de Fia. Por su parte Aaron sentiría todo en vivo, esa energía tan contagiosa, esa felicidad que quería compartir, esas curvas prominentes, esa suave piel, esos suaves y voluminosos pechos presionándose contra su esculpido cuerpo tras las ropas. La sangre dentro de Aaron se dispara, termina rojo y agitado para cuando escucha la pregunta de Fia. Unos segundos más y Aaron tendría un gran problema para caminar.

-S-sí por supuesto.- no había nada que pensar al respecto, además gastaba toda su energía en contenerse: En un principio de no abrazarla y brincar con ella compartiendo su felicidad y en otra pues... la imaginación no bastaría para planteárselo. Incluso si le toma de la mano para llevarle a donde sea, la sigue sin dudar.

Ahora ella guiaba, Aaron solo intenta mantener la compostura. -¿A donde vamos? jajaja.-

León la observa detenidamente, pues sabe, por la forma en la que Clem le habla y actúa, que miles de cosas pasan por su cabeza y todas son, seguramente, peligrosas para él. El año pasado tuvieron una relación bastante intensa, aunque indeterminada, por lo que la conoce demasiado bien incluso para su propio bienestar.

Pero no, ni de lejos ve venir lo que Clem hace a continuación. No se lo podría imaginar ni en un millón de vidas.
Y eso por eso que se queda helado, clavado en su sitio y sin apenas palabras. Y no es nada fácil dejar a León de la Rosa Torres sin habla, mucho menos sin saber qué hacer o cómo actuar. No sabe si mirarla, si no mirarla… A ver, ella lo ha hecho para provoca algo en él, y vaya si lo consigue. Si no la mira, aunque sea por respeto o pudor, ella creerá que no tiene interés, pero si la mira, entonces ella pensará “si tiene interés, ¿por qué pasó de mi el año pasado?”. Las cosas con Clementine Penhallow siempre eran así de complicadas…

El pobre chico logra sacar saliva, al menos para que su voz no suene demasiado afectada por la escenita. Obviamente, ella tiene un cuerpazo. León tiene que recomponerse pero ahora mismo no logra saber cómo porque su mente está totalmente obnubilada por la visión de las curvas de Clem.
Aparta la mirada como puede y aprieta un momento los ojos.

— Espero que no salgas así del ascensor o causarás un revuelo en el edificio… — musita. 

Si Clem quería una reacción, ahí la tiene alta y clara.

Me gustaron sus palabras, solía subestimar muchísimo lo que hacía pese a la imagen imponente que ofrecía de cada a los demás. 

—Gracias, estoy feliz—comenté luego de estrujarlo un poco—. Perdona, es que me pudo la euforia. Ya relajo, lo prometo. 

Me cubrí la cara un poco avergonzada, es que si bien solía ser muy cercana a las personas, si que mi felicidad se desborda a veces a un punto extremo. Así era cada día, lo vivía en lo alto, con lo bueno y lo malo. Siempre una sonrisa y hacia delante, otra no quedaba. 

Luego de algún que otro gesto que me dió ternura, cogí mi bolso y le indiqué que me siga. 

—Una reunión íntima, mucha bebida, baile y nada más. Es decir que todo el cuerpo de baile se reúne para celebrar el éxito. Así que pensé en ti para que me acompañes, además tengo auto, pongo todo esto y las flores ya mañana me las llevan a mi casa. 

Tenía todo organizado, así era. Lo cual guardé el maquillaje, todo lo que andaba dando vueltas y luego de colocarme perfume en el cuello, los pechos y las muñecas, le guiñe un ojo divertida. Dándole a entender que ya estaba más que lista. Además, por suerte ya habían puesto mi auto a la salida, es que en el teatro se comportaron de perlas. 

Mi Honda Civic type último modelo nos esperaba con ese tono negro desafiante. 

—Ve subiendo, hoy la rompemos. 

Todo torbellino guardé mis cosas en el baúl y se me veía muy desenvuelta con esos tacones y el vestido. Estaba súper acostumbrada a vestir así, era de todos los días. Una vez tomó asiento Aaron, yo también lo hice, solo que me subí la falda hasta mitad de muslo, es que no podía conducir con ese atuendo. También me quité los tacones. 

