Partida Rol por web

Una figura recubierta de acero y titanio reforzado cruzó la sexta avenida a veinte metros de altitud. Su velocidad era tal que los cristales de los edificios temblaron de expectación. 

Los halcyonitas, acostumbrados a tales espectáculos, no le dieron mayor importancia. Halcyon City era la Ciudad de los Héroes y lo preocupante, después de todo, era no ver a sus campeones velando por ellos. 

El impertérrito semblante del guerrero volador no daba una idea de la batalla que se libraba en su interior:

-... a la izquierda, mantén el sol a la izquierda. 

-Papá, la armadura tiene un navegador...

-No digas tonterías: si dependes demasiado de sus sistemas acabaras siendo vulnerable... a proposito, tienes un mensaje de tus amigos. Nada personal, creo que es un H5-Indigo.

-Un... ¿que? iPapá, te tengo dicho que no toques mi móvil!

-Por el amor de Dios, Kenji, ¿todavía no has memorizado la Matriz de Amenazas? El eje de las X es para Tipología, las Y es para Intensidad y la Z, localización. Es algo muy simple y con diez niveles para cada eje solo tienes mil posibilidades que recordar: ¡la tabla periódica de los elementos del siglo pasado era bastante mas compleja!

H: Actividad Metahumana no Registrada.

5: Entre 10-50 elementos hostiles. Civiles implicados.

Indigo: Radio de 5 kilómetros.

En la tarde del sábado 12 de mayo,  el monorail de la línea 38 se saltó tres paradas seguidas para desmayo de un montón de ciudadanos ansiosos de llegar al centro. Todo esto pasaba desapercibido para tres adolescentes sentados en el último vagón.

-Es coña, ¿no? ¿En serio le dijo eso?

Sábado, hora de relajarse y disfrutar. Ahí afuera había suficientes héroes para mantener la ciudad segura.

La Red de Transporte público de Halcyon City era las venas por las que circulaba la sangre multicolor de la ciudad: taxis, autobuses, metros, trenes de cercanías, riksaws e incluso coches de caballos transportaban a la multitud en un interminable ciclo frenético. 

El monorail 38 dejó atrás una estación indignada llena de puños en alto y juramentos en una docena de idiomas pero a bordo de sus vagones el panorama no era más halagüeño.

-Lo que oyes: delante de toda la clase.

Había empezado en la cabina. El asistente del conductor había sufrido algún tipo de crisis nerviosa y había atacado al conductor. A continuación , salió de la cabina aullando como un energúmeno y los ojos brillando como ascuas. Atacó a un pasajero, luego a otro. No les mordió ni les agredió físicamente, simplemente les sujetó con fuerza y de repente dejaron de luchar. Los ojos de las víctimas empezaron a brillar.

Y se desató el pánico.

-Chicos, creo que tenemos un problema ahi delante.

Angus, Willow, Hector: estáis en el último vagón. No lleváis vuestros uniformes. Podéis ver el caos desatado en los vagones delanteros con los pasajeros luchando y gritando.

Warhead, te encontrabas sobrevolando la ciudad cuando te ha llegado un mensaje de alarma de tus compañeros. Te dirijes hacia el monorail desde el oeste.

El monorail circula a unos 50 km/h a 12 metros sobre la calle. 

Un montón de pasajeros medio locos trataban de llegar hasta donde estaban ellos. —Chas, Willow, sacadlos de aquí, que os cubro —dijo Héctor, mientras se levantaba y se marchaba hacia el extremo del vagón. Según avanzaba, sacó de su bolsillo la máscara de luchador y se la puso sobre la cabeza. Movió los brazos adelante y atrás, calentando. Chasqueó las vértebras del cuello y mostró los dientes en una sonrisa lobuna que se convirtió con rapidez en una mueca feroz.

—¡Venga, huevones! ¡Enséñenme lo que saben haser! —dijo el Toro, dándose un tremendo golpe con el puño en el pecho. Después, arrancó un par de asientos de sus amarres en el suelo, para usarlos como escudos y como armas acolchadas con los que mantener a raya a los tipos que trataban de meterse en el vagón.

