Partida Rol por web

A pesar de haber podido localizar la puerta del túmulo, no les resulto nada fácil abrirla. Todos se tuvieron que esforzar para lograr salir al exterior. El alivio y alegría que todos sintieron cuando lograron por fin, salir fuera y respirar aire fresco bajo los rayos solares, compenso con creces el esfuerzo y mejoro notablemente el humor de todo el grupo. Lo habían conseguido, pero tras descansar unos instantes y reponer fuerzas, tocaba terminar con el tumulario, para que en el futuro no pudiese hacer daño a otros viajeros.-¡Logramos salir de la tumba! Pero aun no hemos terminado, tenemos que hacer los viajes que sean necesarios, para dejar todo el tesoro bajo el sol. Y así terminar con esta amenaza de una vez por todas. Se que ahora da pereza y hasta recelo, tener que volver hasta lo más profundo de la tumba, pero no hay otro remedio. Cuando todo el tesoro este bajo el sol, habremos terminado y podremos descansar, y elegir un par de cosas cada uno. Ahora lo urgente es sacarlo aquí fuera.-Y se encamino a realizar el primero de los muchos viajes que serían necesarios para sacarlo todo bajo el sol. 

En un abrir y cerrar de ojos Tatharina había conseguido insuflar fuerza en su admirado amigo enano. Casi sin pensarlo, de manera totalmente intuitiva. No tuvo tiempo ni de sorprenderse pues los rayos del sol y la brisa fresca se llevaron toda su atención. Dejó que el resto de sus compañeros salieran a la explanada y, una vez hubieron salido todos, hinchó sus pulmones hasta que le dolieron y dejando escapar un largo suspiro. -¡Aaaaaaaaaaaaaah! No cabe duda de que una tumba no es un lugar para los vivos.

No le dio tiempo ni a sentarse que Rilwen ya estaba metiendo prisa al grupo. Tatharina quería acabar con el tumulario tanto como los demás, pero cierto era que no tenía ninguna gana de volver ahí abajo. Será mejor que nos lo quitemos de encima, ya descansaré luego. Además, creo que soy quien está mejor de forma ahora mismo. La beornida echó la vista atrás buscando unos últimos segundos bajo la luz dorada del gran astro esperando que eso le diera fuerza. - Vamos a por esas baratijas que tan celosamente guardaba Hir Rusark.

Gallind salió al exterior. Sintió los rayos del sol en su blanquecina piel. Cerró los ojos y respiró suavemente, aliviado. -  Se siente bien estar fuera. - No pasó mucho tiempo, Rilwen volvió a entrar tras sentenciar duras y firmes palabras. Siempre había sido una chica muy activa. Y rara vez perdía de vista su objetivo. Sin embargo, Gallind, era algo más contemplativo. - Se que es lo que debemos hacer. Pero me pregunto... si hacemos lo correcto. - Miró al resto y se apoyó en su cayado. Contempló melancólico la entrada. Por un momento sintió pena por el destino de aquel hombre. Aunque mucho daño les hubiese causado, en el fondo seguía siendo un noble ancestral que gobernó sabiamente sobre su pueblo. Su tumba fue corrompida, pero su gente no hubiera construido semejante morada si no fuese amado en vida. Dedicó una corta pausa a su memoria, y unos metros detrás de Rilwen, sosteniendo firmemente su cayado, se dispuso a entrar.

Una vez estuvo en el exterior, Gláin soltó un ensordecedor grito de triunfo.

- Por un instante llegué a pensar que nunca conseguiríamos escapar de ese horrible túmulo - dijo, mientras se dejaba bañar por los rayos de sol - sobre todo cuando nos enfrentamos a su oscuro y poderoso habitante, y tanto el elfo como yo fuimos abatidos de un solo golpe -

El enano miró hacia la puerta por la que acababan de salir. Quedaba todavía una última tarea que llevar a cabo. Una sencilla, pero complicada al mismo tiempo, pues implicaba volver a internarse en aquellos túneles, y en aquella cámara maldita, para extraer de ella el tesoro que la criatura había acumulado. Pero también era una tarea esencial, pues era la única forma de poder acabar de forma definitiva con aquel monstruo.

- Acabemos con esto lo antes posible. Después, podremos descansar mientras almorzamos algo -

Tras esta palabras, el guerrero se internó de nuevo en la gruta. Tenía el ceño fruncido, pues no le gustaba dicho lugar. Solamente el deber, y su honor, hacían que se mantuviera firme en su empeño.

