Partida Rol por web

Estimado Lorenzo,

Si decís que vais a entrar en Bolonia, las tropas venecianas cambiarán sus órdenes para no terminar bloqueándonos mutuamente.

Y sigo estudiando el mapa, mi buen Alfonso, y rezando por discernir el mejor movimiento.

Mi miedo radica en que la flota turca entre finalmente en Dalmatia o apoye la entrada del ejercito sarraceno y el daño que ello causaría, no solo a la moral veneciana si no a sus arcas de cara al años próximo.

Estimado René,

Alfonso de Nápoles quiere pactar una tregua con vos pero no se ha atrevido a hacerlo directamente, ya que vive atemorizado por el cerco que han formado el Papa Impío y el sarraceno en su alianza.

Por ello, me ha pedido que os escriba a modo de intermediario.

Ya le he dicho previamente que ofrecer una tregua en los años venideros cuando es él el que más necesidad tiene no era base para una negociación y que debería ofreceros algo más.

Con lo que me escriba, os lo remitiré pero de esta forma podéis ir meditando sobre ello.

No obstante, quiero dejar claro que no me hago valedor del napolitano ya que, aunque nunca ha roto su palabra, tampoco nuestras fronteras se han rozado para darle oportunidad para ello.

Estimado Dux,

Las tropas de Florencia van a entrar en Bolonia de inmediato, ya están en la frontera. Agradezco la no interferencia, pues entorpecernos sólo beneficia a nuestros adversarios. Si la provincia pasa a mi poder, Florencia deberá un favor a Venecia y ya debéis saber que soy hombre de palabra.

Respeto, 

Lorenzo de Medici

Quede patente ante Alfonso I de Nápoles que, de nuevo, Federico ha optado por no enviar misivas.

Por tanto, deberemos entender este silencio como que ha vuelto a hacer tratos con Sforza y sigue queriendo continuar las hostilidades con Venecia.

Nos, Sacro Emperador del Imperio Romano Germánico, remitimos esta misiva como respuesta a la previa remitida por el dux Francesco Foscari tanto ante nos, como ante el también silencioso ante sus palabras Alfonso I

Lo que queda patente es que nos dáis un profundo dolor de cabeza, Francesco. Vuestra idea de la diplomacia es una mezcla de la mentira, la amenaza y el insulto. Pero os volvemos a decir, ya que insistís, en público, lo que ya os dijimos en privado, hace ya dos días:

Ello no obsta a que sigamos sin negarnos a hablar, cosa a la que nunca nos hemos negado. Proponed, en vez de amenazar o insultar, y tal vez la respuesta os sorprenda, puesto que finalmente tendremos enemigos comunes.

No es Venecia la que sería la gran beneficiada de la pérdida de nuestras tierras, y dudo que esté dispuesta a soportar el ascenso de quien más resultaría beneficiado por tal evento. Nuestras embajadas están abiertas.

Que el Altísimo os guarde.

Y no tenemos inconveniente en mandar en público la respuesta que yo mismo escribí a dicha misiva:

Tras vuestras traicioneras actitudes al respaldar el ataque de Sforza sobre suelo veneciano, no solo fuistéis recompensado con la justicia divina, si no que el milanés os pagó con vuestra propia moneda y decidió que erais un objetivo más apetecible.

Ahora tenéis Tyrol perdido por seguro y Carinthia con visos de seguir un destino similar, así que creo que sois vos quien necesitáis presentar una propuesta para ver cómo podemos prestaros ayuda.

No obstante, si vuestro orgullo y vuestra obstinación considera que es mejor para el futuro de Austria no contestar o tratar de aliaros de nuevo con Sforza, rezaremos por el alma de vuestro pueblo, que pasará a ser gobernado por mano milanesa.

Por tanto, Francesco, dejadlo estar. Os pedimos que ofreciérais posibles acuerdos, y por vuestros motivos, decidís no hacerlo. Pues bien. Si en algún momento tenéis una propuesta sobre la mesa, cosa que no habéis hecho desde que nos cruzamos estas cartas, avisad.

Nos, Sacro Emperador del Imperio Romano Germánico, remitimos esta misiva al duque y principal entre los condottieros de Milan, a Francesco I Sforza.

Imitando vuestro estilo: ¿en serio no váis a decir nada?

Que el Altísimo os guarde

Caros Francesco y Federico, Federico y Francesco,

Mucho lamento haber salido de cacería estas últimas horas, y haberme encontrado a mi vuelta semejante cruce de agrias invectivas. Debo, aunque bien sé que está muy lejos de lo que me puedo permitir, reconveniros cual chiquillos que brigan en el patio de la escuela. Pues, ¿acaso de otra forma os comportáis?

Suplico que disculpéis mis duras palabras, pero las empleo queriendo haceros una grande impresión y sacaros de esta dinámica de dimes y diretes. Velad por los intereses de vuestras tierras y vuestros súbditos, y no os permitáis caer en estas torpezas. No habléis y actuéis por vanidad, sino por el bien, el uno de la Serenísima República, el otro del Sacro Imperio.

¿Vuestra mutua enemistad os impide ver el fortalecimiento de Milán? ¿Tan ciegos estáis que no véis que es vuestra mejor ocasión para diezmar a un enemigo común? ¿No os dais cuenta de que nada teme de Francia ni del Papa, y se frota las manos viendo vuestra lucha? ¿De verdad las enemistades del pasado os impedirán beneficiaros de la amistad del futuro?

