Partida Rol por web

Aunque no era el lugar más cómodo del mundo, la estrechez de la bañera y el agua de por medio lograron hacerlo todo muy morboso.
Llevaban ya unas cuantas horas jugando, disfrutando de forma salvaje, pero no podía parar.
Disfrutó de cada centímetro de su cuerpo, besándolo y lamiéndolo mientras sus sexos se unían de forma frenética.
¡Ahhh, no pares, ahhh!

Cuando llegó el orgasmo, se abrazó a ella con fuerza, notando como descargaba en su interior. Sin ganas de salir, se quedó ahí abrazado a ella, dándole besos y acariciando su cabello mojado.
¿Tienes planes mañana? preguntó en un susurro, porque a esas alturas ya daba igual el entrenamiento o cualquier cosa que no fuera pasar más rato a su lado.

Hacerlo en el baño fue una pasada, incluso con lo incómodo que podía ser a veces. Le daba igual, con Ax lo estaba gozando plenamente y parecía que ambos éramos imparables. Nunca había estado tanto tiempo teniendo sexo, era una locura. 

—Dios, me matas. 

No pude evitar decirlo, es que me ponía mucho y quería estar todo el tiempo haciéndolo con él. Era algo natural, que surgía sin más. 

—Uhm, nada. ¿Nos vamos a algún lado a pasar el día completo?

Ya la pregunta fue para hacer algo divertido, estar lejos del caos, de todo aquello me motivaba. 

Pasar el día siguiente también con Fifi sonaba genial. Aunque en realidad, era hoy, porque ya hacía rato que habían cambiado de día…

¿No había un parque de atracciones de camino a aquí? sí, recordaba haber visto uno. No era Disney World, pero seguro que podían pasar un buen rato.
Montañas rusas, norias, juegos de puntería, autos de choque, máquinas para coger peluches… sí, sonaba bien.

En la cama asintió cuando le comentó del Parque. 

—Claro, en la ciudad misma. Si quieres comemos algo y vamos en cuanto abra, que no tengo idea de que hora es... ¿Estuvimos toda la noche... Eso?—dije entre risas, nunca me había pasado—. Wow, alucino. 

Quizás era momento de pillar un desayuno o algo, vestirse también, no caer en la tentación y ya después ir al parque a disfrutar. Se había perdido mucho en el tiempo. 

—Me gusta estar contigo. 

Aún así se lo confesé, era real y quería disfrutar de él en todo momento. 

Axwell había pensado en hacerse el romántico y levantarse pronto para traerle el desayuno a Fifi antes de que se despertara.
Pero se encontró despertando prácticamente a la vez que ella, con el hombro algo dormido… ¿lo habría usado de cojín toda la noche? Bueno, lo que quedaba de noche.

No sabía qué hora era, de hecho sus cosas estaban desperdigadas por la habitación. Pero sí sabía que tenía hambre.
Buenos días… le acarició el pelo con una sonrisa …¿o tardes ya? bromeó al no saber qué hora era.

¿Tienes hambre? Porque yo ahora mismo estoy hambriento y sólo veo una cosa comestible en toda la habitación… dijo, y por si quedaba alguna duda, fingió que le daba un mordisco en el hombro.

No, tenía que calmarse. Si seguía con eso volverían a la cama. Tampoco quería que pensara que la quería sólo para el sexo, ya que quería hacer más cosas con ella.
El ruido de llamada de su teléfono móvil le reveló por fin dónde estaba. Lo encontró debajo de la cama. Una llamada de su entrenador. Y ya tenía un par de perdidas.
Ah, no es nadie. le dijo a Fifi, apagando el aparato.
Quizás se arrepintiera más adelante, pero ese día se lo iba a dedicar sólo a Fifi.

¿Qué, vamos a ese parque? preguntó mientras buscaba su ropa por la habitación.

¿Había dormido entre sus brazos? Esto si que era un avance, uno de esos maratónicos que nunca se dan en la vida. Todo porque Ax me encantaba, no hubo otra explicación que esta y no me arrepentí de ello, todo lo contrario. Si que sonreí al recibir esa caricia, incluso no pude evitar besar sus labios con ese aire bobalicon, uno que de pronto se transformó en algo más sensual por lo que dijo a continuación. 

—Buenos días -tarde Ax, uy... Aquí me tienes, no... Aquí voy. 

Y ya estaba todo bien, podían levantarse, desayunar/almorzar, luego ir al parque. Pero tal vez una pequeña interrupción no venía mal. ¿O si? Es que ya sin pensarlo mientras me dijo que esa llamada no era nada, yo estaba ya a horcajadas encima de él y si. No quería que lo nuestro fuera solo sexual, pero... Le tengo ganas. 

—Vamos a ese parque en un ratito—dije al frotarme encima de su vientre, mi sexo sobre el suyo —. Dijiste comer, yo tengo hambre... Suceden cosas... 

