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El grupo se había tensado con la llegada de los lacayos del oscuro. A Jonad le preocupaba sobre todo la actitud del ereño, el tal Hamil parecía estar al borde de una crisis que podía derivar en problemas... La caravana y sus miembros no querían llamar la atención mas de lo requerido. El pequeño se acerco con sus pasitos cortos y miro los ojos de Hamil al mismo tiempo posaba su mano sobre él para trasmitirle tranquilidad. Cuando sus miradas se cruzaron el montaraz lo examino buscando alguna pista sobre su estado mas haya de lo evidente ¿Seria capaz de controlarse? Se preguntaba el mediano.

El parco norteño había escuchado el ominoso galopar en la lejanía, y de inmediato había pronosticado que se avecinaban problemas. No podía ser de otra manera, pues por aquellos años, solo los más oscuros siervos de la Sombra podían permitirse una montura.

Por supuesto, no se equivocaba.

Un ereño de cierta jerarquía se hizo pronto presente en el pueblo, acompañado de toda una patrulla de orcos, y la situación se volvió mucho más parecida a lo que el veterano vagabundo estaba acostumbrado a sufrir en el frío Norte.

Por un instante, DURGHALL recordó la conversación que había mantenido hacía tan solo unos momentos el gnomo que lideraba su expedición con el sheriff del poblado, sobre cuál podía ser el mejor lugar para ubicar las carretas y los animales. Pues ahora estaba bien claro para todos que lo mejor era mantenerse fuera de la vista de los recién llegados, sin importar si contaban con permisos para viajar o no, o si tenían algún otro tipo de justificación.

Tal parecía que no eran tan diferentes las cosas aquí en el Sur. Como ocurría a lo largo y ancho del mundo, los invasores no necesitaban motivo alguno para desplegar toda su crueldad, más allá de su simple capricho. Y la única manera de evitarlo era mantenerse alejado.

Por fortuna, aquel ereño con el que DURGHALL había iniciado el viaje, parecía dispuesto a hacer algo al respecto, pues escrutaba ansioso las inmediaciones. Con un leve asentimiento de cabeza, el fornido norteño le hizo saber a su camarada que se hallaba presto a mover a las bestias de carga allí donde considerara prudente.

Mañana del 2° de Halail del año 101 de la edad oscura (Turno 5)

Los miembros de la caravana observaban a la distancia lo que acontecía. Ya varios orcos les había visto pero no repararon en tomar ninguna acción. Y así como ellos, había muchos otros pobladores en los alrededores que miraban asustados y quizá algo curiosos lo que ocurría frente a aquella gran casa.

Después de ofrecer agua a los viajeros a través del sirviente que le acompañaba, el dueño de aquella casa se acercó más al ereño vestido de negro, que por sus vestimentas, claramente era un legado de la Deidad oscura Izrador.

Ambos hombres mantuvieron una corta conversación la cual llevó a que el dueño de la casa empezará en apariencia a rogarle algo al legado el cual no asentía en nada e incluso empezaba a cobrar un claro comportamiento iracundo; el cual culminó con un desplaye de gritos y gesticulaciones furiosas. Los héroes a la distancia poco podían entender, solo comprendían que el legado preguntaba por algo y exigía saber donde estaba y que había sucedido.

Después de otro breve momento de gritos, el legado se acercó al Orco de gran tamaño que le acompañaba, y le ordenó algo que los presentes no pudieron escuchar. Sin dudarlo, el orco sujeto al dueño de la casa y lo golpeo con horrenda violencia un par de veces, una vez en el pecho y otra vez en la cara, arrojándolo con ello al suelo.

Un par de gritos de horror surgieron de entre los pobladores en distintas zonas, aunque nadie hizo nada por ayudar a aquel hombre. El sheriff por su parte se mostraba lleno de furia e intentó al menos ponerse de pie, como si intentase hablar con el legado pero el orco que le oprimía el pecho con su pata le pisoteo con fuerza amenazándole para que no se levantase.

Mientras tanto, el legado seguía haciendo preguntas a aquel hombre sin obtener aparentemente las respuestas que esperaba, lo cual propició que aquel inmenso orco le golpeara una y otra vez en las costillas, hasta que los gritos de dolor y el rictus de sufrimiento en su cara pasaron a ser meros espasmos y pequeñas convulsiones.

Después de varios minutos de una sangrienta paliza, el legado pareció haber obtenido lo que buscaba o bien se cansó de todo ello, por lo que volviendo a montar su caballo, trotó unos pocos pasos en dirección al rio siendo flanqueado inmediatamente por sus seguidores orcos. Miró entonces a la multitud del pueblo con desprecio y les dirigió la palabra.

