Partida Rol por web

Charlene parecía bastante menos segura que Greene o O'Doul. Ella apestaba a carambolo y, sin quererlo, seguramente, los demás habían hecho espacio a su alrededor. A pesar de su inseguridad al respecto, no dijo nada. Algo en ella parecía no querer creer.

Los demás estaban en la misma tesitura, aunque no tan acusada como la de Charlene, pero los miedos a los que no podían dejar de prestar oído debían hablar de la posibilidad de un enloquecimiento radical cada vez más cercano por parte del pobre Peabody. Después de todo "el hombre es un lobo para el hombre" como decía el dicho, y su experiencia estaba mucho más cercana a esa alternativa de futuro. A pesar de todo muchos hicieron un cerco protector, buscando cercanía física con los que llegabais del campamento Lake en forma de palmaditas en la espalda, incluso abrazos o algún intento más o menos hábil de descargar tensión con alguna broma.

Menez había encontrado a Moore vagando por las ruinas del campamento Lake, sujetando el paquete de papeles entre sus manos. Parecía vacilante. Cuando entró en la tienda el paquete ya lo tenía la periodista. Él se sentó en un rincón sin afirmar ni desmentir. Tomó algo de sopa y se retiró a dormir tras farfullar algún tipo de disculpa. Ni siguiera se había acordado de ir a la tienda de la radio para el boletín diario.

Menez se abrió el grueso abrigo y se guardó dentro el tocho de papeles que había tomado de mano de Moore, al calor de su pecho. ¿Quién sería lo suficientemente osado para arrebatárselo? Ella sólo se imaginaba a una persona.

El sabotaje y las alianzas ocultas habian hecho que este mas taciturno de lo normal, asi que me coloque en un lateral de la tienda un poco en segunda linea a ver que pasaba, y vaya si paso, las palabras de Chester me impactaron como un directo a la mandibula, no le tenia por sensacionalista ni alarmista, mas bien todo lo contrario, por una persona sensata y con buen criterio. Estos comentarios, aun de ser ciertos, deberian ser tratarlos mas discretamente. Ya hemos topado con cosas raras de narices pero contarnos esto asi a botepronto lo que hara es que cunda el panico. Amigo Chester, cuando tengas un momento me podrias poner en antecedentes de como has llegado a esta conclusion, estoy desconcertado, por decirlo de alguna manera.

Este maldito viaje nos esta descubriendo seres que no tienen logica, y cada vez tengo mas claro que o nos preparamos para lo peor o esto va a ser una "merienda de negros". El compañero Peabody no me parece tan loco como cree la gente, mi opinion es que ha podido ver un par de bichos mas que yo. Lo que me molesta es que el publico en general le tome por un demente al que no hay que tomar en consideracion. Señor peabody, tengo un par de consultas tecnicas que me gustaria me ayudase a solucionarlas, luego le comento, tambien con usted, señorita Whitston.

Ya una vez terminada la reunion con la gente dispersandose de la sala abordo a Alexander y a Charlenne para hablar con ellos en plan privado.

Señor Peabody, me tomo muy en serio las amenazas de cualquier indole, y usted lleva tiempo avisandonos de los peligros que corremos aqui por criaturas que no conocemos, creame que yo si le hago caso, yo tambien he visto criaturas poco convencionales, por asi decirlo. Bien, el otro dia descubrimos una "modificacion" de una radio a la que no encuentro logica ni funcionamiento, pero que al parecer fue construida para algun proposito por la anterior expedicion, tenga se la entrego a usted a ver si puede averiguar para que sirve, si lo desciframos tendremos luego que mejorarla. al parecer fue construida con mucha prisa.

En cuanto a usted señorita Whitston necesito que me ponga al dia con la fisionomia de los seres que esta diseccionando.

hemos encontrado huellas al parecer de esos seres y todo parece indicar que sus amigos vivos son los que llevaron a cabo la masacre en la anterior expedicion y necesito, en caso de toparme con ellos, saber como reaccionar de la mejor forma para salvar el pellejo y ya puestos llevarme a alguno por delante. Necesito su experta opinion sobre cuales pueden ser los puntos fuertes y los vulnerables. En dos tiendas ya investigadas hemos notado en el suelo un monton de cerillas usadas, quizas el fuego, como apunta Peabody, o la luz, los daña de alguna manera, cualquier otro aporte como acidos o bases en contacto con su piel tambien los dañe, no se... haga pruebas con el material de laboratorio a ver como podemos defendernos de ellos.

