Partida Rol por web

La situación parecía desesperada, qué probabilidades había de encontrar refugio en medio de la nada y completamente ciegos. Iban avanzando lentamente apoyando la espalda en la pared de piedra, intentando distanciarse del abismo que se abría a sus pies, pero el viento, el agua y los tirones repentinos de sus ponis se lo estaba poniendo muy difícil. Tatharina decidió probar a calmar a su poni con magia para evitar uno de los males que la atormentaban. Si funcionaba correctamente, podría hacerlo con el resto de los animales.

Así pues, acercó su palma abierta a los labios del inquieto equino y le transmitió paz, prometiéndole que a su lado se encontraría seguro. Funciono tan bien que casi deseó poder encantarse a sí misma para aliviar la tensión de su mandíbula. - ¡Chicos, si esto se alarga habría que encantar a todos los ponis! ¡Es demasiado peligroso que se encabriten en un sendero tan estrecho, nos podrían arrastrar a todos! Intentaba aprovechar el breve lapso de tiempo entre truenos para alzar la voz, pero las reverberaciones en los picosy las ocasionales pedradas no daban tregua.

La situación se complicaba por momentos. Además de la climatología, se habían unido a la fiesta un par de gigantes juguetones. Rocas del tamaño de casas volaban por doquier por encima de vuestras cabezas. El acantilado clamaba por tragaros. Avanzabais como podíais, debido a la tormenta, que hacía estragos en todos vosotros; aunque especialmente en Lily y Tatharina. Las jóvenes amigas estaban tiritando de frío, dado que estaban caladas hasta los huesos. El viento aullaba con fuerza y os empujaba hacia los lados, como si fuerais muñecos de papel. Gláin pasó una cuerda para que todos os ataseis, cosa que hicisteis como buenamente pudisteis. Tatharina calma a su nervioso poni, cosa que consigue a duras penas. Rilwen iba la primera, intentando divisar algún lugar para guareceros. Una enorme roca chocó contra la ladera, encima vuestra, y enormes cachos cayeron a vuestro alrededor, hiriéndoos a algunos. Si no salíais de allí pronto, moriríais aplastados, de hipotermia o despeñados.

La separación entre los rayos es lo suficientemente larga como para que vislumbréis delante una luz trémula en la oscuridad. Parece cálida e invitadora: como la luz de una lámpara o de un fuego de chimenea. Como seguís sin apartar los ojos de la acogedora luz, otro rayo ilumina la ladera que la rodea. Una primorosa puerta de entrada y un pórtico, junto a una ventana con vidrios en forma de diamantes, brillan brevemente a la vista. Está demasiado lejos y es demasiado pulcra para ser la morada de unos trasgos o trolls. Además, es demasiado pequeña para ser el hogar de los gigantes. ¿Podrían ser enanos? No es lo suficiente imponente. ¿Hobbits? ¿Qué hobbit viviría solo en las montañas? Quienquiera que sean, parecen ser un pueblo civilizado.

El rayo que iluminó la pequeña y pulcra morada os ha cegado momentáneamente, pero creéis haber visto algo más. Percibisteis una silueta en la ventana, puede que del tamaño de un hobbit, aunque carecía de la redonda barriga, o del tamaño de un enano, pero no era tan robusta. Llevaba un gorro puntiagudo.

¡Mirád, delante! - Señaló la curiosa construcción. Se restregó los ojos como pudo. - Una vivienda... Es una vivienda delante. - Se giró con la lluvia castigando su vestimenta y cabellos que en forma aremolinadas sobre su cabeza sombreaban su silueta. - No parece ser una ilusión. Deberíamos pedir hospitalidad allí. Sea quien sea, aunque nos arriesguemos, es mejor que nada. - Y recordó en su bolsillo aquella llave. Metió la mano y la frotó con suavidad, aún sentía ese cosquilleo con ácido sabor a oscuridad.