—Debo ponerme cómoda, ya sabes—dije y saqué la lengua—. Tenemos diez minutos de viaje, diez minutos para arrepentirte de ir con esta loca. 

Apenas se encendió el auto, una canción bien arriba surgió. 

—Oh, buena para conducir. 

Sin reparo me puse a bailar mientras salía del estacionamiento con Aaron junto a mi. 

Fácilmente se podría acostumbrar a estos abrazos. -Jajaja, no te preocupes. Puedes estrujar todo lo que quieras.- "Si serás descarado..." va entrando en tono con lo que sucede o con lo que parece ser la forma de ser de Fia. Que de desgradarle no le desagradable, solo lo turbaba de muchas maneras.

Quiso creer que esa vergüenza que muestra se debía a él y a otro nivel de intereses que se le concedían.

Apenas Fia se giró a preparar sus cosas para irse, Aaron se tomó de la camiseta y la agitó para darse algo de aire, de hecho se quita la chaqueta y sus enormes brazos se dejan ver, estaba realmente acalorado ahora. Tras escuchar la respuesta de Fia sobre su destino, Aaron se sorprende al ver como las cosas escalaron de tal manera: comenzando por ver una obra y ahora se va de fiesta con una hermosa bailarina "¡Estoy bendito!" se dijo celebrando en su interior. -Claro me encantaría ¿Te ayudo en algo?-

No había mucho que hacer ella parecía tener todo ya organizado, de paso este tiempo el podía terminar de "calmarse". Salir con ella llamaría la atención de todos: curiosidad, envidia, deseo, hubo de todo pero al menos por parte de Aaron no se fijaría en nadie más que en Fia.

-Tu carro mola...- comenta mientras se quedaba a un lado. -¿Te ayudo?- pregunta para guardar el las maletas pero se notaba como la eléctrica Fia se valía por si misma.  -jajajaja genial!- celebra sonriendo enérgico. Aunque mas animado y menos nervios, mira los muslo de Fia, aparta la mirada antes de que le de un infarto.

-Tendrás que bajarme apuntándome con un arma.- guiña un ojo acompañando su sonrisa perlada.

Ya saliendo del estacionamiento, con la música pegado y el ritmo que parecía dirigir ese sensual cuerpo de 20/10, no podía evitar mover la cabeza y un hombro al ritmo del bajo. -¿Hablas español?- pregunta divertido en español, no a todos los gringos les gustaba el reguetón y alguien que bailaba ballet, sin duda le sorprendía que escuchara esta música. Ya iba notando que asumir cosas con Fia no serviría de nada, todo era sorpresa, novedad y sensualidad. 

—Vale, te tomo la palabra. 

Si, era de responder directo también aunque no paraba y era súper enérgica. Siempre bien arriba en todo momento y eso que había estado dándolo todo minutos atrás sobre el escenario. Después de negarle su ayuda porque metí todo en el baúl, ya estaba en el auto con mis estilo: conducir desenfadado. 

—Uyy, fuertes confesiones—respondí entre risas—. Si, hablo en Español. Me encantan los idiomas y la verdad es que ese es mi favorito. 

Todo lo dije en un español bastante fluido, como si no me costase demasiado hablar así. En medio pisé el acelerador y a puro ritmo comencé a conducir. 

—¿Eres latino?—pregunté. 

Teníamos diez minutos de viaje, algo podíamos conversar y seguro termina siendo interesante. Además las calles estaban bien bonitas, iluminadas, transitadas, era como otro tipo de vida en New York, una que más me gustaba. 

-Voy a dejar mi casaca en el asiento.- Pide permiso mientras se gira para lanzar su chaqueta en el asiento de atrás.

Impresionado por que si hablara español y como lo hacía con tal fluidez asiente - Lo hablas muy bien ¿de donde eres? o ¿Dónde aprendiste?- responde y pregunta con interés, apoya su antebrazo en la puerta. Siempre que intenta verla sus piernas llaman su atención, intenta no hacerlo demasiado pero las movía para acelerar o frenar, eso sin contar lo que pasaba con sus brazos. Por suerte ella pregunta y se puede recrear respondiendo.