– SERVIDORES DE IZRADOR – comenzó levantando con fuerza la voz y formulando palabras llenas de orgullo y pasión a hacia su Dios – vuestro alcalde os ha servido bien en este día, por lo que todos vosotros seréis liberados de cualquier sufrimiento. Recordad vuestro lugar en este mundo, y sed afortunados por que no tememos más de lo que ya nos corresponde. Yo, el legado Drugan Deem, fiel servidor del Dios Izrador, os ordeno realizar un sacrificio a vuestro Dios. En dos días regresaré y en ese entonces espero recibir su fiel tributo a la causa de Izrador contra las demoníacas fatas que asolan estas tierras – concluyó al tiempo que daba la orden a sus orcos de avanzar, justo en dirección al rio, pasando así, inevitablemente por donde se encontraba la caravana de Girolamo.

Mañana del 2° de Halail del año 101 de la edad oscura (Turno 4)

Los miembros de la caravana observaban a la distancia lo que acontecía al igual que lo hacia Ulfrin desde lo alto en el cuartel del sherrif. Ya varios orcos habían visto a la caravana de recién llegados pero no repararon en tomar ninguna acción hacia ellos. Por suerte para el enano, a él nadie lo había visto, pues si lo vieran, seguro que si tomarían acciones. Y así como Ulfrin, había muchos pobladores de Koln en los alrededores que miraban asustados y quizá algo curiosos lo que ocurría frente a aquella gran casa.

Después de ofrecer agua a los viajeros a través del sirviente que le acompañaba, el dueño de aquella casa se acercó más al ereño vestido de negro, que por sus vestimentas, claramente era un legado de la Deidad oscura Izrador.

Ambos hombres mantuvieron una corta conversación la cual llevó a que el dueño de la casa empezará en apariencia a rogarle algo al legado el cual no asentía en nada e incluso empezaba a cobrar un claro comportamiento iracundo; el cual culminó con un desplaye de gritos y gesticulaciones furiosas. Ulfrin a la distancia poco podía entender, solo comprendía que el legado preguntaba por algo y exigía saber donde estaba y que había sucedido.

Después de otro breve momento de gritos, el legado se acercó al Orco de gran tamaño que le acompañaba, y le ordenó algo que los presentes no pudieron escuchar, menos aún el enano a la distancia. Sin dudarlo, el orco sujeto al dueño de la casa y lo golpeo con horrenda violencia un par de veces, una vez en el pecho y otra vez en la cara, arrojándolo con ello al suelo.

Un par de gritos de horror surgieron de entre los pobladores en distintas zonas, aunque nadie hizo nada por ayudar a aquel hombre. El sheriff por su parte se mostraba lleno de furia e intentó al menos ponerse de pie, como si intentase hablar con el legado pero el orco que le oprimía el pecho con su pata, le pisoteo con fuerza amenazándole para que no se levantase.

Mientras tanto, el legado seguía haciendo preguntas a aquel hombre sin obtener aparentemente las respuestas que esperaba, lo cual propició que aquel inmenso orco le golpeara una y otra vez en las costillas, hasta que los gritos de dolor y el rictus de sufrimiento en su cara pasaron a ser meros espasmos y pequeñas convulsiones.

Después de varios minutos de una sangrienta paliza, el legado pareció haber obtenido lo que buscaba o bien se cansó de todo ello, por lo que volviendo a montar su caballo, trotó unos pocos pasos en dirección al rio siendo flanqueado inmediatamente por sus seguidores orcos. Miró entonces a la multitud del pueblo con desprecio y les dirigió la palabra.

– SERVIDORES DE IZRADOR – comenzó levantando con fuerza la voz y formulando palabras llenas de orgullo y pasión a hacia su Dios – vuestro alcalde os ha servido bien en este día, por lo que todos vosotros seréis liberados de cualquier sufrimiento. Recordad vuestro lugar en este mundo, y sed afortunados por que no tememos más de lo que ya nos corresponde. Yo, el legado Drugan Deem, fiel servidor del Dios Izrador, os ordeno realizar un sacrificio a vuestro Dios. En dos días regresaré y en ese entonces espero recibir su fiel tributo a la causa de Izrador contra las demoníacas fatas que asolan estas tierras – concluyó al tiempo que daba la orden a sus orcos de avanzar, justo en dirección al rio, pasando así, inevitablemente por donde se encontraba la caravana de los recién llegados.