Habíamos estado toda la noche, pero nunca es suficiente con alguien como este rubio. Después me comportaría... Creo. 

FLASHBACK
The Carlyle Hotel, Upper East Side
Octubre de 2022

“Otra vez no…”

La vida en el Upper East Side a veces puede ser muy predecible, con la única novedad siendo qué restaurante o bar escoger para cenar con tus amigos. Esta noche reservamos en Bemelmans para lo que iba a ser una comida y dos copas como mucho, pero se nos ha ido de las manos (dentro de la previsibilidad de una noche de jueves) y hemos empezado a abusar de los martinis. Algo que no ha debido ser muy agradable para algunos de los patrones más mayores del lugar, pero eh, es muy fácil hacer lo que te apetece cuando tus padres poseen medio mundo entre cada apellido en nuestra mesa.

Como es noche de entre semana mi padre ya empieza a preguntarme por mensajes que si pienso volver a una hora normal, que no son horas. Mamá es más permisiva pero no tiene autoridad en muchas cosas cuando se trata de mí. Eso ahora no importa porque tengo que ver qué ha pasado esta vez con León y Clem para que él se haya ido de las mesas como un gorila ofendido. Mi papel de mejor amiga últimamente se ha basado en ir detrás de sus pasos, a veces hasta literal, y por desgracia no es la primera vez que tengo que hablar con él para asegurarme de que no odia a Clem y de que, lo que sea que les pase, tiene arreglo con el tiempo.

Son idiotas. Todo el mundo sabe que se gustan mucho más de lo que se admiten y por eso acaban de uñas. Y yo en medio como en un divorcio. A veces sólo quiero pegarles de bofetadas hasta que espabilen y se decidan. En vez de eso corro (porque mientras él sólo camina deprisa yo tengo que apurar con mis piernas cortas y mis tacones) detrás de León y le intercepto con la mano en su mano ya casi fuera del bar.

— Espera un momento, háblame —le pido, indicando con la cabeza la barra. — ¿Qué ha pasado?

FLASHBACK
The Carlyle Hotel, Upper East Side
Octubre de 2022

León es un tipo bastante cabezota, eso es algo fácil de saber si has pasado con él incluso el mínimo de tiempo posible, y también resulta de difícil acceso cuando está cabreado o frustrado. Si ya coincide que es una mezcla de ambos sentimientos lo que le invade, entonces es casi imposible acceder a él, aunque no le queda más remedio que detenerse cuando siente la mano de Mena sobre la suya. Él sólo quería una huida limpia…pero parece que no va a ser posible.

— ¡Que no aguanto a tu amiga! — le espeta, visiblemente enfadado, y pese a que la realidad sea mucho más complicada que ese “no la aguanto” — Es complicada, caprichosa, y…he tenido suficiente drama en mi vida — sigue diciendo, aunque Mena no podría entender de primeras que a su corta edad y viniendo de una familia bien, pudiera León haber tenido tanto drama como asegura — Da igual. Es tu amiga, vete con ella a criticarme o lo que hagáis cuando no escucho…que seguro es eso — se suelta de su mano. 

Me quiero reír, porque es cierto: mi mejor amiga es caprichosa, complicada... pero creo que forma parte de su encanto, de la razón por qué parece atraer tanto a la gente. 

Pero sólo suspiro y retiro mi mano lejos del peligro que es un León enfadado. En serio, a veces da miedo. 

— No hacemos eso —al menos no como él debe creer. Lo que hago es darle la razón para que se sienta validada hasta que se le va a pasando y vuelve a decir cosas bonitas de él. A veces yo ayudo dejando caer algún "pero te ríes con él" o parecidos, para ver su respuesta. No considero que participe en ponerle verde. — Quiero pensar que tú y yo también somos amigos, ¿no? 

Ladeo un poco la cabeza. Independientemente de lo que pase entre ellos León me cae muy bien. 

— No quiero sonar borde pero nos conocemos de hace poco; amistad debería estar por encima de la mía… — suspira — Y sigues siendo su mejor amiga así que hay cosas que no puedo contarte, porque se las dirás y eso no me lo niegues porque las mejores amigas hacéis eso — chasquea la lengua — Sé lo suficiente de cómo sois las mujeres, créeme… Mira, Mena, da igual. Ve con ella, en serio. Yo me apaño y tal y cómo es, es muy posible que vaya a echarte en cara que corrieras tras de mi en lugar de apoyarla a ella. 

Claro que es posible, o lo sería si no fuera una misión que ella me impuso. La mierda es que tiene razón, no tiene mucho sentido que insista más en vez de regresar con mi mejor amiga, pero... 

Miro un momento hacia atrás, jugueteando con la cadenilla de oro que llevo alrededor de la cintura como adorno. 