Esta conversacion me gustaria mantenerla lo mas privada posible, pero si tienen sus dudas comentenla con Starkweather, el sabra tomar una decision al respecto.

Enfrentada a tener que hablar de los hechos, Charlene consiguió mantener la calma. Aunque sus pupilas estaban dilatadas hasta cubrir casi por completo el iris y el sudor frío perlaba su frente, la voz y las manos se mantuvieron quietas. Meditó lo que iba a decir muy despacio, y luego habló en susurros.

Dominique, en los especimenes que estoy estudiando hay muchas, pero muchas células vivas. La conclusión a la que he llegado es que murieron por traumatismos provocados por su extracción hace tres años, dado que los daños en sus cuerpos son mecánicos, y no, por lo que se, de origen biológico o químico. Eso significa que sobrevivieron durante más de medio millón de años en estado latente. Medio millón de años, Dominique. Por aquel entonces nuestros antepasados eran poco más que monos.

Y Dyer encontró catorce ejemplares, así que, dime: ¿dónde están los ocho que faltan? Si, Dios no lo quiera, encuentras a uno de esos seres vivos lo que tienes que hacer es correr o esconderte, y si no puedes, quedarte quieto, ya que por su masa encefálica y por los experimentos que han hecho con las cerillas y la radio juraría que son lo suficientemente inteligentes como para desear hacer contigo experimentos que precisen mantenerte con vida, ya que parece que las disecciones preceptivas de un ser humano que necesitaran hacer ya fueron hechas hace tres años.

Si por una tremenda casualidad tienes la ocasión, y te encuentras en buena posición, puedes intentar cortarles el cuello. Pero hazlo de un solo golpe, porque no tendrás otra oportunidad. Sus tejidos son terriblemente resistentes, aunque muy flexibles.

Dominique, estos seres, caso de necesitarlo, son capaces de sobrevivir en el espacio exterior.

Tenía lógica. ¿Quién si no iba a ponerse a hacer experimentos con la radio o con el motor del avión? ¿Quién había confeccionado esa estrafalaria prenda con todo tipo de telas, cosiendo sus partes con hilo de cobre y dejando nada menos que cinco aberturas en disposición radial? ¿Quién iba a dedicarse a jugar con las cerillas? ¿Quién había dejado huellas sobre el hielo casi iguales a las que se encontraron fosilizadas en la pizarra primigenia de hace más de mil millones de años?

Por un momento, el cielo se llenó de cristales de hielo, gritos, aullidos y gañir de perros que despertaban a los demás. A los ojos de Nandan asomó una especie de guerra, tan sólo imaginada por él en sus sueños más oscuros. Se levantó del suelo y se restregó los párpados... para percatarse que estaba sobre un bloque de hielo que se hundía, cortado por las eficaces cuchillas germanas en un círculo perfecto. El chico veía a lo lejos los cuerpos despedazados de sus amigos más cercanos mientras su padre, vacilante, y lleno de sangre, le llamaba desde el otro lado. ¡Trataba de levantarse pero no podía! Un monstruo con forma abotargada y pies triangulares atravesaba a Starkweather senior mientras Chester, enloquecido le fotografiaba para alegría de todos. Nandan se hundía en un agua helada y cuando conseguía coger aire una mano le hundía más y más. Era el puño de Peabody, que le golpeaba con saña: "Maldito tú y tus inexistentes sirenas voladoras"... La humedad le acogía y el muchacho sólo podía sentir terror. Trataba de respirar pero sus manos eran una masa de pelo blanco y negro...

Nandan se despertó de la pesadilla por el lametón húmedo de uno de los perros alemanes. Sus manos estaban aferradas al cuello del animal, y sobre él, las caras circunspectas de Maggie y Gunter Trimm le observaban. La primera con cierta diversión extraña en el rostro, el segundo con caras de pocos amigos.

