Partida Rol por web

¡...no, No, NO! -gritó Sutton. - este no es el camino correcto. No podemos desandar todo lo andado, tiene que haber otra salida en alguna parte...

La desesperación empezaba a notarse en su voz. Estaba nervioso, sudado, y su respiración acelerada hacía presagiar que en cualquier momento caería preso de un ataque de nervios.

Charlene, no puedo llevarte de vuelta a la entrada; es demasiado peligroso. Tenemos que encontrar otra salida. 

Tras decir esto, echó un vistazo a su alrededor. Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaban solos. ¿Dónde carajo se habían metido los demás? ¿Aún estaban en la sala del Shoggoth? ¿Por qué no habían huido con ellos?

Bueno... Pooster estaba siendo diseccionado o devorado, aún no lo tenía del todo claro; Acacia estaba en estado de shock; y Meyer y Sutton estaban en plan vaquero,  disparando a la masa informe y coagulante que se había llevado a Sutton.

Chester se tomó un momento para analizar la situación y compartir sus preocupaciones con los demás.

Bueno, ¿y ahora qué? Creo que desandar todo el camino es poco viable; vamos a perdernos, o nos daremos de morros con los antiguos, que aún es peor. Por otro lado, estar separados nos debilita, aunque solamente sea porque la criatura informe solamente nos atrapa de uno en uno y no a todos a la vez. Creo que deberíamos seguir avanzando, y no retroceder. ¿Qué os parece? ¿Qué decís?

Mientras decía todo esto, rebuscó en su mochila por si encontraba algo con que desinfectar las heridas de Charlene y ayudarla a recuperarse, aunque solamente fuera un poco. La pobre no lo decía, pero se veía a la legua que estaba metida de lleno en su propio universo de dolor.

Con los ojos completamente desorbitados por el sufrimiento, la Srta. Whitston, antaño desdeñosa y altiva reina de las reuniones sociales por el ingenio de sus conversaciones, apenas acertó a asentir con la cabeza a las palabras de su amado. No quedaba muy claro, sin embargo, si las había entendido, o si quiera las había oído; pero unas palabras salieron de sus labios:

Mi madre tenía razón... - susurró, sin apenas fuerzas - Nunca llegaré a casarme...
 

Sutton se acerca a la mesa y observa fijamente el cuenco, después se acerca a las estanterías y mira lo que hay en ellas.

Después se gira hacia la puerta, saca la cajetilla y coje el penúltimo cigarrillo que le queda, encendiendolo. Coje el rifle firmemente y mira la entrada esperando...

Sutton tenía clara una cosa: esto parecía algún tipo de proceso del que no tenía ni idea. Él no era un científico, al menos no era un científico físico. Lo suyo eran las letras, no las matemáticas, ni la física. Ni mucho menos la biología. Esto parecía algo a estudiar con una calma que no sentía en este momento. La imagen del aprendiz de brujo trasteando en el laboratorio de su maestro y armando la marimorena le vino a la mente. Os hacía falta un científico: Charlene era buena bióloga, por ejemplo, para averiguar qué podía ser todo eso.

En todo caso, la confección del cristal era extraña y no parecía haber sido objeto de un robo a humanos: la habían hecho ellos, los otros, con una técnica propia, y con maestría y precisión propias del que sabe lo que está haciendo. En todo eran iguales un cristal (el de las estanterías) a otro.

Si pudo ver que en las estanterías había muchas herramientas robadas a humanos: marcas comerciales de, por ejemplo, bisturíes, tenazas y objetos similares que muy bien podían haber venido de la antigua expedición Miskatonic, y más: herramientas de marca alemana, trozos de tela cuidadosamente ordenados tras cortarlos en retales de manufactura actual. Había, por ejemplo, un tarro cuidadosamente tapado con cera etiquetado como "alkohol".

Aparte había muchos punzones y herramientas muy variadas de hueso y cuero de manufactura propia y hechos con fines tan diversos como ignotos.

Todo estaba minuciosamente etiquetado con lenguaje de puntos grabado aquí o allá, y cuidadosamente ordenado y limpio.

De la habitación central seguían llegando los gritos de Acacia, pero ahora mucho más remotos y cansados.

También os llegaron, una vez más, los gañidos silbados del temible soggoth, que parecía haber vuelto a la sala central, una vez perdido en otra de las laterales. No más sonido de lucha, por otro lado. O Acacia se había ido por otra de las salas laterales, saliendo del camino de la criatura, o bien esta no le había hecho caso alguno.

Vuestra capacidad auditiva volvía muy poco a poco.

