Partida Rol por web

Bueno, por lo que a los aviones respecta, si tenemos precaucion podemos dormir dentro del avion con los hornillos encendidos, pero no lo recomiendo, los aviones van a tope de carga y tendran que dormir en los asientos sentados y dentro del saco de dormir, me temo que no descansaran mucho.

De los dos trineos yo al menos llevaria uno, piensen que se quieren traer algo pesado o simplemente alguien se rompe una pierna y hay que traerlo de vuelta, sin trineo seria muy complicado o imposible. Con respecto a las tiendas no se muy bien para que las usariamos, porque con las dos no entramos todos, si son realmente utiles al menos llevaria una.

El tema de las armas todas las que podamos con municion extra. tambien llevaria aparte del calzado al menos dos trajes de recambio.

Puesto que sabemos que hay un saboteador al que le gusta complicarnos la vida, cada uno se hara responsable de los objetos particulares que llevemos esten en perfectas condiciones. El material comun lo revisaremos en los momentos previos a la partida para no darle opcion a actuar. Lo mismo haremos con el oxigeno, le daremos una bocanada a cada botella para asegurarnos que es respirable.

No hace falta recordarlo, aun asi esten atentos a cualquier movimiento sospechoso.

Lo que comenta de la radio, Sra. Menez, el Sr Pooster y yo hemos llegado a la conclusion de que no querian construir nada, simplemente estarian curioseando sin saber para que servia.

Haciendo memoria recuerdo que cuando lei el libro de las aventuras de Gordon Pym se mensionaba la palabra Tekelili y de que les daba mucho miedo a los salvajes el color blanco. Pero no se como se realciona este hecho con lo que estamos viviendo.

- Según Dyer, "tekelili" ,o como quiera Dios que se pronuncie eso, era lo que los carambolos parecían decirse unos a otros. Pero también cuenta que esos peligrosos Soggoths eran capaces de imitar el sonido para atraerlos y ...-Hizo un gesto de pasarse el dedo pulgar por el cuello cual cuchillo de barbero y sacar la lengua. No acabó la frase pues ya todos podían imaginarse ea qué se refería. ¿Así que también salía la palabra en el texto de Gordon Pym? La verdad es que ese volumen no lo había leído. De ahí podía haberlo sacado entonces Peabody.

Alex permaneció en silencio un buen rato, distante en espíritu aunque físicamente compartiera el espacio con los demás.

Como algunos sabrán, no voy a acompañarles. No les serviría de ninguna ayuda, incluso podría resultar sumamente perjudicial, y no solo para mi... - su voz temblaba visiblemente, debido a una intensa emoción. Parecía más fuera de si incluso de lo que ya se había convertido en habitual - Quisiera confesarles... - hizo una pausa, larga, eterna, ahogado por la angustia - fui yo, yo, quien estropeó la perforadora... - no pudo seguir. Ni siquiera notó el estupor que sus palabras habían causado, ni oyó los gruñidos de indignación, ni los insultos entredientes. Estaba destrozado, y no acertó sino a gemir desconsolado mientras enterraba la cara entre sus manos - Lo siento, lo siento tanto... - calló de rodillas, sin despegar las manos de su rostro.

Era evidente que hacía enormes esfuerzos por tranquilizarse, y al cabo consiguió dominarse lo suficiente para proseguir.

Sé bien que es algo imperdonable, no dejo de pensar en ello. Lo lamento especialmente por el Sr. O´Doul - hizo una nueva pausa, aún de rodillas - Sé bien que no podrá perdonarme, ninguno de ustedes. Pero no podía dejarles ir, sin saber si volveremos a vernos, con este rastrero secreto en mi conciencia. Y tal vez puedan comprender, entiendan... - continuó, dirigiéndose a sus compañeros, que habían dado un paso atrás para hacer un círculo a su alrededor, quizá para alejarse del hombrecillo, por si su locura fuera contagiosa - Mi padre, mi padre me habló. Me advirtió que no siguieramos excavando, ¿saben?. Solo quería salvar sus vidas, las de todos. Ahora sé que fue un error - prosiguió, desolado - y haré lo que sea por enmendarlo. Nada tuve que ver con los otros sabotajes, creanme. Deben seguir buscando al enemigo oculto, quizá solo espera una oportunidad...

Como si se hubiera librado de un enorme peso en su conciencia, se levantó por fin, y dirigiéndose a Moore declaró:

Aceptaré disciplinadamente cualquier castigo que decidan imponerme, como es natural. Quizá deberían encerrarme... - concluyó - ni siquiera yo puedo fiarme de mi mismo, no sé nunca cual será mi siguiente pensamiento. Ellos..., ellos me hicieron esto, le hicieron esto a mi mente. Eso es a lo que se enfrentan, este es el terrible resultado... - terminó, con honda pena en la voz, y permaneció a la espera, sin desviar la mirada del suelo.
 

