Partida Rol por web

Las horas se afanan, don Rodrigo, creo que no saben nada más -añadió el soldado Lancho, que había estado escuchando la conversación muy atento-. Tal vez deberíamos batir el terreno antes de que se haga más tarde.

-​Tienes razón, marchemos pues. Adiós buenas gentes y perdonen las molestias- Digo. Una vez nos hemos alejado lo suficiente le digo a Lancho-Vayamos a la ermita, quizás se mueven por ahí esos malechores.-​monto a mi fiel jamelgo y nos ponemos en marcha rumbo a la ermita, esperando que no nos hayan engañado.

Aquel tipo asintio con la cabeza al tiempo que cerraba la puerta; pero él y el resto de curiosos vecinos que asomaban sus miradas por las ventanas no dejaron de hacerlo hasta que desaparecísteis de la pequeña aldea. Lancho encendió una antorcha, y, con ella en alto, fuísteis poco a poco iluminando el camino que iba hacia la ermita de la Virgen de la Fuente. Y que tal camino subía por el monte, pues se decía que estaba a media altura del mismo. Jamás la habías visitado, y es que habían sido contadas ocasiones las que tus pasos habían dado en Bonfortal. El ruido de búhos y alguna que otra alimaña nocturna se oía a veces, entre paso y paso de aquellos dos jamelgos y sus amos.

¿Pensáis que le haya pasado algo al prometido, frey Rodrigo? -te preguntó sancho cabalgando a tu lado-.

-Dios quiera que no les haya pasado nada. Pero raro es que en el pueblo nadie haya visto ni oido nada de semejante comitiva. Pienso lo peor y espero equivocarme. Pero como algún malnacido haya tocado a esas personas puede darse por muerto-respondo a Lancho mientras cabalgamos.-¿Qué pensáis vos buen Lancho?

Yo creo que por desgracia algunos bandidos han asaltado al Hilario, ¿qué otra cosa, sino? -repondió trotando suavemente, antocha en una mano, en medio de unas peñas-. Hacía frío en las tierras de Bonfortal, y el viento os azotaba como hilarante en el rostro y el cuerpo. Los aldeanos no habrán visto nada sabiendo que llegaba hoy, creo yo. Mirad, señor, ¡allí! ¡en la ermita!

Entonces alzaste la mirada y, efectivamente, tras varios minutos de cabalgada ascendente por el monte, visto lo que parecía una construcción de calado blanco, y por eso se veía bien en medio de la noche. Pero aquello no fue lo que el soldado Lancho señalaba realmente... sino lo que había delante del pequeño templo:  varias antorchas se movían rápidamente en mitad de la noche, como delante de la entrada. Varias personas parecían agitarlas de algún modo. No entendíais muy bien aquello, pero enseguida oísteis también un ruido de metal. ¿Acaso estarían luchando entre sí?

Allí hay alguien..., y parecen estar... luchando, ¿qué hacemos, don Rodrigo? -preguntó Lancho una vez que detuvísteis vuestras monturas-. Estábais a unas cien varas del lugar.

-¡Vámos, no hay tiempo que perder!-digo mientras cojo el escudo y saco la bastarda. Acto seguido lanzo a mi jamelgo al combate, esperando no llegar demasiado tarde. No se si será don Hilario, pero alguin está en apuros y debe ser socorrido. - Que Dios misericordioso de fuerza a nuestros brazos y se apiade de los que han de morir. ¡POR SANTIAGOOOOO!

Cabalgaste con el escudo en la mano, y lo mismo hizo Lancho detrás de tí. A medida que subíais en el terreno veíais más cerca los haces de fuego. Eran cinco en total, y luchaban contra alguien a quien tenían rodeado. Ese sujeto vestía encapuchado, al igual que sus opresores. Entonces, una vez en el lugar, tanto tú como Lancho descabalgástais. Tú tomaste el escudo y la espada bastarda que te acompañaba tanto tiempo. Dos tipos se lanzaron contra Lancho y dos contra tí. El quinto seguía hostigando al que ya estaba con ellos.

Me preparo para lanzar un ataque sobre el bandido más cercano y luego paro con la bastarda mientras me cubro el brazo izquierdo con el escudo.-¡Morid perros!¡dejad en paz a ese hombre!-grito para intentar ahuyentar a los bandidos. Luego grito al encapuchado-¿Estáis bien?¡Aguantad un poco más!

Los dos tipos se abalanzaron contra tí, con sus almaradas en la mano, y en la otra las antorchas de fuego. Lancho luchaba contra otros dos, y aquel otro tipo con otro secuaz. Los aceros iban y venían en medio de la noche, pero no parecían estar muy lúcidos.

Le pego al más cercano un espadazo en la cara, partiéndole la nariz y dejándolo, si sobrevive, más feo de lo que ya era. Los ataques de ellos son inefectivos, espero que caiga inconsciente para atacar al otro, si no tendré que seguir dándole una buena dosis de amor de bastarda.-¡Fuera perros!-grito.