El joven se levantó torpemente, sacudió la nieve y se alejó corriendo. El cansancio le había pasado factura después de regresar de aquel espectáculo dantesco y, sinceramente incomprensible para el muchacho, que habían visto en el hangar. Hasta entonces Nandan había tenido bastantes pesadillas y para su desgracia había descubierto que se orinaba en la cama más de lo que quisiera. Era algo que había ocultado, pero avergonzado, se había mostrado por ello taciturno y poco hablador. La llegada de los teutones, de los cuales no le caía especialmente simpático ninguno, y las miradas penetrantes de Bryce, que le hacían sentirse un poco incómodo, habían pasado factura al comportamiento del chico. Procuraba escaquearse de lo que no le encomendaban directamente y aunque se moría de ganas de pasar un rato contemplando la tecnología y mecánica tanto alemana como de los chicos de su padre con Peabody, Pickwell y los mecánicos, y prefería no acercarse mucho a Alexander, pese a que se había disculpado por el coscorrón. Hablaba cosas muy extrañas que a Nandan le provocaban aún más sueños raros... pesadillas de las que había comenzando a cansarse.

Estaba agotado y esta vez ni siquiera había entrado a la tienda con el resto según llegaron. Desfallecido se había sentado junto a los perros, arropado por la conversación del alemán y O'Connell... y las pesadillas le atacaron. Estaba empezando a pensar que no estaba en sus cabales. Menez trató de que no entrara en el hangar, pero Nanda consiguió colarse para tomar buena nota de aquel espectáculo. Acabó vomitando en una esquina, manchándose los zapatos. El color escarlata de la sangre sobre el hielo empezaba a ser un tono más en la gama de sus dibujos, que seguía tomando compulsivamente por si a Chester le fallaba la cámara, y eso no le gustaba. Quizá debería pasar más tiempo con el joven meteorólogo en vez de con los mayores.

De su padre no se tenían noticias desde hacía tiempo, y ese era un pilar que quebrantaba aún más la capacidad del adolescente para sobreponerse a lo sucedido. La falta del brazo protector del Jefe, en el que refugiarse si era necesario, le tenía en un segundo plano. Aquí mandaba Moore, al que en su carrera alrededor del Campamento Lake, vio entregar un paquete a la menuda periodista. Ni siquiera aquello le picaba la vena curiosa. El joven estaba perdiendo su propia esencia y eso era preocupante. Realmente preocupante.

Aún así, acabó recurriendo a la única figura materna que seguía siendo constante en la expedición. Con lágrimas en los ojos se acercó a Aramiker, aunque sin decir nada, presa de su orgullo adolescente. Callado se quedó a su lado, como una sombra inoportuna para la indiscreta periodista.

O'Doul..., sé que lo dice con buena intención, y se lo agradezco - repuso Alex ante la invitación a rezar de su compañero, interrumpiéndole con un gesto - pero no creo que esa idea de un Dios etereo a la que dirige sus oraciones pueda ayudarle aquí. Ni a usted ni a nadie.

Meneando la cabeza con tristeza, se apartó un poco del grupo hacia un rincón, donde permaneció pensativo hasta ser requerido por Pickwell.

Al echar el primer vistazo a aquella "radio" y escuchar las palabras de la Srta. Whitston, Peabody transmitió la sensación de haber encajado un golpe físico, incluso meneo aturdido la cabeza durante unos instantes. Tras unos momentos de permanecer inmóvil por completo, con la mirada perdida, abandonó la pequeña reunión sin decir nada, contemplando embelesado aquel extraño aparato.

Despejó de un manotazo un banco de trabajo cerca de la puerta, y no interrumpió su análisis más que para ir a buscar el maletín donde guardaba sus herramientas. Eso sí, le hizo jurar a Pooster que en su ausencia montara guardia para asegurarse de que nadie, NADIE, debía acercarse siquiera a las piezas ordenadas con psicótica precisión.