— No te lo tomes a mal pero me ofende un poquito que me consideres una "chismosa", es casi racista... —bromeo un poquillo con una sonrisa cohibida. — Y esto te lo digo no por "chisme" sino porque lo sabes igual que yo: Clem bebida y mosqueada tampoco es la mejor compañía. Sólo pensé... ¿Y si simplemente damos una vuelta a la manzana, que nos dé el aire? Tampoco tenemos que hablar si no quieres. 

— ¿Racista? — alza una ceja pero entiende enseguida que es una broma y lo cierto es que no le apetece para nada enfadarse por eso; ya tiene bastante con lo de Clem — Se va a cabrear si se entera de que has dicho que no es la mejor compañía, aunque bebida y mosqueada, ya sabes que le encanta eso de parecer la perfección personalizada — bufa — Podemos ir a pasear si quieres pero no voy a volver a la mesa si es lo que estás intentando para cuando me tranquilice. 

— Para nada, estás en tu derecho de largarte a casa luego si te apetece pero al menos no te vayas hecho una furia, ¿vale? Espérame aquí que cojo mi abrigo. 

Como ya estamos entrando en otoño algunas noches empiezan a ser muy frías para mi gusto, y aunque muchas de mis amigas locales se burlan yo ya tengo que ir cargando con chaquetas más gruesitas cuando salimos, por si acaso. No van a pasar años suficientes para que yo me acostumbre al clima del Atlántico. Antes de regresar con León le hago un gesto a Clem para que entienda dónde voy y que no tardaré. 

Ya con el abrigo puesto me dispongo a acompañar al español fuera del hotel. 

— No me gustan esta clase de dramas, me sabe mal que alguien se vaya de morros de una salida que pretendía ser divertida —comento con franqueza, entretenida en abotonar cada gran botón de mi prenda. — Y como te digo, aunque no lo compartas, también te considero amigo mío. 

León también se abriga antes de salir, aunque él no es tan friolero como Mena. Con el cabreo repentino no había llamado al chófer de la familia para ir a recogerle así que supone que puede avisarle ahora y dar esa vuelta con Mena mientras le espera. 
Abre la puerta del hotel para que salga ella primero, y la sigue. Una vez fuera responde. 

— No es que no lo comparta. Tú también me caes bien, pero entiende que las mejores amigas siempre están de la otra parte, y lo entiendo, ¿eh? De hecho, me parece cojonudo porque si no ¿para qué aguanto un mejor amigo si no es para que me apoye en todo? — se encoge de hombros — Pero ella se está pasando: exige demasiado para las veces que me repite que “ya tengo novio”. No es muy justo porque tampoco quiere que pase de ella, y me cabrea. 

Suelta todo aquello de golpe, como si no lo hubiera pensado demasiado para no tener que arrepentirse de hablar demasiado. Clem le gusta mucho, pero como siempre que alguien le gusta bastante, empieza también a ponerse impedimentos añadidos además de los que ya hay. Como si el hecho de que ella tenga novio no fuera ya suficiente. 

Al menos le caigo bien… Mierda, con qué poco me conformo, ¿no? Para que luego Clem esté mareando a León como lo hace en vez de, como siempre le digo, que aprenda a priorizar y tome una decisión. ¡Que no quiero decir que alguna de estas discusiones no tuviera ella razón al enfadarse con León! Es sólo que… No es justo, es todo. ¿Para qué te echas novio si no lo tienes nada claro? Yo no lo haría.

— Está acostumbrada a tenerlo todo, es el síndrome de la hija única —que sé que él tampoco tiene hermanos pero en ese sentido parece un poco más responsable. — Luego estamos las hermanas menores que tenemos que esperar a que los mayores se cansen de sus juguetes para heredarlos.

Callo de golpe al darme cuenta de lo que he dicho en voz alta, espoleada por las copas y mi frustración personal con este tema. Hasta saco una mano de los bolsillos para cubrirme la boca superficialmente. Menos mal que al estar caminando a su lado no tengo que mirarle.

— No quiero decir… Es una forma de hablar —me excuso.

— Lo he entendido, no hacía falta la aclaración — León la tranquiliza un poco al verla apurada por lo que ha dicho. Debe ser duro ser la hermana pequeña no sólo en la familia, si no con su mejor amiga, porque es cierto que Mena vive condicionada por lo que hace o deja de hacer Clem — En fin, da igual, tengo que empezar a pasar de ella. Tiene novio, ¿no? Pues ya está, tampoco deberíamos ni siquiera haber dado lugar a nada — comenta mientras empiezan a pasear por la calle sin rumbo fijo — Ha sido un error. 