Me cago en la puta, dijo Miles en voz baja para luego gritar. ¡Primero parecen todos locos hablando de carambolos y mierdas, ahora resulta que están locos de verdad! ¡Si serás cabrón!

Había ido adelantándose y ahora tenía cogido por las solapas a Peabody mientras le sacudía con la cara muy cerca de la suya.

Todo el rato con nosotros intentando arreglar el estropicio... ¡Cínico! ¡Bien apesadumbrado que parecías! ¡Estarás contento, hijoputa!

Menez no daba crédito a la confesión de Peabody. ¿Aquel que había luchado tanto por encontrar al saboteador durante la travesía en el Gabrielle se había vuelto tan loco como para hacer lo mismo? Sin embargo sus palabras sonaban muy cuerdas ahora. Se acercó con calma hacia él.

- Por supuesto que no volará con nosotros.- Tan pequeña y bajita como era, Menez golpeó la mejilla de Peabody con su mano enguantada en la manopla.- Traidor...- Estaba rabiosa. Había confiado en él. ¿Por qué ahora iban a creerle cuando decía que no había sido él el que manipuló el oxígeno? Miró a Pooster con todo el dolor de su corazón para luego dirigirse a los demás ya más calmada.- Revisemos el oxígeno y luego todo lo demás...- Dijo desanimada. Era el golpe más fuerte que le habían dado después de la muerte de Kleiver.- Deberíamos mantenerlo encerrado de alguna manera.

Tranquilo Miles, ya nada puede hacer, ahora me giro y me encaro a Peabody, Suerte tuvistes de no tocar los aviones, porque Miles seria el menor de tus problemas. Cuando de repente... zas... una torta, nunca pense que fuera tan rapida Menez, parece realmente fuera de sus cabales.

Me sorprenden sus actos de saboteador con los de total colaboracion que demostro al investigar la radio. quizas lleve razon y alguien le manipulo la mente y este arrepentido, aun asi es muy peligroso dejarle sin vigilancia, aun encerrado.

Observo las caras de sorpresa de mis compañeros y no se como se van a tomar lo que les voy a decir. La mejor forma de tenerlo controlado es que se venga con nosotros, no me fio que a la vuelta le haya dado por quemar el campamento, asi si le entran ganas de liarnosla le pondriamos remedio. Miro de reojo a Sutton y recuerdo el incidente con Abernale en el psiquiatrico Todos juntos para lo bueno o lo malo.

Miles, longfellow, tenemos mucho trabajo ahi fuera, vamos a revisar los aviones al milimetro. Y esta vez si miro con dureza a Peabody, Como descubra que has tocado mis aviones vuelvo y... Contente Pickwell...

El chasquido de la bofetada de Peabody retumbó en la sala. Dirigió a Menez una mirada de profunda humillación y tristeza, y volvió a bajar la vista.

Les juro por mi vida que no he tocado nada más, aunque sí admito haber pensado en que los aviones no despegaran. Pero en lo que a mi respecta, están intactos - musitó por fin, llevándose inconscientemente la mano al rostro enrojecido y respondiendo así a Pickwell. No se atrevía a mirar siquiera a Miles - El oxígeno, desde luego, no fue manipulado; es evidente que se trató de un error. Sin embargo, hay un saboteador..., que seguramente tratará de aprovechar la dificultad extrema de las situaciones a las que se enfrentarán a partir de ahora. Deberían..., deberían tener cuidado... - continúa, con un hilillo de voz.

En cuanto a acompañarles - prosiguió, balanceando la cabeza ligeramente- Tendrían que dejar a alguien a mi cargo, permanentemene. No podrían confiar en mi para ninguna tarea, bien lo sé, por sencilla que fuera. Hagan lo que crean oportuno... - terminó, con tono enronquecido y cansado.
 

Hirsch había estado pensando en sus cosas hasta que el asunto amenazó con salirse de madre. El bofetón resonó por toda la tienda, el tazón del eterno caldo que Peabody no había probado se había volcado y el líquido grumoso manchaba ahora mesa y suelo, donde los bordes comenzaban a congelarse lentamente.

El médico se levantó y se interpuso entre el mundo y Peabody.

No vuelvan a tocarle. He dicho que no le toquen. Le temblaban las manos, pero parecía determinado a batirse según las reglas del marqués de Queensbury con cualquiera que pretendiera volver a sacudir al tímido mecánico.

Maggie fue uno de los que estuvieron a punto de cruzar la cara de Peabody, en este caso parecía decidida a usar la culata de su escopeta recortada, que siempre andaba a mano, pero la intención de hacer uso de herramientas para su propósito (había perdido unos segundos preciosos) acabó por obligarle a abortar su desahogo, so pena de cruzarse con un anciano pero vigoroso alienista inglés.