La situación era desesperada, o encontraban un lugar donde guarecerse o podrían morir allí mismo. Rilwen estaba realmente desesperada por encontrar un buen refugio, curando el rasponazo que le había ocasionado una de aquellas rocas, que poco falto para que hubiese acabado con alguno de ellos.  Cuando vio aquella casa, algo que parecía totalmente fuera de lugar. Y a pesar de que los rayos casi la habían cegado, pudo distinguir alguien tras una de las ventanas, del tamaño de un mediano o un enano, pero diferente y con un gorro puntiagudo.

-Vayamos a esa casa, necesitamos refugio. Pero ir con cuidado, hay alguien dentro y no sabemos de quien podría tratarse.- No había esperado encontrar una casa así, esperaba que no fuese una ilusión, y que les pudiesen ayudar, ya que estaban en un momento muy delicado. Pero no bajo la guardia, podían estar frente a otro peligro. 

Me duelen los golpes y tiemblo como una hoja en otoño al tiempo que siguen castañeando mis dientes haciéndome complicado hablar con coherencia o de forma inteligible. Pero al descubrir la silueta en la ventana siento una pequeña chispa de esperanza. Nadie negaría el refugio a un viajero en semejante tormenta. 

- Quiquiquizá sea un hohobit, dejad que me adelante y me presente. Pupuede que un grupo numeroso como el nuestro lo atemorice y no se arriesgue a dadarnos cocobijo... Le convenceré de que sea hospitalario.

Sacando fuerzas de algún lugar acelero el paso soltando a Gláin y dejando a su cargo mi poni. Avanzo muy encorvada asiéndome de ramas y rocas para no salir literalmente volando. Cuando llego a la puerta llamo con decisión pero intentado tener cierta gentileza.

- ¿Seseñor de la casa? no, no tema de nosotros. Sosomos viajeros buscando abrigo de la tormenta, ¿puede ayudarnos? - hablo todo lo alto y educadamente que soy capaz para hacerme oír sobre el sonido del viento.

La situación se complica por momentos. El agua y el viento no solo propician el despeñarse, sino que ahora también me están congelando. Voy dando un paso detrás de otro por inercia mientras sujeto mi capa en un fútil intento de conservar el calor corporal. Pensamientos sombríos recorren mi mente cuando se oye un estruendo sobre nuestras cabezas. Cuando dirijo mi mirada a la fuente, apenas tengo tiempo de cubrirme la cabeza con los brazos para protegerme de los fragmentos de roca que se han desprendido. Por suerte, por su tamaño reducido, no hay que temer por nuestra vida, pero eso no les impide causarnos cortes y contusiones. Cuando la cortina de polvo se desvanece, cosa que ocurre a gran velocidad por el fuerte vendaval, me acuclillo en el suelo y entierro mi cabeza entre mis rodillas tiritando. No sé cuanto más podre aguantar así.

Instantes después, Gallind se hace oír por encima de todo. Nos insta a mirar algo en la lejanía. Me levanto del suelo para intentar ver mejor entre las sombras de la noche. Ahora que me lo indican, sí que parezco discernir una tenue luz y lo que parece la silueta de una construcción. ¿Quién construiría nada aquí? Y lo más importante: ¿Qué me importa? Mis piernas congeladas se vuelven a mover con gran dificultad, sacando fuerzas de flaqueza. Hay esperanza, es posible que vivamos un día más.

A pesar de que todos se habían atado con las cuerdas, Gláin se mostraba cada vez más preocupado. Comprobaba cómo Lily estaba tiritando de frío al igual que la joven beórnida y, si no secaban rápido sus ropas y se sentaban alrededor de un buen fuego, podían morir congeladas. Para colmo los gigantes seguían jugando sin importarles los minúsculos seres que intentaban avanzar y las rocas estallaban en mil pedazos a su paso. La situación estaba demasiado complicada y el enano empezaba a perder la confianza de que pudieran salir ilesos.

Protegiéndose del viento y la lluvia, Gláin escuchó la voz del elfo. Un grito que abría un rayo de esperanza en su precaria situación. Una luz que guiaba su camino hasta la salvación... Siempre y cuando consiguieran esquivar las rocas que seguían cayendo sobre ellos.

—Lily... Ve con cuidado —advirtió a la hobbit cuando se encontró con la rienda del pony de la muchacha entre sus manos y la vio alejarse en dirección hacia aquella casa que había salido de la nada. Aún estaban lejos y el enano, que no había podido detener a Lily, rezongaba por la imprudencia de la muchacha.