Durante el transcurso de todos los acontecimientos, Arvin se mantuvo en un segundo plano, junto al resto de la caravana, mientras ayudaba al gnomo a movilizar el carro ante la llegada de los jinetes. Se había procurado a si mismo parecer tan amenazante como la hoja de un árbol caida y al mismo tiempo tan anódino como una hormiga en el camino.

Su rostro apenas mostraba emociones, mientras trataba de reflejar esa cara que reflejaron el resto de habitantes ante la llegada de la caravana. Quería ser "uno más".

Hamil le llamó la atención, cuando pregunto "que iban a hacer". Se preguntó por primera vez si el pobre infeliz era un idiota que expresaba abiertamente su aprensión a la sombra ante los desconocidos con los que había compartido alguna comida... pues en cuyo caso, duraría pocos inviernos, y podría considerarse afortunado.

Por otra parte, también cabía la posibilidad de que fuera un actor de la función, igual que Arvin se sentía a si mismo, pero al servicio de la Sombra. Gracias a la próximidad de su difunto padre al poder de uno de los Príncipes traidores, sabía que los espías no eran un cuento de viejas, y tener a personas buscando que te sintieras cómodos con ellas para demostrarles que no sentías el aprecio necesario a Izrador, era una trampa tan vieja como efectiva, que cabía la pena considerar.

Así que dado que las dos vertientes eran una basura que llevaba a un final de mierda, le respondió:

-¿Qué vamos a hacer? Vamos a seguir las reglas. ¿Qué clase de pregunta estúpida es esa? ¿Acaso tienes algún problema?

Arvin le dirigió una fingida cara de ira apenas contenida. Eso tenía dos funciones, una, en caso de ser un simple estúpido, era salvarle la vida al hacer que prestara atención a su alrededor y no fuera tan obvio en el futuro. O segunda, en el caso de que fuera un espía, era que Arvin quedara lejos de toda sospecha.

Por supuesto, observó la brutal paliza que se estaba dando a uno de los hombres, mientras el Sheriff sufría una milagrosa humillación (milagrosa, porqué podría contarlo). No conocía a esos hombres, así que pudo calmar la ira bajo una engañosa calma y complaciencia, mientras sonreía levemente, por si algún orco le prestaba atención, de entre los que vigilaban a los demás.

Sin embargo, por dentro desearía tener el poder de su madre y desatar una ira descomunal que acabara con todas las marionetas del Dios oscuro, para vengar a su padre y todas las victimas como él, cómo las que tenía enfrente, que debían afrontar el fin sin ningún tipo de posibilidad para evitarlo.

En vez de eso, apartó las fantasías de lado, su madre se había negado a enseñarle los caminos de la magia aquella vez que se lo propuso, por el peligro que eso implicaria con los astirax sueltos para su propio hijo, y aunque eso un desperdicio a ojos de Arvin, tuvo que asumir que era su voluntad y la iba a respetar.

Así, que en vez de eso, usó su ingenio, para anunciar a la comitiva:

-Si no hay sacrificio morirán todos y será un desperdicio, considero que si queremos que caravanas cómo esta sigan funcionando, deberemos ayudar al Sheriff a conseguirle uno... o podriamos fabricarlo.

Dejó caer con sutileza. No tenían porque acabar con nadie del poblado, si lograban a un desgraciado que mereciera morir, podrían ofrecerlo tras cortarle la lengua y seguir a lo suyo. Sobretodo si ese desgraciado, REALMENTE adoraba a Izrador pero era un extraño. Eso si sería poético.

-Si entendéis mi razonamiento, sugeríria empezar a averiguar entre la población las lealtades de forma sutil. Es obvio que el Sheriff, a mi parecer, es un blando para el cargo que ocupa en esta era.

Manteniendo el tono de voz lo más bajo que pudo, Wendel miró al que había sido su compañero y le contestó - Blando? No lo sé - Wendell meneó la cabeza dubitativo - Fue el único que, por lo menos, intentó reaccionar - se explicó - Cosa que, por lo que veo, no hizo ningún otro de los pobladores. Ni nosotros - añadió casi con culpa.

- No se tampoco cuales serán ese sacrificio ni ese tributo. Pero espero que en dos días no estemos aquí para tener que averiguarlo -

Mirando a su alrededor paseó los ojos tanto por los integrantes de la caravana como por los pobladores que permanecían escondidos - No creo que nadie sea tan suicida de llevarle la contra a ese legado. Incluso si alguien pensara en hacerlo, no tendría ninguna posibilidad con esa cantidad de orcos cubriéndole las espaldas - comentó mientras elevaba la vista e intentaba asegurarse que no había llamado la atención de los orcos

Sin embargo, más allá de que sabía que debía quedarse callado no pudo menos que agregar - De cualquier manera, cuando se vayan deberíamos ver que podemos hacer por ese hombre - añadió señalando al herido con el mentón - Está claro que no quiso contestar y pagó por ello. Pero no se si fue suficiente. Por algo lo dejaron vivo al acabar el interrogatorio -

La discusión, los golpes iniciales y luego la paliza, son actos típicos que los servidores de la Sombra. El abuso del poder ilegítimo que el enemigo ostenta a base de puño de hierro de orco, no es más que una de las tantas formas en que se pueden ver injusticias en Aryth a causa de Izrador.