Tolman puso todas sus fuerzas y un poco más en el intento de abrir la puerta, parecía que iba a desmayarse por el esfuerzo mientras notaba como la sangre se agolpaba en su cabeza por hacer tanta presión. Pero la puerta cedió, no sin trabajo, pero estaban libres.- ¡Por fin!¡Nunca me había sentido tan bien y tan libre!¡Oled eso!- Salió con velocidad al exterior e hinchó sus pulmones de brisa fresca y olor a campo.- Esto es vida, y justo para el desayuno. Acabemos que no se vosotros pero a mi en unos cinco minutos mi estómago me va a recordar lo poco que he comido en estas horas.- Volvió dentro y esta vez con mayor cautela rebuscó entre el tesoro para seleccionar lo que quería quedarse, no era fácil dada la cantidad de cosas que había pero ayudaba el hecho de que no todo estaba hecho para los hobbits, eso sumado a que algunos ya habían tomado decisiones sobre su parte del botín le facilitaron un poco las cosas. 

Finalmente tras pensarlo bien se decidió.- Esto y esto. Ojalá pudiera ser más pero bueno habrá que conformarse, no queremos ser víctimas de una maldición.- Dijo guiñando un ojo a Gallind.- Y ahora...¡A desayunar!

Tras extraer todos los objetos, y sonriendo al comentario de Tolman, se aproximó a la puerta. Arremangó sus vestimentas para dejar libres sus antebrazos. Sacó de uno de sus bolsillos el pergamino. Se puso frente a la entrada con su espalda al sol y su mirada hacia el interior de la morada. Y a viva voz entonó con un gentil acento las palabras mágicas.- 

¡Fuera, frío tumulario!

¡Deja estas tierras luminosas!

Mar y estrella, tierra y viento.

¡Que se acabe tu tormento!

Al final fuisteis entrando de nuevo en el túmulo, aunque alguno había reticente a ello. Sacar el tesoro afuera, elegir algo para cada uno, abandonar este horrible lugar y buscar un sitio tranquilo para desayunar. Eso era lo que íbais a hacer en las próximas horas. Ninguno se preocupó de pensar que ahora mismo estabais perdidos en las tierras salvajes, ya que eso no importaba en este momento; más tarde ya pensaríais en ello.

Poco a poco fuisteis sacando los cofres, armas y armaduras de la tumba y amontonándolos por el suelo. Cada vez que entrabais se os ponían los pelos de punta, ya que la maldad del sitio aún persistía en el interior. Tardasteis unas pocas horas, pero al final todo lo que había de valor estaba bajo la mirada el astro rey. A las palabras del elfo sobre si Hir Rusark fue un buen gobernante, el enano respondió, ya que tenía algunos recuerdos de el tumulario. En vida fue un déspota y un adorador del mal, y la tumba se hizo con el sudor y la sangre de sus vasallos oprimidos. Al final fue asesinado y sus adeptos lo enterraron junto a su madre Remora y sus dos seguidores más fieles. El pacto que tenía que el Nigromante hizo que se levantara de la tumba, al igual que sus dos servidores. Su madre, que no era malvada, logró permanecer en su eterno descanso.

Cuando todo estuvo listo, con los tesoros esparcidos por los alrededores, Gallind se acercó a la entrada y recitó las palabras mágicas que había en aquel extraño pergamino. La magia fluyó poderosa hacia el interior. En el aire resonaban voces élficas canturreando una letanía que terminaba con lo dicho por Gallind. Todos entendíais lo que decían esas voces, aunque sabíais que era un idioma ahora olvidado hace tiempo.

"¡Fuera, viejo tumulario!

¡Desaparece a la luz!

¡Encógete como la niebla fría,

llora como el viento en las tierras estériles,

más allá de los montes!

¡No regreses aquí!

¡Deja vacío el túmulo!

Perdido y olvidado,

más negro que las tinieblas,

quédate donde las puertas están cerradas para siempre,

hasta los tiempos de un mundo mejor.

¡Fuera, frío tumulario!

¡Deja estas tierras luminosas!

Mar y estrella, tierra y viento.

¡Que se acabe tu tormento!

A estas palabras respondió un grito y una parte del extremo de la cámara se derrumbó con estrépito. Luego se oyó un largo chillido arrastrado que se perdió en una distancia inimaginable y en seguida silencio. El túmulo se había colapsado en muchos puntos y la entrada había quedado bloqueada para siempre. Vuestro júbilo fue inmenso y justamente el sol refulgió con más fuerza si cabe sobre vosotros, calentando vuestros cuerpos.