Era un inesperado refugio, una tabla de salvación en medio de la tormenta, pero Gláin no acababa de creerse tanta suerte y recelaba de que aquello no fuera algún tipo de engaño porque... ¿A quién se le ocurría edificar una casa en semejante lugar lleno de peligros?

La lluvia y el viento azotaban vuestros menudos cuerpos como si fuerais unas endebles ramitas. Los gigantes seguían jugando y lanzando rocas rocas a vuestro alrededor. Una, de considerable tamaño, cayó justo detrás vuestra, destrozando parte del sendero. Si quisierais dar la vuelta ahorra mismo sería harto complicado, solo quedaba continuar a través de la tormenta y los gigantes de piedra. La visión de una casa en estos lares era realmente extraña, más aún si como decían algunas de vosotras, en su interior se veían extrañas figuras de diminuto tamaño y que llevaban un gorrito puntiagudo. El frío estaba haciendo estragos en algunos de vosotros, entumeciéndoos las extremidades. Todos os dirigisteis hacia aquella luz titilante que veíais más adelante, pero hubo alguien que con gran valentía se adelantó hasta ella a gran velocidad. Bueno, a la velocidad que le permitían sus cortos pasos y la fuerza del viento, que bien la frenaba como bien la lanzaba hacia adelante. Veis como Lily, al llegar a la casa, se queda unos instantes mirando por una de las ventanas y después se acerca despacio a la puerta, indecisa si llamar o no. Se gira para ver si estáis muy lejos o ya la habéis alcanzado.

Sigues el sendero de la montaña y la luz se hace más brillante. Pronto puedes ver con bastante claridad el marco de la ventana, con sus vidrios en forma de diamante. Hay una lámpara sobre el profundo alféizar tras la ventana, casi como un faro para los viajeros perdidos. La puerta es de un color verde maduro grisáceo y tiene un llamador de latón en forma de puño cerrado. Otro ventanal, oscuro, ya que la habitación está desocupada, se encuentra a la derecha de la puerta. Dos marcos más pequeños de ventanas, también oscuros, son visibles a la izquierda de la ventana iluminada.

Dentro hay dos figuras con barba y pelo cano, gafas, albornoces de franela, pantuflas y gorros de dormir puntiagudos de franela, están sentados sobre mecedoras. Uno parece estar zurciendo una media de lana, mientras que el otro está tallando una rústica cuchara de madera. Al acercarte a la ventana puedes oír sus agradables voces, pero un poco trémulas por la edad.

El que está tallando habla:

-"Vaya, Steppin, al final hemos conseguido limpiar la suciedad. Te diría que mañana será un buen día para llevar a las cabras a pastar y para reunir hierbas."

El que está zurciendo hace una pausa antes de replicar:

-"En efecto, casi no me quedan provisiones de acedera. Aunque esta tormenta no durará el resto del día, no saldré hasta mañana. A no ser que un grupo de viajeros perdidos llegue a nuestro umbral. A los últimos les llevó casi una semana ponerse bien antes de quedar listos para continuar su viaje. Y los gigantes de piedra están fuera esta noche."

Suelta una risita.

-"Tendrás que quejarte más y demostrarme que odias cocinarles guisos a los enfermos y que descuidas las tareas que se requieren cuando cuidas de ellos. ¡Si tú fuiste quien les insistió para que se quedaran otra semana!"

-"No, no, Draimmer. No siempre tenemos compañía en estos lares. Y uno debe ser hospitalario. Uno debe mantener la puerta abierta."

Deja de zurcir la media y atiza el fuego con el atizador.

No sabes si acercarte a la puerta y llamar o esperar a que tus amigas se acerquen. No parecen mala gente, pero a veces las apariencias engañan. ¿Qué vas a hacer? La tormenta arrecia a tu alrededor.