Quiere repetirlo más veces en voz alta, a ver si termina de convencerse y hacerse a la idea de ello. Hay más chicas, muchas más, y odia tener que estar pendiente de una que precisamente no está lo disponible que a él le gustaría. ¿Y si sólo le está usando para sentirse deseada? Las chicas con novios que no las satisfacen, sobre todo sentimentalmente, tienden a hacer eso; a usar a un tercero para validarse. ¿Será León ese tercero? Si es así, lo odia. Y quiere quererse a sí mismo lo suficiente como para no permitirlo. 
Ese tipo de pensamientos le marean un poco.

— He cambiado de idea, ¿nos tomamos algo fuerte y pasamos de todo? — le propone a Mena. 

Quiero hacer lo mismo que hago con Clem: apoyarle y alentarle en sus ideas, que si desea pasar de ella que así sea porque merece algo mejor. Pero tiene razón, soy la mejor amiga de Clementine y no puedo hacer eso, no cuando lo más seguro es que mañana le envíe algún mensaje cariñoso (o ella a él), se arreglen y yo me meta en un lodazal bien profundo. Con este tema siempre tengo que ir con el mismo cuidado que desactivando una bomba…

¡Y estoy cansada! ¡Hoy sí que estoy cansada!

— ¡Sí, claro que sí! —asiento sin permitirme pensarlo más. ¡Vamos a algún sitio en el que no cuesten quince dólares los martinis para poder emborracharnos como es debido! El móvil vuelve a vibrarme en el bolsillo así que no saco un momento para quitar incluso esa función. Quiero olvidarme. — ¡Que le den a Clem un ratito!

Y esta vez no me excuso.

— ¿Quieres volver al bar o…? —miro arriba y abajo de la calle. ¡Esto es Madison! No podemos estar demasiado lejos del siguiente bar donde nos den alcohol mientras podamos pagarlo. — ¿Van a venir a buscarte? En coche el Penrose debería estar como a cinco minutos, y ahí podemos pillarla a base de Modelo a siete pavos, o tirar la casa por la ventana con un buen mezcal. Se me antoja un buen mezcal, la verdad.

— Que sea mezcal, entonces — León asiente, porque lo cierto es que ahora mismo le da igual beber una cosa que otra, sinceramente. Sólo le apetece eso: beber. En general. Lo que sea. Saca su móvil un momento— Puess…según mi iphone, el coche no debe andar muy lejos. Voy a mandarle un mensaje al chófer para que venga a por nosotros — y eso hace León. 

El coche de los de la Rosa no tarda en aparecer, y León le abre la puerta a Mena antes de acompañarla dentro y dar indicaciones al hombre, que enseguida se pone en marcha. Una vez llegan, le dice que no se vaya muy lejos, por si vuelven a necesitarle. 

Tiende la mano a Mena para salir del coche. 

— ¿Lista para emborracharnos? Porque yo sí — le sonríe. Al menos parece algo más animado, ni que sea por la idea de beber acompañado. Dicen que beber sólo es de alcohólicos. 

Para mantenernos un poco en el ánimo fiestero, durante el breve viaje sólo alargado por algunos semáforos como el típico de Nueva York, he puesto música con mi móvil y he bailado a mi rollo en el asiento, tarareando y buscando liarle o para que se ría o que me acompañe. Ya que hemos optado por pasar de todo no vamos a entrar en un nuevo bar con mal rollo encima heredado del anterior. No es así como se disfruta una noche de copas.

El Penrose es pequeñito en comparación, con la suerte de no haberse llenado por ser jueves. La mayoría, en ambiente relajado, se mantiene en grupitos en las mesas y quedan algunos en la barra. Yo, consciente de lo improbable que es que se me tome por una adolescente lo suficiente mayor incluso con el apellido de mis padres, me escondo un poquito detrás de León para que pida él.

— Pide un mezcal Clase Azul, la botella —le susurro disimulando como que no voy con él, pretendiendo que busco una mesa libre. — Te pago la mitad si quieres.

— Por favor, no me ofendas — bufa León, apartándola para que vaya a pillar una buena mesa antes de acercarme a la barra y sacar la tarjeta de crédito para pagar. Sus padres jamás controlan el dinero que gasta así que lo mismo le da gastarse quinientos o mil dólares en una botella. Obviamente que le piden el carnet antes de servirle, pero tras constatar quién se esconde tras ese apellido deciden no poner objeciones y así vuelve con Mena: botella y copas en mano, además de una sonrisa semi juguetona. Le gusta ese poder que le da su apellido, y es algo que jamás ha escondido — Mezcal Clase Azul — anuncia — Y no, no necesito tu dinero, mami. Preciosa la botella, por cierto, lo mismo me la quedo — ríe.

Se sienta a su lado y sirve dos copas. Al menos Mena es más fácil y sencilla que Clem, o eso le parece, también es cierto que no es la misma relación la que tiene con cada una pero ahora puede estar más tranquilo. Casi, casi se le ha pasado el enfado anterior.