Los tres revisasteis febrilmente la sala. No parecía haber salida. Estabais casi completamente seguros de que no la había. Eso o los constructores originales eran unos verdaderos maestros en hacer puertas secretas sin junta alguna que se pudiera notar. Apestaba. Las partes de la sala que habían sido dañadas estaban cerradas con herramientas y procedimientos improvisados y con materiales inadecuados (cuero, huesos, trozos de hielo), pero habían sido aprovechados con maestría y oficio.

De la habitación central seguían llegando los gritos de Acacia, pero ahora mucho más remotos y cansados.

También os llegaron, una vez más, los gañidos silbados del temible soggoth, que parecía haber vuelto a la sala central, una vez perdido en otra de las laterales. No más sonido de lucha, por otro lado. O Acacia se había ido por otra de las salas laterales, saliendo del camino de la criatura, o bien esta no le había hecho caso alguno.

Vuestra capacidad auditiva volvía muy poco a poco.

¿Avanzar, Chester? ¿Hacia dónde? Señaló el agujero en la pared, sellado con cuero y huesos. Podríamos saltar, pero creo que el suelo estará demasiado duro.

Era demasiado.Lo que estaba pasando más adelante no quería saberlo. Pro primera vez en su larga carrera como periodista no quería relatar lo que estaba aconteciendo en aquel infierno helado alejado de toda civilización. Ver la forma de uno de los carambolos, vivito y coleando, aunque sólo fuera recortada su silueta en la negrura que los rodeaba, fue demasiado para la pobre Menez. Sus chillidos la hicieron estremecer y saber que, posiblemente, hubiera otro como mínimo más adelante. Quizá fuera eso lo que provocaba los gritos de la mujer. Una disección completa, mientras aún seguía viva y podía ver como la cortaban en tiras, tan macabra como la despierta mente de la periodista podía imaginarse. De hecho había investigado lo que había pasado en el campamento Lake y recabado pruebas sobre ello, no le era muy difícil reconstruir lo demás. Todo aquello hizo que sus sentido del olfato, uno de los más potentes del ser humano en lo referente a rememorar recuerdos del pasado, la jugara una mala pasada. Como una honda expansiva abrasadora y de fuerza brutal, se vio golpeada por el hedor que desprendían aquellos Antiguos. Quizá eran tan viejos que por eso olían así. El caso es que una náusea convulsionó el pequeño cuerpo de la mujer y cayó de rodillas apenas manteniendo el contenido del estómago en su interior. A gatas comenzó a recular nerviosa hasta que se reincorporó, se dio la vuelta y, como los neandertales, medio a gatas medio encorvada hacia alante, comenzó una huida sin mirar atrás.

De mucho más abajo escuchasteis, lejanos, unos gritos que no eran los de Acacia: parecía... qué raro. Parecía Menez. Si esto era así, estaba en problemas. También significaba que, poco a poco, recuperabais audición.

De mucho más abajo escuchasteis, lejanos, unos gritos que no eran los de Acacia: parecía... qué raro. Parecía Menez. Si esto era así, estaba en problemas. También significaba que, poco a poco, recuperabais audición.

parece que la pequeña amiga ha sabido llegar hasta aqui, solo espero que no se una al desdichado pooster en su camino hacia los abismos mss oscuros, creo que deberiamos bajar a ver que le ocuurre, demonos prisa amigo.

Meyer decide tratar de ver que ocurre, ahora mismo y con ese ser de por medio, cualwuier aliado es bueno.

Sutton asiente y, tras cojer el bote de alcohol y guardarlo en la chaqueta así como uno de los trozos de tela, sigue a Meyer. 

Me parece una buena idea, no deberíamostrar habernos separado. 

Priestley tenía razón; aquello era un callejón sin salida. No tenían más remedio que retroceder y tratar de dar con otra salida.

Fue entonces cuando oyó la voz de Ménez.

Pero ¿qué narices está haciendo ella aquí? ¿Cómo ha dado con nosotros? 

En cualquier caso, era una buena señal: no solo porque - con un poco de suerte - había llegado la caballería, sino porque también era una clara señal de que, definitivamente, había otra salida. Dudaba mucho que Ménez hubiera cogido el mismo camino que ellos para llegar hasta lo que parecía ser el corazón de la torre.

Bien, pues... media vuelta, compañeros. No queda más que regresar, unirnos al resto y dar con la salida por la que se ha metido Ménez, bendita sea su estampa. Esperemos que no sea ella la que necesita nuestra ayuda, porque entonces la situación estará aún peor de lo que temíamos.

Sin dejar de empuñar su rifle, Chester se acercó a Charlene para tratar de ayudarla en el camino de vuelta.

¿Aramiker...?¿Cómo es posible?... - farfulló Charlene - Quizá estemos teniendo una alucinación, no creo que hubiera podido llegar hasta aquí. Vamos, deprisa...
 