-Sí, de Colombia, amor. jajaja- claro acento parce, es normal para ellos ser muy cariñosos usando "amor, cariño, etc". Aunque claro sus ojos brillaron esos instantes en que se permitió hablarle así. Por alguna razón, con esta música, con esta chica, hablando en español, se sentía más osado, más cómodo -Quisiera bailar contigo pero algo como esto, chimba.- Se refería a lo que sonaba ahora. Si se lo tomaba con gracia y reía, acercaría una mano para acariciar su brazo suavemente, un contacto disimulado de inofensivo y solo amistoso. No mantiene la mano demasiado y si estaban frente a un luz roja, si que buscaría cruzar miradas.

Por otra parte, fuera que el reproductor de estuviera en reproducción aleatoria o estuviera en alguna radio o lista random que tenía música latinoamericana, la siguiente canción sonaría.

—Como si fuera tu auto, eso sí, acuérdate que está ahí porque yo me olvido—comenté divertida, con la mirada en la carretera, aunque le eché una miradita—. ¿Muchas horas en el gimnasio o pura bendición Griega?

La pregunta fue con descaro, es que estaba grande Aaron y quería saber si era por matarse en el gimnasio o porque en si era grandote por naturaleza. Obvio que lo dije a mi manera, con ese toque de humor innato en mi. Cuando tocó hablar sobre mi idioma, asentí mientras pasaba los cambios y aumenté un poquito la velocidad. 

— Viví de pequeña hasta los 5 años en España, mi madre es de allí y mi padre Americano. Así que en parte el español fue un poco lo lengua madre, aunque no hablo tanto como quisiera porque mi familia lo descartó completamente de su vida. 

No di más explicación, es que mi entorno era un tanto especial y no quería hablar de ello. Ademas cuando me dijo que era colombiano, sonreí divertida. 

—Oh, que mezcla fuerte y lo que quieras bailamos, seguro tú tienes más ritmo que yo. Lo llevas en la sangre—dije todo el tiempo hablando en español, me emocionaba hacerlo—. Yatra, mi pedazo de sol... La que baila reggaeton con tacones rojos... 

Comencé a cantar, me rei por esa parte, es que me sentía identificada. 

—¡Que dulce la letra! Hacia mil que no la escuchaba —comenté al bailar mientras conducía, todo suavecito—. ¿Y que haces en New York?

Sentí el roce de su mano, me provocó ternura y le sonreí. Luego seguí pendiente de la carretera. 

-Claro.- responde y luego escucha su pregunta, le toma unos segundos entender a que se refiere, sonríe bajando la vista y volviendo a sentarse bien. -Un poco de ambas supongo.- resta importancia aunque con ese físico fácilmente podía ser deportista y ya estar compitiendo en algún deporte a nivel escolar. -En realidad no paso tanto en el gimnasio, supongo que estoy bendito por eso jajaja.- tampoco quería sonar cortante ni aburrirla con lo importante que era la alimentación más que desvivirse en el gimnasio (al menos para él).

-Bueno, puedes practicar conmigo cuando quiera, cariño.- responde con ese tono coqueto parce, parece que de aquí en adelante podrían hablar en español. Excusas para verse ya tenían.

-Mire que no soy un bailarín profesional jajaja que pena, espero no decepcionarla.- Era modesto, de las pocas cosas artísticas que le dejaron hacer era bailar; aunque si sería cierto que con Fia seguro y no se podría comparar. -Ritmo quizá, movimientos, estoy seguro que no.- vuelve a verle la figura pero ahora recordando su puesta en escena más que recreándose con sus curvas.

Ya con la canción sonando cantan juntos pues la letra pegaba bastante con el momento - Mi pedazo de sol... La que baila reggaeton con tacones rojos... - ríe divertido, si antes movía al ritmo marcado por el golpe de la caja, ahora se soltaba, moviendo el cuello y hombros, parecía que si fuera por él se detenían y bailaban en la calle.