Ondas, ondas..., eso es... - se le oía murmurar entre dientes, sin levantar la cabeza de su trabajo. Resultaba curioso que no estuviera usando ningún tipo de luz, ya que no parecía necesitarla. Eso sí, las inquietantes gafas oscuras, llenas de inscripciones, habían vuelto a colgar de su cuello.
 

Fue curioso, muy curioso. La lectura del texto que le pasó Moore comenzó como algo apasionante para ir convirtiéndose el algo súmamente desagradable. Las primeras páginas las fue leyendo con deleite, disfrutando de la redacción del autor, mejor que la de muchos articulistas de diversos periódicos y revistas donde había trabajado. Se dejó embaucar por las palabras que anunciaban la resolución, definitiva y sorprendente, según Dyer, del fatídico final de la expedición Miskatonik, como si de la mejor novela de misterio se tratase. Disfrutó con la lectura de los pormenores de la expedición original hasta llegar a la Antártida, sirviéndole a Menez para recordar sus propias aventuras, que no habían sido pocas ni menos emocionantes. El texto cada vez se ponía más interesante y misterioso.

Resopló al leer que los reportes mandados por la radio habían sido censurados. 

¡Ja! lo mismito que nosotros.- El hombre era el único animal que tropezaba con la misma piedra dos veces. ¿Es que todos los científicos eran iguales? Privar al resto de los mortales, como si la clase científica estuviera en un nivel superior de la evolución de la especie, de los hallazgos encontrados le parecía a Menez un ejercicio de clasismo supino.

Menes humedecía su dedo índice para pasar las páginas y continuar con la lectura. A medida que se acercaba al desenlace trágico y sangriento, así como inverosímil, acaecido en el campamento Lake, un regusto amargo y repugnante se le quedó permanentemente en la garganta. Comenzó a pasar las páginas sin usar esa manía de humedecerse el dedo, pues era como si el olor de los carambolos que desprendía Moore lo hubiese impregnado en las hojas de papel.

¡Qué asco!

Sin embargo, pasar las páginas se estaba convirtiendo en una tarea desesperante. Se le antojaban unas pegadas a la otras y, a pesar de que devoraba con mayor avidez las páginas, pasar de una a la siguiente le parecía cada vez una tarea más ardua, haciéndola perder los nervios en varias ocasiones. Cuando terminó con la lectura de lo ocurrido en el campamento Lake tuvo que parar a tomar el aire y respirar hondo para tranquilizarse.

No puede ser, es imposible...- Sin embargo los datos coincidían totalmente con lo encontrado en las excavaciones. Los fósforos, las disecciones, los cadáveres de los carambolos dispuestos en vertical, tomando la forma de una estrella de cinco puntas. La mente analítica de Menez luchaba por no dejarse arrastrar a la locura y encontrar una explicación lógica y científica de todo aquello. ¿Acaso era plausible que los carambolos hubieses estado en un estado de hibernación y, al ser sacados al exterior y calentados, hubiesen recuperado su actividad normal? Le parecía inverosímil pero era hacia donde apuntaban todas las investigaciones, datos e incluso las palabras de Dyer, aunque aún no lo confirmase. Debía seguir leyendo.

Desde luego no se pudo decir que Menez hubiera disfrutado con la lectura. Cuanto más tiempo pasaba sumergida en ella peor se encontraba. Las revelaciones que exponía Dyer en su texto, refrendadas según él por fotografías y dibujos, eran increíbles. Como había comentado su amigo Meyer suponía la existencia de una civilización primitiva de gran inteligencia, superior a la humana. ¿Daba esto la razón a Pooster respeto a las monedas encontradas en el Waraloo? Ella tampoco se quedaba sin razón al haber conjeturado, en broma eso sí, que podían venir de otros planetas. La cabeza le iba a estallas pero se forzó a seguir leyendo. 