Siento rabia e impotencia pero no muevo un solo dedo. No le debo nada a ese humano que golpean y que probablemente me habría entregado al legado si hubiese sabido de mi presencia. No sé quien es pero me repito que no le debo nada mientras veo como lo golpean.

"Si me metiese en cada acto de los orcos, habría muerto hace años."

Miro al sheriff en el suelo. A él si le debo algo pero no le han atacado más. Está en el suelo y con un pie de orco en el pecho que le evita levantarse.

"Quédate ahí, no luches."

Pero la golpiza termina y el legado habla. No entiendo a qué se refiere con un sacrificio y un tributo pero me imagino que no es algo que a los pobladores ha de gustarles. Solo me queda dando vuelta en la cabeza esa mentira de "la guerra contra las fatas".

"¿Eso es lo que Izrador les vende a sus sometidos? ¿Él lucha contra nosotros para ayudar a los humanos?"

En el fondo me gusta que el Dios Caído sienta tanta vergüenza que no pueda aceptar que lucha contra nosotros solo porque somos los que no nos arrodillamos. Los elfos y los enanos simplemente no se arrodillan ante él y por eso nos caza. Nada más.

Veo como el ereño se larga con sus seguidores orcos. Me quedo mirando el pueblo, para saber si es seguro salir ahora que los orcos se han ido. No sé si es el momento o si aún debo esperar un poco más.

No le gustaba nada lo que estaba viendo, - aquello era un auténtica dictadura agresiva y perniciosa. Impuesta por las creencias obligadas de un grupo mejor armado y preparado que el pueblo. La gente de Koln tenía un grave problema, pero no creía que pasaran sin más por al lado de la caravana, su intención seguía siendo la misma, quitarse de enmedio junto con su compañero y a Hamil pues lo veía demasiado trastornado, a su burro para que no se cebaran con sus provisiones por si acaso les daba por husmear en la caravana. Debía de reservar las provisiones bien para la gente de Koln, bien para su grupo.

Manfred vio un refugio, un pequeño refugio, y no dudó en hacerle un gesto a Durhall para que lo siguiera, además le hizo un ademán para que llevara a Hamil. Saludó con la mano a modo de agradecimiento a Girolamo por su ayuda, y tomando las riendas de su burro se dirigió hacia el lugar... 

Una vez allí sacó el pienso que tenía para un día, y se lo dio a su burro para que se mantuviera tranquilo y distraído con la comida.

Jonad observo la situación impasible, la cosa pintaba mal, pero no mas que en otras situaciones en las que se había visto envuelto, nada le hacia perder esa sonrisa que comenzaba a parecer artificial para el buen observador. Al percibir movimiento en sus compañeros el mediano insto a Hamil a seguir a Durhall, no antes de llamar su atención y en un gesto sugerirle que guardara silencio. Después se situó junto a Girolamo y le hablo para que le entendiera.

- Se aproximan problemas jefe ¿Cual es el plan? Dijo con ojitos cansados y su estomago rugiendo... Aun así seguía sonriendo.

Mañana del 2° de Halail del año 101 de la edad oscura (Turno 6)

El legado se detuvo justo frente a la caravana, llamado por las palabras de Arvin que hicieron imposible el que el sacerdote del Dios oscuro pasase sin más a través del rio. Les miro fijamente e instintivamente ordeno a sus orcos desplegarse, como una clara amenaza.

– TRAE AL SHERIFF – le gritó a uno de los orcos en la retaguardia de su avance, el cual se apresuró a cumplir la orden cogiendo toscamente al sheriff del cuello y llevándolo a empujones innecesarios ante el legado Drugan. Éste, le preguntó al sheriff por los recién llegados al tiempo que le golpeaba en el rostro por no haberle informado de su presencia.