Tras enviar un mensaje por el grupo de whatsapp titulado BLITZ SQUAD seguido, y precedido, de varios emojis guardó el móvil en el bolsillo trasero de los shorts y se incorporó de un salto. En el último vagón del monorail solo se encontraban ellos y una señora de mediana edad abrazando asustada a su hija. Miraban con pánico el siguiente vagón del que venían sonidos de golpes, rugidos y otros indicadores de que se acercaba peligro. Se acercó a ellas y dijo:

 - No os preocupéis, ¿veis al chico de la capucha?. - Señaló a Chas. - ¿Le conocéis? Se hace llamar Chas y es un superhéroe que se encargará de sacaros de aquí y poneros a salvo. - Flexionó las rodillas y se agachó frente a la pequeña. - Mira. - Abrió las manos a la altura de la cara y le mostró las palmas vacías. Hizo un juego de manos a la altura de los labios, murmuró unas palabras ininteligibles y por arte de magia sacó un osito de peluche del puño y se lo ofreció a la niña. - Toma. ¿Por qué no vais con él? - Añadió un poco preocupada para sí misma, con aquel hechizo no había invocado algo de la nada, sino que más bien lo había tomado prestado. Y cuando decía prestado quería decir robado, pero no sabía ni de dónde ni de quién.

Probablemente había tomado una buena decisión acercándose ella a los civiles, de haberlo hecho Chas por su cuenta con sus pintas de macarra y el color de su piel quizá las hubiera asustado más. Mientras tanto Héctor corría por detrás de ella aventurándose al peligro...

La pequeña cogió el maravilloso y hurtado osito de peluche y sonrió, ya no parecía tan asustada. Por otro lado su madre asintió confiando en las palabras de Willow y fue con la cría junto a Chas.

- ¡Chas te dejo el resto a ti! - Dijo apresurada por seguir los pasos de Héctor, esta vez le cubriría, mantendría el control sobre sus poderes y todo iría bien. O al menos eso se repitió una y otra vez a sí misma...

Al cruzar al siguiente vagón

NdM: No puedes cruzar, El Toro está reteniendo a los malos. Lo dejamos como está pero sin moverte del sitio. 

se detuvo por unos instantes y cerró los ojos, concentrándose. El contorno de su cuerpo fue distorsionándose progresivamente desde los pies a la cabeza, reemplazando la ropa de civil por la de súper *, causando un efecto similar al de Sailor Moon pero un poco más heterosexual. La piel palideció, venas oscuras se marcaron por el cuerpo -sobretodo por el rostro- y el pelo se volvió completamente negro. Entre las manos también apareció su grimorio.

— Maldita sea... — Dijo Chas cuando vio lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Vale que siempre era un gusto ver salir a Toro a montar fiesta, pero el plan de hoy era cojonudo. Negó con la cabeza justo cuando Willow se acercó a la mujer e hija. Ya con estas a su lado miró la transformación en Bool y no pudo reprimir un comentario que tanto una como otra pudieron escuchar.

— Me encanta cuando se pone rollo gótica... En fin... — Tendió ambas una mano a cada una y sonrío guiñando un ojo a la niña pequeña. — Podéis daros la mano vosotras si queréis... Solo será un... Chas. —

En ese momento exacto, justo cuando el muchacho iba a realizar la teleportación vió pasar a Warhead a toda velocidad hacia la parte frontal del tren. Aquello provocó que perdiera su foco... mal momento, sin duda.

A medida que se acercaba al extremo del vagón, los primeros pasajeros poseídos comenzaron a colarse por las puertas. El Toro empujó al primero con una de las sillas, tirándolo al suelo. Al siguiente le dejó sin resuello golpeándolo en el estómago y haciendo que se quedara de rodillas, tratando de encontrar aire que meter en sus pulmones.

—¡JA! ¡Venga! ¿Eso es todo lo que tienen?

Desgraciadamente, no era lo único que tenían. Tenían muchos más pasajeros.