Seguís el sendero de la montaña y la luz se hace más brillante. Pronto podéis ver con bastante claridad el marco de la ventana, con sus vidrios en forma de diamante. Hay una lámpara sobre el profundo alféizar tras la ventana, casi como un faro para los viajeros perdidos. La puerta es de un color verde maduro grisáceo y tiene un llamador de latón en forma de puño cerrado. Otro ventanal, oscuro, ya que la habitación está desocupada, se encuentra a la derecha de la puerta. Dos marcos más pequeños de ventanas, también oscuros, son visibles a la izquierda de la ventana iluminada.

Rilwen estaba demasiado absorta contemplando aquella extraña casa, y pensando en la naturaleza de su pequeño ocupante, que no tuvo tiempo de reaccionar cuando Lily se adelanto, y se fue derecha a aquella puerta. Rilwen aceleró el paso, y llamo a la puerta. No quería dejar sola a su amiga, entrar allí solo podía ser una imprudencia. No sabían quien vivía allí.

-Lily, con cuidado- Le dijo a su amiga, mientras esta se acercaba a la casa. Y a continuación, fue tras ella, no la dejaría sola en una situación así. Cuando llego hasta la casa, se dirigió a la puerta, para llamar. 

-¡Hola! Somos viajeros que necesitan resguardo de la tormenta. ¡Abran por favor!- Dijo casi gritando para que pudiesen escucharla en medio de la tormenta. Eso tras llamar a la puerta usando aquel puño cerrado de latón. 

- ¿Seseñores de la casa? no, no teman de nosotros. Sosomos viajeros buscando abrigo de la tormenta, ¿pueden ayudarnos? - hablo todo lo alto y educadamente que soy capaz para hacerme oír sobre el sonido del viento.

Sin embargo hay en todo esto algo extraño, tengo la sensación de estar en un sueño. Mejor dicho una pesadilla. En la vieja posada de Bree, a la luz del fuego de la chimenea, los días de tormenta he escuchado contar muchas historias a los parroquianos. A la cabeza me viene el recuerdo del calor del fuego y el sabor de un buen caldo caliente precisamente por el horrible frío que me atenaza hasta el pelo de la cabeza. Fue allí donde alguna vez contaron leyendas sobre seres capaces de crear ilusiones para atraer incautos a sus trampas y devorarlos hasta dejarlos en los huesos pelados. Huesos como los de los orcos que hemos contemplado hace poco cerca de aquí. Pero si no encontramos refugio este frío acabará conmigo, así que mientras me presento hago una seña que intento sólo sea vista por mis amigos para que no se acerquen y estén preparados. Y llevo la mano a mi cuchillo como advertencia de que algo no me parece seguro en lo que estoy viendo. Doy un paso atrás después de haber llamado a la puerta.

- ¡SASASALGAN SEÑORES! DEBEMOS PONER A SALVO NUESTROS PONIS, NECESITAMOS SU AYUDA!

Antes de que la puerta se abra vuelvo a gesticular a mis amigos para que no se fíen y estén alerta. Mi rostro está compungido por el frío, pero no me acerco más a la puerta después de haber llamado dando a entender que no tengo aún ninguna intención de entrar. Aferro fuerte mi cuchillo sin sacarlo de su funda.

La distancia que los separaba de la casa parecía interminable, pero pese a los pinchazos que atenazaban sus músculos congelados, Tatharina la recorrió con paso firme y sin pausa, pues sabía que si detenía no podría retomar la marcha.

Cuando llego a la altura de mis amigas, compruebo que la luz que se filtra desde la ventana adiamantada no atenúa ni por asomo el frío que siento. Continuo tiritando y arropándome con la capa, a la espera de que quien haya dentro se apiade de mi pobre alma, pues de no ser así, sé que me voy a congelar. - ¡Po-Por favorrrr, a-abridddd la pu-puerta!

Manteniendo distancia, tiritando de frío, deja a sus compañeros buscar la hospitalidad. Cree fervientemente que interviniendo poco ayudará a mejorar sus oportunidades. Aún así se mantiene no muy distante atento a la situaciones que puedan darse. - Espero abran pronto. - Pensó, y reflexionó. - ¿La llave que llevo conmigo servirá en esa puerta? -  Volvió a rozar con la punta de sus dedos el frío y espeluznante metal. - ¿Si es así... que otros males aguarda esa puerta dentro?