Dos momentos más en el relato acongojaron a Menez. Los análisis de los bajorrelieves de la ciclópea ciudad encontrada tras las montañas y el encuentro  definitivo del cuerpo del Gedner y el perro. Los primeros contaban una historia mileraria y daban cuenta de la gran inteligencia de aquellos desagradables seres cuya pestilencia tenía Menez metida hasta el cerebro. ¿Eran los humanos no más que unas cobayas para ellos? ¿Unos primates, unos bufones? Quedó aterrorizada ante la posibilidad que alguno de los ejemplares del actual campamento se levantara de su tumba. ¿ Y qué decir de los llamados Shoggoths? Lo dicho de ellos en el escrito de Dyer le recordó las macabras fotografías de Field. Descabezados y recubiertos de una sustancia viscosa y de gran contenido orgánico. Tendría que comentarlo con ellos pero iba a parecer una loca.

Consiguió acabar la lectura comprendiendo ya cuál era la misión de los alemanes y agradecida porque la perforadora se hubiese estropeado. ¿Y si sacaban alguno más vivo? Se sorprendió a sí misma creyendo a pies juntillas lo dicho por Dyer. Se preparó una tila y trató de relajarse. No podía analizar lo leído después de haber presenciado la carnicería del hangar. Necesitaba mirar el problema desde una perspectiva más alejada y no dar nada por verdadero hasta haberlo presenciado con sus propios ojos.

Eso es. Si los científicos no saben hacer su trabajo alguien tiene que hacerlo. Alguien tiene que contarle al mundo, a la gente corriente, sin ápice de protección maternal, qué ocurre en este infierno helado.

Menez tardó mas de lo que le hubiera gustado en leer el texto completo. Comenzó veloz, como sólo alguien con su habilidad para el lenguaje podía hacer, para ir disminuyendo la velocidad como hacía un buen piloto al preparar el aterrizaje. Cuando se enfrentó a los demás le resultó más duro de lo que imaginaba. Evitaba cruzar la mirada, sobre todo con Pooster, y devolvió el texto a Moore con gesto totalmente serio.

- No creo que haga falta que esto lo lea todo el mundo.- Dijo, no ya por censurar aún más lo ocurrido, sino porque las apreciaciones de Dyer, sus comentarios y especulaciones, bien podían alterar el ánimo de los presentes ya de por sí delicado. Suficiente era con saber, que no era poco, lo descubierto por la expedición Miskatonik y que habían ocultado al mundo. Un craso error, según la periodista. Sólo eso hacía tambalear los cimientos del saber con el que todos los presentes habían construido su persona. Si hubieran sabido, quizá hubiesen venido mejor preparados o no habrían venido. Seguía sin entender, sin embargo, la actitud de los saboteadores - Un resumen bastará. Yo misma puedo hacerlo.- Al acercarse a Moore la mujer agrió el gesto y acabó por escupir en un pañuelo una viscosa flema que se le atragantaba en la garganta. Rauda se alejó de Moore y acudió a Nandan. Su preocupación por el benjamín del grupo iba en aumento, no sin razón.- Demasiada palabrería de un viejo.- Le dijo plantándole un beso en la frente para desanimarlo de leer el texto. ¿Cómo podría contarle al chaval qué había pasado? ¿De verdad necesitaba saber? Por otro lado, tenía una idea, una idea que el mismo Nandan le había dado. La mente joven del muchacho era la más maleable y por lo tanto, al igual que podía ser dañada, podría regenerarse con mayor rapidez. Tuvo la prudencia de no intervenir ante los comentarios de Field y Peabody, pero miró a Picwell con tal intensidad que no dejaba lugar a dudas de la angustia que la mujer, a pesar de ser fuerte como un roble, estaba sintiendo en aquel momento. Necesitaba hablar con Pooster, dejarse reconfortar entre sus fuertes brazos y su poderosa mente.

No tengo claro si quiero leer el texto, no, creo que no, la cara que trae Menez me sugiere que me dedique a otra cosa. A mi un resumen me bastará de momento. 

La idea de pasar de investigador a investigado no me seduce nada. A ver si Charlene me aclara que esta pasando porque creo que me estoy perdiendo algo importante, algo que puede suponer salir con vida de esta...

Hay que reaccionar ya y empezar a compartir lo que sepamos y como salir de esta, o mucho me temo que seremos los restos a investigar de la siguiente expedición.