Maldito. Maldito seas. Tenía lágrimas en los ojos. No habiendo perros en la ecuación, esas lágrimas de rabia parecían fuera de lugar en la guía polar. Muy revelador.

En la mirada de Moore, al conocer la revelación, había asomado esa cualidad de reptil que tomaban la rabia y el desagrado en él. Pero esa inmovilidad de lagarto cedió rápido a las consideraciones prácticas.

No. No viene con nosotros. La razón de su elección, al igual que la de todos ustedes, era la confianza, que ahora ya no existe. Jamás le llevaría. Se quedará usted en el campamento de la Barrera. En su lugar vendrá la señorita Withston. No para de molestarme con sus peticiones, y creo que con su trabajo se ha ganado un puesto en el avión.

Las paredes del lugar donde se encontraban todos reflejaban el conflicto, de frente y de perfil, entre las sombras de los quinqués que se habían encendido para dar más luz en aquel asunto del equipaje de los aviones. Pero la llama la había devorado por completo Peabody, focalizando la atención en su traición.

Nandan estaba muy nervioso. Sabía que en breve llegaría papá y tenía ganas de verle. Necesitaba que le reconfortara un poco después de sus pequeñas crisis de apatía. Por otro lado, la excitación de al fin poder montar de nuevo en uno de aquellos majestuosos aparatos voladores —esta vez colocándose el cinturón— le embargaba y tardó un rato en darse cuenta de la gravedad del asunto. 

Aún con las listas de equipo en la mesa, donde se encargaba de poner cruces en lo que iban a llevar o no, el chico allá donde miraba no encontraba más que respiraciones por la boca y ramos de venas hinchadas en las sienes. Era la expresión de la incredulidad y la rabia, descargada contra el traidor de Alexander. Nan no iba a decirle nada a aquel hombre pues en sus sueños premonitorios él le ahogaba una y otra vez en el agua helada... Ya hacía tiempo que sabía que no era alguien de fiar, pero nunca creyó conveniente contárselo a nadie. Él era un simple imberbe que carecía del brazo protector de Starkweather Senior en el Campamento Lake. Seguro que su padre sabría qué hacer con Peabody.

—Seguro que mi padre cómo reaccionar ante un traidor. Cuando llegue ya se encargará de solventarlo todo. Ya lo verán.—evitó enfrentar su mirada de ojos grandes con la cara de batracio malhumorado de Moore, y no lo dijo en voz demasiado alta, pero sí lo suficiente para que se oyese.

Su lápiz de carboncillo hizo una raya lenta, grande y larga tachando el nombre de la lista de expedicionarios del Weddell: Alexander Peabody.

Nandan, Moore reparó en el chaval, haga el favor de presentar mis respetos a la señorita Withston y dígale que la esperamos aquí. Cuando venga seguiremos nuestra reunión.

Si él no viene, yo tampoco voy. Pensó, por una vez, lo que iba a decir. Me responsabilizaré de su vigilancia. Al fin y al cabo no se me ha perdido nada ahí, ya que no vienen los perros. Yo soy especialista en perros. ¿Para qué me quieren? Llamen a Sikes, a los Sorensen o a cualquier otro. Nos sobran los guías polares.

Nandan tardó muy poco en volver con Whitston. Ella entró e interrogó a los presentes con la mirada. ¿Si? Estoy muy ocupada. Apestaba a carambolo. ¿Qué pasa?

:D

Take it easy! Nada grave ni relevante. Sólo que la chica le ponía cachondón. Así que eso le ha hecho a Nandan verla un poco del mismo modo. Cosas de adolescentes.

Orgelfinger era el único componente de la expedición cuya edad se acercaba a la de Nandan. Era, sin duda, un cerebro privilegiado; de esos chicos que tienen una carrera muy pronto y que pasan demasiado tiempo con adultos. Ahora, tras haber conocido (y puede que superado) el horror, parecía echar de menos lo que nunca tuvo: una conversación sencilla, típica de adolescentes. Y eligió como interlocutor a Nandan. A quién si no. Tenía, como todos, varias costras y cicatrices provocadas por el frío. Le enseñó a Nandan una especialmente grande que tenía en el brazo.

Fue el otro día, estuve un rato apoyado contra el poste de la antena, ya sabes, de metal. A pesar de la ropa casi me quedo pegado ahí. El doctor Green me echó una bronca... ¿Quieres que te traiga café? Parece que te has dado unos buenos golpes. ¿Qué te pasó? El otro día vimos a tu padre con el telescopio. Apenas unas motitas en la ladera del Nansen, pero parecía que estaban todos. Los conté.

Entre frase y frase lanzaba miraditas a Charlene. Tenía pinta de estar bastante enamoriscado.