Anduvisteis unos metros para desayunar, ya que estabais desfallecidos y no querías comer enfrente de la tumba del tumulario. Después, antes de partir, elegiríais un par de cosas cada uno, para no terminar con una maldición encima. Alrededor vuestra había más colinas y alguna piedra vertical suelta por aquí y por allá. Habíais perdido el sentido de la orientación y no sabíais dónde estaba el sendero que seguíais el día anterior; porque había pasado solo un día, ¿no? Os sentasteis en la fresca hierba y sacasteis algo de comer para ganar fuerzas. Después pensaríais y miraríais qué hacer y a dónde dirigiros.

De pronto, de detrás de una colina, a unos cuantos cientos de metros, apareció un tipo montado en un gran caballo blanco. Esa figura ya la conocíais. Se trataba del barbudo mago gris, ese tal Gandalf, que siempre aparecía y desaparecía misteriosamente. Su gran gorro picudo y un largo cayado también eran su santo y seña. Se acerca trotando hasta quedar junto a vosotros y de un salto baja ágilmente del caballo. Está en forma para ser tan mayor.

-"Mis saludos viajeros, me alegro de veros. Primero perseguís a unos trolls y ahora os encuentro a las puertas de un túmulo antiguo. He sentido la magia de un conjuro muy poderoso y eso ha hecho que finalmente os encontrara. Parece que habéis escapado por muy poco, viendo vuestras heridas. Un amigo mío me avisó de que un grupo de jóvenes valientes se dirigían a buscar a Imledair y se iban a adentrar en las tierras salvajes. Supuse que érais vosotros. Anoche estuve en Bree interrogando personalmente a esos dos bribones de Nat y Gil y saqué varias conclusiones. Quería salir en vuestra busca para deciros lo que había averiguado pero una tormenta portentosa hizo que me retrasara hasta esta madrugada, que es cuando finalmente salí. Tengo que admitir que ese túmulo está fuera de la zona habitual de esas criaturas, la verdad. No sabia que había uno tan cerca de Bree."

Después de hablaros, os empieza a curar con su magia, cerrando vuestras heridas y devolviéndoos las fuerzas perdidas.

-"Buen trabajo Tatharina, veo que vas mejorando. Aquí tienes una pequeña alforja con plantas medicinales, que seguro que te vendrán bien." Le dice a la beórnida. "Habéis hecho bien en sacar el tesoro y esparcirlo por los alrededores. ¡Y espero que no hayáis cogido más que un par de cosas! Si no la maldición del tumulario os perseguirá hasta que logre consumiros. Estos objetos que escojáis serán vuestra recompensa por vuestro valor y recordatorio de este día." Dice solemnemente.

-"Bien, si ya estáis listos y habéis cogido un par de objetos, tenemos que partir. Os habéis desviado un poco hacia el sur, siguiendo el rastro de ... no de bandidos; y no nos conviene permanecer en estas tierras de noche. Iré con vosotros un rato, ya que mi camino me lleva en vuestra misma dirección." Dice empezando a andar hacia el norte.

Mientras le seguís hacia el norte, hacia el Gran Camino del Este, Gandalf os relata historias de la zona para amenizaros el camino. Dentro de poco será mediodía.

-"En cuanto a vuestra misión, yo mismo he espiado y eludido un puesto de vigilancia de los bandidos un poco más hacia el este, en el bosque del antiguo reino de Rhudaur. Os diré cómo es la zona, para que os hagáis una idea y os daré un mapa. Os recomiendo que sigáis el Gran Camino, acampando a poca distancia. ¡Y aseguraos de no estar cerca de ninguna piedra erguida al caer la noche! Mientras tanto, hablando de Rhudaur. ¿Habéis oído hablar de la princesa rhudariana Dorrit? Era tan hermosa que tenía que hablar con sus pretendientes desde detrás de una pantalla para no cegarlos con su belleza."

Los seis seguisteis al mago hasta que el atardecer cayó sobre vosotros e hicisteis un alto en vuestra marcha. Al fondo, detrás de un pequeño bosquecillo, se veía el Gran Camino. Preparasteis una fogata y el campamento para pasar la noche en el punto que decidió Gandalf. Al parecer, el mago os iba a poner en la dirección correcta para atrapar a ese Imledair Corazón Negro, pero no os iba a acompañar, tenía otros asuntos que atender. Ya sentados frente a la hoguera, todos os mirasteis unos a otros sintiendo que la aventura no había hecho más que comenzar.