¡Bang!

El disparo retumbó por toda la sala central. Los gritos de Menez os habían hecho converger de nuevo ahí desde las varias habitaciones perimetrales en las que os habíais refugiado. Entrasteis en la sala para ver cómo el Soggoth subía de vuelta de donde había venido por la rampa en espiral en torno a la columna llevando en sus tentáculos, de forma casi podría decirse que amorosa, la cabeza de Pooster con gafas y todo. Le faltaba el cuerpo, pero de su cuello salían una serie de cordones carnosos y rosados que se dividían y dividían en miles de ramificaciones tan delicadas como diminutas. Estas ramificaciones eran transportadas con igual amor por múltiples miembros fabricados al efecto por el engendro que, tan jubiloso como cuando le habíais conocido, no dejaba de repetir su mensaje simplón.

Pero lo peor vino cuando dirigisteis la mirada hacia lo que creisteis que iba a ser vuestra vía de escape. Por la parte de abajo de la rampa, el lugar por donde se accedía a la salida, ascendiendo desde el suelo, venía agitando sus tentáculos y abriendo espasmódicamente sus alas de perturbadores colores chillones mientras silbaba en tono agudo algún tipo de mensaje en una versión de su lenguaje hecha para niños o esclavos, uno de la raza de los constructores. Medía más de tres metros de alto, aunque su volumen debía ser menor del que aparentaba ahora que llevaba desplegadas sus extremidades de modo amenazador. Los colores recorrían su cuerpo de manera sicalíptica, sin duda una antigua defensa natural parecida a la de las cebras, que confunden la mirada del predador con su textura sinuosa. El torso estaba cubierto por una banda de tela azulada y, sujeto en dos de sus cinco juegos de tentáculos manipuladores, traía un extraño aparato con el que apuntaba en vuestra dirección, aunque no directamente, como si se limitara a amenazaros.

Guardó el camino de bajada intentando proteger el camino de otro compañero que parecía venir tras él: este era más grande, con un cuerpo arrugado y lleno de manchas. Sus juegos de colores estaban más apagados y recorrían toda su anatomía con menos violencia. Entre tres de sus juegos de tentáculos sostenía al que reconocisteis como Baumann que, debido al agarre de fuerza brutal casi parecía no poder moverse, aunque todavía sostenía valiente una pistola en su mano derecha.

¡Bang!

Baumann apuntaba de nuevo lo mejor que podía. El disparo, hecho a quemarropa... ¡rebotó en la piel de su captor! Acaso creara algún tipo de desgarro o daño menor, ya que el ser se estremeció de pies a cabeza para apretar todavía más al aviador alemán.

¡Aaaaaaaaaaaarrrrggg... !

Acacia había dejado de gritar. Parecía apuntar con su pequeña escopeta de galga, pero dudaba. Dudaba si hacerlo. Todo su cuerpo temblaba por la indecisión.

Dados tus conocimientos de biología te das cuenta enseguida, aunque resulte perturbador en extremo, que lo que cuelga del cuello cercenado de Pooster es su sistema nervioso al completo. Falta todo lo demás que, no sabes cómo, ha sido extraído en este breve periodo de tiempo para dejar al descubierto lo que hay, pero sin daño visible. Cada pequeño nervio con sus pelillos nerviosos saliendo del tronco principal de la médula espinal, también liberada de su prisión de hueso.

¡Bang!

¡Bang!

¡Aaaaaarrrrrgggg... !

El grito desgarrador de Baumann te llegó ya remoto mientras, ciega a cualquier otro estímulo menor que no fuera correr para salvar la vida, corrías rampa abajo para irrumpir como una exhalación en la enorme sala circular por la que habíais entrado...

Más abajo comenzaste a tiritar. Estabas en esa primera sala pequeña, donde alguien había dejado algún equipo de emergencia. Recordaste haberte quitado las ropas, ya que ahí dentro hacía calor. Pero ahora el frío te estaba penetrando rápidamente por los huesos mismos. Ese golpe sensorial tuvo la virtud de enfriarte lo suficiente como para poder articular pensamientos y acciones complejas, alejadas de los puros instintos animales que te habían traído aquí abajo.

Oh, Dios mío, oh Dios mío. Tenía las pinzas al rojo vivo ante él, aunque parecía algo más bien ridículo ante semejantes seres.

No es posible...miren eso... hay que acabar con esto, con todo. Aunque sea una civilizacion muy avanzada y su descubrimiento sea el hecho del siglo, no se si quiero difundirlo, no ahora que he visto para que nos quieren, no para esto!!!

El aleman apunta con su arma, preparandose a disparar su rifle.