Pero calma. La almohada, dicen en Aragón, es buena consejera. Enfriad vuestros ánimos y, a la luz del nuevo día, volved a analizar vuestras cartas terrestres con ánimo renovado. Si para entonces no habéis visto las ventajas de vuestra alianza, zaheriros con las plumas desde la distancia de vuestros palacios y enviad a vuestras y despellejaos como perros a través de vuestros ejércitos, agotando vuestras arcas y vuestra herencia.

Con veradero cariño fraternal,

Alfonso Rey

Amigo Francesco,

con esta misiva quiero felicitaros por la toma de Génova, que brindará a la rica república de Milán nuevas y jugosas fuentes de ingresos!

Espero asimismo que sirva para frenar los apetitos de Francia, que siempre ha ambicionado esa plaza.

Con mis mejores deseos,

Alfonso Rey.

CARTA ABIERTA

Príncipes todos,

Como bien sabéis, me precio de valorar las artes tanto como la espada. A mis manos ha llegado recientemente un tratado de Rui de Guimarães, preclaro filósofo portugués, sobre el buen gobierno. Mis últimas conversaciones con hombres ilustres me han hecho reflexionar y me impulsan a compartir con vosotros una de las máximas que el luso explora en su tratado: "Es lo ideal que los intereses de un príncipe coincidan con los de la república que gobierna. Pero si el principe no lograra hacerlos coincidir, ha de anteponer siempre los intereses de la república por encima de los propios." Es mi caso, y así trato de conducirme. Así, y aunque el Sultán Mehmed me parece un gobernante hábil, que cultiva las artes y las ciencias y que se conduce con valor y buena capacidad, los intereses de Nápoles me obligan a hacerle la guerra al Imperio Otomano. Por el contrario, aunque sabida es mi nula simpatía por René D'Anjou, no alzaré mi mano contra él (salvo en defensa propia), ya que va contra los intereses de mi país.

Sirva como reflexión tanto como jutificación de algunos de los actos de mi gobierno, que sólo el Altísimo y el Tiempo podrán juzgar si son rectos o no.

Alfonso Rey

Hablemos claro y sin la pompa y la floritura de la que gustan algunos pues las nieves empiezan a acercarse.

Federico tiene complicado retener Tyrol y Carinthia ante el avance de Sforza mientras que las provicincias venecianas ahora podrían apoyarse unas a otras y rechazar cualquier posible  atacante.

Estoy seguro que Federico respiraría más desahogado si Trento cambiase de manos, bien a las suyas o a las mías, pero no vemos cuál sería el beneficio para Venecia de volver a centrar los ojos milaneses en nosotros ahora que miran con avaricia los terrenos austriacos.

Por tanto, consideramos que, en todo caso, deberá ser Federico quien proponga una estrategia y no se apoltrone esperando que sean los de fuera quienes salven su territorio.

Estimado Alfonso,

He leído vuestra misiva a todos los príncipes y dudo si habéis llegado a buen pacto con René o, ante su falta de respuesta, habéis optado por forma segura de que conozca vuestras intenciones.

No me olvido de vuestra propuesta para la flota del Adriático pero sigo temiendo el revés que sufriría el tesoro veneciano si el hereje atracara en Dalmatia.

Querido Mehmed,

Disculpad mi confusión en la misiva anterior con las potencias y las provincias involucradas.

Alfonso aún no me ha dicho cuáles son sus intenciones pero tened claro que mandaré mensajero raudo tan pronto lo sepa, de forma que podáis tenerlo en cuenta de cara a posicionar vuestras tropas.

Un abrazo

Nos, Sacro Emperador del Imperio Romano Germánico, al dux Francesco Foscari, y a Alfonso I de Nápoles.

Habiendo recibido misiva asaz razonable del rey de Nápoles, nuestro amigo, proponemos a ambos la siguiente alianza, obligándonos ante ambos a respetarla en caso que también .

1.- Que por la presente, los firmantes respetarán los territorios natales de cada uno de los firmantes en este pacto, no comprometiéndose a atacarlos. Igualmente se comprometen a no prestar apoyo a ataques de terceros contra esos territorios natales.

2.- Que los tres reconocen como enemigo natural al turco, aliándose para luchar contra él, siempre en las esferas de influencia de cada uno

3.- Que se reconoce el derecho futuro de Venecia a ocupar las plaza de Ragusa; así como el derecho de Nápoles de ocupar la de Durazzo; y como el derecho de Austria sobre Croacia, Bosnia y Herzegovina.

En cuanto al momento actual nuestras tropas están preocupadas por la defensa de nuestros territorios. Y aún cuando reconocemos que la idea de recuperar Trento no nos disgusta, no creemos que dada la superioridad de fuerzas milanesas tan circunstancia sea posible.

Quedamos a la espera de vuestras respuestas y propuestas.

Nos, Sacro Emperador del Imperio Romano Germánico, remitimos esta misiva a Su Majestad Carlos, rey de Francia, representado por su leal siervo, René d'Anjou, Conde de Provenza.

Nunca nustras fuerzas han combatido, y ambos sabemos nuestras preocupaciones. Si deseáis parar el avance del ejército milanés, precisaré apoyéis al ejército de Tyrol en su lucha contra la agresión del condotiero. Creo que ambos tememos el avance de las fuerzas milanesas y, desgraciadamente, tras su última traición, no podremos defender la plaza solo con nuestras fuerzas

Que el Altísimo os guarde.