Resumen turno 1:

El tipo cayó hacia atrás, conmoncionado por aquel aplastamiento de nariz, que primero se efectuó en rotura y luego en abundante sangrado. Aquella marca, de salir con vida, le estaría esperando al desgraciado para siempre. El susodicho cayó al suelo, hacia atrás, conmocionado, dejando que la antorcha que tenía en la mano iluminara tendida en el suelo.

9 puntos (x2 en cabeza) (sin protección en cabeza): 18 puntos.

El otro tipo miró unos instantes a su compañero malogrado y siguió de la misma manera, cruel y hostil, contra tí. Tu compañero se afanaba de igual manera, al igual que el tipo atacado.

Lanzo un ataque al vientre demi enemigo y un segundo que no lo alcanza. Maldición-pienso, quería acabar con este rápido para ayudar al encapuchado, pero tendrá que aguantar un poco más-¡Lancho aguanta!-grito a mi compañero.

Resumen turno 2:

Aquel tipo se lanzó contra tí un instante antes de que tú hicieras lo mismo. Con su almarada en la mano intentó asestarte dos palmos entre tus prendas, pero sin llegar a hacerlo por bastante. Ello le provocó un pequeño tropiezo antes de reponerse*. Sin embargo, tú le asestaste tamaño embiste que no pudo sortear, y ello le provocó heridas varias y cortantes en el abdomen...

Daño 8 puntos (sin protección): 8 puntos.

Tanto lancho, como el tipo al que atacaban en la noche seguían luchando contra sus respectivos oponentes.

Dejo al tipo en el suelo que se reponga, un caballero que se precie no remataría a un rival en el suelo y en posición de inferioridad.-Más te vale huir-le digo.

Después lo ignoro y voy a ayudar al encapuchado-¡Aguantad!

Me muevo y lanzo un ataque con todas mis fuerzas al brazo de mi oponente.

El tipo, desarmado y sin posibilidades, gateó hacia atrás, aún mirándote asustado, se levantó como pudo y se perdió en la oscuridad de los árboles cercanos. Entonces corrieste para salvaguardar la vida de aquel otro hombre. Viste cómo Sancho atravesaba a uno de los que luchaban con él con su espada, y la víctima gritó desolada. Por tu parte, al acercarte sin que el otro se diera cuenta, tamaño golpe le asestaste sin esfuerzo alguno*, pues el tajazo que le brindaste hizo que en medio de la noche sonara hasta la quebradura de sus huesos y tendones. Otro grito de horror dió paso a un cántico de sangre, pues Sancho de Ujía logró dar muerte a su segundo rival, y con ello quedó en ninguno.

¡¡¡Aaaaaahhh!!! ¡Mi brazoo! -el bandido al que golpeaste en el brazo se quejaba, ahora tendido en el suelo, cogiéndose su brazo "derretido" con la otra mano.

En ese momento, sin que nada pudieras hacer, el tipo al que salvaste, lleno de ira, atravesó al bandido a través del pecho con su espada, provocándole la muerte al instante. Acto seguido sacó su espada y se arrodilló, fruto del cansancio. Pasados unos instantes se levantó y se acercó a vosotros (pues Lancho ya estaba contigo).

Os doy las gracias, señores, de no ser por vos habría muerto -dijo-. El fuego de su antorcha iluminaba su rostro. Ojos pequeño, pelo muy corto y rondando la cuarentena. Tal vez más. Un feo corte tenía en su ojo derecho, fruto de la lucha. Soy Ramiro de Biena, y ¿quienes sois vos?

​No hay por que darlas, era nuestro deber y nos alegra haber llegado antes de que fuese demasiado tarde.-digo inclinando la cabeza en señal de respeto- Mi nombre es Rodrigo Sánchez, caballero de la orden de Santiago. Mi compañero es Lancho de Ujía. ¿Qué hacíais por aquí sólo a estas horas? Los caminos son peligrosos en estos tiempos.-Pregunto antes de darle información de nuestra misión. Se me hace extraño que fuese sólo por estos caminos, pero puede tener alguna pista.

Después le pregunto-​¿Sabe vuestra merced algo de una comitiva? Debía llegar hoy al castillo de don Lázaro de Valviesa y ya es tarde y aún no ha llegado.-Espero su respuesta y despende lo que me diga me acerco al bandido inconsciente.

En cuanto acabaste de hablar, el de Biena comenzó a hacer lo propio.

Me dirijo a visitar a don Lázaro de Valviesa, en éstas, sus tierras de Bonfortal. Soy uno de los correos del monasterio de San Saturnino, y le llevo nuevas al tal señor -respondió, y luego se sorprendió por la noticia de la comitiva-. Nada sé de comitiva alguna, y desde luego sólo he visto a estos asaltantes. Les debo la vida, y si quieren, puedo acompañarles en su búsqueda, ¿pues eso están haciendo vuesas mercedes, no es así?