Más y más pasajeros comenzaron a colarse en el vagón y aunque El Toro estaba consiguiendo mantenerlos a raya, cada vez estaba asumiendo más riesgos. A uno que estaba a punto de pasar le tuvo que empujar con el hombro y, una vez perdió una de sus sillas, empezó a dar patadas a lo Leónidas frente al pozo de tirar mierda de Esparta. Poco a poco la marea de pasajeros aumentaba y era cuestión de tiempo que uno lograra echarle las zarpas encima más de unas milésimas de segundo.

—Recibido, compañeros. Voy a tratar de detener el tren antes de que llegue al final del trayecto.

Warhead aumentó la velocidad, feliz de enfrentarse a una amenaza real y no al coñazo de autoescula para armaduras de combate de su padre.

—Sé lo que estás pensando, hijo mío —sonó la voz de Sean O'Donnell—: "voy a plantarme delante del monorrail y voy a frenarlo con la potencia de mis repulsores..." Yo también caería en la tentación pero, ¿sabes qué fuerza aplicar para evitar hacer descarrilar al convoy?

Kenji dio la callada por respuesta.

—Deberías introducirte en la cabina y ver si todavía hay alguien a los mandos. El monorrail tiene un pedal de hombre muerto, un dispositivo que dispara una alarma y frena el vehículo automáticamente si no es pulsado con cierta frecuencia. Si el tren no se ha parado igual es porque alguien o algo está pisando ese pedal.

El chico guardó silencio unos segundos antes de volver a comunicarse con sus compañeros.

—Creo que frenar el tren por las bravas sería peligroso, chicos. Hay demasiada gente dentro. Voy a entrar en la cabina y ver si puedo tomar el control y detenerlo de manera más ortodoxa —sí, Kenji hablaba a veces como un señor de cincuenta años; tanto ir de un lado para otro le había impedido aprender el lenguaje de los jóvenes de ningún sitio en concreto.

Chas desapareció con la mujer y su hija. Se había fijado en el edificio Killgrave como un buen lugar para dejarlas. Apareció en su azotea con un chasquido y la mano sobre el hombro de la mujer. Notó un segundo demasiado tarde que la niña no estaba con ellos: ¡se había materializado en el aire a diez metros de la azotea!

Forzando al máximo sus poderes de teleportación, Chas se proyectó en el vacío para recoger a la niña y volver a la azotea para reunir a una madre y su hija pálidas como cirios. Todo duró apenas diez latidos de corazón pero acabó bien. Al menos, para Chas:

-¡Monstruo! ¡Asesino! ¡Casi nos matas! ¡Mi hija tiene una enfermedad del corazón!

Chas enrojeció violentamente.

-¡La gente como tú debería estar en la cárcel!¡Vais por ahí sin ningún control y no causáis más que problemas!

La señora no se ha tomado nada bien tú rescate casi perfecto. Está intentando subir tu Peligro y bajar tu Salvador. Si quieres resistirte, tira e interpreta el resultado. Si aceptas su palabra, ajusta tus etiquetas y vuelve avergonzado a lo que estabas haciendo (si es volver al monoraíl, te llevará un rato).

Por cierto, marca Potencial. 

Los pasajeros de ojos rojos no eran rival para El Toro pero eran muchos y se estaba conteniendo para no hacerles daño. Notó que Bool se acercaba a su espalda y ese segundo de distracción le costó un revisor con los ojos en llamas poniéndole las manos al cuello. 

A su espalda, Bool invocaba las energías arcanas tal y como Azorath le había enseñado. Su alma era un enorme depósito de agua que debía vaciarse poco a poco, evitando que se descontrolara...

Bool, tira Cargar Energía (2d6 a pelo) para preparar tu magia. Describe cómo lo haces. 

El Toro, tira Recibir un Golpe Brutal. 

Warhead se puso a la altura de la cabina.