Fue entonces cuando el legado exigió los documentos del gnomo, los cuales no parecieron serle fraudulentos, pero si inexactos. – ¿Que hace una caravana que va a High Road aquí?, tienen órdenes de entregar su cargamento con prontitud. Siervos de Izrador luchan por erradicar a esa peste que habita en las profundidades de la tierra y ustedes vienen de paseo a un pueblo en medio de la nada. Sospechoso. Preguntare de nuevo, ¿Qué hacen aquí? – recalcó el legado al tiempo que sus orcos cerraban espacios y se aproximaban a Girolamo y los demás. Por suerte, Manfred, su burro, junto con Durghall y Hamil se habían escondido ya en un viejo granero ubicado tras el cuartel del sheriff, por lo que ahora eran solo cuatro. Tolmer y Kanut se habían separado del grupo apenas ver a los orcos avanzar de nuevo y ahora se encontraban mucho más al sur, aparentando ser simples granjeros sin ninguna relación con los otros miembros de la caravana.

Mañana del 2° de Halail del año 101 de la edad oscura (Turno 6)

El legado avanzó hasta el final del poblado, justo frente al puente que cruzaba el rio. Algo le había detenido allí pues el grupo de orcos se detuvo súbitamente y empezó a desplegarse en torno al puente.

– TRAE AL SHERIFF – le gritó el legado a uno de los orcos en la retaguardia de su avance, el cual se apresuró a cumplir la orden cogiendo toscamente al sheriff del cuello y llevándolo a empujones innecesarios ante el legado Drugan. Éste, a la distancia, claramente estaba interrogando al sherrif sobre varias cosas, pero el enano no alcanzaba a ver bien desde allí, y mucho menos a oír.

Desde allí, Ulfrin solo alcanzaba a ver a Drugan realizando distintas preguntas a una o verías personas a las cuales no alcanzaba a distinguir. Aunque lo único claro era que los orcos parecían estar posicionándose para atacar en caso de que fuera necesario.

En un primer momento Wendell estuvo a punto de sacar su permiso de "Prospector de Minas", pero tras observar la reacción del legado ante el sheriff se obligó a bajar la cabeza y evitar un contacto directo con sus ojos, temeroso de que no fuera capaz de brindar una explicación coherente.

Esperando que el gnomo, con su labia, fuera capaz de encontrar una respuesta que satisficiera al encargado de la patrulla de orcos, simplemente adelantó las manos, separándolas de su cuerpo y abriendo los dedos, dejando en claro que no representaba ninguna amenaza para nadie.

Arvin se adelantó unos pasos, y bajó la cabeza con "humildad, respeto y miedo", tratando de parecer lo más anódino, e incapaz de mentir ante el temor que le inspiraba el legado, intentado de todas las maneras no conectar una mirada con otra, para que no se lo tomaran cómo un desafio.

Sabía que era lo que se esperaba de él, y sabía jugar muy bien dicho papel, sabía también que la única forma en la que iban a salir del atolladero sin bajas, moratones o penalizaciones, era regalar los oídos con una respuesta que convenciera al legado al 100%, y era lo que debería hacerse, se pudiera confiar o no con el resto de la caravana, si querían salir de una pieza.

-Excelencia, si vos me lo permitís... -tartamudeó, y cogió aire, lo suficiente para transmitir que le temía para que su engaño fuera bueno, pero no más de la cuenta como para que le dieran una paliza-teníamos la orden de enviar el cargamento, pero se nos "sugirió" que averiguasemos porqué en este poblado no se producen armamento, debido a la cercanía, ya que si el poblado fuera eficiente, ahorrarían más del tiempo del que se tarda, en abastecer la primera línea de guerra. Querían que echaramos un vistazo e informaramos a la vuelta, para castigar apropiadamente al poblado, si se decidía que eran unos ineptos.

Tras eso agachó aún más la cabeza si cabía, y dio un paso atrás, esperando que su argucia funcionara.

El último movimiento del legado me confirma que aún no se han ido y, peor aun, algo parece haberle molestado al ereño, que llama amenazador por el sheriff. Los orcos toman posiciones hostiles y mi instinto me dice que en cualquier momento puede desatarse la lucha.

Desde mi posición no veo bien ni mucho menos escucho por lo que, sabiendo que si el sheriff es asesinado jamás podré reunirme con la resistencia local y que cabe la posibilidad de que el legado haya abortado su partida por haberme notado, tomo una decisión que podría ser la última para mí.

"Debo salir de aquí."

Me bajo de la caja que había puesto para mirar y camino, intentando no meter demasiado ruido, hasta la puerta que da hacia el resto de la casa. La abro un poco y comienzo a mirar que no haya nadie, ni amenazas que me bloqueen el paso. Una vez veo que es así, continúo avanzando por dentro de la casa, intentando acercarme a la otra ala del edificio, más cercana al rio, para así poder escuchar y estar listo para emboscar a cualquiera que sepa donde me escondía y entre a buscarme.