-Jajaja le calza perfecto.- "Ojalá a mi también..." se muerde el labio.

-Pues me mudo con mi tío y voy a iniciar clases pronto.- Ella parecía de una edad similar preguntó -¿Vive aquí también?- claramente interesado, si era así, podría verse otras veces.

Me rei un poco. 

—Eres un semidios, ya lo veo. 

Continué bromeando sobre ello, entre risas, cantando luego la canción de Yatra junto a él como si nos conociéramos de toda la vida. Ese tipo de momento era de los mejores y los que buscaba a diarios, lejos de la superficialidad, el dinero y la apariencia. 

—¿Me tratas de usted? Naaaa, me muero—​dije tras tentarme de la risa —. No seas tannnn respetuoso, please. 

Sin querer me puse a mezclar un poco de español, inglés, salía cualquier cosa ya de mis labios. Me lo estaba pasando genial. 

—A ver, ya probaremos algún perreo. Tómalo como un examen. 

Le saqué la lengua y ya cuando llegamos al lugar, estacioné con facilidad, solo para luego mirarlo un ratito mientras comentó el motivo de estar aquí. Respondí también. 

—Si, desde los cinco años. Quizás nos cruzamos en el insti, si te anotaron en el pijo de aquí —comenté, estaría bueno y ya me dispuse a colocarme los zapatos—. Bueno toca party, a disfrutar. Si te sientes incómodo me dices, por el ambiente y esos rollos. 

Solía cuidar mucho a las personas que iban conmigo. Además esta fiesta era en uno de los hoteles más importantes de NY, súper elegante y en cuanto llegamos, revisaron una lista, claramente les expliqué que venía conmigo y no dijeron nada. Nos adentramos al lugar. 

El halago de Fia le sentó bien, ganando más confianza al saber que ella le había notado, así como él la noto a ella al encontrársela en el camerino. -Parece que no soy el único bendecido.- Ella ya sabía que él la mirada, estaba acostumbrada seguramente pero la manera y los momentos en que uno evidencia esas cosas suelen ser los que cuenta. En este caso la tentadora sonrisa de Aaron y sus amplios ojos café acompañaban su mensaje.

-Jajajajaja No no, amor, es que así hablamos allá en Colombia.- ríe ya se imaginaba que no habría tratado con tantos colombianos. -Pero sí, yo siempre trato con respecto... hasta que me pidan que no.- viéndola de reojo y sonrisa de lado.

Aaron no era ajeno al Spanglish, de hecho en su familia era de los que más salía a veces le tildaban de alienado por soltar algún que otro termino en ingles. -Usted póngame a prueba lo que quiera, amor.- quizá y lo que extrañó Fia de cuando no la tuteo era que usara: Amor, cariño, etc. La ve juguetona, se le apetece dulce dentro de esa vivacidad.

Ya con el coche estacionado se ven unos instantes. -¿Constance Billard School?- pregunta quedo y atento, los astros parecían bendecirle hoy. Lo más probable sería que sí, entonces no se muestra una enorme sonrisa como antes, sino una más profunda y hasta algo cómplice.

La joven se enfunda sus tacones rojos nuevamente y él se va desmontando del coche extendiendo el cruce de miradas lo más que pudo. -¿Incómodo? no se me ocurre como.- no pensaba lo suficientemente ágilmente para recordar como estaba vestido, no al menos hasta que llegaron a la entrada.

-¿Por cierto, prefieres que hablemos en ingles en público?- pregunta sin realmente darle importancia a ello, le daba igual, aunque si prefería hablar en español para sonar cariñoso o imaginar que ella disfruta de su acento y manera de hablar parce.

Mira al hotel y a la seguridad cuando les hacen esperar, una vez tiene permitido entrar, ya sea que le toque abrir alguna puerta a él, se adelantaría levemente a Fia, se inclinaría a abrirle la puerta y tocar suavemente su espalda baja. -Ya estoy intrigado por ver que tipo de fiesta es...- Se le ocurría que podía pasar que todos estuvieran elegante y él con camiseta.