El conductor de ojos rojos le ignoró: parecía estar hablando con alguien a quien sólo él podía ver. Los sensores de la Mark 8 no detectaba otras formas de vida allí dentro pero sí cierta perturbación energética dimensional, algo que no era habitual en un monoraíl. 

Allí pasaba algo raro. 

El revisor se había agarrado con ambas manos a su cuello y comenzaba a clavarle los dedos en la garganta. Preocupado aún por no dejar pasar a nadie y al mismo tiempo, tratando de no herir a las personas que le atacaban (al menos, gravemente), El Toro agarró las muñecas de su enemigo con ambas manos, tirando de forma salvaje hacia fuera mientras gritaba, hasta que consiguió que le soltara el cuello. El revisor se revolvía, con una mirada de fuego, sin preocuparse del daño que el combate con El Toro le pudiera provocar. Más y más pasajeros se lanzaban sobre él.

Sin soltar aún las manos del revisor, El Toro le puso una pierna en el pecho y le lanzó hacia el fondo del vagón. Después se afianzó en el suelo, movió su brazo derecho y se sacó de encima a un hombre mayor y un joven que le habían tratado de derribar, empujándolos con la mano. Después hizo lo mismo con una mujer y un chavala que estaban tratando de agarrarle del brazo izquierdo.  

Se mantenía aún en pie. Los pasajeros no habían logrado pasar. 

 - ¡Toro, cuidado! - Extendió la mano envuelta por un aura de distorsión y justo cuando iba a pronunciar un hechizo se detuvo. - Frena. - Se dijo a sí misma y recordó las palabras de su mentor. Ahora que ya contaba con la experiencia del combate sabía cuales eran las consecuencias de actuar sin pensar y ésta vez no cometería el mismo error.

Cerró los ojos, extendió los brazos hacía los laterales y se concentró. El Toro podía aguantar un poco más, se convenció de ello y despejó la mente. Si usaba la energía mística de su alrededor de forma incauta solo conseguiría perder el control y empeorar la situación. Sintió como tomaba prestada aquella energía desde la punta de los dedos y como poco a poco recorría todo el cuerpo. Al mismo tiempo las páginas del grimorio, que levitaba enfrente suya, empezaron a pasar aleatoriamente a una velocidad alarmante. Sin embargo no había nada de aleatorio en ello, Bool estaba preparando un hechizo defensivo y para asegurar el tiro optó por recitar aquel encantamiento directamente del grimorio.

- Estoy lista. - Abrió los ojos, ahora oscuros por unas pupilas exageradamente dilatadas a consecuencia de la energía que recorría su cuerpo.

Chas estaba rojo. Ni el sabía muy bien si de vergüenza o de ira. Miró a la mujer y contesto a sus palabras, casi obviando que el tren seguía su camino alejándose con sus amigos en el interior.

— Si quiere podemos volver al vagón señora. Creo que esa gente estará encantada de... lo que sea que tenían pensado hacerles. —

Miró a la niña, quizá debería pedir perdón por el susto... o puede que simplemente debiera irse. Conocía a los de la calaña de la madre. Nunca los aceptarían porque se sabían incapaces de hacer lo que ellos hacían. Envidiosos o temerosos normalmente.

— Lo siento pequeña — Dijo Chas finalmente, aunque apostilló. — Debe ser un peñazo tener una madre así. — 

Finalmente le guiñó el ojo a la niña y se teleportó a la azotea más cercana, preparado para hacer una serie de saltos que le llevaran a la parte superior del vagón del tren..

—Bien, ahora debes...

Warhead cortó la comunicación con su padre. Este no tardaría mucho en volver incordiarle pero, de momento, se había librado del molesto Pepito Grillo.

El conductor daba mucho mal rollo y no quería darle oportunidad de hacer ninguna tontería cuando entrara en la cabina. Por eso se adelantó un poco al tren, se colocó en su trayectoria y se estampó contra el parabrisas cerca de donde estaba aquel tipo de ojos rojos. La idea era entrar reduciendo el impacto para no provocar ninguna herida grave y, al mismo tiempo, quitar a aquel bicho raro de los mandos. No parecía muy complicado...